CAPÍTULO 2: ¿Un entrelazo?

(Narra Ana Camila) Al día siguiente

—¿Ya te vas, mi amor? —Le pregunto a mi novio intentando aferrarlo a la cama, quiero que se quede.

—Lo siento muchísimo amor —me besa una vez más, sólo que este beso es más breve—. Trabajo es trabajo y este no perdona —dice mientras se pone su pantalón jeans. A Ian le encanta ir algo informal al trabajo, creo que lo hace a propósito para provocar al gruñón de su jefe.

—Hmm, quería que te quedaras un cachito más —pongo mi puchero más tierno, mientras me cubro con la sábana.

Ayer fue el festejo de mi crecimiento como bailarina, la presentación acabó a las cinco de la tarde y nos quedamos en Burguer King hasta las siete. Y en casa terminamos el festejo, creo que en mi vida acabé poniéndome tan ebria, bueno, no porque bebí mucho, soy algo intolerante al alcohol. No suelo beber, lo hago rara vez, pero es que anoche estaba tan animada y felíz. Ian y yo dormimos juntos y más o menos amaneciendo hicimos el amor. No es mi primera vez, pero sí la quinta en nuestros casi tres años de relación, y estos momentos con Ian son muy mágicos y especiales para mí, él no es desenfrenado a la hora, al contrario, continúa siendo el mismo caballero de siempre, atento y cuidadoso, no es insistente y se cerciora de preguntar si me encuentro lista o si quiero. Con él fue mi primera vez, y la verdad no me arrepiento, me imagino con este guapo galán de telenovelas el resto de mi vida.

Lo amo. ¿Puede existir hombre más perfecto?

—Yo también cariño, yo también —me da un beso piquito—. Pero en serio debo irme, Johann es un tipo de lo más exigente, quiere obtener más ganancias cada día.

Johann es su jefe de trabajo, el gerente general de la agencia de prestamistas para la cual Ian trabaja.

—Uff sí, tienes razón, no quiero ser la causante de tu muerte —le sonrío en disculpa.

—Tú eres la causante de mi vida —Ian me vuelve a besar y yo prolongo el beso. De veras que no quiero dejarlo ir.

—¿Alguien te dijo que eres muy malo para las frases cursis? —le echo en cara con una sonrisa.

—Eh, que si intento ser cursi es por tu culpa —me reprocha mientras se abrocha el cinturón.

—¿Intentas? ¿Así que intentas? ¡Te pillé, picarón! —me incorporo y me acerco a él, con la sábana blanca envuelta al cuerpo.

—Oye oye, pensé que te sentirías halagada que para un galán como yo seas su vida.

—Presumido —lo pego en el brazo, mientras le vuelvo a besar. Últimamente besar a Ian es mi adicción, tal y como el ballet, o como morder una deliciosa manzana, lentamente—. Pero te quiero así, aunque te creas galán de telenovelas.

—Y yo te amo —otro beso piquete—. Eres mi adicción.

—¿Ahora tú me lees los pensamientos o qué? —piqueteo mi dedo contra su pecho, mientras él se pone la camisa.

—¿Así que también soy tu adicción?

—Eh yo no dije eso —digo mientras busco mi pantalón jeans de entre mi cama.

—Pero lo pensaste. Recuerda que leo mentes —canturrea como niño pequeño.

—Ay ya no molestes —entonces su celular suena de repente—. ¿Quién es amor?

—Jo, Johann amor, es mejor que me apresure —dice mientras se termina de abotonar su arrugada camisa blanca. Lo noto algo nervioso, y no es para menos con el jefe que se gasta.

—¿Que no vas a contestar?

—¡Ah! Si cierto, sí —entonces toma la llamada—. Li, licenciado Torres, como está... —aclarar que Johann apellida Torres—. Este sí, yo, yo ya estoy en camino —y cuelga.

—¿Por qué tan nervioso amor? —le pregunto mientras me pongo mi blusa.

—Es que, hoy tenemos posibilidad de nuevos inversionistas y ya sabes, Johann me quiere puntual y ya voy un poco atrasado. Me matará —dice mientras se acomoda como sea la corbata.

—Hey, acabarás ahorcándote, yo te hago el nudo —lo detengo y se lo acomodo con cuidado.

—Me encanta cuando eres así de atenta conmigo. A veces, a veces creo que no te merezco —dice con la mirada y palabras tímidas. ¿Por qué se puso así?

—¿Por qué dices eso? Más bien yo me saqué la rifa contigo, eres guapo, atento, todo un caballero... En fin, un príncipe azul que ya no se encuentra —le digo mientras le acaricio la mejilla.

—Oh, tienes razón —presume—. Pero todo príncipe necesita su princesa, y tú eres la de mi cuento —me sonríe galante.

—Ay ya, cuidado me la crea y ya córrele, Dios no quiera que te topes con tráfico —lo apresuró mientras le alcanzo su maletín de trabajo.

