Capítulo 35.


Memorias.



— ¡Remus, levántate! Hay junta del cuartel en una hora, y vienen todos, incluido quejicus. Tienes que ir... ¡Tú deber es sedarme contra ese idiota! —Sirius golpeó la puerta del castaño con fuerza, con la intención de despertarle. Pero Remus no estaba dormido, sino que leía desde las cuatro de la mañana el mismo libro qué había conseguido un mes atrás. Escuchó los pasos de Sirius alejarse refunfuñando, y después la melosa y ronca voz de Alenna gritarle "¿Qué quieres para desayunar mi bombón de frutas?".

Cuando el cuarto quedó en silencio total, Remus lanzó el libro a la cama; no había dormido nada debido a que su inquieta mente no paraba de pensar y de comparar. Caminó por su habitación en Grimmauld Place hasta la ventana llena de moho; observó la calle tranquila y silenciosa acompañada de un cielo parcialmente nublado. Había algo de frío a pesar de que el verano apenas iba a tocar su fin, pero sabía perfectamente que eso no era a causa del clima...

"Yo lo vi. ¡Él asesinó a Cedric Diggory!".

Un frío aire se coló por la ventana, lo que le orilló a cerrarla. Todo estaba, en definitiva, como la última vez. Sólo que ahora, ahora todos tenían catorce años más encima, algunos miembros menos, y un elegido a quien cuidar. Y él, una parte de su mente la dirigía a una chica de cabellos castaños...

Suspiró, tomó su saco y se lo colgó. Bajó las polvorientas escaleras de Grimmauld place y enfiló sus pasos al comedor-cocina de la mansión. Era una estancia gigantesca, por supuesto los bailes y cenas de los Black Black eran dignos de su hogar. Recordaba a Sirius en el colegio recitarle el nombre de la mitad de los invitados, Remus generalmente se perdía cuando decía algunos catorce. No obstante, muy seguro era que de aquél paraíso opulento había quedado demasiado atrás. Ahora sólo había malos recuerdos, fantasmas y un Sirius Black bastante alegre. 

— ¡Asqueroso traidor! —la voz de la pintura de Druella le hizo girar la cabeza a Remus, sonrió de mala manera.

—Buenos días, señora Black —saludó con cortesía.

— ¡Largo de mi casa, estúpido lican...! —Con un movimiento de varita, Remus la hizo acallar, cerrándole las cortinas.

No estaba de humor para nada; ese día se cumplía un año. Un jodido año entero sin saber nada, absolutamente nada de ella. A esas alturas ya se había resignado a que no sabría más nada. Sabía lo que había pasado; ella había conseguido lo que había querido y se marchó. Sin decir adiós. Quizás, por "suerte" se dio cuenta a tiempo que él no era un hombre bueno para ella. Y dolía, sí claro que dolía, pero era lo mejor y se lo repetía todas las noches desde hacía un año. Es lo mejor. Lo mejor es estar solo y morir solo. Sí... lo mejor...

Se escuchó un grito. Remus salió de su ensoñación y corrió a la cocina que era de donde se oía un apurado ajetreo. Al entrar, una película de humo le cubrió los ojos; las llamas salían del sartén y olía a quemado fuertemente. El castaño rodó los ojos, él conocía esa situación a la perfección. Alenna gritaba con fuerza, así que se acercó y apuntó al sartén quemado.

—Aguamenti —dijo tranquilo. Al instante, el sartén se apagó y más humo emergió de él. Tosió un poco, y se giró a ver a la chica de rubios cabellos. Estaba con una blusa pegada al cuerpo y resaltaba sus lindas caderas. No le sorprendía encontrarla tan linda, Sirius siempre tuvo buen gusto. Aunque de cerebro...

— ¡Gracias, Remus! —agradeció; agitaba la pala de madera con la mano—. No sé que pasó, creo que estás cocinas están embrujadas —confesó haciendo un puchero.

"Sí, claro, embrujadas"

— ¿Te la estás chivando, Lunático? —Sirius entró con una toalla en la cabeza.

—Se incendió la cocina —le explicó Remus.

—No puede ser, es la cuarta vez en el mes —exclamó, acercándose a su novia. La abrazó por la cintura y le obsequió un beso en la mejilla—. ¿Estás bien, Ale? —Ella asintió. Sirius le retiró la cuchara de la mano—. Bueno, entonces siéntate. 

— ¿Quién hará el desayuno? —preguntó apurada. Sirius sonrió con suficiencia.

