Capítulo 6

Roland rozó con los dedos los adornos del reposabrazos. Cuando estaba inquieto, le daba por repasar los patrones que se formaban en la madera pulida. La habitación estaba llena de sombras. Eso creaba un ambiente siniestro que ponía nerviosos a los invitados. A él le encantaba ver cómo la gente se ponía nerviosa por su causa, aún así, no estaba disfrutando de ese momento. Era el día de la "elección de trabajos" y fuera de aquel estudio había una fila de gente que venía a pedir por aniquilación. Ese día lo llenaba de un estrés que ni el hecho de estar de nuevo en casa podía disminuir.
Cerró los ojos y se recostó en espaldar del sillón acolchado. En la mesa frente a él había una campanita suspendida entre dos varillas de metal; la tocó, y el agudo sonido del instrumento viajó hasta la puerta del cuarto. Un empleado que estaba fuera oyó la señal y dejó pasar al primer aspirante a cliente.
La luz del pasillo invadió la habitación dejando ver a quien entraba el empapelado rojo oscuro de las paredes, y algunos cuadros de la familia Rossi, pero no a quien estaba sentado detrás de la mesa.
Roland vio como la alta e imponente figura de Rossi Sr lo observaba desde una de las pinturas y casi pudo sentir la mirada de su ya desaparecido padre sobre él, una mirada de desaprobación por haberse convertido en una persona tan blanda.
En ese momento se sentía como Luis VIX en una audiencia con su pueblo, o como un cura en un confesionario. Lo odiaba. Juntó ambas manos sobre la barriga y esperó a que el hombre que acababa de entrar se acercara. Caminaba muy seguro de sí mismo a diferencia de la mayoría de personas que llegaban allí.
-Señor Rossi, es un placer conocerlo al fin.
El hombre era flaco, larguirucho y arrastraba las letras al hablar. Por la manera en que estaba erguido parecía que uno tendría que enorgullecerse por estar en su presencia.
-Que esté hablando conmigo no significa que me conozca -respondió Roland.
-Sí, es cierto, un hecho redundante que nadie se molesta en aclarar, pero al parecer usted se fija en los más mínimos detalles. -Sonrió, y su sonrisa pareció real, aunque no lo era.
Roland lo detestó al instante, no soportaba estar rodeado de hipócritas, pero era algo necesario en la vida y en los negocios. Le preguntó el nombre al tipo a pesar de que no le hacía falta, sabía quién era.
-Thony Macana, para servirle -dijo el hombre mientras se quitaba el sombrero fedora blanco y dejaba expuesto el cabello del mismo color.
-No se demore Macana, dígame su caso. Estoy bastante ocupado.
-Tan impaciente como su padre. Bueno, el caso es sencillo. El otro día eliminé a alguien que me estaba causando mucho daño. -Puso cara de pena y en verdad fue muy convincente-. El problema está en que no tuve cuidado y alguien me vio hacerlo.
-Y ahora quiere eliminar a quien lo vio.
-Puede ser muy peligroso para mí, si se retoman viejas investigaciones.
- ¿Por qué no se encarga usted mismo? Tengo entendido que cuenta con un número ilimitado de matones.
-Los matones no son lo mismo que sicarios profesionales, no quiero levantar más sospechas; además, el chico desapareció, y mis recursos están un tanto limitados. Sé que ustedes son los mejores para hacer el trabajo, y prefiero pagar una sola vez por algo bueno, que dos veces por algo malo.
Roland asintió con desconfianza- ¿Dijiste chico?
-Es casi un niño, no debe serles difícil encontrarlo.
-Si es así, no tendría que estar tan preocupado. Los niños no suelen ir a la policía, simplemente corren y se ocultan en un lugar seguro.
-La persona a la que maté era su hermano mayor-. Thony se balanceó elegantemente sobre los pies y apretó el sombrero contra el pecho. Tenía un puchero en el rostro como si fuera un niño y acabara de confesarle a su madre que era él quien había roto el jarrón de porcelana china de la sala.
Rossi apretó los dientes e hizo una mueca. Estaba seguro de que la razón por la que el hermano del chico había sido asesinado no era algo tan importante, y aún así, el monstruo que tenía delante lo había matado. Ahora iba a por un inocente observador de los hechos, pero no era asunto suyo, no podía entrometerse. Solo estaba en su mano negarse a aceptar el trabajo y pedir a los cielos que no encontraran al niño.
-Puede irse, señor Macana -le dijo Roland al viejo.
Macana sonrió-. Entonces, ¿Cuándo hablaremos de precios?
-No tendremos ninguna conversación acerca de precios, usted no será mi cliente.
-Pero... ¿Por qué?
-Su caso no tiene las características adecuadas.
-Y podría saber cuáles son esas características que no considera... adecuadas.
-Me las reservo. No tengo que darle explicaciones -su voz profunda se tornó un tanto amenazante.
-Ya veo, los chismes deben ser ciertos, el gran heredero de los Rossi se ha vuelto un blandengue. -Hizo una floritura dramática en el aire con la mano libre-. Ahora ve si los pedidos son justos o no, en vez de fijarse tan solo en el dinero que va a ganar con ellos.
Roland trató de parecer tranquilo, nada era mejor para darle le razón a un comentario que enfadarse por él. Por eso dejó que sus palabras salieran calmadas. Cualquiera que oyera desde afuera diría que estaban hablando del clima.
- ¿Cuántos hombres trajiste contigo, Thony?
Esa pregunta pareció diluir un poco la resolución de Macana. Tragó saliva y disimuladamente retrocedió un paso.
- ¿Qué tiene que ver eso con todo esto?
-Te atreves a insultarme, después de entrar a mi sala de reuniones, solo. -Se echó hacia adelante arrastrando su silla y Thony pudo verle la cara-. Creo que si trajiste alguna guardia personal mis "sicarios profesionales" podrían ejecutar a tus "matones" en menos de lo que decimos estafilococo.
Macana tamborileo con sus dedos largos y huesudos sobre el sombrero. Chasqueó la lengua e hizo una mueca.
-Nadie se enteraría si te eliminara aquí mismo, y si alguien conoce tu paradero, lo olvidará enseguida. Hasta podría recordar los tiempos medievales y colocar tu cabeza en una pica, en mi jardín. Así todo el mundo sabría lo débil que soy.
-Amenazas vacías-. Thony levantó la cabeza.
- ¿Está seguro de que quieres averiguarlo?
-Estoy seguro de que será mejor que busque otra "agencia" -sonrió y se dio la vuelta-. Que tenga un buen día, Rossi.
-Lo tendré.
Antes de llegar a la salida, Macana se detuvo-. Tenga cuidado con las moscas, Rossi, vienen cuando sienten algo podrido, o algo muy dulce.
Salió y cerró la puerta, dejando a Roland nuevamente con su oscuridad. Este dio un golpe en la mesa, frustrado.
- ¿Señor Rossi? -Carlos asomó la cabeza por la puerta.
- ¿Qué sucede, Carlos? -preguntó Rossi faltándole poco para descargar su molestia con el inocente hombre.
-Llegó la carta que esperaba.
¡Por fin una buena noticia! Una sonrisa se asomó en su boca y se levantó de un salto -Tráela enseguida.
Se puso a encender todas las luces para iluminar el ambiente. Cuando terminó, Carlos todavía estaba de pie en la entrada.
- ¿Qué esperas? ¿Por qué sonríes así Cardini?
-Te veo muy entusiasmado.
Roland apoyó su peso en el respaldo de una silla y lo miró serio. Carlos alzó las manos abiertas en gesto de rendición.
-Ya voy, ya voy. No se puede bromear contigo.

