Capitulo 8
Los personajes de Naruto, no me pertenecen, yo solo los uso para escribir esta historia sin fines de lucro.
—¡Madara!—la joven se sintió temerosa, después de todo, esa era la primera vez que ellos irían mas allá de apasionados besos y caricias, ademas, el azabache no estaba siendo sutil al despojarla del delicado vestido de novia que aún llevaba.
—Shhh—la calló con otro hambriento besó mientras que prácticamente le desgarraba la delicada prenda—no temas, sabes que yo nunca voy a lastimarte—esa declaración era todo lo que ella necesitaba para relajarse y dejarlo proceder. Él era su marido y ella lo amaba mas que a nada en el mundo, por lo tanto, no había motivos para temer.
—Te amo—le confesó tomándolo de las mejillas con sus pequeñas manos. El Uchiha se quedó hipnotizado en esos hermosos y atrayentes ojos que tanto lo perturbaron desde que la conoció y antes de arruinar el momento recordándose a si mismo a quien tenía enfrente, continuó desvistiéndola.
Poco a poco, el vestido fue cayendo dejando expuesto el prominente busto de la Hyuga, mismo que aún estaba cubierto por un sostén de encaje blanco. Extasiado con lo poco que veía, Madara se apresuró a bajar el resto donde su admiración fue en aumento. Se alejó unos pasos para admirarla.
Hinata se sonrojó y en un acto de valentía, se acercó a él para también despojarlo de la camisa. Deseaba tocarlo, sentir el calor que emanaba de su piel. Él entendió y sonriendo con arrogancia, le ayudó a desabrochar los botones, pues las manos de la chica parecían muy inexpertas. A diferencia de ella, Madara se despojó de absolutamente toda la ropa, acto que dejó aún más sonrojada a la ojiluna. No es que ella nunca antes hubiera visto un hombre desnudó, dado que en muchas películas que Ino tenía, aparecían actores desnudos, pero verlo parado frente a ella era algo diferente e intimidante.
De nuevo, el azabache sonrió al verla tan "avergonzada" Ella aparentaba la imagen perfecta de la inocencia, una que estaba muy lejos de tener—Te deseo tanto bonita—dejando atrás sus pensamientos, se acercó a ella y con avidez, se deshizo de la lencería—y esta noche te lo demostraré con hechos—la joven jadeo cuando se vio confinada en la cama, bajo la gran anatomía del Uchiha. No tuvo tiempo de pensar en la decepción que le causó lo que él dijo, ya que ella esperaba una confesión de amor y en su lugar, sólo escuchó lo mismo que tantas veces escuchó de otros hombres. No era agradable sentirse como una fantasía sexual y mucho menos lo era, si de quien lo escuchaba era su marido.
Las ardientes caricias del azabache, pronto la distrajeron y al verlo prendido a sus senos, ya no logró pensar con claridad. La ojiluna arqueó la espalda en busca de apaciguar el repentino fuego que la consumía y con sus dulces gemidos, enloqueció al hombre que lograba hacerla portarse de esa manera.
Madara sonrió al saberla totalmente dominada por sus actos y ya no se pudo contener. Se colocó en la posición correcta, justo en medio de las tentadoras piernas de su mujer y de una certera estocada se adentró en el interior femenino. El grito de su esposa, aunado a la molestia que sintió en su hombría y el no poder adentrarse lo suficiente, lo hicieron detenerse abruptamente.
La encaró desconcertado y sintió una punzada de culpa. El rostro de Hinata tenía una expresión de dolor y ni hablar de las gruesas lágrimas—¡Pero que demonios!—exclamó sin pensarlo, ya que ella no podía ser... ¿o si? Por supuesto que no, esa embaucadora no era virgen, incluso hasta había abortado a un bebé. Seguramente utilizó un truco para intentar engañarlo, tal como lo hacía con los otros tipos que babeaban por ella—Lo siento, no sabía que eras virgen—se recompuso y continuó fingiendo creerle—trataré de ir mas lento ¿de acuerdo?—ella asintió y creyó lo que dijo, sin embargo, Madara fue lento, sólo hasta que logró adentrarse por completo dentro de ella, pues apenas lo consiguió y se dedicó a disfrutar de ella como tanto había deseado hacerlo.
Hinata trataba de aguantar el dolor y la molestia que estaba sintiendo, pero esté no parecía aminorar en ningún momento. Madara le dijo que iría lento, por lo tanto, no quería hacerlo sentir mal con sus quejas, ni con sus lágrimas. Se contuvo aferrandose a los fuertes brazos del azabache y aunque intentó buscar una posición donde lograra encontrar placer, no lo consiguió.
Madara la veía y se percató de cómo ella fingía disfrutar y a pesar de querer llevarla al éxtasis juntó a él, no lo logró, puesto que ella estaba muy apretada y con la abstinencia de los días anteriores, no pudo aguantar por mucho tiempo. Con un sonoro jadeo, el azabache finalmente terminó y se derrumbó con cuidado sobre la chica.
La Hyuga suspiro y acarició el largo cabello azabache. Su primera vez, no fue lo que esperaba, pero tampoco podía esperar mucho, después de todo, las opiniones de las chicas sobre esa experiencia variaban entre sí y quizás a ella no le había favorecido en nada la prominente hombría de su esposo.
