Capítulo 4.


    «Nuestro secreto»  


Desde aquella pequeña charla, corta y se pudiera decir, insignificante, intenté ser mejor en las clases. Claro me costaba un poco, pero aún no sabía el porqué; ponía atención en sus clases, o mejor dicho a él ¿Era lo mismo no? Quería demostrarle que sí valía era por mi habilidad en la magia, no por ser ''bella''.

Un día me encontraba sola, desayunando como siempre en el gran comedor, cuando vi a Elizabeth acercarse con una sonrisa de oreja a oreja.

— Por esa sonrisa, no hace falta preguntar cómo estás ¿O sí? —dije en son sarcástico. Ella asintió y me dio un beso en la mejilla.

— ¡Ay! Sí vieras, es un tipo tan lindo... tan... Perfecto...—Comenzó ella, yo puse los ojos en blanco, de un tiempo acá él era nuestro tema para cualquier charla, siendo sincera, comenzaba a desesperarme.

—Si, si, ya lo sé...—respondí tajante. Y fue un alivio ver a Matt llegar a con nosotras en el instante en que Beth iba a abrir la boca de nuevo.

— ¡Vaya el castaño se nos une! —Dijo mi amiga, sonriente. Él la saluda con un movimiento de cabeza, mientras que a mí me da un beso en la mejilla.

— ¿Y bien? ¿No están asustadas como el resto? —Preguntó mi amigo. Lizzie y yo lo vimos con cara de desconcierto.

— ¿Porque íbamos a estarlo? —Quiso mi amiga con una ceja alzada. Matty negó con la cabeza.

—Por el prófugo, ya saben, Sirius Black — respondió Matt en un susurro. Al parecer no quería ser escuchado por nadie.

— Pero él está muy, muy lejos ¿No? —me entrometí en la charla, mientras bebía jugo, eso me preocupaba muy poco o nada.

—No. Se le vio en un pueblecito, muy cerca de aquí.

— ¿Y? Si viene, es por Potter ¿No? ¿Porque nos debemos preocupar? —dije, mientras dirigía un rápido vistazo a la mesa de profesores, donde vi a Lupin con su habitual sonrisa triste, eso me dejaba siempre dudosa ¿Por qué? No era mal parecido, sin embargo, algo ocultaba... lo sabía, pero lo que no sabía era como charlar con él e investigar. O al menos nunca lo había intentado.

—Sí, pero no dudo en que destroce a todo aquel que se interponga en su camino...—respondió Matt mientras nos observaba, preocupado. Elizabeth lo miró, y luego se dirigió hacia mí.

— ¡Ay amiga! ¿A que no crees?

— ¿Que sucede?

—Resulta que le atraes al pelirrojo amigo de Potter —murmuró con malicia. Yo la miré con cara de incredulidad, ¿Weasley?.

— ¿Ronald Weasley? —interrogué con la boca abierta, Matt nos miró lleno de desaprobación.

— ¿El pelirrojo ese? Bueno... Charly, tu eres mucho mayor, además... Además es... feo —Dijo Matt levemente enfadado. Elizabeth lo miró con cierta rabia.

— ¿Y? Es un buen tipo.

—Un buen tipo 3 años menor que yo...—respondí, sonriendo.

—Si, pero...

—Mira, mejor otro día ¿Si? Tengo clase.

—Charls, tiene razón, yo también, nos vemos Lizzie... —se despidió Matt mientras le dedicaba un saludo con la mano. Ella torció los ojos al ver mi rechazo del tema. Pero sin prestarle mucha atención tomé mis cosas y salí rumbo al aula de D.C.A.O.

La clase comienza diez minutos después. El profesor Lupin se había retrasado en la mesa del profesorado. Yo por mi parte me encontraba sentada al frente, junto a Matt, el cual estaba algo enfadado. Al parecer por las palabras de Lizzie, sin embargo no le di mucha importancia.

Cuando el profesor llegó mi vista iba al frente, directo a la clase, o al que daba la clase, pero ¿Eso estaba bien no? Así aprendería mejor, pero no podía de dejar de recorrerlo de pies a cabeza, prácticamente me lo comía con la mirada, quizá, era demasiado fisgona. Lo miraba como si estuviera hipnotizada. Si me pagaran por ello, sería millonaria, estaba tan concentrada en él, que no notaba que me llamaba.