......

Roland miró el sobre naranja que tenía entre las manos. El dibujo del corazón y la rosa que había en la parte delantera era el más horrible que había visto en su vida, más bien parecía un hocico de cerdo con un cebollino encima. Atrajo a su nariz la carta que llevaba dentro, pensando que encontraría el aroma de la mujer, pero nada, solo encontró el anodino olor del papel. Estaba comenzando a replantearse todo el juego que había montado. Aquella mujer le estaba pareciendo muy sosa.
Estimado señor:
Yo ya no tengo su pistola. Creo que debe poseer la suficiente inteligencia para imaginarse eso ¿Me cree loca como para pasar con una pistola por la Aduana? Lo siento mucho. Supongo que si quisiera venir a matarme, no tendría ni siquiera posibilidad de esconderme, no de un hombre que puede comprar al FBI para que entregue fichas clasificadas... y a los carteros de toda Cabula. Así que si quiere venir a vengarse por su valiosa arma perdida, puede hacerlo, pero no me haga esperar mucho tiempo por favor, me estreso con facilidad ¿Y qué mayor estrés que esperar la muerte? Si no, puede formar una partida de búsqueda para que revisen en todos los arbustos del Hidenly Park.
Terminó de leer y una carcajada se formó en su garganta. Aquella mujer sí que tenía ovarios... o aparentaba tenerlos. Miró mejor cada palabra y se dio cuenta de que en algunas letras tenían líneas temblorosas ¿Temblaba mientras escribía la carta? Sintió culpa por haberla hecho pasar tan mal momento «Tan malos momentos» -se corrigió en su cabeza-. Era hora de compensarla. Se puso de pie y llamó a Carlos, que enseguida apareció porque estaba esperando tras la puerta.
Roland frunció en seño - ¿Estabas de chismoso?
-Puede que un poquito.
Roland resopló-. No tienes remedio. Dile a mi piloto que partimos en una hora hacia Cabula.
-Lo suponía, pero ¿Qué vas a hacer con la gente que está esperando fuera?
-Que se vayan, si ya esperaron hasta ahora, pueden hacerlo un poco más.
Carlos asintió y abandonó la estancia dando pequeños saltitos. Estaba ansioso por ver cómo se desarrollaba todo.




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