Capítulo N° 27

| ADVERTENCIA DE CONTENIDO |

Violencia intrafamiliar, humillación, slut shaming y gordofobia.

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La paz y la tranquilidad, libre de peleas, había acabado demasiado rápido. Cada vez Andrea y Guille discutían más, a veces por la crianza de Melanie, otras veces por la casa, y otras por celos. Los celos eran lo más usual, no solo por parte de Andrea que no soportaba la idea de que una mujer le dirigiera la palabra a Guille, sino también celos por parte de él porque otros hombres le coqueteaban a ella, quien solo se reía.

De siete días a la semana, cinco peleaban y dos estaban bien. Para Guille todo se basaba en esos días, porque luego de los gritos de Andrea, ella llegaba a casa, lo trataba con cariño, lo escuchaba y preparaba la comida. A  veces le hacía obsequios, y a veces solo se quedaban uno junto al otro viendo películas.

Era en esos días tranquilos donde Guille sentía que la amaba más que nunca. Y sentía, también, que esa era la verdadera Andrea.

Acababa de empezar febrero y faltaban unas semanas para su cumpleaños número diecinueve. Andrea había planeado hacerle una gran cena con los amigos de él y su familia, pero sin la familia de ella porque se suponía que él estaba cumpliendo veintidós años.

—Entonces serían tus primos, los buenos no los tarados —comenzó a decir Andrea—, Leo, Nora, tu amiga la zorra, ¿y quién más?

—Amor, no me gusta que llames así a Clap. ¿Por qué la odiás tanto? Es buena.

—Porque te quiere coger —gruñó—. Por eso.

—No es cierto, mi amor. Solo somos amigos, pero no quiero discutir —suspiró—. Solo ellos.

—¿Qué te gustaría comer ese día? Pensé en hacer unas empanadas.

—Empanadas está bien.

Estaban tomando mate tranquilos, mientras que Melanie apilaba su torre de bloques y se divertía tirándola al suelo, lo que la hacía carcajear. Guille, mirándola con una sonrisa, la vio ponerse en cuatro patas y luego ponerse de pie.

—¡Se paró, se paró! —chilló con alegría.

Melanie volvió a caer al suelo, con una risita, pero volvió a intentarlo.

—¡Mi nena, ya intenta pararse! —chilló nuevamente y la alzó en sus brazos con alegría, para llenarla de besos—. ¿Quién es la bebita más inteligente de todas?

Aunque a Melanie le gustaba estar con su mamá, solía preferir estar con su padre, pues él era mucho más tranquilo y no la alteraba. En cambio Andrea gritaba mucho y se alteraba muy fácil, y eso la ponía nerviosa a la pequeña.

También planeaban su primer añito, porque aunque sus padrinos se encargarían del salón, el vestido y souvenirs, faltaba arreglar lo que comerían, las bebidas y también armar la lista de invitados.

Guille sentó a Melanie sobre sus piernas para poder seguir haciendo esos planes con Andrea, mientras la pequeña jugueteaba con su peluche favorito, el que le había regalado Pablo.

Como Melanie estaba empezando a quedarse dormida, Guille la dejó en su cuna y regresó junto a su esposa. Quería hablar con ella, volver a sacar el tema de ir a la universidad, pero cada vez que lo hacía ella comenzaba a gritarle.

—¡Querés ver minas por ahí! ¡¿Verdad?!

—¡No! Solo quiero darle un mejor futuro a mi hija, y también a vos, amor. La universidad puede darme un título, puedo tener un mejor trabajo.

—¡Estás bien con mi familia!

—¡No estoy bien, odio ese trabajo de mierda! —gritó Guille con molestia—. ¡Al menos dejame trabajar en la fábrica de la familia de Leo!

—Lejos de la gente que pueda asegurarse que no hacés nada raro, ¿no?

—¡¿Raro como qué?! —chilló—. ¡Sos la única mujer con la que estoy!

—¡No tenemos sexo nunca, jamás querés tocarme! ¡¿Y encima querés trabajar en un lugar donde no haya nadie que conozco?!

—Te dije que a veces no puedo hacerlo, no significa que me esté acostando con otra persona.

—¡Entonces significa que no te gusto!

