Capítulo N° 1
Era un martes por la tarde de un veintiuno de febrero, su cumpleaños número diecisiete.
Guillermo tarareaba una canción al colocar en un termo el agua que había dejado calentándose en la pava. Guardó con mucho cuidado todo el equipo de mate en su mochila junto a un tupper con galletas caseras que él mismo había preparado.
—¿Te vas, Guille? —le preguntó su tía Esther.
—Sí, tía, voy a ir a la plaza con Nora —dijo él con una sonrisa—, vamos a ir tomando unos mates.
—A la noche vamos a hacer unas pizzas, podés invitar a quien quieras —le dijo ella—. ¿Qué querés que te regale?
—Nada, tía, estoy bien así, ya suficiente hacen por mí.
Esther sonrió con ternura y se acercó un poco solo para poder apoyar su mano en el rostro de él. Guillermo era muy alto y fornido, había crecido mucho en todos esos años y ya no era un pequeño niño desgarbado, pero seguía siendo igual de cariñoso y correcto que siempre.
—Cuando cumplas dieciocho vas a poder usar la casa que era de tus papás acá antes de irse a Santiago, y la plata de los alquileres está en una cuenta de ahorro a tu nombre, Guille —le dijo con una sonrisa—, podés hacer lo que quieras con tu plata.
—Tía, usala para lo que quieras, para la luz o el gas, o la comida, o para comprarte algo para vos, pues.
—Es tuyo, Guille, es tu herencia. No nos corresponde tocarla.
—Encima que le das de comer y lo vestís no te da ni un peso el ratón miserable este —dijo de repente uno de sus primos más grandes.
—¡Omar! —lo regañó su madre—. ¡¿Ni en su cumpleaños lo dejan en paz?!
—Qué carajo nos importa este santiagueño de mierda —acotó otro de sus primos.
Guillermo los ignoró, como había hecho durante todos esos años. Le dio un tierno beso en la mejilla a su tía y luego salió de la casa, ignorando los gritos e insultos de sus primos. Solo tenía buena relación con los menores, Ana, Pablo y Lolo, quienes ya tenían dieciocho, diecisiete y quince años.
Cruzó la calle para poder buscar a Nora, pasó por encima de esa pequeña puerta de madera que no servía de barrera para nada y cruzó el jardín para poder golpetear con ánimo la puerta. Acomodó la mochila en su hombro con una sonrisa, la cual fue borrada al instante en que salió Raquel con su clásico rostro serio.
—Hola, señora, ¿está Nora? —dijo con una sonrisa y la miró fijo a los ojos oscuros.
—Está castigada, no va a salir a ningún lado.
—Pero... es mi cumpleaños, ¿puedo pasar y me quedo con ella?
Raquel suspiró, su rostro tenía arrugas y grandes ojeras se miraban bajo sus ojos. Su cabello entrecano lo llevaba recogido en un rodete, y sus cejas estaban fruncidas, lo que siempre aumentaba sus gestos de desagrado. Colocó entonces sus manos en las caderas y dijo:
—Sos un buen chico, Guille, no deberías seguir juntándote con Nora, es una mala influencia para vos —lo miró un instante y luego agregó—: que termines bien tu cumpleaños.
Diciendo eso cerró la puerta.
Guillermo suspiró. La posibilidad de que Nora no pudiera salir era muy obvia, pero había tenido la esperanza de que por ser su cumpleaños pudiera ser una excepción.
Se aseguró de que Raquel no estuviera por allí y entonces caminó hacia la pequeña pared baja de la entrada. Se paró encima para poder trepar la medianera que daba al pasillo del costado, era una entrada aparte que daba a un departamento vacío del fondo, y que también daba a las ventanas de Raquel y de Nora.
Apoyó con cuidado la mochila en la medianera y saltó hacia el otro lado, luego de agarrar la mochila se agachó rápidamente para pasar por debajo de la ventana de la habitación de Raquel, por las dudas de que ella estuviera allí. Una vez pudo pasar desapercibido, se detuvo en la ventana de la habitación de Nora, allí se escuchaba el sonido de un bajo, así que con una sonrisa en el rostro dio un golpecito al vidrio.
El bajo dejó de sonar y Nora apareció en la ventana al correr la cortina azul, con una gran sonrisa que marcaban sus hoyuelos en las mejillas al saber que, obviamente, se trataba de él. Guillermo era el único capaz de saltar la medianera para escabullirse por allí y verla de todas formas.
