Capítulo N° 25


Ahora que Melanie estaba un poco más grande, lloraba menos por las noches, por lo que Guille estaba mucho más descansado. Estaba jugando con ella sobre la alfombra de la habitación, porque Melanie ya se tomaba de los pies y rodaba, se reía. Estaba aprendiendo a sentarse, aunque ese trabajo aún le costaba un poco y al caer volvía a reírse.

Guille le tomaba muchas fotos, especialmente cuando se metía el pie en la boca, pues le daba mucha ternura. Estaba sana y regordeta, con su ropa siempre limpia porque él se preocupaba de que siempre estuviera pulcra.

Había aprendido que ella lloraba con desesperación cuando él se alejaba, por eso Guille le hablaba todo el tiempo cuando se alejaba por algún motivo, para que Melanie supiera que él estaba ahí.

Solían salir a pasear con el carrito, y aunque antes ella le sonreía a todo el mundo, ahora era más recelosa y no le sonreía a desconocidos, incluso lloraba frente a ellos. A la pequeña le gustaba mucho estar en los brazos de su padre, mucho más que en los de su madre, porque era a él a quien veía todo el tiempo. También le gustaba ir a los brazos de Clap, para odio de Andrea que no la soportaba. Y, para sorpresa de Guille, Melanie también se sentía muy cómoda en los brazos de su tío Pablo.

—¡Venga con el tío! —dijo él al alzarla en sus brazos—. ¿Lo ves, Mela? Tal vez no sea tu padrino pero soy el mejor tío del mundo.

—No le traigas regalos siempre, se va a malacostumbrar —se rió Guille al ver que Pablo movía un peluche de conejo que era sonajero.

—Para eso estoy, para hacerla caprichosa y mimarla —dijo y la levantó en el aire—. ¡Para eso son los tíos, hermosa!

Guille solo se rió mientras preparaba mate. Su primo estaba muy cansado porque acababa de llegar de la fábrica, y lo primero que había hecho fue ir a visitar a su sobrina, antes que cualquier cosa.

—Che, Guille —dijo Pablo viendo a Melanie al rostro, a sus grandes ojos miel y su sonrisa alegre al babear y gorgojear—. Se está pareciendo a la tía Estela, ¿no? No la veo parecida a Andy, tampoco a vos.

—Tu papá dice que se parece a mi mamá de chiquita, dijo que iba a buscar fotos de ella de bebé para mostrarme —dijo Guille con una sonrisa—. No tiene mi tono de piel, ni mis rasgos.

—Mis hermanos dicen que no es tuyo.

—Tus hermanos pueden chuparme el pingo —gruñó Guille con odio—. Es mi hija.

—Lo sé, Guille, para mí se parece a la tía Estela —aseguró Pablo con una sonrisa. Le gustaba hacer saltar en su pierna a la bebé, lo que siempre la hacía reír—. Tu mamá era casi una modelo, va a ser bellísima entonces. Me parece que me voy a conseguir una escopeta, va a haber que espantar a los rufianes.

—¿Rufianes como vos?

—Exactamente.

Ambos se rieron, y luego Pablo bajó a la pequeña a su alfombra para que pueda rodar como le gustaba hacer. La miró con una sonrisa enorme, porque en verdad le habría encantado ser su padrino. Sabía que Leo la visitaba todo el tiempo, que la llenaba de regalos, y que también sería un gran apoyo en su vida, pero no podía evitar sentirse dolido y celoso.

—Fue el cumpleaños de Nora —comenzó a decir Pablo y sorbió su mate—. Supongo que vas a ir a la fiesta mañana, ¿verdad? ¿O Andrea te va a gritar?

—Si Andy me grita o no me grita, no te importa —gruñó Guille.

—¡Obvio que me importa, sos mi primo, mi hermano! —se quejó Pablo—. ¿Quién chota se cree que es para gritarte todo el tiempo?

—Es mi esposa, para eso está.

Pablo lo miró fijo a los ojos, porque sabía que Guille de por sí era alguien sumiso, y ser menor que Andrea le daba a ella más poder en la relación. Pablo sabía muy bien que ella no solo era muy celosa, sino que también muy malhumorada.

—No me mires así, solo llega cansada del trabajo y a veces yo me olvido de hacer algo. Me distraigo tanto con la nena que cocino más tarde, o me olvido de colgar la ropa.

—¡¿Y?! ¡¿Te pensás que mi viejo no llegaba cansado a casa de la fábrica?! ¡¿Cuándo viste que tratara mal a mi vieja por eso?!

—No voy a seguir hablando de esto. No llevamos ni dos meses casados, es todo un proceso. Ya nos vamos a acomodar y acostumbrar al otro.

