Capítulo 04: Yo no quiero bebida, ¡yo quiero agua!


La casa donde se hacía la fiesta se situaba en Barton Ave, tres calles sobre la mía, a pesar de estar un poco alejada de las demás. Para llegar hasta allí a esas horas estaba todo un poco oscuro, daba algo de miedo ir por esas calles cuando se hacia tarde. Fácilmente podríamos haber ido andando, pero se ve que Chloe no se separaba de su moto ni para ir a comprar el pan. Nosotros vivíamos en el pueblo de Palm Beach, no destacaba por su superficie ya que al lado de West Palm Beach era diminuto, pero yo amaba este lugar. A pesar de ello, mi instituto estaba allí, al cruzar el puente que separaba ambas ciudades. En realidad aquí si había un instituto, pero no correspondía a penas con el nivel de vida, por lo tanto, el ochenta y cinco por ciento de los adolescentes iban a colegios de West Palm Beach, incluida yo. Realmente no había ningún problema, mucha de la gente que iba a mi instituto vivía aquí ya que tan solo estaba a cinco minutos en coche, y en mi caso, a quince en bicicleta.

Al llegar a la vivienda lo primero que vi fueron los coches y motos que ocupaban la calle. Si algo caracteriza las calles de este barrio es la cantidad de muros de verdes plantas que hay, las buenas vibras que transmiten y la sensación de un barrio tranquilo que dan. Nunca me había dado cuenta de que las casas de Barton Ave eran mucho más grandes y lujosas que las de las demás calles. Posiblemente por eso se hacía aquí una fiesta semejante.

Según Chloe la anfitriona de la fiesta se llamaba Amber Jones, tiene la edad de mi hermana, y a deducir por su casa, dinero no le falta. La música se oye a varias cuadras de aquí, y por el cartel de feliz cumpleaños deduzco que es el aniversario de esta chica, y que sus padres no le habían puesto un máximo de personas a las que invitar, ya que dejaban entrar a absolutamente todo el mundo.

La casa era muy grande, y blanca, era como la casa blanca en pequeña. Tenía lujosos detalles en los bordes de las paredes y una pomposa entrada. Realmente la persona que había diseñado esta casa era muy buen arquitecto. La entrada estaba repleta de jóvenes bebiendo, bailando o fumando, y eso ya me echaba para atrás.

—¿Seguro que ha sido buena idea venir aquí? —pregunté con la esperanza de poder volver a casa, previniendo que ninguna otra persona me echara el humo encima, sobretodo si ese humo procedía de drogas.

—Calla y entremos, hay que encontrar a los anfitriones para que pueda empezar la fiesta —insistió llevándome entre la gente.

—¿Anfitriones? ¿Cuántos son? —pregunté con una mueca de terror, dándome un pequeño golpe en la frente con la mano para recapacitar y auto-convencerme de que tengo que mostrarme como alguien a quien no le está cundiendo el pánico.

A medida que íbamos avanzando alrededor de la casa entre la cantidad de personas que había mi cara debía de ser cada vez más un cuadro: trajeados, punkies, hippies, deportistas, chicas de todas las clases... Era evidente que aquí había un amplio rango de toda clase de estudiantes, o los anfitriones eran muy simpáticos, o eran clases muy distintas de personas. Mientras tanto, miraba a ver si encontraba a Meghan, pero ni rastro de ella.

Al llegar a la parte de atrás de la casa una gran piscina ocupaba la mayor parte del patio, llena de gente bañándose en bikini y bañadores o algunos incluso sin ropa a penas. A la izquierda podía ver barriles de cerveza y gente haciendo competiciones por quien podía tragar más de la forma más rápida, entre otros juegos que solo había visto en películas o leído en libros, y que jamás pensé que presenciaría. O al menos en Portland no los había visto. A mi derecha había una gran barra donde preparaban cócteles y otras bebidas, la gente bailaba y rondaba alrededor de la piscina, y para mi sorpresa, incluso había gente en el terrado de la casa.

—¡Al agua! —grita un chico desde lo alto de la casa.