Luego Nora puso música en su equipo, colocó un CD de los Sex Pistols que empezó a resonar, antes de animarse a abrir la ventana y sacar su mano por las rejas de rombos, para poder darle una palmadita en el rostro a su amigo.
—Feliz cumple, Gui, estoy prisionera otra vez —dijo ella, ya que la música punk servía para que su madre no los escuchara.
—Lo supuse, traje pa'l mate —dijo él al mostrar su mochila con una sonrisa—. ¿Por qué te castigó ahora, po?
—Boludeces —se rió—, se enteró que tengo novia, me dio una pequeña cagada a palos y me encerró.
—¿Y cómo se enteró, culeá? —se rió Guille mientras abría su mochila para sacar los elementos del mate.
—Le dijo la del almacén, me vio besarme con Marce —escupió y rodó sus ojos con fastidio—. No sé qué tanto les molesta, cuando tuve novio ninguna dijo nada.
Guille la miró con atención, Nora tenía su cabello corto y azul, despeinado. Había sido casi un milagro que su madre le permitiese hacerse piercings en el rostro: tenía uno en el labio, otro en la ceja y uno en la nariz, y siempre vestía de negro y con cadenas.
Luego de quitarle el polvo a la yerba, Guille le puso azúcar por Nora, ya que ella no tomaba el mate amargo, y luego le agregó agua. Tomó el primer mate con ella contándole sobre su encierro.
—Igual no sé si voy a durar mucho con Marce... —dijo ella con un suspiro—, es muy celosa y eso me molesta.
—¿Eso no podría perjudicar a la banda? —preguntó Guille con sorpresa—. No tendrías que haberte puesto a salir con la guitarrista, Nori...
—Ella me besó primero, yo solo lo seguí —resopló.
Lo miró fijo a los ojos café. Guille era un chico realmente hermoso, sus rasgos eran muy viriles y cuadrados, y con su cuerpo tonificado llamaba la atención de todas las chicas que se cruzaban. Y eso era algo que le molestaba bastante a sus primos, pues él era más alto, más musculoso y más bonito que ellos, pese a ser «un santiagueño de mierda» como le decían. Nora se había peleado muchas veces con ellos por defender a su amigo.
—¿Y vos con esa chica? —preguntó Nora y tomó en su mano el mate que él le pasaba a través de las rejas—. ¿No volvieron?
Guille bajó la mirada y se encogió de hombros con un suspiro.
—No, hace un mes que no me habla. No sé nada más de ella, no responde mis llamadas.
—Bueno, Gui, ya va a aparecer otra que te vuelva loco y digas «esta es mi chica, che» —dijo con una risita y sorbió su mate.
Guillermo no respondió nada, solo la miró fijo y en silencio por unos instantes mientras ella tomaba su mate.
—Igual no estaba enamorao de ella, solo nos gustábamos mucho.
—Como yo con Marce, nos gustamos, la pasamos bien, el sexo es genial, pero no imagino mi vida con ella —Sorbió la bombilla del mate por última vez antes de devolverle a su amigo—. Lo bueno es que ella tampoco lo imagina, creo que está conmigo solo porque es divertido.
Guillermo volvió a servir agua en el mate, esta vez para él. Tomó con tranquilidad y se apoyó de costado contra las rejas, porque le agotaba un poco estar parado con todo en las manos.
—La próxima traigo un banquito —dijo con una risa y sorbió su mate.
—Ojalá no haya próxima vez —resopló Nora—, ojalá venga Nacho pronto, cuando viene mi hermano de visita mamá me deja en paz.
—Le tiene miedo a tu hermano, eso es gracioso.
—No le tiene miedo, pero es su preferido y él me quiere, entonces cuando está finge ser una madre amorosa.
Guillermo volvió a servir agua en el mate y se lo pasó por las rejas, y cuando ella lo tomó en sus manos él aprovechó para poder acariciarle el rostro con cariño. Le sonrió con ternura y ella le devolvió la sonrisa.
—Perdón, Gui, siempre tenés que quedarte parado ahí, y hoy que es tu cumpleaños no puedo ni salir...