—¡Me encantás, Andy! Por Dios, me encantás. Pero hay cosas que me cuestan un poco más.

—¡No vas a ir a esa universidad de mierda, Guillermo! ¡Si sos un inútil que no sabe hacer bien un pastón no es mi problema!

Guille golpeó la mesa con frustración, porque ni siquiera podía hacer ejercicio como antes porque también le molestaba que hiciera eso, pues Andrea creía que lo hacía para gustarle a otras mujeres.

—¡SOY TU ESPOSO, NO TU HIJO! —gritó con fuerza—. ¡No podés prohibirme cosas todo el tiempo!

—¡No me grites así! —chilló con lágrimas en los ojos.

—Pero… vos me gritaste primero —dijo él con sorpresa al ver los ojos humedecidos.

—No me gusta que me grites así, me recordás a mi ex.

—No, no, mi amor —se puso de pie al instante y se acercó a ella para tomarla del rostro—. Perdón, mi amor, perdón. No quise gritarte, perdón. Soy un tonto. Perdón.

Andrea lo abrazó y hundió su rostro en el pecho de él, quien la envolvió en sus brazos con una fuerte angustia en la garganta y sus manos temblorosas. Se sentía tan culpable por tratarla mal, él no quería ser un mal esposo. No quería gritarle o asustarla. Sentía mucho dolor en su pecho por comportarse así con ella.

—Perdoname, amor, por favor.

—Está bien —sollozó ella y se aferró más a él—. No hablemos más de esto, no quiero que peleemos.

—Está bien, no voy a sacar más el tema. ¿Sí? —la soltó para poder acunar su rostro y besarla en los labios—. Te amo, Andy. Estamos bien así, no necesito más.

~ • ~

Acababan de ensayar en la casa de Clap, porque pronto grabarían su primer demo y querían que todo saliera perfecto. Juli ya se había ido porque debía trabajar, así que Nora se quedó junto a Clap para tomar mate con ella.

La veía ir y venir por la cocina de esa enorme casa, Clap puso la pava al fuego mientras conversaba con ella, pero Nora llevaba unos días sin sentirse bien.

—¿Entonces cuándo van a Tilcara? —preguntó Clap mientras pasaba el agua al termo—. Es probable que pueda ir, aunque me daría pena.

—¿Pena por qué?

—Oh, porque estaría lejos de mamá.

—Ay, hasta a mí me duele estar lejos de tu mamá —dijo Nora con una risita.

—Entonces ya tenemos las canciones para el demo, ¿qué cover vamos a poner, el de I wanna be your dog, o White boy?

—I wanna be your dog —dijo Nora con una sonrisa—. Ya tenemos «No fue culpa de Medusa», poner dos canciones sobre abuso me parece un montón.

—Sí, es verdad. A Juli capaz le hace mal.

Clap tomó el primer mate con una sonrisa, porque ni el calor las frenaba de tomar mates calentitos. Nunca tenían problemas para tomar juntas, pues ambas gustaban de las cosas dulces.

Cuando le pasó el mate a Nora y sorbió la bombilla, se le retorció el estómago con asco y tuvo que cubrirse la boca para correr al baño, donde terminó por vomitar en el inodoro.

—Carajo, estoy hecha mierda —se quejó al tocar el botón—. Todo me cae mal.

—¿No estarás mal de la vesícula? —preguntó Clap tras ella—. Cuando mamá estuvo mal se quejaba todo el tiempo de dolor y vomitaba mucho.

—Puede ser, no sé. No me hago chequeos médicos desde los doce —dijo y se enjuagó la boca, pero volvió a sentir náuseas y vomitó nuevamente en el inodoro.

—Nora, estás más delgada también. ¿No estarás vomitando a propósito, o sí?

—No, te juro que no —volvió a vomitar—. No me siento… bien últimamente. Ni siquiera puedo tomar agua, todo me da asco.

Clap la miró en silencio mientras su amiga vomitaba, le sobó la espalda con cariño. La miró de arriba hacia abajo cuando Nora volvió a enjuagarse la boca, porque podría jurar que sus senos se veían más grandes de lo normal.

Abrió los ojos con sorpresa.

—Nora… —dijo, con sus ojos abiertos de par en par—, tus tetas están más grandes.

—Siempre fueron grandes.

