Capítulo N° 19

Mientras que los albañiles reparaban el baño en la casa de Guille, pues él había querido cambiar las cerámicas tan viejas por algo más moderno, él y Leo conversaban en la cocina mientras lijaban los muebles de allí, la alacena y bajo mesada.

—¿Podrías hablar con ella, por favor? —dijo Guille con voz triste y lijó con más fuerza.

—Guille, tenés que respetar su espacio —suspiró Leo, que ya había finalizado con su parte.

Guille iba más atrasado porque estaba distraído y algo nervioso, así que Leo intentó avanzar en su parte para que pudieran comenzar a pintar.

—Es que ya no sé cómo pedirle perdón... —susurró con la mirada baja.

—¿De qué sirve pedir perdón si no hay un cambio? —dijo Leo con suavidad—. La llamaste bestia salvaje, y ella te perdonó. Le fallaste en su concierto y eso Norita podría haberlo perdonado, pero también olvidaste su cumpleaños, Guille. ¿Cuántas veces vas a pedir perdón? No pidas disculpas si no pensás hacer un verdadero cambio.

—Pero es que ya no tengo tanto tiempo como antes, tengo que cuidar de Andy, ir al médico y arreglar la casa —suspiró—. Mi cabeza es un lío y estoy cansado, no tengo tiempo para nada.

—Es difícil tener tiempo si es que no le dejás participar. Ella te ofreció ayuda con la casa y la rechazaste, es literalmente la única que no está acá, que no lijó o pintó —dijo con el rostro serio —. Viene Claudia, viene Pablo, vienen tus tíos e incluso tu prima. Vengo yo y hasta albañiles, pero a ella no le permitís venir. ¿Cómo esperas que se sienta, pué?

—¿De qué lado estás? —suspiró Guille.

—No hay lados, solo distintas realidades y yo entiendo ambas. Vos no la hacés partícipe de tu nueva vida, ella se siente despreciada y por supuesto que va a enojarse. Ella intenta entenderte, ¿vos intentaste entenderla?

—Nori se ve más cómoda con vos ahora —escupió—. Ya ni me cuenta si come o no, pero va a verte siempre.

—Vos no la hacés partícipe, ¿y esperás que ella sí lo haga? —dijo Leo con una ceja alzada—. Los dos deben sentarse y hablar, pero no voy a ser yo quien la obligue a hacerlo. Vos la lastimaste, Guille, vos sos quien debe arreglarlo.

Guille hizo la lija a un lado, de muy mal humor. Resopló con fuerza y se puso de pie para servirse agua, con Leo que lo seguía con la mirada. Para Leo era una sorpresa verlo enojado, porque no era algo usual, Guille solía ser tranquilo y sumiso, pero hacía ya dos semanas que Nora no le hablaba e incluso lo ignoraba en la escuela.

—¿Vas a volver a ver a tus suegros? —preguntó Leo para cambiar de tema, porque tampoco quería ser tan duro con él.

—Se supone que tengo que ir mañana, pero no me caen bien —suspiró—. Encima debo mentir y decir que tengo veinte años, porque si saben que tengo diecisiete no la van a dejar en paz.

—¿Tan complicados son?

—Son muy... No sé cómo decirlo, no son violentos pero tienen un modo de hablar como si nada de lo que Andrea hace estuviera bien. No me gustan —dijo Guille y sorbió otro trago de agua—. Sus hermanos hacían bromas de que yo le puse una almohada en la cara para estar con ella, sus padres se ríen de que se haya embarazado tan rápido después de terminar su anterior relación. No me gustan nada.

—¿Pero te trataron bien?

—Me tratan bien, son amables conmigo pero no me gusta cómo son con ella —siseó—. Además dijeron que el bebé seguro sale horrendo como ella, en vez de lindo como yo. ¿Cómo se puede ser así de cruel con un hijo?

—Es lo que me pregunto cada día al ver a Nora —suspiró Leo y posó una mano en el hombro de Guille—. Pero lo estás haciendo bien, gurisito, sos un buen apoyo para Andy, ella te quiere y confía en vos.

Guille se mantuvo en silencio por unos minutos, pensativo. Faltaban solo unas semanas para recibir su diploma, había aprobado todas las materias, incluso literatura, y ya no necesitaba continuar yendo a la escuela. Él iba, simplemente, para poder ver a Nora en el recreo, porque ella debía ir una semana más.

Continuaron con el trabajo de lijado, luego limpiaron bien la zona para poder comenzar a pintar nuevamente esos muebles de cocina. Guille había comprado una pintura de madera en tono algarrobo, así que con cuidado comenzaron a trabajar en eso para que al día siguiente ya estuviera seco.

