V. Cita doble.

El sábado llegó, y Will Solace junto con su inseparable mejor amiga Annabeth Chase, a la que había utilizado indiscriminadamente en un momento de desesperación, tuvieron que empezar a alistarse para asistir a la infartante cita doble con el aun más infartante y misterioso Nico di Angelo que, los había descubierto de infraganti el otro día, y parecía haberse interesado por el rubio equivocado. Will se preguntó dentro de su corazón herido, si acaso se hubiese dejado crecer más el pelo como su amiga, habría tenido más suerte siendo elegido por el italiano.

Ya que, ambos eran bastante parecidos después de todo: ambos tenían la piel bronceada y el pelo rubio ondulado. Excepto que, claro, Annabeth tenía pechos, y él no, y quizás a Nico le gustaban especialmente estos destacables atributos. ¿Serviría si le dijera que sus bíceps podrían ser un buen sustituto a lo que, ejem, podría agarrar?

Bajo la meticulosa guía de Annabeth, Will fue vestido de la forma en que podría causar un accidente automovilístico ante tanta guapura desbordante. Tenía que admitirlo, cuando se vio en el espejo, con unos jeans que le marcaban el trasero bien voluptuoso, y una camisa celeste que resaltaba sus ojos de príncipe azul, pensó que, ¡si fuera posible!, ¡saldría consigo mismo sin dudarlo! Era alto, atlético, con una sonrisa brillante de ensueño, y una buena personalidad. ¡Vamos, era un buen partido! Solo necesitaba convencer a Nico que lo era. Convencerlo amablemente, o en última instancia, violentamente.

Pero bueno, no había que llegar a esos extremos, aún.

Era de noche, y el ambiente era fresco, con una ligera brisa que movía juguetonamente la falda de Annabeth, la cual le llegaba un centímetro debajo de las rodillas. Ella había elegido un aburrido vestido de color gris, que según ella, no llamaría la atención. Pero vamos, apenas ingresaron a la Feria, la mayoría de las personas voltearon sus cabezas para admirarla. Annabeth era una despampanante rubia, al fin y al cabo, tratar de ocultar su belleza, era tan imposible como ocultar que Will lucía unas hermosas nalgas con los jeans que usaba. Ah, simplemente, ¡los bellos tenían una carga tan difícil sobre sus hombros!

—Los veo —Annabeth interrumpió sus pensamientos, tomando su codo, para detenerlo y luego apuntar con la barbilla—. Allí está nuestra presa, y a su lado, creo que es la chica que intentará conquistarte durante toda la cita. Vaya... Sí, sí que es bonita... ¡Diría que demasiado! Bueno, si hubieras sido hetero, Will, te habrías sacado la lotería.

Will tragó saliva, y reuniendo fuerza de voluntad, los miró. Y casi sufrió un infarto por haber recibido demasiada belleza a través de sus ojos. Y no, por supuesto que no se refería a la chica que Annabeth estaba mirando con estrellas sobre sus ojos grises. Will estaba contemplando a Nico, que estaba de pie delante de un puesto para tirar botellas, sin participar, se limitaba a mirar a su compañera tratando de tener éxito en el juego, pero fallando estrepitosamente. Lo que provocaba que la chica berreara de rabia, y en consecuencia, que Nico soltara una carcajada, sosteniéndose el estómago.

—Recuerda nuestro plan, Solace —dijo Annabeth, mientras lo jalaba en aquella dirección—. Yo distraeré todo lo que pueda a esa chica para que ni siquiera se le ocurra mirarte, mientras tú, harás tu máximo esfuerzo para sacar la esencia gay en Nico, la que todos los seres humanos esconden en sus cuerpos y fingen que no existen.

Nico estaba vestido totalmente de negro, solo su piel, increíblemente blanca como la luna, era lo único que contrarrestaba su oscuridad. Se veía alto y guapo, delgado pero elegante, como un tallo de bambú, mientras el viento meneaba los mechones encrespados de su frente. Will admiró lo oscuro y largo de sus pestañas, las que creaban sombras sobre sus pómulos altos, hasta que, esos párpados se elevaron, dejando a la vista unos hermosos pero penetrantes ojos negros que le quitaron el aliento.

Al instante, el valor de Will se volvió cenizas. A pesar de que Nico ya lo había visto, su primer instinto, como hace años, era el de escapar y esconderse hasta que su corazón dejara de latir como si fuera a estallar como un globo.