—Le voy a decir a mi tío si puede llamar a tu mamá, a él nunca le dice que no —dijo Guille con una sonrisa y le acarició el pómulo con su pulgar—. Hoy van a hacer pizza por mi cumple, quieren que invite a mis amigos pero a mí solo me importa que estés vos. Si estás vos siempre voy a estar bien.
Nora sonrió y apoyó su mano sobre la de él, con cariño.
—Espero poder ir.
Guillermo dejó en el suelo los elementos del mate para poder tomar el tupper de su mochila, era demasiado grande como para poder pasarlo por las rejas, por ello lo abrió para que su amiga pudiera tomar algunas galletas.
—Pronto van a empezar las clases, este es nuestro último año —dijo él con entusiasmo—, ¿ya pensaste qué vas a hacer luego?
—Pensé estudiar música o canto, o algo así, me gusta mucho la música —dijo Nora con una sonrisa y mordisqueó un poco su galleta antes de continuar—, ¿vos seguís con la idea de ser chef?
—Sí, me gusta mucho cocinar. Estaría bueno tener un restaurante, ¿quéno? —se rió al decirlo—, pero tal vez estudie algo para ayudar a mis tíos con la casa, pensé en ser abogado.
—Odio los abogados, no quiero odiarte, Gui. —Nora lo miró un segundo en silencio y le devolvió el mate—. Sos bueno con los números, ¿profesor no te gusta? Es una carrera corta.
—Podría hacerme hippie y recorrer el mundo con sandalias y mi termo en mano —bromeó y comenzó a reírse al ver el gesto de Nora.
—Odio a los putos hippies de mierda.
Guillermo se rió ante el gesto asqueado de su amiga, pues se lo había dicho a propósito.
Se quedaron allí tomando mate juntos con las galletas caseras, mientras conversaban y bromeaban sobre diversos temas. Cada tanto se oía la voz de Raquel preguntar con quién hablaba, y la respuesta de Nora siempre era la misma:
—Estoy practicando una nueva canción, ¿la querés escuchar? —decía ella cada vez al guiñarle un ojo a su amigo se forma cómplice.
—No, qué horror. Practicá más bajo.
Trataron de aguantar la risa que les dio, porque la risa de Guillermo solía ser estruendosa y muy reconocible.
Él miró la hora en su muñeca, ya debía volver a casa. Dejó ir un suspiro fastidiado e introdujo sus manos por las rejas de rombos para poder acunar el bonito rostro de Nora.
—Espero puedas venir, te voy a extrañar mucho sino.
—Si no me deja, mañana podemos hacer algo. Mañana ya termina mi castigo.
Guille se quedó un poco más ahí tomando mate con ella, pero luego debió irse. Esa siempre era la parte más complicada, porque era más sencillo ser descubierto en su huida. Por ese motivo Nora comenzó con su trabajo de distracción.
—¡Má, má, abrime, má, quiero ir al baño! —comenzó a gritar y golpear la puerta de su habitación—. ¡Má!
—Aguantá hasta la noche —respondió su madre.
—¡Voy a cagar acá en el piso de parquet si no me abrís!
Nora saludó con un movimiento de mano a su amigo, a sabiendas de que su madre le abriría la puerta y él debería irse en ese instante.
El sonido de la llave en la cerradura fue la señal, y Guillermo corrió hasta la puerta de esa entrada apartada, pero él no tenía llave de ahí. Se colocó la mochila en la espalda con cuidado y comenzó a trepar la medianera, la salida era más complicada porque no tenía dónde impulsarse, pero siempre lograba salir al encontrar un ladrillo sobresalido de la medianera. Cayó en esa pared pequeña divisora y luego, ya más tranquilo, cruzó la calle para ir con sus tíos.
Al abrir la puerta se encontró con su tía y su prima Ana preparando las pizzas, y fue recibido con un gran abrazo por Lolo, quien siempre era el más cariñoso con él.
—¿Necesitás ayuda con algo, tía? —le dijo Guille con una sonrisa.
—No, amorcito, quedate tranquilo con Pablo y Lolo. ¿Van a venir tus amigos?
—Están de vacaciones, solo está Nora y está castigada, no sé si la van a dejar venir —admitió con un suspiro.
—Vive castigada esa pobre chica, es revoltosa pero buena —dijo Esther con un suspiro.
—Má, cagó a trompadas a Omar —se rió Lolo al decirlo.