Los albañiles se fueron antes que ellos, ya habían finalizado con el trabajo de pegar las nuevas cerámicas, solo faltaba colocar pastina en las uniones una vez todo se secara. Guille fue a ver el baño cuando estos se fueron, aunque no entró, solo miró desde la puerta. Todo se veía más prolijo y bonito, con azulejos blancos en las paredes y cerámicas grises en el suelo. Habían cambiado también la grifería, pues la anterior estaba demasiado vieja y gastada.

—Gracias, Leo, ya podemos irnos si querés —le dijo con una sonrisa.

—Te invito una cerveza, gurisito, y después podés ir a ver a tu guaina —dijo Leo con una sonrisa torcida al palmearle la espalda.

Guille asintió con una sonrisa, apagó todas las luces y cerró con llave. Caminaron juntos hasta lo de Leo ahí en la misma calle, pues las casas de ambos se veían desde una puerta a la otra, a lo lejos.

En lo de Leo, este sirvió cerveza en dos vasos y colocó un par de maníes en la mesa. Hacía también unas semanas que no hacían música juntos, porque Guille estaba muy ocupado todo el tiempo.

—Te voy preguntando desde ahora, Guille —dijo Leo y sorbió un trago de cerveza—. El trece es mi cumpleaños, cae viernes y voy a hacer algo a la parrilla, con música y amigos. ¿Creés que vas a poder venir?

—Sí, Leo, ¿cómo no voy a venir?

—No lo sé, ahora tenés más responsabilidades —suspiró Leo—. Pero quiero que sepas que voy a entender si no podés venir, ¿está bien?

—Voy a venir.

Leo sonrió y bebió el resto del contenido en su vaso, para servir más. Él era una persona que amaba las fiestas y juntarse con amigos, cualquier excusa siempre era buena para festejar, y quería pasar su cumpleaños junto a sus nuevos amigos, Guille, Andrea y Nora.

Aunque Leo invitó a Guille a cenar, él se disculpó porque quería ver a Andrea y asegurarse de que estaba bien. Por eso a la hora en que ella regresaba del trabajo se despidió de su amigo y salió de la casa, para poder ir a esperarla a la parada de colectivo.

Mientras caminaba por la calle, con el cálido clima primaveral, vio a lo lejos a Nora y Clap que caminaban mucho más adelante. Parecían reírse de forma animada, y llevaban en sus espaldas los instrumentos de cada una. Tuvo el impulso de correr hacia allí para saludarlas y volver a pedir perdón, pero también vio el colectivo cerca y Andrea estaba por bajar. Apretó los labios sintiendo una fuerte presión en su pecho cuando corrió hacia la parada, en vez de hacia Nora.

—Igual iba a mandarme al pingo —murmuró.

Llegó a la parada justo para extenderle la mano a Andrea y ayudarla a bajar. Ella sonrió con alegría al verlo, llena de sorpresa, pues no esperaba verlo ahí.

—¿Cómo te fue? —le preguntó Guille y tomó su bolso para que ella estuviera cómoda, pero también la tomó de la mano.

—Fue un día complicado, pero estuvo mejor que otros días —dijo ella y entrelazó sus dedos con él.

—¿De nuevo problemas con lo contable?

—Sí, pero ya no es responsabilidad mía —suspiró Andrea—. No hablemos de trabajo, ¿qué tal tu día, Guille?

—Avancé bastante en casa, yo calculo que para fin de año ya vamos a poder estar ahí, como mucho en los primeros días de enero —explicó con una sonrisa.

La observó con atención mientras caminaban, porque quizá Andrea estaba embarazada, pero no tenía ni un centímetro de panza aún y continuaba vistiendo muy sexy, con sus minifaldas y blusas escotadas que lucía muy bien. Ella solía maquillarse todos los días, con sombras de ojos brillantes y un grueso delineado, además de sus labios pintados en rojo.

Cuando llegaron al departamento ella fue directo a bañarse, mientras que Guille comenzaba a preparar la cena. Andrea tenía muchos antojos de cosas dulces los últimos tiempos, frutas, chocolates y licuados frutales, pero también de tomates y verduras como lechuga y zanahoria. Guille trataba de cumplirle todos los antojos, había comprado muchas frutas, incluso melón que era tan difícil de conseguir en esa época.

Había preparado para cenar una sencilla suprema a la plancha con ensalada de tomate, zanahoria y lechuga. Y como era algo rápido de preparar, estuvo todo listo cuando Andrea salió del baño sintiéndose renovada.

—Estoy pensando comprar una mesa más grande —dijo ella al rozar con sus dedos la madera de la mesa—. Vamos a necesitar una cuando nos mudemos, esta es muy chiquita.

—Está bien, ¿pensaste en algo? —preguntó Guille con una sonrisa mientras le servía la comida—. Podemos aprovechar mañana e ir a ver algunas tiendas antes de ir con tus papás.

