Capítulo N° 18

Estaba cansada y cubierta de sudor, pero ni así dejó de correr por la avenida. Nora se había puesto ropa deportiva negra esa mañana, había desayunado un cuarto de manzana con mate y dos tomates cherry, lo cual en su casa ya contaba como un desayuno completo. Estaba muy cansada, pero quería correr al menos dos kilómetros más antes de detenerse.

Se detuvo en una esquina sosteniéndose de las rodillas, jadeante y con su pecho que ardía. Estaba mareada y eso la obligó a detenerse por unos minutos. Bebió un sorbo pequeño de agua porque se le retorcía el estómago, y con un suspiro molesto por no poder seguir corriendo comenzó a caminar en dirección a su casa. Eran un par de cuadras, así que aprovechó el pequeño descanso para correr esas cuadras que quedaban.

Pasó justo frente a la casa de Guille que estaba reparando, vio las persianas y ventanas abiertas, así que se acercó muy jadeante. La voz de Pablo y Clap se oía allí, así que les lanzó un silbido para que giraran.

—¡Bombona! —le dijo Clap con una sonrisa al asomarse por la ventana, tenía manchas de pintura en el rostro y sus manos—. Pasá, está abierto.

Nora empujó la puerta. El cambio allí era muy notorio, habían pintado el living, tres paredes en gris y una en azul. Sonrió al ver el color y se rió al ver que ni ayudando a Guille dejaban de pelearse Clap y Pablo, que se acusaban mutuamente de tardar mucho, de volcar pintura o hacer mal el trabajo.

—Guille está en la habitación con Leo, ¿querés ir a ver? Está quedando lindo —dijo Clap con una sonrisa.

—Ahora voy, necesito tomar agua.

Clap le sirvió agua en unos vasos que había llevado, su primer regalo para la nueva vida que comenzaba Guille. Y mientras veía a Nora beber, agregó:

—No estaba de acuerdo con que siguieran el embarazo, me parece más lógico el aborto, aún tienen mucho por delante, pero bueno. Acá estoy apoyando a mi estúpido amigo —resopló Clap.

—Guille es súper católico, nunca haría algo así. Ambos eligieron tener el bebé y eso está bien.

—Lo sé, lo sé, y lo apoyo, solo estoy en shock —suspiró—. ¿Hoy al final qué hacés, te quedás en casa después del concierto?

—Vas a estar hecha mierda —se burló Nora—. Sí, Clapsi, me quedo con vos y Juli, voy a ver si Guille también se queda.

Diciendo eso caminó en dirección a la habitación principal. Al entrar no pudo evitar sonreír al ver a Guille subido a una escalera con un pincel en la mano. Estaba pintando los bordes de la pared rosa para que quedara prolijo, con mucha concentración en su rostro. Luego dirigió su mirada hacia Leo, con su cabello recogido en un rodete mientras pintaba una pared de blanco con un rodillo.

—Está quedando lindo, che —dijo con una sonrisa.

Ambos giraron para verla y le dedicaron una sonrisa, aunque Leo fue el único en notar que llevaba ropa deportiva y estaba cubierta de sudor.

—Decime que al menos desayunaste algo, pué —dijo con el rostro serio.

—Sí, lo hice.

—¿Y ese algo era la porción más pequeña existente de alguna fruta? —insistió Leo.

—Ay, no rompas las pelotas —bufó Nora y se acercó a Guille, que bajaba de las escaleras para saludarla—. ¿Por qué rosa? Qué color más horroroso.

—Es el favorito de Andy —explicó con una sonrisa.

Nora sonrió falsamente y observó la habitación, sintiendo fuertes deseos de salir corriendo de allí. Habían avanzado mucho en un par de días. Ella se había ofrecido a ayudar, pero Guille rechazó la oferta porque no quería molestarla.

Dirigió su mirada hacia él, que tomaba un trago largo de agua al igual que Leo.

—¿Qué onda, te vas a quedar con Clapsi y conmigo después del reci? —le preguntó con una sonrisa.

—No, Nori, no puedo, perdón —suspiró con tristeza—. Voy a ir a conocer a su familia en una cena, no voy a poder ir al concierto, lo siento mucho.

Nora abrió los ojos con sorpresa y también dolor, porque él jamás había faltado a un concierto que ella daba, sin importar qué tan lejos fuera.

—Pero... jamás faltás...

—Lo sé, Nori, pero no puedo. Voy a ir la próxima, te lo prometo.

Ella apretó los ojos y corrió la mirada para ver la pared rosada, como una forma de que él no viera sus ojos llenarse de lágrimas.

—¿Y mañana, qué hacés? —preguntó mientras parpadeaba para eliminarlas.

—Nos quedamos a dormir en lo de sus papás, así que mañana voy a seguir allá. Seguro regrese tarde, ¿qué querías hacer? —dijo Guille con una sonrisa.

—Nada importante, tranquilo —carraspeó para eliminar la angustia—. Tengo que irme, Gui, quiero correr un par de kilómetros más, nos vemos, suerte hoy con tus suegros.

Sin esperar una respuesta salió de allí muy rápido, dejando a Guille confundido por la situación. Leo se limpió las manos con un trapo y salió también muy rápido tras ella, corrió tras esa muchacha que corría velozmente por la calle en dirección a cualquier otro lugar, menos esa casa.

