Capítulo 1: La veía en las estrellas

CANCIÓN: Comedown - Luke Hemmings

La veía en las estrellas, casi como si fuera una, estaba a lo lejos pero nunca la había sentido tan cerca. Se apoyó con fuerza en el marco de la ventana y, miró al cielo, inquieto. Un silbido de pájaro lo distrajo, la noche hubiese estado en completo silencio de no ser por dicho animalito. Recordó fugaz que, su abuela le decía que lo volvería a visitar, y fantaseaba con que fuera ella vez que veía insectos o escuchaba algún ave cantora, pero él esperaba en secreto un aspecto más humanoide. Esperaba de ella mucho más. A veces pensaba y se convencía de que mantenían conversaciones, mas luego terminaba llorando con la cara escondida en la almohada, sintiendo que se ahogaba en soledad.

―¿Cómo se te ocurre estar a esta hora en pie? ―su madre lo asustó. Llevaba su mascarilla verde de quién sabe qué. ¡Ni siquiera era tan tarde! Eran las once de la noche.

―Mamá, déjame, ¿sí? Estoy aquí tranquilo.

―¿Y haciendo qué? Si es que se puede saber ―dijo con un tono casi de monarca, algo que molestó a Taehyung.

―No, no se puede saber ―respondió seco.

Admitía que no era el mejor con la convivencia, pero la verdad es que su madre tenía una obsesión terrible con controlar todo lo que hacía, cómo, dónde, cuándo y con quién.

La ignoró y se metió a la cama.

―No puedo creer que tengas este comportamiento a tus veintidós años, ya no eres un niño para andar lanzando pataletas. Me das vergüenza ―soltó―, me da vergüenza que seas mi hijo ―continuó.

―Y a mí me da vergüenza... ―iba a contestarle susurrando pero se contuvo, no valía la pena pelear. En otra ocasión lo hubiese hecho, pero no esa noche, no esa noche en la que recordaba a su abuela―. Descansa, te hace falta, má ―quizás si era amable lograba echarla.

La señora Kim cerró la puerta de un solo portazo. Funcionó.

La única razón por la que seguía en esa casa, era porque no tenía más a dónde ir.

Taehyung era un mañanero, un completo madrugador, dormir hasta tarde era algo que simplemente no le cuadraba. Lo que sí le cuadraba era darse gustos cuando se le apeteciera, incluso a las nueve de la mañana.

Le dolieron los dientes de lo frío que estaba el helado. Lo tragó y fue peor, se le congeló la garganta. ¿Sería útil tomar algo caliente? Así como cuando te quemas con comida hirviendo y tomas un poco de refresco, pensó. De todas formas, no tenía nada caliente a mano, debería comprar un café y en eso se demoraría fácilmente unos cinco minutos. Nada parecería aliviar el dolor inmediatamente. Si tuviera un hermana amante del café, y ésta hubiese comprado uno, le habría salvado en esta situación, pero había salido hijo único (algo que lo entristecía un montón) y ya ni siquiera tenía más billetes.

Pleno verano, no había tanta gente en la calle, sobretodo se asuentaban escolares y estudiantes universitarios, pues estaban en meses de vacaciones y eso se notaba a leguas.

Le gustaría salir a vacacionar, pero solo, sin su fastidiosa familia que tenía diplomados discusiones y malos ratos. Aún así los quería, pero eso no significaba que debía soportar esas terribles amarguras y decepciones de promesas rotas.

Llegando a casa (porque por supuesto que Kim Taehyung solo había salido a las nueve de la mañana por un poco de crema de hielo), notó que por la pequeña ranura del buzón (que ya nadie ocupaba) se asomaba un sobre. Fue ansioso a buscar las llaves que estaban bajo la macetera azul del pórtico, a lo mejor se trataba de su amiga Leslie, una chica norteamericana que había conocido en su intercambio con la que habían acordado enviarse cartas el uno al otro durante todo el verano coreano, como en los viejos tiempos.

Se habían conocido en su tercer año de arquitectura, cursado el año pasado. Posteriormente, ambos se salieron de la carrera, Leslie porque quería ser cantante, de hecho Taehyung la apoyó y fue su pilar a la hora de tomar la decisión, y Taehyung tenía su sueño también. Ambos eran románticos y, si bien nunca hubo un romance entre ellos, siempre hubo una conexión especial que los hizo querer recordarse siempre, y mediante cartas era más entretenido.

Abrió el buzón rojo y sus ojos se sorprendieron al terminar de leer hasta la última letra. Venía desde Stanford University, California, Estados Unidos. Se preguntó cómo era posible, no esperaba quedar y, menos tan pronto. La carta le daba sus felicitaciones por tan increíble examen de admisión, y además le ofrecían una vacante desde un excelente puesto, era el seleccionado número uno para la carrera de filosofía.

