Capítulo 21

      Lidia rozó el cadáver, la piel aún estaba caliente. El sonido agudo que indicaba que el corazón había dejado de latir todavía hacía eco en su cabeza. Sintió que su garganta se serraba dolorosamente y lo que estaba alrededor se volvió borroso por las lágrimas que comenzaban a salir de sus ojos. Un sollozo se le escapó y se dejó llevar por la tristeza. Carlos apretó su hombro. Como ella, él también estaba llorando. Se permitió abrazar al hombre, hacía poco que lo conocía pero ya lo quería como a un padre.
    –Ahora sta descansando –dijo Carlos con la voz un poco temblorosa.
    Lidia asintió sin poder hablar. Rose había sido una persona asombrosa y hubiera deseado tenerla más tiempo en su vida. Se la imaginó cargando a sus sobrinos-nietos, arrugando el rostro si alguna vez tuviera que cambiarles los pañales; y la vio en su mente tratando de convertirlos en damitas y caballeritos. Una sonrisa amarga se le formó en los labios. Se le revolvieron las tripas al rememorar sus últimas palabras: “…él es su padre, Cassandra me lo confesó.” La muchacha no se sentía capaz de transmitir ese mensaje ¿Qué habría pasado si no hubiese sido ella quien acompañara a Rose en sus últimos momento? ¿La mujer mayor se hubiera atrevido a revelarle el secreto directamente a Roland o a Carlos? Claro que sí.
    Si algo identificaba a la señora Rossi era que no tenía pelos en la lengua y no le importaban mucho las consecuencias de sus palabras, aún así, había guardado durante años el conocimiento de la aventura que tuvo la mujer de su hermano con Carlos, seguramente para evitar la dura represalia que tomaría Rossi Sr contra estos dos. Aunque no estaba de acuerdo con las infidelidades, sintió un profundo respeto por la anciana. Le había dado amor a Roland sabiendo que verdaderamente no era su sobrino.
    Un médico llegó pidiendo permiso para trasladarla. Entre dos enfermeros pusieron el cuerpo en otra camilla, lo cubrieron con una sábana blanca y se lo llevaron
     – ¿Qué fue lo que pasó? ¿Quién lo hizo? –preguntó la muchacha.
    –Lo hicieron quattro hombres, el hijo de Farton Wolf uno de ellos.
    –Fue mi culpa –gimoteó Lidia.
    – ¿Qué dices, bambina? ¿Cómo vas a tener la colpa?
    –Yo denuncié a Wolf al FBI.
    Carlos suspiró–. Non te puedes culpar por la crudeltà y locura de la gente, además, Roland lo amenazó en la carcere para que no dijera che lo había visto en el prostibolo. Farton jr simplicemente tenía sed de sangue; che apresaran a su padre lo jodió molto, buscó a quienes pensó que eran los colpevoli, e hizo lo que hizo. No te sientas culpevole, la colpa puede arruinarte la vita. Te lo digo per experiencia propia.
    –Gracias –dijo, y él le palmeó la espalda–. Los que atacaron ¿Murieron en el tiroteo?
    –Due lo hicieron, due lograron huir: Wolf y su primo.
    Lidia apretó los puños, clavándose las uñas en las palmas.
    –No se imaginaban che Roland iba a tener tanti guardie en la boda, vestidos de civile –continuó Carlos–. Solo vieron a John con la sua divisa*. Si te lo preguntas, por questo e che los guardie de Rossi sempre van uniformados, para que la gente no espere que vaya a ponerlos en cubierto en una occasione como esta. Recuerdo que algunos llevaban hasta parrucca*. Ese muchacho e brillante y sus trabajadores lo tienen en gran stima. –Él sonrió con orgullo–. Es mejor que vayamos con Roland, debemos informarle.
    – ¿Crees que debemos hacerlo, aún con su estado?
    –Roland no está tan male, además, a él le gustaría que le dijeran la verità. Si no lo hiciéramos, no nos perdonaría.
    –La verdad… ¡Espera! –dijo cuando el hombre ya estaba abriendo la puerta–. Tengo que decirte algo, Rose me dijo antes de morir que…
    –No tienes que compartirlo conmigo. –Agitó una mano en el aire.
    –Sí, tengo. –Inspiró profundo–. Rose me dijo antes de morir que tu eres el padre de Roland. La madre de él se lo confesó.
    Carlos se quedó perplejo. No pudo moverse en lo que pareció un minuto. Después de ese tiempo arrastró la silla que había junto a la cama y se sentó en ella con los codos en las rodillas y la cabeza apoyada en las manos–. Sé que esto va a sonare ipocrita, considerando lo que te acabo de decir, ma, no puedes contarle questo a Roland.
    – ¿Por qué no?
    –Él me quiere como a un amico, o un fratello anziano; me aprecia eguale che a cualquiera de sus trabajadores en el peor de los casos. Nunca me ha visto como una figurina paterno.
    –Vives en su casa.
    –Soy su avvogato, me necesita.
    –Yo no conozco mucho de este mundo, pero nunca he visto a un abogado vivir en la casa de su cliente.
