Capítulo 32.
Nota: Capítulo no apto para menores de edad. Sí leen es bajo su responsabilidad, ah.
Remus es mi chocolate.
Cuando Hogwarts quedó oculto tras una colina, me adentré en los pasillos del vagón con el resto de los estudiantes. Aquella había sido, probablemente, la última vez que había visto el castillo, mi hogar durante siete años. Era duro, y sentía como cada recuerdo golpeaba mi cabeza cuando caminaba por los pasillos abarrotados de chicos de todas las edades. Vi el carrito de las golosinas y no pude comprar nada, porque el apetito me había abandonado. Con suspiros de resignación me metí en mi compartimiento en el vagón. Matt y Lizzie se me habían perdido desde la noche anterior, la de la graduación. No los vi en la sala común, ni el desayuno, o cuando subimos al andén. Estaba un poco preocupada, no obstante, sabía que Lizzie quizá andaba con Terry, y Matt, bueno... De Matt si me extrañaba el no tenerlo junto a mí.
Me senté en medio de oscuridad. El día era gris, y las cortinas cerradas no dejaban un atisbo de luz en el lugar. Me agradaba, me sentía oculta ante todo y todos. Tenía tiempo para pensar, y bueno, sí que tenía mucho en que hacerlo.
No había visto a Remus al irme. Supuse, que él había partido temprano del colegio en otro transporte, o por desaparición. Hice una mueca, pues me hubiera encantado que se fuera junto con nosotros en el tren. Así él me abrazaría, y me ayudaría, y... De nuevo pensaba como una niña.
"Ya tienes dieciocho" Me dije, mentalmente "No debes depender de nadie, ni de él"
Levanté un poco la cortina, observando el paisaje; colinas y montañas verdes llenas de vida. Árboles, un cielo gris. Todo eso era hermoso. Y en cierta manera, combinaba con mi estado de humor; estaba feliz, sí, pero también un poco triste. Por Hogwarts, mis amigos, y mi futuro. En serio quería estudiar medimagia, pero... ¿Mi padre me apoyaría? Era evidente que no, aún así... Lo haría, sin importar lo que las consecuencias me depararan.
Me quedé pegada al cristal, viendo a la nada, perdiéndome en el paisaje. Hubo un momento en el que mis ojos se cerraron y caí dormida. No sé cuanto tiempo dormí. Soñé con mis dos amigos, mi profesor, mi familia. Todos estábamos en el comedor de mi casa, y papá reía y charlaba sin fruncir el ceño con todos; mamá me daba su visto bueno de Remus, y lo orgullosa que estaba con mi elección; Matt tenía a una chica enseguida, y Lizzie a Terry. Mi hermano me abrazaba por los hombros, y al final, papá entre risas se levantaba para hacer un brindis. Él se alzaba enorme, e imponente, como siempre lo ha sido. Me miró.
— ¡Un brindis por la mejor hija del mundo! —Me sonrió—. ¡Charlotte!
— ¡Por Charlotte! —dijeron todos al unísono. Sonreí. Remus me miró, justo enfrente.
—Charlotte —llamó.
— ¿Sí? —arquee una ceja, más su rostro se desvaneció.
— ¡Charlotte, despierta! —Sentí como era jaloneada con brusquedad, y de forma inevitable mis ojos se abrieron, somnolientos—. ¡Rápido! —la voz de Lizzie retumbó en mi compartimiento. Parpadee varias veces, y me giré a verla. Afuera ya había anochecido.
— ¿Qué ocurre? —Pregunté, tallándome los ojos.
— ¡Es Matt! —hasta entonces, me percaté de lo apurada que estaba—. ¡Se está peleando con Terry! ¡Ayúdame!
Quizás sí el mismísimo Merlín hubiera entrado en ese instante montado en un hipogrifo, haciendo malabares con ratones, no me habría impresionado ni un ápice en comparación a lo que Lizzie me venía diciendo. ¿Matt pelearse? ¿Sin motivo alguno? ¿Pelearse? Solté una risita nerviosa.
—Lizzie, ¿Es joda? —Me tomó de los brazos y me paró con fuerza. Estaba desesperada, lo noté en sus ojos abiertos, y su cabello despeinado.
— ¡Ayúdame!
