El florecer de una guerrera
Prólogo: el florecer de una guerrera
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Era de tarde y todos estaban reunidos en Berk. El cielo estaba casi oscuro. Los Hofferson estaban apurados por el nacimiento de su segundo hijo. La señora Hofferson ya estaba presentando los primeros síntomas, lo cual los hizo alistarse rápidamente.
Cada que un nuevo ser venía al mundo era un motivo de celebración para los berkianos, porque eso quería decir que la pequeña isla de Berk crecía poco a poco. Ya hace un año que el hijo del jefe había nacido, ahora le tocaba a los Hofferson sentir esa bella sensación. Stoick y Kansen Hofferson se llevaban de maravilla, sin importar la condición de cada uno.
Kansen era un humilde habitante de Berk, felizmente casado con su esposa Kaira. No son ni ricos, ni pobres. Contaban con los recursos necesarios para vivir dignamente y poder mantener al bebé que viene en camino.
La joven madre estaba preparada para dar a luz a su hijo, pero eso no quitaba el terrible miedo que sentía. Quería que su bebé naciera sano y fuerte, ya que, su vientre no estaba muy grande y eso le preocupaba. Valka para los últimos días ya tenía un enorme —y muy enorme— vientre. Extrañaba su compañía. No eran las mejores amigas, pero solían darse apoyo cada que Kansen y Stoick charlaban sin parar. Después del nacimiento de Hiccup —como decidieron nombrarlo— hubo un problema con los dragones, y gracias a ellos Valka desapareció. Los vikingos ya tenían problemas con estos reptiles y después de eso... Stoick les tomó un rencor terrible.
Berk era armonioso, pero los débiles vivían con miedo de ser atacados, mientras que los valientes buscaban acabar con cada uno de ellos.
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No faltaba mucho para que el bebé naciera. Kansen no quería separarse de ella en ningún momento, pero Gothi, la curandera de la tribu, le ordenó que las dejara solas y así Kaira pudiera concentrarse.
No le gustaba esa condición. Necesitaba a su esposo para poder estar tranquila y segura de sí misma, pero considerando que es el único lugar donde ella puede aliviarse dignamente, tuvo que conformarse.
La próxima madre echó un grito de dolor, mortificando a Kansen. Estaba afuera, sin embargo, podía escuchar cada una de las quejas que su mujer. Era como si estuvieran torturando a un animal.
El rato pasó volando para él, pero para ella fue eterno. Gracias a Thor ya había acabado y finalmente, tenía a su hija en brazos.
—Pero qué bella eres. —expresó, muy sentimental. Acarició su mejilla con dulzura, pasando su mano por el cabello de la bebé —. Tu padre debe conocerte.
Kansen entró finalmente. Estaba maravillado con la belleza de su hija, lo cual le hizo pensar que su niña debía llevar un nombre muy significativo.
—Astrid —mencionó —, porque ella no sólo será bella, sino también fuerte.
Kaira lo miró con una sonrisa. La misión del hoy... es impulsar el comienzo de su pequeña guerrera y así en un futuro no dependa de nadie.
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Las lágrimas comenzaron a caer de sus inocentes ojos. Otra vez Snotlout y sus compañeros la habían hecho sentir menos. Siempre le decían que ella no podía juntarse con ellos por ser una niñita, por ser débil.
A su cuarto corrió, presurosa. Y no tardó en cubrirse con todas las mantas hasta la cabeza. No paraba de llorar.
—Eres una tonta, Astrid —se dijo a sí misma —. Solo sabes llorar.
Tomó su peluche y lo abrazó con fuerzas. Su único amigo era él.
—Hermanita, ¿ahora por qué lloras?
— ¡Oliver!
Aventó su peluche y corrió a recibirlo en un abrazo, mientras no paraba de llorar.
—No quieren ser mis amigos, Oliver...
Cinco años de diferencia. Astrid era una pequeña de cinco años. Oliver tenía diez.
—Dicen que soy débil...
Y él era su mayor motivación.
—Que soy una niñita...
—Basta, Astrid... —interrumpió su llanto. Astrid esperaba que la regañara por ser frágil —. ¿Vas a permitir que esos cabezas de carnero consigan lo que quieren? ¿Sabes por qué lo hacen? —Ella negó, atenta —. Porque te tienen miedo... porque en ti ven la verdadera fuerza vikinga que ellos no poseen...
—Pero...
—No —la silenció, para después quitarse su casco y ponérselo a ella —. Ahora, esto es tuyo —le mencionó, sonriente —. Y... esto.
Su hacha. Oliver Hofferson amaba con locura esa hacha. Era la que lo había acompañado en cada uno de sus entrenamientos. La que lo había subido a la cima de la victoria.
Oliver era el orgullo vikingo. Todos envidiaban al hijo Hofferson por su dedicación y buena condición. El hijo que no todos tenían. Ni siquiera Stoick...
—Promete que todos los días vas a luchar por ser lo que ellos no quieren que seas.
La pequeña rubia, con dificultad, sostenía el hacha Hofferson y le sonreía a su hermano mayor. Era una promesa.
Y desde entonces, el florecer de una guerrera dio inicio. Y se forjó la Astrid Hofferson que conocemos.
Una más fuerte, ruda, ágil, capaz de vencer a cualquiera que se le pusiera enfrente.
Y eso era una promesa que mantendría hasta que los dioses decidieran llevársela... una promesa a su hermano perdido.
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Procuren no matarme antes de tiempo y dejar que la historia dé comienzo xd. Este inicio sí es totalmente de mi autoría, pero lo que viene ya es más con ayuda de toda la saga.
Esto sí es corto, pero espero que lo que se aproxima sea mucho más largo. Creo que a lo mucho calculo diez capítulos y mínimo calculo cinco...
Esto lo tengo escrito desde hace como dos años así que perdonen cualquier error. La verdad cambié muy poco y no recuerdo ni qué significan los nombres, pero así los puse en aquellos tiempos y así lo voy a dejar XD.
Espero que disfruten este pequeño proyectito uwu. Tendrá cosas lindas. En serio.
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