Capítulo 16
Salió de la casa con Roland junto a ella. El aire estaba impregnado del olor a tierra mojada. A Lidia le encantaba ese aroma, aunque en Cabula durante la época lluviosa siempre se sentía melancólica. Una cosa extraña, ya que no había nada a lo que echar de menos. Quizá era algo que le faltaba, como el amor… Estaba segura de que si lo suyo con el hombre no funcionaba, la sensación de añoranza en los días lluviosos se haría más real.
Roland cruzó su codo con el de ella y pasearon lentamente, caminando hacia la verja de hierro que había en la entrada de la propiedad. A ambos lados se veía el pasto verde, húmedo por la lluvia que había caído antes del amanecer. El suelo estaba un poco enlodado pero no era mucha molestia para ellos. Se habían preparado bastante bien antes de salir, poniéndose botas y ropa abrigada bajo los impermeables. Él llevaba una sombrilla azul colgada del brazo por si comenzaba a llover de nuevo. Considerando cómo se veía el cielo –tupido de nubes grises–, no dudaba que eso fuera a ocurrir en cualquier momento. Debían aprovechar ese instante de calma.
Mientras más se acercaban al final del camino, Lidia pudo ver mejor lo que parecía un camión de helados en la calle de enfrente. Roland sonrió.
– ¿Quieres un gelato? –preguntó él.
– ¿Helado? ¿Con este frío? Es muy amable de tu parte pero no gracias.
–Sei abituato al clima del Caribe, por eso se te hace más frío, y más impensable tomar un helado ahora, non preoccuparti, yo te calentaré –La atrajo hacia él–. Al venditore le encantaría que le compráramos de su mercancía, lleva toda la mattina allí, aburrido.
–Está bien –dijo restregando la mejilla contra el hombro de Roland.
Parecían una pareja de recién casados tan pegados el uno al otro. Cuando estaban solo a unos metros del camión, la mujer descubrió la razón por la que su acompañante se veía tan divertido.
– ¿Ese es…?
–Sí, shhh. Es por lo que te hizo –murmuró.
Roland se detuvo frente a la ventana del mostrador.
–Buongiorno John, dos conos medianos de gelato de… ¿Qué vas a pedir tú, querida?
–“Mandorla” es “almendra” ¿No?
–Sí.
–Ah, ese entonces.
–Dos helados, uno de mandorla, y el otro de stacciatella*.
John gruñó mientras los miraba con el seño fruncido. Luego cogió la cuchara de helado y dos conos. Se demoró lo más que pudo sirviéndolos. Lo habían puesto allí, en un ridículo camión rosa, como castigo por haber dejado fuera de pelea a la chica que ahora tenía delante cuando esta amenazaba a su jefe con un arma. Se dio cuenta muy tarde de que debió haber utilizado otro método para sacar a Rossi del peligro. Al parecer a Rossi le gustaba la chica, no, la amaba. Nunca había visto tanta preocupación en los ojos del otro hombre que cuando la muchacha desfalleció y casi cae al suelo. John aceptó que había cometido un error, y por su honor, estaba dispuesto a recibir el castigo que le pusiera. Pensó que lo iban a despedir, pero grande fue su sorpresa cuando le dijeron que debía vender helado de pie en el ridículo camión, usando un delantal de flores y unicornios, y arcoíris; ¡Por dos semanas! No tenía nada en contra de los heladeros, pero las diferencias con su verdadero oficio eran abismales ¡Y hería su orgullo!
No podía odiar a Roland Rossi por ponerle tal escarmiento, conocía personas que lo matarían por lo que había hecho. Su jefe era justo, pero eso no le impedía a John demostrar con gruñidos y muecas su “falta de felicidad” cada vez que veía la ocasión. Sus compañeros de trabajo había ido a burlarse el día anterior y eso lo había puesto de un mal humor, mayor al que solía tener. Entregó el primer helado –el de almendra–, a Rossi y él a su vez se lo dio a la mujer. Lidia lo cogió y miró al guardia –«perdonami»–, leyó John que decían los labios de la muchacha. La cara de enojo del ahora heladero desapareció y fue sustituida por una de asombro y admiración ¡Ella se sentía culpable! Aquel descubrimiento hizo que una esquina de su labio se alzara levemente hacia arriba. Había visto a muchas de las amantes de Rossi, y estaba seguro de que ninguna se sentiría culpable. Le dio el último helado a su jefe y la pareja se marchó caminando calle abajo.
Aquel era un lugar tranquilo. Las casas estaban separadas por largas tramos y había muchos árboles. Las personas que vivían allí eran normales y no aristocráticos pretenciosos como ella había temido. Un grupo de niños pasó junto a ellos, corriendo y chapoteando en los charcos de agua. Se dirigían hacia John. El hombre tendría mucho trabajo. Lidia se giró a ver cómo reaccionaba por aquel tumulto de pies pequeños y caras sonrientes y quedó sorprendida al ver que parecía feliz.
– ¿Por qué lo hiciste? –preguntó Lidia
– ¿Che cosa?
–Sabes qué
Roland suspiró–. No podía dejarlo así. El conosce que actuó mal, y si permito que alguien que está bajo mis ordini cometa errores y salga impune de ello, surge el caos y terminan perdiendo il rispetto per me.
–Comprendo y no quiero de ninguna manera criticar tu forma de hacer las cosas, pero sigo pensando que el solo trataba de salvar tu vida, después de todo, yo te estaba apuntando a la cabeza.
