Prólogo
No suelo ser una persona que se arrepienta de sus acciones pasadas, pero creo que sí tengo un remordimiento en este momento, y es el de no haber probado la famosa terrina de paté que servían en Lumiose City. Puede parecer un deseo banal, pero cuando sabes que vas a terminar en la cárcel en cualquier momento, con una condena de probablemente varios años, una comida elegante cobra nuevo valor ante tus ojos.
Pero hablando de manera seria sobre este asunto, tal vez sí pienso en cómo hubiera terminado toda esta situación de haber actuado diferente; es decir, sabía que tarde o temprano iría a la cárcel (he roto demasiadas leyes en mi vida), pero terminar siendo buscada por la policía de Kanto y Hoenn, además de tener al Team Rocket y a ve tú a saber cuantas organizaciones criminales más poniéndole precio a mi cabeza, no estaba en mis planes a futuro.
La verdad, nunca creí que llegaría a ser tan famosa, ¡bien por ello!
Flora, mi querida Gloom, se mueve inquieta sobre mis piernas, y comienzo notar un olor fuerte en el ambiente, pues ella siente que estoy nerviosa. Acaricio la flor de su cabeza tratando de tranquilizarla, diciendo que todo estará bien, aunque yo misma no lo crea. Siendo sincera, todo mi equipo se encuentra intranquilo, especialmente Cora, que no deja de andar de un lado hacia otro, lanzando miradas recelosas a esta dirección. Supongo que el salvaje Liepard sigue molesto conmigo por haber elegido este final, pero tampoco quiere marcharse de mi lado, aunque le he dado oportunidades para hacerlo.
La única que permanece, aparentemente, tranquila es Syama: la Mightyena está echada frente a mí, con una mirada de resignación en sus ojos carmín. Y si pudiera hablar tal vez diría algo como 'Ya lo veía venir', ella me conoce tan bien. Los demás miembros del equipo están en sus pokéball, pero aún así sé que se sienten nerviosos.
Durante años trabajé duro para ser reconocida, para ganarme un nombre entre las grandes organizaciones delictivas de toda región. Claro, no cualquiera se enorgullecería de ser un ladrón, pero yo sí. Cultivé las habilidades necesarias para ser una de las mejores en el gremio delictivo y me jacto por eso, porque cuando haces un trabajo excelente, sea legal o no, y eres reconocida por ello, sientes una satisfacción que no se compara con ninguna otra. Aunque nunca acepté ser miembro de algún equipo en especial, ellos seguían buscándome, buscando mis servicios como ladrona. Por fin era reconocida por algo que hacía bien.
Pero eso es el pasado.
En la situación en la que me encuentro ahora no puedo estar escondida por mucho tiempo; después de todo, el plan es ser descubierta, arrestada y encarcelada por el resto de mi vida. Y no soy masoquista, eh, pero hay una razón para ir directo al fin de mi libertad. La razón por la que todos alguna vez hemos cometido locuras: el amor. Lo sé, suena tan cliché que da risa, pero es la verdad tras los problemas en los que estoy enredada. He caído en el amor.
Rememorando, fue hace seis meses que mis sentimientos (y mi vida) comenzaron a caer en picada...
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