Capítulo N° 4
Sabía que ver a Nora el fin de semana sería imposible, su hermano mayor estaba de visita y esos eran los momentos más felices en la vida de ella, porque su madre la trataba bien en presencia de él. Pero Guille se sentía algo solo, Ana había ido a una cita con el chico que conoció en el recital, Pablo había salido con sus amigos, Lolo se había ido a visitar junto a sus padres al mayor de sus hermanos.
Guille estaba solo a merced de sus primos abusivos que no dejaban de insultarlo o reírse de él. Decidió, entonces, salir de la casa e ir al centro de la ciudad. Quería buscar un teléfono público para llamar a Clap, pues de hacerlo en la casa tendría que soportar aún más a sus primos.
Era sábado a la tarde, y con la guitarra en su espalda se subió al colectivo que lo llevaba al centro para poder pasear por allí. Tenía el número de Clap en su bolsillo, bien protegido, y solo lo sacó cuando llegó a un teléfono público. Tomó una moneda de su bolsillo y entonces marcó el número. Oyó el tono dos veces antes de que la voz de un niño le atendiera.
—Hola, buenas tardes, ¿se encuentra Claudia? Soy Guille.
—¡Clau, tu novio otra vez!
Guille sintió sus mejillas arder.
—¡No es mi novio, tonto, es un amigo! —Oyó a Clap gritar a lo lejos—. Hola, Guille, ¿cómo estás? Disculpá a mi hermanito, está un poco tarado, se cayó de la cuna una vez —dijo con una risita—. ¿Qué andabas haciendo?
—Estoy bien, vine al centro a pasear un rato, quería saber si estabas libre, capaz podíamos tomar algo y charlar, po.
—Solo podría una hora, porque mamá se va a ir a una cita y debo quedarme en casa a cuidar de estos demonios —dijo con un suspiro—. Puedo ir ahora, ¿querés? Agarro la bici y voy, llegaría en diez minutos más o menos.
—Dale, sí. ¿Te parece si te espero en la plaza?
—Buenísimo, me queda más cerca. Llevo la guitarra. Nos vemos en un ratito, Guille, besitos.
Guille sonrió con alegría y colgó el teléfono, pero primero se fijó si le había sobrado alguna moneda en el teléfono, que guardó nuevamente en su bolsillo. Comenzó entonces su caminata hacia algún kiosco, para poder comprar una gaseosa y un paquete de snacks, y solo luego de eso es que se dirigió hacia la plaza. Sin embargo, mientras caminaba por el centro, oyó el sonido de un bandoneón tocar tango. Se acercó hacia allí con curiosidad por la música, porque era el segundo bandoneón que oía en la ciudad.
Todo tuvo sentido para él cuando allí, sentado en un banquito, vio a Leo tocando. La gente que pasaba le arrojaba monedas en el estuche y él agradecía con un asentimiento de cabeza educado. Tenía el cabello recogido en una colita, lo que despejaba su rostro atractivo.
—No sabía que tocabas tango también —dijo Guille cuando se acercó a él.
—¡Eh, cómo anda mi gurisito! —dijo Leo con una sonrisa sin dejar de tocar—. Me encontraste laburando, una horita más y ya regreso a casa, fue un buen día para las propinas.
Guille parpadeó, algo confundido.
—¿Tu trabajo es tocar el bandoneón?
—¡Sipué! Soy músico callejero —explicó con una sonrisa—. Me niego a trabajar para otros, a que manden sobre mí o participar de este sistema que oprime a los trabajadores.
—Nora diría que eso es muy hippie —se rió Guille y se cruzó de brazos.
—Y yo le diría que soy más punk que ella al oponerme al sistema —dijo con una risita y dejó de tocar—, pero no me gusta discutir.
—Qué bueno verte, Leo. Si después seguís por acá voy a pasar un rato, ahora tengo que irme —suspiró Guille.
—Andá nomá', yo voy a estar al menos una hora más acá. Si te veo después te invito unos amargos, ¿querés?
Guille asintió con alegría y luego de despedirse de Leo, y de qué él reanudara su tocada, continuó su camino hacia el parque. Fue todo el trayecto pensando en Leo como músico callejero, le causaba curiosidad porque sabía que el departamento donde vivía era alquilado, si ese estilo de vida bastaba para mantenerse le parecía toda una curiosidad.