—Ahhh—Hinata jadeo adolorida cuando Madara salió de ella y se recostó a su lado. Viéndose libre de él, ella se incorporó en busca de algo para cubrirse, necesitaba ir al baño.
—¿Pasa algo?—Madara reaccionó de inmediato y también se levantó.
—No, sólo voy al baño—aunque trataba de sonreír, él supo que estaba fingiendo y al momento de soltarla, la miró haciendo gestos de dolor. La cama tenía una mancha de sangre y por momentos, dudó ¿Que pasaba si se había equivocado? ¿Que pasaba si no era la mujer a quien buscaba para vengarse? De haberse equivocado, no podía sentirse orgulloso, pues a pesar de no ser rudo con ella, tampoco fue un ejemplo en la que se suponía, era su primera vez entregándose a un hombre.
Quizás ella estaba en sus días y a eso se debía la sangre. Realmente ella lo sorprendió y debía admitir que era muy buena al actuar, seguramente estaba acostumbrada a hacerlo. Estuvo tanto pensando en las acciones de esa mujer y sobre todo, en la exquisita experiencia que acababa de darle. Escuchó el agua en la ducha y sonrió... la quería otra vez, la noche apenas comenzaba y su deseo por ella no había disminuido nada.
Hinata optó por ducharse para relajarse del cansancio. Su cuerpo clamaba por un poco de agua tibia y después de lo sucedido entre ella y su esposo, ya no se sentía limpia. Sus muslos aún temblorosos mostraban los fluidos de ambos y ni hablar del olor a sangre que despedía. Dejando a un lado el dolor y la molestia, se posicionó bajo el chorro de agua. Lanzó un suspiro de alivio cuando finalmente pudo quedar limpia. Ella se había preparado y cargó una pequeña bolsa con sus objetos de aseo personal, de ese modo, podía estar varios días sin preocuparse.
Sonrió al pensar en su nueva vida al lado del hombre que amaba. A esa hora del día siguiente, seguramente ya estaría en su nuevo hogar y con sólo imaginarlo, sentía mariposas en su vientre.
Aún sonriendo, estiró su mano para cerrar la ducha, sin embargo, terminó soltando un grito del susto. Madara le tomó la mano impidiendo que cerrara el grifo. Ella no lo sintió entrar, de hecho, pensó que ya debía estar durmiendo.
—De haber sabido que pensabas tomar un baño, te hubiera acompañado desde antes—le dijo en el oído. Hinata se estremeció al verlo parado frente a ella con el agua mojándolo. Él a diferencia de ella, no se sentía apenado de posarse desnudó, incluso, la ojiperla podía asegurar, que se sentía orgulloso de su perfecta anatomía. No supo cuánto tiempo se quedó mirándolo, hasta que lo escuchó reír—¿Te gusta lo que miras?—el rostro de Hinata se puso rojo y evitó volver a verlo. El azabache volvió a sonreír y la tomó de la cintura para pegarla a él.
—¿Que haces?—la Hyuga no pretendía volver a tener relaciones tan pronto y mucho menos en el baño, no obstante, Madara tenía otros planes. Sin demora y sin responder con palabras, la instó a rodearlo de la cintura con sus piernas. El calor volvió a invadir el cuerpo de Hinata, ya que Madara no había dejado de besarla y acariciarla.
—¡Eres mía!—aseguró antes de penetrarla lentamente. Había comprobado que ella era muy estrecha y no quería lastimarla—Toda mía—la chica jadeo al sentirse invadida, pero contrario a lo sucedido momentos atrás, la molestia no fue mucha y las lentas embestidas que le daba Madara, pronto la hicieron querer sentir más, mucho más.
Sin importarle la fría pared tras ella, Hinata comenzó a moverse sobre el miembro masculino de su esposo. Madara la sostenía de los glúteos y desde ahí, iba aumentando los movimientos.
—¡MADARA!—lo nombró sin poder contener su deseo de llegar al límite. La joven sentía que algo estaba por llegar y temía que él no pudiera entenderlo, por lo tanto, se movía en busca de liberarse a sí misma.
—Estas al límite ¿eh?—se burló de ella y la chica no tuvo tiempo de avergonzarse, dado que el fuego parecía quemarle las entrañas. Con su arrogante sonrisa, el Uchiha la miró y aumentó la velocidad, al igual que el agarre sobre el cuerpo femenino y momentos mas tarde, ambos sucumbieron al placer.
Sin prestarle atención a lo adolorida que se hallaba, la Hyuga estuvo dispuesta a complacer a su marido en las siguientes rondas de sexo, hasta que se quedó dormida entrada la madrugada. Madara también se durmió durante unas horas. Sólo por esa noche, se permitió dormir cómodamente con ella y se olvidó de sus verdaderos propósitos, después de todo, tenía mucho tiempo por delante para realizar su cometido.
...
A las siete de la mañana, el azabache fue el primero en despertar. Su mujer dormía sobre su pecho y se dedicó a mirarla. No podía negar lo hermosa que se veía, ella era una tentación y en ese momento, dudó de poder continuar, ya que su hombría se encontraba más que lista para volver a tomarla, no obstante, se obligó a recordar a Sasuke y como por arte de magia, se alejó de ella.
