Capítulo N° 7


Tito, el tío de Guille, les había prestado el auto para que Pablo y él pudieran practicar, bajo su intensa y seria mirada. Guille manejaba mucho mejor que Pablo debido a que había practicado junto con Leo, quien fue tan amable de enseñarle y guiarlo en sus prácticas.

Pablo solo apretó los labios al oír cada halago de su padre hacia Guille. Amaba a su primo, era su mejor amigo y su hermano, pero a veces sentía que nunca podría alcanzarlo. Guille era más inteligente, más amable, más atractivo, más alto, más querido por sus padres y hermana, y también mucho mejor manejando.

Nunca le dijo nada a su querido primo porque no quería hacerlo sentir mal, pues sabía que el problema era él y sus inseguridades que toleraba en silencio.

—Seguí practicando así, Guille, y pronto te voy a llevar a sacar la licencia —dijo Tito con una sonrisa al darle una palmada en la espalda.

—¿No tiene que tener dieciocho? —bufó Pablo.

—No, hijo, la ley estipula que con diecisiete años y permiso de los tutores ya se puede sacar la licencia —explicó y giró para ver a Pablo en el asiento trasero—. Tenemos que reforzar el estacionar, hijo, y una vez lo logres podemos ir.

—Odio estacionar...

—Anita puede ayudarte cuando no estoy, es una experta —dijo Tito y comenzó a reírse—. Y obvio, tuvo el mejor maestro.

Guille no dijo nada, solo asentía cortésmente a las palabras de su tío. Sabía que su habilidad para el manejo era debido a su miedo de tener un accidente, era cauteloso pero seguro al manejar, pues no quería cometer errores. Su primo, por el contrario, era impulsivo y eso lo hacía alterarse al volante.

Estacionó el auto con cuidado en la entrada de la casa y bajaron con las felicitaciones de Tito. Se sorprendieron al ver a una chica sentada en la vereda de la casa, de cabello verde neón y jeans desgarrados.

—¡Guille, te estaba esperando! —dijo Claudia con una sonrisa y se puso de pie.

—Uy, el primis tiene novia —bromeó Pablo al darle un codazo—. Está rarita pero simpática.

—Es mi amiga —se rió Guille al darle un empujón.

—Invitala a pasar, Guille, hace frío afuera —dijo Tito antes de entrar en la casa.

Guille saludó con un beso en la mejilla a su amiga, pero Clap lo abrazó del cuello con cariño. Era una chica muy cariñosa que demostraba su afecto con abrazos y regalos, y al igual que siempre le extendió un paquetito envuelto.

—Clap, no es necesario que me des regalos —dijo Guille con un suspiro.

—Me gusta hacer regalos, además para algo trabajo, ¿no? —dijo con una risita y se balanceó sobre los pies con entusiasmo—. Miralo, es un llavero de guitarra, yo tengo uno parecido pero es eléctrica, ¿ves?

Le enseñó su llavero, era una guitarra eléctrica hecha en madera y pintada a mano en color rojo. Guille abrió el pequeño paquetito y se encontró con una guitarra criolla pintada en café, era delicada y muy bonita. Sonrió con alegría mientras la colocaba en sus llaves en el momento. Era como estar siempre junto al otro de esa manera, le pareció bonito.

—¿Querés pasar? Podemos tomar unos mates.

—Uf, re estaría, hace un fresquete que me vuela la tanga —dijo con un espasmo por el frío.

Guille se rió y abrió la puerta para permitirle entrar. Era la primera vez que Clap entraba en la casa así que miró todo con atención. La sala de estar era grande y estaba conectada a la cocina y comedor. Grandes sillones se lucían allí, cuadros familiares se veían en las paredes, y en la mesa se encontraban los tíos de Guille tomando mate.

—¡Hola, un gusto! —dijo Clap al saludarlos con una sonrisa y un alegre movimiento de mano—. Soy Claudia, amiga de Guille.

—Ay, Guille nos habla mucho de vos, es un gusto conocerte —dijo Esther con una sonrisa—. Sentate, querida. Dale algo de tomar, Guille, hace mucho frío. El invierno llegó con todo.

Clap se acomodó frente a la pareja con confianza, luciendo una gran sonrisa mientras miraba todo a su alrededor. Esther miró su largo y alborotado cabello verde, pero como estaba acostumbrada a Nora ya no le parecía algo extraño.

Una vez la pava estuvo lista, Guille pasó el agua a un termo y la llamó con la mano para ir a la habitación.

—Guille, ojo, ¿eh? —lo regañó Esther.

—Solo vamos a tomar mate —se excusó él encogido de hombros.

—Ay, por favor, ya es un hombre, no lo trates como un niño —se burló Tito.

—Pero... solo vamos a tomar mate...