Una vez en la plaza se sentó bajo un árbol, donde tomó su guitarra para poder empezar a tocar una chacarera, «La vieja». Siempre se sentía más feliz cuando tocaba, su mente se despejaba y le permitía pensar con mayor claridad. Estaba así, concentrado en su música, cuando de repente oyó aplausos. Alzó la vista con nervios y dejó las manos quietas, para poder ver a Clap en la bicicleta con una sonrisa.
—Sabía que tocabas pero no sabía qué tan bien lo hacías —dijo ella con una sonrisa y colocó la pata de la bici para poder sentarse junto a él, a quien saludó con un beso en la mejilla.
—Aprendí de oído, de ver y oír a mi papá —explicó con una sonrisa.
—¡Wow! A mí me enseñó mi mamá, pero incluso así tuve que ir a clases.
Guille la miró con atención, Clap llevaba su cabello verde neón recogido en dos trenzas, y vestía un short de jean y una musculosa de The Ramones. Sonrió al imaginarse la furia de Nora, porque siempre se peleaba con los ramoneros.
Conversaron largos minutos para ponerse al día sobre cosas que no habían hablado por teléfono, y Clap pidió disculpas varias veces por los comentarios de sus hermanitos.
—¿Qué tal la escuela? —le preguntó ella con curiosidad luego de sorber un trago de Coca-Cola.
—Bien, es mi último año así que tengo que tomarlo en serio —dijo Guille mientras hacía unos punteos en la guitarra—. ¿Qué tal la facu?
—No estoy segura de si seguir o no —resopló—. No sé si Letras sea para mí.
—¿Por qué?
—Porque tendría trabajo como profesora seguramente, y seamos sinceros, Guille. La gente ve mi pelo y mis tatuajes y no me toma en serio.
—Los tatuajes son fáciles de cubrir, y respecto al pelo... tal vez en unos años, cuando te recibas, decidas tener otro color. ¿Quién sabe? —Guille sonrió de forma cariñosa y ella respondió con una sonrisa igual—. Yo creo que si de verdad te gusta deberías seguir.
—Lo que me gusta es la poesía. Siento que la poesía es la máxima expresión del alma, además escribir canciones y escribir poemas van de la mano.
Guille dejó la guitarra a un lado para poder prestarle atención al hablar, Clap era muy charlatana y a él le gustaba escucharla. Tomaron su bebida y comieron papas fritas, para luego tocar juntos algunas canciones. Ella aprendía muy rápido lo que Guille hacía, y él se adaptaba fácilmente a otros géneros.
—Contame algo interesante que te haya pasado en la semana —dijo Clap con una sonrisa y estiró la pierna para mostrarle un nuevo tatuaje que se había hecho—. Yo finalicé por fin el tatuaje que me hice con mi mamá. Lo diseñó ella.
—Está genial —dijo Guille con admiración al ver un hada rodeada de flores—, ¿tu mamá entonces no se molesta por tu estilo y eso?
—Nah, mi mamá es más punk que yo, estuvo en el primer festival punk del país y vio a Los Violadores en vivo cuando yo tenía como tres años. Incluso fuimos juntas a ver The Ramones.
Guille abrió los ojos con sorpresa, pensó en la suerte que tenía Clap de recibir el apoyo de su madre, a diferencia de Nora.
—¿Y, Guille? ¿Algo divertido que contar? No quiero acaparar toda la hora yo sola.
—Me gusta escucharte —dijo él con sonrisa amable—. Y... ¿divertido? Supongo que conocer a Leo. Se mudó un chico a unos departamentos nuevos cerca de mi casa, es folclorista como yo, no sabés la vergüenza que pasé por culeao porque no tuve la mejor idea que husmear en su casa al oír música.
Clap se rió al imaginar la escena mientras Guille más la describía, tuvo que agarrarse el abdomen por tanto reírse.
—Averiguame qué signo es y yo te doy mi opinión, ¿querés? —dijo Clap al respirar mejor—. El signo habla mucho de cómo es la persona.
—¿Y qué dice mi signo de mí? —preguntó con curiosidad.
—Sos piscis, ¿no? —Al verlo asentir, prosiguió—: Los piscis son sensibles y muy vulnerables, aunque muy empáticos y solidarios. Suelen esconderse en sus pensamientos e imaginación para no lidiar con la realidad, y suelen ser pacíficos y evitar los conflictos. Aunque...
—¿Aunque qué?
—Pueden ser muy enojones porque son dramáticos y se toman las cosas a mal, es muy difícil a veces hablar con ellos porque también son muy pesimistas.
Guille se quedó en silencio por un instante, algo pensativo.
