Capítulo 20

     –Signore Sierra, me voy a casar con su hija.
    Sergio Sierra, que en ese momento estaba disfrutando de un documental muy interesante sin siquiera enterarse de que en su casa había visitas, miró al hombre que tenía justo al lado ¿Había escuchado bien? ¿Estaban las palabras “casar” e “hija” en la misma oración? No se alarmó por la presencia de aquel tipo, Lucía estaba cerca y eso quería decir que le había permitido entrar. Ya lo había visto antes con Lidia. Se puso de pie tratando de ser lo más intimidante posible. El “visitante” era bastante aterrador –con esa cicatriz y la el tabique ligeramente torcido–, Sergio no podía quedarse detrás si el asunto tenía algo que ver con su pequeña.
     – ¿Qué dijiste? –preguntó Sergio. Él siempre había sido una persona correcta y civilizada, pero en ese momento trató de adoptar la forma de la gente que vivía en los barrios más marginados.
    –Me voy a casar con su hija.
    – ¿Dónde está Lidia?
    –Aquí papá. –Lidia salió de detrás de la puerta de la cocina, donde se había estado ocultando, sin saber qué cara poner ¿Diversión? ¿Alegría? ¿Vergüenza?
    – ¡Mi niña! –Sergio la abrazó con lágrimas en los ojos–. Este loco, dice que se va a casar contigo.
    –Es cierto, papá. Nos vamos a casar.
    Su padre la miró, incrédulo, y se separó de ella–. Sabía que esto iba a ocurrir. –Se puso una mano en la cabeza–. ¡Lo conoces hace solo dos meses!
    –Sergio, cálmate –dijo Lucía.
    – ¡Que me calme! ¡¿Que me calme?! ¡¿Cómo quieres que me calme?! Tú lo sabías ¿No?
    –Sí, sabía que se estaba enamorando de él.
    – ¿Enamorada? Nadie se enamora en dos meses.
    Lucía jadeó, poniéndose una mano en el pecho en gesto dramático–. Retíralo.
    El hombre se dio cuenta de lo que acababa de decir, ellos también se habían prometido en un tiempo similar–. Lo siento amorcito, perdóname –suplicó.
    Lidia aprovechó la distracción para ir junto a Roland y cogerlo del brazo–. ¿Quieres ir a tomar un café?
    – ¿No deberíamos aspettare a que terminen?
    Ella arrugó la nariz. –Van a demorar un rato. No suelen discutir, pero cuando se trata de mi… Espero que no seamos iguales.
    –La discussione es la base de las relaciones sociales. –Le besó la frente.
    –Vamos ¿Recuerdas la cafetería donde me raptaste?
    –No vayas a decir eso en voce alta, y sí, lo recuerdo; tenía un nome raro.
    –“El Kakatunga”. Sirven los mejores capuchinos de la ciudad. –Lo haló hacia la puerta de entrada.
    – ¿A dónde creen que van? –preguntó Sergio.
    –Capuchino –respondió Lidia.
    –Vengan aquí, todavía tenemos mucho que discutir.
    – ¿Ya terminaron ustedes de gritarse? –preguntó la muchacha.
    El señor y la señora Sierra se miraron –Sí –dijeron al mismo tiempo–. Ahora. jovencita, nos vas a explicar cómo sucedió esto. –Sergio alzo un dedo y señalo consecutivamente de Rossi a Lidia–. Y tú –dijo refiriéndose a Roland–. Me debes una conversación, “la conversación”.
    Todos tomaron asiento. Lucía repartió zumo de maracuyá y tostadas con mantequilla. Después de unos minutos de silencio incómodo, Sergio volvió a interrogar – ¿Y bien? ¿Cómo fue?
    –Papá ¿En serio quieres que te cuente los detalles?
    Su padre abrió mucho los ojos con la cara roja–. No, en verdad no. Mejor que él me diga sus datos, primero ¿Quién eres? ¿Dónde trabajas? ¿Dónde vives?, y sobre todo ¿Qué edad tienes?
    – ¿Perché el “sobre todo” está en la età? Yo creo que la signora Sierra se ve mucho más joven que usted.
    Sergio frunció el seño–. Preguntas de rutina, solo responde.
    –Il mio nome e Roland Rossi. Soy dueño de una… Empresa funeraria, una de las más grandi di Italia.
    Lidia casi se atraganta con el zumo y su madre se presinó.
    –Anche* estoy en el negocio de los zapatos –continuó Roland–. Vivo en Florencia, Italia, y tengo treinta y dos anni.
    – ¿Te vas a casar con un hombre que tiene una empresa funeraria? –le preguntó Sergio a su hija.