—Y bueno, algo habrá hecho.
En ese momento ingresó Pablo a la casa con una bolsa de compras, le dirigió una sonrisa a su primo y luego le dio una palmada cariñosa en la espalda.
—Pablo, estoy viendo botellas... —dijo Esther al mirarlo fijo y con seriedad.
—Ay, es un cumpleaños y ya tenemos diecisiete —se quejó él—. ¿Qué diferencia hay entre diecisiete y dieciocho?
Ella los apuntó a ambos con su dedo índice.
—Solo por hoy, y si alguno se emborracha va a dormir en el patio con los perros.
Pablo hizo un bailecito de festejo por su victoria y destapó la botella de cerveza con su encendedor, de una forma tan habilidosa que lo delató como bebedor habitual ante su madre. Y mientras que Guillermo guardaba las otras botellas en la heladera, Pablo comenzó a servir cerveza en tres vasos. Le extendió una a su primo y el otro vaso se lo dio a su hermana Ana, quien se limpiaba las manos con un repasador de cocina.
—¿Y yo no? —se quejó Lolo.
—Tenés quince años, te llego a dar y mamá me va a matar —dijo Pablo con un gesto torcido.
Guillermo se sentó junto a Ana y Pablo, porque Lolo se ofendió y decidió ignorarlos.
La diferencia entre sus primos era muy notoria, Ana era la más bajita y era regordeta, de rasgos delicados y hermosos ojos verdes que resaltaban con su largo cabello negro. Pablo, por su parte, aunque era alto no lo era tanto como su primo. De piel pálida, nariz alargada y labios cerrados y pequeños, como sus ojos marrones que también eran pequeños, y aunque era el más atractivo de sus hermanos, se sentía mal por no ser como Guillermo.
Tomaron cerveza los tres juntos en medio de bromas, aprovechaban que los mayores habían salido con sus novias y no regresarían hasta mucho más tarde, porque de haber estado no habrían dejado de molestar al cumpleañero con insultos y bromas por su origen.
Tito llegó de la calle con las llaves del auto en su mano, se acercó enseguida hacia Guille y lo despeinó un poco con cariño.
—Feliz cumpleaños, Guille —le dijo—. ¿Están tomado algo? ¿Van a convidarle a este viejo?
Pablo sirvió un vaso para su padre, que se sentó frente a ellos a tomar un trago de cerveza. Miró a los dos muchachos y luego a su hija, que se entretenía pintándose las uñas.
—Creo que ya están en edad de aprender a manejar, en la semana voy a enseñarles a ustedes dos —dijo Tito con una sonrisa—, Anita ya aprendió, faltan ustedes.
Pablo y Guillermo se miraron con una sonrisa entusiasmada, porque ya habían estado practicando sin que Tito lo supiera, Ana les había comenzado a enseñar, pero que él se preocupara en hacerlo era incluso mejor.
El timbre de la casa sonó de repente y Ana fue a atender, para que sus padres se quedaran sentados y tranquilos. Unos instantes después entró junto a Nora, quien saludó a todos con un beso en la mejilla.
Guillermo se puso de pie con una enorme sonrisa al verla.
—¡Pudiste venir! —le dijo.
—Sí, llamé a Nacho para que convenza a mamá —dijo con una risita y colocó una de sus manos en sus prominentes caderas—. Amo a ese boludo, siempre doma a mi vieja.
—Buenas noches, Nora —dijo Esther y la miró de arriba hacia abajo con una risita—. ¿Tu mamá te dejó salir así?
—Si es por mi mamá usaría sotana para ser una vieja aburrida igual que ella —se rió al decirlo—. Yo sí tengo estilo.
—Horrible estilo —acotó Lolo y salió huyendo, a sabiendas de que ella podría darle un golpe.
—A mí me gusta —dijo Ana y abrazó con cariño a Nora, la miró de arriba hacia abajo porque tenía una falda de jean con pines, medias negras desgarradas, borcegos y una remera de The Offspring—, pero estoy gordita para vestirme así, me gustaría tener tu cuerpazo.
—¿Gordita? Estás divina, Ana —le dijo con una sonrisa que Ana le respondió—. ¡Mirá qué tetazas que tenés!
Ella se sonrojó por ello, más que todo porque se lo dijo delante de sus padres, hermanos y delante de Guillermo, pero terminó por reírse y la invitó a sentarse junto a ella y su primo.