—Creo que algunas cosas concuerdan conmigo pero otras no —dijo en voz baja—. Yo no soy enojón y no me tomo las cosas a mal.
—Cuando te ofrecí llevarte a tu casa pensaste que era para acostarnos y me trataste mal —se rió Clap—, y yo solo quería ayudarte.
—Estaba en medio de un ataque de pánico.
—Uhm... no sé, no sé —suspiró—. Mirá, yo soy libra, tenemos muchas cosas buenas los librianos porque somos sociables, empáticos y nos gusta ser defensores de todo el mundo, odiamos las injusticias y somos muy comprensivos, pero... también somos muy rencorosos aunque no lo digamos seguido, súper indecisos. Odio, en serio odio, tener que elegir entre dos opciones.
—¿Y por qué? Solo hay que elegir una opción —se rió Guille.
—Elegir significa que puedo equivocarme, y obvio no quiero equivocarme, ¿y si me pierdo algo genial por elegir? ¡No, no, no! Que sea otro el que elija, yo no. Me da algo.
Guille se rió con ánimo y ella igual.
—Entonces voy a averiguar qué signo es Leo, a ver si es confiable.
Conversaron un rato más en medio de bromas y risas, pero luego Clap debió irse para cuidar a sus hermanos. Abrazó con cariño a Guille por unos segundos, como si supiera que él necesitaba justo eso.
—Olvidé decir que me gustan mucho los abrazos —dijo ella y le dio un beso en la mejilla—. El lunes si querés puedo ir a buscarte a la escuela y hacemos un picnic en la plaza.
—¿No tenés que cursar?
—Los lunes no curso, y soy niñera en las noches así que tengo el día libre.
Luego de despedirse Guille guardó su guitarra y la vio alejarse en la bicicleta. Con un suspiro relajado, porque Clap lo hacía reír mucho, decidió ir hasta el centro nuevamente para ver si estaba Leo allí aún.
Ya eran las seis de la tarde y el cielo aún continuaba muy iluminado pese a la cercanía del otoño. Inspiró el aire fresco mientras observaba las hojas caídas en la vereda.
Mientras más se acercaba a los locales del centro, más se oía ese bandoneón tocar. Ahora sonaba chamamé, por lo que Guille supuso que Leo debía tocar lo que la gente le pedía. Cuando dobló por la esquina lo vio allí sentado en un banquito, sonreía con una alegría única en el mundo, como si en ese bandoneón tuviera todo lo que necesitaba para ser feliz.
Guille se acercó a él y aplaudió junto a las otras personas que lo oían con atención. Algunos arrojaba monedas, otros más amables y entusiastas arrojaban algún billete. Guille quiso dejarle también pero Leo no se lo permitió. Le dio una palmadita en la mejilla con cariño.
—Guardalo para invitarle una bebida a tus amigos o a alguna guaina.
Leo entonces bebió un trago de agua y comenzó a guardar sus cosas. Tomó las monedas y billetes que había ganado ese día y los guardó en su bolsillo. Luego de guardar bien el bandoneón le dirigió una sonrisa a Guille y lo invitó a seguirlo con una seña de mano.
—Tengo el auto acá a la vuelta, si querés podemos tomar unos amarguitos, sino te alcanzo hasta tu casa así no gastás en el boleto del colectivo.
—Unos mates estarían bien —respondió Guille con entusiasmo.
—¿Querés avisarle primero a tus tíos? Para que no se preocupen, pué.
Guille negó con un movimiento de cabeza.
—No están en casa, van a volver muy tarde en la noche.
Leo no insistió, aunque seguía creyendo que era mejor avisar. Guardó el bandoneón, el banquito y también la guitarra de Guille en el baúl del auto. Era un Peugeot 505 marrón que lo dejó asombrado por su belleza.
Leo lo invitó a sentarse en el asiento del acompañante, aunque se sorprendió al ver que Guille lo primero que hizo al sentarse fue colocarse el cinturón de seguridad. Era lo correcto, ciertamente, pero era algo que casi nadie hacía salvo que estuviera obligado. Leo decidió, entonces, ponerse también el cinturón para brindarle a Guille la suficiente seguridad durante el viaje.
Conversaron un poco durante el trayecto, aunque de vez en cuando Leo lo miraba de reojo porque le causaba mucha curiosidad la actitud que tomaba Guille al viajar. Parecía estar en completa alerta, observaba los semáforos, las esquinas y los autos que se acercaban demasiado.
