Capítulo 17
Lidia giró una vez más entre las mantas. Definitivamente no podía dormir. Esa noche había tenido una cena estupenda. Todos los residentes de la casa habían estado allí ¡Incluso los cocineros! Conoció a personas muy interesantes, y aunque en algunas ocasiones no entendió lo que le decían, Roland, que estaba a su lado, siempre se preocupaba por traducírselo. Se sintió como en casa cuando cenaba con toda su familia, y eso le preocupaba. Cada día se descubría más atraída por Roland. Cuando el hombre salía por algún negocio, lo extrañaba y la ahogaba la preocupación de que no regresara. Le era más difícil cada vez besarlo sin llegar a otra cosa. Roland invadía sus sueños, y estaba cerca de provocarle a la mujer un resfriado, porque en las mañanas debía de echarse agua fría para que sus fantasías dejaran de atormentarla.
«…yo contacto con los clientes, y a veces participo» Eran las palabras que torturaban su mente ¡Él participaba! Él estaba en peligro. Lidia tenía miedo de entregarle el corazón para luego perderlo; aunque la cruel verdad era que ya se lo había entregado, solo que no quería aceptarlo. Cogió una almohada y hundió la cabeza en ella para ahogar los gritos de frustración que salían de lo más profundo de su ser. Pudo lograr dormir cuando el cansancio que el llanto había ocasionado por fin la venció.
…..
–Toma, los conseguí para ti, son los más gruesos que encontré. –La señora Rossi le tendió dos libros.
–Vaya, gracias, se ven… interesantes. –Abrió uno y vio que estaba escrito en italiano, pero por la portada supo que eran “El Hobbit” y “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”–. Me ayudarán con el idioma.
–No son para que los leas, niña tonta, son para que te los coloques en la cabeza. –Le dio dos golpes suaves en las piernas con el bastón.
¿Estaba hablando en serio? Si era así, la anciana estaba loca y debía seguirle la corriente. No quería lastimar sus sentimientos.
–Claaaro señora Rossi, voy a ponerme estos libros en la cabeza y haré equilibrio con ellos. Usted me convertirá en una señorita. –La abuela de Lidia también tenía algunos problemas mentales y la muchacha aprendió a tratarla tan bien que se convirtió en la nieta favorita.
–Crees que estoy loca ¿Verdad bambina? ¡No estoy loca! –Volvió a tocarla con el bastón–. El método de los libros en la cabeza se sigue utilizando en las pocas monarquías que quedan el mundo.
– ¿No dijo que mi postura era “aceptable”?
–Aceptable no es suficiente, debes dejar de parecer rústica.
Lidia iba a abrir la boca para responderle con un insulto, pero Roland la hizo ir con él hacia un rincón alejado del comedor.
–No le hagas caso per favore. Mi zia está un poco mal de la cabeza. Estoy seguro de che non quiso insultarte.
La chica suspiró–. ¿Crees que parezco rústica?
–Lidia, ni siquiera preguntes eso. Tú ere una musa descendida desde el mismo Olimpo.
Ella se alegro de que aquel lugar estuviera oscuro, sino Roland le vería la cara roja.
– ¿Entonces no crees que debo seguir sus consejos?
El hombre arrugó la nariz–. Creo che no debes hacerlo si tú no quieres, pero también penso que será divertito para ti seguirle la corriente.
Lidia asintió sonriendo y Roland le dio un pico en la boca –Andare, volvamos al comedor.
–Estaban hablando mí ¿No es así? –Rose golpeó el suelo con el bastón–. Quejándose de la vieja loca. Seguro la rústica fue la que comenzó.
– ¡Zia! –la reprendió Roland.
– ¿Usted es así con todas las mujeres que vienen aquí, o tiene algo en contra de las latinas? ¿O de mí?
–No vienen muchas mujeres por aquí, somos solo las tres empleadas de servicio, Milah y yo. Las de servicio son unas chismosas, y Milah –Se puso una mano junto al rostro en gesto de confidencialidad–, esa mujer es demasiado gruñona. No sé cómo Carlos está tan locamente enamorado de ella. Son como una cría de tiburón y un caballito de mar. Ella es el tiburón, por supuesto.
Era verdad. La primera vez que Lidia vio a la pareja por primera vez, había tenido un pensamiento similar, pero enseguida se dio cuenta de que se amaban. Por otro lado, Lidia se sintió orgullosa de lo que dio a entender la señora Rossi con su comentario: Roland no había llevado a ninguna otra mujer allí, a la casa de su familia, a menos que las empleadas…
–Con respecto a la otra parte de la cuestión; no tengo nada en contra de ti, o de los latinos. De hecho, me encantan los latinos, sobre todo los hombres de tu pueblo; son superdotados–. Le dedicó a Lidia una sonrisa cómplice.
– ¡Zia! –Volvió a regañarla Roland.
– ¿Qué? No me digas que no le has mostrado el tuyo.
– ¡Per Dio! Lidia ¿Nos vamos, o te quedas con la loca?
