Capítulo 4

Ya no estaban ni siquiera juntas. Gina volvió a su soledad en el salón de clases, a su mundo de música y a sus lecturas favoritas. De vez en cuando miraba por la ventana y veía a Kleyton con Leila besándose como los novios que eran.

Después miraba a Meredith, estaba sentada sin hacer mucho, ni siquiera dirigirle la palabra a su grupo, con un semblante decaído y triste.

Ella estaba igual, no podía leer o concentrarse en algo porque simplemente empezaba a pensar en ella y automáticamente se entristecía. No se permitía ir a preguntarle “¿qué pasó?” porque no quería que la viera como un fastidio, no quería obligarla a estar con ella.

Pasaban los días, ya estaban en las ultimas semanas del primer lapso escolar, y ellas seguían sin hablar.

Meredith también la miraba sin que ella se diera cuenta. La quería besar, impulsivamente llegaban esos pensamientos, quería estar con ella, tenerla entre sus brazos, escuchar su risa otra vez y besarla mucho más.

La miraba de reojo y la notaba triste y vacía. Pero no podía ser por ella, la rechazó sin más en el momento en el que pensó que podrían comenzar algo si solo se acercaba un poco más.

Su humor ya no era el de antes; se la pasaba amargada y le gustaba más estar sola. No necesitaba la compañía de nadie, solo la de Gina. Dios, ella la entendía también y la trataba de una forma en la que nadie la había tratado, se sentía muy bien con ella y por imbécil la dejó ir.

Gina no salía con los demás, se quedaba un rato en el salón cuando todos se iba y después se iba a la dirección con su madre. Tenía miedo de encontrársela en el camino de salida.

En su casa solo llegaba a su cuarto, le costaba hacer su tarea, a veces lloraba por los recuerdos hasta dormir y soñaba con ella, con aquellos momentos en los que eran tan unidas, le encantaba soñar que todo volvía a ser como antes y a veces se atrevía a soñar mucho más, que fueran pareja.

Ninguna de las dos estaba bien. Nada para ellas estaba bien, se gustaban demasiado y las dos estaban seguras de ello, pero no estaban seguras de admitirlo una a otra.

Faltaban tres días para terminar las clases. Todos estaban demasiado animados de dejar por fin las clases ya que venía la época de navidad y por esa razón ya casi nadie se concentraba en lo que decía el profesor.

Gina y Meredith hacían su mayor esfuerzo para ver, con toda su atención, lo que decía el profesor siendo contrarias a los demás. Sabían que solo se distraerían con una cosa y era ver una a la otra de reojo.

Terminó la primera hora y ya estaba tocando la campana para empezar el receso. Gina salió del salón, como hacía más a menudo estos días, solo para ver a su madre.

Se sentía ansiosa y necesitaba la compañía de su madre para tratar de calmarse.

—Gina, ¿estás bien? —La directora vio a la mencionada sentada rectamente, con los ojos cerrados y respirando profundamente.

—Sí, estoy bien, pero estoy muy ansiosa hoy —confesó sin más. Su madre le sonrió juguetona.

—¿Será porque por fin vas a terminar clases, picarona? —Rió un poco envolviendo en sus brazos a su hija uniendo su mejilla con la de la contraria— Pensé que te gustaba ver clases. Yo también me emocionaba mucho cuando venían las vacaciones.

—Dudo que sea por eso, no me han dejado de gustar, pero siento que algo va a pasar —sonrió cabizbaja—. Algo bueno.

«Finalmente», pensó suspirando de alivio al por fin sentir que algo bueno pasaría. Sonreía de nuevo, aunque fuera un poco

—¿Algo bueno? Espero que sea así, has estado muy deprimida estos días —le dijo su madre abrazándola más de nuevo para luego soltarla dejando sus manos en sus hombros.