La verdad es que Taehyung solo había postulado para satisfacer a sus padres, así como había hecho con arquitectura, y su deseo se había vuelto a cumplir. Por otro lado, esta oportunidad parecía única. Conocería a tanta gente, se le presentarían excelentes puestos de trabajo una vez que se titulase y tendría por ende, la capacidad y capital suficiente para mantener a su familia. No obstante, mientras más pensaba en ello, más se desmotivaba, pues requería un enorme sacrificio y una gran responsabilidad. ¿Irse a vivir tan lejos? Quizás cuándo volvería y no podría sobrevivir estando sin sus amigos de toda la vida allá. Ni siquiera estaría cerca de Leslie que ahora vivía en Nueva York.

Golpeó la puerta porque se le habían olvidado las llaves de la puerta de entrada. Abrió su madre y Taehyung se dio cuenta de que ni había alcanzado a esconder el sobre.

―¿Qué es eso? ―ya había empezado con su interrogatorio.

―Nada ―trató de correr hasta las escaleras.

―Pásamelo ―lo jaló de la camisa y le arrebató la carta.

El pelinegro solo pudo agachar la cabeza avergonzado, era su fin, lo obligarían a irse a Estados Unidos.

―Ten ―estrechó su mano―. Creo que no hace falta que te diga nada. Anda empacando tus maletas.

―Mamá, entraría en agosto.

―Era una exageración ―fingió. Claro, ella jamás admitía estar mal, pensó el chico.

―Está bien.

El muchacho se cuestionó el por qué le habían enviado una carta, ¿esos avisos no eran por correo electrónico a estas alturas? Subió a su cuarto y se desvistió para ponerse algo aún más fresco, no había dimensionado todo el calor que haría ese día. Entró a su computadora y abrió Gmail. Tenía más de tres correos de la universidad pidiendo su autorización para dar inicio al proceso de matrícula. ¿Beca del 100%? Eso no estaba incluido en la carta que, ahora intuía, le habían enviado debido a su nula respuesta cibernética.

Llamó a su mejor amigo, Jimin, que contestó enseguida y pegó un grito en el cielo con la noticia.

―¡Felicidades! Estoy tan feliz por ti.

―Sí, mhm... Escucha ―se rascó la cabeza―. Estoy pensando seriamente en no ir ―se paró a juntar la puerta.

―¿Me estás bromeando? No seas ridículo. Es una oportunidad de una en cien mil, o un millón. ¿Qué dices?

―Quiero quedarme en Daegu.

Hubo un silencio.

―¿Para qué? ¿Qué te gusta tanto de acá?

―Pues... ¡todo!

―¿Y tú crees que tus padres te lo van a dejar pasar? Postulaste para complacerlos.

―Tienes razón. Y por lo mismo tú sabes que no quiero irme de aquí.

―No, Taehyung. Entiendo que te guste Daegu pero, estudiar es un privilegio, ¿entiendes? Hay todo un mundo que explorar, ¿y tú decides tirarlo todo a la basura por capricho? No es justo. Quizá tus padres y tú querían algo diferente. Pero piénsalo bien.

―¿Qué te crees tú para decirme qué hacer y qué no hacer? ¿Dándome lecciones de vida? ¿A qué viene este repentino cambio de opinión? Cuando postulé te dije que cruzaría los dedos para no entrar.

Ahí estaba, la mala convivencia de nuevo. Casi como una alarma.

―Cállate ―se escuchó débil la voz del otro lado de la llamada.

―No, no me voy a callar. No quiero ir y punto ―algo que había comenzado como una reflexión hace unos veinte minutos ya se había tornado en una opción decisiva.

―Está bien. Haz lo que quieras ―cortó.

¿Debería romper en llanto? Eso solían hacer los amigos cuando tienen altercados, pero algo se lo impedía, y era su orgullo haciéndole creer que tenía la razón. En parte era cierto que debía seguir su corazón, y si quería quedarse en Daegu, era probable que debería hacerlo. Sin embargo, sabía que el mundo lo juzgaría y lo llamaría tonto por perder tal chance que se le otorga a muy pocos. Y más que eso, probablemente sería infeliz.

Taehyung ni siquiera quería estudiar filosofía, pues sabía que se terminaría deprimiendo y siendo fatalista ante el sin sentido de la vida. Era un tema que venía evitando hace años. Taehyung quería abrir su propio local de vinilos en alguna de las avenidas principales de Daegu. También estaba consciente de que sus padres jamás le perdonarían el rechazar a Stanford, y que jamás le permitirían cumplir su verdadero sueño.

A menos que... Claro, desapareciera del mapa.

¡Hola, chicos! Lo prometido es deuda. Aquí va el primer capítulo, espero que les guste. Apreciaría que, en caso de gustarles y quieran, dejen un voto o comentario.

¡Gracias! Saludos.
Pascale.

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