—¡Norita!

Ella no giró para verlo, por lo que Leo aumentó la velocidad de su corrida hasta poder alcanzarla. Le tocó un hombro para que se detuviera y ella dirigió su mirada hacia él, con el rostro cubierto de lágrimas.

—¡¿Qué?!

—Norita, ¿qué pasó? —preguntó con suavidad.

—¡Él se olvidó! ¡Se olvidó, Leo! —sollozó con mucho dolor.

—¿Lo de Santiago?

—¡Mi cumpleaños! —gritó con dolor y se tomó del cabello de forma desesperada—. ¡Se olvidó mi cumpleaños! ¡Todo por esa maldita!

Leo abrió los ojos con sorpresa.

—¿Es tu cumpleaños?

—¡Es mañana! —chilló—. ¡Es mañana, carajo, y lo olvidó! No solo no va a venir a mi concierto, ni a quedarse a brindar por mi cumple a las doce de la noche, ¡sino que tampoco va a estar mañana!

Nora lloraba con tanta fuerza que Leo tuvo el impulso de abrazarla, pero estaba sucio y con pintura, así que solo apoyó su mano de forma suave en el brazo de ella.

—Vení, Norita, vamos a casa y te preparo un desayuno de verdad.

Ella no dijo nada, se dejó guiar en dirección al departamento mientras sollozaba y secaba sus lágrimas. Dejó que Leo posara su mano en la cintura cuando abrió la puerta para permitirle entrar, y se sentó en una de las sillas con los pies encima para poder abrazar las piernas.

Leo encendió la radio para que no hubiera tanto silencio, puso la pava al fuego en mínimo y se disculpó para poder darse la ducha más rápida existente. Se apresuró a quitarse todo el sudor y las pequeñas gotas de pintura en él, porque no quería dejarla sola mucho tiempo.

Nora observó la flama azul brillante de la cocina, se concentró en la voz del locutor en la radio que presentaba una nueva canción folclórica. Era difícil dejar de llorar, pero se esforzó en hacerlo al concentrarse en otras cosas, a no estar por unos minutos en sus propios pensamientos.

Apenas unos minutos después Leo salió ya limpio y cambiado del baño, con su cabello húmedo y suelto, que salpicaba pequeñas gotas sobre su remera verde claro. Preparó muy rápido las cosas del mate y colocó en la mesa unas rodajas de pan, tomate y paté.

—Norita —dijo y estiró su mano para invitarla a tomarla—, ¿qué necesitás en este momento, que te escuche, que te hable? ¿Qué te haría mejor?

—No quiero hablar de eso, solo dame mate —dijo pero aceptó su mano.

Él asintió y sirvió un mate, sin soltar su mano. Los dedos de Nora eran finos y bonitos, a pesar de las muchas cicatrices en ellos y en los nudillos.

—¿Vas a hacer algo por tu cumpleaños, pué, tal vez una fiesta pequeña?

—No, nunca hago nada —dijo y sorbió el mate que él le pasó—. Mi mamá no tolera que haya gente en casa. Bah, no tolera a la gente en sí, así que la última fiesta de cumple que tuve fue a los nueve años cuando estaba mi papá.

—¿Pero te gustaría hacer algo?

—No, ¿quién vendría? Clapsi capaz, Guille no, Juli mañana no puede y por eso brindamos hoy. ¿Para qué voy a festejar, qué tengo para festejar? Si mi vida es una mierda, ¿para qué querría festejar un año más en este infierno? —dijo con mucho dolor y Leo apretó un poco más su mano.

—No escuché mi nombre en esa lista, qué cruel, Norita, qué cruel —bromeó.

Ella curvó sus labios en una sonrisa, para luego reírse.

—Creo que hoy voy a tocar, a pegarme el pedo más sarnoso posible, a dormir con Clapsi, y mañana no sé —dijo Nora con un suspiro y devolvió el mate—. Capaz solo fume mis cigarrillos encerrada en mi pieza.

—¿Puedo ir a verte tocar hoy? —preguntó Leo con una sonrisa, sirviéndose un mate que sorbió enseguida.

—Pero es punk, es como la fiesta de Clapsi y no te gustó el ambiente, y mis canciones no son bonitas.

—No importa, me gustaría ir a verte —dijo y sorbió nuevamente.

Soltó la mano de Nora solo para poder preparar otro mate con mayor comodidad, la vio comer solo las rodajas de tomate, como era su dieta habitual. Con un suspiro puso paté en un pan y arriba una rodaja del tomate, para luego ofrecérselo. Nora se encogió de hombros y miró con desconfianza ese trozo de pan. Lo tomó entre sus manos y lentamente lo llevó a su boca, pero luego del primer mordisco hizo un sonido de placer por el sabor.

—Que tu madre coma una rodaja de fruta si quiere —dijo con molestia—. Vos vas a comer lo que quieras comer.

Ninguno dijo nada por un largo rato, se dedicaron a disfrutar de los mates y de saborear el pan con paté y tomate. Nora lo miró con atención, porque los hombros de Leo se habían mojado por las pequeñas gotas que caían de su cabello.

—Toco hoy a la noche, y vos los sábados tenés un pique —dijo Nora y dio otro bocado al pan—. No podés suspenderle a una chica en el mismo día y sin un verdadero motivo.