—Uy sí, tienes razón. Cuídate si amor, y extráñame mucho —me recomienda mientras me da un beso en la mejilla.

—Egocéntrico. Que te vaya bien ¡y suerte! —le deseo mientras Ian sale corriendo por la puerta.

En serio que me saqué la rifa con él.

***

(Narra Gerardo)

Me echaron del depa que estaba rentando.

Justo en el momento en que mi mirada se posaba en la bebida me tocaron la puerta. El dueño del alquiler no podía esperarme más, o le pagaba en ese momento o me echaría quedándose mis pocas cosas de garantía, le debo dos meses de renta.

Preferí irme, aunque me permitió dormir allí, con la recomendación de que me fuera por la mañana, y nada más me dejó sacar poca ropa y mi mochila, total, esto me vino bien viéndolo por el lado positivo, mi padre no tendrá dónde encontrarme hoy y mis pocas chunches que tenía ya no me sirven de nada. Aunque la verdad no creo que mi padre cumpla con su amenaza de meterme preso, pues ahorita debe estar cayéndose de borracho como siempre, inconsciente tirado por ahí o muriéndose de la resaca. Mejor para mí.

Estoy con dos míseros pesos en el bolsillo vagabundeando por las calles, y no es la primera vez que no tengo dónde ir, creo que hoy dormiré en la plaza, pero no una cualquiera, sino una que tiene una estufa reliquia en su estatua histórica. Es mejor que nada.

Mientras camino hay algo que llama mi atención, un espectáculo que está dándose en este momento en la calle de al frente. Y no es uno bonito.

—Por favor señores, de veras que no tengo nada. Hoy salí a las prisas y olvidé todo en casa.

—¿Por qué será que no te creo ni mais palomas? —Tres tipos intentan asaltar a un hombre, uno que parece de esos que salen en los comerciales de la televisión.

—No tendría por qué mentir —ese hombre está muy pálido, y nadie de los que están hacen nada, son pocas personas, pero se hacen totalmente las desentendidas y eso me indigna.

—Claro que sí, para salvar el pellejo papá —uno de esos tipos le palmea en el rostro. Yo ya estoy muy jodido, pero no puedo dejar que hagan algo similar con aquel hombre. Iré a ayudar, sé de peleas callejeras, aunque estoy en desventaja numérica, pero así mato dos pájaros de un tiro, ayudo a aquel hombre que probablemente tenga familia y en el mejor de los casos me matan, así dejo de sufrir de una vez en esta vida y hago algo bueno por alguien. Así que corro hacia el frente—. Y aquí hay de una, la bolsa o la vida —un tipo lo sujeta y el que hablaba saca una navaja.

—Así que a colaborar si no te quieres morir aquí —dice otro.

—Por favor señores, podemos negoci... —intenta decir el hombre, pero cuando casi se abalanzan a registrarlo y apuñalarlo yo llego allí y le doy un rodillazo en la mano al tipo que sostenía la navaja e inmediatamente la levanto y lanzo lejos, mientras le doy un golpe en el rostro que lo atonta y de inmediato una patada en los huevos.

Entonces otro tipo saca su navaja y quiere apuñalarme con eso, entonces intento darle un rodillazo en la mano, acierto más o menos, pero no me rindo, insisto con mi rodillazo y también lanzo la navaja lejos, mientras el hombre a quien estoy protegiendo le lanza también un golpe al rostro.

Pero de repente siento mi cabeza chocar fuertemente contra la pared. Me fié del tercer tipo.

Caigo al suelo de inmediato, y lo último que oigo es que los tres emprenden la huida. De inmediato todo se vuelve negro.

***

—Despierta despierta, por favor... —siento que alguien moja mi cabeza desesperadamente, entonces abro los ojos poco a poco con pesadez—. Gracias a Dios, no te preocupes, todo está bien, una ambulancia ya viene en camino —es el hombre a quien salvé de ser asaltado.

—¿Una ambulancia? —pregunto atontado y algo adormilado, pues tampoco consigo abrir los ojos del todo.

—Sí, una ambulancia, salvaste mi vida arriesgando la tuya, hiciste lo que nadie aquí se atrevió a hacer —mira indignado al resto, quienes están alrededor nuestro—. Sólo están aquí para admirar el espectáculo, bola de chismosos ¡Dispérsense de aquí, vamos! Y si quieren ayudar podrían hacerlo buscando un policía aquí cerca.

—Ya fueron dos a buscarla —responde una señora.

—Al menos —repone el hombre.

—Es lo que cualquiera hubiera hecho —respondo en un murmuro un poco audible y débil.

—No, cualquiera no, nadie se hubiera atrevido a lo que tú y menos por un desconocido —veo un profundo agradecimiento en sus ojos.

—Al menos hice algo bien por alguien —repongo con voz débil.

—¿Qué dices? Si deberían existir más personas como tú en el mundo.

—Entonces todos serían unos fracasados, pero ya da igual. No quiero... —me cuesta un poco hablar—. No quiero ocasionar más molestias —intento incorporarme, pero él me detiene.