—¡Espera...! —Will dio un trastabillo, y susurró desesperadamente hacia su mejor amiga—. Lo he pensado mejor y no estoy listo. ¿Me escuchas? ¡Déjame ir!

—¡No! —Annabeth lo fulminó con la mirada, dándole un escalofrío a Will—. Ya estamos aquí, ¡ahora sonríe como el playboy que todos piensan que eres!

Con otro jalón, finalmente llegaron delante de ellos. Annabeth se paró decentemente, con una sonrisa educada, mientras Will terminaba por tambalearse y arreglarse rápidamente el pelo en un gesto de nerviosismo. Nico le dio un codazo a su acompañante, quien, con rifle de juguete en manos, estuvo a punto de gritarle que la dejara en paz, cuando de pronto, observó que dos cabezas rubias se habían unido a ellos.

—¡Oh! Ustedes deben ser los amigos de Nico —canturreó la chica, dejando el rifle en manos de un chico con lentes de culo de botella que iba acompañado de una asiática muy sensual—. Perdónenme, me pongo un poco violenta con los juegos competitivos. Me llamo Piper McLean, un gusto conocerlos —sonrió, mientras estrechaba la mano de Will, y luego la de Annabeth, la cual tomó más tiempo de lo debido, lo que fue un poco extraño, y sorprendentemente, causó un diminuto sonrojo sobre las mejillas de la rubia que casi nunca se sonroja.

—Es un placer también —Annabeth carraspeó, tratando de recuperar su serenidad—. Lamentamos si los hicimos esperar demasiado, nuestro auto no quiso encender al principio... —Mentira, simplemente Will se había aferrado a un árbol antes de venir, llorando sobre que tenía miedo de ser rechazado y jamás recuperar su autoestima. Un tic nervioso saltó sobre la ceja izquierda de ella al recordarlo—. Así que, ¡estamos aquí!, ¿qué opinan? ¿Deberíamos cenar o probar algunas atracciones primero?

—Mmm, no estoy segura de si deberíamos comer y luego subir a la montaña rusa —dijo Piper, soltando una risita—. Aunque esas nubes de azúcar de por allí se ven apetecibles...

—¡Oh, también las he visto al llegar! —Annabeth asintió rápidamente entusiasmada, y pronto, las dos chicas ya se habían unido y empezaban a caminar juntas mientras seguían conversando, ignorando completamente a los dos chicos que dejaban atrás—. Por cierto, no eres de aquí, ¿verdad? Es solo que, jamás te había visto...

—Soy de otra escuela, pero antes estudiaba en casa con tutores.

—Me refería a que, pareces extranjera...

—No lo soy, tengo ascendencia Cherokee.

Will y Nico se pusieron a caminar detrás de ellas, lado a lado. El primero se rascaba un lado de su mejilla tratando de buscar qué decir, mientras que el otro escondía sus manos dentro de sus bolsillos y miraba al frente, con una expresión llena de serenidad, la cual Will deseaba poder portar sobre su propio rostro, y también lo ponía un poco triste, ya que parecía que era el único que estaba nervioso y expectante con esta cita que no era una cita entre ambos, pero Will deseaba con todo su corazón de pollo que lo fuera.

Will luchó por encontrar un tema de conversación, se rascó un lado de la cabeza tantas veces que casi se quedó calvo. Por el rabillo de su ojo, notó cómo las personas torcían sus cabezas para mirarlo, y luego se quedaban boquiabiertos cuando se fijaban en el chico oscuro que iba a su lado. Un grupo de amigas susurró lo suficientemente fuerte para que Will entendiera que se estaban preguntando si eran famosos tratando de pasar desapercibidos. Por un momento, Will se sintió orgulloso de sí mismo, provocando que su mentón y nariz se alzaran muy alto, con una nueva aura de genialidad a su alrededor.

Entonces, la voz de Nico lo sacó de su ensoñación:

—Oye, ¿tu pelo es rubio natural? ¿O lo has pintado con aerosol fosforescente?

Will se tambaleó, ya que su autoestima se había caído y acababa de pisarlo.

—¡Por supuesto que es natural! —respondió Will, más indignado de lo que debería haber estado, especialmente si quería agradable a Nico. Trató de contener su temperamento, y añadió—: Jamás he puesto, ni una sola gota de tinte sobre mis rizos de oro.