De un momento a otro la piscina se había vaciado y una manada de chicos se estaba tirando desde el terrado. Sentí como un escalofrío recorría mi cuerpo al temer por la vida de esos desconocidos, ¡¿nadie estaba viendo que unos borrachos se estaban tirando de un terrado?! Respiré hondo y traté de mostrarme lo más tranquila que podía, pero era casi imposible.

—Eh, chicos. Silencio. Este es el momento. El momento que estábamos esperando. Es medianoche, ¿y eso que significa?

—¡Dieciocho! ¡Dieciocho! —gritaban varias voces que procedían de todos lados. La gente que había dentro salían a ver lo que pasaba, todo el mundo le prestaba atención sin a penas pestañear.

—¡Exacto, nuestros dieciocho! ¡Ya somos mayores de edad, cabrones! —chillaba el chico de antes desde unos de los balcones de la casa, abrazando a una chica rodeándola con el brazo izquierdo y sujetando una cerveza en lo alto con la mano derecha, de la cuál tardó segundos en dar el trago más largo que había visto hasta el momento. La gente se revolucionó en cuestión de segundos antes de volver a lo que estaban haciendo mientras que el chico de la terraza miraba satisfecho hacia nosotros.

Antes de poder preguntarle a Chloe quienes eran, ya había desaparecido. El pánico corrió de nuevo, no conocía a nadie y Chloe me había dejado tirada, sola. Sinceramente, no creo que nadie se diera cuenta, todo el mundo iba demasiado ebrio o fumado como para darse cuenta de que había una chica sola, posiblemente, me veían doble. Crucé la barra para dirigirme dentro, esquivando a algunos impertinentes que se me acercaban a decir cosas sucias que posiblemente mañana ni se acordarían. Comencé a fijarme en otras cosas que no fuera la gente, a pesar de a su vez buscar a alguien conocido.

Me fijé en la decoración de la casa, algo en lo que era difícil no fijarse, era fascinante, y esta gigante, a pesar de la cantidad de gente que había dentro de la casa y la variedad de alcoholes tirados por los suelos. Me sentía un poco extraña por estar fijándome en estas cosas, sobria, mientras la gente de mi alrededor posiblemente incluso se estaría drogando. Y a medida que pasaba por las salas, no había ni rastro de Chloe.

La entrada era increíble, el suelo era de baldosas blancas y negras y había una gran escalera en el medio de la sala hecha a medida, que prohibía el paso a los pisos de arriba, dejando que tan solo la gente entrara al principal; pero algo me decía que la gente no hacía mucho caso, ya que podía verlos en el tejado de la casa o en los balcones. Había cuatro salas con sofás, y ya me había recorrido cada una de ellas con la esperanza de encontrar a mi supuesta amiga.

—Eh, Kate, ¡ven! —dijo una voz que distinguía a pesar de el ruido que había, procedente de una habitación un tanto oscura en una pequeña esquina—. ¡Es mi hermana chicos! Ven aquí —dijo Meghan levantando su mano, agitándola insistentemente.

La sala era más pequeña que las demás, Meghan estaba rodeada de gente en un sofá redondo y rojo, pero no conocía a nadie, creo que Kara también había dejado a Meghan, pero a diferencia, no sola. La gente que la rodeaba era realmente extraña, tenía un chico al lado, al cuál yo conocía muy bien y Meghan también, puesto que fue su mejor amigo cuando vivíamos aquí, así que por un momento me tranquilicé. Pensé durante unos segundos en si saludarle, pero le veía algo distraído y un poco a su rollo, como todos los demás.

—Va Kate, enróllate un poco. ¿Quieres? —añadió proponiéndome que me uniera a la supuesta cachimba que estaban haciendo entre todos. Cerré los ojos durante un segundo rezando porque no hubiera metido nada que la pudiera perjudicar, a pesar de que era algo difícil que no fuera así.

—La verdad es que no, ya sabes que consumo nada que expulse humo —respondo sintiéndome un poco avergonzada por mi propio comentario—. ¿Has visto a Chloe?

—Joder, Kate. No, no la he visto, pero si no te vas a unir, cierra la puerta —concluyó, siendo la última vez que la iba a ver en toda la noche.