—¡Más grandes, Nora! Y cada vez que te veo vomitás por todo —La miró fijo, con consternación—. ¿No estarás…?

—¡¿Qué?! ¡No! No podría… —Nora se quedó en silencio por un instante, y recordó la noche de año nuevo que pasó junto a Leo—. ¿O sí…?

—Nora, sé que te gustan las mujeres diez veces más que los hombres, pero ¿estuviste con algún hombre estos últimos tiempos?

—Sí… —susurró, con sus ojos abiertos de par en par—. Sí lo estuve…

Clap comenzó a refregarse el rostro.

—¡No mees, más te vale aguantarte todo ese pis porque vamos a hacer ya un test!

Diciendo eso la hizo sentarse en una silla, para poder ella salir rápido en bicicleta a la farmacia más cercana.

Nora estaba en shock, con una respiración lenta mientras llevaba sus manos hacia el vientre. Llevaba dos semanas sintiéndose mal, a veces mareada, siempre cansada, y sus pechos se sentían hinchados, pero creyó que era porque le estaba por venir el periodo.

—En enero no me vino… —murmuró, con sus ojos llenos de lágrimas.

Se quedó allí, aterrada ante la idea de estar embarazada. No le aterraba la idea de tener un bebé, sino lo que su madre podría hacerle ante esa situación. Sin darse cuenta había comenzado a temblar, porque estaba segura de que, de ser cierto, su madre la mataría. La mataría de verdad, no en broma. La mataría en serio.

Clap llegó muy rápido, unos minutos después, jadeante y cubierta de sudor por haber pedaleado bajo el sol a gran velocidad. Nora entonces hizo el test, y juntas esperaron, mientras caminaban de un lado a otro, muy nerviosas.

Esos segundos fueron eternos, los segundos más largos de su vida. Esos segundos se sintieron como horas, como días e incluso semanas. Y cuando dos rayas se formaron allí, los ojos de Nora se llenaron de lágrimas.

—Positivo —dijo Clap—. ¡Tengo otro, hagamos otro!

—No hace falta —murmuró Nora—. Es verdad, siento que es verdad.

—Está bien, tranquilicémonos. ¡Estás embarazada! De acuerdo, ¿qué podemos hacer? —dijo Clap muy rápido mientras se refregaba el cabello verde—. Hay clínicas, ¿sabés? Es ilegal pero qué importa, mamá conoce gente que…

—¿Voy a ser mamá? —dijo Nora con sus ojos abiertos y llenos de lágrimas, y entonces curvó sus labios en una sonrisa al verse el vientre—. ¿Voy a tener un bebé?

Clap la miró con sorpresa, la vio sonreír y reírse mientras se acariciaba el vientre, y se dio cuenta de que no era un problema a resolver. No para su amiga. Por lo que sus propios ojos se llenaron de lágrimas de emoción y comenzó a llorar al abrazarla.

—Vas a ser la mejor mamá del mundo, Nora, la mejor —le dijo al aferrarla—. Y yo voy a estar con vos, siempre, en todo momento.

—¡Voy a tener un bebito, Clapsi! —dijo con una risita, sin dejar de acariciarse el vientre—. Un bebito mío, que me… me va a amar —apretó los labios y comenzó a llorar con más fuerza—, alguien que me va a amar de verdad, y yo lo voy a amar con todo mi corazón. Con todo lo que soy, Clapsi. Va a haber… va a haber alguien en el mundo que sí me ame.

Clap se rió mientras secaba sus propias lágrimas, para luego secar las de su amiga.

—¿Y el padre? Si no se va a hacer cargo te juro que le reviento las bolas a patadas.

Nora se quedó en silencio por un instante y comenzó a caminar hacia la habitación de Clap, para poder estar a solas con ella. Clap tomó primero el test, lo enjuagó bien para poder guardarlo, y luego la siguió hacia la habitación.

Allí Nora estaba sentada sobre la cama, se retorcía la ropa entre las manos.

—No puedo decírselo —dijo en un susurro—. Es capaz… es capaz de renunciar a todos sus sueños.

—Tiene que hacerse cargo, Nora. Yo puedo ayudarte, pero vas a necesitar que te pase la mantención también.

Nora alzó la mirada para ver a Clap.