Se fue al baño y salió de la habitación dejándola sola. Llegó abajo y pidió un café sin azúcar, luego organizó el siguiente paso que daría para llevársela con él a Konoha, donde pagaría por lo que le hizo al muchacho.
Mas tardé, Hinata abrió los ojos y se encontró absolutamente sola en la habitación. Llamó a Madara pero no obtuvo respuesta y se fue a dar un baño antes de que volviera. Salió minutos después y arregló sus pocas pertenencias. Aún le costaba moverse adecuadamente, dado que la noche anterior, ambos dieron rienda suelta al deseo y la pasión que sentían.
—Al fin despertaste—escuchó la voz de su esposo al tiempo que la puerta se abrió y él entró sin prestarle atención—te dije que es un largo trayecto hacia Konoha y no podemos perder tiempo—Hinata se sorprendió y detuvo sus pasos, ya que se levantó para ir a su encuentro.
—Lo lamentó, debiste despertarme cuando lo hiciste tú—le dijo con amabilidad, pues como las veces anteriores, ella pensó que Madara se sentía estresado.
—Hmph—soltó recogiendo su equipaje—te espero abajo, trata de no demorar—antes que ella pudiera decir algo, él se fue. La Hyuga frunció el ceño y recogió sus cosas para seguirlo.
Abajo los esperaba un taxi y fue el chofer quien la ayudó con sus cosas, mientras que su marido hablaba por teléfono y ya se hallaba sentado en el asiento trasero. Durante el trayecto, él no le dirigió la palabra, a pesar de los intensos que hizo ella por atraerlo y no fue hasta que llegaron a la terminal de autobuses, que él le ayudó a bajar para ir al que abordarían.
—Buenos días—ella saludó al conductor y el hombre de inmediato respondió con amabilidad.
—¿Como está señorita?—ella estaba por responder, cuando el malhumorado azabache se adelantó.
—Señora—repuso con molestia.
—¿Disculpe?—el chofer no entendió bien a que se refería.
—Ella es mi esposa, es la señora Uchiha.
—¡Oh! Lo siento mucho—el hombre se disculpo y ella sólo lo miró un poco apenada por el espejo retrovisor. Aunque también sintió un dejé de orgullo al escucharlo decir que era su esposa.
Sin mas conversación, Madara se sentó junto a ella y durante las largas horas del trayecto, el bus fue quedando vacío. Hinata terminó dormida sobre el hombro del Uchiha y sólo despertó cuando él la llamó diciendo que debían bajar.
Acercándose a un pequeño puerto, había varios puestos de comida y Madara la guió hasta uno de ellos—Comamos aquí, aún falta un par de horas para llegar y debes tener hambre.
—Si, tengo mucha hambre, pero quisiera ir a los otros puestos, quizás tengan ramen—sin intención de disimular, Madara rodó los ojos con molestia y ella se descolocó por el acto.
—Esto no es la cuidad Hinata, come lo que hay... el transporte ya nos espera y no podemos perder el tiempo con tus caprichos—la joven sintió que le arrojaban un balde de agua fría y toda el hambre que sintió, desapareció por completo. Madara pidió unos platos de arroz frito con pollo para ambos y se sentó a esperar en una de las mesas al aire libre. La Hyuga se resistió a dejar caer las lágrimas y sólo se dedicó a remover el arroz de un lado al otro, ya que no hizo el mas mínimo intento por probarlo—¿Que pasa? ¿Porque no comes?—el azabache la estuvo mirando sin que ella lo notara y al verla contenerse para no llorar, pensó que había sido muy duro con ella.
—No tengo hambre—soltó al mismo tiempo que se puso de pie—voy a buscar un baño—estaba por irse y antes de avanzar, Madara le sostuvo la mano.
—¿Que crees que haces? Dijiste que tenías hambre y pedí dos porciones, ademas, no conoces nada aquí, podrías tener problemas.
—En cuando a la porción extra que pediste para mí, no te preocupes, la comeré mas tarde, después de todo, no podemos desperdiciar nada—le respondió con sarcasmo—y quizás no lo creas, pero no soy tan tonta como para no encontrar un baño y puedo valerme por mi misma sin necesidad de tener problemas con nadie—con un brusco movimiento se liberó del agarre y caminó hacia las personas que se hallaban en los pequeños comercios. El Uchiha apretó los puños al verla sonriendo con los pescadores quienes le indicaron dónde se hallaban los sanitarios. Una niña la condujo al lugar y en agradecimiento, Hinata saco un paquete de galletas de su bolso y se lo entregó a la pequeña.
—Vamos—apenas llegó hasta la orilla del muelle, Madara le tomó el brazo—nos están esperando... deberías tener mas conciencia y pensar en las personas que se ganan la vida en este trabajo, ellos no pueden estarse retrasando por tus...—la mirada de Hinata estaba sobre la suya de forma retadora.
—¿Por mis que Madara? Anda, responde—el viaje en el bus fue muy largo y encima no comió nada, por lo tanto, no se encontraba de humor para un desplante más. Viendo que no respondía, volvió a sonreírle al conductor de la barcaza—Disculpe la demora, de haber sabido que me esperaban, me hubiera quedado aquí.
—No se preocupé señora, llevamos buen tiempo y esta es la última vuelta que doy.
—Me da gusto saberlo—ella miró a Madara y volvió su atención hacia el conductor—¿y cuanto tiempo tardaremos en llegar?