Después de haber estado buscando a Chloe y no haber ni rastro de ella, ya era por lo menos la una menos cuarto de la mañana, por lo tanto, decidí irme a casa, molesta. Me acerque a la barra a pedir algo de bebida, necesitaba beber agua puesto que llevaba una hora y media sin, pero tan solo daban alcohol, y en ese momento lo último que quería era volver borracha a casa. Crucé de nuevo la casa para llegar a la cocina, donde me había dado cuenta de que aún no había entrado. Ésta se caracterizaba igual que la casa por el color blanco y la gran isla que se situaba justo en el centro de la sala, a pesar de estar rodeada de adolescentes conservaba encanto.

No quería parecer maleducada cogiendo algo de allí sin consentimiento, sobre todo si lo único que iba a encontrar iban a ser cervezas y vodka. Miré a cada persona que había en la sala, con la esperanza de reconocer a alguien, pero sabía que sería inútil pues no conocía a penas a nadie de Palm Beach. A pesar de ello, tuve la suerte de encontrar a una persona que quizás me podía ayudar a conseguir una insignificante agua. Oía a miles de adolescentes de mi edad gritando "yo no quiero agua, yo quiero bebida", la mayoría menores de edad como si fueran alcoholicos sin control, mientras que lo único que pasaba por mi mente era "yo no quiero bebida, ¡quiero agua!".

—Perdona, tú eres el de la casa, ¿verdad? —pregunto dándole un toque en el hombro—. Quiero decir, el propietario o cumpleañero, como lo quieras llamar. Ósea, si celebras tu cumpleaños aquí, será por algo...

—Si, sí. Soy yo. Dime —contesta, dejando de hablar con una chica rubia y apoyándose delicadamente en la isla mientras contenía una impertinente sonrisa.

—He ido a la barra y solo tienen alcohol, supongo que algo de agua tendrás —añado sin rodeos, a lo que él me mira suspicaz.

—¿Agua? Digo, ¿quieres agua? —pregunta pestañeando rápidamente, mostrándose sorprendido. Asiento—. Sí, claro —dice aguantando una breve y disimulada risita—. ¡Chad! Un agua para la señorita.

—Marchando.

Un chico de piel morena se acerca a un refrigerador al otro lado de la cocina y saca una botella pequeña de agua fría. Tenía el pelo afro, me recordaba a la cabellera de Michael Jackson y eso me hace soltar una pequeña pero discreta risa, llevaba un chándal Nike de color negro y unas bambas de la misma marca. Tras pasarle el agua, el supuesto Chad, el chico moreno de pelo afro, da media vuelta y desaparece con dos chicas en un santiamén. Sin dejar rastro.

El chico del cual aún no se su nombre, pero en cambio si el de su amigo, me mira ofreciéndome el agua, con un sincero gesto.

—Seguro que no lleva ninguna substancia ilegal ni nada por el estilo, ¿verdad?

—No seas desconfiada —replica entre risas mientras me pasaba la botella—. Nosotros solo ponemos la bebida, las drogas las ponen ellos. Puedes estar tranquila. —me ofrece la botella de nuevo, y esta vez la acepto—. ¿Quién eres, por cierto?

—Eso me pregunto yo de ti.

—Es raro que estés en un cumpleaños de alguien que no conoces, ¿no crees? —pregunta antes de que se cree un incomodo silencio, el cual yo formo pues no se que contestar. Me ha pillado por completo—. Soy Tyler Jones.

En ese momento lo entendí, Tyler y Amber eran mellizos, y eso explicaba porque celebra el cumpleaños con ella, y posiblemente fuera la chica pelirroja a la que abrazaba allí arriba.

Comenzar una charla con Tyler no me disgustaba. Él era simpático, algo bromista y a pesar de darse cuenta de que no estaba muy receptiva, no permitía que hubiera un silencio incómodo entre nosotros. Tyler era sinónimo de lo que denominaría como chico guapo, muy guapo, aunque no superara a Jake se daban un aire, tenían un cierto parecido. Ambos tenían el pelo corto, negro y oscuro, los ojos eran de un color miel y su camiseta gris de tirantes dejaba a plena vista sus músculos, donde se notaba claramente que era deportista y hacía que cualquier persona se fijara en su tatuaje, el cual cubría todo su brazo derecho. En el fondo me moría por saber que significaba, pero no quería parecer entrometida preguntando por algo que no me incumbía a un chico que tan solo conocía de hacía diez minutos.