—Ah, entiendo —Nico asintió, dándole un par de miraditas, las cuales Will advirtió que tenían un brillo juguetón—. Es que, jamás había visto a una persona tan rubia en mi vida. Parece como mantequilla derretida en forma de fideos. ¿Tienes algunos genes nórdicos? ¿O quizás algo de alemán?

—Para nada, mi madre es de Texas y mi padre, mmm, bueno, él es griego.

Delante de Will, Annabeth acababa de comprar una nube de azúcar rosada y muy esponjosa, se la mostró a Piper con una gran sonrisa, y entonces, su sonrisa se quedó congelada cuando la chica Cherokee, se lanzó para robarle un mordisco a la nube de azúcar que Annabeth sostenía con su mano izquierda. Seguidamente, las mejillas de Annabeth se ruborizaron intensamente, porque había sentido los labios y la lengua de Piper, rozarle los dedos por accidente o, totalmente a propósito.

Annabeth echó una miradita. Piper le estaba mirando bajo sus largas pestañas, y luego le envió un guiño, que disparó el pulso de Annabeth. Cuando habló, su voz salió muy aguda:

—¡¿Por-por qué no empezamos por las atracciones pequeñas y luego vamos subiendo de nivel, eh?!

Will lanzó una mirada hacia el extraño comportamiento de su mejor amiga, pero pronto lo envío a segundo plano, ya que Nico acababa de peinarse el pelo hacia un lado, y entonces todo el mundo de Will empezó a ir en cámara lenta mientras las luces de un puesto de juegos detrás de él, enmarcaba su perfecta figura y le daba un aspecto de ensueño. La música romántica que sonaba por los altavoces, también cooperaron para que Will lo mirara como bobo descuidadamente, cuando se dio cuenta de esto, ya era demasiado tarde y sólo rezaba porque Nico no lo hubiera notado.

En fin, el grupo de cuatro, dio por iniciada la misión de disfrutar la feria, y procedieron a subir a cada atracción disponible que no estuviera descompuesta, o que un niño o adulto lo hubiera contaminado con vómitos. Primero subieron a la rueda de la fortuna, algo tranquilo para romper el hielo. Annabeth y Piper compartieron un cubículo con una mirada tácita, lo que provocó que Nico y Will tuvieran que subir en el otro que estaba debajo de ellas. El pequeño cubículo, que parecía una canasta con barrotes oxidados, se balanceaba demasiado con el mínimo cambio de peso.

Will temía miedo de que la cosa se volcara, o se rompiera, así que trató de quedarse lo más quietecito posible mientras se elevaban hacia el cielo oscuro lleno de estrellas. Cuando llegaron a la cima, las exclamaciones de las chicas encima de ellos no se hicieron esperar, ya que la vista de la ciudad iluminada, era un paisaje hermoso. Will, aunque temblaba un poco de miedo, debía admitir que era un momento maravilloso. Estaba sintiendo el hombro de Nico contra el suyo, cada roce enviaba electricidad por sus venas. Y una de sus rodillas chocaba de vez en cuando con la de él.

También había una leve fragancia a, tierra después de la lluvia, que parecía provenir del italiano a su lado. Sigilosamente, lo inhalaba y cerraba los ojos sintiéndose lleno de paz. Ah, era realmente pacífico.

—¡Oh, mira! —De pronto Nico se inclinó bruscamente, lo que causó que la canasta se tambaleara peligrosamente, y Will casi chillara del terror—. ¡Allá está mi casa! ¿Puedes verla?

—¡Por favor no te muevas! ¡Vamos a caernos! —gritó Will, y atrapó la mano de Nico que se estiraba hacia afuera, regresándola a su lugar—. ¡¿Qué haces?! ¿Quieres matarnos? ¿Quieres convertirte en papilla de huesos sobre el suelo?

Nico no respondió ninguna de sus preguntas, porque estaba ocupado fijándose en sus manos entrelazadas, que se apoyaban sobre su muslo, muy cerca de su...

Will soltó velozmente su mano como si le quemara, aunque sus mejillas definitivamente eran las que estaban por estallar en llamas. ¡No había querido poner su mano allí! ¡Solamente estaba tratando de salvarlos! ¿Podría ser que su subconsciente cochambroso había aprovechado la oportunidad? ¡Qué vergüenza!

Nico apartó la mirada y se veía totalmente indiferente, lo que probablemente era aún más desesperanzador. Will contuvo un sollozo interno.