Guille sentía su rostro ardiendo, tanto que incluso creyó que todos podían ver su piel prendida fuego. Clap solo se rió a carcajadas al verlo tan nervioso y se puso de pie para seguirlo por detrás, aunque le guiñó un ojo con complicidad.

Solo para evitar malas interpretaciones dejó la puerta entreabierta. Clap miró la habitación con curiosidad, las dos camas superpuestas y enfrentadas, con un escritorio en medio que las separaba y un gran ropero en frente. No era una habitación grande, especialmente para cuatro adolescentes.

Guille la invitó a sentarse en su cama, la más prolija y ordenada. Su guitarra estaba apoyada ahí, al igual que un cuaderno donde componía canciones.

Clap se acomodó en la cama, mientras que Guille se sentó frente a ella, en una silla junto al escritorio, donde apoyó todos los elementos del mate.

—Estaba cerca y pensé en visitarte, ¿te molesta? —preguntó ella mientras balanceaba sus piernas con una sonrisa.

—No, yo tenía ganas de verte también, culeada. Iba a llamarte por teléfono —dijo él con una sonrisa y sorbió la bombilla del mate.

—Aprobé el examen, ya puedo relajarme un poco. ¿Qué te parece si salimos a algún lado el finde?

Guille cebó otro mate y se lo extendió con una sonrisa, le había puesto azúcar porque sabía que ella, al igual que Nora, no tomaba amargo.

—No tengo planes para el finde, ¿qué tenías pensado?

—Podríamos ir al cine —ofreció con una sonrisa entusiasmada y sorbió el mate—. Ya que ir a bailar no creo, y no puedo llevarte a un bar, no te venderían nada.

—Nunca voy a entender eso, ¿qué diferencia hay entre tener diecisiete y dieciocho? Es lo mismo —resopló Guille.

—Así es la ley, querido Guillín, así es la ley.

—Una punk siguiendo la ley, raro...

Clap se rió con ánimo.

—Yo no la sigo, son los demás quienes lo hacen —le devolvió el mate aún con esa risita.

Conversaron por largo rato sobre sus temas de interés, y acordaron ir el domingo al cine, pues ella el sábado debía trabajar como niñera.

Luego de bromas y los comentarios de Clap que tanto avergonzaban a Guille, les dolía el estómago por tanto reírse. Él se sentía renovado cada vez que veía a Clap, era enérgica y amigable, y a pesar de ser ruda como Nora era también muy amable y comprensiva.

—Clap, quería hacerte una pregunta —dijo él con un tono de voz serio.

—Decime.

—¿Vos tocás punk en la guitarra?

—¿Una punk tocando punk? Para nada, qué horror, impensado, yo solo toco Mozart —se burló ella y Guille le dio un golpecito con la punta del pie—. ¡Obvio que toco punk, Guille!

—¿Y estás en una banda o algo así? —preguntó al extenderle un nuevo mate.

—A veces cubro a mamá cuando ella no puede tocar, pero oficialmente no estoy en ninguna banda —sorbió el mate y suspiró con placer—. Ah, qué calentito, me encanta. Nada mejor que un buen mate en invierno, solo faltaría una cogida magistral, un orgasmo potente y hacer cucharita después.

—No seas sucia —se rió él.

—Así me gusta, sucio, con nalgadas en el culo y escupidas, grrrr, rico —bromeó Clap y le enseñó la lengua—. Don aburrido.

—Yo con el mate me conformo.

—Yo no, tal vez un guisito de fideo moñito lo mejore —dijo ella algo pensativa—. O de lentejas, me gustan las lentejas.

—¡Dale, culeada, quiero preguntarte algo de en serio y vos ni un pingo que me prestas atención! —se rió Guille y le dio otro golpecito con la punta del pie—. ¿Te gustaría estar en una banda?

Clap dejó de reírse solo para verlo fijo y con sorpresa, porque sabía muy bien que Guille no era fan de la música punk y mucho menos formaría una banda.

—¿Es en serio o es broma? No estoy entendiendo, ¿querés formar una banda o algo así?

—Nora se separó de la guitarrista y ella abandonó la banda, llevan un mes buscando un reemplazo y no consiguen —suspiró Guille.

—¿Nora... de las Cerdas gritonas? —preguntó aún llena de sorpresa, con los ojos abiertos de par en par—. ¿Las Cerdas gritonas necesitan guitarrista?

—Eso mismo.

—¡Y me avisás recién un mes después, sorete! —Clap se lanzó sobre él para darle golpes en broma—. ¡Las amo, cómo me vas a avisar un mes después, te odio!

—¡Y si nunca estás en tu casa, culeada, cómo quieres que te avise! —se defendió Guille con una risita y le picó el abdomen con sus dedos—. Qué culeada, obvio pensé en vos desde un principio.

