IX. Formar una Banda

Un día, sin ningún motivo en especial, quizás fruto del aburrimiento o los delirios heredados de su padre, Will Solace, confesó en voz alta, el deseo más profundo de su corazón.

—¿Saben?, me encantaría formar una banda.

Tres pares de ojos voltearon hacia él, cada uno revelando distintas emociones, pero compartiendo la misma curiosidad por el rubio que acababa de compartir sus anhelos. Nico, que se hallaba acostado a su lado, sobre la mullida alfombra de su habitación, boca arriba, le dirigió una profunda e inexplicable mirada llena de ondas, de las cuales Will no pudo atrapar ninguna, para desentrañar un significado. Bueno, quizás no podía entenderlo, pero no desaprovecharía ninguna oportunidad para admirar los bonitos ojos de su reciente novio oficial.

Del otro lado, Piper se incorporó sobre su codo para contemplarlo, había estado acostada sobre su bolso, compartiéndolo con su novia como si fuera una almohada. En cuanto a la novia, no era otra que la bomba rubia más popular del pueblo y su mejor amiga, Annabeth Chase, quien por cierto, había caído como toda una facilota, por la morena en cuestión, que solo necesitó de una cita, dos encuentros fortuitos en el sótano de Nico, con resultados que hicieron sonrojar al virginal Will cuando le fueron debidamente cotilleadas (en contra de su voluntad) por una feliz y muy satisfecha Annabeth—tanga floja—Chase.

En fin, acostumbrada a sus repentinos antojos, Annabeth no le concedió más de cinco segundos de atención, antes de volver a juguetear con el tirante medio flojo de la blusa de su novia. Pronto, volvió a capturar el interés de Piper, quien, con una sonrisa empalagosa, se acercó para abrazar y besar el cuello de una Annabeth muy predispuesta a dejarse hacer lo que quisieran con ella. Seguidamente, se escucharon un par de risitas, luego un chillido estridente, y finalmente, un gemido que Will no necesitaba escuchar de parte de la persona que consideraba casi como una hermana.

Con las mejillas encendidas, Will echó una miradita hacia su novio, con el corazón lleno de expectativas cochambrosas... que se derrumbaron cual reputación de Ronald Reegan tan pronto como llegó a la presidencia. Y es que, la expresión de Nico di Angelo mientras lo contemplaba, era absolutamente desapasionada, distante, como si su mente se hubiese desconectado de su cuerpo, y ya no fuera consciente del mundo que lo rodeaba. Ni siquiera del mismo Will, que se hallaba prácticamente, servido en bandeja de plata a su lado. ¿No se veía lo suficientemente apetecible? ¿Debería cambiar de pose y levantar más las nalgas?

Justo cuando Will se deprimiría y se cuestionaría seriamente sobre su atractivo, por primera vez en su vida, Nico pestañeó unas cuantas veces, hasta que sus ojos se aclararon, y parecieron volver a la vida, reencontrándose con él. Una adorable sonrisa se extendió lentamente sobre sus exquisitos labios, provocando un gran impacto en Will, quien, inmediatamente quedó embobado.

—Acompáñame un momento, ¿quieres? —le incitó Nico, al tiempo que tomaba su mano y se ponía de pie, arrastrándolo en el acto—. Después de una larga deliberación. Me parece que también puedo cumplir con tu segundo deseo.

El jalón de Nico se empleó con demasiada fuerza. Will se tambaleó hasta que chocó contra el duro pecho de su novio, y colocó una mano sobre su hombro para estabilizarse. Por supuesto que no era una excusa para toquetearlo, se consoló, con la alegría de un niño que había logrado robar un caramelo, y entonces, su mente se quedó en blanco, cuando una corriente de placer electrificante, atenazó su columna vertebral. Nico simplemente estaba sujetándole la cintura, pero la reacción de su cuerpo ante su toque, que sin duda era de lo más inocente, lo sorprendió incluso a él mismo.

—¿Segundo? —balbuceó Will, desbordando confusión, y algo parecido a la embriaguez, un efecto colateral que le causaba la cercanía de Nico di Angelo, y que con el pasar de los días, había llegado a la conclusión de que, quizás, nunca tendría cura.

