Capítulo 13 - Paso 4: Comete Perjurio.

Las sirenas de la policía aullaban detrás de ellos con un solo mensaje: ¡Deténganse! El pequeño aeropuerto al que se dirigían estaba a poca distancia con el avión listo para despegar, pero no llegarían ¿Por qué los estaban persiguiendo? Roland se lo imaginaba, y debían detenerse. Le hizo una seña a Carlos que lo miraba a través del vidrio esperando una órden. El coche se detuvo y enseguida la policía los rodeó. Era imposible que hubieran conseguido encontrarlos por las matrículas de los autos -uno en el que se encontraba él, y el otro, donde venía su escolta-, no estaban a su nombre. Debió ser porque eran los únicos vehículos que se dirigían hacia el aeropuerto, donde permanecía su jet privado...
Lidia lo miraba asustada con los ojos bien abiertos ¿Estaría pensando que él había cometido algún crimen horrible? Trató de sonreírle para tranquilizarla, pero solo consiguió hacer una mueca. Salió con las manos en alto, unos cuantos policías se abalanzaron sobre él, como si no creyeran que se iba a entregar tan fácil. Vio que uno de ellos traía un chaleco del FBI «Parece que "hice" algo realmente grave»
-Roland Rossi, tiene derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede usarse en su contra en un tribunal. Tiene derecho a contar con un abogado. Si no puede pagar un abogado, el tribunal le asignará uno -le dijo el agente del FBI mientras le ponía las esposas.
No dejó de mirarla hasta que lo metieron en una de las patrullas « ¡Merda! » A ella también se la iban a llevar. Otro cosa que añadir a la lista de "molestias ocasionadas a Lidia". Apretó los dientes cuando vio que los oficiales sacaban a las personas de las furgonetas negras y se los llevaban con ellos también. La caravana de patrullas se puso en marcha y Roland recostó la cabeza en el cristal de la ventana. Si al menos la hubiran puesto junto a él en esa pequeña travesía.

.....
El cuarto era pequeño, de un beige muerto. En el centro, separadas por una mesa, había dos sillas de metal fijadas al suelo; Roland estaba sentado en una de ellas. Había esperado muchas veces en habitaciones similares a aquella. La pared frente a él estaba formada casi en su totalidad por espejo. Su imagen le devolvía la mirada con una máscara de indiferencia. Sabía lo que había detrás de aquel espejo. El mismo hombre que lo había esposado entró y le quitó las cadenas. Parecía un poco más joven que Roland, con el pelo castaño aplastado hacia adelante y los ojos oscuros. Tomó el otro asiento disponible y lo observó serio.
- ¿Sabe por qué está aquí? -preguntó el agente.
-Realmente no.
-Por supuesto que no lo sabe -puso una carpeta amarilla encima de la mesa-. ¿Se enteró del tiroteo en el Hidenly Park esta mañana?
-Sí, estuve allí.
-Que coincidencia, señor Rossi, porque el arma con la que se efectuaron los disparos le pertenece. Sabemos que su abuelo la obtuvo en una subasta en 1980. También se encontraron los casquetes en un local donde se traficaba con personas; la mujer que venía con usted en el coche estuvo raptada allí ¿La secuestró?
Roland guardó silencio.
- ¿Quiere usar el teléfono para llamar a su abogado, señor Rossi?
-Non devo, lo trajeron con me. E un hombre flaco y larguirucho, enseguida lo reconocerá, si chiama Carlos Cardini.
El oficial se puso de pie, dando a propósito un golpe en la mesa y salió de la habitación.
...............
-Entonces ¿Qué pruebas hay contra il mio cliente?
-Oh, la existencia de muchos agujeros en la trama; además de las muestras de ADN que lo ubican en una en una escena del crimen ¿Me puede decir, señor Rossi, qué hacía en el edificio de Wolf el domingo, siete de noviembre, entre las tres y las cinco de la tarde.
-Iba a encontrarme con alguien, perché sabía que en ese lugar estaría lejos de su escolta. Él tenía algo mío.
-Confirma que sabía de los negocios que se desarrollaban allí a aún así no lo denunció.
-Me enteré solo media hora antes, no tuve tempo de denunciare.
Charles bufó-. ¿Qué fue lo que pasó con el hombre al que fue a buscar?