Pablo dejó ir un largo suspiro.

—¿Y? ¿Vas a ir mañana a la fiesta de Nora? Si le fallás este año nuevamente, no va a volver a hablarte jamás.

Guille bajó la mirada. Había hablado con Andrea sobre la fiesta de disfraces en la casa de Leo, pero ella había comenzado a gritar que «se rompía el culo laburando como para que él saliera de joda».

—Mañana veo, además no tengo disfraz y tendría que ir con Andy y con la bebé.

—Te vestimos de osito, Melanie. Vas a ser el osito más lindo de todos —dijo Pablo con una voz chistosa al hablarle a la pequeña.

—¿Y vos tenés disfraz?

—¡Obvio! El T-800 de Terminator —dijo con una sonrisa—. Me da curiosidad saber de qué se va a vestir Nora.

Pablo no se quedó mucho más tiempo, pues estaba muy cansado y quería acostarse a dormir al menos una hora. Por eso dejó a Guille con su trabajo de paternidad para poder ir a descansar.

Guille comenzó a preparar la cena, mientras que Melanie rodaba aún por su alfombra, sujeta a sus pies. Estaba concentrado en preparar la cena cuando oyó un fuerte golpe y seguido de este el llanto de la pequeña. Corrió al instante hacia allí justo para ver que se había golpeado la cabeza contra un mueble.

—Está bien, está bien, hija —dijo muy rápido con lágrimas en los ojos mientras le mojaba la cabeza—. Está bien, no pasó nada.

Como Melanie no dejaba de llorar, él comenzó a llorar también con ella, y con la bebé en brazos llamó por teléfono a su tía porque no sabía qué hacer. Tenía miedo de que fuera algo grave, porque su frente estaba comenzando a inflamarse.

Tranquilizate, Guille —dijo Esther—. ¿Se cayó de la cama?

—No, no, estaba en el piso y rodó y… y se golpeó con el mueble del teléfono y…

Entonces no fue un golpe fuerte. Tranquilizate. Los bebés se golpean todo el tiempo, solo está asustada. Ponele un poco de hielo, dale su lechita y vas a ver que se le pasa.

—¿Y si la llevo a la clínica?

Si te deja más tranquilo hacelo, pero te van a decir lo mismo que yo.

Intentó tranquilizarse y continuó la comida con ella en sus brazos, quien muy pronto dejó de llorar cuando él mismo dejó de estar tan alterado.

Escuchó la puerta de entrada justo cuando apagó el fuego de las ollas, y se asomó para ver llegar a Andrea con un gesto cansado. Siempre arrojaba los zapatos lejos y su bolso en el sillón.

—¿Cómo te fue? —le preguntó con una sonrisa al acercarse.

—Fue un día agotador, lo que pusimos una oferta de 2x1 se llenó el local. La gente me estresa —suspiró y sonrió al extender los brazos para recibir a la bebé—. ¡Venga con mamá, mi amor!

Guille se la extendió, y aunque Andrea le sonrió enormemente a la pequeña, su mirada se volvió preocupada y fría al ver el pequeño chichón en su frente.

—¡¿Qué le pasó?! ¡¿Se te cayó?!

—No, solo rodó y se golpeó.

—¡¿Y dónde mierda estabas mirando, Guillermo?! ¡¿Cómo puede ser que llegue de trabajar y la encuentre golpeada?!

—Está bien, solo fue un susto —explicó, porque la pequeña estaba empezando a ponerse nerviosa por los gritos.

—¡Decime qué mierda estabas haciendo que no le prestaste atención! —gritó ella y se puso de pie, aferrando a Melanie contra su pecho.

—Estaba cocinando, Andy, fue un segundo.

—¡¿Podés ser tan inútil?! ¡Lo único que tenés que hacer es cuidarla y ni eso podés hacer bien!

—¡Me quedo con ella cada día porque vos no querías hacerlo! —gritó Guille—. ¡La baño, la alimento, la cuido cada día! ¡Si tan fácil es quedate vos y yo salgo a trabajar, pero ni siquiera querés que lo haga!

—¡Porque gano mucho más que vos! ¡Ni traer plata a la casa podés!

Melanie comenzó a llorar, incluso cuando Andrea la mecía en su pecho.

—¡Ganaría más si trabajara en la fábrica con el papá de Leo, pero no quisiste, preferiste que trabaje con tu familia por una miseria!

—¡Porque querés ver a cualquier puta que se cruza! —gritó Andrea y sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¡Ni siquiera me decís amor y soy tu esposa, me llamás por el nombre y jamás me dijiste un te quiero o un te amo! ¡¿A qué trola querés ver por ahí?!