Cuando estacionaron frente al departamento Guille le ayudó a bajar las cosas del baúl, mientras que Leo abría la puerta para permitirle pasar.
—La casa es chica pero el corazón es grande —dijo Leo con una sonrisa al enseñar a su alrededor—. Como es un monoambiente en realidad, usé ese ropero para hacer una división a mi pieza. Sentate tranquilo.
Guille dejó las cosas a un costado y se sentó en una de las sillas de la mesa redonda, mientras miraba todo a su alrededor, porque con Pablo habían tratado de imaginar cómo se verían por dentro esos departamentos a estrenar. Las paredes eran blancas, con una cocina sencilla amoblada. Y gracias a que Leo había hecho esa división con un mueble, el comedor, pese a ser pequeño, era lo suficiente amplio para que entraran algunas personas sin molestar a quien estuviera en la habitación.
Lo vio poner la pava al fuego y preparar el mate, mientras que Guille continuaba observando el lugar. Aún había unas cajas sin desempacar, supuso que mudarse llevaba tiempo y trabajo. Vio también un par de fotos familiares en una estantería. Leo lo vio observar la foto así que la tomó en su mano para mostrársela de cerca.
—Es mi familia —dijo Leo con una sonrisa—. Mis viejos y mis hermanas. Moni, Virgi y Mayra.
—¿Sos el mayor? —preguntó Guille con curiosidad al verlos, se parecían bastante entre sí.
—La mayor es Moni, cumplió veintiocho. Es toda una señora ya y todavía no me da sobrinos —dijo Leo con una risita—. Sigo yo, con veinticinco, Virgi de diecinueve y por último Mayra, que va a cumplir quince en junio.
—Son muy bonitas —dijo Guille con una sonrisa al verlas, la menor tenía el cabello casi dorado de tan claro que era.
—Son hermosas, las amo mucho. Van a venir mañana a conocer el departamento, así que les voy a preparar el mejor almuerzo del mundo —sonrió con cariño—. Soy el único hermano varón así que me esfuerzo mucho en ser el mejor hombre que se crucen en la vida.
—¿Por qué?
—Para que sepan siempre cómo debe tratarlas un hombre, y no se vayan con el primer estúpido que se crucen —suspiró.
Se sentó a la mesa para comenzar a preparar el mate, tomó el primero mientras colocaba un paquete de bizcochos en la mesa, para que Guille pudiera comer. Luego sirvió agua nuevamente y le pasó el mate a Guille, con una sonrisa.
—No quisiera sonar irrespetuoso —comenzó a decir Leo con el rostro serio—, pero te noté tenso en el auto. ¿Solés viajar poco en auto, pasó algo?
Guille sorbió la bombilla del mate y lo devolvió por la mesa para que Leo pudiera preparar más.
—Suelo viajar con mis tíos, a veces con mi prima cuando le prestan el auto —explicó—. Nunca me pasó nada.
—Lo habré imaginado entonces...
—¿Por qué preguntás?
—Porque la mayoría de las personas no se pone el cinturón de seguridad, y te vi muy atento a los demás autos —suspiró Leo mientras cebaba un mate.
Guille se quedó en silencio un instante con los hombros encogidos y los labios apretados.
—Supongo que tengo miedo —murmuró—, mis papás murieron en un accidente de autos. Mi mamá murió al instante, dicen que salió volando por el parabrisas. Mi papá estuvo muy grave en el hospital hasta que finalmente murió también.
Leo lo miró con pena.
—Lo lamento mucho, Guille.
—No es nada, fue cuando era niño —suspiró—. No me di cuenta que voy tenso en el auto.
—Tenés todo el derecho del mundo a tener miedo y a estar tenso en los autos —dijo Leo con su voz más suave—, y nadie debería decirte nada al respecto por cumplir las reglas, ni siquiera yo.
—Solo te dio curiosidad.
Leo sirvió otro mate, esta vez para Guille, y trató de aligerar un poco el ambiente al encender la radio. Música folclórica sonaba allí, por lo que Guille sonrió con alegría, pues en su casa rara vez podía escuchar la radio.
Conversaron sobre música por largo rato hasta finalizar la primera pava de mate, luego Leo puso a calentar nuevamente el agua mientras que Guille fue al baño. Cuando regresó observó con atención las cajas y bolsas sin desempacar.
—Leo, ¿querés que te ayude a guardar las cosas? —dijo Guille al ver las cajas—. Mis tíos van a volver tarde hoy.