Afuera del compartimiento escuché gritos, todos decían "pelea, pelea, pelea". Fruncí el ceño, y deshaciéndome del agarre de Lizzie salí con presteza fuera del compartimiento. El pasillo estaba abarrotado. Con mucho esfuerzo me abrí paso hasta el pequeño rincón donde, efectivamente, Matt estaba sobre Terry Boot. El muchacho de cabellos castaños yacía con la nariz rota, y con altas probabilidades de una quijada suelta. Matt, sobre él, le golpeaba el rostro sin fijarse donde caían sus golpes. Sólo lanzaba puñetazos con una furia que no le conocía. Tenía el ceño fruncido y el rostro rojo, lleno de lágrimas. Su semblante era de dureza.
Corrí hasta donde él.
— ¡Matthew Bones! —regañé, tomándolo con todas mis fuerzas de los brazos. Me costó bastante trabajo retirarlo del inconsciente Terry, ya que Matt ponía resistencia. Quería asesinarle, y eso, en mi amigo, no era normal. Lizzie corrió a auxiliar a Terry. Se arrodilló junto a él, y cuando éste pudo reincorporarse, Elizabeth fulminó con la mirada a mi amigo rubio.
— ¡¿Pero que diante te pasa?! —Se acercó, con rabia chorreante al rubio y le estampó una bofetada horrible. Hasta a mi me dolió. Me interpuse entre ambos antes que le volviera a pegar.
—Lizzie, sé que es tú novio —le dije—. Pero Matt es tú amigo, y no puedes golpearle por un problema que ambos tienen y no es de nuestra incumbencia.
Todos nos veían. Incomodo.
Lizzie no entendía razones, y llena de furia me miró. Sus ojos azules amenazaban con llorar.
— ¡Me vale un pito lo que digas! —Miró detrás de mí a Matt—. ¡Ese no es un amigo! Los amigos no te dañan de ésta forma —Caminó hasta ponerse junto a él—. ¡Te odio, idiota! —sé que se contuvo de darle otro bofetón, así que se alejó de nosotros, llevándose al herido de Terry a paso lento.
Yo estaba helada. La multitud comenzó a dispersarse y al último sólo quedamos Matt y yo. Me giré a verlo, y lo vi con el rostro bajo. Veía el piso, mientras varias lágrimas silenciosas corrían por su rostro. Yo no conocía a Boot, pero sí a Matt, y en ese momento de nuevo detestaba a mi amiga. Matt no merecía ser tratado así. Me acerqué a él, lo abracé por los hombros. Él no se opuso. Lo conduje con suavidad hasta mi compartimiento y lo senté. No estaba herido, gracias a Merlín, bueno, no fisicamente.
Le miré.
— ¿Qué pasó? —Pregunté con tono dulce, tomándole la mejilla. Él no respondió—. Matt, yo nunca te juzgaré. Eres mi mejor amigo. Aunque te molieras en un duelo con mi profesor, jamás te odiaría —le sonreí, y alcé su rostro. Era el de un niño pequeño.
—Es tan difícil —me dijo, con labios temblorosos—. Es muy difícil.
— ¿Qué es lo difícil? —le quité un mechón de cabello rubio de la cara.
—No ser perfecto —murmuró. Una lágrima corrió por su mejilla—. Sí lo fuera, sí tuviera más músculos, sí hubiera sido más popular, sí fuera más delgado... Sí fuera divertido... Sí fuera como Boot... —apretó los ojos—. Él tuvo la culpa... Se pavoneó por todo el pasillo... Con ella... No lo pude evitar.
Hasta entonces la venda cayó de mis ojos. Ahora veía lo evidente. ¡Claro! ¿Cómo no me fui a dar cuenta de ello antes? Matt siempre pegado a Lizzie, aun cuando ambas estábamos peleadas. Conociendo de sobra a mi amigo rubio, su intelecto, su selecto séquito de amigos... Lizzie no entraba de ninguna forma, pero siguió con ella, porque le quería. Le gustaba, o le gusta. Abrí la boca para decir algo pero no salió nada. Mordí mi labio viendo a mi amigo.
—Yo... Ah...—Me volví a callar. Matt se lanzó a mis brazos, desconsolado.
— ¡Te juro que hice todo lo que estuvo a mi alcance! —murmuraba en mi oído, decepcionado—. Dejé de comer, comencé a pasearme más por el campo de Quidditch, le compré obsequios, le ayudaba con todas sus tareas, e incluso le pasé un EXTASIS —Lo abracé con fuerza. Escuchando como Lizzie se había aprovechado de mi amigo, porque ella sabía que le gustaba. Claro, era de las personas que caminaban por el comedor y cuando nos sentábamos podía señalar a todos aquellos que la querían—. No soy suficiente —terminó Matt, ahogando un pequeño sollozo.