—Remus —le respondió, dándole la pala al castaño. Éste rodó los ojos y la tomó. Lo haría al modo muggle, no tenía hambre y esperaba que en el proceso le diera.  Sirius sentó a su novia en la mesa, y con voz dulce murmuraba cosas incoherentes. Remus sólo lograba rescatar palabras inconexas como "mi princesa", "Eres lo más hermoso que he visto", "te quiero", "Traviesa"... Su corazón lo resentía un poco. Se imaginaba a sí mismo con ella. ¿Así hubiera sido? ¿Así de tierno, de meloso, de complaciente? 

Cuando estuvo el desayuno, comió en completo silencio. Remus veía su plato sin muchas ganas, pero era mejor a ver como Sirius la besaba. 

—Dime, princesa, ¿te gusta aquí? —siempre le preguntaba lo mismo.

—Me gusta aquí, sólo porque tú estás—le respondía ella. Remus sintió un nudo en el inicio del estómago. No ese día, no en el aniversario...

—Lunático, anoche me dijo Alenna que tiene una prima que te puede presentar...

—No, gracias, que amable —respondió de inmediato, sorbiendo de su café.

—Ya pasó un año, es hora de reiniciar la vida...—Remus notó la persistente mirada gris de su amigo sobre él. Remus soltó un suspiro, y con calma dejó la taza sobre la mesa.

—Mi querido canuto —dijo, sacándo una tablilla de chocolate de su saco—. Yo ya reinicié mi vida. La realidad de un licántropo es la soledad. Sé que no te parece, pero a mí sí —mordió la tableta, viendo los ojos grises de su mejor amigo—. Estoy solo, así nací, así moriré. ¡Entiende! 

—Necesitas relajarte —aportó Alenna.

—Tiene razón —concedió Sirius—. Algo de buen sexo es lo que necesitas para todo ese estrés que tienes acumulado.

Remus se rió. Se rió porque era increíble que su amigo dijera eso. Sí, el sexo le fascinaba a todo el mundo, pero él no quería sexo. Él necesitaba unos brazos tiernos, un corazón cálido, y alguien que entendiera su problema, como sólo ella podía haberlo hecho...Se terminó su tablilla, al mismo tiempo que varios pasos se escucharon por el pasillo. Y en efecto, las pisadas eran de los Weasley. Molly fue la primera en asomar la cabeza.

— ¡Buenos días! ¿Ya desayunaron? —Remus, Sirus y Alenna se levantaron para abrazarla y saludarla. Tras ella entró Arthur, y después su séquito de hijos; Los gemelos, Ron y Ginny. Los mayores estaban fuera por empleo. Todos se fueron acomodando alrededor de la mesa, y justo cuando los últimos tomaban asiento, Kingsley hizo aparición. Sonreía con sus dientes blancos y se veía animado. Detrás de él, Ojo loco moody el verdadero, y  una chica de cabello color rosa chicle que Remus no logró identificar.

— ¡Sirius! —se lanzó ésta a los brazos del pelinegro.

— ¡Dora! —respondió él con gusto. Remus arqueó una ceja, cuando ella se separó y le dedicó una mirada profunda—. Él es mi mejor amigo, Remus Lupin —le presentó Sirius—. ¿Te acuerdas que tenía una prima traidora? Bueno, ella es su hija, Nymphadora Tonks.

— ¡No me llames Nymphadora! —reprimió ésta, para después tenderle una mano al castaño—. Llámame Tonks, o Dora.

—Un gusto, Tonks —dijo Remus, con una sonrisa ladeada.

—Toma asiento, la reunión ya va a comenzar —le dijo Sirius. Nymphadora se situó entre Alastor y Kingsley no sin chocar antes catorce veces contra la mesa de madera. Había algunos asientos vacíos, y fueron ocupados por; Severus Snape, quién dijo que el profesor Dumbledore no podría ir por algunos problemas que se suscitaron en el colegio. Sirius le dedicaba miradas envenenadas al pelinegro y éste le sonreía tenebrosamente. 

Al último, Edgar Bones el auror hizo presencia junto a su hermana Amelia. Ambos morenos, sonrientes, y fuertes. Remus y Sirius les saludaron con amabilidad, incluso Sirius gastó algunas bromas con Edgar, pero Remus se las perdió ya que se quedó mirando al chico rubio que entró algo retrasado, se veía nervioso, y preocupado. Estaba más alto de como lo recordaba Remus, y tenía una barba pequeña que le enmarcaba el rostro y los ojos azules.

—Matt —saludó el profesor. El rubio le dedicó una sonrisa de lado, más no entró del todo a la estancia. Remus frunció el ceño, preguntándose el porqué. 

Pero no tardó mucho en descubrirlo.



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Corto corto, largo, largo. Argh, me entró la depre, quise mandar todo a la chucha, pero luego recordé que ustedes me leían, así que aquí está, espero les agrade esta algo corto unu. 

Voy a leer a duck *chasquea los dedos* de noche, ahr.




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