Capítulo 2

- ¡Buenos días señores! -A Farton Wolf se le iluminaron los ojos al ver a aquellos dos hombres que parecían tan distinguidos, entrar por la puerta de su negocio-. ¿En qué puedo ayudarlos?
-Signor... ¿Wolf? -Farton asintió confirmando y Carlos le dedicó una sonrisa incómoda- ¿En qué cree que puede aiutare? ¿Vienen molte persone aquí pidiendo hamburguesas y patatas fritas?
-No, no, por supuesto ¡La costumbre! Antes trabajaba en un negocio de reparación de equipos electrodomésticos ¿Sabe? Debemos ser educados con los clientes.
-No nos interesa dónde trabajaba, Wolf. Llévenos al "lugar"-dijo Rossi molesto.
-Si por supuesto, por aquí. Nuestro negocio es muy pequeño aún, pero ya atrae a grandes personalidades -iba diciendo mientras caminaba-. Les garantizo que las chicas están llenas de frescura y belleza, ¡No encontrarán chicas mejores en todo Washington! -Wolf los llevó a su oficina, cogió dos tabletas de encima de la mesa y se las tendió.
Carlos levantó una mano negando-. Io no estoy aquí por eso, sólo vine a mostrare el lugar a il mio capo*.
Roland encendió la tableta y enseguida aparecieron varias fotos de mujeres en la pantalla. Sintió que todas eran iguales, todas miraban a la cámara con la misma sonrisa en la cara. Cuando pensó que ya no encontraría nada especial llegó a una mujer diferente. Parecía salvaje, como una fiera a punto de atacar. La muchacha tenía una mirada retadora, desafiante. Enseguida la comparó con todas las amantes que había tenido y que habían fingido aquella expresión como parte de un juego. Ninguna podía igualarse a la joven que estaba mirando en ese momento.
-Quiero esta. -Roland le mostró la foto al encargado del negocio.
Farton hizo una mueca que disimuló enseguida con una sonrisa «El maldito tonto que haya puesto a esa muchacha en la selección de fotos, tendrá que salir de aquí caminando con el culo» -pensó.
-Ah ¡Lidia! Nuestro último descubrimiento. Lo siento, Lidia no está disponible.
-Conozco este tipo de juegos, signor Wolf. Quiere que insista, y luego le pague una cuota superior por la donna*. No lo haré, simplemente me marcharé y usted perderá unos cuantos clientes.
Wolf suspiró-. Está bien, la prepararemos para usted. -Tocó un botón en el teléfono de su escritorio y una voz rasposa de hombre se oyó por el otro lado de la línea.
-¿Sí?
-Preparen a la chica nueva -dijo Farton, rezando internamente porque todo saliera bien.

-Escúchame con atención, jovencita, te vas a portar bien o recibirás una bala en la cabeza.
Ella lo miró, sombría, y asintió.
- ¡Así me gusta! El señor que te eligió es muy influyente, y esto no puede salir mal. -Bajó la pistola-. Vas a tener que acostumbrarte a esto.
El hombre del bigote gigantesco, el mismo al que Lidia había visto en la recepción cuando la capturaron, se marchó dejándola sola encima de la cama, vestida como una cualquiera. Tres días habían pasado desde que dejara su hogar para embarcarse en el viaje que debía dar un giro a su vida, y sí que le había dado aquel giro. La habían visto desnuda como nunca antes cuando la obligaron a ponerse la ropa que traía puesta. Al menos no la habían manoseado tanto; pero eso estaba a punto de cambiar, su cuerpo iba a ser "alquilado". Miró la ventana que había a un lado de la cama. La habitación estaba como en un cuarto piso y podía ver los edificios más cercanos, donde las personas realizaban sus rutinas diarias sin saber lo que se estaba desarrollando allí. Escuchó pasos en el pasillo « ¡Ya viene! » Si había una posibilidad de escapar lo intentaría, aunque se ganara una bala en la cabeza si no lo lograba. Se paró junto a la puerta, que estaba un poco abierta. Tenía el factor sorpresa de su parte.
Entró un hombre vestido con una camisa blanca remangada hasta los hombros.Encima de esta llevaba una chaqueta negra. «Dos opciones: O es camarero, o es mafioso» -pensó Lidia. Cuando vio la pistola que el tipo traía en la cadera, apoyó la segunda opción. Él la miró y ella le sonrió. Una sonrisa sincera antes de atinarle una patada en los testículos con toda su fuerza.

