Capítulo 37.
Ni una vez más.
Para mala suerte de Remus Lupin, Charlotte no se quedó a vivir en Grimmauld Place como tenía contemplado. Esto lo intrigó bastante, ya qué era una de las condiciones que se hacían casi necesarias para formar parte de la orden. No obstante, Sirius habló con ella, y le contó a Remus que le había argumentado "Es algo irracional el venir a vivir aquí cuando mi casa está a menos de veinte minutos, además de qué, podrían ahorrarse así algo de espacio".
Pero Remus no se quería ahorrar espacio. Sólo quería... Ni siquiera lo sabía.
El resto del verano transcurrió con aparente tranquilidad. Las juntas no eran muy frecuentes, así que sólo la veía como máximo una vez a la semana, y con cada ida a Remus le figuraba que se ponía más hermosa. Sus cabellos castaños se ensortijaban alrededor de su pequeña espalda, sus ojos titilaban, y avivados le recordaban las épocas en las que fue su alumna. Aquellas épocas donde lo tenía todo sin saberlo, aquellos días donde fue un terco y un reverendo idiota. Aunque quizás, lo que más extrañaba de todo, era verla sonriente. Feliz. Viva. Porque ahora, ni siquiera hablaba en las juntas.
Le parecía extraña. La había estudiado de lejos lo más disimulado posible. Entraba en silencio, y apenas sí veía a su alrededor lo que ocurría; en las juntas ponía suma atención, al parecer haciendo cálculos mentales, y después, cuando todo terminaba, se levantaba con rapidez y marchaba del cuartel, sin despedirse de nadie más que de Sirius, ya que era el anfitrión.
—Sí quieres, puedes decir que es tú casa para que se despida de ti —había bromeado en cierta ocasión Sirius. Remus sólo lo había mirado.
Porque no quería que le hablara forzosamente.
Casi al final del verano, un acontecimiento puso a la orden en alerta; un dementor había atacado a Harry, y éste al defenderse había sido expulsado. Quizá lo menos grave fue el ataque, puesto que Harry era un excelente mago. No, lo grave era ¿Quién había mandado aquella bestia a medio Little Whinging por Harry Potter? Un dementor no habría podido ir por su propia cuenta. Sin dudar algunas había sido el ministro, que temiendo por lo que ocurriera en Hogwarts, debía mantener a la chispa de la rebelión alejada de la juventud, porque la juventud era vida y poder. Aunque a Remus le había parecido un tanto exagerado su proceder; no sólo había expuesto al mundo mágico a los muggles, sino qué, pudo haber causado una tragedia de consecuencias desastrosas colosales. ¡Bravo, por el ministro! Las cosas se pusieron tan graves que la orden del fénix (él incluido) tuvieron que ir por él a Privet Drive.
Dumbledore se ocupó de todo el asunto en la audiencia y averiguaciones. Con éxito logró que Harry volviera al colegio. Y por el resto de aquella semana, el chico se instaló en Grimmauld Place. Haciendo feliz más que nadie a Sirius. Remus también le adoraba, pero comprendía a la perfección que Sirius y Harry tenían una conexión especial. No lo había notado el día que se escapó Peter; lo había notado catorce años atrás, cuando habían nombrado a Sirius Black padrino de Harry Potter. Jamás había visto a su mejor amigo tan alegre como al momento de comprarle juguetes a su ahijado, o cuando lo sostenía, o le tocaba hacerlo dormir. Incluso cuando le cambiaba el pañal, porque Lily había salido, y James dormía las desveladas que les hacía pasar Harry.
Tanto tiempo, y ambos seguían siendo los mismos. El mismo niño, el mismo padrino consentidor. Remus se sentía viejo y algo solitario, como cualquier lobo. Tan así que sin querer comenzó a retornar a sus antiguos hábitos. Esos que hacía de forma automática antes de entrar al colegio; despertarse a las cinco de la mañana, prepararse café y leer la edición del profeta en completa soledad. A veces ni siquiera lo leía, sólo posaba sus ojos en el titular, y su mente lo llevaba lejos, al mundo de la vida oscura. Al mundo donde no existía el chocolate, y sólo estaba la luna y lo que le hacía. Cuando despertaba y volvía de aquél glacial universo que tanto detestaba, el café estaba ya frío, pero aún así lo bebía. Sabía amargo, como el dolor que sentía cuando veía el calendario del próximo mes, y los días de luna llena.