El semblante de Gina cambió a uno melancólico, ahora pensaba que salía de ese fondo en el que se había hundido, todo de depresión por ella. Esperaba que eso que le iba a pasar fuera radical, ya no quería estar así.

—Si, lo sé —le dijo poniendo una de sus manos sobre la de su madre.

Siguieron viendo las clases que faltaban para terminar el día. Gina tenía una leve sonrisa en el rostro por pensar en que algo bueno le pasaría, la sensación seguía, la recorría por completo y hacía sudar sus manos un poco.

Meredith se dio cuenta de su sonrisa y en sus adentros sonrió igual solo por ver a Gina así otra vez, pero se extrañó al no saber a qué venía esa sonrisa.

«Si no viene por mi... ¿Consiguió a alguien más?».

Sin más, se deprimió, pero su pequeña felicidad por la sonrisa de Gina no se iba.

Estaban a la última hora y todos miraban sus relojes ansiosos para que las horas, los minutos y los segundos pasaran rápido. Guardaron sus cuadernos y útiles antes de tiempo y siguieron esperando el tono glorioso de la campana.

Finamente sonó, la campana estaba avisando que ya terminó el día escolar. Gritaron de felicidad y se retiraron. Solo faltaban dos días más.

El día siguiente pasó igual. Gina persistía con esa sensación que le avisaba que algo bueno iba a pasar mientras Meredith cada vez se deprimía más pensando que su suposición era certera.

Ya era el último día, Gina tarareaba una canción con una sonrisa.

«Hoy va a pasar», pensó estando demasiado contenta porque su presentimiento era más fuerte al sol de hoy.

Como siempre, se quedó en el salón, con su música, mirando por la ventana y haciendo lo que más acostumbraba; mirar a Meredith.

Se le notaba estresada y molesta, todo lo contrario a las demás personas del patio. Eso la extrañó. Estaba un poco distanciada de su grupo y pasaba sus manos por su cabello echándolo hacia atrás mientras veía a su alrededor como si quisiera matar a alguien.

«Hoy es el último día, ¿por qué está así?», pensó preocupada. Aunque ya no estuvieran juntas se preocupaba por ella de igual manera

Meredith también se preocupaba por ella, no la podía sacar de su mente, solo tenía su sonrisa en su cabeza y aunque quisiera no podía sacarla, pero tampoco quería, solo quería hacerla sonreír ella.

«Desde hoy, pasara mucho tiempo para que la vuelva a ver». No quería separarse de ella, quería ver su sonrisa aunque ella no fuera la causa de ésta.

Pasaron las horas y ya estaban en la última clase. Todos estaban más ansiosos que antes, hasta Gina, pero Meredith tenía miedo. Evitaba mirar el reloj y solo miraba a Gina tratando de que su celebro guardara por mucho tiempo aquella sonrisa de emoción que tenía.

La campana, gloriosa para la mayoría e infernal para una, sonó avisando que el primer lapso ya terminó. Se formó un alboroto en el salón despidiéndose y gritando de la emoción. Por fin la mayoría salió como una estampida muy ruidosa dejando el salón casi vacío de vuelta en el silencio.

Meredith salió del lugar lentamente después de ver como Gina recogía sus cosas con calma y sin quitar su sonrisa mientras tarareaba una canción por lo bajo. Le irritaba no saber la causa de su sonrisa y tener que irse con la duda.

Estaba a punto de salir de la institución pero no lo hizo, no podía, dio media vuelta decidida y empezó a correr de nuevo al salón. Se alegro internamente al ver que ella seguía allí.

Gina terminó de recoger sus cosas y se colocó su mochila. ¿Qué le iba a pasar hoy? Tal vez un gatito la seguiría a casa y se quedaría con él como pasó con su perro o tal vez se encontraría un buen billete por el suelo y se compraría su dulce favorito, tarta de fresa. Al voltear no sabía que se iba a encontrar a Meredith en el marco de la puerta y respirando un poco pesado.

