03| Un hotel con nombre de Paraíso y con olor a pescado

El barco estaciona dejándonos en la orilla de una playa de arena finísima y blanca. No soy la única que se queda en esta zona de la isla, hay una pareja con dos niños que parecen ser sus hijos, y un chico más o menos de mi edad que sale sonriente, caminando directamente hacia mi posición.

— Tienes cara de nunca haber venido a este lugar.

Mi mirada se detiene en el rostro que me mira con una sonrisa de oreja a oreja. Es moreno, y bastante alto. Sus ojos afables esperan pacientemente mi respuesta, mientras yo me distraigo observando los tatuajes que marcan la piel de su cuello.

— No todos tenemos el lujo de cobrar el salario de un narco — respondo segundos después.

— Una respuesta increíblemente ingeniosa.

Tropiezo con su pecho cuando una masa corporal me choca tirándome hacia el frente. De inmediato soy consciente de que ha sido el tal Charles. ¿Qué coño le he hecho yo a este chico para que la haya cogido conmigo?

— Es muy guapo, ¿verdad? — pregunta el moreno desconocido.

— No, no lo es.

— Sí que lo es, vengo todos los años a este sitio, y puedo asegurarte que Charles es como el vino, con el tiempo se pone más bueno — mis ojos se explayan después de esa confesión, o sea, ¿es qué acaso puede ponerse más bueno?

— Claro que puedo — masculla una voz a mis espaldas.

— ¿Qué? — me giro abruptamente encontrándome con el señor musculitos frente a mí.

— En estos momentos te encuentras en el mayor paraíso de Grecia, aprecia las vistas y deja de acosarme.

— No seas creído, tú no me importas en absoluto.

— Entonces es un alivio que sea recíproco.

Le hago una mueca ridícula antes de verlo desaparecer hacia el yate. La picazón aumenta en mi cuello, me pasa cada vez que estoy estresada por algún que otro motivo, y en los últimos días mi vida no ha sido más que una montaña rusa que va en picada, como en aquella vieja película llamada "Destino Final"

— ¿Eso que acabo de presenciar es tensión sexual? — indaga el moreno de antes.

— ¿Qué dices? — frunzo el ceño — No han pasado ni dos horas desde que lo conozco.

— La tensión sexual consiste en el deseo carnal, y no necesitas mucho tiempo para eso.

— Estás delirando — bufo — .Me llamo Ximena, por cierto.

— Oh, un placer, mademoiselle, mi nombre es Collin pero todos me llaman la sabrosura del norte.

— ¿Qué clase de epíteto es ese?

— Mmm, una chica culta — se pasa las manos por la barbilla como si intentara descifrarme — .Te aseguro que lo descubrirás más tarde.

Estoy a punto de abrir la boca cuando una señora demasiado elegante para mi gusto aparece frente a nosotros.

— Adelante, visitantes, bienvenidos al hotel "Paradise" — levanta los brazos señalando todo lo que nos rodea.

— ¿En que palma me toca dormir? — la pregunta escapa de mis labios provocando que la atención de todos se centre en mí, a lo lejos se escucha una risilla y cuando miro de reojo observo a Charles mirando fijamente hacia mí al igual que el resto. Necesito regular el filtro que existe entre mi boca y mi cerebro si quiero dejar de pasar vergüenzas.

Mi madre tiene razón, definitivamente parezco una adolescente.

— Yo que tú le daría la palma que pega con la bahía, a ver si se la lleva la corriente en plena madrugada — responde el troglodita buenorro provocando las carcajadas de todos los presentes.

— Claro, como está bueno a él si le ríen la gracia.

— Intentaré controlar todo lo que sale de su boca a partir de ahora — interviene Collin atrayéndome hacia él.

La señora elegante se pone colorada, no sé exactamente si es por rabia o por vergüenza, carraspea antes de decir:

— Mejor entremos al hotel.

Caminamos por un sendero cubierto de piedrecitas y conchas marinas que transmiten una belleza exquisita al medio. Collin no se despega de mi lado, por algún motivo que desconozco siento que intenta cuidarme, o cuidar a las personas de mí.

El sendero termina exactamente frente a una fuente de mármol. En sus laterales se pueden presenciar alguno de los dioses griegos más relevantes de la historia, entre ellos la diosa Atenea. En el estanque flotan pequeñas flores rosas que desprenden un delicioso aroma imposible de comparar.