–Me di cuenta que le pediste perdón, y entiendo lo que dici, pero no debes preocuparte ni sentirte culpable. Los castigos son algo normale en il mio mondo, es mi obbligazione impartirlos aunque no quiera, y aunque realmente él no lo merezca. Mi afecto por ti era evidente en ese momento. Lo que hice fue dejar un mensaggio con el castigo: Nadie puede tocarte.
Lidia se quedó en silencio un par de minutos, aprovechando que tenía el helado como escusa. Decidió que podía responder algunas de sus dudas utilizando esa conversación.
– ¿“Tu mundo”?
El hombre la miró intensamente–. Sí, Lidia, “mi mundo”. Un mondo al que pertenecerás si decides quedarte con este vecchio* gangster.
–No eres viejo, Roland, eres el hombre más enérgico, imponente y guapo que he conocido.
–Vaya, no sigas así o me voy a sonrojar como un adolescente.
De hecho, Roland ya tenía un ligero tono rosado en las mejillas.
–Cuéntame acerca de ese mundo.
–Está completo de peligros, pero también tiene sus cose buone: como la libertà; jamás encontrarás hombre más libre que yo.
– ¿Puedo preguntarte algo?
–Ya me has hecho varias preguntas ¿Por qué pides permiso ahora?
–Es algo más personal, aunque sigue siendo sobre tu trabajo.
–Dispara, confío completamente en ti. Nos hemos encontrado en situazioni demasiado aleatorias para que resultes ser alguna clase de espía.
Ella asintió y tomó aire–. ¿Por qué siempre estás rodeado de guardias? ¿No son demasiados?
Roland inclinó la cabeza como si hubiese estado esperando la pregunta–. Penso que tienes la risposta de esa pregunta, pero quieres que yo te lo confirme. –Chasqueó la lengua–. Mi querido amico el detective debió decírtelo.
–Entonces… Sí manejas una agencia de sicarios.
–Así es. Yo organizzo tutto; soy quien contacta con los clientes, y a veces participo. Cuando las cosas no salen bene, los que están por su cuenta son facili de coger. Noi siamo* mejor coordinato. Por eso sempre hay persone rodeándome, son hombres a la espera de ordini. Muy pochi realmente son guardias.
Libia apretó los puños, controlando el miedo y la rabia que la acosaban a la misma vez–. Me dijiste que no eras un asesino.
–Lo sé, lo ricordo. –Trató de coger una de sus manos, pero ella retrocedió–. En ese momento solo quería calmarti, nella mia mente, la palabra assassino adquirió otro significato. Se convirtió en “qualcuno che mata per piacere” o “qualcuno che mata persone innocente”. No me di cuenta de che eso no era lo che significaba. Puede que ante tus ojos sea un mostro*, pero te juro che lo que hago es algo necesario. Non sempre la giustizia llega vestida de juez o polizía. La corruzione hace que los que tienen las manos mancchiate de sangue innocente puedan comprar su libertà, y allí e dove noi entriamo. Soy muy estricto eligiendo i lavori*.
Era increíble, tenía delante a un hombre realmente complejo ¿Por qué rayos apenas había terminado de hablar y ya creía todas sus palabras? ¿Seguir queriéndolo la convertía a ella en un monstruo? De verdad quería abrasarlo para demostrarle que su afecto por él no había desaparecido, pero entonces Roland pensaría que realmente estaba loca. Nadie recibía la noticia de que su “casi novio” era un sicario y lo aceptaba así como así. Debía hacer como que se lo pensaba más a fondo.
Las noticias sobre asesinatos y violaciones que Lidia veía en la tele siempre le habían hecho hervir la sangre cuando era una niña. Tenía ganas de ir ella misma tras los criminales que no tenían una condena acorde con sus crímenes. Por eso había aprendido a defenderse desde joven. Tenía la loca idea de que algún día se vestiría de negro con una máscara de Guy Fawkes, y saldría a cazar personas malas; pero eso era solo una fantasía de la adolescencia, y no podía decírselo a Roland. Quizás algún día…
–Deberíamos volver, ya me cayó una gota de lluvia –dijo Lidia.
Se acercó a él y le plantó un beso en la mejilla, demorándose un poco antes de separarse. Él la observó con ojos brillantes. La cogió de la mano y ella esta vez no retrocedió.
– ¿Disfrutaste de tu gelato? –preguntó Roland.
–Sí, creo que es el mejor que he probado.
– ¿Sabías que mangiare gelato cuando hay baja temperatura va bene per adelgazar?
– ¡¿Me estás diciendo gorda?!
– ¡Nunca amore mio! Lo decía per me, y como una curiosità.
–Sí claro, recuerda que te vi sin la ropa de arriba.
–Penso que estoy en desventaja, tú me has visto quasi nudo y yo no…
– ¡Ni te atrevas a decirlo!
–Va bene.
Llegaron a la verja y Roland se alegró de que la negativa tensión entre ellos se hubiera diluido. El cielo le envió de regalo la lluvia para que pudiera apretarse más contra la mujer con el pretexto de que esta estuviera bajo la sombrilla.
–Hoy aprendí mucho de ti –dijo Lidia.
Roland se puso rígido pensando que retomaría “el tema”.
–Ahora sé porqué usas los calzones de Batman –continuó ella, y el hombre soltó una carcajada.
–Sinvergüenza, ya tendré tempo de hacértelo pagar.
La mujer sonrió–. Ya veremos quien hace pagar al otro primero. –Se metió en la casa dejando a un Roland muy desconcertado.
«Mi leonessa está sacando las garras»
Notas:
Stacciatella: chispas de chocolate.
Vecchio: viejo
Noi siamo: no somos
Mostro: monstruo
I lavori: los trabajos
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