—No hace falta —dijo Leo con una sonrisa—, el otro día vinieron mis amigos a ayudar pero entre vino y vino terminamos por hacer un fuego en el patio, en vez de desempacar.
—No me molesta ayudarte.
Leo lo miró fijo al rostro trigueño, bronceado y cuadrado que tenía Guille, con una mirada amable pero también muy tímida. Era un muchacho fuerte, con músculos marcados que eran muy notorios a simple vista.
—Está bien, entre mate y mate desempacamos, pué.
Mientras abrían las cajas y le buscaban ubicación, Leo le hizo varias preguntas para conocerlo más a Guille, porque pese a ser simpático era también muy introvertido. Así supo que vivía con primos abusivos, que recibía burlas por su acento y su tono de piel, y que le gustaba mucho cocinar y los números. Leo, por su parte, le contó que estuvo buscando por mucho tiempo un departamento o casa en alquiler por la zona, hasta que consiguió ese a estrenar.
—¿Y por qué te mudaste? —le preguntó Guille con curiosidad mientras le ayudaba a acomodar los adornos en la estantería.
—Se me había acabado el contrato en donde estaba y debía irme, no pensaba volver con mis viejos —dijo con un suspiro mientras doblaba ropa para guardar en el ropero—. Estoy por recibirme de ingeniero electromecánico.
—¿En serio? Buenísimo, Leo.
—Sí, supongo que sí —resopló—. No es lo que yo quería hacer, lo hice solo por insistencia de mi papá. Ya de por sí soy técnico.
—¿Y qué querías hacer?
—Esto que hago, hacer música y recorrer todo el país con mi bandoneón. Y quizá recorrer Latinoamérica en algún momento —suspiró—. Supongo que luego de tener mi título ya voy a poder hacer lo que quiera.
—Yo aún no sé qué hacer —dijo Guille con algo de tristeza—. Me gustaría ser chef o algo así, tal vez tener un restaurante. Me gusta mucho cocinar.
—Pero qué puta no, ¡encajale nomás!
—Pero también quiero ayudar a mi familia —suspiró y se acercó a Leo para ayudarle con la ropa, pues ya había finalizado con los adornos—. Soy bueno con los números, tal vez sea profesor, o contador, no sé. Algo así, po.
Leo entonces depositó su mano en el fuerte hombro de Guille, de forma cariñosa, y le dedicó una sonrisa amistosa.
—Elegí lo que te haga feliz, no seas como yo buscando complacer a mi papá.
Guille asintió con una sonrisa y observó la improvisada habitación. Leo no tenía cama, el colchón de dos plazas estaba sobre el suelo de cerámicas, aunque sí tenía un gran ropero y una mesa de noche.
Luego de finalizar con el orden regresaron a la cocina para finalizar sus mates, con la música que sonaba allí en la radio, al menos hasta que Leo propuso tocar juntos. Guille tomó entonces su guitarra y Leo el bandoneón para poder tocar chamamé.
Cuando Leo hizo un fuerte sapucay por la alergia, Guille no pudo más que reírse con ánimo, porque siempre había querido tener un amigo con quien compartir esos gustos.
—Leo —Guille lo miró fijo y devolvió el mate para poder continuar tomando—, una pregunta medio rara. ¿De qué signo sos?
Leo alzó la vista para verlo y tomó la pava para cebar un nuevo mate para sí mismo. Le dio un largo sorbo hasta suspirar con placer.
—Sagitario, mi gurisito, sagitario. Soy del trece de diciembre.
Guille asintió, pensando en que debía preguntarle a Clap al respecto, pues no entendía mucho sobre los signos zodiacales.
—¿Y tenés novia? —se animó a preguntar.
—Nopué, mi última novia la tuve hace años, como a los diecinueve o veinte —explicó con una sonrisa torcida y sirvió un nuevo mate para Guille—. Aunque siempre hay un pique por ahí, soltero pero nunca solo —se rió al decirlo—. ¿Qué hay de vos, Guille? Así de guainero que sos debés traerlas locas a las gurisas.
Guille no entendió la mitad de lo que Leo dijo, y pensó que quizá así se sentía el resto cuando él usaba términos santiagueños.
—Me refiero a que sos fachero y macanudo, si no hay novia al menos un pique —explicó Leo al ver el rostro confundido de Guille.
—Oh, no. Tuve novia hasta diciembre pero me dejó, supongo que soy aburrido —Se encogió de hombros—. Las chicas suelen hablarme o me invitan a salir, pero no estoy interesado por el momento.