—¡Tengo vida, Guillermo, salgo con tipos, estudio, trabajo, por eso no estoy en casa!

—¿Entonces no vas a poder entrar en la banda?

—¡No preguntes boludeces, me saco de encima unos tipos y me sobra tiempo! ¡Si tengo que sacrificar el sexo por estar con ellas lo hago! —chilló y comenzó a abanicarse el rostro con nervios—. Ah, ¿y si no les gusta como toco? ¿Y si eligen a otra?

—No hay nadie mejor que vos, Clap. No digas boludeces —dijo Guille con voz suave y apoyó su mano en la mejilla de su amiga—. Vamos a ver a Nori, le vas a mostrar tu talento y vas a ser la nueva guitarrista de las Cerdas gritonas.

—¿Y si no les gusto?

Clap tenía los ojos abiertos y llenos de miedo e incertidumbre, Guille sabía que ella era muy insegura respecto a su aspecto y su talento, pese a ser hermosa y muy talentosa a los ojos de él.

—No gustarles y un pingo —dijo con cariño—. Sos divertida, talentosa y escribís tus propias canciones, además sabés todos sus temas y tenés un estilo único, culeada. Les vas a encantar.

—¿Cuándo puedo hablar con ella, con Nora? —preguntó con una mezcla de miedo y emoción.

—Ahora mismo, po, Nori vive acá en frente.

Clap lanzó un chillido tan fuerte que incluso los tíos de Guille preguntaron si todo iba bien. Él tuvo que cubrirle la boca porque se sentía muy avergonzado.

—¡Pará, culeada, son las Cerdas gritonas, no los Sex Pistols! —se rió él.

—No tenés ni idea de lo importantes que son en el ambiente y el público que mueven, ¿verdad? —Alzó una ceja—. Son tan buenas que se rumorea que podrían tener un contrato discográfico en un año.

Guille solo asintió en silencio con una sonrisa y se puso de pie para poder guiarla hacia lo de Nora. Sabía que de no hacerlo Clap estaría mucho más nerviosa y ansiosa. Ella lo seguía por detrás mientras se abanicaba el rostro, sintiendo su rostro en llamas.

Cuando cruzaron la calle y él tocó el timbre, Clap apretó su mano al hombro de él, porque si Nora llegaba a rechazarla sería capaz de dejar la guitarra para siempre.

—¡Eh, culeaá! —dijo Guille con una sonrisa al ver a Nora asomarse por la puerta—. Te conseguí guitarrista.

Nora sonrió ampliamente y salió cubriéndose del frío con un largo abrigo negro. Miró con atención a Clap ahí, con su largo cabello verde neón alborotado, sus jeans desgarrados y su sweater negro con agujeros que permitía ver debajo su ropa roja.

—Debés ser Clap, Gui me dijo que sos muy buena —dijo Nora con una sonrisa.

El rostro de Guille se volvió serio y molesto al ver que Nora intentaba cubrir las marcas de golpes con su abrigo. Apretó la mandíbula con molestia, porque sabía que era obra de Raquel.

Se sentaron sobre el descanso para conversar sobre música y las necesidades de la banda, pero Guille se mantuvo con el rostro serio y lleno de molestia. Él se consideraba pacífico, incapaz de golpear a alguien, pero ver a su amiga así por culpa de Raquel siempre sacaba lo peor de él. Cerró los ojos y respiró lentamente para controlar esa ira en él, porque era una emoción que no le gustaba.

—Vení el viernes al galpón, va a estar Juli, la baterista —dijo Nora con una sonrisa—. Traé tu guitarra, tenemos amplificador ahí. Queremos escucharte tocar algo.

—Ahí voy a estar —respondió Clap con una sonrisa enorme.

Nora dirigió entonces su mirada hacia Guille.

—Tengo que entrar, mi vieja no quiere que salga. Técnicamente me escapé unos minutos.

Él solo asintió con sus labios apretados, pero Nora le dio un beso en la mejilla para relajarlo un poco y así demostrarle que estaba bien.

Luego de despedirse de Clap y repetir dónde estaba el galpón de Juli, Nora entró en la casa antes de que su madre regresara para verla afuera.

—¿Querés tomar algo? —preguntó Guille al ponerse de pie—. Necesito tomar algo.

—¿Una cerveza decís? Dale, sí. Yo invito, ¿dónde podemos comprar?

Clap se puso de pie también y siguió a Guille por detrás camino a la tienda, pero dio un pequeño trote para estar a su lado. Ella iba tan feliz y radiante por la alegría que él solo pudo suspirar, porque no podía estar enojado si ella se veía así. Respiró hondo un par de veces mientras la oía hablar de lo emocionada que estaba por poder tener esa oportunidad. Lo abrazó varias veces durante el camino y besó también sus mejillas, agradeciéndole mil veces por la ayuda.