—Por supuesto —respondió Nico, con la voz tan aterciopelada como sus ojos—. Tu primer deseo, ¿acaso no siempre he sido yo? Y eso, lo tienes ya más que asegurado, cariño.

Will apartó el rostro rápidamente, de otro modo, la intensa mirada de su novio podría provocarle un infarto.

—Ustedes también, señoritas besuconas, pueden seguirnos —añadió Nico, enviándole a las chicas una sonrisa sarcástica—, a decir verdad, tanta energía femenina contaminando mi habitación, empieza a ponerme un poco de los nervios. Un segundo más, y podría vomitar todo el ravioli del almuerzo sobre sus cabezas.

La indirecta fue lanzada, más eficaz que la flatulencia de un zorrillo instando a los intrusos a trasladarse a otro lado. Y aunque parecía que Piper podría soportar la amenaza de su viejo amigo, Annabeth aún no lo conocía lo suficiente como para saber si estaba bromeando o no, por lo que optó en acatar las instrucciones del dueño de la casa, y arrastrar a su novia con ella como la mandona que era.

Unos minutos después, Nico los conducía por todos los pasillos, y las escaleras de su ostentosa casa. A simple vista, era notable que el padre de Nico tenía un ligero gusto por lo gótico, lo que resultó en la adquisición de un sin fin de muebles oscuros de gran tamaño y diversas formas, con relieves minuciosamente intrínsecos, que parecían sacados de la utilería de una película para vampiros. Hablando del tema, el rostro blanquecino de Nico, no era muy diferente al de los vampiros que salían en la televisión, rodeados de un aura de perfección diabólica. Excepto que Nico lucía natural, y sobrenaturalmente guapo, sin necesidad de los efectos especiales del cine.

Sumido en sus pensamientos sobre la hermosura de su novio, Will apenas se dio cuenta de que estaba descendiendo por unas escaleras que daban al sótano de la casa. A Will usualmente no le gustaban este tipo de lugares, a causa de la sensación de claustrofobia que le provocaban, no obstante, el sótano de la familia di Angelo era muy espaciosa, la altura entre el piso y el techo era la adecuada, además, estaba bien iluminada, lo que le daba un ambiente acogedor. Emocionado, Will empezó a fisgonear cada rinconcito del lugar, hasta que cierto sofá, apoyado cerca de una de las paredes, llamó su atención... Ah, sí. ESE SOFÁ.

¡Dioses, si los muebles y las paredes pudieran hablar! Apuesto a que mirarían a cierta pareja con reproche y vergüenza.

Cierta rubia pervertida empezó a reírse coquetamente al lado de su novia, ignorando adrede, los ojos juzgadores de su mejor amigo. "¡¿Cómo te atreves a hacer cosas ilícitas en la casa de mi novio, antes de que yo pudiera hacerlo?!" Aulló Will en su fuero interno, a la vez que trataba de confortarse. "Oh, cálmate. Los padres de ambas eran estrictos. Y los moteles eran caros, sin contar que, aquello era demasiado peligroso para las parejas no convencionales". De acuerdo, Will pronto dejó de lado su envidia, y lo reemplazó por una magnánima compresión.

—Will, ¿qué te parece?

De improviso, la voz de Nico sonaba muy cerca, causándole un cosquilleo en la oreja que rápidamente se extendió hasta su cuello. Se dio la vuelta mientras se frotaba la piel de gallina, solo para sorprenderse, y ser embargado por una emoción aún más fuerte que casi lo superó. Delante de él, Nico sostenía una guitarra eléctrica, y se lo estaba presentando con las dos manos, como una humilde ofrenda. Aunque esa belleza no tenía nada de humilde. No hacía falta que Nico se lo dijera, la guitarra tenía escrito: CARA. MUY CARA. EXAGERADAMENTE CARA. En cada una de sus piezas: en la pintura negra azabache, en sus exquisitas cuerdas plateadas, en sus elegantes clavijas.