    –La mia esposa e su ama de llave y la casa de Rossi e muy grande. No le cuesta nada que viva allí, de hecho, le pone más facili las cosas.
    Lidia resopló–. No te engañes, Carlos. Sabes que lo más que quieres es ir a allí y gritárselo.
    –Lo que io quiero no importa, además… –La miró casi con odio, pero Lidia se mantuvo firme, aunque se sintió un poco dolida–. Tú no tienes derecho a scegliere*.
    –Roland es un adulto, y una persona muy cerrada. Te ama mucho, me he dado cuenta. Lo hace aunque lo saques de sus casillas con tus burlas, y es que a veces te pasas; mira que montar un set de película para asustarme.
    –Eso lo planeó él.
    –Ah, ya ves, sacó tu vena bromista. –Cardini hizo una mueca–. No sé cómo sea en Francia o en Italia, pero aquí en Cabula los últimos deseos de los muertos son sagrados, y tener al espectro de Rose jalándome las piernas todas las noches no es algo que quiera para mi futuro.
    –Vas a destruir tutto si lo dices.
    –Me encantaría que fueras abuelo de mis hijos.
    Carlos hipó–. Sei una manipuladora, pasaste demasiado tempo con Rose.
    –A veces se deben emplear estas tácticas por el bien de las personas. –Le tendió una mano y él se la tomó–. Roland se merece la verdad.
    El hombre movió la cabeza afirmando–. Será muy diffcile recibir la noticia de que su zía murió, y también enterarse de que tutto lo che creía certo no lo è, que la sua madre engañó a Rossi Sr con el mejor amico de este, un emigrante francés que luego se convirtió en su avocatto. –Carlos dejó que su vista se perdiera en las luces del techo–. No quiero justificarme, pero ellos no se habían sposato cuando pasó. Rossi Sr desapareció por casi cinque mesi y ella pensó que la había abandonado. Cassandra y yo teníamos la misma età y nos llevábamos benne. La donna estaba sola y buscó compañía conmigo. Una cosa llevó a la otra y… sucedió. Cuando Rossi tornò, casualmente unos días después, nos enteramos de che había stato escondido. Se sposarono enseguida. Ella nunca me contó che Roland era il mio figlio, pero io lo sospechaba.
    Lidia agachó la cabeza sin decir nada. Una mujer vestida con uniforme verde abrió la puerta.
    –Su hijo lo mandó a buscar –dijo la enfermera.
    Carlos se tensó visiblemente y miró a Lidia.
    –A mi no me mires, yo no he salido de aquí.
    – ¿Por qué dice que es mi hijo? –le preguntó el hombre a la trabajadora del hospital.
    –Bueno, él dijo “Vaya a buscar a mi padre, por favor”. Yo supongo que es usted ¿No?
    Carlos abrió la boca, pero no pudo articular palabra alguna.
    –Ya va, Gracias –dijo Lidia por él.
    La enfermera les dedicó una sonrisa y salió de la habitación.
    – ¿Cómo lo supo? –Carlos estaba aturdido.
    –No tengo idea, pero deberías fijarte más en el hecho de que te dijo “padre”, que en la razón por la que lo haya averiguado –Lo empujó suavemente hacia la puerta, él caminó como un autómata.
                                                                        ……..
    Lidia puso una mano en el cristal por donde se veía a Roland. Su esposo… se le hacía raro pensar en alguien como “su esposo”, pero el hombre lo era y ella estaba feliz por eso. Cuando lo había visto lleno de sangra, con la piel pálida y los ojos entrecerrados, su corazón se había roto. Si él hubiera muerto allí, la muchacha nunca se habría recompuesto. Roland se había convertido en su todo.
    El hombre giró la cabeza hacia ella y la vio de pie tras la ventana. Le sonrió, y Lidia se llevó la punta de los dedos a la boca, depositando en ellos un beso que luego le envió con un gesto de la mano. Él no hizo ninguna pantomima de atraparlo, pero su sonrisa se hizo más amplia y en sus labios se pudieron leer las palabras “Te amo”.
    Solo uno podía entrar y debía ser Carlos. Él y Roland necesitaban una buena conversación. La joven le hizo una seña a Carlos, y este se metió en la habitación con los brazos cruzados detrás de la espalda para que el hombre que estaba en la camilla no viera que temblaba. La atención de Roland se desvió enseguida hacia su abogado. Lidia se alejó para darles privacidad, sintiéndose mal por alegrarse de no tener que dar ninguna de las dos noticias (la muerte de Rose y el reciente descubrimiento de la paternidad de Carlos) Se dirigió a una de las máquinas expendedoras de comida con la intención de comprarse una chocolatina. También tenía que visitar a su hermano mayor-mayor, que había recibido un tiro en el hombro. Con respecto al futuro, de algo si tenía absoluta certeza: Nadie iba a querer asistir a la renovación de votos matrimoniales.