—Si no querés que vayamos no pasa nada, Guille —dijo ella con un suspiro—. Sé que son muy jodones y molestos.

—No me gusta cómo te tratan, pero siguen siendo tu familia y corresponde que vayamos —dijo Guille con el rostro serio—. Si vos querés ir, te acompaño, pero si no querés entonces podemos ir a otro lugar, a ver muebles, cosas para la casa.

Andrea no agregó nada, se mantuvo en silencio con solo el sonido de la televisión encendida. Pensaba en su familia, que no eran malos pero siempre solían hacer uso del humor negro. Eran demasiado ácidos como para alguien tan amable y correcto como Guille.

Sus náuseas prácticamente habían desaparecido, se sentía mejor, aunque estaba cansada todo el tiempo. No había día donde no tuviera sueño y hambre. Los últimos tiempos tenía mucha hambre a cada momento.

Al finalizar de cenar, Guille lavó los platos mientras que ella hacía su rutina nocturna, que se basaba en pasarse crema en cuerpo y rostro con un pijama cómodo.

Guille no solía quedarse seguido con ella a dormir, debido a que a veces se sentía incómodo, pero esa noche decidió quedarse con ella. Se recostó a su lado y la envolvió con sus brazos cuando Andrea reposó su cabeza en el pecho de él.

—No quiero ir —admitió ella—. Prefiero que hagamos compras o paseemos juntos.

Él le dio un beso en la coronilla de la cabeza, con cariño.

—Está bien —dijo en un susurro y la tomó con suavidad del mentón para que lo viera a los ojos—. Quiero que estés bien y te sientas cómoda.

—Yo también quiero que te sientas cómodo, y sé que mis viejos no dejaban de hablar de mi ex.

—No me molesta, es parte de tu pasado —dijo con una sonrisa—. Ahora soy yo quien está con vos, y vamos a tener un bebé juntos.

Andrea posó sus manos sobre el vientre que aún no mostraba señales de llevar un niño, pero ella sabía que estaba ahí.

—¿Qué te gustaría que fuera? —le preguntó con una sonrisa.

—Nena.

—¿Nena? A mí me gustaría un varón —dijo Andrea con una risita—. Un nenito de mami.

—No me molestaría si fuera varón, pero me gustaría mucho que fuera una nena —sonrió y posó su mano sobre la de ella allí en el vientre—. Como decís vos, una nena de papi. Qué raro suena, «papi».

Andrea lo miró fijo a los ojos tan emocionados ante la idea del bebé. Le dio un beso en los labios con cariño, porque Guille era siempre tan dulce y cariñoso que era imposible no quererlo. Aunque él le siguió el beso y saboreó con placer sus labios y lengua, cuando Andrea posó la mano en su pecho para bajar por el abdomen de forma insinuante, Guille la hizo a un lado, jadeante.

—Perdón —dijo, sintiendo su corazón latir más rápido—, hoy trabajé mucho en la casa, estoy cansado.

—Está bien, será en otro momento.

Ella lo abrazó con un suspiro algo decepcionado, y más decepcionado estaba Guille por haberle mentido. Era cierto que había trabajado mucho en la casa, pero no estaba cansado, solo volvía a tener miedo. Apretó los labios con los ojos cerrados, intentando respirar hondo para dejar de sentir ese temor, para poder tranquilizarse y solo disfrutar del abrazo.

Andrea se durmió primero, pero a Guille le costó un poco más dormir. No solo pensaba en la posibilidad de que ella se cansara de él por no poder complacerla siempre, sino que también pensaba en Nora. Pensaba en que la había visto de lejos, y había preferido ir con Andrea. Y aunque quiso evitarlo, también pensó en Leo, porque Nora pasaba mucho tiempo con él y lo perseguía a todos lados. Ese pensamiento lo hizo sentir muy triste, y muy celoso también.

«Ya basta de Nora, estás con Andy» se dijo a sí mismo en un pensamiento.

La miró ahí dormida a su lado, con su rostro libre de maquillaje. Le acarició una mejilla, su piel siempre estaba suave, tanto en el rostro como en su cuerpo. Sus gestos eran tan tranquilos al dormir que no pudo evitar sonreír al verla, porque aunque todos hacían bromas respecto a lo fea que ella era, pese a su gran físico, a él le gustaba y le parecía muy bonita.

~ • ~

En su habitación, Nora se puso las medias de red de rombos anchos que Leo le había regalado por su cumpleaños, también la corta pollera a cuadros azules y un top negro que resaltaba sus pechos. Se miró en el espejo mientras abrochaba las correas de sus botas, porque se veían sus tatuajes en los muslos y no podría salir así de la casa.