— ¿Señorita Portman? —repite por segunda vez, con una ceja alzada mientras que negaba con la cabeza para mí.

— ¿Si, profesor? —respondí con voz trémula, melodiosa, parecida a un quejido. Escuché burlas y entonces repare en el sonido de mi voz. El profesor Lupin hizo un gesto para acallarlos, y luego me sonrió de lado.

—Ya que ha salido de su sueño, puede decirme por favor ¿Que es un Grindylow? —Me pidió con su suave voz. Yo me quedé pensando varios segundos, intentando hacer memoria.

— ¿Y bien? —Insistió.

—Son... Pequeñas criaturas, acuáticas, también denominadas demonios del agua —respondí. Él sonríe satisfecho y después observó a la clase.

—Correcto, gracias, señorita Portman, puede volver a soñar —Dicho esto, medio salón soltó una carcajada. Yo me ruboricé, y después me dediqué a mirar el libro. Matt que también se reía, le di un codazo para callarlo, el cual acepto, pero seguía sonriéndome.

Al final de la clase, todos comenzaron a guardar sus útiles, mientras que yo me tardaba a propósito un poco más en guardar mis cosas. Cuando todos habían marchado, le pedí a Matt que se adelantara y que nos veríamos mas tarde. Él asintió y se fue. Así fue como nos quedamos solos, el profesor Lupin y yo.

Él estaba sentado, concentrado en lo que parecía ser un pergamino antiguo. Yo seguía en mi lugar, lo miraba de reojo, quería acercarme, pero no sabía a qué, ni que excusa usar. Decidida, me acerqué; sabía que una vez ahí, las palabras saldrían solas, o eso esperaba.

— ¿Necesita algo, señorita Portman? —Me preguntó el profesor cuando comencé a acercarme a su escritorio. Yo asentí para mí, pues él seguía enfrascado en su pergamino.

—Si, de hecho, me interesa un tema, y pensé que usted me podría, auxiliar —hablé con voz temblorosa pero convincente. El profesor dejó su pergamino y me observó con más atención de la deseada.

— Esta bien, ¿En qué puedo servirle?

—Primero que nada, me gustaría que me llamase de ''Tú''—expliqué. Tanta formalidad, me hacía sentir extraña. El profesor alzó una ceja y sonrió de lado.

—Está bien, en ese caso, ¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó. Yo sonreí y bajé la vista, esperando no se notara el rubor de mis mejillas, lo cual sabía que era imposible. Estaba casi segura de que sonreía aún más al ver mi estado.

—Bien, me atrae, el tema de los animagos —susurré. La sonrisa de mi profesor disminuyó un poco de tamaño, no supe porque, sin embargo espere a que hablara.

— ¿Animagos eh? ¿Cómo que te gustaría saber?

—Sé lo básico, pero me atrae el tema, como ¿Que habilidades necesitan? o si la personalidad influye en su forma —dije con exaltación, animada. Él sonríe y luego miró para su escritorio, parecía buscar algo, hasta que encontró un viejo libro polvoriento.

—Este libro habla de lo que tú deseas saber, es... un viejo amigo —susurró, mientras lo miraba, girándolo entre las manos, para después, ofrecérmelo.

—Aquí tienes, cuídalo bien —Lupin extendió su mano, y yo lo tomé. Luego lo acurruqué contra mi pecho.

—Gracias, profesor —agradecí con un tono de alegre. Él asintió con cuidado.

—De nada, puedes venir a consultarme lo que sea que se te ofrezca —dijo con una gentileza para mí extrema. Yo asentí, alegre y me dispuse a partir, pues un grupo estaba entrando, entonces, antes de salir, escuché de nuevo su voz.

—Por cierto, no le digas a nadie que te lo presté, que sea nuestro secreto ¿Si? —me pidió guiñándome un ojo. Asentí y supuse que me volví a ruborizar y decidí apretar el paso. Salí del aula, feliz, un sentimiento que nunca antes había sentido me invadía con fuerza el pecho, pero... ¿Que era?.

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