Capítulo 12

    Nunca había visto cosa más ridícula que aquellos hombres con gruesos abrigos oscuros –y trajes entallados por debajo que eran idénticos–, rebuscando entre los arbustos. Las personas los miraban al pasar y fruncían el ceño, desaprobadores ¿No podían haberse puesto ropa de calle? ¿Eran todos los guardaespaldas italianos tan rígidos en cuanto al uniforme? A Lidia le pasó por la cabeza preguntar, pero en el último momento se frenó. Los ocho hombres habían pasado diez minutos buscando y no habían encontrado nada. Era mejor no echarle más leña al fuego, o pensarían que se estaba burlando de ellos.
    Roland se encontraba a unos metros de Lidia, con las manos cruzadas por delante. Usaba unas gafas oscuras como las de los ciclistas y parecía más que nunca un halcón. No había hablado con ella desde el día anterior, y menos la había tocado ¿Estaría reflexionando  sobre qué debería hacer si no encontraban la maldita pistola? ¿Ya lo habría decidido? Lidia no quería pensar en cómo se estaba sintiendo él. Carlos le había contado que el arma era una reliquia familiar. Ella comprendía si Roland estaba enfadado. A la muchacha le molestaba que su madre le cambiara las medias de cajón, y eso que sus medias no valían ni el diez por ciento de lo que costaba la Colt M1911.
    –Roland perdió la pistola hace meses.
    – ¿Qué? –La mujer se giró hacia Carlos, que había aparecido de la nada.
    –Si algo sucede, debes decir que Roland perdió la pistola antes de conocerte, y que después de haberla recuperado, tú te la volviste a llevar ¿Hai capito*?
    Lidia asintió–. Pero, decir eso no le servirá  de nada si descubren que estuvo en la casa de citas ¿Y si encontraron su ADN allí?
    –Sí, de sicuro lo hallaron. –Hizo una mueca–. Vi tu declaración, el relato de los hechos fue vago. Ellos estaban ansiosos por desbaratar una red de tráfico humano y prostituzione, y te dejaron ir muy pronto, sin pedirte muchas explicaciones. Tienes tu testificación de tu lato. No puedes volverte atrás en cuanto a que ataste a Rossi, a él lo describiste perfettamente y las pruebas confirmarán su identità; pero sí puedes incluir a alguien más en la trama. El primer “ladrón” de la pistola. Si quieres aiutare tendrás que dar a entender que Roland no estaba allí para disfrutar de los… servizi de una mujer, sino para encontrarse con el hombre que le robó su arma (y así recuperarla)
    Ese hombre será la persona que ha comprato tiempo contigo –continuó–. Estaba a punto de entrar a tu abitazione cuando Roland llegó. Rossi había sobornado a los guardias del locale. Logró dejar inconsciente al tipo con un golpe y luego recogió la Colt. Entró por curiosidad a la camera que tenía delante (dónde estabas tú) y entonces ocurrió todo lo demás…
    – ¿Y se creerán que un hombre que lleva escolta a todas partes fue solo a resolver un asunto como ese?
    –La escolta se quedó fuera, y no fue solo, estaba con me.
    Lidia alzó una ceja, incrédula–. ¿Atraparon a Wolf?
    –Sí.
    –Él podría testificar en contra de Roland, decir que lo vio comprando el servicio.
    –No, no lo hará–. Carlos sonrió.
    –Está bien. Diré todo eso si algo ocurre. Solo espero que ese momento no llegue nunca. No estoy muy ansiosa de cometer perjurio.
    Carlos se alejó hasta donde estaban los guardias. El hombre no quiso decirle que tenía un mal presentimiento. Había amanecido con dolor de barriga después de todo.
    