    – ¿Qué tiene eso de malo?
    –Nada. –Negó cansado–. Por el aspecto que tienes, pareces una persona seria y responsable, eso es bueno; pero también eres demasiado diferente a mi hija ¿Estás seguro de esto?
    – ¿No debería preguntarle eso a ella?
    –Sé que ella está segura. Lidia es una persona rara, especial, ninguno de nosotros podría haber pensado que se enamorara de alguien como tú.
    –Sí, ya me di cuenta de eso.
    Sergio movió una mano para acallarlo. –Deberías ver su habitación antes, podría hacerte cambiar de opinión ¡Hizo un faser con una pistola de agua! Está obsesionada con esas cosas de frikis.
    – ¿El faser funziona?
    –Sí.
    –Bueno, eso solo dimostra su genialidad.
    –Hasta hace poco trataba de hacer magia con un palo.
    – ¡Papá! –Exclamó Lidia avergonzada– Eso fue hace mucho tiempo.
    –Fue hace tres años.
    Ella bufó. –Tres años, casi una eternidad.
    –Signore Sierra, no me va a hacer cambiar de idea, aunque debo decir que sus tácticas de manipulación son sorprendenti.
    Sergio sonrió–. Podría amenazarte con ir tras de ti si algo le pasara, como haría cualquier padre, pero déjeme decirle: Lidia no es una mujer como las que debe estar acostumbrado a tener, ella se merece que le seas fiel, y que no la dejes tirada para ir a jugar con otras. Ella te cortará los cojones si lo haces.
    –Me queda claro.
    –Bien, ¿Cuándo es la boda?
    –Todavía no tenemos una fecha, a eso vinimos, a planear –respondió Lidia–. La haremos aquí en Cabula, eso sí es seguro.
    –Mi zia siempre organiza un viaje al Caribe por estas fechas y queremos que coincida.
    –Bueno, lo más conveniente es que sea en navidad, cuando se reúne toda la familia –intervino Lucía.
    –Sono d' accordo –dijo Roland.
    –Y yo –lo secundó su futura esposa.
    –Pues no hay nada más que discutir, en navidad será –expresó Sergio.
    – ¡Deja que se enteren tus hermanos! –Exclamó la señora Sierra, y se puso de pie–. Oh, lo había olvidado. –Corrió a su habitación y unos segundos después trajo una carta–. No sé si lo habrás recibido en Email, pero esto llegó esta mañana. –Le dio un sobre–. Sé lo mucho que te molesta que husmee en tus cosas, por eso no lo abrí.
    –Gracias por no abrir mi correspondencia, mamá.
    –De nada cariño. –Sonrió.
    Lidia abrió el sobre, que parecía venir de la editorial que le estaba publicando su libro. – ¡Por dios! –Saltó de su asiento con un chillido–. “Caronte en el siglo veintiuno” se convirtió en Bestseller. Hasta en América del Norte va a recibir reconocimientos ¿Cómo no me enteré de esto antes?
    –Bueno, estabas un poco occupato. –Roland le mordió la oreja olvidándose de sus suegros–. ¡Congratulazioni amore! –La abrazó.
    –Gracias mi vida.
    Se oyó un carraspeo del otro lado de la habitación – ¿Ustedes ya…? –inquirió Sergio.
    – ¡No! –dijeron su yerno y su hija.
    –Bien, entonces nada de muestras de afecto hasta la boda.
    – ¡Papá!
    –Felicidades, mi niña, estamos muy orgullosos.
    –Sí que lo estamos.
    –Ahora cambian el tema –se quejó la muchacha.
                                                                   ………….
    “Con este anillo yo te desposo. Prometo serte fiel y sincera en cuanto a mis sentimientos. Prometo esforzarme por hacerte feliz, más aún si estas en un mal momento de tu vida, (ya sea por enfermedad o porque a veces eres un capullo gruñón). Prometo que te respetaré, y que mi orgullo nunca me impedirá pedirte perdón después de iniciar una discusión. No habrá ningún tipo de violencia por mi parte. Te apoyaré para que cumplas tus sueños y metas; y sombre todo, te amaré hasta el fin del mundo, always*.” –Lidia sonreía mientras lo miraba, ambos tenían los ojos brillantes y estaban ansiosos por quedarse a solas.