—Hey, te diste un buen golpe en la cabeza, no puedes moverte de ahí hasta que lleguen los paramédicos, puede ser grave.

—Peores cosas...

—Que nada. Salvaste mi vida, entiende, déjame hacer algo por ti si quieres que tenga la consciencia tranquila —entonces en este momento llega la ambulancia.

—¿Qué pasó? —pregunta un paramédico.

—Intentaron asaltarme y el me salvó la vida, le golpearon la cabeza contra la pared y cuando vieron que quedó inconsciente se dieron a la fuga —explica furioso. Entonces comienzan a asistirme, primero me aplican oxígeno y suero, yo ya estoy entre la consciencia y la inconsciencia. Sólo espero estar bien para que ese pobre hombre no tenga cargos innecesarios de consciencia, porque lo mejor para mí sería haber muerto.

—¿Le dieron un buen golpe? —pregunta un paramédico y el hombre asiente—. ¿Cuánto tiempo duró inconsciente?

—Dos minutos.

—Bueno, no podemos dictaminar eso ni como buena ni como mala señal, en el hospital le harán ya los exámenes.

—Yo voy con ustedes, quiero cerciorarme de que esté bien.

—Perfecto, suba con nosotros a la ambulancia.

Entonces me colocan con cuidado a la camilla y me suben a la ambulancia. El hombre que salvé sube tras mío con mi mochila.

Lo último que vuelvo a ver son los rostros de los paramédicos intentando reanimarme, pero inevitablemente la oscuridad me embarga.

***

(Narrador anónimo)
Dos horas y media después

Ese hombre no paraba de recibir llamadas mientras se encontraba en la sala de espera del hospital. Se encontraba sumamente nervioso, había faltado a ese compromiso, el cual era muy importante para cerrar de una vez ese capítulo en su vida. Pero el motivo principal de sus nervios era Gerardo, descubrió que así se llamaba el joven que le salvó la vida al hurgar entre su mochila, para buscar su cédula de identidad. Un desconocido se había jugado la vida por él ¿Por qué habría hecho eso? Quizás la gente buena y valiente seguía existiendo el mundo después de todo, pues estaba seguro que en su lugar él no habría hecho lo mismo, más que llamar a la policía. Ahora lo mejor que podía hacer era demostrar su agradecimiento y algo por él, pues en su mochila además de su cédula había unas cuantas ropas y un celular antiguo a teclas.

Habían pasado dos horas y media y nada de noticias. Pasearse nervioso de un lado a otro era totalmente inevitable.

—¿Cómo está él doctor? Gerardo Muñoz —preguntó ni bien uno se aproximó hacia él.

—No se preocupe, aparentemente no es nada grave.

—¿Cómo que aparentemente? Explíqueme, por favor —en eso su celular volvió a sonar, pero optó por silenciarlo, su compromiso no lo fastidiaría en ese momento y total, podría tenerlo en cualquier momento.

—Verás, su inconsciencia no pasó de dos minutos, y en los exámenes que acabamos de hacerle no se muestra nada fuera de lo normale. Ahora mismo está estable, aunque debe quedarse en observación hoy y mañana más, puesto que podría haber posibiles consecuencias secundarias, estas a veces tardan en manifestarse. Aunque...

—¿Secundarias? ¿Como qué más o menos? —el hombre comenzó a anonadarse y asustarse.

—No quiero precipitarme, pues hay un noventa por ciento de probabilidad de que el golpe no tenga effettos secundarios. Lo que de que quedará en observación es sólo para prevenir y descartar tutto, excepto por...

—Perfecto. ¿Pero lo que volvió a quedar inconsciente camino al hospital?

—De eso quería hablarte, eso es algo que sí me preocupa, pero no en el sentido en que piensas, eso ya no se debió al golpe. Gerardo tiene anemia.

—¿Anemia? ¿Cómo está eso? —ahora sí el hombre se atontó más que nunca.

—Es una leve y que todavía se puede cortar, pero en los exámenes que le hicimos además de los de la cabeza salió que Gerardo no ingiere alimento alguno hace dos días, salvo agua y uno que otro bocado, y como éste tuvo otros saltos en su alimentación, lo que consume es poco o comida basura. El golpe que le dieron lo debilitó más y por eso quedó inconsciente por segunda vez.

—¿No necesitó, terapia intensiva ni nada de eso?

—Tranquilo, nada de eso. Gerardo debe empezar a seguir inmediatamente un tratamiento para combatir su anemia. Más bene como que este golpe que recibió le vino perfecto para descubrirla a tempo, mientras aún se puede hacer algo.

—Entiendo ¿él ya despertó?

—Sí, hace media hora, ya hablé con él y le expliqué tutto. Lo que me preocupa es que no tiene ningún familiar para que pueda hacerse cargo de sus gastos, él hace poco perdió su empleo. Yo podría...