—¿Y si la llevo?

—¿Llevar a tus amantes hippies a un recital punk? —se rió ella con ánimo—. Solo si querés asustarlas y que ya no vengan más.

—La llamo y le digo que tengo que hacer otra cosa, pué —se rió él—. Aún es temprano y faltan muchas horas.

—La pobre debe haberse depilado específicamente para verte, ¿podés pensar por favor en esa pobre mujer que se depiló en vano?

—Ni siquiera necesitan hacerlo —rodó los ojos—. Me da igual si se depilan o no.

—Ay, por favor, no seas mentiroso.

—No miento, no me intimida un par de vellos, son naturales —dijo y cebó un mate al que le dio un largo sorbo hasta hacer ruido—. Si ellas no me piden que lo haga, ¿por qué yo se los pediría?

—Porque a los hombres les da asco, y a algunas mujeres también.

—A los estúpidos quizás, a mí no —siseó y cebó un mate para ella—. Tengo literalmente vello en la cara, se llama barba y aún así las guainas me besan, ¿cuál es la diferencia, pué?

Nora se rió y sorbió su mate con mucho placer, para luego comer un trozo de tomate solo.

—El punto es que no podés cancelarle a una chica en el mismo día, es una falta de respeto. Yo te mandaría bien a la mierda.

Leo dejó ir un largo suspiro, como si supiera que era una batalla que no ganaría jamás.

—En verdad me gustaría verte, Norita, pero si no querés que vaya, ¿puedo ir la próxima?

—No dije que no quiero que vengas, solo no quiero que dejes a una chica depilada, perfumada y plantada en el mismo día —explicó Nora con un suspiro—. Pero vení la próxima, te aviso con anticipación para que no le canceles horas antes.

Leo asintió con una sonrisa mientras la observaba, porque se veía más delgada que antes. Apretó la mandíbula con molestia ante ese descubrimiento, porque significaba que además de no comer, estaba haciendo mucho ejercicio.

—Vení mañana a casa al mediodía, Norita —dijo Leo con una sonrisa—. Voy a prepararte una sorpresa.

—No, Leo, estoy bien, no quiero nada de eso.

—Dale, Norita, no seas guampa seca —se rió con ánimo—. Vení al mediodía, te voy a estar esperando con una sorpresa, pué.

Nora terminó por aceptar y continuó tomando mate con él, aunque cambiaron el tema de conversación para hablar de música, algo que a ambos les apasionaba. Siempre que hablaban de música perdían la noción del tiempo.

No se quedó a almorzar con él, pese a que Leo insistió en que se quedara. Nora quería volver a su casa, bañarse y luego ir con sus amigas para ensayar antes del concierto. Para su suerte, Raquel no estaba en la casa, se había ido a visitar a su hijo mayor, por lo que Nora pudo disfrutar de la casa en paz.

Ya a la noche se encontraba junto a sus amigas, conversaban y bebían cerveza mientras se maquillaban para estar listas.

—¿Cómo que Guille no viene? —se quejó Clap—. Me había prometido venir.

—Tiene que ir a conocer a sus suegros, así que no viene —explicó Nora mientras se delineaba las cejas de azul, para que combinase con su cabello—. Prioridades, Clapsi, prioridades.

—Es un boludo, no me dijo nada y eso que me dejé los brazos pintando esas paredes —resopló y dio un largo trago a su cerveza.

—Estoy tan enbroncada por eso que hasta le dedicaría «My war» de Black Flag, ¿y si la tocamos? —bromeó Nora.

—Dejen a ese pobre chico en paz, debe estar podrido de ustedes dos, locas —se rió Juli, la baterista de la banda—. Y no vamos a tocar una canción que nunca practicamos.

Finalizaron de arreglarse en medio de bromas y risas. Estaban nerviosas porque era el primer concierto verdaderamente grande que daban, donde habían sido invitadas a tocar en un festival e incluso ganarían dinero.

El lugar estaba repleto de gente que saltaba ante cada una de sus canciones o comentarios. Clap estaba cansada por haber estado pintando la casa de Guille, pero no se arrepentía de haberlo ayudado. Miró hacia el público, le gustaba ver la euforia en la gente así que dio un salto al tocar la guitarra, muy animada.

Nora también miró hacia el público, con la esperanza de ver a su mejor amigo allí. Se había imaginado que él llegaba de sorpresa a verla, con tal de no fallarle, pero eso no pasó. Ninguna de todas las caras era la suya, todos los presentes solo eran punks y rockeros que amaban el descontrol que ellas causaban con sus letras subversivas. No había espacio para un tímido y vergonzoso folclorista allí.

El show terminó con la gente enloquecida y ellas muy animadas, con la adrenalina a flor de piel. A Clap le llegaron propuestas románticas y sexuales de algunos hombres, a Nora de mujeres, y Juli les dirigía una mirada tan asqueada que ni siquiera lo intentaban.

Viajaron en la camioneta del novio de Juli hasta la casa de Clap, donde continuaron bebiendo un par de cervezas hasta esperar las doce de la noche. Cuando las agujas del reloj marcaron las doce de la noche, Juli se lanzó sobre Nora para darle manotazos, al igual que Clap. En medio de risas por darle una «malteada» por su cumpleaños.