-Lo dejé inconsciente y le quité la pistola que él me había robado con anterioridad in un assalto.
- ¿Cuál es el nombre del sujeto?
-No tengo idea.
-Qué conveniente. Dejó noqueado a un tipo "desconocido", al que no puedo acudir para obtener un testigo ¿Por qué entró a la habitación donde se encontraba la señorita Sierra?
-Solo curiosità, la porta estaba aperta y no parecía haber nadie adentro.
- ¿Cómo lo redujo la señorita Sierra?
Roland sonrió -Eso no viene al caso, ma de todos modos le voy a rispondere para alimentar su morbo masoquista. Me dio una patada en las bolas y luego apretó mi collo. No sé cómo, pero eso me dejó en el suelo unos instantes, dándole a ella tempo para atarme.
- ¿Quién lo desató?
-Mi avvogato, Carlos, aquí presente.
-Antes o después de que llegara el FBI y la policía.
-Antes.
-No lo vimos allí, quiere decir que huyó ¿Por qué lo hizo si es tan... inocente?
-Perché estando donde estaba, me acusarían de algo que no había hecho.
-Ya basta -dijo Carlos con voz queda-. No tiene ninguna evidenza sustancial que diga que il mio cliente es culpable de algún delito, y aún así ha riposto a sus preguntas. Nos vamos.
Charles no podía hacer nada para detenerlos. No existía ningún registro que indicara que Rossi había comprado los servicios de una mujer, y la historia del "hombre desconocido" justificaba bien su presencia allí, tendría que dejarlos ir... ¿O no?
.....
La comisaría había recibido nuevamente a Lidia. Esta vez la chica no vino por su propia voluntad, sino que fue traída a la fuerza en un vehículo policial. Al menos no la habían acusado de nada, por lo que sus manos estaban libres. La llevaron hasta una sala de aspecto hogareño, junto a Carlos y seis de los hombres de Roland ¿Por qué el mafioso llevaba siempre tanta gente a cuestas? ¿No serían suficientes dos guardias? Cuando salieran de ese embrollo se lo preguntaría.
Esperaron sentados en cómodos sofás marrones que daban una falsa sensación de seguridad. Observó a Carlos; este parecía estar en otro mundo, mirando a la nada y apretándose la barbilla con dos dedos. Los otros simplemente se echaron hacia atrás, con los rostros fruncidos y las manos cruzadas sobre el pecho.
Un hombre con grandes entradas, espejuelos cuadrados y camisa azul la llamó por su nombre.
- ¿Lidia Sierra?
- ¿Sí? -respondió la muchacha.
-Venga conmigo, por favor señorita.
Lidia lo siguió. El hombre tenía un andar nervioso y aferraba varios documentos a su pecho. El lugar al que la llevó era exactamente igual al otro cuarto donde había estado anteriormente. Con la única diferencia de que allí la esperaba el detective Charles Pond.
-Buenos días, señorita Sierra. Es un gusto verla de nuevo. -Le hizo un gesto para que se sentara junto a él-. Mandé a que la buscaran porque las personas que la acompañaban podrían hacerla sentir presionada, y quiero preguntarle algunas cosas.
- ¿Esto será alguna clase de interrogatorio?
- ¿Hay alguna razón para que tenga que serlo?
Lidia adoptó una postura relajada y seria, con la que no dejaba traslucir ninguno de sus sentimientos. Se felicitó a si misma por ello; merecía un Oscar, o mejor, una beca en la Academia Vulcana-. No, por supuesto que no.
-Bien, comencemos entonces. -Charles se palmeó las rodillas-. Pensaba encontrar algunas diferencias entre ambas historias, y las iba a encontrar; a menos que hubiesen tenido tiempo de enseñarle a Sierra cómo contar la historia. Dudaba mucho que lo hubieran hecho. Rossi no podría haber previsto que lo atraparían tan pronto, ni sabía que habría un tiroteo: El hombre no era tan descuidado como para darle su pistola a un loco. Encontraría un error, siempre los había.
- ¿Cuántos hombres entraron en su habitación?
-Solo uno.
- ¿Vio alguna otro persona cerca cuando la puerta se abrió?
-No...
Charles sonrió. Lo tenía.