—No se preocupe de nada doctor —el hombre puso su mano sobre el hombro del doctor—. Él me salvó la vida, cosa que nadie hubiese hecho por un desconocido, si no fuera por Gerardo en este momento yo estaría debatiéndome entre la vida y la muerte, si es que no ya muerto, pues esos tipejos estaban decidos a robarme y luego matarme. Es mi turno de corresponderle, yo me haré cargo de los gastos del hospital y del tratamiento que él debe seguir.

—Es una maravilla que aún exista gente así en el mundo —el doctor hizo alusión a Gerardo.

—La verdad sí, y muchas gracias por lo que hizo por él.

—De nada, si es mi deber.

—Con quien tengo el gusto ¿Doctor...?

—Leopoldo Bacchelli, a tus órdenes —entonces se dieron una estrechada de manos.

—Ya decía yo que usted es italiano, por su acento.

—¿Tanto se nota?

—Pues sí. Bueno ¿puedo pasar a verlo? ¿Cuál es su habitación?

Chiaro que sí, pero recuerda, no más de siete minutos. Lo establecido por el ospedale son cinco, pero te brindo dos extras, pues ustedes tienen de qué hablar. Su habitación es la 223.

—Perfecto, hasta luego y una vez muchas gracias —entonces se dirigió corriendo a la habitación, pero su celular se puso a vibrar.

Diablos, no lo había puesto en modo silencioso sino en vibrador, y conociéndole no dejaría de fastidiar hasta que tomase la llamada.

—¿Ahora qué quieres? —espetó.

¿Cómo que qué? ¡Te estoy esperando!

—Se me presentó un imprevisto y no podré ir —repuso tajante.

Oye no, tú vienes porque vienes.

—No eres nadie para decidir por mí, vete al demonio y ni me amenaces porque ahí sí que sí. Hablamos otro día —entonces colgó la llamada y ahora sí que lo silenció, pues no podía apagarlo. Dios, en los líos en los que él solito se metía. No importaba ya, cualquier día podía solucionar aquello, su prioridad ahora era el hombre que le había dado una segunda oportunidad a la vida, de apreciar lo valioso que tenía.

***

(Narra Gerardo)

Desperté hacia varios ratos y no hay nada que hacer en esta aburrida habitación, más que observar la susodicha. Lo del golpe para mi desgracia no fue nada y la anemia que me detectaron es leve.

Parece que todavía estoy condenado a sufrir viviendo.

En medio de mi frustración la puerta se abre lentamente.

—¿Puedo pasar? _pregunta aquel hombre, asomando su cabeza.

—Claro, adelante —le señalo el asiento y entonces él entra y se sienta, entonces junta sus manos y las frota, parece no saber cómo comenzar—. Como ves, sigo vivo y entero, ya no tienes de qué preocuparte.

—Pero sí que te estoy profundamente agradecido. Como te dije, nadie se habría arriesgado por mí como tú. Muchas gracias —me da un apretón de manos.

—De nada —es lo único que atino a decir—. Pero no podía quedarme ahí sin más, sólo mirando. Es por eso que el mundo está como está.

—Tienes razón, aunque, lamento que estés en una cama de hospital por mi causa. Fuiste muy valiente.

—Yo me metí solito y además no es para tanto, peores cosas me sucedieron en la vida que, esto no es nada, créeme —sonrío débil.

—Si tú lo dices. Y lo de tu anemia...

—Bah, tonterías, un trastorno alimenticio no es de relevancia. Tengo otras preocupaciones en este momento —y la verdad es que sí, una anemia ahora no me afecta en nada, si me tengo que morir de eso, mejor.

—Y tendrás una menos, yo me haré cargo del tratamiento que necesitas.

—Oye no, no es necesar... —lo que me faltaba.

—Claro que sí, hey, es tu salud. Déjame demostrarte mi agradecimiento.

—La sinceridad y agradecimiento se te notan hasta por los poros, ya, déjalo aquí. De seguro tienes familia, seres queridos, no sé, pero ahora que los tienes aprovéchalos, no desperdicies tu tiempo en alguien ya jodido como yo.

—Jodido no estás, yo te veo bien todavía. Y no está a discusión, yo ya pagué tus gastos hospitalarios y...

—¿Que hiciste qué? —me sorprendo. No sé si eso hirió mi orgullo de hombre o aumentó mi sorpresa de que un desconocido se está sobre preocupando más por mí que mi propio padre en su vida.

—Eso que escuchaste. Y también lo haré con tus medicamentos, no está discusión.

—Claro que sí, oye, necesitabas mi aprobación.

—En este caso no. No seas tonto, deja que alguien te ayude de momento.

—Puedo arreglármelas solo.

—Y no lo dudo, pero esto sólo es de momento. Quédate en mi casa dos días, hasta que encuentres un alquiler y trabajo, intentaré mover influencias por ti.