—Un brindis por la líder de las Cerdas gritonas —dijo Clap con una sonrisa al alzar su vaso de cerveza—. ¡Felicidades, Nora, ya podés ir presa!

—Ya dieciocho, a los veinte conquistás el país —dijo Juli con una risita.

Se rieron y chocaron los vasos, luego se les unió Mari, la madre de Clap, que entró en la pieza de su hija solo para poder saludar a Nora. Le dio un fuerte abrazo y le besó ambas mejillas con cariño.

—Feliz cumpleaños, hermosa —le dijo con una sonrisa al tomarla del rostro para verla a los ojos grises—. Sabés que contás con Clau y conmigo siempre, para lo que necesites.

—¿Podés cagar a trompadas a su madre, má? —bromeó Clap con un guiño—. Sería un buen regalo, ¿no?

—Podría hacerlo, ganas no me faltan —siseó Mari y le hizo una caricia a Nora—. Quiero que sepas que valés mucho, y que te queremos.

—Basta, Mari, me va a hacer llorar —dijo Nora con angustia.

—Oh, chiquita, vení —estiró sus brazos para invitarla a abrazarla, y Nora obedeció a su llamado—. Valés mucho, sos importante, sos hermosa, sos suficiente. ¿Sí? No lo olvides nunca.

Nora se quedó apoyada en el pecho de esa mujer, podía oír su corazón latir. Estaba segura de que si su madre viera a Mari, con su cabello rapado y teñido de fucsia, con todos sus tatuajes, perforaciones en todas partes y su vestimenta desgarrada, diría que era satánica e incluso mala gente. Para Nora no existía una mujer más amable que ella, tan comprensiva y tan buena madre. Quería poder ser como ella algún día, fiel a sus gustos e ideales, pero con mucho amor para ofrecer a las demás personas.

No mucho después Juli se fue con su novio, porque era también el cumpleaños de él y no podía fallarle. Nora se quedó junto a Clap, recostadas en la cama de ella con sábanas y mantas rojas, su color favorito. A Nora siempre le causaba gracia que todos creyeran que era el verde por su cabello, cuando en realidad Clap siempre vestía algo rojo.

La habitación era grande, con las paredes pintadas con grafitis e incluso dibujos y pinturas de Mari. No tenía muchos muebles, pero sí varias guitarras colgadas en las paredes.

—Me gustaría que mi mamá fuera como la tuya... —dijo Nora con tristeza.

—¿Una punk fumona y medio loca? —bromeó Clap.

—Que me quiera —Nora hizo un puchero con los labios porque intentaba resistirse a llorar—, que me quiera tanto como me quiere tu mamá.

—Oh, bombona —Clap la abrazó con fuerza ahí recostada—. Te merecés todo lo bueno que existe en el mundo, y todo el amor posible.

—No me ama ni mi mamá, ¿quién me va a amar?

—Yo te amo, Juli te ama, mamá te ama, Guille te ama, y estoy segura de que ese Jesucristo tan sexy también te ama —dijo con cariño al aferrarla con fuerza—. Te amamos, Nora.

—A Guille solo le importa su estúpida novia —escupió Nora con odio—. Ni siquiera recordó mi cumpleaños.

—¡¿Qué?! —chilló Clap y se sentó de golpe—. ¡Le voy a dejar las pelotas en la garganta de la patada que le voy a dar! ¡Estéril va a quedar el pelotudo de re mierda!

—Ya no importa, ya me hice a la idea de que ella me lo va a quitar, ya está.

Clap parpadeó con confusión ante la palabra «quitar», abrió la boca con sorpresa al entenderlo todo, solo por atar cabos, y volvió a recostarse para poder abrazarla.

—Es un tonto, un gran, gran tonto. Un tonto sexy —dijo.

Nora comenzó a reírse al oírla y le dio un golpe amistoso, pero luego se relajó al aferrarse a su amiga. Nunca fue de tener muchos amigos o amigas, solía pelearse con ellos porque siempre estaba a la defensiva. De todas sus amistades solo Guille la conocía lo suficiente como para entenderla, y Clap junto a Juli le tenían el cariño necesario para no enojarse. Pensó también en Leo, que era un tipo de amistad muy distinto a todos los demás.

En la mañana Nora se despertó con el sol sobre sus ojos y se quejó por lo bajo al cubrirse la cabeza con la almohada, justo cuando la risa de Clap resonó allí.

—¡Vamos, arriba! A levantarse dijo la rana mientras miraba por la ventana —canturreó con ánimo.

Nora resopló pero se quitó la almohada del rostro, tuvo que parpadear varias veces para poder ver bien. Clap estaba ahí sentada en la cama, con su pijama rojo y negro, tras ella de pie estaba Mari con una bandeja de desayuno, y también estaban los hermanitos de Clap, de once y siete años.

—Feliz cumpleaños, hermosa —dijo Mari al apoyar la bandeja en la mano.

Nora estaba sorprendida, con sus ojos tan abiertos que Clap solo pudo sonreír al verla. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas porque nunca había recibido un desayuno en la cama por su cumpleaños.

—Gracias, de verdad.

Fue lo único que pudo decir al secarse las lágrimas. Abrazó a cada uno, incluso al hermano de once de Clap que siempre le peleaba o jugaba bromas pesadas. Se sentía muy feliz con ellos, y a veces deseaba haber nacido ahí y no con su familia.