-...pero lo escuché. Yo estaba oculta y no pude ver nada, pero escuché que ambos discutían.
-«Mierda» -pensó el oficial-. ¿Qué la hizo atacar al hombre que entró?
La muchacha casi se ríe de la pregunta-. Bueno, considerando el lugar en el que me encontraba, la pelea que había escuchado segundos antes y que la persona que ingresó en la habitación se estaba acomodando una pistola en el cinto... Muy segura no me sentía.
-Ese sujeto, al que dejó... incapacitado ¿Podría describirlo de nuevo?
-Por favor no de más vueltas al asunto, agente, los dos sabemos que era Roland Rossi, el mismo que estaba conmigo en el coche.
- ¿Y podría saberse por qué estaba con él?
-Rossi me contactó para recuperar su pistola porque yo me la había llevado; con ella rompí las ventanas disparándole a los cristales. Gracias a eso pude huir de la casa de Wolf.
-Hum... Me sorprende que haya confiado tan fácilmente en un hombre como él. Dígame la verdad, Lidia ¿La ha raptado?
-«Sí» -respondió su mente, divirtiéndose por lo irónico del asunto-. No, no lo ha hecho. Vine porque quise. Él me demostró que no tenía nada que ver en el asunto de mi secuestro.
- ¿Y cómo logró demostrarlo?
-Es obvio que el señor Rossi tiene muchos recursos. Ha tenido mucho tiempo para hacerme daño y nunca me ha tocado un pelo, «debo tener algunos pelos que no me haya tocado», además, podría haberme traído a la fuerza en vez de pedirme amablemente que viniera, como hizo.
-Quizás no quería desperdiciar recursos en usted, sabiendo que podía convencerla.
-No lo creo, agente.
-Está bien. Le hablaré claro. No me gusta tener criminales sueltos. No debe tener miedo, diga la verdad. Ese hombre es demasiado poderoso como para ser inocente ¡Ha sido acusado por tráfico de armas y terrorismo! También estoy seguro de que es el jefe de una organización de asesinos a sueldo ¡Y nunca hemos podido probar nada! Acabo de hablar con él y su abogado, si no consigo nada tendré que dejarlo ir ¡Dígame algo!
-Quizá, el hecho de que no haya podido probarlo le diga algo, porque yo, señor Pond, no tengo nada que decirle.
-Ha sido dada como desaparecida en su país ¿Segura que está aquí porque quiere?
El miedo pudo verse en la cara de la mujer. Charles ahogó una sonrisa de triunfo.
-Mis padres son muy sobre protectores. A pesar de que ya soy mayor de edad no me hubieran permitido venir. Tuve que fugarme. Siento mucho que ellos se preocupen, pero estoy postergando la llamada lo más que puedo. Usted lo entendería si los hubiese visto alguna vez enojados.
Charles la miró con furia-. Muchas gracias, señorita Sierra, espero que no se arrepienta de defenderlo. Tendrá que firmar una nueva declaración.
La dejó allí sola. Cuando el oficial se perdió de vista, Lidia volvió a la otra sala, cruzándose por el camino a Carlos, que la ignoró como si nunca la hubiera visto «Inteligente»

Con caras serias llegaron fuera del edificio. En el recorrido hacia los coches (que la policía había dejado estacionados en la zona de parqueo) Roland y Lidia fingieron no conocerse, cumpliendo un mutuo y silencioso acuerdo. Cuando se habían alejado lo suficiente de la estación y las máscaras de indiferencia que portaban se disiparon, Roland cogió la mano de Lidia, como lo había hecho antes de que los roces y besos los encendieran a ambos.
-Me defendiste -dijo Roland, tratando de que la mujer no viera su sorpresa.
- ¿Pensabas que no iba a hacerlo?
-No... Yo... ¿Cómo supiste qué decir?
Ella se dio cuenta de que Roland quería cambiar el tema. Ignoró aquel hecho-. Pregúntaselo luego a Carlos, ahora no tengo tiempo de hacer el cuento.
- ¿Por qué...?
Por primera vez ella tomó la iniciativa y lo besó. Al parecer la adrenalina que le había quedado después de mentir en un interrogatorio le dio el valor suficiente para hacerlo-. Me quedo contigo.






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