—¿Qué pasa por aquí?

—¡Nikki! —grita Tyler alzando sus manos y agitándole el pelo a una chica que se acercaba a nosotros. Para mi sorpresa, parecía estar sobria, y venía sonriendo. La única chica sobria que he visto que se lo estuviera pasando bien sin beber o consumir cualquier cosa ilegal por el momento.

—¿Te está molestando, Kate? —pregunta dirigiéndose hacia mí, manteniendo la grande sonrisa que tenía al llegar. Parpadeo dos veces y vuelvo a mirarla, rápidamente.

—¿Nicole? ¿Nicole Bennet? —pregunto de vuelta incrédula.

—Yo misma. Pero llámame Nikki —añadió antes de fusionarnos en un abrazo.

Al ver a Nicole delante de mí me costaba creérmelo. A penas me acordaba de ella, era la chica de la foto conmigo y Chloe, en el álbum; no recordaba su nombre pero al verla fue fácil acordarme. En esa foto Nicole llevaba trenzas, ortodoncia y posiblemente era una de las chicas con las que la gente era más cruel, y por eso yo me comportaba tan bien con ella cuando íbamos al colegio. Ahora estaba irreconocible.

Llevaba su melena ondulada suelta y una pequeña coleta a lo alto de la cabeza, contrastaba muy bien con su oscuro color de piel. Se le había ido el acné y ya no llevaba aparatos. Aún así, una de las cosas que más me fascinó dejando a parte su gran cambió fue su vestuario, llevaba un top naranja atado detrás del cuello que le favorecía su pequeña cintura y una falda de tubo blanca que sin duda alguna resaltaba su color de piel. También llevaba como calzado unas botas altas negras, y de complemento unos pendientes largos y negros que le daban un rollazo increíble.

—Hacía mil años que no sabía nada de ti, te fuiste a vivir fuera, ¿verdad? ¿California? ¡Que cambio! —exclamó emocionada.

—Portland, Oregón —corregí—. Pero tu si que has cambiado, estás irreconocible —admití asombrada—. En el mejor de los sentidos, claro, y tus pendientes... ¡llevo mucho tiempo buscándolos! Espectacular, sí.

—Tengo una gran obsesión con los pendientes, diría que incluso los colecciono —confesó riendo, dejándome asombrada por la gran similitud—. Y tú sí que estás guapa. ¿Has visto, Tyler? Esta era de las únicas de buen corazón que había cuando yo iba a la escuela media. Guapa, ¿verdad?

—Mucho —dice con firmeza, pasando una mano por su cabello desviando la vista hacia el suelo, dejándome totalmente descolocada por su reacción.

Salimos de la cocina para reincorporarnos a la fiesta, donde por alguna extraña razón había preferido quedarme. Todo estaba igual que hacía media hora, salvo por la gente, cada vez menos jóvenes aguantaban de pie y había más botellas por el suelo. Por un momento pensé en donde estaría Meghan y que estaría haciendo, pero era consciente de que estaría bien acompañada, ella siempre lo está. Por otra parte, pensé en Jake, aún no le había visto y no había sitio en la casa que durante algún momento de la noche no hubiera visitado, quizás no había venido finalmente o era una pequeña mentira de bienvenida. Al pensar en él sentí una extraña sensación, algo se removió de nuevo pero preferí olvidarme de ello y continuar con la fiesta lo antes posible. 

—¿Y que te trae por aquí? ¿Con quién has venido, con tu hermana? —pregunta Nikki ansiosa.

—No, no. Meghan ha venido con Kara, yo, teóricamente había venido con...

En ese mismo instante, la chica a la cual había estado buscando toda la noche apareció. Chloe bajaba subida en brazos de un chico rubio, de un metro ochenta y posiblemente menos bebido que ella. El mismo que la visitó en Tommy Mel's. Tratando de bajar de encima del chico intentaba colocarse bien la despeinada melena y bajándose la falda, que, por alguna razón, estaba a una altura donde todos divisábamos su ropa interior.

—No. Vengo con ella —señalé a Chloe un tanto avergonzada, la cual gritaba desenfrenadamente bajando hacia nosotros, y por las caras que ponían podía deducir que Chloe entre ellos no era bienvenida.