—A mas tardar en una hora estaremos llegando a Konoha—el hombre de nombre Zabuza ayudó a la chica con el equipaje y le indicó un asiento. Ella agradeció y se dedicó a mirar el agua.
Madara sintió que su cabeza estallaría, apenas tenia un día con esa mujer y ya lo estaba llevando al límite de su paciencia. Celoso por la forma en que Zabuza se comportó con ella, se sentó a su lado y a pesar de saberla molesta, le tomó la mano y le dio un beso. La ojiperla volteó a verlo, sólo para recibir un beso en los labios. La abrazó y poco a poco, ella dejó la molestia y cedió a los encantos del Uchiha—Lo siento bonita, debes estar cansada del viaje.
—Un poco, pero contigo a mi lado, todo es mas llevadero... solo quédate aquí hasta que lleguemos ¿de acuerdo?—el azabache no respondió, pero se quedó a su lado por unos minutos, luego se levantó y se sentó en los asientos delanteros a la par de Zabuza. Hinata volvió a confundirse y lo miró esperando una explicación, no obstante, el Uchiha se negó a verla y entabló una conversación con el conductor.
—¿Así que están recién casados?—Madara ya había hablado con el conductor y le explicó que él y su mujer venían desde la cuidad y vivirán en Konoha
—Nos casamos ayer—respondió sin interés.
—Es extraño que no optaran por una avioneta, este viaje debe haber sido muy rudo para la señora, sin contar con la diferencia que será para ella vivir en una gran cuidad, a cambiarse a una que es muy pequeña y prácticamente escondida entre las hojas, tal como la describen los turistas—Madara sonrió y miró a su mujer por el espejo—y sin afán de ofender, su esposa párese una mujer muy refinada, creo que le costará mucho acostumbrarse.
—Pues no le queda de otra—soltó el azabache sin dejar de sonreír mientras continuaba mirándola por el espejo—ella dijo que me amaba y juró en el altar seguirme hasta el fin del mundo ¿no es así bonita?—Hinata lo miró molesta y ni siquiera le respondió, ya que de hacerlo, se expondrían frente al conductor, no obstante, la conducta de Madara la tenía muy desconcertada.
—Bien por usted, eso demuestra que realmente lo ama—Madara quiso reírse, pero al mismo tiempo, pensó en la afirmación hecha por Zabuza ¿Ella realmente lo amaba? Suspiro y de inmediato descartó esa absurda idea. Esa mujer no sabía amar a nadie más que a ella misma.
De pronto, Hinata se levantó del asiento y miró el fascinante entorno al que se dirigían. El lugar literalmente parecía escondido entre las hojas, ademas de contar con un excelente clima y ni hablar de los hermosos árboles de cerezo con flores de Sakura. Tanto Madara, como Zabuza, la miraron sonriendo y ambos quedaron deslumbrados. Zabuza sintió que estaba siendo demasiado confianzudo y desvió la mirada hacia el lugar donde aparcaría, mientras que Madara seguía ignorando todo para concentrarse solamente en ella.
—¿Es aquí?—cuestionó la ojiperla, ajena a lo que ocasionó en los dos varones.
—Así es señora, estamos llegando a Konoha... ojalá que le guste vivir aquí, tanto como nos gusta a quienes venimos por primera vez y terminamos nunca yéndonos—Zabuza llegó a Konoha años atrás y tras quedar encantado con la pequeña cuidad, optó por quedarse permanentemente a radicar ahí.
—Ya lo creó—respondió acomodando su bolso para poder bajar.
—Y espere a ver esto en el día—debido al largo trayecto, había anochecido y lo que veía la Hyuga era gracias a las farolas iluminando.
—Vamos, ya están esperando por nosotros—la frialdad de su esposo la hizo salir de la burbuja en la que se mantuvo desde que sus orbes enfocaron la ciudad.
—¿Y pretendes que salte y vuele? ¿O prefieres que me acerque nadando?—le preguntó con cinismo—La decisión es tuya y apresúrate a dar una respuesta, después de todo, no pareces dispuesto a que esperen detener la barcaza para subir en ella—Zabuza se obligó a no reír por la manera que ella le respondió, mientras que orbes perladas y oscuras se sumergieron en un duelo, el cual ninguno estaba dispuesto a perder. Hinata no se intimido y después de tantas horas viajando sin comer, mas que algunas galletas que tenía en su bolso, no estaba de humor para seguir aguantando los desplantes de su bipolar marido.
—¡Llegamos!—anunció Zabuza y se apresuró a bajar el equipaje de los recién casados, aunque a juzgar por lo que acababa de presenciar, esos dos aparentaban algo totalmente diferente a un flamante matrimonio amoroso.
—Gracias por todo señor—la ojiperla ignoró a Madara y agradeció al hombre que los llevó. Zabuza asintió y a pesar de la mortal mirada de Madara sobre él, estrecho la delicada mano de la preciosa mujer.
En breve habían bajado y se encontraron con un hombre alto de cabello naranja—Bienvenidos... su hermano me mando aquí para esperar por ustedes.
—Gracias Jugo—Madara abrió la puerta trasera para su esposa y cuando ella creyó que él entraría, el Uchiha la cerró y subió en el asiento delantero al lado de Jugo.
[...]
