Capítulo 38.
A la espera.
«A los ojos de todo el reino, y de sus cortesanos...La noble princesa escondía un terrible secreto.»
Me quedé perdida sólo algunos minutos observando por la ventana que tenía frente a mí; no debería de estar escribiendo aquello con tanta tranquilidad; debía de estar haciendo algunas averiguaciones sobre tantas pociones que enloquecería apenas con las primeras veinte. Pero no todo era mi culpa, quizás sí había cambiado bastante, no obstante, mis deberes eran más que importantes; sagrados. No me gustaba dejarlos a la deriva a pesar de tener problemas más fuertes de los cuales ocuparme.
Apreté los ojos, al sentir una ventisca de aire invernal. Noviembre era un mes frío, incluso, algunas veces, más frío que Diciembre mismo. Más, sí me encontraba despierta a las tres de la mañana, y en la solitaria sala de Grimmauld Place no era por gusto, sino por... Deber. Mi deber era cuidar al lado de Sirius Black aquel cuartel, que, dudaba bastante fueran a dar con él. Y ¿Dónde estaban el resto? En san mungo, ya que el señor Weasley había sido herido de gravedad por una serpiente. Al parecer salió ileso, más ese ataque, no fue normal; ¿qué hacía una víbora en el ministerio de magia? Además de arrastrarse, no sé me ocurrió nada más, a menos de que fuera la misma en la que estaba pensando...
—Mira quien vino a visitarte, te ha esperado día y noche desde hace una semana —la voz de mamá siempre fue dulce, y durante esa ocasión tan amarga no hubo excepción.
—Hola, Charlotte.
Abrí los ojos, con un escalofrío inundando mi espalda; nieve en copos pequeños revoloteaba por el vidrio de enfrente. La acera gris ya era blanca, y los miembros de la orden aún no volvían.
¿Volverían?
No tuve tiempo de cavilar demasiado en mis pensamientos ya que una presencia fuerte e intimidante me hizo volver la cabeza. No era fuerte, ni intimidante, era nada más y nada menos que Alenna. Su cabello rubio despeinado, y su pijama la hacían verse sexy. Como alguna vez, estúpidamente, quise lucir.
Se acercó a mí, con timidez. Yo fingí sonreír.
Era lo único que me quedaba; fingir.
—Hola, Charlotte —saludó con voz temblorosa. Alenna no había ido con nadie a Hogwarts, pero tampoco era una muggle.
—Hola, Ale, ¿gustas sentarte? —respondí.
—Sí, claro, sí no te interrumpo....
—Claro que no. Vamos, estoy muy sola aquí —aunque la verdad, prefería estarlo. La chica rubia tomó asiento en el mismo sofá que yo, y al hacerlo, me obligué a cerrar el libro que descansaba en mi regazo. Ella lo vio, y me miró.
— ¿Tarea?
—Algo así...—fruncí los labios, colocándole en el piso—. ¿Y Sirius?
—Lo obligué a dormir —musitó en tono calmado—. Tiene unas ojeras gigantes.
—Me lo imagino; no ha de ser fácil vivir siendo perseguido...
—No lo es —sonrió de lado, con algo de tristeza asomando a su rostro—. Aunque hay cosas más tristes.
— ¿Cómo por ejemplo?
—En mi caso personal... Sería el no poder protegerlo —Algo en mi corazón, quizás el mismo, punzó con fuerza al punto de hacerme marear—. Es horrible, ¿Sí me entiendes, no? Vivir aquí, compartir todo con él, ser su... Apoyo, pero irónicamente, no poder... Protegerlo de sus enemigos... —mantuvo la sonrisa, elevando sus ojos hacía los míos. Eran verdes—. No suelo decirlo, pero me hace sentir una carga y una inútil.
—Pero...—Intenté discutir, sabiendo que no todo podía ser tan malo—. Tú haces algo más importante... Lo proteges de sus pesadillas y miedos —una sonrisa quiso nacer en mi rostro, pero fue inútil—. Haces el trabajo importante. Sirius es más que carne; es un ser humano que necesita afecto.