—Es de Leo, Clapsi. Es capaz de renunciar a sus sueños.

—¿Leo? ¿Leo, Leo? ¡¿Leo el Jesucristo sexy, ese Leo?! —chilló Clap—. ¡¿Te cogiste a ese potro?!

Apretó los labios y sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente, porque ahora las cosas sí cambiarían por completo si él lo sabía. Porque él no quería tener hijos, lo había dicho tantas veces, todo el tiempo. Seguían siendo amigos luego de haberse acostado, y nada había cambiado, pero Nora estaba segura de que un bebé si lo cambiaría. Lo cambiaría todo.

—Tranquila, Nora, no llores. Va a estar todo bien —dijo Clap al tomarla de la mano—. Te voy a ayudar, si no querés decírselo entonces yo te voy a ayudar a criarlo. ¿Sí? Puedo ser la tía loca. Voy a ser su tía loca.

—Mi mamá me va a matar —gimoteó—. Me va a estrangular hasta matarme, o me va a apuñalar, o me va a pegar hasta partirme la cabeza. Me va a matar, Clapsi. De verdad me va a matar.

—Venite a casa, hablo con mamá y te venís a vivir con nosotras. ¿Sí?

—Va a ser sospechoso si me voy…

—Mirá, pensalo —dijo y vació un paquete de cigarrillos para poder guardar dentro el test positivo—. Todavía quedan un par de meses antes de que empiece a notarse, pensalo bien. Acá sobran piezas y colchones, podés quedarte con nosotros.

Nora asintió de forma sumisa y guardó el paquete de cigarrillos con el test en su mochila, para poder guardarlo como recuerdo. Luego abrió los ojos con consternación al ver el paquete de cigarrillos, y sus manos comenzaron a temblar.

—¡Carajo! —gritó—. ¡Fumé cigarrillos, marihuana, me emborraché un montón de veces, hasta me mandé una pepa! ¿Y si le hace mal al bebé? ¡Yo no sabía que estaba embarazada, no sabía!

—Tranquila, vas a ver que todo va a salir bien.

Clap se quedó junto a ella y se recostaron juntas en la cama, donde Nora estaba acurrucada contra ella. Le hacía caricias y tarareaba para mantener a su amiga estable y tranquila. Y poco a poco Nora comenzó a respirar mejor, aunque a veces repetía que debía dejar de fumar.

—Ahora contame, ¿qué tal el Jesús? —dijo Clap con una sonrisa pícara.

Nora se rió con ánimo y alzó la vista para verla.

—Tuve cuatro orgasmos.

—¡¿CUATRO?! ¡Yo apenas llegué a dos y me sentí bendecida!

—Y él acabó dos veces…

—Y sí, mamita, cómo no ibas a quedar preñada si te mandó la guasca dos veces —dijo con una risotada—. ¡Dos veces, hija de puta! ¡Rogá que solo sea un pibe!

Ambas se rieron, y Nora se sintió mucho más tranquila luego de eso.

—Entonces ya que tenías escondido que te cogiste a Leo, y ahora yo sé el secreto —comenzó a decir Clap—, supongo que corresponde que yo te cuente el mío.

—¿Estás embarazada también, tarada?

—Ni en pedo —se rió y la miró fijo a los ojos, con una sonrisa—. Estoy saliendo con alguien. Llevamos ya tres meses. Empezó como algo tranqui, solo para conocernos, pero… Nora, te juro que jamás me habían tratado tan bien antes.

—¿Sos feliz?

—Muy feliz —admitió con una sonrisa—. Me escucha, se ríe de mis tonterías, si hago mis caminatas raras o bailes chistosos en la calle se pone a hacer lo mismo a mi lado. Incluso el sexo es único, se preocupa de que la pase bien de verdad. Nunca… nunca un hombre me había tratado tan bien.

—Me alegra mucho, Clapsi, pero aunque esté embarazada si te rompe el corazón le voy a dar la cagada a palos de su vida —dijo Nora con una risita.

—Cuando la cosa sea más seria, porque por ahora solo estamos saliendo y eso, te lo voy a presentar. Espero no le partas la preciosa cara ese día.

—Y contame —Nora se acomodó mejor para poder escucharla—. ¿Qué más?