—¿Puedo...? —tragó saliva—. ¿Puedo sostenerla un segundo? —susurró Will, como si tuviera miedo de espantarla, con los dedos estirados hacia la guitarra, pero sin tocarla, a la espera de una confirmación.

Jadeaba como un cerdo con hipertensión. A decir verdad, lucía un poco pervertido.

—Te daré más que un segundo, Solace —respondió Nico, con un deje de mofa en su voz. Sus ojos, por otro lado, lo escrutaban ávidamente, con una capa de ternura, a la que pronto se le sumó la satisfacción por su reacción—. De ahora en adelante, puedes usarla tanto como quieras. Disfrútala. Es tuya.

—¿Quééé? —chilló Will, con los ojos desorbitados, mientras la guitarra era depositada sobre sus manos temblorosas y sudorosas—. ¿Mía? ¡¿Mía dices? ¡Pero, pero, pero! ¡Se ve muy cara!

—Porque lo es —Nico alzó su nariz muy alto, exudando nobleza en cada uno de sus perfectos poros—. Así que cuídala, y haz un buen uso de ella. Dijiste que querías formar una banda, ¿no? Pues hagámoslo, también quiero intentarlo.

La boca de Will se quedó un poco abierta, hasta que sintió frío en los dientes y recordó cerrarla. Una mezcla de emociones se apoderaron de él, alegría, pasión, pena, al sentirse como una esposa mimada a la que acababan de cumplirle un capricho. Will ya no se atrevía a sostenerle la mirada, por lo que movió sus cálidos ojos sobre la guitarra. Notó que, los bordes y las curvas de su estructura se sentían extremadamente suaves contra la yema de sus dedos. Su peso también era bueno, no se cansaría al sostenerlo durante horas. Solo necesitaba de una ligera pulida, y podría ver su reflejo en ella.

¡Clanc!

El sonido de platillos lo asustó, provocándole un brinquito. Al virar su rostro, al fondo de la habitación, se encontró con una avergonzada Annabeth que devolvía rápidamente los palillos a Piper, quien, ya se hallaba sentada detrás de una batería bien equipada.

—¡Yo pido la batería! —anunció Piper alegremente, mientras que con soltura, hacía girar los palillos entre sus dedos—. Tengo un buen ritmo con las manos —le envió un guiño a su novia—. Annie puede corroborarlo, ¿no es así?

La "Annie" en cuestión, decidió apartar su rostro colorado, y huir hacia uno de los sofás, para sentarse lo más lejos posible de ella.

—Los observaré desde aquí mientras juegan —musitó la rubia perfeccionista, con sequedad. Probablemente estaba enojada porque no tenía talento para ningún instrumento—. Pediré pizza dentro de unos diez minutos, ¿peperoni o mozzarella? Olvídenlo, será lo que yo quiera.

Las siguientes horas fueron dedicadas a probar los instrumentos en sincronía, desempolvar algunos parlantes, charlar sobre posibles nombres para la banda, mientras comían pizza quemada. (Annabeth exigió un reembolso, pero la pizzería decidió fingir demencia). Piper ofreció nombres para la banda, tales como: "Los de la otra acera". "Los closeteros" "Los puñetas". Los cuales, por obvias razones fueron respetuosamente rechazadas, junto a las sugerencias de Nico que fueron: "Los sodomitas". "Muertos en pena". "Rockanroleando hasta el inframundo".

En fin, al menos estaban mostrando interés por la nueva banda. Todo iba relativamente bien, hasta que, notaron un pequeño detalle que habían estado ignorando.

—Nos falta un guitarrista principal —comentó Piper, limpiando los platillos con un pañuelo de cocina húmeda—. No es suficiente con Will, ya que su papel principal será ser el vocalista. Necesitamos un miembro más. Alguien realmente bueno. Después de todo, el ochenta por ciento del éxito de las bandas, es gracias a su guitarrista.

Will dejó lo que estaba haciendo. Él se encontraba sentado con las piernas cruzadas sobre la alfombra, con la guitarra sobre su regazo, luciendo ahora deslumbrante luego de una cuidadosa limpieza. A su lado, Nico tenía la espalda apoyada contra un sofá, y en sus manos, sostenía un bajo, al cual le estaba dando toda su atención, tocándola de vez en cuando con tanta veneración y pericia, que, Will no sabía si estaba celoso o lleno de admiración.