«¿Será que...», pensó estando algo nerviosa al solo verla y notando que la miraba.

«Necesito saber la causa de su sonrisa antes de irme», pensó decidida controlando su respiración y viéndola directamente.

—Gina —La mencionada se sorprendió al ser llamada por Meredith—, necesito hablar contigo.

—¿Qué pasa? —Tartamudeó un poco al hablar y se paralizó al ver como Meredith iba hacia ella a paso lento, un tanto amenazante y con una cara de pocos amigos.

—¿Por qué sonríes tanto? —le preguntó posándose demasiado cerca de ella, también estaba nerviosa pero no quería mostrarse así. Además, aprovechaba el momento para estar cerca de nuevo.

«¿Sera que...».

—¿Por qué preguntas? —le dijo tornándose cabizbaja al ni siquiera poder verla a los ojos. Estaba nerviosa y Meredith estaba demasiado intimidante.

«... Es ella mi presentimiento», pensó mordiendo su labio inferior levemente, ¿qué significaba que lo fuera? ¿No iba a pasar el gatito? Sus manos sudaban demasiado y eso lo confirmaba, para ella.

—Necesito saberlo —La agarró de su barbilla para levantar su mirada y que la viera mejor—, dímelo, por favor, antes de que me vaya.

—Es solo que —Dudaba un poco de sus palabras y suspiró sin creerse lo que pasaba, más bien pensaba que estaba siendo mi absurda—... Tengo un bobo presentimiento —le dijo tomando su mano para hacer que soltara su barbilla y poder bajar la mirada un poco decaída—. No es nada.

Pero mientras ella se decepcionaba de que su presentimiento no haya sido certero, una pequeña esperanza crecía en Meredith.

«¿Podrá ser mi oportunidad?», pensó iluminándose al instante y animando su rostro como no lo estaba desde hacía mucho.

—Gina —la llamó con una sonrisa volviendo a tomar su barbilla.

—¿Qué? —le preguntó levantando su mirada con inocencia haciendo que sus ojos se vieran brillosos y hermosos.

Ese fue el momento en el que no se retuvo más y rápidamente unió sus labios con los de ella cerrando sus ojos al instante mientras Gina abría sus ojos todo lo que podía impresionada, pero no se contuvo y la correspondió pasando sus manos a la mejilla de la pelinegro.

—Me gustas mucho —confesó al separar el beso un tanto cabizbaja para unir sus frentes dejando sus manos en sus mejillas, pero al sentir que algo humedecía sus manos abrió sus ojos al instante.

«¿La hice llorar? ¿Por qué?».

—Tú —Aunque estaba llorando su hablar no se afectaba en lo absoluto, pero su respiración si por el beso que le quitó el aliento—... Tu también me gustas mucho —le dijo finalmente sintiendo que un peso se le iba de encima y desparecía la presión de su pecho que llevaba desde hace mucho.

Meredith se alegró demasiado de solo escucharla para luego reír junto a ella que no podía evitar dejar salir lágrimas de sus ojos todavía mientras ella solo las limpiaba suavemente con sus pulgares.

—¡¿En serio?! —Recibió un asentimiento como respuesta. Ahora sabía porque Gina lloraba, ella también estaba llorando de la alegría

Sin más, se abrazaron con todo su cariño y por todo lo que se extrañaban una a la otra en aquellos días que estaban distanciadas dándose cuenta que me habían sido demasiado tontas al solo separarse haciéndose sufrir una a la otra cuando se gustaban tanto.

Mientras tanto, desde el cuarto de vigilancia, la directora las veía con una sonrisa sincera y llena ternura por la escena tan bella que estaba viendo a través de un monitor que se dispuso a revisar cuando su hija no llegaba a su oficina.

Ahora ella salían del instituto decididas a pasar lo que restaba del día juntas mientras mantenían sus manos entrelazadas todavía riendo un poco y manteniéndose lo más juntas posible.

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