Guille dejó ir un largo suspiro.

—Ver trolas y un pingo, Andy, ese no es el punto.

—¡¿Y cuál es el punto?! ¡¿Que me voy tranquila a trabajar creyendo que mi hija está a salvo y cuando regreso resulta que se golpeó por tu negligencia?! ¡¿Cuál es el punto?! —comenzó a llorar—. ¡¿Te das cuenta que es una bebé y se puede morir por un golpe en la cabeza y esa va a ser tu culpa?!

Los ojos de Guille comenzaron a llenarse de lágrimas también.

—No digas eso…

—¡Pero es así, si algo le pasa a mi hija va a ser tu culpa! ¡Si se muere, va a ser tu culpa!

—Yo la cuido bien, Andy…

Andrea lo ignoró y se alejó a la habitación con Melanie en sus brazos. Guille la oyó azotar la puerta con fuerza, mientras que él miraba sus manos temblorosas. Trató de respirar hondo varias veces y no pensar en el golpe, en que tal vez su tía podría estar equivocada, y que tal vez fuera algo grave. Se secó las lágrimas y comenzó a servir la comida, aunque ya no tenía hambre. Se le había ido todo el apetito.

Pasaron varios minutos y Andrea no regresaba, por eso fue a la habitación y abrió la puerta despacio para verla recostada junto a Melanie, quien jugueteaba con su peluche que le había regalado Pablo. Andrea se secaba las lágrimas del rostro al sollozar.

—Andy…

—¿Ves que solo me decís «Andy»? —sollozó—. Nunca amor, nunca nada.

—No llores —dijo Guille al acercarse a ella. Se sentó a su lado y apoyó su mano en la espalda de Andrea—. No llores, por favor.

—Estabas bien trabajando con mi familia, ¿por qué querés otra cosa? Apenas tenemos sexo, apenas consigo que me beses, y jamás me decís un apodo bonito. ¿Qué querés que crea?

Guille bajó la mirada y se mordió los labios con tristeza.

—Sí te quiero, Andy, y mucho. Pero cada vez que siento que empiezo a amarte comenzás a gritarme. Yo soy el que no siente que lo querés.

—¡No lo des vuelta a tu conveniencia!

—No lo hago, pero no me gusta pelear todo el tiempo.

—¡No gritaría si hicieras las cosas bien!

—Tengo dieciocho años, hay un montón de cosas que no sé hacer aún —dijo él con suavidad—. Voy a equivocarme un montón de veces, Andy, pero no hago las cosas a propósito para lastimarte. Perdón, ¿podés perdonarme?

Andrea giró en la cama para verlo al rostro, a ese bonito rostro de tez trigueña y bronceada, con su nariz aguileña y sus pequeños ojos marrones algo rasgados. Guille la miraba con tristeza, como si sintiera mucha culpa.

—Está bien, Guille. Te perdono.

~ • ~

Al siguiente día, mientras Guille preparaba la cena a la espera de que llegara Andrea, pensó en Nora y su fiesta de cumpleaños. La había saludado el lunes, justo cuando lo cumplió, pero quería ir a su fiesta porque era la primera fiesta de cumpleaños de Nora. Desde que él la había conocido ella jamás tuvo una fiesta de cumpleaños.

Andrea estaba tardando más de lo normal, así que sirvió la comida y le dio su leche a Melanie para que no llorase mucho ante su llegada.

Oyó la puerta abrirse justo cuando Guille abrió un vino tetra brik y se asomó para recibirla con una sonrisa, como hacía cada día. Se acercó a ella con Melanie en los brazos, y se la extendió con una sonrisa cuando Andrea se sentó en el sillón para recibir a su hija.

—¡Guille! —dijo ella con una amplia y brillante sonrisa—. Te tengo una sorpresa, abrí esa bolsa.

Él miró hacia la gran bolsa apoyada en la mesita baja del sillón, y la tomó con curiosidad para ver lo que había dentro. Se encontró con una extraña ropa.

—Es lo mejor que pude conseguir, por eso tardé un poco más. ¿Qué te parece? —dijo con una sonrisa.

Sacó por completo esa ropa y descubrió que eran dos disfraces de pirata, uno de mujer y uno de hombre, y había otro pequeño disfraz de gatito para bebés.

—¿Vamos juntos? —sonrió ella ampliamente—. A pasar un lindo rato como familia, unas horitas al menos. ¿Qué te parece?

Guille sonrió con alegría y la abrazó, para luego besarle ambas mejillas y los labios con cariño.