— En estos momentos se encuentran en uno de los hotel más antiguos de toda Grecia, y a la vez el más moderno de todos — explica la señora que nos dio la bienvenida anteriormente — .A su disposición tendrán todo tipo de recreaciones que complazcan sus gustos. El spa está abierto 24 horas, al igual que la piscina y el bar. Hay excursiones disponibles de buceo, senderismo, visitas a ciudades cercanas y nuestros usuales shows nocturnos.

— De repente me siento en algún concurso rarito de esos que transmiten por televisión — susurro en el oído de Collin — ¿Dónde está la cámara oculta?

— Te puedo asegurar que no hay cámaras ocultas, nadie aparecerá en la noche haciéndote algún tipo de broma pesada.

— ¿Y por qué todo parece tan perfecto?

— Porque en las islas Skíathos, absolutamente todo es perfecto.

Nuestro cuchicheo es interrumpido por una señora que me mira con mala cara antes de prestarle atención a nuestra guía particular.

— Espero que su estancia en nuestro hotel sea exquisita, mi nombre es Delfine, y tanto yo como todo el personal estamos a su entera disposición, pueden pasar por recepción para recibir la llaves de sus habitaciones.

— ¿De qué te ríes? — indaga mi nuevo amigo cuando una sonrisa traviesa escapa de mis labios.

— Nada, su nombre me recuerda a los animalitos que salen en las películas de Barbie.

— Dios mío, definitivamente estás loca, pequeña americana.

— En realidad mis genes son españoles.

— Tienes cara de haber vivido toda tu vida en América.

— ¿Y tú dónde has vivido toda tu vida?

— Te reto a que lo adivines.

Muerdo mi labio inferior antes de lanzar una respuesta cualquiera, sin siquiera pensarla — ¿Eres de Texas?

— ¿Qué? No — se carcajea — Soy puertorriqueño, sin embargo viví durante un buen tiempo en Cuba, Dominicana y Haití.

— ¿Haciendo qué?

— Eso también lo descubrirás más tarde — me guiña un ojo antes de caminar hacia la recepción.

Después de una cola larguísima finalmente logro llegar a recepción donde una joven con coletas me sonríe amablemente antes de preguntar mi nombre.

— Aquí está su llave — dice segundos después de revisar unos datos en su computador.

— Debe de existir algún error — me acerco a ella antes de susurrar — ,mi reservación incluye una suite nupcial.

— Oh, lo sé, pero actualmente se encuentra ocupada, por lo tanto la hemos trasladado hacia otra con las mismas condiciones que la suite pero mucho más pequeña.

— Genial, hasta el hotel sabe sobre mi plantón en el altar — mascullo.

— Tranquila, si lo deseas tenemos disponibles ofertas de terapeutas.

— Pero, qué atrevida.

Irritada me alejo del mostrador con paso firme. El ascensor está a punto de cerrar, Collin me nota y lo detiene para mí, así que me apresuro en llegar, chocando con mi maleta a algunas personas que se atraviesan entre mi destino y yo.

— Estás jadeando — afirma el moreno una vez que se cierran las puertas del ascensor.

— Pues si, estoy falta de ejercicio físico.

— A mí se me ocurren unas formas muy interesantes para que te pongas en forma — insinúa con voz melosa.

— Por casualidad, ¿me estás coqueteando?

— Tenía que intentarlo.

— Pues no lo intentes más.

— Eso tenlo por seguro — sonríe mostrando su perfecta dentadura, tanta sonrisa me da jaqueca — ¿Qué habitación te tocó?

— Mmm... — miro la tarjeta que tengo en mis manos, la cual ni siquiera había comprobado — 18A.

— Estamos en el mismo pasillo.

Las puertas del elevador se abren. Un matrimonio con unos niños entran marcando el piso número 16. Nos apretamos un poco debido al peso corporal de los padres, tanto así que mi cara termina pegada al cristal que brinda una visión perfecta del lobby del hotel.

— Siempre he deseado ir a Cuba — comento de repente ganándome la atención de Collin.

— Lo poco que conocí capturó mi atención, estuve en la capital que es La Habana y en un lugar llamado Varadero, no sé cómo sea el resto de la población.

— No puedes conocer lo peor de un lugar si solo vas como turista.

— Exacto, aunque aquí es diferente, Grecia de por sí es un lugar confortable, y Skíathos se caracteriza por su desarrollo y por la familiaridad que sientes al alojarte en la zona.

— ¿Estás intentando venderme la isla?

— No creo que tu salario te alcance para comprarla.

— Touché.