Después de eso, el grupo fue a probar las tazas giratorias. Esta vez, los cuatros pudieron compartir una misma taza, y empezar a girar y girar, hasta que Will sintió que su estómago había cambiado de lugar con su hígado. Cuando acabó, Will apenas tuvo tiempo de recuperarse antes de que Piper eligiera subir de nivel, llevándolos hacia las sillas voladoras. Lo único bueno de estar en una silla de dudosa seguridad, fue poder oír la fresca y alegre risa de Nico, por sobre los gritos de terror del resto.

—¡Oye, Solace! —gritó Nico detrás de él, sonriéndole con dientes muy blancos—. ¡Tu pelo se ve bastante esponjoso! ¿Lo es o solo parece?

Piper gritó en ese momento, a una silla delante de él, cerca de Annabeth:

—¿Por qué no lo tocas para saberlo?

Cuando bajaron de la silla voladora, Will se dejó caer sobre el primer banco cercano. Annabeth le estaba dando aire con un folleto que le dio un señor disfrazado de pollo. Piper se estaba comiendo una salchicha rellena de queso. Y Nico. El italiano se acercó confiadamente y palpó dos veces la cabeza ensortijada de Will con la palma de su mano. Will inmediatamente abrió los ojos desmesuradamente mientras volvía a sonrojarse al ser un objeto de toqueteo. Finalmente, Nico estiró un rizo rubio con fuerza, lo que provocó que Will se quejara, y Nico sonriera aún más como un diablillo.

—Hmm, estoy satisfecho —dijo, cruzándose de brazos.

Annabeth y Piper se rieron simultáneamente con un tono cómplice. Seguidamente, reanudaron su misión. La próxima parada fue "El péndulo", y después de eso los "Helicópteros". También subieron al pulpo, a los cochecitos locos, donde de nuevo, Will y Nico compartieron el auto chocón, y en varias ocasiones, Will tuvo que tener cuidado de no terminar cayendo sobre el muslo de Will o chocar contra su cabeza, o tocar algo que no debería. Esta atracción mecánica fue especialmente difícil para Will, ya que tantos choques entre sus cuerpos, empezaba a afectar cierta parte de su anatomía que luchaba por mantener abajo.

—¡Ups!, creo que te toqué una teta, por accidente —Will escuchó que Piper se lo decía a la pobre Annabeth qué parecía a punto de soltar humo—. Pero no importa, porque somos mujeres, ¿verdad? Podemos tocarnos todo lo que queramos...

O Annabeth Chase estaba haciendo un gran trabajo distrayendo a la morena que se suponía sería su cita, o Annabeth precisaba de ayuda para ahora sacársela de encima. Will se lo pensó un rato, luego negó sin culpa alguna, decidiendo que ella podría manejarlo sola.

"Lo siento, Annabeth, te lo recompensaré como mi dama de honor cuando Nico y yo nos casemos en Las Vegas".

"No me traiciones, ayúdame" —le envió Annabeth telepáticamente—, "¡ella terminará comiéndome de verdad!"

—"Disfrútalo, sean lesbianamente felices juntas".

—"¡Te odio! Regrésame mis cómics"

Finalmente, los chicos tomaron una pausa del ajetreo de los juegos mecánicos. Eligieron un pequeño y sencillo puesto de empanadas, y se sentaron en una mesa cuadrada, con Piper mirando a Annabeth, y Will mirando a Nico. Al rato, un delgaducho y moreno chico, muy mono, apareció delante de ellos para dejar un vaso con flores y servilletas, y una botella de picante y mayonesa. Su sonrisa tenía una pizca de malicia élfica.

—¡Bienvenidos!, soy el Gran Leónidas Valdez, y hoy tienen la suerte de que sea si camarero, podrán disfrutar de mi hermoso rostro esculpido por los Dioses mecánicos del Olimpo —carraspeó—, ahora bien, tenemos en el menú, empanadas de carne, empanadas de pollo, empanadas de jamón y queso, empanadas de maíz dulce, empanadas de acelga, empanadas de palmito y empanadas de atún. Empanadas chilenas, empanadas de mandioca, empanadas vegetarianas y la especialidad de la casa, empanadas con salsa de criolla y chile y arroz frito.