En el supermercado, Clap tomó un par de latas de cerveza y algunos snacks, pero en la fila para pagar notó que Guille no había dicho palabra alguna desde hacía un buen rato.

—¿Pasa algo, Guillín? —preguntó con preocupación—. ¿Te sentís mal? Podemos dejarlo para otro momento.

—Estoy bien, solo me preocupa Nori —dijo con un suspiro—. Ya lo vas a entender cuando formes parte de la banda.

—¡Parte de la banda! —chilló y dio un salto emocionado que captó la mirada de los presentes—. Sos el mejor amigo del mundo, Guillín, te amo, ¿sabías?

Él no pudo evitar sonreír con ánimo, y luego reírse. No podía estar enojado si ella estaba tan feliz en ese momento, pues esa alegría que irradiaba se contagiaba en él al instante.

Salieron del supermercado con las bolsas de compras que él llevó durante el camino, porque Clap iba dando saltitos como si de un cordero se tratase. Fueron hablando de música, de las canciones que les gustaban y también de las que habían escrito, pero Clap también habló de horóscopo y signos zodiacales, pues al enterarse que Nora era escorpio no pudo evitar hacer un análisis.

—Okay, yo soy libra y ella escorpio, se supone que somos compatibles y podemos llevarnos bien —balbuceó a gran velocidad—. Pero si se pone posesiva e intensa va a ser difícil, no me suelo llevar bien con los escorpio, ¿y si se cansa de mi indecisión o de...?

—Clap —interrumpió Guille con una risita—. Va a estar todo bien.

—¡Ah, para vos es fácil, sos de piscis! —chilló—. ¡Piscis y escorpio son prácticamente almas gemelas!

Guille se detuvo en seco.

—¿En serio?

—¡Obvio, ambos son signos de agua que tienen ideas y pensamientos en común! Es como almas gemelas, son signos que se llevan tan bien que pareciera que están destinados a estar juntos, son geniales. Uno lidera y el otro propone las ideas.

—¿Almas... gemelas? —repitió sintiendo su rostro arder.

—¿Grité tanto que te rompí los tímpanos, Guillín? ¡Sí, almas gemelas!

Guille apretó los labios para evitar sonreír y caminó más rápido para que ella no pudiera verle el rostro enrojecido. Él no se consideraba fan de los signos zodiacales, pero Clap estaba logrando que empezara a gustarle.

La sonrisa de Guille aumentó al ver a Leo apoyado en el marco de la puerta de su departamento, con una sonrisa y un mate en la mano.

—Ese es Leo, el amigo del que siempre te hablo —le dijo a Clap.

—¿Ese? Vamos a saludarlo, es el de sagitario ¿no? —dijo Clap con entusiasmo—. Los sagitarianos son personas hermosas y llenas de luz, ideales para una buena amistad, son súper solidarios y amables, me encantan. Como pareja no, mejor tenerlos lejos.

—¿Por qué?

—Son unos infieles de re mierda. Es más, diría que son los infieles más infieles de todos los signos —siseó—. Pero enamorados son geniales, lo difícil es enamorarlos, estos escapan cuando la cosa se pone seria. Tirás un anillo de compromiso en medio de un grupo de sagitarios y no queda ni uno, ¿eh?

Guille se rió a carcajadas y eso llamó la atención de Leo, que enseguida dirigió su mirada hacia los dos adolescentes que se acercaban riéndose. Les dirigió una sonrisa alegre y los saludó con un movimiento de mano.

—¡Eh, gurisito! ¿Cómo va eso?

—Bien —dijo Guille aún riéndose—. Ella dice que los de sagitario son infieles, ¿qué opinás, Leo?

—No puedo ser infiel si soy soltero —se rió.

—Miedo al compromiso, te lo dije —susurró ella al oído de Guille.

—Igual si tuviera pareja tampoco sería mi dueña, pué, así que no podría ser infiel si no le pertenezco —agregó Leo y sorbió su mate.

—¡Te lo dije! —chilló Clap y le picó el abdomen a Guille.

—Ya me siento juzgado y ni tengo pareja —dijo Leo con una risita—. Un gusto, señorita. Leo, el sagitariano infiel.

—Claudia, una libriana fiel —dijo ella y extendió su mano para saludarlo.

—Oí por ahí que los librianos no son conocidos por la fidelidad, ¿eh? —bromeó Leo.

—Hombre libriano es distinto a la mujer, porque hombres. Es más, parte de la definición de la palabra «hombre» debería incluir el ser un infiel.

—¡Ooaa! Está potente esta gurisa —se rió con ánimo y miró a Guille—. ¿La amiga de la que me hablaste?

—Sí, va a ser la guitarrista de la banda de Nori.