Luego de desayunar juntos, Nora se dio un baño y se cambió de ropa, pues tenía preparado un cambio en la mochila. Se puso un top negro que realzaba sus grandes senos, un jean suelto con roturas y parches punks que lucía con cadenas y cinturón de tachas, y acompañado de zapatillas también negras. Como no tenía maquillaje encima, Clap le había prestado los suyos. Se puso una sombra azul en los párpados y delineó muy bien con negro, hasta hacer un ojo felino incluso en el lagrimal. Se colocó rubor en las mejillas y un poco en la nariz, para luego pintarse los labios de un color vino oscuro muy bonito.

Luego de despedirse de Mari, Nora fue hacia la parada de colectivo con Clap que la acompañaba. Dejaría el bajo ahí en la casa de ella, porque no le gustaba andar de un lado a otro con su instrumento.

Ambas prendieron un cigarrillo mientras esperaban el colectivo. La gente que pasaba las miraba con atención, con sonrisas burlescas, y algunos otros les gritaban cosas desde sus autos. Las dos estaban acostumbradas, por lo que no le dieron mayor importancia y continuaron conversando con tranquilidad.

Cuando el colectivo estuvo cerca, Clap abrazó con cariño a su amiga y le dijo al oído:

—Si querés volver tomate un remís, nosotras lo pagamos. Quedate tranquila. Te quiero.

—También te quiero, loca.

Diciendo eso Nora subió al colectivo con sus monedas listas en la mano, que pasó una por una en la máquina. Durante el viaje fue tarareando canciones con ánimo, a veces tomaba su libreta para hacer anotaciones.

Cuando bajó del colectivo tuvo que caminar cinco cuadras hasta llegar a lo de Leo. El clima era cálido y primaveral, se sentía cómoda pese a que su clima preferido era el frío. El auto café de Leo estaba allí en la entrada, donde se detuvo para tocar el timbre. Se oyó el ruido de cosas moverse, seguido de la voz de Leo diciendo que espere un minuto.

—¿Sigue con la mina? —murmuró Nora con una risita.

Se apoyó en el auto de él a esperar que abriera la puerta, y mientras lo hacía observó la ventana cerrada de Andrea. Ella y Guille aún no habían regresado. Sintió un nudo de angustia en su garganta pero respiró hondo, porque no iba a permitir que le robara la felicidad que sentía en ese momento.

La puerta se abrió y Leo le dedicó una alegre sonrisa, de esas que le iluminaban el corazón.

—Feliz cumpleaños, Norita —dijo y le dio un beso en la mejilla, para luego invitarla a pasar.

Nora entró mirando a su alrededor, porque quería saber qué era lo que estaba escondiendo. Todo estaba igual que siempre allí en la cocina, con las paredes blancas, la mesa de madera redonda y los cuadros familiares colgados en la parte trasera del ropero que hacía de divisor.

—¿Y mi sorpresa? —preguntó ella con una sonrisa—. Mirá que soy muy resentida si me prometen algo y no lo cumplen, yo no olvido.

—Y yo que me olvido todo de tan colgado que soy —dijo con una risita y se dirigió hacia la habitación, de donde tomó una bolsa negra de papel para extendérsela—. Bueno, en realidad no es una sola sorpresa, son varias. Esta es la primera, espero sea de tu gusto.

—¿Puedo ver? —preguntó Nora con una amplia sonrisa.

Como Leo asintió para permitirle ver, Nora revisó el contenido de la bolsa, había una pollera corta a cuadros azules y negros, un cinturón con cadenas finas que se veía muy bonito, y un par de medias de red de rombos grandes.

—¡Está hermoso! ¡Muchas gracias! —dijo con una sonrisa sincera y le dio un beso en la mejilla—. No te imaginaba entrando en una rockería, ¿eh?

—Era eso o regalarte una pulsera de macramé hippie, de las que hace Caro —bromeó Leo y metió las manos en los bolsillos con una sonrisa—. ¿Desayunaste algo?

—¡Sí! Clapsi y la Mari me llevaron un desayuno a la cama, fue tan raro pero lindo.

—Bueno, yo te preparé algo especial, ya está listo —dijo entonces con una sonrisa—. ¿Sirvo el almuerzo, Norita?

Ella asintió, tenía curiosidad por ver qué le había preparado Leo. Balanceaba sus pies en la silla, muy ansiosa, especialmente cuando él dijo:

—Cerrá los ojos, sin hacer trampa.

Nora se rió, porque se había cubierto los ojos con las manos, y cada vez que quería husmear entre los dedos, él la descubría. Pensó que solo era una broma y que le pondría alguna tontería delante, como tal vez harían otros amigos.

Cuando se descubrió los ojos lo vio ahí sentado frente a ella, sirviendo jugo en dos vasos. Dirigió su mirada hacia el plato de comida ahí frente a ella y por un momento perdió todo el oxígeno en su cuerpo, quedando paralizada.

—¿Son.. ñoquis? —tartamudeó.

—Que tengas un feliz cumpleaños, Norita —dijo él con voz cariñosa—. Que este sea el primero de muchos cumpleaños felices.