—¿Está todo listo? Ellos no deben tardar en llegar—cuestionó Izuna a quienes se encargaban de dar los últimos toques a la casa donde viviría Madara con su esposa.
—Ya terminamos, aunque no entiendo el afán de ese muchacho de vivir en la casa mas deteriorada de todas, después de todo, la casa principal ya está totalmente terminada—se quejó Ima, ya que no lograba entender la lista de pedidos que hizo Madara para todos ellos, incluyendo instalarse en esa casa alejada de la finca principal y cercana a las minas.
—Quizás no considera digna a la mujer que eligió para traer aquí—soltó Samui—ya saben, las malas lenguas dicen que esa mujer es igual a la que enamoró a Sasuke.
—Deja de decir tonterías y desde ahora te advierto que midas tus palabras frente a la esposa de tu jefe, porque te gusté o no, ella también será tu jefa... ademas, no puedes mencionar a Sasuke frente a ella—Samui resoplo disgustada por la reprimenda de Ima.
—Ella podrá ser su esposa, pero él, dejó la orden de que yo fuera quien se ocupara de sus cosas y no pienso desobedecerlo, le gusté a ella o no—la rubia sonrió y salió dejando a Ima muy molesta.
—Wow, creo que mi hermano no sabe el problema que se echó encima—Izuna observó el diminuto vestido que usaba Samui y negó con la cabeza. Era obvio que la mujer estaba interesada en Madara y no tenía intención de ocultarlo, sólo esperaba que la Hyuga tuviera tolerancia ante los descabellados planes de su hermano.
—¿Que sabes tú de esto? Me refiero al actuar de Madara ¿porque parece que quiere ponerle las cosas difíciles a su esposa? ¿Acaso ella es una mala persona?—Ima ya había hablado con Mikoto y ninguna de ellas entendía el repentino comportamiento del azabache. Mikoto sólo sabía que se casaría, sin embargo, Madara no le pidió estar presente en la boda, ni siquiera Izuna estuvo a su lado. Ella nunca conoció a la mujer que engañó a Sasuke, por lo tanto, no entendía nada y aunque su hermano prácticamente les prohibió tener alguna cercanía con la que sería su esposa, ella no estaba dispuesta a obedecer.
—No se nada, pero ya sabes como es Madara, así que no deberías sorprenderte y recuérdalo bien, no deben mencionar el nombre de Sasuke frente a la Hyuga—esa petición iba ser difícil de cumplir, sobre todo, teniendo en cuenta que Mikoto pensaba contactar a su nueva cuñada en los próximos días.
—A decir verdad, espero que la esposa de tú hermano sea una chica caprichosa y arrogante, así no sentiré pena por ella cuando sepa en lo que se metió al aceptar casarse—Izuna esperaba lo mismo, aunque por lo que le contó Obito, la Hyuga era encantadora y parecía estar locamente enamorada de Madara.
—Parece que ya están llegando—Izuna tomó un onigiri, de los preparados para la llegada de la pareja. Ima se había empeñado en hacer una buena cena para su llegada, pues dudaba que hubieran comido bien durante ese rústico trayecto—Será mejor que me marché, no quiero tener nada que ver con los actos de Madara—bromeó Izuna, llevándose con el, un plato lleno de comida. Su hermano le había dejado claro no dejarse ver por la Hyuga, hasta que pasaran los días, por lo tanto, se retiró a dormir.
Obito, Ima, Samui y los otros empleados se pararon frente a la casa que pidió el Uchiha y esperaron a que se acercaran. Obito ya había llegado desde el mediodía y dejó el equipaje de la Hyuga en la casa. No tenía necesidad de quedarse, pero moría de curiosidad por ver el comportamiento de los recién casados.
La camioneta estacionó y Jugo se apresuró a bajar las pocas pertenencias que llevaban. Madara se dedicó a evaluar el rostro de la ojiperla, no quería perder ni un solo detalle cuando viera el lugar que se encargó de rechazar. Contrario a lo que creyó, ella veía todo con admiración, era como si nunca antes hubiera visto esa propiedad, quizás se debía a las recientes renovaciones que se llevaron a cabo en la mansión, misma donde se encargó de dejar a Sasuke. En un principio, pensó llevarla a vivir en ella, sin embargo, al mirar la casa cercana a las cabañas de los trabajadores, le pareció buena idea llevarla ahí por un tiempo. Estaba seguro que no aguantaría ni siquiera dos días antes de rogarle ir a vivir a la mansión principal, la cual mandó arreglar pensando en ella.
Hinata bajó ayudada por Madara y se giró mirando en todas las direcciones. Su caballo sería feliz viviendo en ese lugar donde se respiraba tranquilidad.
—Bienvenida al rancho Tsuki—Obito se adelantó y tomó la mano de la ojiperla para acercarla a los empleados. Le fue presentando a uno por uno, mientras Madara permaneció en silencio con los brazos cruzados.
—Buenas noches, encantada de conocerlos—Ima sonrió con cariño y Samui se dedicó a verla de arriba abajo. Había algo en ella que le hizo recordar a alguien, sus ojos eran tan poco comunes y muy similares a los de...¿acaso era ella? ¿Era la misma mujer que tanto amaba Sasuke? La misma por la que eligió el nombre de esa propiedad. No lo recordaba con certeza, pero él le mostró varias fotografías de la joven a quien llamaba, su princesita.