—Cállate, Bones —lo separé un poco para limpiarle las lágrimas—. Eres suficiente. Vales más que todo Hogwarts incluido Hogsmeade —le sonreí—. Sólo que hay personas que no saben lo que tienen. Lizzie es una estúpida, e inmadura, pensé que lo sabías —le pasé una mano por el cabello, viendo sus enormes ojos azules tan inconsolables como hacía minutos—. Lizzie a pesar de ser mi amiga, no merece a alguien tan bueno —o quizás sí, sólo que no sabía como ser con alguien así de cariñoso—. Ahora, sí amas a alguien no significa que tengas que cambiar para esa persona. Amar es aceptar tanto defectos como virtudes, así te deben de querer Bones... Además estás demasiado guapo —alargué una risa forzada, viendo una minúscula sonrisa en su rostro—. Ya no llores, rubio, o sí no me harás llorar a mi también.
—Gracias, Charlie —susurró—. Lo lamento, creo que fui un estúpido.
—Eres un ser humano, ya me parecía raro que fueras tan perfecto —sus mejillas se sonrojaron con violencia—. Además, creí que eras gay.
Me miró con ambas cejas alzadas.
— ¿Gay? Tendré que pensarlo, ya que me han rechazado —sonrió de lado.
—Te apoyaré hasta el final, Bones —despeiné su cabello de nuevo.
—Gracias —reincidió, poniéndose en pie—. Ya vamos a llegar, iré por mi equipaje. ¿Tus padres vendrán por ti?
—No —suspiré, recordando que debía apurarme para tomar algún bus—. Lo bueno que me conozco Londres, y me mandaron dinero para el tren mañana, de vuelta a casa.
—Sí quieres, papá y yo podemos llevarte —la perspectiva de ser llevada me gustaba, pero necesitaba estar sola. Suspiré y negué.
—Gracias, Matt, pero me gustaría estar sola, y no quiero incomodar a tu papá. Hoy tiene casa llena. Mejor nos vemos en el andén.
—Muy bien Charlie, te espero en el andén —dijo, saliendo de mi compartimiento.
No le respondí, ya que no me escucharía. Vi por la cortina, y en efecto estábamos a pocos metros del andén. Me levanté. Tomé la maleta. Me sentía bastante mal por Matt, ¡Merlín! Me hubiera dicho y habríamos salido a cazar mujeres lindas, para él claro. O por lo menos una que le apreciara. Lizzie, ¡Joder, como estaba ciega! Sí Matt me hubiera querido a mí, antes de Séptimo año quizá le habría dicho que sí. Pero estaba tan enojada con ella. Usar a Matt que era el equivalente de un niño. Estúpida, y todavía yo más al no haberme dado cuenta. Negué con la cabeza, saliendo con la maleta en mano. El tren se había detenido. Cerré el compartimiento. La nostalgia había sido suplantada por la rabia.
Salí del tren. No hacía frío a pesar del cielo gris. El lugar estaba atestado de alumnos y padres de familia. Me sentí asfixiada así que caminé por la orilla esperando ver a Matt o al señor Bones rápido. Caminé, y caminé casi hasta el final del tren.
—Charlotte —giré mi cabeza con brusquedad al oír mi nombre, pero no vi nada—. Eh, Charlotte —mi nombre se repitió, y tras algunos segundos de confusión vi una silueta oscura con una capa encima. Estaba recargado contra la pared. No me parecía familiar. ¿Acercarme o no? De todas formas ya encaminaba mis pasos hacía él.
— ¿Am? —murmuré a un metro de la desconocida figura.
—Soy yo —salió de la oscuridad y se colocó debajo de un faro. Mi corazón dio un brinco al ver a mi profesor, bueno, ex profesor de defensa. Sonreí de lado, al ver a Remus con el cabello y ropa mojados. Su capa larga le ondeaba con pesadez.
— ¡Remus! —dije, lanzándome a sus brazos. Él me recibió con mucho gusto—. ¿Qué haces aquí? —pregunté viéndolo desde abajo. Su sonrisa era cálida a pesar de que estaba chorreando agua.
—Vine a verte. ¿Estás sola?