Se coloca frente a mí antes de decir — Mira, para que vayas aprendiendo, en Cuba hay un saludo muy peculiar que usan la mayoría de los cubanos.

— ¿Algo así como el "qué pasa, tío" de España?

— Exacto, pero allá vendría siendo algo así como... — carraspea acomodándose la camisa con cara de malote de telenovela mexicana — ¿Qué bolá, asere?

— ¿Eh?

— Venga no es tan difícil, repite conmigo.

— ¿Qué bola, asere? — intento pronunciar con una voz de pito que deja mucho que desear.

— No, así no, tienes que darle un ligero acento a la primera "a"

— Vale, lo intento otra vez — respiro antes de pronunciar con mi mejor cara de villana — ¿Qué bola, ásere?

— ¿En serio? — Collin me mira decepcionado — ¿Eso es lo mejor que tienes?

— Es que no lo entiendo...

— ¿Qué bolá, asere? — grita uno de los niños del matrimonio provocando que sus padres nos escudriñen con la mirada.

— Si se lanzan sobre nosotros rompemos el cristal — balbuceo para que solo Collin pueda oírme, no obstante como la vida la tiene cogida conmigo ellos logran escucharme perfectamente bien.

— Niñata — sisea la esposa.

Agradezco a todos los santos cuando las puertas del ascensor se abren en el piso número 16, el matrimonio nos deja por imposible antes de salir con sus hijos, alejándose de nuestra mala compañía.

Asere, asere, asere — grita el niño por todo el pasillo.

Collin y yo nos miramos de reojo antes de echarnos a reír debido a lo absurdo de la situación.

— Definitivamente no voy a aburrirme contigo — confiesa entre risas.

Minutos después me despido de Collin antes de entrar a la que será mi habitación durante los próximos días. Dejo la maleta justo al lado de la cama matrimonial antes de detenerme a contemplar las vistas que ofrece mi habitación. Desde aquí puedo apreciar gran parte de la inmensa bahía, hay pelícanos chapoteando de aquí para allá y un delicioso aroma a mar inunda la estancia, provocando una paz que llevo tiempo anhelando.

Me debato entre llamar a mi madre o a Raquel, pero como lo que menos deseo son regaños y malas vibras termino pasándole un mensaje a mi progenitora diciéndole que estoy bien y marcando el número de mi amiga, la cual contesta al tercer tono.

— ¡Hola, Xime! — exclama al descolgar la llamada.

— Pensé que nunca lo ibas a coger.

— Estaba algo ocupada.

— ¿Estabas follando? — grito y su silencio me confirma la respuesta — Raquel que tienes casi cuarenta años, madura.

— Habla la que quemó su departamento en un momento de ira, además, hasta donde tengo entendido el buen sexo no tiene una edad límite.

— Lo tiene cuando no has sentado cabeza.

— Madre mía, qué remilgada me has salido — bufa — Cuéntame de Grecia.

— Pues nada del otro mundo.

— ¿Acaso sabes lo bueno que están los griegos?

— Créeme lo he descubierto hoy — murmuro distraídamente.

— Cuenta — exige.

— No seas pesada que no hay nada que contar, solo un troglodita que está de muy buen ver.

— No lo he visto y ya estoy caliente.

— Tú te calientas por todo.

— Pues tú deberías hacer lo mismo, estás soltera, en Grecia, dale un gustito al cuerpo que la vida son dos días.

— Deja de darme malos consejos.

— Suenas igual que tu madre.

— Mejor me voy a la playa porqué estás logrando que se me suba la tensión.

— Igual sabes que te requetequiero — comienza a lanzar besos a través de la línea.

— Bye.

— No seas pesada, lánzame un besazo.

Ruedo los ojos con hastío pero al final terminó cediendo — Muaaaas.

Aich, qué delicia — bromea.

Después de colgar tiro el teléfono en algún rincón de la habitación. Busco entre las prendas de mi maleta los trajes de baño que Raquel me obligó a echar. Me debato entre el bikini rosa chicle de dos piezas o el rojo de una sola pieza. En el espejo cuerpo entero vislumbro los kilitos de más, y los golpes que ha dejado en mí el estrés y la vida.