“Con questo anello io te desposo. Prometto serte fiel y sincero en cuanto a mis sentimenti. Prometto esforzarme por hacerte felice, más aún si estas en un mal momento de la tua vita. Prometto que te respetaré, y que il mio orgoglio nunca me impedirá pedirte perdono después de iniziare una discussione. No habrá ningún tipo de violenza por mi parte. Te apoyaré para que cumplas tus sueños y metas; y sombre tutto, ti amarò anche el fin del mondo, always*.” –dijo Roland.
    Por el poder que me ha sido concedido –exclamó Carlos abriendo los brazos en gesto un pomposo–. Los declaro marido y mujer. Los novios pueden besarse.
     Roland y Lidia se besaron como si no lo hubieran hecho desde hace tiempo y los invitados aplaudieron, pero luego quejarse de incomodidad cuando el beso duró más de la que debía. Tomados de las manos se unieron a la celebración. Estaban en el claro de un pequeño bosquecillo. Había mesas redondas situadas en forma de círculo, dejando un espacio en medio para que la gente bailara. Las diferencias de idioma estaba siendo un problema para la comunicación, por lo que la mayoría se aislaban en sus grupos, aunque había sus excepciones. La señora Rossi, por ejemplo, iba revoloteando de un lado a otro comiendo pastelillos y hablando con todo el mundo. La mayor parte del tiempo acompañada por un hombre de piel oscura que era algunos años menor que ella y por alguna extraña razón parecía tener un afecto sincero hacia ella.
    –Me enteré de que ahora eres una escritora famosa. Ahora puedes devolverme el dinero de las joyas y la ropa que te di –le dijo a la recién casada.
    – ¡Zia! –la regañó Roland.
    –Era broma, solo una broma –se rió Rose.
    Rose se fue y se quedaron solos.
    –Ya me podrías decir perché dijimos “sempre” en inglés como parte de nuestros votos, en vez de decirlo en spagnolo o italiano.
    Lidia suspiró–. Algún día lo sabrás.
    – ¡Abajo! –se oyó gritar a John desde el otro extremo del claro.
    Roland se tiró encima de Lidia y la tumbó en el suelo, protegiéndola con su propio cuerpo –como mismo había hecho en el Hidenly Park semanas atrás–, luego de que se escuchara el primer disparo. El sonido de la vajilla cayéndose junto a los gritos inundó el ambiente. La gente corría y se ocultaba bajo las mesas o tras los árboles. Los disparos parecieron durar una vida, aunque terminaron en menos de un minuto. La muchacha sintió que algo caliente corría por su espalda «Está herido». Los guardias de Roland redujeron a los atacantes y Lidia se volteó para poner a su esposo sobre el suelo. El hombre tenía un agujero sangrante en el estómago y apretaba la mandíbula para no gritar de dolor. La primera bala había sido para él
    Ella rasgó su vestida de novia y le puso la tela en la barriga–. Respira lentamente. Inhala, exhala, así. –Marcó el ritmo–. ¡Llamen a una ambulancia! –gritó.
    Carlos salió de detrás de una de las columnas que habían puesto de adorno–. No te preocupes, hijo, la ayuda viene en camino. Sigue presionando eso Lidia ¡Milah! ¡Milah!
    –Aquí –respondió la mujer y salió de debajo de una mesa.
    – ¿Estás bien, cariño? –Le preguntó Carlos a su esposa, tomándola del rostro.
    Ella asintió.
    –Quédate con la muchacha, yo voy a ver qué pasó.
    Las ambulancias llegaron poco tiempo después. Roland tenía una capa de sudor en el rostro y estaba pálido como un muerto. Se lo llevaron al hospital junto a otros heridos. La señora Rossi estaba entre ellos.
    –Ha perdido mucha sangre –dijo el paramédico.
    Carlos insistió en ir él con Roland. Sabía que podrían necesitar hacer una transfusión de emergencia y él tenía la misma sangre: –. Puedo donar si tienen el equipo.
    – ¿Está seguro de tener el mismo grupo sanguíneo?
    –Totalmente.
    –Bien, porque él lo necesitará. Tendremos que improvisar algo aquí. No creo que pueda llegar al hospital si no hacemos la transfusión.
                                                                     
     Nota:
Always: Siempre, en inglés.
   
   
  

   
   
 
   
   
   
   
    
   

    
   
 

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