En una de esas sesiones matutinas con la negatividad, fue sorprendido por Tonks, que buscaba a Sirius con urgencia.
—En su cuarto —había respondido Remus, sosteniendo la taza de café frío entre las manos.
—No quiero sonar entrometida, pero, ¿Ocurre algo, Remus? —su voz denotaba dulzura, y el ojiazul no pudo hacer nada más que sonreír de manera afable.
—Nada, Tonks.
—Sí necesitas alguien con quien hablar, soy buena escuchando —se ofreció. Remus la miró, con ojos cansinos.
—Lo tendré en cuenta, dado que Sirius y su novia ninfomana casi nunca están disponibles.
La metamorfomaga rió, y el castaño notó como su cabello color rosa chicle oscilaba como sí el viento soplara sobre él. Notó las puntas de éste ponerse moradas, y le pareció un bonito color, digno de admirarse.
—Bonito cabello —dijo Remus, sin meditarlo.
El rosa se volvió violentamente violeta. Las mejillas de la chica se sonrojaron igual, y Remus notó como la mandíbula se le tensaba también. Imaginó que nadie había sido amable con ella, antes de él.
—Iré por mi primo —se despidió, dando media vuelta.
Remus sintió un repentino vacío. Temió haberla ofendido, y por alguna razón no le sorprendió sí lo hubiera hecho. Era un hombre lobo, catalogado por la sociedad como una bestia. Y... ¿Por qué le daba tanta importancia al hecho? ¿Por qué le daba tanta importancia a todo? Un año atrás, una persona había asegurado que eso no importaba. Y mantenía la fe en esa persona aunque hubiera cambiado un poco con él.
Finalmente, el primero de Septiembre llegó. Remus se levantó a las cinco como de costumbre, ya que quería estar bien despierto para cuidar de Harry. Sirius no iría, seguía siendo el más buscado por el ministerio. En cambio, Moody comandaría la misión. Preparó café negro, con mucha azúcar. Grimmaud Place estaba en silencio, ya que Molly todavía no se levantaba para cocinar. Todos dormían, menos el hombre lobo que había sufrido también de una pesadilla.
Remus no leyó el periódico esa mañana, sino que se quedó viendo con fijeza el infinito. El café se enfrió en sus manos. No quería volver a su vieja vida. Pero no existía alguien que lo salvara de caer en las entrañas de ella.
De pronto, escuchó pasos. Pensó que el tiempo se le había ido volando, y ya eran las seis. Apuró su café en los labios e intento verse lucido. Pensó en lo que le diría a Molly Weasley para justificar su presencia tan temprano, ya que casi siempre cuando terminaba su visita a la cocina iba a su habitación a leer.
Pero no entró Molly.
Sino ella, Charlotte en persona. Iba despeinada, con un largo suéter, y pantalones de pijama. Tenía los ojos hinchados, y la boca curvada hacía abajo. Remus pensó en el último recuerdo que tenía de ella recién levantada, y pensó que no habría nada mejor en la vida que tenerla en brazos así. Hecha un desastre, que complementaba el suyo.
Durante unos instantes, la chica castaña parecía no darse cuenta de la presencia de Remus, ya que se estiraba y miraba alrededor. Bostezó quedamente, hasta que sus ojos se detuvieron en él. Abrió los ojos como plato, y él dejó la taza de lado.
Ambos ojos fusionaron. Los de ella parecían sorprendidos en extremo, y los de él, eran un torrente de emociones. Sin principio ni fin.
Habló él primero.
—Buenos días —¿cómo debería tratarla?
—Buen día —su voz sonó ronca. Sin duda alguna acababa de despertar.
La conversación quedó truncada. Ella entró en la cocina sin prestarle la más mínima atención a su ex profesor. Remus se le quedó viendo con fijeza. El verla era un placer que no le ocurría con constancia, y mucho menos, el hablarle.
— ¿Cómo has estado? —bien, sí, eso seguía en una conversación.
