Mírame

Nunca en la vida había pensado en mis sueños, ni buscado más allá de la puerta de mi casa, me bastaba con mirar las luces de la calle desde mi ventana, o ver los árboles mientras iba en el carro de papá sentado de copiloto.

Como siempre, me senté en la parte de enfrente mientras sostenía mi mentón con la palma de mi mano derecha, y el codo retrancado en la ventana, fue entonces cuando bajamos del auto.

Tres largos días con sus noches viajando, primero en avión y luego en auto, estaba fastidiado y molesto por su decisión, cuando decidió divorciarse de mamá, no pensé que me llevaría con él, así que no le miraba y tampoco le hablaba, quería que viera cuan furioso me encontraba.

Al bajar del auto vi la entrada de la que sería mi nueva casa, las hojas de los arboles cayendo, por ser temporada de otoño, el pasto en el piso seguía vivo, la luz del sol se colaba entre las ramas y me llegaba a la cara, la casa blanca de dos pisos, estilo rústico y con paredes blancas y decorados en madera era hermosa, me habría gustado más si hubiésemos venido por otra razón.

Muchas veces en mi vida me escondí detrás de la cama, esperando a que los gritos se terminaran, ellos solían discutir mucho, incluso había momentos en los que golpes se escuchaban, no me asustaba, me escondía para que no pudiera ver semejante actuación ridícula.

Desde que cumplí los 14 años, dejó de importarme verlos o no, me salía de casa y me acostaba en el jardín a disfrutar del paisaje, donde yo vivía, las estrellas eran simplemente hermosas.

Se pueden generar muchos pensamientos en la soledad, en falta de la compañía de tus padres, pero ese no era mi caso, no estaba interesado en una vida complicada, llena de reproches a ellos por no dedicarme ni un minuto de su atención, no quería tomar drogas, alcohol, fumar, acostarme con cuanta cosa se moviera en frente de mí.

Las recriminaciones o reproches con palabras no eran mi estilo, bastaba con mis actitudes, aunque a mi padre le enfermaba el verme siempre sonriente ignorándolo, era como decirle que no me importaba, siempre me lo decía cuando se dignaba a sentarse a comer conmigo después de meses de ausencia.

No pude quedarme con mamá, debido a que ella es histérica, más irresponsable que mi padre, y de los dos, pues... el juez me dejó con el menos irresponsable, siendo que son lo único en la vida que tengo, sobre todo porque mamá solía golpearme cuando estaba de mal humor.

No abuelos, no tíos, no hermanos, eran los únicos a los que me podían confiar, no deseaba quedarme con mamá, deseaba seguir con mi ritmo de vida, que nada cambiara o perturbara mi paz.

Al llegar, el celular de mi valioso progenitor sonó, era una llamada de emergencia de su trabajo, acabábamos de poner un pie en casa y ya iba a quedarme solo, en fin, más vale solo que mal acompañado.

El silencio sepulcral se formó cuando tuvo que darme la noticia –vete de una vez, se te hace tarde -ni lo dejé hablar.

-Los vecinos son amigos míos, si necesitas algo, pídeles que te ayuden, les di dinero para cualquier cosa que se te ofrezca, volveré en una semana.

¡Genial! Me dejas a cargo de unos desconocidos –sí; cerró la puerta de la casa y suspiré, pero la volvió a abrir en seguida.

-Casi lo olvido, tienen un hijo de tu misma edad, espero que se lleven bien y sean buenos amigos, adiós Kazuya.

Ahora que estaba solo, por lo menos podía hacer lo que yo quisiera, pero irme de vago o tener una fiesta ¡Que aburrido! Quizá iba a acostarme en mi cama y dejar que pasara la semana, al fin y al cavo que todavía no había nada de la escuela a la que ingresaría, a él no le dio tiempo de inscribirme o transferirme.

Jalé mis maletas a la parte de arriba, al fin y al cabo, una semana antes me enseñó una foto de mi cuarto, así que seguro que lo reconoceré de inmediato, nada más debo buscar la que está pintada de azul.

Revisé cuidadosamente todas y cada una de ellas, pero arriba ninguna se parecía, bajé las escaleras decepcionado, y en ellas la encontré, me llevé una gran sorpresa cuando me di cuenta de que había una ventana enorme, seguro que tomó esa foto parado enfrente de la ventana, porque el perfil concuerda bien, atrás de la ventana había un hermoso jardín y una vista única al lago.

Al menos tiene buen gusto para estas cosas, es más hermosa que todas las habitaciones, seguro recuerda las muchas veces que me escapé en sus peleas a ver las estrellas, por lo menos puedo agradecer eso.

Abrí el ropero y el closet, quería guardar mi ropa, pero... había mucha en ellos, casual, de vestir y deportiva, todas con etiquetas, ropa nueva sin duda, la moví a un lado y guardé la que traía, no era mucha, sin embargo quería conservarla, también revisé donde pondría mis zapatos, había algunos que estaban boleados y bien acomodados, incluso compró mis tenis.