—¿Quedé en coma verdad? Por eso sueño tonterías. O eres un ángel que se cayó del cielo por eso emanas bondad —me burlo, pero sin gracia. Es que simplemente no puedo creer que esto me esté pasando, es muy surreal.

—Oye no es para tanto, solamente estoy muy agradecido. Salvarle la vida a alguien no es poca cosa y no es común, tengo una vida excelente, cómoda y además, tengo una hermosa novia que aún no tengo ganas de abandonar —lo último me lo susurra con una sonrisa plantadota en el rostro. Entonces ya comprendo los motivos de su excesiva benevolencia.

—Ya entiendo. Mujeres —comparto su sonrisa.

—Ella es perfecta, mi vida, y planeo estar a su lado muchos años más.

—No es que quiera meterme pero ¿Tú la amas?

—Claro que sí, es imposible no amarla ¿Por qué la pregunta?

—Es que el amor es lo último que se ve actualmente. Cuídala —esto me hace recordar a Elena, mi madre, si tan sólo ella hubiese tenido un hombre así aún seguiría con vida. Pero las cosas son así, a personas como él le tocan vivir lo rosa, y a gente como mi mamá y yo la realidad.

—Créeme, eso procuro siempre.

—Ya va terminar el horario de visitas, ya hablamos mucho y ni siquiera sé tu nombre. Yo soy...

—Gerardo Muñoz, lo leí en tu cédula de identidad. Yo me llamo Ian Muller Bétancourt y es más que un gusto conocerte —me estrecha la mano y yo le sonrío amable.

¿De veras Ian será un nuevo ángel en mi vida? ¿O despertaré pronto de esta surreal fantasía? Porque eso es lo que parece.

***

Una semana después

Hace casi seis días que salí del hospital. Y la verdad ya me encuentro mucho mejor, física y anímicamente hablando. Ian es un alma noble con la que me topé y en el mejor momento. Me quedé en su casa los dos días pactados y en este momento ya estoy rentando un nuevo alquiler gracias a Ian, quien me pagó un mes por adelantado. Las malas noticias son que no pudo mover muy bien sus influencias, es que para los trabajos que él me podía conseguir son necesariamente para gente con experiencia, casi puro de oficina básica, de lo cual sé demasiado poco, prácticamente nada.

Le dije que no era necesario, que podía seguir arreglándomelas solo, es que la verdad es algo incómodo que alguien te ande solucionando la vida, pero se negó, aunque estos serán sus últimos intentos.

También hay una posibilidad de que trabaje como obrero de una panificadora, debo presentarme mañana para ver si soy apto para el puesto. Pondré todo de mí pero la verdad dudo un poco que me lleguen a considerar, Ian me dijo que lo que necesitan es fuerza joven, pero también requiere un poco de experiencia, así que para tomarme en cuenta debo estar una semana a prueba y aprendiendo las rutinas. La última opción sería trabajar de albañil. Ya lo hice antes, ese es el problema, la mayoría de los que ofrecen ese trabajo ya me conocen, no de todos pero tengo algunas buenas referencias. Podría volverlo a intentar.

Para ganar un dinerito extra hoy el dueño del alquiler me ofreció que le echara una mano con su departamento en lo que él trabaja, con la limpieza y el orden, no me pagará gran cosa pero según me dijo tampoco poco. Bueno, algo es algo.

Hablando de Ian en tan sólo una semana nos hicimos buenos amigos, aunque el morirse de agradecimiento sólo le duró en mi estancia en el hospital, y la verdad lo agradezco, era incómodo verlo derretirse por mí. Las muestras de afecto me parecen empalagosas y mucho más en un hombre.

Ahora me trata de una manera más normal, y aunque rezongando aceptó pagar parte de mi tratamiento, pues cuando yo vuelva a trabajar ya podré solucionarme la vida solo.

De lo que habla de su vida personal resalta mucho Ana Camila, su maravillosa novia según él. Lo que me preocupa es que para Ian ella es la mujer perfecta, y me dijo que Ana piensa lo mismo de él, es una relación de años bastante estable y recalco, según Ian perfecta, casi nunca tienen problemas y ni bien se conocieron encajaron a la perfección, fue tipo, amor a primera vista. Y a eso me voy, según escuché se enamoraron primero de las virtudes, y su relación sigue siendo la rosa sin espina aparente. No tuve la oportunidad de conocerla, aunque Ian dice que ella se muere de ganas por conocerme, ya saben, para hacerme conocer su infinita gratitud por salvar al hombre de su vida.

En fin, la mía es mucho más tranquila ahora.

«Ding dong, ding dong»

Acabo de oír el timbre sonar, en este momento me comía los dos sándwiches que constituían mi almuerzo.

Debe ser Ian o el dueño de alquiler ¿Quién más sería?

Pero ahora tocan la puerta a golpazos.

—Ya voy —cuando abro la puerta me doy de lleno con la imagen de...—Padre —le digo con la expresión papel ¿qué hace aquí? ¿De cómo dió conmigo?