—Bien, gracias —respondió ella al instante, tomando un vaso y sirviendo en él algo de café que quedó en la tetera. ¿Por qué era tan indiferente? ¿Por qué? La chica tomó asiento frente a él. Una tortura bastante incómoda para Remus. El único ruido que había era el de la cuchara al chocar con la taza de Charlotte. Remus tomó su café, pero no lo bebió.
— ¿Se puede saber que haces tan temprano aquí? —Sí ella no tenía intención de hablar, él sí, de cualquier cosa, pero hablar.
—Me quedé a dormir —se encogió de hombros, dando un sorbo al líquido amargo. Hizo una mueca, y Remus ocultó una sonrisa—. Alastor Moody dijo que podía acompañarlos al andén, o más bien, lo exigió, así qué decidí quedarme aquí para no llegar tarde.
Lo vio a los ojos. Y Remus apretó la mandíbula, sintiéndose levemente intimidado por esa mirada castaña tan fuerte, pero no falta de ternura. No lo soportaba, era demasiada presión la que sacudía su pecho. Sintió una enorme necesidad de gritarle, y a la vez una de más magnitud, pero de abrazarla.
Optó por sólo apretar el puño debajo de la mesa. Un año, y ella estaba ahí como sí nada. Un año, y en él nada había cambiado, pero el mundo en ella era otra cosa.
— ¿Por qué? —murmuró muy bajo, pero lo suficientemente alto para que ella lo escuchara.
—Oh, no...—comenzó Charlotte—. No pienso pasar por un interrogatorio —se puso en pie con la taza en mano. Remus al ver que se acercaba a la puerta, se levantó como resorte, y se interpuso entre ella y la puerta. Un año había esperado. No esperaría más.
Charlotte rodó los ojos, al ver como le bloqueaba la salida.
—Déjame salir —le exigió ella.
—Sólo quiero saber una cosa —respondió Remus, con calma y tranquilidad. Esa docilidad que lo caracterizaba salió de él. Sus ojos examinaron detenidamente el rostro de su antigua ¿amante? ¿amada? No su antigua pequeña. Ella lucía desesperada, y al parecer, molesta.
Pero al final su semblante cambió a inexpresivo. No demostraba nada. Lo miraba sin odio, ni amor, ni nada. Y pensó que esa no era Charlotte Studdert, la tejona increíble que había conquistado su corazón.
Tras varios segundos contemplándose el uno al otro, ella se decidió a hablar.
—No quiero hablar de nada, déjalo así —dijo, observando de soslayo al castaño.
Pero olvidó que antes de ser profesor, era un merodeador; terco, obstinado. Un león.
—Habla, por favor —pidió Remus con voz marcada de dureza.
Charlotte al no ver salida posible, arrugó el ceño, y con un suspiro terminó hablando.
—Eres demasiado viejo —Remus no lo podía creer—. Demasiado pobre — ¿de verdad?—. Y...—ella cerró los ojos, soltando un suspiro, al parecer, cansino—. Peligroso, demasiado peligroso, Remus. Por eso no volví, ¿entiendes? —entornó los ojos a los de él—. Tenías razón cuando intentabas alejarme —eso jamás lo habría dicho Charlotte—. Y lo comprendí algo tarde... Espero que comprendas, y... No vuelvas a decir nada sobre nosotros... —nerviosa, cansada y tensa, Charlotte desapareció.
Remus no notó cuando salió de la cocina. Tampoco logró acompañarlos a King's cross. Encerrado en su habitación, todo el día lo único que podía visualizar en su mente eran todas esas palabras que él mismo se decía, pero con la voz de Charlotte.
----
N/A: ¡Chicas! Lo lamento, pero como tengo concurso de literatura, idk, no podía actualizar.
Dinámica:
Quiero que comenten algo que les gustaría que sucediera como... Como un deseo, como sí yo fuera la hada madrina (?) Y la más apoyada, o la que parezca más cool lo voy a cumplir.
Example:
"Quiero que Harry apechugue con Ron".
"Quiero que tal personaje, mate a ese".
"Quiero que ocurra esto y esto en este sitio".
Sólo por dar un ejemplo e.e -No shippeo Harron-
Y así, para que vean (?)
¡Hasta la próxima!
PD: Les dejo más para que sigan sacando teorías :'v
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top