—¡Vamos a festejar! —chilló ella.

—Felicidades entonces, gurisa —dijo Leo con una sonrisa amable—. ¿Quieren pasar o van a otro lado? Estoy solo ahora.

—Me encanta ese «ahora» —dijo Clap con una sonrisa torcida.

—Es que soy un sagitariano infiel, pué, tengo que hacer honor al signo —bromeó Leo.

—Creí que tus piques venían solo a la noche —dijo Guille con sorpresa.

Leo sonrió con un deje de soberbia.

—Qué puedo decir, gurisito, soy muy requerido...

Con un movimiento de cabeza los invitó a entrar.

—Hace frío y la gurisa tiene la ropa toda agujereada, pasen.

Guille se encogió de hombros con algo de vergüenza, porque habían pasado por ahí solo porque era el camino hacia la casa.

Antes de que pudiera decir algo, Leo le picó la nariz con el dedo índice.

—Nada de «perdón» ni «no quiero molestar», yo los estoy invitando —dijo e hizo nuevamente el movimiento de cabeza para que entraran.

Clap miró a Guille para ver qué pensaba hacer, lo vio igual de inseguro que siempre, y aunque a ella le costaba tomar decisiones prefirió tomarlo de la mano e ingresar en la casa. Leo los invitó a sentarse y se preparó otro mate, mientras que ellos se acomodaron en las sillas, con Clap mirando todo a su alrededor.

—¡Oh, sos músico! —dijo ella al ver un bombo y un bandoneón.

—Sí, folclorista.

—Qué copado —sonrió—. Me empezó a gustar la zamba por Guille, antes solo conocía a Mercedes Sosa, la Sole o Los Nocheros.

—Al menos no soy un hippie roñoso, ¿eh? —se rió él y sorbió su mate.

—Y... medio pinta de hippie sí tenés, parecés Jesús con el pelo largo y claro —dijo ella al verlo fijo—, pero te ves más sexy que ese tipo.

—Clap —la regañó Guille.

—¿Qué? Sí se parece, ¿o no? Barbita, pelo largo y ondeado, mirá la cara de buen tipo que hace milagros que tiene. Dale un vaso de agua y te lo convierte en vino.

—Dame un vino y no te dejo ni el agua —se rió Leo con ánimo—. Me cae bien la gurisa.

—Daaa, Jesús de Nazaret, soltá ese mate y tomate una birriña con nosotros —dijo Clap y tomó de la bolsa unas latas de cerveza.

—¿Cuántos años tenés? —preguntó al alzar una ceja.

—Cumplo veinte ahora en septiembre, ¿eso lo complace, anciano?

Leo abrió la boca y miró a Guille, completamente ofendido.

—¡Tengo veinticinco años nomás, añamembuy!

Guille comenzó a reírse a carcajadas al ver el rostro lleno de sorpresa de Leo, con sus cejas fruncidas por la molestia también, pero luego él comenzó a reírse y aceptó la lata de cerveza que le ofrecía la chica.

—Bueh, cinco años no son nada, potro, podríamos resolverlo en privado —Clap le guiñó un ojo.

—¿No dijiste que serías capaz de renunciar al sexo por estar en la banda? —agregó Guille con una sonrisa torcida.

—Técnicamente hablando aún no soy miembro oficial así que aún puedo gozar —se rió Clap y Guille le dio un empujón.

—Asquerosa, es mi amigo.

—¿Y? Está re cogible tu amigo.

—Literalmente estoy acá —dijo Leo con una expresión entre sorpresa y diversión—. Ya tuve suficiente goce por hoy, pero agradezco el halago, guainita.

Tomó unos vasos de la alacena para poder pasar la cerveza allí, luego se sentó frente a ellos a conversar. Clap no era para nada tímida, y cada comentario lograba poner a Guille más rojo que antes, pero hacía reír a Leo que la encontraba muy simpática.

Leo se recogió el cabello en una colita para estar más cómodo, con eso su rostro quedaba despejado y sus rasgos se lucían mejor. Clap lo admiró en silencio pero con gestos que decían más que cualquier palabra, ya que lo encontraba demasiado sexy para ser ignorado.

Luego Leo ofreció hacer música juntos, así que mientras que él tomó el bandoneón, Guille tomó la guitarra de Leo. Clap los miró con una sonrisa y aplaudió como si fuera la mayor fan de ambos, con fuertes gritos de entusiasmo y risotadas llenas de ánimo.

—Puedo llevarte en el auto —ofreció Leo cuando ella dijo que debía regresar a su casa—, así no esperás el colectivo con este frío horrible.

Ella dudó un poco y miró a Guille en busca de una opinión al respecto. Su amigo le estaba sonriendo así que decidió aceptar. Viajaron los tres juntos en el auto escuchando música, hablando de los guitarristas que los inspiraban y otras temáticas entretenidas.