—Preparamos una cena para ustedes—Ima sonrió y se dirigió a la ojiluna—venga conmigo señora, debe tener hambre—los ojos de Hinata brillaron, ya que en verdad, si tenía mucha hambre.
—Nada de señora, mi nombre es Hinata y así quiero que me llame ¿de acuerdo?—Ima asintió.
—Señor, que bueno verlo de regreso—Samui literalmente ignoró a Hinata para posarse frente a Madara—yo personalmente me encargué de acomodar todo como usted lo pidió—Hinata arqueo una ceja y miró a la exuberante mujer.
—Gracias Samui, pero es con la señora con quien deberás contar de aquí en adelante, ella será la encargada de dar las órdenes—la ojiperla sonrió y se dejó abrazar por el Uchiha. Llegó a pensar que su esposo y esa mujer tenían algo, no obstante, él la veía con indiferencia—Ahora pasémoos a cenar, bonita, recuerda que no has comido nada y me preocupa que te puedas enfermar—con delicadeza, la tomó de la mano y avanzaron juntos hasta adentro de la casa donde Ima ordenó que les sirvieran la cena. Hinata sonreía complacida, no tanto por probar bocado después de tanto tiempo sin hacerlo, sino por las atenciones de su amado.
—¿Que le pareció la comida?—la joven miró a Ima y sonrió.
—Es deliciosa, pero por favor, no sea tan formal conmigo, ya le dije que me llame Hinata y tutéeme—la fémina miró a Madara en busca de una respuesta y él se encogió de hombros dándole a entender que hiciera lo que ella quería.
—Esta bien, como tú quieras linda—Hinata asintió feliz y siguió a su esposo cuando se puso de pie. Seguramente le mostraría la que sería la habitación de ambos y se sintió feliz de poder descansar entre sus brazos.
—Ima te ayudará a instalarte, yo debo hacer unas llamadas. Aparentemente, debo salir de Konoha por unos días—
—¿Puedo acompañarte? Podemos aprovechar el viaje como una luna de miel—lo abrazó con ternura—después de todo, estamos recién casados y podemos disfrutar de nuestro matrimonio juntos.
—¿No te quejaste del duro viaje? Ahora ya quieren salir de nuevo.
—Bueno, a decir verdad, creó que lo hiciste mas incómodo de lo que en realidad es—ella no era tonta e intuyo que su esposo había exagerado.
—Pues el camino de regreso es más rápido, aún estas a tiempo de regresar con tus adorados tíos—dejando a la joven boquiabierta, salió de la casa sin arrepentirse de tratarla así.
—Ven, linda... te ayudaré a desempacar tu equipaje—la chica siguió a Ima sin prestarle atención a la mirada llena de burla que le dedicó Samui—Mira, a pesar de que la casa no está del todo acondicionada, este closed te servirá para colgar tú ropa—ambas pusieron las prendas de la Hyuga en los ganchos, dejando atrás la discrepancia que tuvo con su esposo.
—Y en este otro, colgaré la ropa de Madara—añadió sonriendo, al mismo tiempo que Ima suspiro al verla ilusionada—Quizás mañana pueda conseguir pintura para darle una pasada a las paredes, así se verá mejor—lo dijo mas para ella que para la otra fémina, ya que los colores oscuros no le gustaban y ni hablar de las manchas causadas por la humedad que se veían a simple vista. A pesar de ser una casa de buen tamaño, era evidente que había estado abandonada durante largos años y necesitaba reparaciones, pero mas que nada, necesitaba limpieza.
—Sólo dime que colores te gustan y yo misma lo haré para ti—aseguró Ima.
—Por supuesto que no ¿como cree? Además, me servirá de distracción mientras mi esposo se marcha y me deja aquí—sin lugar a las protestas, la ojiperla le dijo cuáles colores quería y la mayor prometió conseguirlos el día siguiente.
—¿Que estás haciendo?—Madara entró y al ver parte de su ropa sobre la cama, se molestó—Ima, gracias por tu ayuda, puedes ir a dormir—la anciana salió apesadumbrada y cerró la puerta tras ella.
—¿Pasa algo?—cuestionó Hinata.
—¿Porque estás colgando mi ropa?—ella sonrió y sin pensarlo se lanzó a sus brazos, ingenuamente, creyó que se disculparía.
—Sólo trató de ayudarte, así podemos dormir tranquilos—con dificultad, intentó pegar sus labios a los de él, pero Madara se volteó bruscamente y la alejó de él.
—Está es tu habitación, no la mía—sin más, el azabache tomó su maleta y abrió una puerta que hasta ese momento, Hinata no había mirado, la cual conducía a otra recámara un poco más pequeña, pero igual de deteriorada que la suya.
—Madara ¿que significa esto? ¿Porque te estás portando así conmigo?—ella lo siguió y paró en seco al ver a Samui acomodando los bóxers de su marido en una cajonera—¿Y tú que haces aquí?—preguntó irritada.
—El señor me pidió que fuera yo, quien lo atendiera, así que sólo sigo órdenes de él—la educación y la paciencia de Hinata se pusieron a prueba ante esa gran afrenta.