–Ah ¡Ahora me dices loca abiertamente! ¡Recuerda que me debes respeto Roland Rossi!
Roland casi bajó la cabeza, avergonzado. Casi. Miró a Lidia esperando una respuesta
–Creo que yo me quedaré, tu tía aun tiene algunas lecciones que darme.
–Buena decisión, mi niña. –Rose se echó hacia adelante en su asiento. Lidia vio en los ojos de la mujer un brillo de picardía–. En realidad te quedas para saber si la tiene grande ¿Verdad? –preguntó luego de que Roland se marchara.
Lidia infló las mejillas y luego soltó el aire como si fuera un globo–. No, por supuesto que no.
–Bueno, tengo que alertarte, cuando era niño y se escapaba para jugar desnudo en el jardín, ya se veían indicios de que iba a tenerla…
–No diga más por favor ¡Es su tía!
–Yo no digo que lo haya visto, solo te cuento lo que me habló Milah, ella era su nana.
– ¿Y la madre de Roland? –dijo Lidia, esperando que su pregunta no fuera demasiado indiscreta.
–Ah, Cassandra. Esa mujer era un ángel. Quería a su familia por encima de todo. –Tamborileó con los dedos sobre la mesa–. Me alegré mucho cuando mi hermano se casó con “La Turca”, así la llamaban. Tenía un alma bondadosa, demasiado bondadosa. Le encantaban los animales y por eso quiso viajar a Australia. Roland Sr, que siempre cumplía los deseos de su mujer, la llevó de vacaciones allí. Alquilaron una cabaña un poco alejada de la civilización. –La señora Rossi tenía la vista fija en la ventana, que ya no estaba tapada por la cortina naranja–. Cassandra se levantó muy temprano en la mañana. Quería explorar un bosquecillo que había cerca de la casa. –Hizo una pausa dramática–. Nunca volvió con vida. –Observó a la muchacha con una mirada casi amenazante–. La había matado una araña venenosa, ni siquiera recuerdo el nombre de la criatura. Mi hermano la encontró una hora después.
Lidia tragó saliva sin saber que decir. Había sido una historia horrible.
–Mi hermano solo siguió viviendo después de eso porque su único hijo aún lo necesitaba. Roland jr tenía quince años cuando su madre murió, y veintiuno cuando lo hizo su padre. Creo que mi hermano se dejó matar, estaba cansado. Por eso debo advertirte, ten mucho cuidado. Cuando un Rossi se enamora, se enamora para siempre. No lastimes a mi sobrino, parecerá un hombre duro, pero es muy sensible; y ya ha sufrido bastante.
–Yo nunca lo haría, señora Rossi, le quiero.
Rose le sonrió, una sonrisa verdaderamente amable y calurosa–. Lo sé, y llámame Rose. Ahora dime niña ¿Qué es lo que te preocupa?
–Nada. Estoy bien. –Trató de sonreírle de vuelta, pero solo le salió una mueca.
–No me mientas. Esas ojeras vienen con alguna preocupación.
–Yo siempre tengo ojeras.
–Pues esas son más grandes –señaló–, ¿Qué es lo que mantiene tu mente sin descanso, querida?
Lidia hizo un mohín.
–Yo… yo nunca me había enamorado.
–Entonces ¿Estás enamorada? No, no me respondas, eso te toca hablarlo con Roland ¿Qué hay con eso?
–Sé que él está expuesto a muchos peligros.
–Te preocupa que muera en alguna guerra entre “clanes” o algo así ¿Verdad?
La muchacha asintió.
–Mírame. –La mujer extendió una mano y le alzó la barbilla a Lidia–. Tómame de ejemplo, Lidia. Soy una vieja solterona ¿Y por qué? Porque en el momento que tenía que tomar una decisión, tuve miedo. Sí, me divierto cada cierto tiempo con unos cuantos jóvenes calientes en el Caribe…
Lidia abrió mucho los ojos, sorprendida.
La mujer mayor ignoró la cara de asombro de la otra y continuó–…Pero no es lo mismo que estar con alguien a quien le hayas entregado tu corazón. Sólo hay una cosa segura en este mundo, y es que todos vamos a morir. Puede ser mañana o dentro de cincuenta años. Nadie se libra de la parca, nadie conoce su destino. Recuerda a Cassandra, murió antes que su marido y la causa ni siquiera tuvo que ver con “el trabajo”. Si lo amas de verdad, aceptarás el peligro.
Rose vio a la chica mover la cabeza afirmativamente con los ojos vidriosos. Abrió los brazos a los lados–. Ven no tengas miedo de abrazar a esta vieja rancia. –Acogió a Lidia en su pecho.
–Me estoy volviendo demasiado blanda –dijo Lidia.
–Si blando es abrazar y llorar, te estás volviendo más humana.
Lidia rio–. Tengo que hablar con Roland.
–Ve mi niña.
Lo que ninguna de las dos sabía era que Roland estaba escondido, escuchando detrás de la puerta.
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