—La próxima vas a tocar el bombo, gurisa —le dijo Leo con una sonrisa.

—Eh, ¿una próxima? Ya te dejé loco conmigo —bromeó ella y le guiñó un ojo—. Nos vemos, chicos, gracias por traerme.

Saludó con un beso en la mejilla a cada uno, y ellos la observaron entrar a la casa antes de arrancar el auto y regresar. Viajaron sin decir palabra alguna, solo con la música que sonaba en la radio, hasta que Guille miró de reojo a su amigo.

—Perdón, Leo, es buena pero puede ser un poco... atrevida —dijo Guille con un gesto torcido.

—Es graciosa, me cae bien —sonrió y despeinó con cariño al muchacho—. No te disculpes por eso. Me gusta la gente que no teme ser ellos mismos, además así son la mayoría de mis amigos.

Guille sonrió pensando que era verdad, los amigos de Leo se comportaban muy parecido a Clap. Eso lo hizo pensar si en verdad era tan normal ese tipo de conversaciones, y si él era tan raro de sentirse incómodo con constantes temáticas sexuales.

—No sé que estás pensando pero la respuesta es no —dijo Leo de repente.

Guille lo miró de reojo, algo confundido.

—Sos muy transparente, Guille, tu cara dice lo que tu boca no.

—¿Y cómo sabés que la respuesta es no? —preguntó con una risita divertida.

—No hay muchas opciones, estás pensando que molestás o que sos raro.

—Podía estar pensando en que me gusta alguna chica y no sé cómo hablarle.

—Mentile a tu tía, a mí no —se rió Leo y lo miró de reojo—. No es necesario que me digas, pero la respuesta es no.

Guille solo se rió al encogerse de hombros, porque Leo siempre conseguía descifrarlo. Siempre veía más allá y notaba lo que los otros no.

Cambiaron de tema para conversar del cumpleaños de quince de Mayra, la hermana menor de Leo. Al hablar de ella se le iluminaban los ojos y a Guille le gustaba oírlo hablar así de sus hermanas. Ya las había conocido, aunque se sintió muy incómodo porque las dos menores, Virgi de diecinueve y Mayra de quince, no dejaban de cuchichear entre risas y mirarlo con sonrisitas tímidas.

—La gurisa se enojó porque no te llevé a la fiesta —se rió Leo—. ¡Yo qué sabía! No me dijo nada, si me hubiese dicho te llevaba. Ibas a alborotar todo el gallinero, gurisito, las tenés a todas encajetadas.

—Mis primos dicen que es un desperdicio que me vea así y no esté con minas —suspiró Guille.

—Que se chupen una chota —dijo Leo con molestia, luego carraspeó—. Perdón, me alteré.

—Parece que vos tienes a varias «encajetadas», ¿quéno? —se rió Guille—. Hasta Clap quedó loca.

—Es la carita que heredé de mi madre —dijo con una risita—. Se lo agradezco cada día.

—La facha y que sos bueno, culeao.

Cuando estaban por llegar a la cuadra donde Leo vivía, giró un instante para ver a su amigo. Guille prefería regresar a su casa esa noche, así que Leo manejó hasta allí para evitar que tuviera que caminar. Sin embargo vio a Andrea llegar del trabajo, acababa de bajarse de un remís y se la veía muy agotada. Detuvo un instante el auto ahí frente a los departamentos.

—Buenas noches, Andy, ¿estás bien? —le dijo con una sonrisa amable desde el auto.

Ella giró para verlo y le dedicó una sonrisa, también una a Guille al verlo en el asiento del acompañante. Él la saludó con un movimiento de mano alegre, sorprendido de verla tan arreglada. Lucía una minifalda negra, medias y largas botas, pero también un abrigo peludo que parecía mantenerla cálida. Su rostro estaba maquillado, había aprendido que a ella le gusta mucho hacerlo, ponerse sombras oscuras y labiales color vino.

—Hola, Leito, estoy cansada, me aumentaron las horas —suspiró y levantó una bolsa en la mano para mostrarle—. Compré comida en el camino, sinceramente no tengo ganas ni de cocinar. Creo que me voy a bañar y a dormir.

—Qué tonta, me hubieras avisado y yo te preparaba la cena así descansás —dijo Leo con una sonrisa—. No gastes en vano, no me cuesta nada extenderte un plato para que solo descanses sin preocuparte por nada.

Andrea sonrió ampliamente con su mirada fija en él, asintió con esa sonrisa de muñeca y bateó las pestañas.

—Gracias, Leito. No quisiera molestar.