—Bueno, para cuando tengas pique o novia, acá Leo te puede dar buenos consejos —le guiñó un ojo con diversión.
No mucho después, con el cielo ya oscuro, Guille debió regresar a su casa, aunque no tenía deseos de ir a cocinarle a sus primos. Prefería quedarse allí con su nuevo amigo, aunque tampoco deseaba molestarlo. Leo le palmeó la espalda con cariño y se apoyó en el marco de la puerta para verlo alejarse.
—Eh, gurisito —le dijo para llamar su atención—. Mañana si querés vení a tomar unos amargos.
—¿No venían tus hermanas?
—Sipué —dijo con una risita—. Hay espacio suficiente, y un mate no se le niega a nadie.
Guille entonces asintió con una sonrisa y, con la guitarra colgada en su espalda, reanudó la caminata hacia la casa. Eran dos manzanas de distancia, pero como vivía doblando la esquina la caminata era de tres cuadras. Giró para ver si Leo continuaba ahí, estaba cruzado de brazos y parecía asegurarse de que llegaba a salvo.
Al llegar a la casa la música de cumbia santafesina se oía fuerte, significaba que sus primos estaban en la casa. Con un suspiro Guille pensó que podría haberle preguntado a Leo si podía cenar con él, pero como tampoco quería molestarlo decidió, entonces, abrir esa puerta y entrar en la casa. El olor a pollo y papas fritas llegó hasta él, sus primos más grandes habían comprado en una rotisería y cenaban solo ellos dos, mientras que Pablo y Ana jugaban al truco en el sillón.
—¿Ustedes no comen? —les preguntó en voz baja.
—No, lo compraron para ellos —escupió Pablo con molestia.
—Yo estaba esperando a que llegues para preguntarte qué querés comer —dijo Ana con una sonrisa—. Hay carne y también hay pollo, ¿qué te gustaría que te haga, Guille?
—¿Y por qué a mí no me preguntás? —se quejó Pablo.
—Porque vos me peleás y Guille no.
—Cocino yo, Ani —dijo él con una sonrisa luego de saludarla con un beso en la mejilla—. Podemos hacer unos bifecitos con verduras, ¿les gustaría?
—Odio las verduras —resopló Pablo—. ¿Arroz? Yo me conformo con arroz.
—Bueno, bifes con verduras y arroz será.
Guille fue a lavarse las manos primero, ignoró por completo a sus primos que no tardaron en hacerle comentarios burlescos. Con un suspiro y la mandíbula apretada comenzó a picar las cebollas, mientras pensaba que cada vez era más difícil soportar la ira que ellos le producían.
Ana se acercó y tomó una botella de cerveza de la heladera que no tardó en abrir, para poder servir en tres vasos. Uno se lo dio a su adorado primo y el otro a Pablo, quedándose ella con uno.
—¿Y, qué tal tu cita? —le preguntó Guille en voz baja.
—Muy bien, la pasé genial. No sabía que los punks eran tan atentos —Ana sonrió con mucho entusiasmo y sorbió un trago de cerveza—. Creo que nunca me habían tratado tan bien, me sentí... mujer, Guille. No sé si eso tiene sentido.
Él la miró con una sonrisa y la tomó de la cabeza para darle un beso en la sien, con mucho cariño.
—Me alegro mucho, Ani, te merecés que te traten como a una reina.
—Vamos a salir el próximo sábado también.
Conversaron durante todo el proceso de cocina, aunque Guille no le dejó hacer nada. Solo cuando los mayores se fueron a fumar al patio fue que Ana pudo limpiar la mesa y preparar los platos, vasos y cubiertos.
La cena fue tranquila, y la música cambió a rock nacional gracias a Pablo. Guille se sentía mucho más tranquilo luego de haber pasado una bonita tarde junto a Clap y también junto a Leo.
Luego de cenar y dejar todo limpio, Guille se dio el gusto de bañarse por largos minutos para relajar todos sus músculos. Se recostó en su cama y con una sonrisa observó la foto de sus padres ahí pegada. Se dio un beso en los dedos y acarició la foto con una sonrisa.
—Hice un nuevo amigo, má. Te caería bien —dijo en voz baja—, es más grande que yo así que va a ser un buen guía. Te extraño, y te amo.
Apagó la luz de noche y con sus brazos tras el cuello se mantuvo largo rato pensativo y sonriente. Se sentía feliz y en paz, aunque no estaba del todo seguro de por qué.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top