Nora era una chica de buenas curvas, de cintura pequeña, amplias caderas y piernas anchas y bonitas que resaltaban siempre por su forma de vestir, y para Ana no había chica en el barrio más bonita que ella, aunque otros la consideraran «demasiado curvilínea». Y aunque criticaran su estilo punk, a Ana le gustaba mucho cómo se veía.
Guille y Nora se abrazaron con cariño al estar sentados uno al lado del otro, luego conversaron con Ana y Pablo mientras que sus tíos ponían las pizzas en la mesa.
—¿Vieron que ya terminaron los departamentos de acá a tres cuadras? —dijo Pablo y bebió un trago de cerveza—. Se ven bonitos, estaría bueno irse lejos de todos estos simios.
—Estarías a tres cuadras, Pablo —se rió Ana con ánimo—, y primero tendrías que trabajar para poder pagar un alquiler.
—¿Nos vamos juntos, primo? —le dijo a Guille con una sonrisa—, lejos de estos pelotudos.
—Bueno, po —dijo Guille con una risita—, pero no hace falta andar alquilando, en un año voy a tener la casa de mis papás, ¿no, tía? —Miró hacia Esther con una sonrisa.
—Sí, Guille. Pero no crean que se van a poder escapar fácilmente, voy a ir a todos los días a asegurarme de que todo está en orden —dijo ella con una risita.
—Este es su último año de escuela —dijo Tito y bebió un trago de cerveza, los miró con sus pequeños ojos marrones clavados en ellos—, ¿qué piensan hacer, van a estudiar, van a trabajar?
—Aún no lo pensé, capaz trabaje —dijo Pablo con un gesto torcido.
—Yo pienso estudiar —dijo Guille—, aún no sé qué, pero algo voy a estudiar.
—¿Y vos, Nora? —preguntó Esther con una sonrisa.
—Me gustaría estudiar algo referido a la música —respondió con una sonrisa.
—El punk no es música, es ruido —dijo Pablo con una risita.
—Que me guste el punk no quiere decir que vaya a estudiar eso, solo música en general —se quejó Nora con fastidio—. Y el punk sí es música, que vos no lo entiendas no es mi problema.
—Pablo —dijo Guillermo con seriedad—, te gusta Attaque 77, eso es punk, ¿sabías?
Ana y Nora comenzaron a reírse al ver el rostro consternado de Pablo.
Luego de comer unas cuantas porciones de pizza, Nora salió al jardín para poder prender un cigarrillo fuera, Pablo la acompañó para hacer lo mismo, ya que tenían prohibido fumar dentro.
La luna se veía ahí sobre ellos, rodeada de estrellas. Era una noche calurosa de verano y los grillos se oían entre el alto pasto, y allí fumaron cada uno un cigarrillo apoyados contra la pared.
—El sábado tocamos en una fiesta, ¿querés venir? Guille va a ir, podés venir con quien quieras —lo miró de soslayo y le dedicó una sonrisa—, ahora que sé que te gusta el punk...
—Solo me gusta Attaque —se rió y fumó un poco más de su cigarrillo—, pero seguro vaya con Guille, es una máquina de meterse en problemas, y si estás tocando nadie lo va a poder defender. Tiene músculos al pedo.
—Bien que te gustaría tener sus músculos —dijo Nora con una sonrisa pícara.
—Hacemos la misma rutina, con las mismas pesas y él se marca mucho más fácil que yo, no es justo —bufó con fastidio.
—Tal vez deberías comer lo mismo que come Guille —se rió Nora y le dio una última pitada a su cigarrillo antes de tirarlo.
—Come demasiado el hijo de puta.
Nora se rió y volvió a entrar en la casa con Pablo tras ella, se encontraron con la sorpresa de que Ana había preparado una torta para su primo sin que él lo supiera, y solo estaban esperando a que ambos entraran para poder cortarla.
Le cantaron el feliz cumpleaños en medio de risas y chiflidos de Pablo, y luego de soplar las velas Guille miró fijo a Nora y le dirigió una sonrisa, porque el único deseo que tenía era el mismo desde hacía varios años: que ella siguiera en su vida.