—Me tiene sin cuidado quien te ordenó entrar aquí—sin demora, le arrebato las prendas de las manos—así que asegúrate de no volver a hacerlo... ¿Prefieres pedirle que salga, o quieres que sea yo quien la saque?—Madara la miró desconcertado, ella siempre se mostraba dulce y comprensiva, sin embargo, ahora parecía una fiera capaz de lanzarse encima de la rubia y también de él.
—Usted no es mi jefa, sólo recibió órdenes del señor Uchiha—antes que la Hyuga cometiera una locura, el azabache tuvo que intervenir.
—Como ya te lo dije, Hinata es mi esposa y como tal, también es tu jefa, así que deberás obedecer sus órdenes, como si fueran las mías—la rubia apretó los puños—puedes retirarte—Samui salió molesta, pero no por mucho tiempo, dado que apenas cerró la puerta, los gritos de una acalorada discusión estallaron en donde dejó al matrimonio.
—¿Que humillación es esta? ¿Que pretendes?
—Hinata... estoy cansado y no tengo ganas de discutir contigo—ignorándola, se recostó sobre la cama.
—¿Dormiremos separados? ¿Pretendes que nunca sepa si llegas a dormir, o si te quedas con alguien más?—el azabache volvió a poner los ojos en blanco logrando enojar mas a la joven.
—¿De que te quejas? Tienes la recámara mas grande y estás a mi lado ¿no fuiste tú quien juró en el altar seguirme a todos lados sin importar las adversidades?
—Que lindo de tú parte—le dijo mirando la gastada pintura de las paredes—y deja de repetir lo que yo dije, porque también tú juraste amarme y por lo visto...—ya no pudo continuar hablando, o sucumbiría a llorar.
—Así serán las cosas de aquí en adelante y si no te gusta, te puedes largar ¿quien sabe? Tal vez el muñequito de pastel, o cualquier otro de tus admiradores te consuelen, me tiene sin cuidado lo que hagas—la joven sintió que le clavaban un puñal en el pecho ¿donde quedó el hombre que la enamoró? ¿Quien era ese imbecil que ahora la trataba como a alguien sin valor? No quería llorar, pero al recordar las advertencias de Neji, sus tíos y hasta algunos comentarios de Tsunade, ya no se contuvo.
—Está bien... es bueno saberlo y créeme, lo tendré en cuenta—retrocedió hacia su habitación y antes de cerrar la puerta, Madara se acercó como un rayo quedando frente a frente con ella.
—Espera bonita—ella lo miró sin expresiones y prácticamente lo dejó con la palabra en la boca, pues cerró la puerta y colocó el cerrojo, mientras lo escuchaba llamarla.
Cansada por el viaje y dolida por las palabras de Madara, la Hyuga lloró por mucho tiempo hasta que se quedó dormida. El Uchiha no estaba mejor, pues escucharla sollozando le partió el corazón y cuando dejó de oírla, entró quitando la llave. Se recostó sobre la cama y le secó las lágrimas con cuidado de no despertarla.
Estaba perdido, se había enamorado de ella y pensar en que podía dejarlo, lo puso en estado de pánico. Si ella lo abandonaba, no iba a volver a tener oportunidad de acercarse, ya que los Hyuga no se lo permitirían y a pesar de no tenerles miedo, si temía a que ella ya no lo quisiera cerca.
...
El día siguiente, Hinata se levantó y después de comprobar que estaba sola, se fue a ducharse. Mas tardé se preparó el desayuno con los escasos comestibles que encontró, ademas, la cocina no estaba limpia como a ella le agradaba y optó por comer cereal con leche. Con eso sería suficiente mientras se encargaba de ir a comprar lo necesario para la limpieza y la remodelación de la casa.
Estaba lista para salir, cuando un pequeño grupo de personas llegó a la casa—Buenos días Hinata, traje la pintura y también a unos ayudantes—la ojiperla saludo a todos y les indicó dónde dejar todos los artículos que trajeron. Sin que ella lo supiera, Ima le cometo a Obito y fue él, quien compró la pintura y todo cuanto ella pidió, incluso envió a Jugo y a Suigetsu para que le ayudaran.
Cerca de las siete de la tarde, la casa había quedado completamente terminada de pintar, tanto por fuera como por dentro. En agradecimiento, Hinata personalmente les preparó la cena a todos y aún con los cabellos llenos de salpicaduras de pintura, se divirtieron conversando y como Madara e Izuna no estaban, Obito también se unió a la cena.
—Felicidades, hicieron un gran trabajo—el azabache elogió a los varones, ya que según él, eran quienes se encargaron del trabajo.
—Gracias, pero gran parte del mérito, es de la señora Uchiha, fue ella quien más se esforzó y no contenta, también se empeñó en prepararnos la cena—aclaró Jugo con vergüenza.
—Ya les dije que no me llamen así, soy Hinata—Obito se sorprendió al verla totalmente desalineada con la ropa llena de pintura, al igual que su cabello y rostro—¡Oh no sabía que estaba aquí!—aún sin maquillaje ni costosas prendas, se veía bellísima.
—Vine a ver si necesitaban algo, pero ya veo que no—sonrió enfocando a Ima, quien llegó tras la Hyuga con platos de comida.
—Bueno, entonces acompáñenos a cenar, ahora mismo traeré un plato para usted—ella regresó a la cocina y el Uchiha miró a los otros.
—No nos veas así, ella se empeñó en compartir la mesa con nosotros—aclaró Suigetsu, ya que por mas que trataron de negarse, la ojiluna logró convencerlos.