Rebuscó entonces en su placard hasta dar con una falda de jean que le llegaba hasta las rodillas. Se la puso sobre la ropa y colocó esos cinturones con cadenas finas que le había regalado Leo. Luego se maquilló muy bien los ojos con una sombra azul en los párpados, y delineó sus ojos en negro, haciendo una larga cola en los bordes y una en el lagrimal. Lo que le daba una mirada gatuna. Se puso rubor en las mejillas y un poco en la nariz, y después pintó sus labios de un color vino oscuro.

Con mochila en mano salió de la habitación después de ponerse perfume. Su madre estaba sentada en el sillón mirando un programa en la televisión, y no alzó la vista para ver a Nora.

—Voy a salir, má, tengo el cumpleaños de un amigo.

Desde que Leo le había recomendado avisar sus movimientos, aunque a Raquel no le importe, Nora había comenzado a hacerlo.

—¿Y vas a ir así, como una linyera? —dijo Raquel con un gesto asqueado al verla—. Si me despertás en la madrugada, no salís más. ¿Escuchaste?

Nora solo asintió porque quería evitar a toda costa que ella la encerrara otra vez, como unos días atrás. Quería ir al cumpleaños de Leo, que siempre había sido tan amable con ella, y que le había dado un lindo recuerdo de cumpleaños.

Salió de la casa y un par de metros después se quitó la falda de jean, sin importarle si alguien la veía desvestirse en la calle. La guardó en su mochila y ya más confiada, y sintiéndose hermosa, dobló la esquina para poder ir hacia lo de su amigo.

La puerta estaba abierta, así que solo entró. Le sorprendió la cantidad de gente que había allí. No conocía a nadie, aunque había un par de mujeres que se veían demasiado parecidas a él y eso delataba que eran sus hermanas. Se sintió algo incómoda porque no conocía a nadie de los que estaban, hasta que vio a Carolina regañando a Cuca por algo. Sonrió al verlos y se acercó a ellos.

—¡Nora! —dijo Carolina con una sonrisa y la saludó con un beso en la mejilla—. Qué linda que estás, ¿las medias no es un poco mucho?

—¿Envidia de que ella sí las luce y vos parecés una monja con bajo presupuesto? —dijo Cuca con una risotada.

Ella terminó por lanzarle un golpe con mucha molestia. Carolina solía vestir faldas largas de tonos marrón o colores extravagantes, como arcoiris, además de musculosas o remeras sueltas.

—¿Cómo va a esa banda, Cuca? —preguntó Nora con una sonrisa.

—Bien, tenemos un concierto dentro de poco en un festival de rock y punk, ¿vas a estar ahí?

—¡Sí! Nos invitaron también —dijo con una sonrisa entusiasmada.

—¡Amor! ¿Querés ver a Nora y su banda? —le preguntó a Majo, que estaba apoyada contra la pared cerca de ellos—. Son buenísimas, tenés que ver cómo se pone la gente como loca.

—Un día podríamos improvisar algo —dijo Nora con una sonrisa.

—¡Dale! Podés venir a casa un día, traé tu bajo y tocamos algo, Leo seguro podría llevarte.

—¿Dónde está él? —miró hacia todas partes.

—Afuera junto al fuego, yo voy en un rato —dijo Cuca con una sonrisa y le palmeó un hombro.

Nora asintió con una sonrisa hacia los tres, porque le caían muy bien, especialmente Cuca con quien tenía gustos musicales en común.

Esquivó a las personas en el camino y se asomó por la puerta que daba al patio, había personas allí también, pero cuando se acercó a Leo lo vio alzando en sus brazos a una chica a la que le besaba las mejillas.

—Ah, bien galán —murmuró con una sonrisa.

—¡Nori!

Se congeló por un instante al oír la voz grave de Guille, y giró lentamente para verlo acercarse tomado de la mano de Andrea. La miró a ella de arriba abajo, porque no podía creer que estuviera en verdad embarazada, no tenía nada de panza y lucía una minifalda negra junto a una blusa roja, con un pronunciado escote que resaltaba sus pechos. Nora tragó saliva, porque tenía un bonito cuerpo y era más delgada que ella.

—Felicidades, Andrea ¿verdad? —dijo y asintió con respeto hacia ella.

Andrea solo asintió, sin decir palabra alguna, aunque la miró con una ceja alzada al verla de arriba hacia abajo. Nora sintió que la estaba juzgando.

—Nori, quería hablar con vos —dijo Guille con una mirada suplicante.

—Quiero saludar a Leo, vos atendé a tu adorable novia.

Le sonrió a Andrea y les dio la espalda para acercarse a ese joven de largo cabello ondeado que la miraba con una sonrisa. Nora miró también a la chica a su lado, de cabello castaño oscuro en ondas.

—¡Feliz cumple, Leo! —dijo sin acercarse más, y tomó de su mochila un paquete para darle—. Te traje un regalo.

—Gracias, Norita —dijo Leo y le besó una mejilla con cariño, para luego señalar a la mujer a un lado—. Norita, te presento a Moni, mi hermana mayor.