Roland no tuvo tiempo de reaccionar, asombrado, se arrodilló en el suelo mientras los ojos se le ponían vidriosos. Sintió luego una presión en el cuello y la voz de la mujer que le decía al oído: -Toque Vulcano. -La oscuridad se apoderó de él.
Lidia actuó rápido. Sabía que tenía muy poco tiempo, un minuto como máximo. Cerro la puerta y cogió el arma que traía el hombre. Se dio cuenta de que el tipo llevaba un cuchillo medio oculto junto al estuche de la pistola, lo tomó también. Corrió al baño contando los segundos que tenía. Primero debía callarlo para que no llamara a nadie. Agarró el papel higiénico y sacó un trozo bien grande para hacer una bola con él. Se lo metió en la boca al hombre. Le quitó toda la ropa dejándolo sólo con los calzoncillos, que eran bastante peculiares. Luego cortó una sábana a todo lo largo por uno de los bordes. Con la cuerda improvisada le ató las manos, poniéndoselas primero detrás de la espalda.
Las probabilidades de que todo aquello funcionara estaban aumentando, pero no podía relajarse todavía. Gotas de sudor llenaban la frente de la muchacha, su respiración era cada vez más rápida. Cortó otro trozo de tela y le ató los pies, le dio varias vueltas a las extremidades para que fuera más resistente. Oyó un quejido amortiguado, ya estaba despierto. Le aseguró el papel en la boca poniéndole un trapo encima, que amarró a su nuca. Él abrió mucho los ojos y se revolvió tratando de soltarse. Lidia aseguró todas las ataduras con los cordones de las botas del tipo.
Ya podía detenerse un rato a pensar. Observó al hombre, que le devolvió la mirada, incrédulo. Su supuesto mafioso tenía el pelo un poco rizado, gris, con algunos mechones negros. Una cicatriz le marcaba el lado izquierdo del rostro. Sus facciones eran toscas y varoniles. Casi daba miedo, no por la cicatriz, sino por sus ojos azules coronados con gruesas cejas negras, que lo hacían parecer un ave rapaz. Sintió odio hacia él, pero no iba a rebajarse lastimándolo mientras estaba atado. Haría algo mejor cuando llegara a la embajada de su país: Le avisaría a las autoridades para que desbarataran aquel negocio.
Se puso la ropa del hombre. Le quedaba enorme pero olía muy bien « ¿¡Pero en qué estoy pensando!?» Tuvo que abrirle otro agujero al cinto con el cuchillo para que el pantalón le quedara. Sacó todas las sábanas que había en el closet y comenzó a atarlas. Nunca se había fugado de su casa, por lo que el truco de escaparse por la ventana con las sábanas convertidas en sogas era bastante desconocido para ella. Hoy viviría la experiencia. Amarró uno de los extremos a la pata de la cama y haló para probar que resistiera. Sus pies comenzaron a temblar cuando vio la distancia que tendría que recorrer antes de tocar el suelo. Tiró del cierre de la ventana para abrirla, pero no cedía ¿Cómo pudo haber pensado que se lo podrían tan fácil?
Había una mesita de noche junto a la cama. Intentó moverla, pero al parecer estaba soldada al suelo, y los demás muebles de la habitación eran demasiado pesados como para utilizarlos. Tendría que dispararle al cristal, era su única opción. En el momento que escucharan el disparo, los de seguridad correrían hacia allí. Tenía que hacerlo rápido. Alzó el arma y esta relució con un brillo plateado cuando la claridad de la tarde se posó en ella, haciendo resaltar las hojas y enredaderas que tenía grabadas. Quitó el seguro -justo como había visto hacer en las películas-, y disparó. El vidrio no se rompió tan fácilmente como había imaginado, quedaba un trozo grande y amenazante pegado al marco, además de fragmentos pequeños alrededor, parecidos dientes listos para morderla en cuanto pasara por allí. Disparó de nuevo, eliminando el trozo grande, y luego quitó los restantes con la suela de los zapatos del hombre. Miró más detenidamente las botas. Eran demasiado grandes para ella y ya no tenían cordones, no le serían nada útiles. Las lanzó por la ventana. Iba a tener que llegar a un lugar seguro con los tacones que traía puestos. Era un buen momento para aprender a usarlos, eso o arriesgarse a que se le clavara un vidrio en los pies. Cogió aire como si fuera a sumergirse en el agua y comenzó a deslizarse por la soga.

Nota:
Il mio capo: mi jefe
Donna: mujer

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