    Uno de los guardaespaldas se enderezó gruñendo y se sobó la espalda. Lidia quiso poder recordar el lugar exacto donde había tirado la pistola para que todo aquello terminara. Roland había averiguado que hoy el jardinero trabajaría en los arbustos, y que el hombre no podría haberla hallado todavía. En el período de tiempo desde que se perdió hasta el momento, no le tocaba estar por allí; aunque eso no era completamente un alivio, cualquiera podía haberla encontrado. Lidia avanzó dos pasos decidida a ayudar cuando el sonido de un disparo la detuvo. Por instinto se agachó en el suelo. Casi muerde la tierra cuando alguien se le trepó encima. Al primer disparo le siguieron cuatro más que se mezclaron con gritos y quejas.
     Cuando pareció que se habían detenido, la mujer se atrevió a girar la cabeza para confirmar que había sido Roland quien la había tumbado. Su olor era inconfundible. Ahora que lo tenía tan cerca, descubrió que el corazón podía latirle mucho más rápido, aún después de aquel susto. Él la ayudó a ponerse de pie con una mano firme. Sacó un pañuelo del bolsillo de su abrigo y lo utilizó para limpiar la cara de la chica que se había llenado de tierra. Ella estaba demasiado en shock como para moverse, ni siquiera se daba cuenta de que un hombre a unos cuantos metros estaba protestando mientras unos guardias lo inmovilizaban.
    Roland le sonrió–. ¿Stai bene?
    Ella dijo que sí con cara de tonta ¡Se había lanzado sobre ella como escudo humano! ¿Que tipo malote hacía eso? Deseó ser ella quien tomara esta vez la iniciativa de besarlo, pero la magia se rompió cuando él se giró para ver el tumulto de personas que se estaba formando a lo lejos.
    Había un vehículo de la policía y estaban metiendo en él a un sujeto que seguramente había disparado.
    –Bene, questo no può ser una casualità. Ora solo tengo que conseguir que il departimento de evidencias me “venda” la mia pistola –Suspiró y la agarró del antebrazo–. Andare, tenemos que ir de aquí antes de que me liguen con esto.
    Por el camino se enteraron de que tirador era alguien que estaba borracho y había encontrado la pistola. Afortunadamente en su estado de ebriedad, la puntería no estuvo muy presente y nadie había salido lastimado.
                                                            