Nora sonrió con amplitud, luego empezó a reírse con nervios al ver esas deliciosas pastas que no comía desde hacía muchos años. Al instante se mordió los labios sintiendo un gran hueco en su pecho, y entonces comenzó a llorar solo de ver esos ñoquis con salsa que olía tan bien. Lágrimas caían por sus mejillas y debió cubrirse el rostro para que él no la viera, porque ese llanto empezó lento y alegre por la felicidad que sentía, para volverse un desesperado llanto que entremezclaba todas sus emociones.

Leo se puso de pie para acercarse a ella, quien lo abrazó con fuerza, hundiendo su rostro en el abdomen de él, mientras que Leo le hacía caricias en el corto cabello azul.

—Gracias, Leo, muchas gracias —sollozó y lo abrazó más fuerte, hundiendo sus dedos a la cintura de él—. Gracias.

Él se colocó de cuclillas a su lado y con una sonrisa, con movimientos delicados, comenzó a secarle esas lágrimas negras que manchaban sus bonitas mejillas.

—¿Qué te parece si cada veintinueve venís a casa y comemos ñoquis, pué?

Nora le sonrió y comenzó a reírse al asentir, para luego abrazarlo con fuerza del cuello. Leo respondió el abrazo y metió sus largos dedos entre ese cabello azul.

—¿Cómo sabías? —preguntó sin soltarlo—. ¿Cómo sabías que era lo que más deseaba en el mundo?

—Porque te escucho.

Se separaron para poder acomodarse en sus asientos y degustar ese almuerzo hecho específicamente para Nora, porque Leo recordaba haberla escuchado decir que era su comida favorita, y que llevaba muchos años sin comerla.

Mientras almorzaban, con música sonando en la radio, Nora lo observó con atención, porque él había prestado atención a un comentario casual que ella dijo en el aire, y que ni siquiera recordaba cuándo lo dijo. Leo llevaba una camisa blanca con los primeros botones desabrochados, un jean claro que le quedaba muy bien, y su cabello recogido en una colita baja. Se había recortado la barba para que no fuera tan larga y se mantuviera prolija.

—Está riquísimo —dijo Nora con placer al saborear cada bocado.

Leo le sonrió al servirle un poco más.

—¿Tenés algún plan para hoy o sigue siendo encerrarte a fumar? —preguntó y sorbió un trago de jugo.

—No tengo planes, podemos tomar mate.

—Claro que vamos a tomar mate, pero te voy a llevar a otro lugar —dijo Leo con una sonrisa al ver su rostro sorprendido—. Ya cargué el auto, solo tenemos que finalizar el almuerzo y preparar algunas cosas.

—¿A dónde vamos a ir?

—Es una sorpresa.

Nora se rió con ánimo y asintió. Quería saber a dónde irían, pero la incertidumbre era excitante también. Finalizaron el almuerzo y Leo levantó los platos para poder lavarlos, mientras que ella colocaba la ropa del día anterior en el lavarropas, luego de que él le diera autorización para hacerlo.

Luego ella comenzó a preparar las cosas de mate en un bolso, a la vez que Leo pasaba el agua caliente a un termo. Y con todo listo subieron al auto, donde pusieron música en el estéreo para hacer el viaje más ameno. Fueron conversando del concierto, porque Leo tenía mucha curiosidad e interés, ya que se lo había perdido.

—¡Estaba lleno de gente! Fue una locura —dijo Nora con alegría—. Pudimos tocar la de Medusa, hacía rato no la tocábamos. Hicimos algunos covers y estrenamos nueva canción.

—¿Y de qué trata la nueva canción? —preguntó Leo con una sonrisa.

—Del encierro, de querer escapar pero terminar en otra jaula, de la gente que solo quiere poseerte —explicó con un suspiro—. La escribí cuando me separé de Marce. A pesar de todo, a veces la extraño, ¿sabés?

—No llegué a conocerla, sabía que tenías novia pero nunca la vi —dijo Leo y la miró de reojo—. ¿Cómo era?

—Hermosa como ella sola, pero más celosa y posesiva que la mierda —resopló y dirigió su mirada hacia él, concentrado en el frente—. Quería que me mudara con ella, que ya no fuera a la escuela, decía que iba a mantenerme, pero yo sabía que no podría volver a ver a Guille, a Juli y a nadie más, ni siquiera a mi hermano.

—Me alegra que hayas podido salir de ahí.

—No fue difícil, por mi carácter no me dejo pasar por encima, además soy muy iracunda, ya sabés —dijo con una risita.

Nora se calló al ver un montón de árboles en un camino que formaba un arco sobre ellos. Era una imagen hermosa. Sonrió con alegría viendo todos esos árboles y caminos de tierra, y aunque las casas por allí se veían muy humildes, le daban una imagen única al lugar.

Pudo ver un puente a lo lejos lleno de autos y gente con cañas, y entonces vio el río. La luz se reflejaba en el agua y se veía hermoso, con grandes árboles a lo lejos. Leo estacionó el auto junto a otros y bajó tomando la guitarra en un hombro y una heladerita de camping, luego ayudó a bajar a Nora, que llevaba su mochila llena de parches a la espalda y el bolso de mate.

—Vení, te ayudo a bajar —dijo él, pues el camino era muy empinado—. No quiero que te caigas.