—Otra más —se rió él y miró a Guille—. Son iguales, ¿eh? No me molesta, por eso lo ofrezco. Mañana te prepararé un tupper para que solo comas y te acuestes. ¿Está bien?

Ella terminó por aceptar y corrió un mechón de cabello tras la oreja, para luego despedirse y entrar en la casa. Leo y Guille reanudaron el viaje hacia lo de él.

—¿Te gusta? —le preguntó Guille con una sonrisa torcida.

—¿Andy? —lo miró de soslayo con una risita—. Tiene buen cuerpo, pero no es mi tipo. Solo soy amable porque sé lo que es llegar cansado y no tener ganas de nada.

—A mí me parece bonita —dijo Guille y soltó un suspiro al mirar al frente—. Es agradable.

—¿Tenés un tipo con las chicas? Nunca te pregunté.

—Ah... ¿lindas?

Leo se rió con ánimo.

—Sos muy pibe aún, después vas a aprender que no basta solo con que sean lindas. La conexión es muy importante —explicó con suavidad—. He salido con mujeres hermosas, pero si no conecto con ellas, si no puedo conversar, entonces ya no las veo hermosas.

Se detuvo en la casa de Guille y lo miró, porque era tan grandote pero tan pequeño a la vez. Sonrió al palmearle el hombro.

—Me gustaría hablar con vos de algo, gurisito, antes de que entres —dijo con una sonrisa para evitar que se preocupara.

—Decime.

Leo estuvo a punto de abrir la boca cuando el sonido de un bajo comenzó a resonar fuerte en esa calle. Abrió los ojos con sorpresa y dirigió su mirada hacia la casa de Nora.

—¡¿Esa es Norita?!

—Sí, es buena, ¿quéno? —dijo Guille con una sonrisa llena de orgullo—. Está tocando funk, debe estar inspirada.

Leo sonrió con una mezcla de alegría y también curiosidad, porque era la primera vez que oía a Nora tocar. Ella solía esquivarlo todo el tiempo, incluso cuando se lo cruzaba en la calle, por lo que nunca había tenido la oportunidad de oírla.

—Es buena —dijo luego de unos segundos y giró para ver a Guille—. Quería hacerte una pregunta, Guille. ¿Vos conocés El cumpleaños de la abuela?

Guille curvó sus labios en una sonrisa.

—Leo, soy de Beltrán. Estaba muy cerca de La Banda, íbamos siempre con mis papás.

—¡Ooatatá añamembuy! —dijo Leo para expresar su alegría—. Voy todos los años, pensé que capaz podrías venir conmigo este año. ¿Te gustaría? Vamos a ir con Cuca, Majo y Caro.

—¡Y un pingo que no! —chilló Guille con alegría—. Me encantaría ir, no voy a Santiago desde que era niño, pero no sé si mis tíos vayan a dejarme...

—Por eso te aviso con tiempo, es en agosto, tenemos un mes y medio para conseguir que te dejen y firmen el permiso para salir de Buenos Aires conmigo —dijo Leo y dio unos golpecitos al volante, con ánimo—. Tengo una carpa, iríamos en mi auto, porque Cuca y Majo van a llevar a Caro en el de ellos.

—Creo que mis tíos tienen carpa, si me dejan ir capaz me la presten también.

—De ser así podrías invitar a tu amiga, le gustó la musiqueada.

—No creo, Leo, Clap va a la universidad y está muy concentrada con eso. Su tiempo libre lo usa para trabajar o lo va a usar con la banda —suspiró Guille—. Pero capaz Nori quiera.

—Con lo mal que le caigo, lo dudo —torció sus labios al decirlo—. ¿Por qué le caigo tan mal? Apenas me conoce, cruzamos palabras como dos o tres veces.

—Porque odia a los hippies y piensa que sos un hippie —suspiró Guille.

—No tiene mucho sentido —dijo Leo con una sonrisa—. Pensalo, andá hablando con tus tíos y vemos cómo hacemos. Que tengas buenas noches, gurisito.

Guille bajó del auto luego de despedirse de él, mucho más animado que antes. La idea de regresar a su tierra natal, de ir a un gran festival de folclore y disfrutarlo con sus seres queridos, era como un sueño. Pensó incluso que tal vez podría pasar a visitar su barrio donde había nacido y crecido.

Al entrar en la casa vio a su tía preparando la cena, Ana le estaba ayudando mientras que en los sillones se encontraban sus otros primos, quienes no dudaron en hacer comentarios sobre la visita de Clap.

—Qué virgo de mierda —se rió uno.

—¡Cállense la boca, pendejos maleducados! —gritó Esther—. Guille es un caballero, tal vez deberían aprender de él.

Guille los ignoró, como llevaba tantos años haciendo, y se acercó a esas dos mujeres que cocinaban con tanta concentración para poder ayudarles.