—¿Tu hermana? Creí...

Leo comenzó a reírse, y Mónica le dio un fuerte golpe en el costado del cuerpo.

—¡Yo nico te'ije que todos iban a pensar que soy una de tus piques! —se quejó ella y volvió a golpearlo, para luego saludar a Nora con un beso en la mejilla—. Es un gusto, pué, supongo que no nos parecemos tanto como Virgi y May, porque todos creyeron lo mismo.

Nora se encogió de hombros con una sonrisa tímida y los observó a ambos, porque Leo tenía el cabello castaño claro, mientras que ella castaño oscuro. Ambos compartían los ojos marrones pero ella tenía la tez más trigueña. Sin embargo tenían la misma nariz fina y la misma sonrisa alegre.

—Ahora de cerca sí se parecen un poco más.

Mónica se rió con ánimo y apoyó su cabeza en el hombro de su hermano, la miró a Nora de arriba hacia abajo, con una sonrisa.

Nde poraitērei —dijo.

Nora parpadeó algo confundida, porque ella no entendía guaraní.

—Dijo que sos muy hermosa, Norita —explicó Leo y observó el regalo en su mano—. ¿Puedo verlo?

Como Nora asintió, Leo rompió el papel de regalo brillante y se encontró con un cuaderno con tapas de cuero.

—Es un diario de viaje, para que anotes tus aventuras —dijo Nora con una sonrisa—. No sabía qué darte.

Leo sonrió ampliamente y sus ojos parecieron brillar al hacerlo, entonces la abrazó con fuerza por unos segundos y depositó un cariñoso beso en su mejilla.

—Muchas gracias, Norita, me encanta. ¿Querés tomar algo? ¿Qué te traigo?

—Ah, cerveza está bien, creo.

Él asintió y se alejó para buscar una cerveza para ella, pero lo vio observar con cariño el diario de viaje. Parecía que en verdad le había gustado.

Nora se quedó ahí junto a Mónica, aunque no supo qué decirle porque era la primera vez que la veía. Era muy bonita, casi igual de alta que Leo y muy delgada. La vio mover las brazas para controlar el fuego de la comida. Había chorizos, pero también brochetas con carne y verduras, para que no hubiera necesidad de sentarse o usar una mesa.

De reojo miró hacia donde estaba Andrea sentada en un banco y Guille en cuclillas frente a ella, la sostenía de la mano al hablarle con una sonrisa. Nora sintió ese hueco en su pecho, que nunca se había cerrado, mucho más grande que antes. Sintió que la tragaría por completo, por eso intentó conversar con Mónica.

—¿Cómo era Leo de pequeño? —preguntó con una sonrisa.

—Insoportable, pué —dijo con un largo suspiro, tenía mucho más acento que Leo—. Era un diablo, la travesura hecha gurí. ¿Te contó de la vez que me cortó el pelo?

Nora apretó los labios para evitar reírse, porque no conseguía imaginar al tranquilo y pacífico Leo como un niño caótico.

—¡Me cortó el pelo cuando dormía! Y lo pegó en una boina que le puso al perro, entonces yo tuve el pelo corto y el perro lucía mi melena —resopló.

—Tus papás le deben haber dado una paliza que no olvidó jamás, para que ahora sea tan tranquilo —dijo Nora con una risita.

—Oh, no, mis papás trataban de no pegarnos, era muy raro que lo hicieran. Sí nos castigaban, pué, pero tenías que haber hecho algo muy grave pa' que te den un chirlo —Tomó una brocheta con cuidado y se la extendió a Nora, con una sonrisa—. Pero al crecer solo se tranquilizó, y el psicólogo ayudó también.

—¿Tuvo que ir al psicólogo? —preguntó Nora con sorpresa.

—Los dos tuvimos que ir por un problema —Agarró otra brocheta que comenzó a soplar despacio—. ¿Este gurí se fue a fabricar la cerveza?

Nora se dio cuenta de que no quería hablar al respecto y había preferido cambiar de tema. Decidió darle espacio y alejarse un poco para no molestarla, pero como tampoco quería pasar junto a Guille, sentado justo junto a la puerta, optó por encender un cigarrillo y fumar allí en el patio, con la vista fija en las estrellas y la bella luna en cuarto creciente.

Música de cumbia sonaba en la casa, algo que sorprendió a Nora, pues creyó que solo habría folclore. Más se sorprendió cuando vio llegar a Cuca y tomó de las manos a Mónica para hacerla bailar entre risas, y por la forma en que ella lo trataba parecían tener mucha confianza.

Como Leo no regresaba más con la cerveza decidió entrar en la casa, pasó junto a Guille sin verlo y tuvo que hacer un gran esfuerzo por ignorarlo.