—¿No podemos ser solo un grupo de tres? —murmuró Will, arrugando las cejas con preocupación.

—Claro que podemos —Piper se encogió de hombros. Luego añadió, con un tono serio—: Pero estaríamos en desventaja. Entonces, te preguntaré, ¿quieres hacerlo bien e intentar triunfar como los grandes? O, ¿solo quieres pasar el rato hasta aburrirte? —Apoyó su mentón sobre su mano, observando a Will, expectante—. Necesito saber la respuesta. No quiero perder mi tiempo en algo absurdo, ya sabes, preferiría invertirlo de buena gana en mi novia.

Annabeth carraspeó incómodamente, mientras el bochorno pintaba sus pómulos en carmín.

—¡Un momento! —Will se enderezó, luciendo entusiasta—. Annie, ¿y si te enseño a tocar?

—No, gracias —ella levantó una mano para detener sus esperanzas, y esconderse de los ojos de perrito lastimero de Will—. Los instrumentos no son mi estilo. Estoy mejor mirando y escuchando.

Los hombros de Will se desplomaron, acto seguido, miró afligidamente hacia Nico, que, en todo ese tiempo, no había dicho nada, viéndose una vez más, con un aspecto ausente del mundo terrenal.

Ya habían llegado hasta este punto. Y él era la causa de haber desbocado su ambición, por tanto, ¿quién más que Nico podría ayudarlo otra vez?

—¿Dónde conseguiremos a otro guitarrista? —lanzó Will como un niño haciendo berrinche, mientras los ojos de Nico lo enfocaban, saliendo finalmente de su ensimismamiento.

Un brillo divertido cruzó por los orbes negros como el carbón de su novio, justo antes de ponerse de pie, rezumbando elegancia y gracia a través de su postura. Will suspiró en secreto, mirándolo, deseando cosas que hacían que su cabeza echara humo.

—¿A dónde vas? —Le preguntó Piper, aunque ya parecía tener una premonición.

—A hacer carteles, para colgarlos en el centro comercial. O en cualquier lugar donde pase mucha gente —declaró Nico, con una sonrisa despreocupada que no estaba a la altura de sus magníficas palabras—. ¿De qué otro modo atraparemos a un rockero? ¿Qué tan difícil puede ser?

Resultó que Nico no era muy bueno haciendo carteles, por lo que la misión recayó en Will, quien se esmero para hacer una buena publicidad, que atraería los ojos de todos los interesados. Seguidamente, Nico lo llevó hasta el despacho de su padre, en donde a hurtadillas, utilizaron la gigantesca fotocopiadora del señor di Angelo, que en este momento debía estar trabajando, totalmente inconsciente de que su hijo y su yerno estaban malgastando una valiosa cantidad de tinta.

En algún lugar del pueblo, Hades di Angelo se estremeció con fuerza. El mal presentimiento se instaló en su colon y le dieron ganas de ir al baño.

Tres días después de arduo trabajo, pegando carteles por casi todas las paredes, postes, y árboles del pueblo, llegó el momento, de la gran audición que daría inicio a la mejor banda de todos los tiempos. (O eso soñaba Will Solace que no tenía control sobre su mente). En medio del sótano, se colocó una mesa rectangular, Piper, Nico y Will se sentaron en sus respectivas sillas, y observaron expectantes, hacia los candidatos que iban entrando, guiados por la ama de llaves (que todavía se preguntaba si lo que estaba haciendo no los metería en problemas con el señor). Por otro lado, Annabeth estaba sentada en su sillón favorito, leyendo un periódico sobre finanzas.

Eso era bueno. Al menos habría alguien que podría patrocinarlos en el futuro, o salvarlos de no morir de hambre ante el fracaso.