En respuesta recibo un golpe en el rostro que casi me desequilibra, pero me empuja y termino de caer, entonces me da una patada en el estómago que casi me deja sin aire y a esa le sigue otra igual de fuerte. De inmediato mi padre me incorpora y me da otro golpe en la otra mejilla. Creo que mi entrelabio comienza a sangrar.

Lo cual me trae un recuerdo.

Flashback

Era mediodía, sábado específicamente y mamá acababa de cocinar frijoles con arroz, pues el dinero no alcanzaba ya para cocinar algo mejor, estábamos subsistiendo con el dinero de la liquidación de mi mamá, pues mi padre la había obligado a renunciar a su trabajo como secretaria dos meses atrás y la última semana no estaba poniendo dinero, mamá tenía que arreglárselas como sea. Yo tenía ocho años y correteaba felíz alrededor del comedor mientras pateaba mi pelota de fútbol.

¡Cariño cuidado rompas algo! —me advirtió mamá gritando desde la cocina.

¡No mamá! —respondí aún distraído con mis pases y jugadores imaginarios.

Allí fue en donde la puerta se abrió de sopetón y entró mi padre tambaleándose.

Damián otra vez borracho —mamá se acercó hacia él pero mi padre toscamente la hizo a un lado.

Sí, otra vez ¿Y? —volteó para encararla.

No, nada —mamá bajó la cabeza.

Ya, anda, mejor sírveme la comida, tengo hambre —le ordenó y se tiró en el sofá, mientras encendía la televisión y ponía un partido de fútbol. Unos minutos estuvo gritando y apoyando a un equipo, pero luego el grito se dirigió a mi mamá—. ¡Qué carajos pasa Elena que tardas tanto! ¡Qué mierdas haces! —bramó.

Ya voy —mi mamá corrió con su plato y se lo dejó en su lugar, regresando por el mío y por el de ella, mientras yo me sentaba a la mesa. Entonces caminando con pesadez mi padre se dirigió allí, se sentó y se metió una cucharada a la boca, la cual escupió instantes después—. ¿Qué cochinada es esto eh?

Frijoles con arroz —respondió mi mamá tímida.

Hablo enserio Elena —mi padre la miró amenazante, agravando la voz.

Damián desde que me obligaste a renunciar a mi trabajo el dinero no alcanza ya mucho —explicó ella con la voz suave y la mirada gacha.

¿Y qué haces con lo que te doy?

Últimamente no me diste nada —dijo mamá con la voz un poco más baja.

¡Ahorra pues carajo! ¡Aprende mierda! —mi padre vociferó y golpeó fuertemente la mesa rompiendo inmediatamente su plato de comida, entonces yo lo miré asustado—. ¿Tú qué me ves? —me preguntó retórico.

No, nada —respondí tímido.

¡Tráeme una cerveza y recoge eso! —señaló los trozos de plato roto—. Necesito pasar el mal sabor de boca. Ni para cocinar sirves tú, eres una reverenda vaga.

N.no hay cerveza Damián, la terminaste aye... —no la dejó terminar, mi padre se levantó, se acercó a mamá y agarró un mechón de su cabello.

¿Cómo que no hay? —inmediatamente después le dió una fuerte bofetada en el rostro que casi la hace caer y a mí querer llorar—. No sirves para nada. Mejor me largo de aquí —y cerró de un portazo la puerta, las lágrimas nublaban la vista de mamá y había sangre en sus labios.

Aún así lo primero que hizo fue abrazarme, pues yo había visto la escena muy asustado.

Perdóname Gerardo, perdóname cariño... —la escuché murmurar mientras me aferraba más hacia ella.

Fin flashback

—¡Eres un estafador de mierda! —me grita mi padre furioso a la par que me golpea—. ¡Un hijo de puta! —escupe en mi rostro mientras yo cierro fuertemente los ojos, intentando mantener el equilibrio—. ¿Dónde está mi dinero? ¡¿Dónde está?! —me empuja con violencia.

—Pa padre l le juro que estoy haciendo —toso y carraspeo, intentando ignorar la sangre que quiere salir por mi boca—. T.odo lo posible por conseguírselo —tomo una bocanada de aire—. Ya casi tengo trabajo y... —me interrumpe.

—Ese tu casi no me sirve para nada. Lo que yo quiero es mi dinero y con los intereses de atraso. ¡Claro! Pensaste que podías desaparecer como si nada, ¡creíste que me podías ver la cara de idiota!.

—¡Padre no pretendía desaparecer —más tos— me echaron del alquiler que estaba rentando! Si hasta tuve que dejar mis cosas de garantía para la deuda.

—A mí no me interesa, lo único que te exijo es que me pagues.

—Una semana —intento evitar volver a toser— por favor deme una semana, estoy seguro que me confirmarán del trabajo y podré pedir un sueldo por adelantado —la verdad es que eso es casi imposible y más siendo el nuevo, pero tendré que verle cómo le hago.