Dentro había incluso más gente que antes, y vio a Leo con dos vasos de cerveza en la mano pero atrapado en un círculo de baile con sus amigos, que no lo dejaban salir. Nora se acercó a él y estiró su mano para tomar un vaso y que él estuviera más cómodo, por lo que él le dirigió una sonrisa alegre. Sin embargo sus amigos no lo dejaban salir sin bailar, así que tomó a Carolina de las manos para sacarla a bailar en el centro.

Nora no solía bailar, aunque sí le gustaba, pero como la gente siempre la veía vestida en su estilo punk o hardcore nunca la invitaban a hacerlo. Sin embargo Majo apareció corriendo hacia ella y la tironeó de un brazo para bailar, y aunque Nora se resistió en un principio terminó por divertirse junto a ella.

Más tarde, ya cansada del baile, Nora volvió a salir al patio para poder fumar y comer una brocheta, porque el choripan era demasiado grasoso para su dieta, y no quería aumentar de peso. Se apoyó contra una pared y fumó con satisfacción, pero como estaba distraída no notó que Guille se había acercado a ella.

—Sé que debo darte espacio, Nori, pero te extraño mucho —dijo él.

—¿Estás borracho? —gruñó Nora, porque Guille olía mucho a cerveza.

—No, no tomé casi nada, un chico me volcó encima nomás —explicó y la miró fijo—. Te extraño mucho, Nori, ¿qué puedo hacer para que me perdones?

—No molestarme.

Guille la miró con tristeza.

—Está bien, perdón. Si algún día me perdonás, te espero para tomar mate.

Diciendo eso él regresó junto a Andrea, a quien tomó de la mano para entrar en la casa. Nora tuvo que parpadear varias veces para evitar llorar, pues le había gustado cómo quedó su delineado y no quería arruinarlo. Fumó en silencio sintiéndose más triste que antes.

Oyó un chillido fuerte y al girar la cabeza vio a las hermanas menores de Leo enojadas con él. La menor, Mayra, parecía incluso angustiada. Mónica estaba ahí pero a diferencia de las dos muchachas ella parecía regañarlas. Nora sintió mucha curiosidad así que se acercó para ver qué pasaba.

—¡No me dijiste que tenía novia! —chilló Mayra y sacudió su cabello dorado.

—Es literalmente reciente su noviazgo, ¿y por qué iba a contarte, pué? Lo viste dos veces nomás —se quejó Leo.

—¡¿Y?! ¡Es el amor de mi vida!

—¡Es feísima, no es justo! —agregó la otra, Virginia, que tenía un físico más similar al de Nora, de buenas curvas—. Yo estoy más bonita.

—Ya basta, el gurí ese tiene novia, pué, búsquense otro —se quejó Mónica.

—¡Leo solo se junta con viejos, es el único decente!

Nora trató de no reírse, porque se percató de que hablaban de Guille, a quien habían visto salir tomado de la mano de Andrea. Era muy usual que las chicas quedaran enloquecidas con él, y Leo en varias ocasiones había repetido que sus hermanas gustaban de Guille.

—Bienvenidas al club de las ignoradas —susurró Nora con un suspiro.

Se acercó a la parrilla para tomar otra brocheta, porque tenía algo de hambre. Estaba a punto de agarrar una cuando sintió que alguien metía su mano bajo la falda para tocarle el trasero, incluso lo apretó en su mano. Al instante y llena de furia se dio vuelta y le dio un puñetazo cargado de fuerza al que la tocó.

—¡¿Qué me tocás, gil?! —gritó.

—Si andás buscando —se quejó él al tomarse la nariz—. ¿O tengo que pagarte?

—¿Pagarme?

Nora abrió los ojos, realmente ofendida, pero antes de responder algo Leo lo puso contra la pared con la mano posada en su pecho. La mirada amable en él había desaparecido.

—Si no vas a respetar a mis amigas, te vas —dijo entre dientes—. Si estás caú, entonces dejá de tomar.

—Pero si se viste como puta, ¿qué esperaba?

Leo presionó más su mano contra el pecho y acercó su rostro hacia él, con la mandíbula apretada.

—Me importa una mierda cómo se viste, si no respetás a mis amigas, te vas. ¿Me entendiste? Si no podés dejar tus manos quietas, andate.

Leo hablaba con voz tranquila, pero su mirada y su mandíbula tensa no mostraban nada de tranquilidad. Y como vio que su amigo suspiraba, lo soltó, pero le hizo una seña de cabeza para que se fuera. Luego giró hacia Nora, con el rostro furioso y una mano posada en la cadera.

—Supongo que ahora soy una prostituta —dijo con molestia—. ¿Son las medias, las botas, la pollera, el top, o todo junto?