En el buró había un sobre, lo abrí para ver una tarjeta de crédito, creo que más que dinero con los vecinos, pensó que yo necesitaría una tarjeta, supongo que lo otro es para mí alimentación.

Me recosté en la cama y miré el techo, si todo estaba en orden, no me quedaba nada por hacer, seguro me moriría del aburrimiento en una casa donde no hay nada que hacer, lo tengo todo, dinero, comodidad, televisión, radio, internet, gas, lavandería, cocina, un refrigerador lleno de cosas, el cual vi cuando caminaba inspeccionando la casa en busca de mi cuarto.

Me dejó la casa en plenas condiciones para hacer uso de ella, incluso vi una enorme biblioteca y un estudio para trabajar, sólo me falta un lugar donde practicar béisbol, que es lo único que me gustaría hacer en este momento, pero aquí no creo que sea posible.

Dormir, quiero dormir, estoy cansado de dormir en su auto, me ha llevado a resolver todos sus pendientes, viajamos para ver a sus clientes antes de venir aquí, cosa que tomó 1 día, unas horas en el aeropuerto, un viaje intenso en busca de otros clientes, se fue el segundo día, 1 día para llevar unos documentos de la casa, donde estuvimos unas 6 horas, así se repartieron los 3 días de viaje, dormíamos en hoteles de lujo, no me quejo, aunque el viaje no dejó de ser agotador, no me quiso mandar solo porque me dijo "Soy un padre que quiere pasar un tiempo con su amado hijo", nunca estuvo conmigo, siempre estuve solo.

No estaba muy seguro de cuánto tiempo había dormido, de hecho, no me habría despertado si no hubiese escuchado aquel ruido en las ventanas de la casa, el golpe de las ventanas me alarmó un poco ¿Y si alguien quería entrar a la casa?

Salí con el bate que traía en mi mochila, lo tomé con más fuerza cuando me acerqué a la puerta principal, ya estaba oscuro, así que seguro que era tarde, el golpecito se escuchó de nuevo y abrí la puerta con cuidado, vi a alguien de reojo y me volteé con rapidez para darle un batazo, cuando puso sus manos frente a su rostro y gritó: -¡Espera! ¡No me pegues!

-¿Quién eres tú?

-Vine a conocerte, papá me dijo que viniera mañana, me escapé por la ventana, eres el único de mi edad aquí.

-Te pregunté ¿Quién eres? ¿Seguro que tienes buenas notas en Comprensión?

-Que grosero, es porque quería prepararte... yo soy Sawamura Eijun gusto en conocerte –inclinó su cabeza dejando caer las hojas secas de los árboles que traía en su cabello.

–Miyuki Kazuya, igualmente.

Como siempre, simplemente le sonreí y le dije

–Pasa.

-¿Estás seguro?

-Sí, llama a tu casa y di que te quedarás a dormir aquí.

-¿Qué? Van a matarme si les digo que me escapé.

-¿No viniste a eso?

-No... tenía curiosidad de saber cómo eras -era directo, muy honesto, en pocas palabras... un idiota, sí, eso lo describe bien.

-Mejor mañana vengo

-Bueno -fueron segundos nada más, por eso ni siquiera le presté atención a esa persona, la verdad, ni me acuerdo de su nombre, contesté por inercia.

Cerré la puerta después de que se fue y me fui de nuevo a la habitación con una botella de jugo de esas que estaban en el refrigerador, me la tomé de golpe y me quedé dormido de nuevo.

Justo cuando los rayos del sol salieron y me dieron en la cara me desperté sin animo, otro día sin hacer nada, cuando...

-¡Kazuya, oi Kazuya abre la puerta!-

¿En qué momento nos volvimos íntimos? –Ya voy –abrí la puerta y estaba el mismo chico de la noche frente a mi puerta, con una mochila y una caja ¿de almuerzo?

-Buenos días –me sonrió ampliamente.

–Eh... buenos días.

-Kazuya el día es bonito y... ¿ya desayunaste?

-Aún no... esto...

-Sawamura Eijun ¡Que cruel! -soltó un puchero infantil mientras hacía gestos de querer llorar.

–Sawamura-kun.

-Supera eso, tenemos la misma edad.

-¿Cuántos años tienes?-

-16 ¿y tú?

-Soy tu sempai, tengo 17.

-¿Eh? Lo siento Miyuki-san.

-Hahahaha, está bien, Kazuya está bien –se sonrojó como una manzana, que inocente.

-Entra de una vez, ¿vas a estar en la puerta parado todo el día?

-Ya... permiso por la intromisión.

-Pásate de una vez, soy el único en casa –finalmente entró y lo llevé a mi habitación, estar en el resto de la casa me hacía sentir más solo que de costumbre -¿desayunamos? Me muero de hambre.

-Voy por algo al refri...

-No, traje el desayuno conmigo, le dije a mamá que vendría a conocerte y me traje esto –me abrió la caja y había pan tostado con huevos y tocino, mi madre me dio una vez un desayuno así, cuando tenía unos 4 o 5 años talvez.