—Gracias, de verdad.

—¡Bueno, a cambiarnos que vamos a llegar tarde! —dijo ella con una risita.

Guille entonces corrió a la cocina a guardar la comida en la heladera, y luego los tres se quedaron en la habitación para poder cambiarse de ropa. Se reían mientras lo hacían y bromeaban, en especial al ver a Melanie con su traje de gatito, a quien le tomaron muchas fotos.

Guille estaba colocándose las botas cuando dirigió su mirada hacia ella. Andrea se estaba maquillando en el tocador de la habitación, se concentraba mucho en ponerse sombra violeta en sus párpados como tanto le gustaba. Luego la vio delinearse los ojos en negro, colocarse rubor y labial rojo. Se puso de pie entonces con sus botas ya puestas y se acercó para abrazarla de atrás, depositando besos en todo su cuello.

—¿Tan hermosa vas a ir, mi amor? —ronroneó contra su cuello—. ¿A quién querés impresionar?

—Al tipo más sexy del mundo, aunque no me da bola. ¿Podés creerlo?

—Debe estar ciego.

—Sí, tiene un parche —dijo ella con una risita al tocarle el parche en el ojo y giró para verlo—. Me dijiste «mi amor».

—Es lo que sos —dijo y la besó en los labios—. Vamos un rato y después hacemos dormir a Mela y miramos una película juntos, tomando alguito.

Andrea sonrió y volvió a besarlo, aferrada a su cuello.

—Me parece ideal.

~ • ~

En la casa de Leo se oía música fuerte, Nora estaba allí recibiendo a sus pocos invitados, pues era una fiesta más bien íntima. Habían preparado pizza, que amasó ella misma, y había suficiente cerveza y fernet para todos.

Clap había llegado primero para ayudarles, vestida como Medusa, pues se había trenzado su cabello verde para hacerlo pasar por pequeñas serpientes. Ya que en la punta de cada una se había colocado una decoración de cabeza de serpiente que había hecho ella misma. Tenía un vestido blanco que simulaba un estilo griego, y unas sandalias con largas tiras que se enredaban en sus piernas.

Para Clap fue imposible no reírse a carcajadas al ver el disfraz de Leo.

—¡Solo para vos, gurisita! —dijo él con una risita.

Él llevaba una túnica blanca con un manto rojo cruzado en el pecho, y en su mano tenía una copa de vino.

—¡Oh, mi señor Jesucristo, hágame un milagro!

Estaban también Cuca y Majo, con quienes Nora se llevaba muy bien. Ambos se habían vestido de agentes secretos, por lo que tenían un traje negro y lentes de sol. Luego llegaron Ana con su novio, el Tati, vestidos de Mujer Maravilla y Batman.

Todos se reían al ver el disfraz de Leo, y quedaban impresionados por el de Nora, que se había armado el traje de Xena, la princesa guerrera e incluso se había puesto una peluca negra con flequillo, que le sentaba realmente bien.

Comieron pizzas mientras bailaban y bebían cerveza, y un poco después llegó Pablo vestido del T-800, con una campera de cuero, lentes de sol y una escopeta de juguete. Esta vez llegó acompañado de Lolo, que por fin consiguió permiso de salir con la condición de no regresar borracho. Él se había vestido de momia, porque no tuvo tiempo de conseguir un mejor traje, ya que a último momento le dieron el permiso de salir.

También estaba Juli con su novio, ambos vestidos de Sid Vicious y Nancy.

Todos se sorprendieron cuando Guille llegó en compañía de Andrea y Melanie, porque estaban seguros de que él no iría.

—¡Ay, me muero! —chilló Clap al ver a Melanie vestida de gatito—. ¡No, no, no! Me muero de amor, cuánta belleza.

—Feliz cumpleaños, culeada —le dijo Guille a Nora al abrazarla—. Te ves muy hermosa.

—Gracias, Gui, me alegra que pudieran venir. ¿Quieren tomar algo? —dijo ella con auténtica alegría, porque había creído en verdad que él volvería a fallarle—. ¡Pablo, mové el culo y dejale la silla a Andrea para que se siente con la bebé!

Pablo masculló un par de insultos pero le cedió su asiento a Andrea para que estuviera cómoda.

Cenaron todos juntos, y se reían ante la imagen de Leo vestido de Jesús bailando cumbia con Clap, aunque ambos hacían pasos chistosos y se reían a carcajadas.

Guille y Andrea solo se quedaron hasta el momento de la torta, bajo la excusa de que se le haría muy tarde a Melanie para dormir. Por eso luego de que Nora sopló esas dos velas que formaban un «19», se sacaron fotos con ella y luego se fueron. Nadie los criticó ni juzgó, pues era comprensible que por respeto a la bebé regresaran más temprano.