—¡Kate, por fin te encuentro! —exclamó a gritos, a lo que yo le devolví la mirada incrédula y Nikki y Tyler me miraron compasivos—. Ese era Mark, ¿un pivonazo verdad? Pero... ¿a quién veo aquí? ¿Nikki y Tyler? —Añadió al darse cuenta de su presencia; a penas podía vocalizar y no se le entendía muy bien.

—¡Sí...! —exclamó Nikki tratando de disimular su arrogancia.

—Siento mucho haberme ido —admite haciendo un puchero—. Mark me llevó... A dar un paseo —dijo ocultando una risita mientras el supuesto chico la cogía de la cintura y le daba un beso en el cuello, tras haberle susurrado algo—. Está bien, ¡pásalo bien! Bueno, lo que te decía. Que lo siento mucho... De verdad Kate... Yo te quiero, eres mi amiga de la infancia, ¿lo sabéis? ¡Que se entere todo el mundo! —gritó desesperadamente.

Me acerqué a ayudarla pero insistió en que iba perfecta, que no fuera aguafiestas, que así era Palm Beach. Chloe iba realmente bebida, y no tenía ganas de escucharla. Para seros sincera, sí, le tenía mucho cariño a Chloe, pero no parecía que recuperar la amistad fuera posible. Había estado una hora buscando y ella me había dejado tirada para irse a beber y a enrollarse con un chico, sabiendo que no conocía a nadie y que había aceptado venir solo para acompañarla. Eso no me parecía un buen comienzo, no tenía excusas, lo había hecho, y sobria.

—Eh, ¡Amber! ¡Feliz cumpleaños! —gritó Chloe llamando la atención de la chica pelirroja que bajaba las escaleras, siendo la primera chica sin despeinar que bajaba de allí.

—Sí, feliz cumpleaños —repito pareciendo lo más segura posible mientras se acercaba a nosotros, aclarando la garganta.

Y no me equivocaba, la pelirroja era la melliza de Tyler.

Amber no era lo que me esperaba. Al ver su casa, y a su hermano, tenía unas expectativas diferentes, pero aún así sus miradas petrificaban. Tenía una larga melena roja, teñida, pero muy bien cuidada, realmente juraría que casi le llegaba al trasero. Tenía los ojos negro intenso y no sé si era por ello, o por el maquillaje que realmente tenía una mirada nociva. Vestía un conjunto que a deducir por su apariencia era realmente caro y unos zapatos que le hacían crecer casi diez centímetros.

—Gracias. ¿Quién es ella? —pregunta acercándose a Tyler, señalándome a mí, como si no estuviera delante. De nuevo la gente hablaba como si yo no hiciera acto de presencia.

—Una amiga —se limitó a decir Tyler, con una perspicaz sonrisa.

—MI amiga —rectificó Chloe.

—Esta bien. Me voy para fuera, pásalo bien y cuidado con lo que hagas —dijo dando por finalizada la conversación antes de salir, pero Tyler se mostraba indiferente a las palabras de su hermana.

—Quiero salir a bailar, o beber, o... ¿Venís? —propuso Chloe, sin mostrarse agotada por la cantidad de horas que llevaba bailando. Un chico la cogió de la mano, llevándola hacia la terraza, exactamente hacia la piscina, donde de camino se tropezó y gracias a dios no cayó, pero fue pura suerte. Ella pareció no darse cuenta pues estalló a carcajadas—. Lo siento chicos, el deber me llama —concluye antes de irse, dejándome otra vez, pero esta vez no sola.

Pasó el rato y sin darnos cuenta ya daban las dos de la madrugada. Había pasado esta última hora poniéndome al día con Nikki, y Tyler también nos había hecho compañía, incluso Chad. Chad es el hermano mayor de Nikki, se llevan solo un año, está en último grado y en el equipo de fútbol americano, junto a Tyler. Ella, en cambio, va a clases de arte y diseño en la escuela, me enseñó algunos bocetos desde su teléfono y eran brillantes.