El primer candidato se trató de un hombre muy gordo. ¡No lo malinterpreten! Will no era gordofóbico. Sin embargo, sus dedos eran demasiados gruesos, lo que resultaba en un inconveniente para tocar las cuerdas de forma fluida. Nico había propuesto que todos los aspirantes tocaran la misma canción "Paradise By the Dashboard Light". Por supuesto, el mejor en tocarla, sería elegido.

Dedos torpes, notas fuera de ritmo, y falta de aire por el nerviosismo, constituyeron rápidamente en un rechazo. Solo que Will no quería lastimar sus sentimientos, por lo que lanzó un: "Te llamaremos luego", de forma casual. Will no había previsto, que esta frase se repetiría una y otra vez, hasta que empezó a desesperarse, mientras Nico y Piper, eran consumidos por el aburrimiento y la irritación.

Los siguientes candidatos fueron uno peor que el otro, haciendo creer a Will que alguien los había mandado en manada para burlarse de sus sueños e ilusiones. La mayoría de ellos parecía no tomar en serio la audición, como si solo estuvieran de paso, probando suerte, o matando el aburrimiento. Otros le ponían demasiado "entusiasmo" y terminaban haciendo el ridículo. Estaba aquel chico Travis Stoll con su hermano Connor Stoll, que podrían haber sido una buena elección si Connor no hubiera golpeado a su hermano Travis con su guitarra en la cabeza, dejando manchas de sangre en la alfombra.

Luego estaba aquel chico Ethan al que le faltaba un ojo, pero ese no era el problema, sino su evidente adicción al tabaco que le provocaban alarmantes ataques de tos. Quizás pronto le extirparían un pedazo de su pulmón, también.

Un chico llamado Chris insistió en que si podía tocarles el ukelele, también podría tocar una guitarra eléctrica. No obstante, cuando le pidieron que hiciera una demostración, el chico se retiró indignado, ya que su habilidad había sido puesta en duda.

Entonces, apareció un hombre de mediana edad, llamado Gleeson Hedge. Su apariencia era ordinaria, pero sus ojos eran feroces como los de una cabra loca. Para sorpresa de todos, el hombre empezó a tocar apasionadamente, ¡y lo hizo bastante bien! Tenía unos pequeños errores que con la práctica podían ser corregidos, movía demasiado la cabeza de arriba a abajo, pero en vista de que no se mareaba ni vomitaba, Will supuso que podría tolerarlo.

—¡Creo que es bueno! —dijo Will en voz baja, conteniendo su emoción—. ¡Este debe ser el indicado!

—Supongo que es lo mejor que podemos conseguir en un pueblo tan pequeño —suspiró Piper, sin lucir muy conmovida.

Will miró a Nico, con una expresión esperanzadora. Nico frunció los labios, dudoso, pero también resignado. Estaba a punto de responderle cuando, de improviso, un grito les hizo brincar del susto. El escándalo provenía de Gleeson Hedge, quien, después de terminar la canción, inmediatamente levantó la guitarra por encima de la cabeza, con la intención de estamparla contra el suelo.

Lo habría logrado, sino fuera por la rápida reacción de Nico, de lanzarse hacia adelante y detener el movimiento del hombre, para luego arrebatarle la guitarra de las manos con una expresión ensombrecida por la ira.

—¡¿Qué demonios intentabas hacer?!

—¡Oye!, ¡¿por qué me detuviste, eh?! —devolvió Gleeson Hedge, mirando a Nico como si fuera el loco—. ¡Luego de acabar una canción, siempre tienes que destruir la guitarra con estilo! ¡Hacerla pedazos! ¡Bam, Bam! —exclamó, haciendo gestos de golpes con las manos—. ¿Qué no sabes sobre las costumbres más básicas?

—¿Cos.. costumbres? —Nico aspiró una bocanada de aire—. ¿Sabes cuánto cuesta esta guitarra? ¡No voy a permitir una estupidez así!

—Si no me dejas romper las guitarras, entonces me niego a estar en tu banda deshonrosa —declaró, lanzando un bufido—. Ustedes, niños, no saben nada del verdadero rock and roll. ¡Me largo! —dicho eso, se dio la vuelta y se marchó, dando un portazo al final.