Nora no se sintió triste por ello, la ausencia de Andrea la hacía sentirse más cómoda.

—¡Mi canción, mi canción! —chilló Clap al ponerse de pie, porque estaba sonando «Rasputín» de Boney M.

Comenzó a bailar allí en el patio de forma divertida, hacía pasos y gestos locos que hacían reír a los demás. Lolo se cubría el rostro al verla, por la vergüenza ajena que le daba verla hacer el ridículo. Más vergüenza sintió cuando Leo se unió a ella, y luego su hermano Pablo que también hacía pasos locos y chistosos.

Eran tres tontos haciendo el ridículo allí.

Luego Clap entró para prepararse más fernet, pero al abrir la heladera vio que ya no quedaba más Coca-Cola. Tomó entonces su bolsito para poder ir a comprar, porque caminar por la calle vestida de Medusa no le intimidaba en lo absoluto. Clap no tenía vergüenza alguna.

—Nora, voy a ir a comprar —le dijo al oído mientras ella bailaba con Ana.

—¿Vas a ir sola, vestida tan sexy? —se quejó—. ¡Pablo! Andá a acompañarla.

—¡¿Qué?! —chillaron los dos al mismo tiempo.

—¡¿Por qué yo?! —se quejó él.

—¡¿Por qué él?! —se quejó ella.

—No voy a mandar a Lolo, apenas tiene dieciséis y jamás se peleó con nadie. Vos sabés lanzar unas buenas trompadas —dijo Nora con una mano en la cadera.

—¡¿Vos querés que nos matemos?! —chilló Clap—. ¡Es insoportable!

—¡Vos sos insoportable, bruja rara!

Sin embargo ambos dejaron ir un suspiro, porque Leo había bebido un montón y estaba mucho más alegre de lo normal, por lo tanto no era buena idea que fuera él.

Caminaron con resignación para ir al kiosco más cercano que se encontrase abierto a esa hora de la madrugada.

Ninguno de los dos dijo nada durante el camino, ambos fumaban sus cigarrillos y a veces se miraban de reojo. Desde la boda de Guille no habían tenido contacto alguno y no se habían cruzado en otro momento.

—Hubieras traído la escopeta, habría sido más gracioso —dijo Clap de repente para cortar el silencio.

—Nah, a ver si no me arresta la policía creyendo que es de verdad.

Clap solo sonrió al asentir y se detuvo en el kiosco para poder comprar. No solo compró un par de gaseosas, sino también otro paquete de cigarrillos y unas latas extras de cerveza, solo por las dudas. Se sorprendió en el momento en que Pablo le extendió un billete a la vendedora, para evitar que ella pagase por todo eso.

—Tengo plata, tarado, para algo trabajo —dijo ella.

—¿Y qué chota me importa? Ya pagué yo.

Clap chasqueó la lengua con molestia por eso, pero al menos se ahorró unos pesos.

Volvieron caminando, aunque Pablo llevaba las bolsas más pesadas para que ella no tuviera que cargarlas. Recorrían esas calles más lento que en un principio, despacio y disfrutando de la brisa primaveral tan cálida. La luna estaba en gibosa creciente y se veía hermosa allí, rodeada de estrellas.

Pablo la miró de reojo luego de ver la luna, porque Clap estaba vestida como Medusa con su cabello verde trenzado, y llevaba ese bonito vestido blanco símil griego. Tenía sus ojos delineados en negro y una sonrisa relajada al disfrutar de la noche.

La detuvo al tomarla de la mano, por lo que ella giró con sorpresa para verlo. Él tenía los lentes de sol sobre su cabeza y la estaba mirando fijo.

—Claudia —dijo y aclaró su garganta—. Me gusta mucho tu disfraz.

—Gracias, a mí me gusta el tuyo —dijo ella con una sonrisa.

Pablo se animó a tomar una de esas trenzas verdes, observó las cabezas de serpiente hechas en porcelana y sonrió porque estaban muy bien hechas.

—¿Dónde las conseguiste?

—Las hice yo —dijo con sorpresa al verlo sonreír—. Me gusta hacer artesanías, pulseras, cosas de porcelana. También pintar, me gusta pintar piezas de madera.

—¿Como el llavero de Guille? —preguntó él con curiosidad y pasó un dedo por una cabeza de serpiente.

—Sí, lo pinté a mano. Tengo uno igual, mirá —diciendo eso tomó de su bolsito sus llaves, para poder mostrarle la guitarra eléctrica roja.