Durante la cena, ella les preguntó sobre la cuidad y mientras los escuchaba, sus deseos de ir a verla por ella misma aumentaron, por lo tanto, le pidió a Obito un vehículo disponible para ir los días siguientes, ya que no desistiría hasta haber terminado con el arreglo de su nuevo hogar.
Los días siguientes, se encargó sola de realizar las reparaciones que creía necesarias, incluso encontró una máquina de cocer y pensaba comprar telas para hacer las cortinas. Lo único que la preocupaba, además de la repentina partida de Madara, era no haber podido hablar con su familia, ya que desde la noche que llegó y les envió un mensaje de texto, no supo dónde dejó su celular. La vivienda no contaba ni siquiera con televisores, mucho menos con línea telefónica y ni hablar de acercarse a la bonita mansión que miró el día que llegó, ya que según Ima, ese lugar no pertenecía a su esposo.
...
Izuna y Madara arribaron a Konoha, luego de cuatro días fuera. Los hermanos se habían tenido que encargar de un pedido especial sobre exclusivas joyas y no podían dejarlo en manos de otras personas. Madara abrió la guantera de la camioneta que dejaron en la pista de la avioneta y tomó el celular de su esposa.
—¿De quien es ese celular?—cuestionó Izuna.
—Es de Hinata—respondió intentando ver los múltiples mensajes que mostraba la pantalla, pero al tener contraseña, no pudo ver mucho.
—¿Y porque lo tienes tú?
—No quiero que se comunique con su familia, ni con nadie de su pasado—la noche que estuvo con ella, antes de marcharse, miró el teléfono y como temía que ella lo abandonara, no lo pensó dos veces y se lo llevó consigo.
—Lo único que conseguirás es que se preocupen por ella y busquen la manera de llegar aquí para llevarla de regreso.
—Eso no lo permitiré, ella no me abandonará—aseguró mostrando confianza frente a su hermano, pero en sus adentros, temía que eso llegara a suceder.
El trayecto continuó en silencio hasta que entraron a la propiedad y se fueron acercando a la casa que eligió Madara. Izuna estuvo en contra de su decisión, ya que según él, Madara estaba yendo demasiado lejos con su afán de castigar a la joven. A simple vista, ese lugar era horrible y ninguna chica estaría dispuesta a vivir en allí, no obstante, según Ima, ella no se había quejado.
—¡Cielos!—exclamó Izuna al estacionar cerca de la vivienda—¿Me equivoque de dirección?—Madara se quedó boquiabierto cuando miró el estado de la casa, incluso había plantas en la entrada.
—Pero que demonios—justo antes que pudiera bajar, la ojiperla salió con intención de ir a la cuidad, aún necesitaba comprobar algunas cosas y quizás también un celular, aunque Obito le dijo que ahí no funcionaban—Espera aquí.
—Pero—el azabache no lo dejo quejarse y dirigió hacia ella, mientras Izuna se quedó arriba del vehículo, a una distancia considerable.
—¿Que pasó aquí?—ella lo enfocó y sonrió feliz.
—Estás de regreso—el Uchiha la abrazó y sin pensarlo, también la besó. Hinata correspondió feliz, pero en segundos, todo terminó. Madara se detuvo y la alejó de su lado.
—Pregunté ¿que pasó aquí?
—¿Que te pasa Madara?—el Uchiha la ignoró y se adentro en la vivienda. El lugar prácticamente ya no parecía el mismo.
Limpiándose las lágrimas, Hinata se acercó a la camioneta que le envió Obito. No tenía casó hablar con su esposo, ahora sólo necesitaba escuchar a su familia, necesitaba hablar con su tío, con Ino.
—¿A donde crees que vas?—inquirió Madara.
—Voy a pasear por la cuidad—Izuna veía todo y no sabía que pensar.
—Yo estoy cansado y no me apetece salir—le dijo cerrando la puerta de la camioneta. No quería que ella se subiera.
—Espera... espera un momento—la Hyuga sonrió caminando frente a él. Se veía preciosa con esos ajustados vaqueros y las botas a la rodilla—no te estoy invitando, dije que voy a pasear y eso haré, así que haste a un lado.
—Escúchame bien, no voy a permitir que hagas lo que te venga en gana—la tomó de la cintura mientras ella se resistía—eres sólo mía—la besó a la fuerza, pero ella no sucumbió y continuó forcejeando hasta que logró acertarle una bofetada.
—Eres un imbecil—de nuevo se alejó y él la volvió a detener—suéltame...—estaba furiosa y no lo quería cerca.
—Basta Madara—la ojiperla se paralizó al enfocar al dueño de esa voz—es suficiente—lentamente, Madara la soltó y se enfocó en su hermano.
—¡Sasuke!—los sentimientos que creyó muertos parecieron cobrar vida—¿Eres tu?—Madara apretó los puños, mientras que Izuna buscaba la manera de sacarla de su error.
Continuara.
Aquí está otro capítulo, me disculpo por la demora y por las posibles faltas de ortografía que seguramente se me quedaron sin que las notara, apenas las encuentre y las iré corrigiendo.
Estaba escribiendo el capítulo siguiente de La esposa del héroe, pero me encanta escribir esta historia y cuando empiezo, no se donde detenerme.😊💕
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