Capítulo 3

Peter y Elizabeth eran dos mundos diferentes, diferentes linajes, diferentes costumbres, pero a partir del día que cruzaron aquella mirada, una chispa se encendió. El joven y simple servidor, terminaba su trabajo ansioso para tomar el té con su dueña. Aunque ya no era dueña en posesión de él, sino que era dueña de sus emociones y de sus andares. Ella era la luz que guiaba sus pasos, era la esperanza perdida y una vez que ya la había encontrado no pensaba perderla.

Elizabeth esperaba ansiosa también la hora en el que el joven terminara y mandaba prepararlo todo con lo mejor que había. Desde aquel atardecer en que tomaron su primer té, siguió la costumbre hasta los días de hoy. Nadie sabía de lo suyo y Peter, pero tampoco quería que lo supieran, era como un secreto entre ellos dos, su pequeño secreto.

Después de cuatro meses del torpe encuentro, su amistad creció de una manera increíble, como un lazo celeste que unía sus corazones. Lo único que lo podía romper era los duques, los padres de Elizabeth, pues ellos nunca permitirían entregarle la mano de su única hija a un simple servidor.

-James, estoy pesando en que Elizabeth, dentro de dos meses será su aniversario, será mayor de edad y será la futura duquesa, sería inoportuno que aún no estuviese casada ¿No crees?- Dijo la duquesa mientras se miraba las uñas.

-Caroline, creo que te estás adelantando, déjala que disfrute del tiempo que le queda, ya después se ocupará de todas las responsabilidades que están por venir. Además ni siquiera se ha enamorado, ¿La vas a obligar por la fuerza?- James continuó escribiendo en el libro de las cuentas de la mansión.

-He pensado invitar al duque Edward y la duquesa Sofía y...

- ¿Invitarlos? Caroline, aún no estamos en época de visitas, sabes que no tenemos el poder adquisitivo suficiente, por todos los problemas que hay en la Corte, además ¿Por qué deberíamos invitarlos?- dijo alterado el duque.

- James si no me dejas acabar, como pretendes entenderlo, quiero invitarlos porque tienen un hijo, si no me equivoco se llama Harry, joven rubio de ojos verdes tan apuesto, alto y de muy bonito parecer... Sería un esposo perfecto para nuestra hija , sin mencionar que tiene numerosos bienes y quería que Elizabeth lo conozca, sería perfecto.

-¡Qué!- El duque levantó la cabeza del libro de cuentas mirando fijamente a la duquesa.

- James...- Suspiró la duquesa mientras ponía los ojos en blanco- Te he dicho tantas veces que no digas qué suena tan... Descortés.

-Caroline... Estás segura que solo es por ver a Caroline casada, o porque me estás hablando de unos de los duques más ricos de Austria - Dijo mientras arqueaba una ceja.

-¡James como dices esas cosas! Me ofende que pienses eso de mí- Dijo la duquesa mientras fruncía el ceño.

- Como si no te conociera Caroline, y no creo que Elizabeth llegue a enamorarse en dos meses ya que casi ni conoce al hijo de los duques, ¿Cómo dijiste que se llamaba? ¿Charles?

-Harry... Querido... Se llama Harry.

- Pues como decía es algo imposible que se enamore de Barry, exiges demasiado Caroline

- ¡Harry! No es tan difícil ... ¡James por favor! Y no digo que se casen en dos meses, sino que estén prometimos al menos.

- No se Caroline...- El duque volvió a hundirse en el libro de cuentas- ¿No crees que deberías hablarlo con ella? Al fin y al cabo es su futuro.

- ¡Y el nuestro también James!

- Yo no me hago responsable de nada, pero no deberías apresurarte tanto querida.

- Tranquilo James, no te preocupes- Dijo Caroline mientras salía de la habitación con una sonrisa pícara.

(...)

Y así fue, la Duquesa mandó preparar todo con lo mejor para los duques, era el único tema del cual se hablaba en la mansión y Elizabeth no tardó mucho en enterarse. Pasó por la cocina y escuchó algo extraño, las sirvientas hablaban sobre una cena y próximamente boda así que sin pensarlo dos veces fue a hablar con sus padres.

-Madre... - La duquesa estaba tan ocupada hablando con los sirvientes que ni le prestaba atención, entonces fue a buscar al duque.

-Padre... ¿Vendrá alguien a visitarnos esta tarde?