—Tenés mucho talento. ¿Me harías uno? Te lo pagaría, obvio.

Ella solo asintió con una sonrisa y volvieron a reanudar el paso, aunque algo más nerviosos que antes. Ambos sentían sus corazones latir un poco más rápido, y Pablo tuvo que secarse el sudor de las manos en sus pantalones negros varias veces.

Antes de llegar a la cuadra de Leo se detuvieron nuevamente, en silencio. Ambos querían decir algo pero no sabían por dónde empezar.

—¿Cómo estuviste? —preguntó ella y se mordió los labios.

—Bien, trabajo todo el tiempo pero cuando tengo tiempo libre visito a Guille. ¿Vos cómo estuviste?

—Bien también, estudiando mucho para la universidad, y trabajando en mis tiempos libres. No pude visitar tanto a Guille por eso.

Él asintió y apretó los labios, para volver a tomar entre sus dedos una de esas trenzas. La miró fijo a los ojos marrones y rasgados, y sonrió cuando la vio sonreír.

—Dios, te ves tan hermosa al sonreír —susurró él.

—No mientas, soy una rara, ¿o no? —se rió ella.

—Sí, es verdad. Una muy hermosa.

Se miraron en silencio a los ojos, fijo y con sus pechos que se levantaban por la respiración acelerada. Estaban muy cerca del otro y casi podían sentir su aliento.

—Fue un error —susurró ella.

—¿Lo fue?

—Se supone que te odio y me odiás.

—Tal vez ya no te odio tanto —susurró Pablo, sin dejar de mirarla fijo.

—¿No te da vergüenza que me ponga a bailar en medio de la calle, o mi baile de Rasputin?

—Creo recordar que bailé a tu lado —dijo y le susurró al oído—: Soy de leo, nunca vas a ganarme en ser el centro de atención.

Ella se rió con ánimo.

—Típico de leo.

Volvieron a mirarse fijo, y mientras lo hacían Pablo dejó las bolsas en el suelo para poder acunar el rostro de Clap con sus manos. Miró cada parte de su rostro que antes le parecían imperfectas, y ahora las veía más perfectas que nunca.

Clap lo besó y él no dudó en seguirle el beso. Era suave, delicado, como un reconocimiento. Querían ver si solo era un juego, un simple coqueteo, o si en verdad se atraían tanto como creían en ese momento.

El beso poco a poco se volvió más apasionado, y se pegaron uno al otro.

—Agarrá las bolsas, vení.

Diciendo eso Clap dio un pequeño trotecito y giró para verlo, con una gran sonrisa que hacía brillar sus ojos. Pablo la siguió con una risita, pensando que estaba realmente loca, y le gustaba que estuviera así de loca.

Se detuvieron junto al terreno abandonado al lado del departamento de Leo. No tenía rejas ni alambrados, por lo que Clap lo guió tras los grandes árboles del fondo, con la música de la fiesta al lado que llegaba hasta ellos.

Allí volvieron a besarse y acomodaron las bolsas en el pasto, con una risita mientras se callaban mutuamente para no llamar la atención de los demás en la fiesta.

Como en la boda de Guille, Pablo comenzó a besarle los muslos para luego hundir su rostro entre las piernas de Clap. Le colocó las piernas sobre sus hombros para mayor comodidad, y gozó de saborearla con mucho placer. La oía suspirar de placer y cubrirse la boca para no gemir fuerte, y para él eso era como música para sus oídos. Le gustaba cómo le temblaban las piernas ante sus atenciones, cómo se retorcía de placer, y quería producir eso en ella cien veces, mil veces más.

Cuando Clap llegó al orgasmo tuvo que apretarse los labios con fuerza con las manos, y luego se bajó de los hombros de Pablo solo porque quería saborear ese divino regalo que escondía bajo sus pantalones.

La sensación del piercing en la lengua ya era suficiente placentera con los besos, pero sentirlo en el sexo oral era otro mundo y casi enloqueció a Pablo, que tuvo que morderse los labios porque se le había escapado un fuerte gemido ante esa nueva y desconocida sensación.

Luego de un rato Clap hizo que Pablo se sentara en el pasto, tras uno de esos árboles, y tomó de su bolso un condón que le colocó con cuidado, para después sentarse a horcajadas sobre él. Volvieron a besarse mientras acariciaban sus cuerpos, y ella sonrió al darse cuenta que a él le encantaban sus pechos. Los besaba y lamía, los apretaba en sus manos y no dejaba de atenderlos en ningún momento.

—¿Te gustan? —preguntó en un jadeo.

—Me encantan, son hermosas —dijo y volvió a besar un seno.