La verdad es que no pretendía dejar esa deuda al olvido, quiero a mi padre fuera de mi vida y para sacarlo por completo la única forma es pagándole. Sólo que hasta ahora no tengo de dónde.

—Yo quiero mi dinero hoy. Anda, ¡claro! hasta tengo ya la solución —ahora sí que me dejó sorprendido, habla mientras intenta calmarse.

¿Con qué me saldrá ahora?

—¿Cuál? —mi voz sale ronca, mientras voy a escupir un poco de sangre al lavabo, caminando apenas, mi padre me persigue mientras yo me enjuago la boca.

—Ve a ver hoy mismo lo de tu trabajo —prolonga la última palabra, y yo lo miro como si estuviera loco.

—Mañana me hacen la prueba —alego con voz algo baja.

—No importa, ve hoy. Hoy mismo pides tu adelanto y listo, yo me salgo de tu vida por completo.

—Cuánto más yo quisiera, pero usted sabe que eso es imposible ¿Qué adelanto voy a pedir si ni me confirmarán mañana mismo que ya tengo o no el trabajo? Puede ser que no me tomen en cuenta —lo que mi padre no sabe es que tal vez lo que me podrían pagar sólo cubriría los intereses de la deuda, no la tal en sí.

—¡Eres un bueno para nada! —mi padre lanza un vaso de vidrio al piso, rompiéndolo en el acto.

—Padre por favor no haga eso, la inmobiliaria no es mía —y la verdad es que no. Ian me consiguió un alquiler amoblado.

—¡Si conseguiste esto es porque tienes dinero! Otra cosa es que no me quieres pagar.

—Le juro que...

—¡Mierda! Me estás obligando a tomar otras medidas.

—¿Cómo que otras medidas? —pregunto dubitativo.

—Esta semana te estuve siguiendo el rastro Gerardo, sé que estuviste en el hospital Santa Fe, pues no iba dejar esto así por así, fui a delegaciones, plazas y hospitales, allí me encontré con que habías estado internado dos días y se hizo cargo de tus gastos un tal... Ian Müller Bétancourt si no me equivoco. Pobre, de apellidos tan distinguidos y tuvo que malgastar el tiempo en un desgraciado como tú.

—Le salvé la vida —alegué en voz algo baja.

—Ah, pues con razón. De igual manera el wey ese debe ser de dinero.

—No, ni lo pienses, ya abusé mucho de su gratitud y...

—Una vida es invaluable Gerardo —mi padre me palmea el rostro—. Parece que hasta que al fín hiciste algo de provecho, te felicito. Pídele que te regale un monto de dinero, justo lo que me debes y si sobra de la tajada que sea para ti.

—No haré eso usted está loco, tampoco pretendo que me ande solucionando la vida. Se la salvé porque quise, no buscando un beneficio a cambio.

—Pues no te queda de otra. Además creo que ese ya será tu problema, pues no veo otra alternativa. Lástima, era una oportunidad de oro, pero lo menso lo heredaste de tu madre —dicho esto sale, dejándome bastante preocupado.

Dios ¿qué pretende hacer?

—Padre que ¿qué va a hacer? ¿A dónde va? —salgo casi inmediatamente después tras él, me duele mucho el estómago por las patadas que recibí pero lo ignoro.

Ahora se encuentra subiendo las gradas hacia... Ay no.

—¿Qué va a hacer? —insisto persiguiéndolo.

En el piso de arriba vive el dueño del alquiler, un señor de cuarenta años que me recibió amablemente aquí, sale a trabajar por las tardes y yo en unos minutos tenía que ir a hacer la limpieza que me encargó, por ello me dejó la puerta sin bajo llave, para que pudiese ingresar.

—Padre no, no entre ahí —fui más rápido que él y lo alcancé, intentando impedirle la entrada pero de un empujón me hizo a un lado.

—¡Quítate! —y entra a prisas, empezando a hurgar cuanto mueble o escritorio que halla a su paso.

—Padre por favor váyase de aquí, se lo pido —pero me ignora, hace de cuenta que no estoy aquí—. Padre por favor... —lo agarro del brazo e intento hacerlo retroceder.

—A un lado —vuelve a empujarme agresivamente y continúa revisando.

—Se lo pido, por favor no me haga esto, quedaré como un ladrón con el dueño, él fue muy amable conmigo y...

—No me salgas con mariconadas Gerardo, además tú me obligaste a tomar estas medidas. ¿Qué creías, que seguiría esperando tus putas ganas? Pues no campeón —me palmea el rostro— yo necesito mi dinero ya, ahorita.

—Se, se lo conseguiré todo hoy, haré todo lo posible, pero salga de aquí…

—¿Y qué harás, robarás un banco? —ironiza—. No seas idiota —entonces se dirige a la habitación del dueño.

—¡Está bien! Se lo pediré a Ian —me rindo, no tengo otra alternativa, quiero a este hombre fuera de esta casa y de mi vida, ya. Entonces el susodicho voltea a verme.