Will lanzó un quejido, y se dejó caer sobre la mesa, con su mejilla y nariz aplastadas como un panqueque.

—¿Esto es en serio?

—Lo siento, Will —Nico formó una mueca—. Sin importar lo rico que pueda ser, comprar una guitarra por cada concierto que demos... Suena demasiado...

—No es tu culpa. No digas más —respondió Will, con la voz apagada—. De todos modos, era un tanto hiperactivo para mí gusto. Sólo espero que ese tipo no haya sido nuestra única opción.

—Tomando en cuenta que hemos oído como a veinte concursantes, todos patéticos... —se detuvo, cuando sintió la mirada amenazadora de Nico—, eh, pero no te desanimes, Solace. Quizás podamos negociar con Gleeson Hedge, ¿crees que destruir sillas de plástico lo convencerían? Esas son más baratas.

Will había comenzado a hablar, cuando unos golpecitos en la puerta, lo distrajeron de su depresión.

—¡Adelante! —gritó Nico, mientras regresaba a su asiento.

—Joven Nico —la suave voz de la ama de llaves, flotó hasta ellos—, es la última persona que queda, ¿le hago pasar?

Piper, Nico, y Will, compartieron una mirada desanimada. Annabeth, desde su sillón, chasqueó la lengua. Aparentemente, el día terminaba como un fracaso, sin un solo prospecto que valiera la pena.

—Hazlo pasar, Dorothea —dijo Nico, soltando un suspiro. Luego, en voz baja, añadió para ellos—. Está bien, solo es el primer día. Escuchemos al tipo por cortesía, y cuando vaya por la mitad, lo echamos y vamos por unas malteadas, ¿okay?

Un pequeño coro de "Okayyy", le contestaron, con desgana. Unos segundos después, el sonido de pasos llenó la habitación, trayendo consigo una extraña sensación de atracción. Will levantó la mirada, distraídamente, también notó que el resto hacía lo mismo. Lo primero que pensó al divisar al muchacho que bajaba la escaleras, con un andar cansino pero inusualmente grácil a la vez, fue que, si él tocaba como se veía, entonces podría hacerle una competencia a Eddie Van Halen.

Lo segundo que se le vino a la mente fue:

"¡Por las tangas de Apolo! ¡No puede ser! Es el Dios masculino del Instituto. Ejem. No es más guapo que Nico de todos modos, ajá, ajá".

Pero Will no podía fingir que no se le habían alborotado las hormonas al verle, solo un poquito, no mucho. Era alto, asombrosamente proporcionado en cada músculo de su perfecta anatomía. Traía una camiseta negra, con el logo de una banda que Will no conocía. El punto era que la tela se ajustaba sobre sus abultados pectorales, y sobre sus bíceps bronceados del color de la madera. Los pantalones caían sueltos de sus estrechas caderas y llevaba botas militares. Se veía como un bravucón, listo para perseguirte por kilómetros sin sudar, ni jadear, hasta atraparte y romperte el cuello con sus poderosas manos.

—Hey, soy Percy Jackson —saludó jovialmente, después de colocarse delante de ellos, con una mirada inescrutable—. Vi el anuncio pegado en el trasero de un rottweiler, así que, ¿qué quieren que toque?

—En un... ¿rottweiler? —Will se giró hacia Nico, pero este rápidamente movió las manos en un gesto de: "yo no fui"—. Como sea, ¿puedes tocar "Paradise By the Dashboard Light?"

Percy alzó ligeramente las cejas, y asintió. Daba la impresión de que no había nada en el mundo que pudiera afectarle, o sorprenderle. Sus ojos eran profundos pozos de agua de mar estancada, sin ninguna fluctuación, mientras descolgaba la guitarra de su hombro, y la sujetaba perezosamente entre sus manos. Su postura no indicaba que fuera a tomarlo en serio, nada en él, de hecho, parecía apuntar que sabía tocar una sola cuerda.

La mano de Piper se estiró para encender la radio. A los demás concursantes les había servido de ayuda, escuchaban la canción y trataban de imitar lo mejor que podían las notas. Sin embargo, la voz de Percy la detuvo.