Clap se mordió los labios y sintió sus ojos llenarse de lágrimas, pero para que él no la viera hundió el rostro en su cuello. Porque cada hombre con el que estuvo le criticó los senos, por ser muy pequeños, porque sus pezones no eran rosados, o porque llevaba piercings allí.

Trató de no pensar en eso para no desconcentrarse, y lo montó con habilidad para demostrarle que era buena en lo que hacía. Verlo al rostro era incluso más sexy, por los gestos de placer que él hacía.

Luego, cuando ambos llegaron al clímax, se quedaron aferrados y Pablo le dio pequeños besos en todo el cuello.

—Claudia —dijo, algo jadeante—. ¿Estaría mal si te digo que quiero conocerte mejor?

—¿Aunque sea una rara?

—Me gusta que seas rara.

—Mañana tengo que cuidar a mis hermanitos —comenzó a decir y se alejó para que él pudiera quitarse el condón—. Tal vez después pueda llamarte y…

—¿Qué te parece si tomamos unos mates mañana y me contás todas tus locuras? —propuso Pablo con una sonrisa.

—No podríamos hacer esto, Pablo. No con mis hermanos en casa.

—¿Y qué? Quiero conocerte, no solo sexo —dijo con una risita—. Podemos tomar mate igual y conocernos mejor. ¿Con qué te gusta el mate, salado o dulce?

Ella curvó sus labios en una amplia sonrisa.

—Dulce. Me gustan las cosas dulces.

Pablo se puso de pie y se acomodó bien el pantalón, para luego sacudir la tierra que se había impregnado en él. Le extendió la mano para ayudarle a salir de entre esos pastizales, y comenzaron a reírse por la picazón en sus cuerpos, pues los mosquitos se habían dado un festín con ellos.

Antes de entrar Clap tuvo que limpiarle toda la mancha de labial que le había dejado en los labios y el cuello, también tuvo que limpiarse a sí misma. Sin embargo ella sola entró en la casa para guardar todo lo que había comprado, él se quedó afuera con la excusa de que quería fumar.

Clap salió al patio justo para ver a todos bailar el meneaito. Se unió a ellos con una risita, y abrazó a Nora cuando se puso a su lado.

—Tardaron mucho, ¿pasó algo? —preguntó Nora con preocupación.

—El kiosco de siempre estaba cerrado, tuvimos que ir más lejos —mintió con una risita.

Bailó junto a los demás, pero se entretuvo viendo a Nora bailar con Leo. Observó cómo se miraban, cómo se hablaban en susurros, y cómo Nora se acurrucaba contra él sentada en sus piernas.

Se encendió un cigarrillo y entró en la cocina para poder prepararse un vaso de fernet mientras bailaba. Le gustaba mucho bailar, a veces lo hacía bien como correspondía la danza, y otras veces lo hacía mal a propósito solo por diversión. Así estaba bailando mientras probaba el sabor del fernet, para asegurarse de que estaba perfecto, cuando un chocolate apareció frente a su rostro. Giró al instante y se encontró con el rostro serio de Pablo, que le dejó el chocolate en las manos y se alejó muy rápido.

—No habíamos comprado chocolates —susurró al verlo en su mano.

Sonrió entonces al darse cuenta de que él había ido a comprarlo solo por ella, porque dijo que le gustaban las cosas dulces.

Lo guardó en su bolsito y salió con fernet en mano para poder bailar con los demás, mucho más animada que antes.

~ • ~

Con una copa de vino cada uno, y la cabeza de Andrea posada sobre el hombro de Guille, miraron una película mientras que Melanie dormía en su cuna. Guille la miraba de reojo, se habían quitado los disfraces de pirata para ponerse sus pijamas. Los pijamas de Andrea siempre eran muy sexys, y en ese momento llevaba un camisón de satén rosado con encaje, que marcaba su figura perfecta. Sus grandes senos resaltaban en ese escote, y Guille se alegró de que esa imagen solo la viera él.

Con el pulgar le acarició el hombro desnudo y dejó la copa a un lado para comenzar a besarle el cuello. De imprevisto la levantó con sus fuertes brazos para sentarla sobre sus piernas, lo que la hizo reír.

—¿Y la película? —preguntó ella con una risita.

—No me importa la película —dijo y lamió su profundo escote, para luego bajar un tirante, luego el otro, y comenzar a besar sus pechos con deseo—. Me encantás, Andy. Me volvés loco.

—¿En serio? —susurró, deseosa.

—Tanto que siento el deseo de arrancarle los ojos a quien te mire —susurró contra su cuello.