—No sos nada de eso, y si lo fueras aún así no tendrían que tocarte sin tu permiso —dijo Leo con voz suave. La escrutó entera y entonces curvó sus labios en una sonrisa al percatarse de que era lo que él le había regalado—. Te queda bien, no sabía si te iba a gustar.

Nora sonrió.

—Es mi color favorito, obvio me iba a gustar —dijo al tomarse la pollera azul a cuadros.

—Lo sé —dijo y la miró con esa sonrisa—. Nde poraitērei.

Como las hermanas de él se acercaron a ella para ver si se encontraba bien, Leo fue en busca de unas bebidas para todas. Las tres se quedaron junto a Nora y conversaron sobre música, aunque todas tenían un gusto musical diferente. Mónica era folclorista como Leo, y muy pronto se había puesto a tocar la guitarra con él en el bandoneón, en cambio Virginia escuchaba pop y Mayra era fanática de Charly García.

Nora bailó con las dos muchachas, con quienes congenió enseguida pese a sus diferencias en gusto musical. Y luego las tres se fueron en el auto de Mónica, para no quedarse hasta tan tarde.

Poco a poco la gente empezó a irse, Nora comenzó a ayudar a Leo a acomodar las cosas y poner algo de orden, pero esperó a que no hubiera casi nadie para ver qué Raquelita estuviera bien. Leo la había tapado con otras plantas para que pasara desapercibida, aunque Cuca sí la había reconocido e hizo bromas al respecto.

Ya algo cansada Nora se sentó a fumar un cigarrillo en el banco del patio. Aún se oían algunas voces dentro de amigos que se quedaron a ayudar, como Cuca, Carolina y Majo. Había estado tarareando un ritmo por largo rato, hasta que se decidió a darle letra y anotarla en su libreta de canciones.

«Vos, jugaste con mi amor
Con mi corazón
Vos, jugaste con mi lealtad
Y mi dignidad.

Vos, jugaste con lo que soy
Y ya no seré más
No seré más
¡No seré más!»

—Norita, estabas afuera, pensé que te habías ido sin saludarme —dijo Leo con una sonrisa al acercarse a ella—. Fumás demasiado, pué, ¿cuántos vas?

—Hay pocas cosas que me relajan —dijo ella y sopló el humo del cigarrillo—. Esto, un porro, tocar el bajo, y tal vez un buen orgasmo.

Leo se puso en cuclillas frente a ella, con una sonrisa. Parecía estar bastante borracho por ese exceso de alegría, y aunque Nora no estaba del todo sobria tampoco estaba tan borracha como él.

—Te vi con mis hermanas, ¿te cayeron bien? Son hermosas, las amo mucho, son el amor de mi vida, aunque están muy locas.

—Hablás muy rápido —se rió Nora—. Andá a bañarte, estás re en pedo.

—Cuca ya se fue, ¿te quedás conmigo o te acompaño a casa? —dijo con una risita—. Perdón por lo de mi amigo, usualmente no es así pero estaba caú. Aunque eso no es excusa para nada, ¿estás bien?

—Estoy bien, Leo, estoy acostumbrada al acoso y sé defenderme —suspiró Nora y arrojó la colilla de cigarro al suelo—. ¿En qué clase de cumpleaños no hay torta?

—Hay, mis papás me hicieron traer la del mediodía, porque almorcé con ellos. ¿Querés? Vení, vamos, te sirvo. Comé conmigo.

Nora se rió porque Leo borracho parecía mucho más activo de lo normal. La tomó de la mano y la hizo entrar al comedor, donde ya estaba casi todo acomodado con las sillas en su lugar. La hizo sentarse y tomó de la heladera media torta de vainilla con frutas que había preparado su mamá. Cortó con una sonrisa dos porciones grandes y le extendió una a ella.

—Dios, no puedo creer que borracho te veas más feliz —se rió Nora.

—¡Es que estoy feliz! Es mi primer cumpleaños en esta casa, mi primer cumpleaños con vos y el gurisito —dijo con una amplia sonrisa y saboreó un bocado de torta—. Quería que mis hermanas se quedaran, pero se fueron a lo de Moni.

—No iban a entrar los cuatro en tu colchón roñoso en el piso.

—No, pero yo podía dormir en el piso y ellas cómodas ahí, como las reinas que son. ¿Ya dije que las amo?

Nora se rió con diversión, pero se puso de pie para tomar una cerveza, porque no le parecía justo estar más sobria que él. Se sirvió un vaso y dio un bocado a la torta.

—Tu hermana Virginia tiene un lomazo tremendo, está re buena, un boludo Guille al no darle bola —dijo Nora con una risita y sorbió un trago de cerveza.

—Bueno, vos usás la ropa de Virgi —dijo Leo y saboreó otro bocado de torta—. Aunque ella es más flaquita.

Las expresiones en el rostro de Nora cambiaron de repente, y Leo se dio cuenta al instante de su error.