Esther comenzó a cortar las porciones justo cuando regresaron sus dos hijos mayores, ya que el más grande se había casado y vivía en otro lugar con su familia. Guillermo ignoró las miradas que le lanzaron igual que hacía siempre, y sostuvo del brazo a Nora cuando le hicieron un comentario de mal gusto y ella pensaba defenderlo.
—Che, están un poco grandes para seguir viviendo con mamá, nosotros estamos perdonados por ser adolescentes —les dijo Pablo con una sonrisa pícara—, ustedes ya son unos boludos grandotes.
—Solo tengo veintiún años —se quejó Omar—, decile a este boludo que tiene veintitrés.
—¡No empiecen! —les gritó Tito con fastidio—. Si tanto les molesta váyanse por ahí.
Ana apoyó con cariño su mano en el hombro de Guille y le dirigió una sonrisa.
—¿Por qué no hacés un poco de música?
Guillermo sonrió como respuesta y se puso de pie para poder buscar su guitarra, esa que años atrás le habían regalado sus tíos por su cumpleaños. Pensó alguna canción bonita para tocar y así alegrar un poco el ambiente.
—¿Podés tocar «Luna cautiva»? Me gusta mucho esa canción —dijo Tito con una sonrisa y tomó la mano de su esposa, con cariño.
Guillermo entonces comenzó tocar y cantar esa canción, con la alegre sonrisa de sus tíos que se miraban entre sí con mucho amor.
Un rato después, pese a vivir en frente, Guille acompañó a Nora a su casa solo como una excusa para poder conversar con ella. La abrazó con cariño por varios segundos, y luego la instó a bajarse un poco la falda porque se veían los tatuajes de sus piernas, algo que su madre no sabía que tenía.
Nora tomó su paquete de cigarrillos y colocó uno en sus labios para poder prenderlo.
—Fumás demasiado, Nori —la regañó Guille con el ceño fruncido.
—Tengo una madre hincha pelotas que adora romperme la cara a golpes y controlar mi peso, un padre amoroso que vive cruzando el océano y no veo hace años, y una novia demasiado celosa —dijo y sopló el humo de su cigarrillo—. Fumar me relaja un poco.
—¿Y no hay otra cosa que te relaje?
—Un buen porro quizá —se rió con ganas y él también—. Me relaja tocar el bajo, me hace bien pero de noche no puedo tocar.
Se acercó a él para darle un abrazo con cariño, luego depositó en su mejilla un tierno beso.
—Que descanses, Gui, nos vemos mañana. Te quiero mucho.
—También te quiero, Nori, que descanses. No hagas enojar a tu vieja.
—Difícil, creo que le excita enojarse y pegarme —dijo con una risa y colocó la llave en la puerta para poder entrar, no sin antes saludarlo con un alegre movimiento de mano.
Guillermo suspiró y dio la vuelta para regresar a la casa, pensaba darse un baño y quedarse con sus primos en la habitación, donde los más grandes no entraban a molestar.
Luego de darse una ducha le dio un tierno beso en la mejilla a su tía, pero cuando se alejó unos pasos para ir hacia la habitación ella palmeó la silla a su lado.
—¿Pasa algo, tía?
—Quiero hablar con vos —dijo con una sonrisa—. Hablé con tu tío, vamos a empezar a darte plata de tu cuenta para tus gastos, ¿te parece bien? Así podés comprarte una coca, o salir con tus amigos sin tener que esperar a que nosotros podamos darte.
—Está bien —dijo él con una sonrisa—, usalo para la comida. Yo voy a ver si puedo trabajar también para ayudarles.
—No es necesario, Guille, si querés trabajar que sea para tus propios gastos —Colocó su mano sobre la de él, de forma cariñosa—. Yo la quería mucho a tu mamá, era una buena mujer, y vos sos también un buen chico, Estela estaría orgullosa.
Guillermo sonrió con alegría de oír esas palabras.
—Pero tenés que empezar a defenderte, Guille, no podés permitir que todos te pasen por encima —dijo con seriedad—. Hacés ejercicio, tenés brazos fuertes, podés defenderte solo sin necesidad de Pablo o Nora.
—No me gusta la violencia, tía, me parece algo salvaje —respondió con un suspiro—. No entreno para pegarle a nadie, lo hago porque me gusta.
—Lo sé, hijo, pero el sábado van a ir a una fiesta y no quiero que regreses todo lastimado, ¿sí? Ni tampoco Pablo.