Nora aceptó su mano con una sonrisa, aún embelesada por la belleza de ese río y todo lo que lo rodeaba. La mano de Leo era suave al tacto, delgada y de dedos largos, y era también algo pesada. La observó allí sobre la suya, porque se le marcaban las venas muy fácil.

Lograron bajar por el camino en medio de risas, porque varias veces estuvieron a punto de tropezar. Se detuvieron frente al río, con sus pies que casi tocaban el agua, y mientras que Leo colocaba una manta sobre el pasto, Nora observó todo a su alrededor. Había familias felices por todas partes, niños que correteaban por allí o se lanzaban al agua, y el olor del lugar era fresco, a hierba y tierra húmeda, a viento y agua.

Leo se acomodó sobre la manta y comenzó a preparar un mate, pero acomodó también una heladerita de camping que dejó allí arriba, con bebidas frías. Lo dejó sobre la manta y sorbió su mate mientras la veía observar todo con emoción, con una sonrisa que marcaba sus hoyuelos. Nora llamaba la atención con su cabello azul, y captaba también la atención de otros hombres por ese top que resaltaba sus pechos.

Nora regresó junto a él luego de inspeccionar todo, y se sentó a su lado para poder tomar mate juntos.

—Es hermoso, no sabía que había un río tan cerca —dijo ella aún muy sonriente.

—Ah, a partir de ahora vas a conocer muchos lugares nuevos —dijo Leo y le picó la nariz con el dedo índice—. Te voy a llevar a conocerlo todo, pué. Cada río y cada lago.

Tomaron un par de mates en silencio, solo oyendo el sonido del agua y las risas de los niños cerca. Luego, Leo comenzó a tocar la guitarra, con Nora recostada sobre su mochila con los ojos cerrados. Ambos disfrutaron de la paz que brindaba la naturaleza, de los aromas frescos y la calidez del sol.

Un rato después Leo dejó la guitarra a un lado, y abrió la heladerita para poder tomar de adentro un tupper redondo que estaba al revés. Lo abrió con cuidado para evitar que se rompiera, y entonces miró a Nora aún recostada en la manta, con la cabeza en la mochila.

—Norita —dijo para llamar su atención.

Nora abrió los ojos para verlo, y sonrió al ver que sostenía en su mano una pequeña torta redonda con crema y frutillas.

—Felices dieciocho —le dijo con una sonrisa.

Nora se sentó con la felicidad grabada en todo su rostro, miró la torta pequeña, justo para ellos dos, y luego lo miró a los ojos café que se veían llenos de cariño. Lo hizo apoyar la torta en la manta para poder abrazarlo, y como ya le había agradecido tantas veces en el día le daba vergüenza volver a decirlo.

—No es un amanecer, pero supongo que un atardecer sirve —dijo él y le dio un beso en la coronilla de la cabeza, con cariño—. Espero te guste, no soy tan bueno como Guille con los postres y cosas dulces.

Ella se rió y le dio un golpecito en el hombro, para luego meter un dedo en la crema y lamerlo, pese al pedido de Leo de que espere a pedir un deseo. Él colocó una vela, aunque no le cantó para que no se sintiera avergonzada. La vio soplar la vela luego de pedir un deseo silencioso, y le dirigió una sonrisa agradecida por eso.

Tomaron dos cucharas y comenzaron a comer la torta con buen ánimo.

—Está buenísima —dijo Nora y dio otro bocado.

—Gracias, hice el bizcochuelo anoche y la decoré esta mañana mientras Maga dormía —dijo y dio también otro bocado.

Nora observó los colores anaranjados en el cielo que se reflejaban también en el agua. Vio unos patos volar cerca y eso la hizo sonreír, porque jamás había visto patos. Le parecieron criaturas hermosas.

El clima se estaba volviendo frío mientras más se oscurecía el cielo, y como la gente cercana había comenzado a guardar sus objetos para irse, Nora y Leo decidieron imitarlos. Doblaron el mantel luego de sacudirlo, acomodaron las porciones sobrantes de la torta en el tupper, y luego con todo ya listo subieron al puente. Leo debió ayudarle a subir, porque Nora no estaba acostumbrada a hacerlo.

En el auto volvieron a poner música en la radio mientras Leo la oía hablar de lo hermoso que era el río y lo feliz que estaba. Sin embargo hubo un par de minutos donde Nora se mantuvo en silencio, porque se había acordado de que Guille se olvidó de su cumpleaños. Apretó los labios con tristeza mientras miraba por la ventanilla los bellos caminos rurales.

—Hablame de esa chica, Maga, ¿no? —dijo Nora y carraspeó para eliminar esa angustia.

—No es mi novia, Norita, no hay mucho por decir.

—¿Pero está buena?

Él se rió con ánimo.

—A mí me gusta, pero a vos te gustaría más Vero, la que decís que parece Pocahontas.

—Ah, sí, esa estaba bien buena —admitió Nora con una risita y giró para verlo manejar—. ¿Por qué no salís con ninguna de forma oficial? O sea, ¿por qué solo las ves así, no te gustan lo suficiente?

—Me gustan, pero no quiero tener una relación romántica con nadie, soy un pájaro libre al que no le gusta que lo metan en una jaula y le corten las alas —suspiró Leo—. Yo soy sincero, explico desde un principio que me gusta mi libertad, que no estoy dispuesto a formar una relación romántica, pero que las voy a cuidar y respetar igualmente. No necesito ser novio de alguien para tratarlas bien.