—¡No, no! ¡Lo que quiero decir es que vos tenés muchas más curvas que ella! Virgi sí tiene buen cuerpo y por eso la cuidamos tanto, pero vos tenés más. No quería decir otra cosa —dijo muy rápido, pisando sus propias palabras—. Sos muy flaca, Nora, solo sos más tetona y culona.

—¿Me miraste las tetas?

—Ay, la estoy cagando peor —dijo al cubrirse el rostro—, perdón, no quería decir eso, pero sí, o sea no a propósito, es que soy más alto que vos, perdón.

Nora sonrió porque le daba ternura verlo tan nervioso.

—¿Desde ahí arriba se me notan tanto?

—No te miro de esa forma, Norita, sos mi amiga. No veo a mis amigas así, yo te quiero mucho.

Nora sorbió un trago largo de cerveza, algo nerviosa, porque era la primera vez que Leo le decía que la quería.

—Yo también te quiero, y te perdono que me hayas mirado las tetas si me das más torta —dijo con una sonrisa.

Leo se rió, con su rostro rojo, porque aunque nunca había visto a Nora de forma sexual o morbosa, sí era notable su figura. Admitirlo se sentía raro y muy vergonzante, porque era fácilmente malinterpretable. Se puso de pie y sacó nuevamente la torta para poder servirle otra porción, pero como él no era de comer tantas cosas dulces solo apoyó su cabeza en el puño para verla comer, con una sonrisa.

—¿Estás bien? —preguntó—. Por ver a Guille, ¿estás bien?

—Más o menos, me duele mucho y por eso me alejo, pero me duele también alejarme. Nada tiene sentido.

—Todo tiene sentido, solo necesitás adaptarte a lo que está pasando.

—¿Vos alguna vez te enamoraste? —preguntó Nora con curiosidad.

—Sí y no, sí porque me sentí enamorado por un tiempo, y no porque sé que no fue algo real, solo un enamoramiento adolescente que superé enseguida.

—¿Y cuál es la diferencia?

—¿Alguna vez viste a una pareja tan enamorada el uno del otro, que parece salido de una película? —dijo Leo con una sonrisa—. Así son mis papás, y si veo cómo son el uno con el otro. Todo lo que yo sentí no era nada.

—¿Y no te gustaría saber qué se siente? —sorbió un trago de cerveza y se rió al verlo negar—. Mejor, es horrible. No te perdés de nada.

Leo la miró en silencio al rostro, se concentró en esas bonitas pecas en su nariz y mejillas, en su delicada y pequeña nariz, o en esos ojos grises tan expresivos que estaban rodeados por maquillaje.

—En verdad lo amás mucho a Guille —dijo en un susurro y la tomó de la mano con cariño—. Está bien, Norita, a veces solo no es el momento, tal vez el momento correcto venga después.

—Después va a estar casado y con un hijo.

—Las parejas se divorcian todos los días.

Ambos se rieron y comieron otro bocado de torta. Leo se concentró en ver el cabello azul de Nora que se veía más rizado de lo usual, por lo que estiró su brazo para tocarlo.

—¿Tengo algo? —preguntó ella, algo sobresaltada.

—Es bonito, me gusta.

Como Leo parecía quedarse dormido sentado, ambos decidieron acostarse. Nora cerró la puerta con llave y apagó las luces, pero antes de acostarse junto a él tomó ropa del placard, para no dormir con la minifalda.

—Usá algo mío —dijo Leo y se acomodó para verla revisar el ropero—. Virgi dejó ropa de verano y no creo que te guste, es todo muy rosita.

Nora resopló pero aceptó tomar una remera de él, luego fue hacia el baño para poder quitarse el maquillaje y cambiarse de ropa. Acomodó su ropa sobre un banco allí en la habitación, y se recostó junto a Leo que se reía solo.

—¿Fumaste algo también? —le preguntó con las manos posadas en la cadera.

—Sí, perdón.

—Me parece una falta de respeto que no me hayas convidado, qué mal amigo que sos.

Lo golpeó con una almohada pero se recostó junto a él, quien pasó un brazo por la cintura de ella para abrazarla.

—Te quiero mucho, Norita, quiero que seas feliz y no vuelvas a llorar, me rompe el corazón verte llorar... —susurró al aferrarla con fuerza—. Te daría toda mi felicidad si pudiera. Te daría mi corazón entero si sé que eso te haría feliz.

Nora no respondió, pero se volteó para estar de frente y poder oír su corazón. Leo la envolvió con sus brazos y a veces le hacía caricias el el rostro o en la espalda. Él se quedó dormido enseguida, con una respiración suave y relajada, con el cabello azul de ella que le rozaba la nariz. Nora le siguió después, pues esos armoniosos latidos de corazón eran muy relajantes, y porque junto a Leo sentía que todo iría bien.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top