huit.

La octava cosa:

«Número ocho; tu perro te mira cuando te vas de la casa. »

DongMin terminó de alistar sus cosas, y abrió la puerta. SanHa estaba recostado en el sofá de la sala.

―Nos vemos después, Hannie. ―Se despidió el pelinegro con una sonrisa.

SanHa simplemente lo vio y se volteó, dándole la espalda a DongMin.

El pelinegro, resignado, tachó mentalmente de la lista la octava señal. Sí, porque el destino creía que con solo tener una buena de 8 que llevaba, era suficiente.

Cerró sin más.

Sin saber –por obvias razones– que después el chico, con las orejitas agachadas, se sentó en el sofá mirando hacia la puerta, dejándose oír pequeños sollozos. 

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