—Nos gusta mucho jugar videojuegos y ver películas. Y me llena de regalos, ¡jamás me habían dado flores, Nora! Me da ramos de flores, chocolates, y hasta fuimos a un restaurante. ¡Un restaurante! —chilló—. No un sachet de yogurt en una vereda, ni un porro amargo en un telo de mala muerte. Un restaurante de verdad.

Nora sonrió con alegría, porque notaba que Clap en verdad estaba muy feliz. Sus ojos brillaban al hablar de lo bien que lo pasaba con ese chico. Irradiaba tanta luz, tanta felicidad, que no podía más que alegrarse por su mejor amiga.

—Es todo lo que merecés, Clapsi.

Esa noche Nora se quedó a dormir allí, pero como al otro día Clap debía ir a trabajar, decidió volver a casa. Tenía mucho en qué pensar. Tenía que pensar qué haría con el bebé, porque todavía estaba estudiando, y debía ocultar su embarazo lo más posible.

Tenía tantas ganas de fumar por los nervios que había comenzado a morderse las uñas. Optó por comprarse chupetines en un kiosco, para entretener su boca con una golosina y no poner en riesgo la salud del bebé.

Como había bajado de peso esas semanas, su madre ya no la golpeaba tanto. Debía evitar que la golpeara, porque eso pondría en riesgo la vida del bebé.

~ • ~

Le había dicho a Leo que no iría al carnaval de Tilcara, mintió al decirle que su madre no le había permitido irse. Por lo que Leo fue solo junto a sus amigos.

Nora sabía que de haberle dicho sobre el bebé, Leo no habría ido a su viaje, porque él era esa clase de persona.

Estaba recostada en su cama mientras acariciaba el vientre con una sonrisa.

—¿Y si es una nenita, como Melanie? —murmuró, y luego comenzó a reírse—. Capaz podrían ser amigas. Una nenita, le dejaría comer todo lo que quiera. Todo.

Seguía con vómitos, pero en su casa no necesitaba ocultarlos porque para su madre solo era un indicador de que se estaba cuidando para no engordar. Con el resto de las personas sí debía tener cuidado con los síntomas, para que no lo notaran. Especialmente Guille que ya conocía los síntomas de un embarazo.

Hacía tanto calor que decidió ir a darse una ducha, para refrescarse un poco porque estaban en pleno verano y en unos días sería el cumpleaños de Guille.

En la cocina Raquel refunfuñaba al preparar la cena, en especial cuando vio pasar a Nora del baño al patio, para poder ir y colgar la toalla.

—Claro, como no paga las cuentas puede gastar tanta agua y gas como quiere la pendeja de mierda —gruñó.

Quiso encenderse un cigarrillo pero su encendedor no funcionaba, por eso ingresó en la habitación de Nora para sacarle el de ella. Buscó en su escritorio lleno de papeles y libretas de canciones, luego el modular de su ropa. En el primer cajón encontró un encendedor, por lo que se encendió el cigarrillo, pero vio un paquete de cigarrillos distintos, una marca que Nora no compraba.

—Debe ser de alguna de esas lesbianas de mierda —gruñó nuevamente y lo apretó en su mano para destrozarlo, con odio.

Lo arrojó con asco hacia la pared, mientras soplaba el humo de su cigarrillo, pero en el suelo cayó el paquete abierto y, de adentro, salió un test de embarazo. Raquel abrió los ojos con consternación y se agachó para tomarlo, viendo así las dos rayas que indicaban un positivo.

—¡Pendeja hija de mil puta! ¡Puta de mierda! —gritó y salió como fiera para buscar a Nora.

La muchacha estaba entrando en la casa con ropa seca en sus brazos, que había lavado esa mañana. Sin decirle una palabra Raquel le lanzó una fuerte bofetada que la arrojó al suelo.

—¡Sos una cualquiera, una puta barata! ¡Debería darte vergüenza! —le gritó al golpearla.

—¡Pará! ¡¿Qué hice ahora?!

Raquel le arrojó el test de embarazo en la cara y la tomó del cabello azul para golpearla con más fuerza.

—¡Asquerosa! ¡Malagradecida de mierda, venís a esta casa con esa cosa en tu vientre! —gritó y volvió a golpearla.