—Sí —contesté sin pensar—. Papá no pudo venir por mi ésta vez, así que divagaré por las calles de Londres solita, y de noche, en busca de refugio —hice un puchero con los labios.
— ¡Qué calamidad! —exclamó, risueño—. No puedo permitir eso, no quiero que te expongas a tanto peligros. ¿Deseas que te acompañe?
Matt, dios, Matt, dios. ¡Bones! Viré mi cabeza por encima de mi hombro esperando verlo, pero no. La estación estaba abarrotada. Suspiré. Al cabo lo volvería a ver después. Dirigí la mirada a los brillantes ojos de Remus.
—Sí quiere acompañarme, estaré complacida —él se inclinó y tomó mi baúl. Después me tendió su mano. La miré, y con una sonrisa, la tomé.
—Entonces, andando —murmuró.
Salimos del andén mágico al andén muggle. A pesar de ser de noche estaba lleno de personas, pero no me importaba ninguna de ellas, ya que Remus Lupin iba a mi lado. Él era el centro de mi mundo, y nadie más. Su mano cálida apretaba la mía con firmeza, a la vez que arrastraba mi baúl. Yo le miraba de reojo, y él miraba al frente. Me parecía tan templado y valiente. Tan interesante, y me enternecía le hecho de saber que estuvo esperándome bajo la lluvia.
— ¿Por qué no viniste justo cuando el tren estacionó en vez de esperarme? No te habrías mojado —le dije, mientras subíamos escaleras, fuera de la estación.
—Porque tenía miedo de no encontrarte —su sonrisa se tornó una ligera mueca—. Prefiero llegar antes, que no verte.
No abrí la boca para evitar que un ruidito extraño saliera de ella.
— ¿Dónde te hospedarás? —me preguntó una vez fuera de la estación. La calle estaba oscura, pero los focos de los automoviles, las personas y el mundo daban vida a ese pedazo de calle. Me encogí de hombros.
—No sé —admití, con cierta melancolía.
—Yo me hospedé en el caldero chorreante —siseó, en voz baja—. Sí quieres puedes venir, cobran dos galeones la noche. Y es, bueno, conozco a Tom, el dueño, muy buen sitio.
—Lo conozco, pero no pensé en él —quise darme de topes contra el poste más cercano. El caldero chorreante. ¿Por qué mi cerebro me fallaba? Quizá era por Remus. Noté como mi mano comenzaba a sudar, y sentí pena. Tenía nervios—. ¿Me podrías guiar? —le pedí.
—No pensaba dejarte ir sola —contestó, tendiéndome su brazo—. ¿Nunca antes habías desaparecido?
A pesar de tener dieciocho, yo deserté de esa clase. No me pareció útil. Tenía diecisiete y mucha estupidez ¿Qué esperaba?
—Eh, no —confesé avergonzada.
—Es muy sencillo, después te enseño. Sólo no te sueltes, y quédate quieta, ¿Sí? —asentí—. Bien, sujetate, fuerte.
Lo hice. Remus Lupin era a lo único que podía sujetarme con toda certeza de que jamás me dejaría caer. Al hacerlo, todo se oscureció y tuve la sensación de que mi cuerpo se achicaba y pasaba a través de un tubo. Me faltó la respiración, y justo cuando creí que me ahogaría volvimos a tierra. Él se mantuvo de pie, y sí no me hubiera cogido, habría caído al piso. Era una sensación bastante desagradable.
Estábamos frente al local. Mugriento y ante los ojos de los muggles, solitario. Remus me sonrió.
— ¿Muy malo? —preguntó abriéndome la puerta.
—Pasable —respondí, entrando al local y sujetando mi pecho con ambas manos.
Remus con mi baúl se encargó de conseguirme una habitación. Quise pagar, pero él se negó a hacerlo, y pagó mis dos galeones. Me dio bastante pena, me gustaba que fuese un caballero, pero yo quería pagar también. Con un suspiro, las amas que limpiaban las habitaciones subieron mi baúl a mi habitación.
— ¿Deseas comer o beber algo? —Me preguntó Remus, dándome la llave de la habitación.
—No, gracias —resoplé viendo la llave—. ¿Por qué no me dejaste pagar?
—No es nada, Charlotte —él se contrajo de hombros.