—Eso no será necesario —sus palabras contenían un rastro de soberbia, un brillo de diversión le dieron algo de vida a sus fríos ojos.

A continuación, sus dedos largos y delgados, se desplazaron por el tablero, y arrastraron las cuerdas con una velocidad vertiginosa. A Will se le quedó el aliento atorado, a su lado, Nico apretó el bolígrafo que sostenía entre sus dedos, con una expresión de incredulidad y asombro a partes iguales. Piper seguía el ritmo de la guitarra con los pies, de vez en cuando parecía tocar una batería invisible con las manos. Al fondo, Annabeth dejó de lado su periódico de finanzas, y observó intensamente, como si acabara de desenterrar un tesoro que los haría ricos.

Además, la música que Percy creaba no era lo único que los cautivaba, él mismo, con su atractiva apariencia, era un deleite para los ojos. Y este atractivo, parecía explotar sin límites cuando hacía algo que irrebatiblemente le apasionaba. Sus largas pestañas acariciaban sus pómulos, dejando entrever solo una rendija de sus hermosos ojos oceánicos. Había una suave sonrisa posada sobre sus labios, y aunque tenía un aro colgado de la nariz, eso no disminuyó el aire entrañable que de repente lo rodeaba, como si se tratara de un niño que solo estaba jugando, excepto que, Percy parecía estar tocando para las grandes ligas.

Will, con ojos hambrientos como los de un tigre, contempló a su presa, una herramienta en potencia de la que podía hacer uso. Un guitarrista que podría realmente, tener una oportunidad en el mundo de la música, alguien que de verdad, podría volverse un profesional. Definitivamente, ¡era lo más hermoso que Will había visto! Eh, no más hermoso que Nico, de todos modos, ajá, ajá.

Percy demostró que verdaderamente no necesitaba de ninguna ayuda, quizás porque ya la sabía de memoria, o simplemente derrochaba tanto talento que podía ejecutar cualquier canción que quisiera. La habilidad de sus rápidos dedos no dejaba espacio para la duda. Cuando Percy terminó de tocar, cuatro pares de pulmones, pudieron volver a funcionar. Will incluso tosió un poco, y luego se recompuso rápidamente.

—¡Sabes tocar! ¡Oh, por Dios! ¡Eres buenísimo! ¡Tus dedos fueron bendecidos por el Dios de la música! —Lo halagó Will sin cesar, ignorando la mirada desaprobatoria de su novio.

—Tu forma de tocar me resulta familiar... —murmuró Piper con la cabeza gacha, al cabo de un segundo, chasqueó los dedos y exclamó—. ¡Ya lo recordé! No me digas, ¿tú eres ese famoso "Perro Jack?"

Inmediatamente, el rostro de Percy se arrugó con desagrado.

—Afortunadamente, ya no —le envió una sonrisa torcida, llena de maldad—, me echaron de su banda.

—¿Por qué? —interrogó Nico, cauteloso.

—Le rompí la mandíbula a mi vocalista, y le eché dos dientes —echó una risita, luciendo increíblemente satisfecho.

—Oh —Will sintió un escalofrío—: Pero, se lo merecía, ¿verdad?

—Insultó a mi novio... —apartó la mirada, y su voz fue bajísima, pero por el eco del sótano, todos pudieron oírlo de igual modo—. En realidad, todavía no es mi novio, pero lo será pronto... Ya es mío en un sesenta por ciento, quizás setenta...

—¡Ah!, ¡qué romántico! —exclamó Will enternecido, y completamente satisfecho con los hombres que utilizan la violencia para defender a sus amados. ¡Tan gallardo!, ¡tan sexy!— ¡Estás dentro de la banda! Tocas fenomenal, eres un novio protector, ¿qué más puedo pedir?

—Un momento, ¿dijiste novio? —Nico suspiró, abatido—. Nos hemos convertido en un grupo homosexual. Genial, seremos el favorito del público.

—¿Ustedes también? —preguntó Percy, ladeando la cabeza. Se vio totalmente lindo como un cachorrito.