-Gracias por la comida –respondimos al unísono y empezamos a desayunar, estaba bueno, tenía un sabor desconocido para mí, casi ni hablábamos, porque no me sentía con ganas de hacer cosas con él, no simpatice del todo, es alegre, pero no me agrada mucho, es un escandaloso.

-Kazuya... ¿Y tus padres? ¿No tienes hermanos?

El golpe fue directo, no pensó en las consecuencias –mi padre está de viaje trabajando, como siempre, son divorciados y mi madre está en Paris dándose la gran vida con el dinero que le pasa papá de pensión, no tengo hermanos –no sé cómo explicarlo, creo que los torpes son sensibles, soltó unas lagrimitas.

–Debe ser difícil para ti.

-En realidad no, no me cuesta aceptar su separación –se acercó y me dio un abrazo, creo que ya siente que tiene toda mi confianza como para hacer eso.

–Lo siento.

Que alguien hiciera eso, era algo nuevo, me sentía incómodo, por eso lo alejé de mi despacio, no quería que nadie sintiera lastima por mí, puesto que no me duele y no quería que la única persona que me hablaba o me había ido a saludar se fuera, entonces no tendría un pasatiempo.

-Ammmm... anoche tenías un bate y pensé que podíamos jugar béisbol juntos en el campo de tu casa

-¿Hay un campo en mi casa?

-Tu padre le dijo al mío cuando fue de visita, dijo algo de ser subterráneo, ¿sabes dónde está la entrada? -¡Genial! ¡Vamos progresando! ¡Un extraño sabe más de mi casa que yo!

–No lo he visto, no me dijo que había uno.

Me jaló de la mano y anduvimos buscando por todas partes la entrada al campo techado, incluso anduvimos a gatas, era la primera vez en mi vida que hacía una cosa infantil, apenas ayer lo conocí y ya está poniendo de cabeza mi forma de vivir.

-Creo que tendremos que esperar a que mi padre vuelva para saber dónde está, por ahora mejor vamos a... jugar videojuegos.

-¿Juegas?

-Si... -¿En qué momento dejó de importarme apenas conocerlo? Supongo que se debe a su forma de ser.

Me encerré la mañana y la tarde con él a jugar videojuegos, era domingo así que nadie lo fue a buscar, supongo que a su familia le da gusto que tenga alguien con quien ir a divertirse.

-Vamos a comer, ya es tarde...

-¿Qué quieres que prepare?

-Arroz y pescado frito con... espera ¿sabes cocinar?

-Seguro, he cocinado toda mi vida, desde que tenía unos 6 años

-¿Qué tu mamá no cocinaba para ti?

-Sawamura...

-Lo siento, es que no me acostumbro a eso

-No te preocupes

-Kazuya... ¿me dejas ayudarte? –era sorprendente que me tratara como cualquier niño chiquito.

En mi otra casa siempre me mantuve alejado de la vida de los demás, llegué a detestar la palabra "amigo", de hecho, nunca los tuve, porque siempre me preguntaban cosas de mi vida personal que prefería mantener secreto, no porque me avergonzara, es que nunca quise que entraran en mi corazón, era molesto tener a alguien preocupándose por ti todo el tiempo.

Las hojas de mis libros se desgastaban más cuando un niño trataba de hablarme, las apretaba fuerte y me hacía a un lado con una sonrisa, evadiendo las conversaciones, sin molestar.

Las luces de mi cuarto se quedaban apagadas todo el tiempo porque mi vida era como estar dormido, así que con ello, confirmaba que estaba soñando.

Si estaba lloviendo, me recostaba en la cama y miraba la ventana, como el calor empañaba los vidrios, como el viento soplaba fuertemente agitando todo lo que encontraba a su paso, como las gotas de lluvia se estampaban contra las paredes de las casas.

Si era soleado, era como tener un momento de paz, esa luz llegaba a mí cuando no había nadie en casa, al menos... podía estar tranquilo una vez, ni siquiera tenía empleados porque no me gustaban, le pedí a mi padre que no contratara porque quería ser independiente.

-¿En qué piensas?

Me encerré tanto en mis pensamientos, que me olvidé por completo de que él estaba mirándome –en nada, sólo estaba...

-¿Por qué no me dices la verdad?, no estabas observándome, quien sabe en qué pensabas mientras te estaba hablando.

-Eh... hahaha.

-No te rías, dime lo que pensabas.

No pude evitar bajar la cabeza por esa frase, no podía decirle que era extraño que alguien me ayudara, eso fue lo que me hizo recordar todo lo que pasó por mi mente en esos escasos segundos, hasta ahora, nadie, absolutamente nadie en este mundo me había dicho "déjame ayudarte".

–Kazuya, eres cruel, no me estas observando.

Volteé la vista para dirigirla a su cara, así sentiría que lo estaba visualizando –claro que te veo, no seas tonto.

-No es así, tus ojos pasan a través de mí.

-¿Qué?

Levantó las manos y las colocó en mis mejillas -¡Mírame! Estoy aquí

Qué ironía que alguien me dijera eso, cuando muchas veces yo... pedí lo mismo.

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