—En palabras cortas, sos un gatero y vas a seguir siéndolo —se burló ella.

—Los guaineros esos no son sinceros, Norita, esos solo ilusionan chicas, yo no lo hago —siseó y la miró de reojo—. Igual ellas también tienen otros piques, pué.

—Tenés pinta de ser un pompón suavecito —se burló ella.

Leo le dio un empujón con una risita.

—A mí me gusta el sexo duro y salvaje, y el amor suave, pero como no me interesa el amor entonces no soy ningún pompón suavecito.

—¡Ah, con razón! —dijo Nora con una risita y él la miró de reojo—. Somos parecidos, Leo, por eso nos llevamos bien.

Leo no dijo nada, solo se rió con ánimo. Nora reposó la cabeza en el asiento y dejó ir un suspiro relajado. Estaba feliz, solo una buena cena, un cigarrillo y una cerveza podrían mejorarlo, por lo que le propuso a Leo tomar algo juntos al llegar.

Cuando llegaron a la casa ya era de noche, estacionaron el auto en la entrada. Y mientras que Leo abría la puerta del departamento, Nora iba bajando las cosas del auto.

—¡Nori!

Nora se quedó estática por un momento, con su mandíbula apretada y los ojos cerrados. Lentamente giró la cabeza para ver a Guille salir del departamento de Andrea.

Leo le pellizcó la nariz con una sonrisa para llamar su atención.

—Voy a abrir esa cerveza, vos hablá con el gurisito.

Lo siguió con la mirada hasta que entró en la casa, para luego ver a Guille que se acercó a ella y sin decir nada la abrazó.

—Feliz cumpleaños, Nori —la aferró con fuerza—. Perdón, perdón, soy un culeao hijueputa, si querés mandarme al pingo lo entiendo.

Nora lo soltó y le lanzó un fuerte cachetazo al rostro.

—¡Te olvidaste de mi cumpleaños, Guillermo! —gritó con mucho dolor, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas, y comenzó a darle golpes en el pecho—. ¡Te olvidaste de mi puto cumpleaños de mierda!

—Perdón, Nori, todo esto del bebé me tiene muy perdío...

—¡Andate a la mierda, Guillermo! —gritó con su rostro bañado en lágrimas—. ¡De todas las personas del mundo nunca creí que justo vos te ibas a olvidar!

—En verdad lo siento mucho, te compré un regalo —dijo Guille con angustia.

—¡Metételo bien en el orto o dáselo a tu novia, no me importa! —chilló mientras se acercaba a la puerta entreabierta de Leo, pero Guille posó una mano en su hombro y ella lo hizo a un lado—. ¡No me toques! Porque estoy segura de que fue Clapsi quien te llamó, y no que lo recordaste. ¿O me equivoco?

Guille se mordió los labios y lágrimas comenzaron a caer por su rostro.

—Lo sabía —se rió de forma irónica—. Dejame en paz, Guille, tuve un lindo día hasta que vos viniste a cagármelo.

Diciendo eso entró al departamento de Leo y cerró la puerta con fuerza. Tuvo que apoyarse en la mesada porque estaba mareada, pero estaba haciendo su mejor esfuerzo por no lanzar un grito de dolor por el llanto, porque las paredes eran finas y Guille podría escucharla.

Leo llegó hasta ella desde el patio, y al verla tan afectada y haber oído sus gritos no dudó en abrazarla.

—Está bien, Norita, tenés derecho a enojarte y llorar.

—¿Podemos hacer un fuego? —sollozó.

Leo la tomó de la mano con suavidad y la guió hacia el patio, donde acomodó el brasero para que Nora pudiera colocar maderas allí. Ella no quería ni necesitaba romper la madera, solo quería sentarse y ver el fuego, por eso Leo lo encendió y luego se puso de pie para entrar en la casa.

Nora se quedó allí, abrazando sus rodillas con los ojos fijos en esas llamas danzarinas. Parecía un cortejo de llamas naranjas y rojizas, que se acariciaban y huían.

Leo regresó enseguida con dos vasos y una botella de cerveza. Se acomodó junto a ella ahí frente al fuego, y la abrió con un encendedor de forma habilidosa. Observó a Nora de reojo mientras servía los vasos.

—Norita —dijo con voz suave al extenderle el vaso—. ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor? ¿Necesitás que te escuche, que dé consejo, que te abrace o solo que me quede cerca?

—Solo quedarte cerca.

Leo asintió con una sonrisa y observó el fuego mientras daba un sorbo a la cerveza, manteniéndose cerca de ella pero sin tocarla, pues quería respetar su espacio.

Estuvieron largos minutos ahí sentados, a veces él se levantaba para buscar otra cerveza, porque habían acabado la anterior sin pronunciar palabra alguna. Sin embargo hubo un momento en donde Nora alzó la vista para verlo ahí a su lado.

—¿Puedo quedarme con vos hoy? —preguntó con tristeza—. No quiero ir a casa y que mi mamá lo empeore.

Leo apoyó su mano sobre la de ella, con cariño.

—Por supuesto, Norita.

Dejo acá unos Picrew que hice de algunos personajes <3

Guille:


Nora:

Leo:

Leo y Nora:

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