—Él es mi novio —dijo Will orgulloso, tomando la mano de Nico—. La rubia del fondo, es la novia de Piper.

—Hola —Annabeth le saludó, meneando los dedos.

Percy soltó un silbido lleno de apreciación, y luego se dirigió a Piper.

—Vaya, es muy bonita.

—Tengo suerte, ¿verdad? —corroboró Piper, riéndose tontamente, llena de felicidad. Listo, ahora tenía a Piper también en la bolsa. Solo faltaba Nico.

Will miró a Nico, expectante, con unos ojitos llenos de súplica.

Nico frunció el ceño, pero cayó rápidamente con vergonzosa facilidad. Suspiró.

—Solo te haré una pregunta —lanzó Nico, con ojos hostiles—. ¿Te gustan los rubios?

—Si lo que de verdad quieres preguntarme es, si me gustará tu novio en el futuro pues —Percy le regaló una sonrisa burlona, que rezumbó de encanto pirata—. Amigo, solo soy fiel a un culo.

—Puedo vivir con eso —sentenció Nico, y asintió—. De acuerdo, estás dentro.

—Bienvenido a nuestra banda —anunció Will solemnemente, con una pizca de diversión—. ¡Salve Perseus Jackson, Hijo del Dios de las guitarras!

Con una elegante inclinación, Percy les agradeció por la efusiva inclusión. Acto seguido, se levantó lentamente, exhibiendo unos ojos llenos de olas, de las que hundían los mejores barcos en alta mar.

—Bien, ahora es el turno de ustedes, de oír mis condiciones —soltó el guitarrista, dejando boquiabiertos a todos.

De pronto, la carcajada de Annabeth cortó la tensión en el ambiente. Se estaba agarrando el estómago con las manos, mientras la comisura de sus ojos brillaban con lágrimas.

—¡Él me agrada! —dijo sin aliento—. Es demasiado astuto.

—Ve al grano, Jackson —gruñó Nico, malhumorado porque había sido manipulado—. ¿Qué es lo que quieres?

—Primero, no quiero ningún apodo raro, ofensivo, vulgar, o relacionado a algún animal como "Perro Jack" —dijo, con un dedo levantado. Otro dedo, pronto le siguió—. Segundo, me dejarán cantar una canción cuando yo se los diga.

—¿Qué canción? —preguntó Will, curioso.

—Una que he escrito yo —un pequeño rubor apareció sobre sus mejillas, y luego carraspeó, fingiendo naturalidad—. No daré más explicaciones. En tercer lugar, no estoy disponible los domingos. Voy a misa.

—¿Es tan importante? —Piper alzó una ceja.

—Sí —contestó Percy, muy en serio—, tengo que observar siempre a mi ángel, o estaré de mal humor el resto de la semana.

—Por mí, no hay problema —anunció Will, mirando a Piper y a Nico—. ¿Y ustedes?

No eran peticiones exageradas, por supuesto, ambos también estuvieron de acuerdo. Entonces, Percy soltó una bocanada de aire que había estado conteniendo, solo entonces, Will descubrió la rigidez que abandonaba sus hombros.

—La canción es para el chico que te gusta, ¿verdad? —inquirió Will, con un tono coqueto.

De nuevo, un pequeño sonrojo floreció sobre las mejillas de Percy, quien, con su aspecto feroz, creaba un increíble contraste. Dio un ligero asentimiento, mientras acariciaba su guitarra azul, pensativo. Will sonrió, sintiéndose abruptamente entusiasmado como si estuviera a punto de ver su novela favorita. ¡No podía esperar para verlo! ¡Tan romántico!

—Entonces, será mejor que empecemos a practicar.

Yo: Llora en fangirl de Percabeth. Pero qué he hecho ToT. *ruidos de dolor*

Bueno ya ni modo. Jpg

Espero que les haya gustado. Para las personas que no sabían, estuve pasando por un luto. Digamos que ahora estoy estable con mis emociones, y volveré a publicar mis historias.

Espero comentes este capítulo 🌹 Si comentas, escribo con más emoción. Si no comentas, no me dan ganas xD Depende de ustedes. Bye bye 👋 

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