                                                                   …..
    –Siéntate, por favor –le dijo Roland a Carlos. El herido tenía la voz cansada y parecía demacrado.
    Carlos tomó asiento junto a él. Roland suspiró sin mirarlo. No tenía idea de cómo comenzar y realmente se sentía incomodo.
    – ¿Rose? –preguntó.
    –Acaba de fallecer.
    Rossi soltó un quejido y desvió el rostro para que el otro no se diera cuenta de que iba a llorar. Tomó aire y trató de calmarse.
    – ¿Lo sabías? Lo de que eres…
    –No, me acabo de enterar. La señora Rossi se lo dijo a Lidia en sus últimas palabras.
    – ¿Qué piensas de todo esto?
    Carlos se revolvió el pelo –No lo sé. Yo… Yo siempre te he querido como a un hijo. –Se le quebró la voz.
    El más joven apretó los dientes. No recordaba la última vez que había llorado, pero debió ser cuando su madre había muerto. Ahora estaba llorando, y no sabía si por perder a su tía, porque su abogado y mejor amigo era su padre, o por ambas cosas–. Yo sospechaba que mi padre no era mi padre, pero que seas tú es completamente inesperado.
     – ¿Qué quieres decir? ¿Cómo lo sabías?
     –Mi madre trató de ocultarlo, pero cuando era niño, encontré unos análisis entre las cosas de la tía Rose. Decían que mi madre era del grupo sanguíneo O. Yo sabía que mi papá también era O. Entonces era imposible que yo saliera A, pero lo soy… y tú también. Lo supe cuando me dijeron que donaste sangre para mí. Mi padre pudo ser cualquier otra persona, pero toca la casualidad de que siempre me han comentado que tenemos la misma barbilla. Gracias por salvarme la vida, por cierto.
    Carlos asintió mientras meditaba la explicación de Roland –No espero que me quieras como a un padre, sé que no le llego a Rossi ni a los talones.
    –No es por eso, mi padre a veces era un cabrón y tú siempre estuviste para mí. Es solo que ya soy un adulto, tengo mi identidad bastante arraigada, pero si te sirve de algo, tú nunca has sido un simple empleado. No estoy avergonzado de que seas mi padre biológico. Eres el mejor hombre que he conocido. –Le cogió una mano a Carlos y este a su vez le puso otra encima–. ¿Sabes que nunca te había visto llorando? Incluso en el entierro de mi madre tratabas de hacerme reir. No te lo dije, pero ese día tenía ganas de darte un puñetazo.
    –Sí, me di cuenta. –Sonrió con pesar–. Lloré, sí, lloré cuando tu madre murió.
    – ¿La amabas?
    –No como tú piensas, de ese modo solo he amado a Milah; a tu madre la quería porque era mi amiga, y una persona excepcional.
    Roland no quería discutir, no pensaba que una persona excepcional traicionaría a su marido, pero tendría las respuestas de sus preguntas luego, ahora tenían asuntos más importantes de los que ocuparse–. Tenemos que hablar del entierro de mi tía.
    –Tú no te preocupes por eso, ni siquiera te puedes poner de pie aún, déjamelo a mí.
    Él negó. –Quería que la enterraran en Italia, junto a sus padres. Tenemos que hacer el traslado pronto. Organiza todo para mañana, yo también quiero irme para estar allá cuando la vayan a enterrar. –Frunció el seño–. Ahora es difícil darte órdenes.
    Carlos rio–. ¡Ni se te ocurra despedirme! Tú ordena, yo cumplo.
    –Podríamos adelantar tu plan de retiro.
    – ¿Me dices eso ahora, por lo que acabas de saber?
    –No, te lo habría dicho después de la boda si no hubiese sucedido lo que sucedió. Planeaba ponerte delante de todo mientras Lidia y yo íbamos de luna de miel.
     –Pues parece que deberás retrasar un poco ese plan, porque en el estado en que estás no creo que puedas mojar mucho.
     – ¡No me jodas, Carlos!
     –Yo solo te digo la verdad. La pobre Lidia…
     – ¡Basta! ¡Fuera! –gritó con un brillo de diversión en los ojos.
     – ¿Qué hay con mi plan de retiro?
     –Te vas a retirar, te vas a retirar a hacer todo lo que te dije; y dile a Lidia que venga, por favor.
     –No pensarás hacerlo aquí y ahora.
    – ¡Veeeeete!
    –Ya voy, Ya voy. –Alzó las manos en gesto de paz–. Después no me digas que se te soltaron los puntos. –Carlos salió del cuarto con la equilibrada combinación de tristeza y alegría. Se sentía triste por los que ya no estarían con ellos, también por el giro drástico que había tomado su vida en tan solo unos minutos; y alegre porque consiguió lo que siempre había querido: Un hijo y una yerna maravillosos, una familia más grande que la que ya tenía y que con seguridad se agrandaría aún más.
      
    
   

   
   

   
    
   

    
    

    

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