Alenna meditó con los ojos cerrados un momento mis palabras. La miré. Aunque en realidad no lo hice; sólo podía sopesar también lo que me había dicho, en cierta forma, la comprendía un poco.
—No puedes escapar. Te vigilo...
—Has dicho algo bastante cierto —Alenna habló, pero su voz se escuchó lejana—. Aunque me queda la duda... ¿Por qué no estás con Remus Lupin? Es una persona que al igual que Sirius, necesita afecto.
—...Noche y día, no importa a donde vayas, o lo que hagas...
Fijé mi vista en la de ella, sintiéndome mareada. ¿Cómo lo había descubierto? Viré mi vista con nerviosismo hacia la ventana. Odiaba ese tema. No me gustaba. No. Por favor.
—Yo... Creo que encontrará alguien... Alguien como tú, Ale —le tomé la mano en signo amistoso. Pero al hacerlo noté como sudaba frío. Tragué saliva, sintiendo la mirada acusadora de ella.
—Los hombres en su mayoría son un tanto... Indiferentes a los sentimientos que experimentan —comenzó con voz dulce, acariciando la palma de mi mano. Extrañamente, aquel contacto me hizo sentir un poco tranquila—. Por ejemplo, a Sirius todavía le cuesta decirme algo bonito... O cursi, pero le tengo paciencia. En cambio, Remus Lupin es un hombre sensible; casi no existen de esos, nena. Es un hombre que no se cansaría de hablarnos de ti, que te daría flores de manera diaria, que daría todo por solo tenerte a su lado.
—...Estaré ahí, viéndote, sin que te enteres. Ten mucho cuidado con lo que dices...
—¿Quién dice eso? —repliqué entre molesta y cansina.
—Yo. Yo lo digo porque he convivido con él el último año —soltó con cuidado mi mano, sin dejar de intimidarme con aquellos ojos verdes—. ¿Sólo jugaste con él? Podría entenderlo, a tú edad, los chicos eran divertidos, aunque claro, jamás llegué a pasar de chicos de veinte...
—... O te mataré.
—Sí, sólo fue una ilusión pasajera —tragué saliva, notando como el brillo de ella se apagaba con lentitud en sus ojos—. Creo que en cuanto obtuve lo que quise, me aburrió.
—Oh... —hizo una mueca pequeña—. Entonces, ¿no estás dispuesta a salvarlo?
—Encontrará a alguien más.
— ¿Segura? ¿Lo dejarías sabiendo que quizás tú podrías ser su única salvación de éste mundo?
"¿Y quién me va a salvar a mí?".
—Segura. Remus merece, como dices, alguien que lo salve... Y me temo que sólo lo hundiría más...
Conmigo, para ser más exactos.
Alenna, algo perdida, se puso en pie. Me miró con fijeza, frunciendo con ligereza los labios. Parecía aún más confundida, y no sabía porque. La observé hasta que de mis labios, sin poder contenerlos, lanzaron una pregunta.
— ¿Darías tú vida por Sirius?
—Sin dudarlo —dijo al instante—. Sí es la única manera de protegerlo, lo haría sin dudarlo. Porque sé que él haría lo mismo por mí, y porque... ¿Qué sentido tendría la vida sin él? —sonrió de manera maternal, o eso creí. Colocó una mano sobre mi cabello—. Eres sabia, pero te falta experiencia. Y, por sí te lo preguntabas, Remus es de los que no sólo darían la vida por alguien a quien ama.
—Comprendo.
—¡Alenna! —Un grito proveniente del pasillo de afuera me sobresaltó. Sólo pasaron dos segundos para ver a Sirius Black en bata de dormir y con el cabello alborotado color azabache cayéndole por los hombros. Sus ojos grises denotaban cansancio y sueño, pero había algo más.
— ¡Aquí estoy, mi vida! —Alenna se acercó al angustiado hombre, y le puso una mano en el pecho.