Por instinto Nora se cubrió el abdomen, para evitar que los golpes pudieran lastimar a su bebé.

—¡Solo sos una inútil de mierda que no sirve para nada, no sabés hacer nada! ¡No podés hacer nada bien, ni una maldita cosa bien sabés hacer! —tomó el cinturón para golpearla con él—. ¡Una gorda de mierda, amorfa, horrible y grasienta! ¡Eso es lo que sos, un maldito cerdo asqueroso!

Nora lloraba en el suelo mientras se cubría el vientre con los brazos, porque estaba acostumbrada a los golpes, pero su bebé no.

Raquel la tomó nuevamente del cabello mientras la insultaba de mil maneras diferentes, todas degradantes, y le decía cada vez más palabras horribles. Le repitió incontables veces lo bien que haría estando muerta.

La arrastró del cabello hasta la habitación, donde Raquel comenzó a romper todas sus cosas con odio, hecha una bola de fuego.

—¡Malagradecida de mierda! —gritó y reventó contra la pared la radio grabadora—. ¡Así me pagás que haya arruinado mi vida para tenerte, hija de puta!

Tomó el bajo azul y Nora se puso de pie al instante.

—¡No, no, por favor, es todo lo que tengo! —lloró y rogó.

Raquel sin embargo apuntó con el bajo hacia ella, y comenzó a golpearla con el mismo. Nora lanzaba fuertes gritos de dolor, porque aunque siempre la había golpeado, nunca era así. De un fuerte golpe con el bajo le quebró el brazo izquierdo. Nora lanzó un alarido gutural por el dolor, con lágrimas que se negaban a dejar de caer mientras le rogaba que parase.

Estaba llena de sangre, su brazo dolía demasiado, y su madre pareció enfadarse de que el bajo no se rompiera tan fácil. Comenzó a golpearlo con fuerza contra el suelo hasta romperlo, llena de ira. Luego, al verlo destrozado, volvió a descargar todas sus frustraciones en su hija, hasta que su brazo  se cansó.

Nora creyó, en verdad, que moriría esa misma noche, pero incluso así protegió su vientre con su brazo sano en todo momento.

—¡Andate, pendeja de mierda! ¡No quiero volver a verte la cara! —gritó Raquel y volvió a golpearla—. ¡Andate ya de mi casa! ¡Te vas a la calle, hija de puta! ¡Andate!

Nora se puso de pie con dificultad porque todo su cuerpo le dolía, apenas llegó a tomar su documento de identidad y las llaves, y salió de la casa.

No sabía a dónde ir. Estaba malherida, con un brazo quebrado que colgaba de su hombro como una muñeca rota. Estaba llena de sangre y le costaba ver de un ojo, que estaba comenzando a inflamarse. Quería ir hacia lo de Guille allí a la vuelta, en verdad quería ir y abrazarlo, y contarle todo entre lágrimas, pero su cuerpo se movía solo. Se movía muy despacio y a veces caía al suelo, pero se volvía a levantar y se manejaba solo, quizá por memoria muscular, quizá porque su cuerpo sabía lo que ella necesitaba.

Le costó mucho llegar hasta allí, tocó el timbre de Leo con un llanto desesperado, porque no sabía a quién más acudir. No le importaba a nadie.

Cuando Leo se asomó por la ventana para ver quién era, sus ojos se abrieron de par en par y abrió la puerta al instante, con desesperación.

—¡Norita! —chilló al verla, y la tomó de las mejillas con suavidad—. ¡¿Qué pasó, Nora?!

—Me duele mucho —gimoteó.

Leo no dudó ni un instante, tomó las llaves de su auto y cerró la puerta para poder meter a Nora dentro del auto. Se acomodó en el asiento del conductor y lo encendió para poder manejar directo a un hospital.

—¡¿Qué carajo pasó?! —chilló al verla de reojo. Manejaba más rápido de lo normal.

—Mi mamá… —lloró Nora con fuerza—. Mi mamá me echó de casa…

—Vamos al hospital.

Nora no conseguía dejar de llorar. Leo, allí en el auto, tenía una gran mezcla de emociones. Estaba muy preocupado y triste por verla así, pero también lleno de ira y muy enfadado con esa horrible mujer, que era capaz de lastimar a su propia hija de esa forma.