Piper pidió dos empanadas vegetarianas, Annabeth una de atún, Nico pidió la especialidad de la casa y Will decidió ir por lo clásico y seguro: empanadas de carne. Leónidas Valdez hizo una reverencia, y luego salió corriendo entre saltitos para llegar hasta la cocina improvisada donde una hermosa mujer de cabello castaño y ojos almendrados, estaba fritando las empanadas, mientras el sudor brillaba sobre su cutis perfecto.

—Amorcito, tengo nuevos pedidos, ¿necesitas ayuda? —preguntó Leo, dulcificando su voz.

La mujer asintió, y apuntó a su rostro rápidamente con una mano. Leo entendió sin más explicaciones y empezó a secar todo el sudor a la vista con un pedazo de tela limpio. Hecho eso, luego depositó un dulce besito sobre su mejilla, y después se fue a entregar las empanadas recién fritadas a los demás clientes. La chica miró a su novio irse, contento y eficiente, y negó con la cabeza, mientras sonreía feliz.

Unos veinte minutos después, el grupo de la cita doble se encontraba degustando la comida rápida de un mexicano enamorado. El amor daba otro sabor a la comida, Will estaba seguro de eso, porque las empanadas tenían algo especial que otros puestos no tenían. Mientras tanto, Nico di Angelo cubrió su empanada con la salsa extra picante, y se lo tragó de tres bocados sin mostrar una sola mueca sobre su rostro. Alzó la mirada cuando sintió la mirada sorprendida de Will sobre él, quien dio un respingo por ser descubierto, y fingió que sólo lo miraba de pasada.

Por el rabillo de su ojo, Will atisbó como más comisuras de los labios de Nico se levantaban con un aire sarcástico. Sus ojos se entornaron, y apoyó su cabeza contra la palma de su mano, mirando abiertamente a Will como un reto.

Will sintió que cada segundo era más difícil de soportar. Toda su cara debía estar roja como el chile picante de Leónidas. Quizás le había puesto un poco a su empanada de carne por equivocación. Por suerte, Piper volvió a dirigir el rumbo de la conversación:

—Esto está tan delicioso, ¡voy a promocionarlo con mis otros amigos! —se limpió la boca con una servilleta—. Así que, chicos, ¿qué les parece si para cerrar la noche con broche de oro? ¡Vamos al paseo del amor!

Annabeth empezó a toser descontroladamente. Will le dio palmaditas en la espalda.

—Ni hablar, eso es tan aburrido, sin mencionar que es horripilante —habló Nico, negando con la cabeza, vehemente—. Vayamos a la "Casa del Horror". Dicen que la han remodelado.

—¡No quiero! —Piper inmediatamente se negó, formando un puchero—. Siempre hacemos lo que tú quieres. Además, he escuchado que muchas personas han quedado atrapadas allí por un error de las vías, y las puertas quedan selladas hasta que logran conseguir la corriente. ¡No gracias! Suena muy claustrofóbico.

—Opino lo mismo —apoyó Annabeth, lo que tomó a Will de sorpresa—. Deberíamos ir al paseo del amor. Suena más relajante. Es lo que necesitamos, ¿verdad, Will?

Él sintió como Annabeth lo pateaba debajo de la mesa. Y le enviaba una mirada significativa. Lo entendía. Claro que lo hacía. Pero, Will echó un vistazo hacia Nico, que se había enfurruñado por haber sido rechazado. Parecía que realmente quería ir allí. Y aunque Will odiaba ese tipo de cosas, le daban mucho miedo, al punto de que podría llorar si lo asustaban muy fuerte, aún así, Will no podía resistirse a complacerlo. Él quería darle todo lo que quisiera siempre.

—Mmm, por qué no, van ustedes dos al paseo del amor y... —ignoré la mirada enojada de Annabeth, que me decía que estaba perdiendo una gran oportunidad—, Nico y yo iremos a la Casa del Horror. De este modo, todos salimos contentos.

—Pero a ti te asustan ese tipo de cosas, Will —lanzó Annabeth, sin compasión.

—Claro que no —repuso avergonzado—. Además, nunca me he subido a uno. Creo que es momento de hacerlo por primera vez.

—Tienes razón —corroboró Nico, y había un sutil brillo en sus ojos que daba mala espina—, y yo te acompañaré, ya lo verás, será muy divertido.

Will sintió que las orejas se le ponían coloradas, aunque no entendía por qué se abochornaba ahora. Lo único que sabía era que, la sonrisa de Nico era aún más hermosa, cuando él era la causa de ella.

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Nos vemos en otras de mis historias. Byeee. Los quiero mucho. 

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