—Hola, Charlotte —Sirius al verme, esbozó una pequeña sonrisa—. ¿No han recibido noticias?
—No, señor —respondí, con una mueca en los labios.
—En ese caso, me quedaré a montar guardia...
—No, no, nada de eso —Alenna lo tomó del brazo—. Es bastante tarde, debes de dormir, además, Charlotte se hará cargo, ¿No es así?
—Claro. Me ofendería sí te quedaras, eso significaría que me consideras una inútil —Sirius soltó una pequeña risa. Ronca y somnolienta como todo él.
—Vamos, a la cama, cariño —Alenna lo obligó a darse la vuelta, y al hacerlo, se giró a verme.
—Buenas noches, Charlotte, sí surge algún inconveniente, no dudes en ir por mí.
—Buenas noches, Alenna.
—No quiero dormir —se quejaba Sirius mientras salían de la sala.
—Dije a la cama, no dije que vamos a hacer en ella —dijo Alenna, ahogada por la risa estrepitosa de Sirius. Después sólo escuché sus pasos, y al final, sólo silencio.
Silencio, mi mejor amigo.
Silencio era lo que me mantenía con vida.
Silencio.
Tomé el libro, y con la mente nublada continué escribiendo. Escribí sin saber exactamente que rumbo estaba tomando toda aquella maraña inconexa de ideas que tenía una combinación de lo que deseaba, lo que quería, y lo que anhelaba. Todas y cada una de aquellas cosas más imposibles que la anterior, pero por lo menos, al escribirlas no quedaría loca.
La orden del fénix exceptuando a algunos miembros de la familia Weasley, llegaron a las cinco de la mañana. Remus Lupin entre ellos. Sentada en el sofá, los observé entrar; Tonks con el cabello rosa algo marchito; Ronald y Ginny Weasley con los rostros alargados; Hestia Jones, Matthew y su padre. Y casi al final, Remus; con el canoso cabello despeinado, el traje holgado y unas pequeñas ojeras dibujadas alrededor de sus ojos. A mi parecer las cicatrices y las canas habían ido creciendo más en los últimos años.
—Café —pidió alguien una vez dentro de la cocina. Pero no me importó lo que pasaba en la cocina, porque mi exprofesor se encontraba en el pasillo, detenido por una conversación con Sirius quien acababa de bajar.
Tomé el libro de la mesa. Un impulso de idiotez me llevó a salir de la sala con él en las manos. A los dos segundos de hacerlo, me arrepentí; las miradas de ambos me penetraban como si fueran rayos x. Apreté los labios, sintiendo pesado el libro. Observé a ambos alternando las miradas.
—Te agradezco tú apoyo, Charlotte —Sirius habló con una sonrisa enorme—. Me gustaría que te quedases a desayunar.
—Gracias, pero... Debo ir al hospital.
—Podría hacerte daño...—la sugerencia de mi exprofesor sonó queda, y muy paternal, o quizás ... No lo sabía.
—...O te mataré.
—Soy fuerte como un roble —dije en defensa—. Estaré bien, sólo debo salir antes de que el frío me agobie.
—Bien, tendremos junta por la noche, pero sí quieres puedes descansar en casa...—Sirius fijó de pronto su mirada en mi libro—. Oye, ¡Lunático! ¿Ese libro no es el que le ibas a comprar a Mary McDon...? —un codazo sacó el aire del estómago de Sirius. Remus se lo había propinado con fuerza.
No obstante, el dato no me importó. Sonreí con falsedad, y me lo guardé bajo el brazo.
—Nos vemos.
Salí de forma precipitada de la casa... Al hacerlo el frío me dio una bienvenida ruda, pero lo ignoré. Caminé por las aceras, con el libro bajo la mano.
"¿Por qué esta historia debía continuar?" Pensé "No... Esta historia no tiene futuro... No podré salvarlo jamás, las princesas debían ser rescatadas por un valeroso príncipe".
Pero la verdad era qué ni él era un valeroso príncipe, ni yo una bella princesa.
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