Un impulsivo me llega a agarrar el bikini antes de adentrarme al baño, el cual es más grande que mi viejo apartamento quemado. Lo coloco sobre mi cuerpo, y echo en el cesto la ropa sucia por las horas de viaje. Salgo. Me detengo frente al espejo de pie. No soy perfecta, donde debían haber abdominales definidas hay calorías acumuladas por culpa de las noches de pizza y Coca Cola. Tengo estrías cubriendo una parte de mis muslos, y una pequeña cicatriz evidenciando aquella vez que me operaron de apendicitis. Sin embargo me obligo a olvidar mis defectos y comienzo a centrarme en mis virtudes. A mi mente viene aquel reconocimiento que recibí al ser una de las mejores graduadas de mi clase. Me veo secándome las lágrimas y sonriendo a pesar de lo doloroso que se hacía el camino. Aquellas noches en vela donde solo me tuve a mi misma. Las veces que he consolado a un amigo. Las risas que le provocado a aquellos que me rodean, haciendo más ameno su día. Logros. Metas. Sueños cumplidos y todos aquellos que aún me faltan por cumplir.

— Eres tremendo partidazo, reina — pronuncio deleitándome con mis curvas y amando cada una de mis imperfecciones.

El camino hacia la playa se me hace sumamente largo. Después de media hora buscando el sitio perfecto para recostarme a leer mi libro sobre economía, termino encontrando un rincón debajo de un frondoso árbol y con unas vistas impresionantes. Cumplo con mi objetivo recostándome debajo de él a la vez que abro el libro en el capítulo 50: "¿cómo hacer que tu negocio funcione?"

— No lo sé, tú dime — respondo, riéndome de mi propia estupidez.

Siento mi vista cada vez más pesada, los escasos rayitos de sol acarician mis mejillas provocando que la tensión desaparezca de mis hombros. Me siento a gusto, cómoda y relajada, así que me dejo llevar y termino cerrando los ojos mientras el viento balancea mi cabello.

— Oh, joder — grito al sentir algo frío impactando contra mi cuerpo. Asustada me levanto, mis gritos se intensifican al notar un pez moribundo revolcándose en la fina arena — Qué asco.

— Es solo un pececillo, no seas llorica.

Esa maldita voz otra vez.

— ¿Qué quieres? ¿Me estás siguiendo acaso? — me enfrento a Charles, a pesar de estar prácticamente semidesnuda frente a él sus ojos no se apartan ni un instante de los míos.

— Trabajo y vivo aquí, en todo caso la que me sigue eres tú.

— Ya te gustaría, bonito — rechisto — ¿Qué... qué haces? — golpeo con rudeza la mano de Charles, la cual acaricia mi pecho descaradamente — No vuelvas a tocarme en tu vida.

— Tenías una escama ahí, malagradecida.

— ¿Por qué todo me pasa a mí?

— Estás rodeada de malas vibras, princesa.

— Tú solo... — mi mirada se detiene por un momento en la visión perfecta que me ofrecen sus músculos bien definidos — mantente alejado de mí.

— Tampoco es que desee estar a tu lado con el aura tan negativa que te cargas.

— ¿Qué te pasa?

— Nada, solo digo que tienes cara de estar pasándola bastante mal.

Se marcha dejándome con la boca abierta. Furiosa recojo mis cosas, un pez y un troglodita han acabado con la poca paz que había conseguido, y no solo eso, si no que además huelo a pescado muerto.

— ¿Estás bien? — me pregunta Collin cuando me ve llegar al hotel.

— Estoy... — me detengo al notar las enormes cajas que empujan un par de chicos hacia su habitación — ¿Qué haces?

Lo sé, el chisme me puede.

— Es una sorpresa que descubrirás más tarde.

— ¿Por qué todo lo tengo que descubrir más tarde?

— Porque así la vida se hace mucho más interesante — sonríe abiertamente — ¿Irás al show nocturno?

— Ni hablas, prefiero quedarme en mi habitación.

— No seas aburrida — camina hacia a mí con precisión — ¿Acaso hueles a.... pescado?

— Mejor no preguntes — siseo entre dientes.

— Vaya, parece que alguien cogió mucho sol hoy — su broma no me causa gracia debido al malhumor que me cargo — Deberías venir esta noche, así te relajas.

— Ya te he dicho que no estoy de humor.

— Créeme, vendrás — me guiña un ojo antes de desaparecer por la puerta de su habitación.

Qué chico más rarito.




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Finalmente después de un buen tiempo tenéis un nuevo capítulo, disculpen la demora, he tenido algunos inconvenientes sin embargo retomamos con todo, y quizás para el lunes tengáis un nuevo capítulo ❤️🙌🏻

Contadme, ¿qué les parece la historia hasta ahora? ¿Qué tal los personajes, cuál es su favorito?

Los leo en comentarios, besazos a lo Ximena ❤️❤️❤️❤️

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