-Si... Tu madre invitó a unos duques a cenar, sería conveniente que le digas a Lucy que te ayude a prepararte porque en un abrir y cerrar de ojos ya estarán aquí - Sinceramente a Elizabeth no parecía ilusionarle mucho pero no tenía salidas, cuando se hace este tipo de cenas ella por obligación tiene que asistir. Al subir a su cuarto ya tenía el vestido preparado sobre la cama y se extrañó.

-¡Lucy! ¡Ven un momento por favor!- Y la sirvienta no tardó mucho en subir

-¿Si señorita?

- ¿Y este vestido?

- Bueno... su madre insistió en que se lo ponga

-¿Mi madre? ¿Pero no es muy elegante para una cena?- Lucy se encogió de hombros.

-Yo sólo cumplo órdenes señorita, su madre especificó que hoy quiere que usted se vea radiante pero no era mi intención decepcionarla, señorita.- dijo Lucy apenada.

-Oh Lucy!-Dijo mientras la abrazaba- ¡Has acertado de pleno!

Elizabeth quedó radiante con su largo vestido color azul celeste, le daba mucha elegancia a su piel pálida que parecía de porcelana. Lástima que a cena no fuese tan radiante como ella, fue peor de lo que Elizabeth sospechaba. No fue suficiente que al principio la duquesa Caroline solo hablara de tierras y dominios, dinero y demás bienes materiales, cosa que aburrían profundamente a una joven soñadora como Elizabeth, cuya felicidad estaba en cosas mucho más simples y humildes, como mirar las nubes con su querido Peter. Pero lo siguiente dejó verdaderamente desconcertada a Elizabeth...

-Bueno-Dijo el duque de de Austria - Pasemos al asunto principal y motivo por el cual hemos realizado tan extenso viaje hasta vuestras tierras.

-Tiene razón -Dijo Caroline mientras mostraba su pícara sonrisa.-Verás Elizabeth, el duque tiene un importante asunto que tratar contigo.

Esto asombró en gran manera a la joven:- ¿Conmigo?

-Cómo ya le habrán comentado, mi hijo tiene una ventajosa proposición que hacerle a usted señorita.

Confundida, miró a su madre buscando alguna respuesta. En ése mismo instante, Harry se puso de pie y con voz clara y fuerte dijo:- Señorita Elizabeth, ¿Concedería usted el placer de ser la esposa de un futuro duque como yo?

Al ver que Elizabeth no contestaba, Caroline exclamó:-Claro, joven duque, mi hija está tan emocionada que no encuentra palabras para describir su alegría.

-¿Qué?-Exclamó James con voz grave y aún masticando la comida.

-Querido-dijo Caroline mientras se reía disimuladamente-¿Qué te dije sobre el qué?-Dijo entre dientes.

-Muchas gracias, madame, prometo cumplir con mis obligaciones y cuidar de su hija y de las tierras lo mejor que pueda, para esto me llevaré a su hija a Austria, donde recibirá los mejores cuidados-Dijo el joven duque mirando a Elizabeth, que aún no fue capaz de reaccionar frente a la situación.

Estaba totalmente perdida, se había quedado sin palabras, es más, sin aliento. No sólo se lo habían ocultado todo, sino que también decidieron por ella, arruinando su futuro. La joven no reaccionó esa noche, pues estaba inmersa en sus pensamientos, ella realmente amaba a Peter y no podía hacerse a la idea de alejarse de él, y mucho menos vivir toda una vida sin él. Aquello fue demasiado para ella, la ávara decisión de su madre iba a costarle muy caro a ésta pobre joven que acababa de comenzar a salir del mundo que ella misma había creado, para encontrarse con una cruel realidad muy inesperada.

Al día siguiente, Peter no vio a Elizabeth en todo el día, no estaba en los jardines, ni en su lugar secreto donde tomaban el té ni tampoco en el invernadero de rosas ya que era su lugar favorito.

Al instante se dio cuenta de que algo malo debía estar pasando, encontró a Lucy por el vestíbulo de la mansión y no pensó dos veces en preguntar por ella.

-La señorita no estará durante unas semanas, esta mañana decidió irse a visitar a una cercana amiga suya. ¿Por qué tanto interés? ¿Quiere que le diga alguna cosa de su parte?

-Si... Digo no, no se moleste... No importa.

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