Se besaron de forma suave, porque en ese momento, sin discusiones ni gritos, ambos se sentían verdaderamente felices.

—Te amo, Guille —jadeó ella al moverse sobre él, quien continuaba besándole los pechos.

—También te amo.

Andrea lo miró a los ojos con sorpresa, con los suyos empañados por emoción.

—¿De verdad?

—De verdad —sonrió él y apretó sus glúteos con las manos para moverla con mayor intensidad—. Te amo, Andy.

Ella se aferró a su cuello para abrazarlo y Guille la volteó para que se recostara allí en el sillón, y poder hacer el trabajo.

~ • ~

La fiesta terminó tan tarde que incluso Nora pudo subirse al techo de Leo para ver el amanecer, como tanto le gustaba. Ya todos se habían ido, por lo que solo estaban ellos dos con sus disfraces allí sentados sobre el techo, con una lata de cerveza cada uno.

Nora sonrió al ver los colores del cielo al amanecer, en un bello anaranjado con algo de amarillo claro. Amaba ese cielo, ese paisaje tan hermoso.

Dirigió su mirada hacia Leo allí a su lado, con sus ondas castañas que caían sobre sus hombros y su ropa de Jesús. Sonrió al verlo.

—Gracias, Leo —le dijo con cariño—. Gracias por ayudarme a tener una fiesta de cumpleaños.

—La primera de muchas, Norita —dijo él con una sonrisa—. Espero que lo hayas disfrutado.

—Mucho. No recuerdo haberme divertido tanto en mi vida antes —admitió con una risita—. Mi última fiesta fue a los nueve años. Diez años después por fin tengo una fiesta otra vez.

Nora posó su cabeza en el hombro de él, quien la envolvió con su brazo mientras miraban juntos el amanecer. En silencio, porque los silencios jamás eran incómodos ni vacíos cuando estaban juntos.

—Norita —dijo Leo luego largos minutos en silencio—. Quiero contarte algo.

Ella alzó la mirada para verlo, con una sonrisa.

—¿Al fin te pusiste de novio con la Pocahontas? —bromeó Nora.

Él se rió por ese comentario, con sus mejillas algo encendidas.

—Eso no va a pasar.

—Decime entonces, o voy a seguir adivinando.

Leo la miró fijo a los ojos grises que lo miraban con curiosidad, y sonrió incluso más al verla. La peluca negra y larga le sentaba realmente bien, y ese flequillo resaltaba sus ojos grises.

—Soy oficialmente ingeniero electromecánico —dijo con una sonrisa—. Me recibí, Norita. Soy ingeniero.

Nora abrió los ojos con sorpresa y luego se lanzó contra él dando un chillido ensordecedor. Lo abrazó con fuerza, rebosante de felicidad.

—¡Te felicito, Leo!

—Vas a despertar a todo el barrio —bromeó él por esos gritos, pero devolvió el abrazo—. Gracias, Norita. Supongo que ahora que ya cumplí con mi deber puedo cumplir mis propios sueños.

—¿No vas a trabajar en la fábrica con tu papá?

—No, eso sería perder mi libertad y todo lo que soy. Voy a viajar como tanto deseo, y puedo llevar conmigo ese diario de viaje —dijo con una sonrisa.

—Me alegra mucho, Leo. De verdad. Me hace muy feliz que te hayas recibido y que ahora puedas hacer lo que deseás —susurró Nora y posó su mano en la mejilla de él, con cariño.

—No voy a estar para mi cumpleaños acá en Buenos Aires, voy a volver a Corrientes. Me gustaría llevarte conmigo y que conozcas mi tierra. Verías paisajes hermosos, Norita. Los más bellos.

Nora sonrió con alegría por esa invitación.

—Me encantaría, pero en esas fechas tengo examen.

—Está bien, Norita. Siempre van a haber más oportunidades.

Leo se puso de pie y bajó primero del techo para poder ayudarle a bajar. La tomó en sus brazos como si no pesara nada, porque pese a ser muy delgado era también muy fuerte. La bajó con cuidado, con una sonrisa y le dio un tierno beso en la frente.

Ingresaron en la casa tomados de la mano, y luego de quitarse sus disfraces se acostaron a dormir. Abrazados, como siempre. Porque aunque no lo hicieran antes de dormir, sus cuerpos reconocían la presencia del otro y se abrazaban dormidos.

Sus cuerpos encajaban a la perfección, como dos piezas de rompecabezas, aunque aún no eran conscientes de eso.

Me di cuenta que nunca dejé un Picrew de Pablo, así que acá dejo uno <3

Y dejo a Clap, que no recuerdo si ya la dejé o no

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