—¿Cuándo? ¿El día de San Blando quién sabe cuando? —arquea una ceja.

—Hoy mismo.

—Perfecto. Entonces llámalo en este momento —se sienta encima de la cama del dueño y sonríe frívolamente.

Entonces suspiro con fastidio y saco mi celular del bolsillo de mi chaqueta. No quiero abusar de la bondad de Ian, no tengo ni la más mínima intención, es más, le pediré este favor como un préstamo, no como uno en tal, pero es que no tengo de otra, mi padre sino no dejará de fastidiarme nunca. A Ian le iría pagando de lo que gane con mi trabajo.

Ahora estoy marcando el número de Ian y comienzo a llamar. Un pitido… dos pitidos… tres… cuatro…

«El número que usted marcó se encuentra apagado o fuera del área de servicio»

¡Mierda! Lo intentaré otra vez.

Un pitido… dos…

«El número que usted marcó…»

Interrumpo a la operadora y cuelgo frustrado ¡Maldición! Ian por favor contesta… Lo intento por tercera, cuarta, quinta y sexta vez. Ahora voy con la séptima.

«El número que usted…»

¡Agh! —exclamo furioso mientras arrojo mi celular contra el suelo.

—Ni modo Gerardo —mi padre se encoge de hombros y me mira con lástima, mientras se incorpora—. Parece que tu amistad rica no te duró mucho, tan rápido se hartó el pobre con una semana e imagínate si te hubiera tenido que criar. Ni modo —recomienza su inspección.

—Padre Ian debe estar trabajando o en una reunión importante, e, estoy seguro que contestará más tarde —me vuelve a ignorar, ahora revisa bajo el colchón de la cama—. Es más, seguiré intentando…

—¡Ah! ¡al fín! ¡Mira lo que encontré! —me señala un fajo de billetes. Entonces comienzo a sudar frío.

—Padre no, por favor deje eso, no es necesario que robe, hoy mismo tendrá su dinero, le doy mi palabra —intento quitarle el dinero.

—Tu palabra no vale nada —felíz comienza a contar los billetes—. Mejor más vale pájaro en mano que ciento volando, eso dice el dicho ¿no? Cien, doscientos, quinient… —y continúa contando mientras yo lo miro impasible.

No, no dejaré que le haga esto al señor Ricardo (el dueño de alquiler) además que por su culpa yo quedaría como un ladrón por su culpa. Si es necesario lo voy a enfrentar, pues no voy a permitir que meta a terceros inocentes en este asunto. No por mi culpa seguirá dañando más gente.

—Hmmm, bueno —termina de contar y suspira—. Sólo faltarían cien pesos para cubrir tu deuda total, bueno, ¿algo es algo no? Listo, tu obligación conmigo ya está casi saldada, ¿pero ahora cómo haríamos con los intereses? Porque yo no te presté gratis, ni perdí mi tiempo y paciencia en vano.

—No, la deuda no está saldada todavía. Usted no tomará de ese dinero —repongo decidido.

—¿Cómo? ¿Qué me dijiste? —se acerca a mí amenazante. Pero decidí que a partir de ahora se acabó eso de tenerle miedo. Ya no más.

—Además, sordo —suspiro con ironía—. Usted.no.tomará.de.ese.dinero —lo encaro mirándolo a los ojos, retándolo y deletreando cada palabra. Entonces alza su mano para golpearme pero con una mía la detengo y con la otra consigo quitarle el dinero mientras inmediatamente lo empujo con fuerza.

Es hora de salir de aquí.

Entonces comienzo a correr hacia la salida pero siento algo romperse en mi cabeza y pierdo la consciencia de inmediato, cayendo al suelo.

N/A:

¡Al fiiiiinnnn publico el segundo cap! ¡Yeiii! Estoy felíz por mí (pues la señorita debe actualizar más novelas todavía y esto es un pequeño logro) pero no por el pobre de Gerardo, pues apenas sale de una y lo hacen entrar en otra.

Aclarar que el capítulo se llama «¿Un entrelazo?» por lo que poco a poco los destinos de nuestros protas se van uniendo ¡Ah! Y también cuidado vayan pensando que la novela es LGBT por la cercanía que hubo entre Gerardo e Ian y luego Ana Camila lo tiene que perdonar por eso, nada que ver loquillos xD esa no es la temática de la novela. Así que si esta te va gustando y querías un romance gay lamento haberte roto las ilusiones :'( la trama ya está formulada y es otra.

Capítulos más duros se acercan y también se enfocarán un poco a Ana Camila. Gerardo continuará sufriendo, lo lamento muchísimo. Y pronto esto dará un giro de 360°, es algo que nadie se espera uwu.

Aquí comentario para manifestar su odio hacia Damián, el padre de Gerardo. Y tristemente hay tipos así en la vida real.

Si te gusta la novela no olvides dejar tu valoración y comentarios, por supuesto que esto es opcional pero quisiera saber quienes me leen.

Saludines!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top