La conversación había pasado por todos los temas. Nikki hizo lo que llaman el gran cambio hace año y medio, y a partir de ahí, de entrar en el instituto, nadie la trataba mal, y que tuviera un hermano mayor como deportista ayudaba bastante. A pesar de ello, no se aprovechaba y mantenía las distancias protegiendo tan solo las buenas amistades, que, en su caso, mayoritariamente eran de chicos. También nos habíamos dado cuenta que teníamos muchas cosas en común como la música, hobbies o nuestra obsesión por los pendientes. Desde que había llegado a Palm Beach había sido la única vez que me había sentido realmente a gusto, sentía que había encontrado gente con la que encajaba, o por lo menos sabía que tendría a Nikki, y eso era algo gratificante.

—Me voy a la piscina, "¡el deber me llama!" —exclamó Tyler imitando a Chloe—. Espero que lo hayáis pasado bien, nos vemos pronto. Ah, no me has dicho tu nombre completo, ya sabes hay que estar informado... ¿Kate...? —añadió retrocediendo unos pasos, girando su cabeza hacia mi dirección.

—Kate Campbell. Por cierto, felicidades —dije interrumpiendo su ida, haciendo que se girase de nuevo y dedicara una sonrisa.

Nos dirigimos ambas hacía la puerta, haciendo tiempo para irnos. Nikki tenía que esperar a su hermano y yo estaba dudando en como volvería a casa: era tarde para volver sola pero no podía contar con Chloe. 

Andar pensando en tus cosas sin mirar bien por donde vas nunca había sido una buena opción, pero mi cerebro tenia la manía de hacerlo constante e inconscientemente, y ese momento no iba a ser menos. Sin querer y sin la menor intención tropecé con alguien y le tiré la poca agua que quedaba en mi botella. No me atreví a mirarle a la cara y me agaché rápidamente a cogerla, notaba como se me enrojecían las mejillas sintiéndome totalmente avergonzada por mi torpeza y en los marrones que esta me metía.

—Chica sana, eh —dijo con expresión vacilona una voz que podría reconocer en cualquier lugar, haciendo que levantara la cabeza desde el suelo, tratando de levantarme—. No, no. Quédate así, se te ve muy guapa desde esta perspectiva —bromeó ofreciéndome su mano para que me levantara después de breves segundos—. Tranquila, solo era agua.

—Muy gracioso Jake —respondí con frialdad tratando de levantarme sin caerme de nuevo—. Esta es Nikki. Nikki, este es Jake —expliqué al darme cuenta de que Nikki estaba mirándonos fijamente, sin decir una sola palabra.

—Sí, sí. Lo sé. Bueno, creo que debería dejaros, ¿no? —negué con un movimiento rápido de cabeza—. Sí, voy a buscar a mi hermano, no podía irme sin su coche de todas formas. Ten cuidado, ya me contarás —me susurró Nikki yéndose rápidamente, empujándonos hacía fuera de la casa, sin dejarme otra alternativa para llevar a cabo.

Salí hacía la avenida de Barton Ave junto a Jake, creándose un incomodo silencio al principio. Para mi sorpresa no venía en su coche, tampoco vivía muy lejos, pero ir andando hasta su casa a estas horas no era lo que se diría lo más práctico. Vivía tres manzanas al sur de mi casa, pero según él había dejado el coche delante de mi casa para ir a recogerlo al volver e ir a la suya, ya que la fiesta solo se celebraba a unas pocas manzanas de allí. 

Hacía casi tres horas que no veía a Jake y ahora lo veía mucho más jodidamente guapo que antes. A pesar estar distante y parecer tener la mente en otro lugar, cuando clavaba su mirada en la mía podría prometeros que me quedaba embobada con sus ojos, eran un azul tan tranquilizador que te dejaba en un estado diferente. Luego, bajabas la vista a lo bien que le quedaba esa camiseta roja ajustada al cuerpo y los músculos que ésta marcaba y todo lo tranquilizador se había convertido en nerviosismo y calores para mí. Esto no es porque Jake sea más mayor y es algo inalcanzable, siempre a causado ese efecto en las chicas y lo sabe muy bien, se le nota, nota cuando le miras, lo disfruta y no se molesta en disimularlo.

Recordando la fiesta no había a penas nadie de su edad, había jóvenes de la edad de mi hermana, y aunque había visto a un par de chicos de su edad me seguía asombrando, sobre todo que él y Nikki se conocieran. La intriga me comía y a estas horas de la noche el ser entrometida o no ya no era una elección.