    –Entonces. ¿Mantienes tu decisión de quedarte conmigo, cara? –le preguntó Roland a su lado.
    Lidia inclinó la cabeza ¿Quedarse con él…? ¡Mierda! La noche anterior le había dicho que se quedaría con él. Definitivamente se estaba volviendo loca, había perdido la razón ¿Qué más podría explicar que semejantes promesa saliera de sus labios? Aunque no, no era una promesa, podía retractarse, pero… ¿Quería hacerlo? Ella era la persona con más imaginación que conocía y nunca había imaginado que se enamoraría de esa manera ¡Y de un hombre mayor que ella! Porque ¿Qué edad tenía Roland? Sabía que no podía adivinar sus años por el pelo gris –a mucha gente le salían canas incluso en la niñez–, y su rostro era bastante terso, pero sus ojos, sus ojos le decían que había vivido mucho, que tenía experiencia. Su “yo” anterior debía estar burlándose de ella. La que decía “guacala” cada vez que una muchacha de dieciocho o diecinueve besaba a alguien de la época de Roland. Además estaba el asunto de los negocios de dudosa legalidad que el hombre desarrollaba «Deja de ser idiota por una vez, Lidia. Llevas buscando las mariposas toda la vida, y ahora que las tienes pegadas a tu cuerpo, las quieres fumigar»
    Roland pareció darse cuenta de su lucha interna, porque intervino en el diálogo que Lidia mantenía consigo misma, alargando un pulgar para alisar el seño fruncido de la muchacha. Luego el dedo le recorrió la ceja derecha, y la mejilla.
    –Lidia.
    Ella se sorprendió, nunca la había llamado por su nombre.
    –Nunca pensé que alguna vez le diría questo a algui como tú, y con “algui como tú” me refiero a que sei una donna* joven e inexperto, pero una donna al fin al cabo –Roland tomó aire–. Además de que eres demasiado inmadura. Aunque no creo que eso se te quite ni aunque vivas un millione di anni; cabezota, irreverente, medio loca… y un montón de aggettivo que deberían ser malos, pero son los que te hacen ser tú, la tú que me gusta tanto –La tomó de las manos–. Lo que quiero decir e que desde el día que te vi, sentí algo, y sé que suena un poco ridicolo, pero no tuve reposo hasta que me encontré de nuevo contigo. Lamento tutti los malos momentos que te hice pasar, el miedo, el estrés, pero no pude evitarlo. Quería tenerte vicino a me*, y he puesto todo esto de la pistola como pretexto. Sé que non sei de las que van por ahí de offerti, que eres una muchacha sencilla y desconfías de mí. Tienes tutti las razones para hacerlo después de lo que te ha passato, pero odiaría que il nostro tempo juntos terminara ahora, y terminará, si así lo desideri. En verdad quiero conoscere ti mejor, y que tú me conozcas. Te dico questo perché sé distinguir una chispa al verla, y tú la sentiste anche* cuando te besé. No te soy indiferente, Lidia. Por favor quédate conmigo. Prometto que no te haré daño, y que solo una palabra tuya basterà para que te devuelva a la tua casa sana y salva.
    Se oyó una tos incomoda y por primera vez se dieron cuenta de que Carlos estaba allí con ellos.
    – ¿Qué haces tú aquí? –preguntó Roland.
    –He estado aquí todo el tiempo, pero si quieren que me vaya…
    –Sí por favor –dijo Lidia.
    –Bien –Carlos sonrió e hizo que el cristal que los separaba de la parte delantera del auto se abriera. Luego se trepó encima del asiento vacío que había junto al chofer, dejando que sus piernas largas y flacas colgaran por detrás, hasta que por fin logró acomodarse.
    – ¿No hubiese sido más fácil que detuvieras el auto, Carlos? –dijo Rossi mientras el vidrio separador se iba cerrando de nuevo.
    –Sí, pero menos divertido –se alcanzó a oír que decía el hombre.
    Lidia no pudo evitar que una sonrisa se formara en su rostro. Carlos era realmente especial.
    –Bueno, ahora que ya se fue, quisiera continuar…
    Los nervios volvieron de nuevo a la muchacha que comenzó a imaginarse un futuro con el hombre que tenía delante. Él no le había pedido matrimonio ¿Quién en su sano juicio le pediría matrimonio a alguien que acababa de conocer? Roland solo pedía más tiempo con ella. Por un momento la Lidia cuerda volvió ¿Qué quería ella? Siempre había deseado entregarse a un hombre que realmente la amara, alguien con quien mantener una relación seria y duradera, no unas cuantas aventuras, ni el lío de una noche ¡Lo había conocido en un burdel! Y era un hombre poderoso. Con seguridad sería de esos hombres que tenían una amante cada noche, y ella no quería eso para su vida; aunque perdiera esas hermosas sonrisas que el rostro de Roland parecía tan poco acostumbrado a ejecutar, y esos ojos azules franqueados por gruesas cejas negras, o esa boca… de la que había recibido el primer beso de verdad.
    Apartó la cara soñadora, y lo miró, seria – ¿Recuerdas dónde nos conocimos, verdad?
    Roland suspiró con pesar –Soy un hombre libre, cara mia, llevo toda la vita siéndolo. Nunca estuve atado a ningún compromiso. No voy a mentire, tengo amantes por todo el mundo.
    Lidia lo esperaba, pero aún así sintió un nudo en la garganta, el mismo que había sentido al ver a la señora Goodman.
    –Pero no soy un hombre que le guste jugar con las personas de la manera que piensas –Roland continuó–, como mismo no me gusta que jueguen conmigo, y te puedo asegurar que el tiempo que estés junto a me, seré todo tuyo, y si decides que podemos tener algo serio, te seré fiel siempre, esperando que el trato sea recíproco, por supuesto –la tomó de la barbilla–. He estado cercando* desde hace mucho a alguien con quien sentar testa, aunque ni yo mismo me di cuenta hasta que te conocí. No te pareces a nadie que haya conocido antes. Eres forte, brava, y totalmente auténtica. Me has hecho sorridere* en esta corta temporada más de lo que he sonreído en los últimos cinque anni –se fue acercando hasta que solo unos centímetros separaban sus rostros–, y más que todo, no puedo explicar cómo es que me haces arder tanto –la besó.
    Ella aceptó el beso, aferrándose a él, dejando salir el fuego que tenía oculto. Se pegó más a Roland. Sintió el calor del cuerpo masculino en su propio pecho, y bajo las palmas de sus manos. Sin darse cuenta de cómo había llegado allí, se sentó a horcajadas sobre las piernas del hombre. Los dedos ásperos de él exploraban su espalda. Ambos iban alternando entre la pasión y la ternura.
     Comenzaron a temblar y Lidia notó como su entrepierna se humedecía. No era algo desconocido para ella, había tenido sus “momentos” con actores y personajes de ficción, pero nada comparado con lo que estaba pasando ahora. Sentía que su bajo vientre estaba fabricando algodón de azúcar, por muy ridículo que se escuchara aquel pensamiento en su cabeza. Temió que a pesar del grueso pantalón que llevaba puesto pudiera mojarlo.
    Roland le acarició los muslos y luego desvió la atención de la boca de Lidia para morderle un poco el cuello. La muchacha gimió por el abandono y también por el placer que le causaron los dientes de él en su cuello; luego sintió justo allí unos suaves besos. La boca de Roland estaba caliente y tenía la impresión de que si luego se miraba a un espejo vería las quemaduras.
    Al hombre ya le dolía todo el cuerpo por mantener su auto control, los pequeños gemidos de ella lo estaban llevando a otro mundo, un mundo de nieblas donde los gemidos de Lidia sonaban como… ¿Sirenas de policía?  
  
         Notas:
 
    vicino a me: cerca de mí.
    cercando: buscando.
    sorridere: sonreír. 
    anche: también.
      

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