—Qué pasó, Nora, por favor. Decime qué carajo pasó.

Él estaba muy alterado, y eso a Nora le daba mucho miedo, porque recordaba que los padres de Guille habían muerto en un accidente de autos, y que ninguno llevaba cinturón puesto. Ellos tampoco tenían puesto el cinturón de seguridad.

—Estacioná un minuto —sollozó ella.

—¡No, Nora, tengo que llevarte el hospital! ¡Mirate cómo estás, por esa vieja hija de mil puta! —gritó con odio.

—¡Leonardo, estacioná de una puta vez! —gritó Nora con fuerza.

Leo entonces estacionó. Estaba muy nervioso, con su corazón que latía a gran velocidad. La miró ahí, tan lastimada, con su cuerpo inflamado y llena de sangre, con ese brazo roto que colgaba.

—Estoy tranquilo —dijo al respirar hondo—. Estoy tranquilo, Norita. Qué pasó, por favor. ¿Por qué te golpeó así?

—Porque estoy embarazada… —dijo en un susurro y dirigió su mirada hacia él, con las lágrimas que caían de forma imparable por sus mejillas—. ¡Estoy embarazada, Leo! ¡Y sos el único hombre con el que estuve en todo un año!

Leo abrió los ojos con consternación y esos latidos aumentaron mucho más, al igual que su respiración. Sus manos comenzaron a temblar mientras trataba de absorber esa información. Tragó saliva y movió sus labios en varios intentos por decir algo, pero no pudo decir nada. Lo único que atinó a hacer es volver a encender el auto y manejar hacia el hospital.

—¡Estoy embarazada, Leo! —repitió ella, con un fuerte sollozo—. ¡¿Lo entendés?!

—Estoy pensando…

Se mordió los labios y miró de reojo el horrible estado en el que Nora se encontraba. Apretó los dedos con fuerza al volante, con impotencia.

—Está bien —dijo al exhalar todo el aire de sus pulmones—. Está bien, Nora. Lo que quieras hacer yo te apoyo, no importa qué. Es tu decisión, vamos a hacer lo que vos quieras. Ahora vamos a ir al hospital, te van a curar y… y después vemos el resto.

No volvieron a hablar durante el viaje, pues ambos estaban igual de nerviosos. Nora no conseguía dejar de llorar, porque todo su cuerpo dolía una infinidad, y Leo no podía tranquilizar su corazón acelerado o el temblar de sus manos.

Cuando llegaron al hospital, Leo estacionó y ayudó a bajar a Nora del auto, y también a entrar en guardia. A ella le costaba mucho caminar o moverse, por lo que él debía ayudarle. La hizo sentarse en un asiento que una mujer le cedió, pues el hospital estaba colapsado en ese momento, y se acercó a la ventanilla con el documento de ella para que pudieran atenderla.

La hicieron entrar como urgencia, y Leo le dijo a la enfermera que estaba embarazada, para que tomaran eso en cuenta. Luego comenzó a caminar de un lado a otro mientras se tomaba la cabeza, respirando despacio para poder tranquilizarse.

Salió del hospital porque necesitaba aire fresco, le faltaba oxígeno, y se sentó allí contra las paredes del hospital para intentar tranquilizarse. Pensaba y pensaba en cómo habían llegado a ese punto.

—Le arruiné la vida —masculló, muy alterado aún.

Se quedó allí en el suelo por largos minutos, mirando la nada misma con cientos de pensamientos distintos en su mente. Luego se puso de pie y caminó hacia unos teléfonos públicos allí. Tuvo que hacer fila mientras zapateaba con nervios, y la espera era cada vez más insoportable.

Cuando le tocó su turno tomó de su bolsillo un par de monedas y las introdujo en el teléfono, para poder marcar el número al que quería llamar. Estaba jadeante y le costaba pensar bien en ese momento, por lo alterado que se encontraba.

—Má —dijo y trató de respirar hondo—. Sí, estoy bien. ¿Me pasás a papá?

Volvió a respirar hondo otra vez, para que su voz no se escuchara tan nerviosa y así no preocupar a sus padres.

—Hola, pá… —dijo y se mordió los labios—. ¿Todavía… necesitás un ingeniero electromecánico en la fábrica?

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