—¿De que conoces Nikki?

—Me extraña que te sorprenda, yo conozco a mucha gente —dice llevándose las manos a los bolsillos, desviando su mirada hacía las casas del vecindario—. Se que te preguntas porque he ido. Al principio no iba a ir, no me iba mucho, pero mis amigos insistieron, y bueno, al fin y al cabo es una fiesta ¿no?

—Sí, supongo que sí. Yo tampoco quería venir, pero Chloe insistió, aunque no creo que vuelva a ir a una fiesta con Chloe —admití sin poder evitar reír. 

—He visto que estabas hablando con Jones. Tyler —repite fríamente al ver mi rostro lleno de confusión. La conversación había dado un vuelco que parecía casi imposible, y por la forma poco discreta y rápida de soltar las palabras, como si hubiera querido preguntármelo desde el principio, incluso sonaba algo celoso.

—Ah sí, Tyler. Es muy amable, el rato que he estado con ellos creo que ha sido uno de los mejores desde que llegué aquí —admito confiada, desafiándole con la mirada, pero él seguía con la mirada perdida.

—¿Mejor que el que has estado conmigo? —bromeó y se giró hacia mi para ver mi reacción, la cual era una sonrisa, igual que la que había en su rostro de forma inocente y que hacía de desaparecer de la mía algo imposible—. Era broma, pero ten cuidado. Eso hace siempre.

Ante las palabras de Jake me mostré nerviosa, era realmente raro sentir que la persona de la que estuve tanto años enamorada, y quien me hacía sentir de una forma tan extraña, me estuviera aconsejando sobre con quien estar y a quien acercarme, sobre todo si se trataba de Tyler, a quien acababa de conocer.

Cuando iba a la escuela primaria recuerdo que me gustaba un niño, ya sabéis, lo típico del colegio primario, Michael Clifford, Mitch para los amigos. Tenía un año más que yo y siempre le veía en el recreo, yo tenía siete años y estaba en primer grado y Jake iba a quinto grado, el único curso en el que estuvimos en el mismo colegio. Realmente babeaba por Michael, de tal forma que creí gustarle. Pasaba los recreos con él y vivía en mi mundo de ilusiones, y sabía que a Jake no le gustaba, pero a mi sí. Un recreo, en el último día de colegio, estábamos despidiéndonos ya que no nos veríamos en todo el verano, estaba muy triste, pero por fin iba a pasar, ¡Michael me iba a besar! Si no hubiera sido por Jake... En cuanto vio que se me acercaba, vino rápidamente y empujo a Michael hacia atrás, no muy fuerte pero lo suficiente como para tirar atrás a un niño de ocho menos, y llevándome con él, quitándome mi primer beso sin ningún derecho.

—¿Lo has pasado bien? —preguntó mirándome con atención, esperando mi respuesta con ansias a pesar de ser un simple "" en gesto de aprobación—. Genial. De haber sido lo contrario sabes que siempre estoy cerca, no dudes en decírmelo, ¿vale?

—Sí, claro, pero tranquilo —dije un tanto confusa por su fuerte y inesperado comentario, el cual interiormente me había hecho tremendamente feliz, pero traté de ocultarlo—. Tú... ¿Estás bien? ¿Lo has pasado bien? —pregunté, algo que llevaba toda la noche esperando hacer pues le veía comportarse de una forma de lo más extraña.

—Sí, todo bien —concluyó de forma poco convincente—. Aquí acaba el recorrido, en Seaspray Ave. Igualmente deberías de reservarme un día en esa ajetreada agenda de lectora que tienes para ponernos un poco más al día o recordar viejos tiempos, aunque ahora vayamos a vernos más —propuso guiñándome un ojo y agarrando con suavidad mi mano, poniéndome más nerviosa de lo que llevaba todo el camino de vuelta a casa.

—Eso está hecho —dije tratando de ocultar que mis mejillas estaban cogiendo color, de nuevo,  antes de que la conversación pudiera dar un vuelco nuevamente, subiendo los escalones de la entrada y dejando a Jake fuera, mientras veía como se alejaba hacia su coche.

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