XIV


—¿Para qué me llamó, Lady Tsunade? —habló perezosamente entrando a su oficina, bostezando. Aún era muy temprano como para que se le asignara una misión y su cabeza no funcionaba bien antes de las 6 de la mañana. De hecho, no creía que existiera alguien capaz de laborar en todos sus sentidos si despertaba antes de esa hora.

—Necesito que te deshagas de esto, Shikamaru —la rubia, ordenando cosas detrás de su escritorio rápidamente, indicó hacia una caja que descansaba en la esquina de la habitación—. No puedes dejar que nadie vea su contenido. Nadie —y a pesar de que la mujer no lo volteó a ver, entendía la urgencia de esas palabras.

—Sí, Lady Tsunade.

(...)

Salí algo molesta de la oficina de Tsunade. Había completado hoy con éxito mi primera misión después de un largo periodo de tiempo.

Atrapar a un gato.

No podía esperar mucho, dado que sigo siendo genin y no se me pueden asignar misiones más importantes. Pero el adorablemente malvado animal me había rasguñado toda la cara.

De todas formas estaba satisfecha con mi pago, no digo que valió la pena arruinar mi aspecto, pero algo es algo. Podría por fin tomar un gran tazón de ramen sin preocuparme si me iba a morir de hambre más tarde.

Y de repente, pude sentir que Naruto había llegado a la aldea.

Sonreí un poco. El rubio se había pasado los últimos días de misión, así que se alegraría si le invitara a un tazón de ramen nada más llegar.

No esperaba que al seguir su chakra me llevara directamente al hospital. Me empecé a preocupar.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué están aquí? —le pregunté a Sasuke que iba saliendo de la habitación.

—El idiota de Naruto se salió de control durante la misión y... —no dejé que terminara, y lo arrastré de nuevo dentro de la habitación.

Dentro del odioso cuarto (había desarrollado algún odio a los hospitales, supongo que es algo que no se podía olvidar), tanto Naruto como Sakura reposaban en diferentes camillas.

A primera vista parecían bien, así que suspiré con alivio.

—¿Cómo fue que sucedió esto exactamente? —le pregunté ahora al maestro Yamato, que se había encargado de la misión.

—Uh... Nos encontramos con Akatsuki —contestó él, algo cauteloso al mencionar a dicha organización.

—¿Akatsuki? ¿Exactamente con qué miembro? ¿Cómo? hablé rápidamente.

—Fue con el rubio de la última vez. ¡Y deja de hacer tantas preguntas a la vez! Es imposible contestarte si hablas tanto —me contestó Sasuke.

—¿Y qué le pasó a Sakura? —pregunté esta vez, haciendo que ellos se pusieran un poco incómodos.

—Naruto la atacó —Yamato contestó por fin, no muy contento.

—Bueno, era de esperarse —me alcé de hombros. Si recordaba... creo que así había sucedido originalmente. Creo—. ¿Y ustedes están bien?

—Sí, lo estoy. Gracias por preguntar —Yamato fue el único que le dio respuesta a mi pregunta, Sasuke volteó a otro lado.

—¿Y a ti ya te revisaron los médicos?

—A mí tampoco me ha lastimado —afirmó.

—Sí, claro. Deja de decir tonterías y ve a que te arreglen, terco —le miré apática, descubriendo su obvia mentira. No veía la razón para engañarme en esta situación—. Iré a ver la condición de Naruto mientras —le avisé, sin esperar un momento para acercarme donde el rubio reposaba, inconsciente.

Sasuke bufó a lo lejos, pero no le puse mucha atención. Mientras que Naruto hablaba entre sueños mientras seguía dormido, la verdad no parecía que le hubiese sucedido nada, a excepción de las sogas que sostenían sus manos y piernas juntas.

Aguanté una risa. Amarrar al rubio para mantenerlo controlado era una práctica común en el hospital desde que Tsunade lo hizo una vez. Era una forma de quitarle trabajo a las enfermeras, que no soportaban la idea de tener que controlar al rubio.

Oh, bueno, el ramen tendrá que esperar.

(...)

Desgarradores llantos me rodeaban por completo. No podía ver bien, tenía la vista borrosa y apenas podía distinguir un paisaje lleno de llamas.

Todo estaba destruido.

Intenté enfocar mejor. Y el paisaje antes indescifrable se convirtió en una destruida y devastada Konoha, que ardía en gritos de sufrimiento provenientes de sus habitantes.

Yo estaba en lo alto, donde podía perfectamente apreciar como el gran monstruo con forma de zorro imbuía todo nuestro mi alrededor en ruina y miseria.

Entonces, de repente, Kurama me miró.

—¡Ah! —me desperté de repente, con un escalofrío recorriendo mi nuca por la fresca memoria de la gran bestia frente a mí, intimidante.

Estaba algo desorientada y me dolía la espalda por la posición incómoda en la que dormí. Así que, con el corazón bombardeando sangre como loco en mis manos, me espabilé volteando a todos lados.

Cierto, estaba en el hospital, con Naruto, no en ese escenario tan cruel. Me calmé un poco y, dándome cuenta de que aún no había amanecido, me recosté de nuevo en la silla donde hasta ahora había dormido.

¿Qué demonios había sido ese sueño?

Por un momento me recordó a esa lúcida sensación que me apretaba el pecho y me aplastaba los pensamientos, cada que la voz del Shukaku, miserable y cruel, retumbaba en cada recoveco de mi mente.

Y por un momento sentí algo de miedo en pensar que, si el sello de Naruto flaqueaba solamente un poco, tendría que volver a separarme de la tranquilidad que por fin había conseguido.

No pude volver a conciliar el sueño.

Me quejé y me removí un poco en la silla, para que al final mi clara ansiedad me obligara a salir de ese deprimente lugar.

—Menuda mierda —suspiré para mi misma, una vez fuera del hospital. El aire estaba fresco y hacía algo de frío, pero lo sentí agradable para despejar mi cabeza.

Cuando de la nada, oí algo a lo lejos que despertó todos mis sentidos.

—Que fastidio... —habló bostezando.

No sabía qué estaba haciendo despierto a estas horas, pero una sonrisa se expandió en mi rostro cuando apareció la perfecta oportunidad de efectuar una travesura.

De inmediato me dirigí hacia donde lo había escuchado, en silencio, saltando sobre los techos de las casas para que no se diera cuenta de mi presencia hasta que entró al edificio del Hokage.

Iba a esperar a que saliera y, cuando menos se lo esperara, le metería el susto de su vida.

Me acomodé a un lado de la ventana del Hokage, esperando el momento en el que dejaran de hablar para prepararme y dirigirme sobre la entrada del edificio rápidamente.

—No puedes dejar que nadie lo vea. Nadie —apenas escuché a la rubia a través del cristal, con su voz seria y haciendo un gran énfasis en "nadie".

Me entró algo de curiosidad.

Solo un poco, producto de que no tenía nada qué hacer.

—Sí, Lady Tsunade —contestó Shikamaru adormilado.

Y se me ocurrió como mejorar mi travesura.

Solo tomaría lo que sea que no querían que nadie viese para asustarlo un poco. No había gran problema, dado que cuando Hiruzen era Hokage, yo siempre tenía acceso a todas esas cosas que eran secreto para toda la demás aldea.

"De todas formas ya sabes todo lo que va a ocurrir", me decía el abuelo sin preocupaciones. Y era verdad. No habría ningún problema por una simple travesura.

O eso creí.

(...)

CIAO~

Hoy no tengo mucho que decir. Aquí tienen su capítulo y ya, jajsjajs

Arrivederci~

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