quatre.

DongMin se hallaba viendo una película, cuando SanHa pasó frente a él.

Oh, cierto. La lista. Sacó el pedazo de papel ajado por tanto doblarlo y estirarlo. Y leyó el cuarto:

«Número cuatro; mueve la cola cada vez que le hablas o lo miras. »

Volvió a mirar a SanHa que se servía un vaso con agua.

Sí... DongMin no creía que el chico con blancas orejitas peludas, y una cola afelpada de igual color fuera a moverla solo por verlo.

―Hannie, ¿puedes venir, por favor?

El aludido arqueó una ceja, pero se acercó al pelinegro. 

Ambos se veían fijamente, DongMin pendiente de cualquier movimiento de la cola de SanHa. Y... nada. Más quieta que el pez muerto, que tuvo de mascota a los 10 años.

―Hola chicos―irrumpió el enrarecido momento la voz de su madre.  

Y ahí, fue cuando la cola de SanHa cobró vida, moviéndose de una lado a otro.

― ¿Qué tal mamá?―Le sonrió DongMin a su madre que ahora abrazaba al híbrido, quien se dejaba hacer.

Aún meneando la cola.

Bueno, como ya era costumbre, sacó el marcador y tachó el número cuatro.

Solo 6 fracasos más, pensó antes de reanudar la película en donde la había pausado.Aunque en un segundo sacudió la cabeza, la esperanza es lo último que se pierde, se mentalizó.

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