Ninguna de las dos preguntó por qué estaba tan feliz, pero ambas se alegraban de oírlo tararear canciones con ánimo. Guille tenía sus días buenos donde irradiaba luz, bromeaba y reía, pero también días malos donde se quedaba pensativo y en silencio.

Más tarde, luego de cenar y lavar los platos, Guille esperó a que sus primos se fueran a las habitaciones para poder hablar con sus tíos a solas. Tito y Esther estaban sentados a la mesa tomando un té cada uno mientras conversaban de su día.

Con nervios y rascándose las muñecas se paró frente a ellos, que lo miraron con curiosidad al verlo tan inquieto y nervioso.

—Quería hablar con ustedes de algo —dijo y apretó los labios.

—Embarazaste a alguien —chilló Tito y se tocó el pecho—. Me da algo, Guille, me da algo.

—¡No, no es eso! —se rió—. Mi amigo Leo me invitó a ir a Santiago con él en agosto, para El Cumpleaños de la abuela Carabajal.

—Ah, mi hermana iba seguido ahí con tu papá —dijo Tito con un gesto triste.

—Guille, es plena época escolar, te está yendo bien —dijo Esther con el rostro serio pero voz suave—. Además sos chico, ¿quién va a hacerse responsable por vos si te pasa algo? Vas a estar en otra provincia a kilómetros de distancia.

—Es fin de semana, puedo faltar solo el viernes e ir, no tengo ninguna falta, tía, y tengo buenas notas —expuso a gran velocidad—. Por favor, tía, extraño mucho Santiago, está cerca de mi casa, podría ir a visitar a mis viejos amigos. Por favor, nunca les pido nada, por favor, tía.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y debió parpadear varias veces para evitar llorar.

—Leo es adulto, tiene veinticinco años, van a estar sus amigos de entre veintitrés y veinticinco también —dijo rápidamente—. Leo se hace responsable de mí, por favor, tía. Extraño mucho, extraño Santiago, extraño los festivales, extraño a mis amigos, extraño a mis papás, extraño mucho a mis papás...

Aunque quiso evitarlo las lágrimas cayeron por su rostro y se refregó los ojos sintiéndose un estúpido, un tonto que no era capaz de hablar sin llorar.

—Mis papás deben estar ahí, bailando chacareras como siempre —gimoteó con mucho dolor—. Quiero ir, por favor...

Sus tíos lo miraron con pena, hacía muchos años que no lo veían llorar así. Ambos sintieron un nudo en su garganta y apretaron los labios, pero fue Tito quien apoyó con cariño su mano en la de él.

—No llores, Guille —dijo con suavidad—. Dejanos pensarlo un poco, ¿sí?

—No es un no definitivo, necesitamos saber que vas a estar bien —agregó Esther—. La última vez que viajaste...

—No lo digas, por favor —rogó Guille aún más adolorido.

Tito regañó con la mirada a su esposa, quien se mantuvo callada para no lastimar más al muchacho con recuerdos desagradables.

—Primero tenemos que conocer a tu amigo, ver qué tan responsable es, saber si es confiable y si va a hacerse responsable por vos, Guille —dijo Tito con calma—. Invitalo a almorzar uno de estos días así podemos juzgarlo nosotros mismos. ¿Sí?

Guille se secó las lágrimas y sorbió por la nariz al asentir con sumisión.

—¿Solo van a ser ustedes, vos solo con ellos? —preguntó Esther con desconfianza.

—Quería... pedirle a Nori que me acompañe también.

Esther se puso de pie para abrazar al muchacho, quien hundió el rostro en su pecho y aferró los dedos a la espalda de su tía.

—Tranquilo, Guille, ¿sí? No llores —dijo con suavidad al acariciarle el cabello—. Andá a descansar, nosotros vamos a meditar bien esto, vos solo concentrate en estudiar y en invitar a tu amigo para que podamos conocerlo.

Guille asintió al alejarse de ella, y luego de disculparse por molestarlos se dirigió a la habitación

Tito y Esther se quedaron en silencio por largos minutos, hasta que él suspiró al refregarse el rostro y su esposa le hizo una caricia en la espalda.

—Aún no los supera —dijo Tito con mucho dolor.

—Perdió a sus papás en un horrible accidente, amor, y tuvo que venirse a Buenos Aires con nosotros. No es algo fácil para nadie, no es fácil para nosotros, mucho menos para él.

—Dejemos que vaya, negri, que sane esa herida.

—Pero... ¿y si vuelve a pasar algo como eso? Guille es muy inocente aún —dijo Esther con preocupación.

—Ya es grande, ya no es un niño, y no va a estar solo, va a ir Nora seguramente y ya sabés cómo es ella.

Con un suspiro se quedaron pensando en Guille, en sus padres y en lo que le haría bien a él.

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