Le palmeó la mano para dar por finalizada la conversación, y él entonces se dirigió a la pieza para estar junto a sus primos. Allí habían dos camas superpuestas una frente a la otra, divididas por un placard.
La cama de él era la de abajo, sobre esa dormía Pablo. Guille había elegido esa cama porque le gustaba pegar fotos y verlas antes de dormir, especialmente las de sus padres.
Ana también dormía en la cama de abajo porque se había armado unas cortinas para tener privacidad y vestirse sin que ellos la vieran. Lolo, por su parte, dormía en la de arriba.
—Tengo una más —dijo de repente Pablo y tomó una botella de cerveza de un costado.
—¿Ahora sí me vas a dar, hijo de puta? —le dijo Lolo, aún muy ofendido.
—¿Te das cuenta que tenemos la misma madre? —se rió Pablo y destapó la cerveza con su encendedor, para luego pasarle la botella a su hermano menor—. Tomá, maricón.
Mientras que Lolo tomaba un largo trago, Guille se sentó con la guitarra para tocar un poco, tratando de no ser muy ruidoso.
—¿Yo puedo ir a esa fiesta? —preguntó Ana—. Sería la mayor de edad responsable de ustedes.
—Si papá te deja, sí —dijo Pablo—, pero seguro te va a dejar, como sos su preferida por ser mujer...
—Y bueno, ponete un vestido, envidioso.
Lolo le pasó la botella a su hermana, quien dio un largo trago y se concentró en escuchar a Guillermo tocar. Ella no sabía mucho de folclore, pero estaba casi segura de que era una zamba.
—Lástima que no conozco a nadie que le guste la misma música que a mí —dijo Guille con un suspiro—, Nora escucha punk, Pablo rock nacional, mis amigos escuchan cumbia y rock.
—Yo escucho pop —acotó Ana con una sonrisa.
—¿Y vos, Lorenzo, qué te gusta? —preguntó Pablo y bajó de la cama para poder agarrar la botella que le extendía su hermana.
—No me digas Lorenzo —se quejó Lolo—, me gusta la cumbia.
—¿Ven? A nadie le gusta lo mismo que a mí, pues.
Diciendo eso soltó un suspiro y se dejó caer en la cama, para poder mirar las fotos de sus padres ahí. Un hombre de piel curtida por el sol y una bella mujer pálida muy alta, incluso más que su esposo. Guille había heredado la altura de su madre, y la tez y gusto musical de su padre.
Volvió a suspirar por sentirse solo con ello. No había un solo día donde no los extrañase.
Ana, quien lo vio triste, se pasó a la cama de él y se recostó a su lado para abrazarlo con cariño, y así reconfortarlo un poco.
—¿Los extrañás? —le preguntó en un susurro.
—Cada día... —dijo con tristeza—, a veces pienso que tuve novia y, de estar vivos, pude haberla presentao...
—Mejor hubiese sido si tu novia valiera la pena —escupió, con odio.
Él movió su cabeza para verla ahí a su lado, y entonces comenzó a reírse.
—¿Por qué la odiás tanto?
—Porque sos demasiado bueno y ella era una soreta —se quejó—, menos mal se separaron.
Guillermo comenzó a reírse con ganas, porque Ana era muy protectora con él. Le dio un tierno beso en la mejilla y la abrazó con cariño.
Solo un rato después ella regresó a su cama y él se quedó ahí, con el velador encendido mirando la foto de sus padres. Se dio un beso en los dedos y lo apoyó en la foto, con mucho cariño.
A pesar de que sus tíos se esforzaban por tratarlo como a un hijo más, él sabía que en realidad era una boca más para alimentar, que era una molestia. Esperaba que el año pasara rápido para poder mudarse a esa casa a la vuelta de la esquina, y darles al fin algo de paz a su familia.
Gracias por leer <3
Para los que no son de Argentina: Guillermo es de otra provincia/Estado, por lo tanto tiene otro acento al hablar, y aunque él se esfuerza en dejar de tenerlo es bastante notorio para los demás. Lo explico solo por si notan que habla «raro» o diferente a los demás personajes.
Espero leer sus opiniones <3
Hoy voy a publicar cinco capítulos solo por si se quedaron con ganas de más luego de haber terminado Muñequita, luego empezaré a publicar uno o dos capítulos semanales, probablemente los jueves.
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