—Sí no es nada, ¿Entonces porque lo hiciste? —Remus abrió la boca—. Ya, pasó. En estos momentos estoy algo cansada, me retiro a mi habitación. Mil gracias, Remus —y sin importarme que hubiera gente alrededor (muy poca, a decir verdad) me paré de puntillas y le besé los labios, y el bigote también. No esperé a que respondiera, sólo subí a mi cuarto. Estaba molida; por el viaje, por las emociones, por mi nueva experiencia. Llegué al número que marcaba mi habitación, entré, cerré la puerta y me tumbé en la cama.
Cerré los ojos, esperando dormirme, pero como no fue así, me cambié a algo más cómodo. El pijama que era una blusa y un pantalón flojo. Volví a tenderme en la acolchada cama, viendo el techo. Abracé una almohada, inquieta. A decir verdad me había dormido casi todo el día, pero estaba cansada. Maldije, porque sabía que tendría insomnio toda la noche. ¿En que podría gastar aquellas horas? No lo sabía, quizá podría escribirle a Matt, o a mis padres para decirles que estaba bien, que llegaba mañana por la mañana.
"¿Y Remus?" Mi consciencia lo llamó. Sonreí de lado, sí, estaba junto a mí. O bueno él había dicho que había adquirido una habitación a lado. Sin pensarlo dos veces, descalza salí de mi habitación para ir a la de él. Como estaba al final, fue fácil dar con ella. Abrí sin tocar, y algo se removió al ver la escena que tenía frente a mí.
Remus Lupin estaba sentado en la cama. La habitación estaba iluminada por una simple vela, y él estaba sin camisa. Por su torso danzaban varias cicatrices recientes; enormes, rojas, de verdad aterradoras. En su mano tenía un botecito, y con la otra se aplicaba con cuidado sobre las heridas lo que parecía pomada. Hice una mueca, cerrando la puerta tras de mí, percatándose de mi presencia.
—Hola —saludó, con una sonrisa—. ¿Necesitas algo? —cerró el tarro de ungüento. Yo me acerqué, observando con detenimiento la escena. Me senté en el espacio libre que tenía la cama, junto a él, sin dejar de ver su maltratado cuerpo. Remus lo notaba, pero no decía nada.
— ¿Duelen? —dije al fin, señalando una que atravesaba su pecho hasta que se perdía debajo del pantalón.
—Sólo al día siguiente de la luna llena —respondió tranquilo—. Lo malo es que dejan marca permanente, y son horribles, ¿no crees? —vi su sonrisa. Estaba llena de inseguridad.
—Sigues siendo el ser más lindo que he conocido, Remus —suspiré.
—Muy amable —susurró con las mejillas rojas—. Creí que estabas cansada.
—Dormí toda la tarde. No tengo sueño, y creo que me ha llegado el insomnio —me abracé a mi misma. En la ventana, la lluvia golpeaba el cristal. Olía a tierra mojada, y me fascinaba ese olor. Remus frunció los labios.
—Presiento que ha visto en mí un modo de desquitar el tiempo, señorita Studdert.
Reí. Era un genio, sin precedentes.
—Has adivinado —murmuré, levantándome para sentarme sobre sus piernas. Su pantalón café todavía estaba húmedo—. ¡Tienes derecho a escoger un premio! —fijé mi mirada en su piel blanca, maltrecha por las cicatrices. Ojalá pudiera compartir la mitad de sus cicatrices, no me molestaría. Alcé la mirada, y noté que Remus no apartaba su vista de mí. Me estremecí, nerviosa.
—Te gusta romper las reglas, ¿verdad? —me murmuró.
—Siempre y cuando sea contigo.
— ¿Te gusto aún con todas mis cicatrices? —Pasó una mano por mi cabello.
—Aunque tuvieras el rostro deforme —dije, atreviéndome a posar una mano sobre su pecho desnudo. Estaba cálido. Subí mi mano hasta su cara, y él cerró los ojos ante el contacto. Me enternecí.
—Me encantas —dijo. Me levanté de sus piernas para moverme a la cama. Tomé su mano, mientras gateaba hasta la cabecera. Tiré de él, y gateó hasta ponerse frente a mí. Me acosté en la cama, viendo sus ojos brillantes, lo único que podía resaltar en medio de mis ilusiones y sueños.
—Eres alguien muy especial para mí —murmuró Remus, subiéndose encima mío. Tomé su rostro con ambas manos y lo acerqué a mí lo más que pude.
— ¿La primera, pero no la última? —le susurré.
Asintió con la cabeza, y sonreí triunfante. Terminó de acortar las distancias, y me besó con suavidad. Lento, disfrutando cada momento. Yo correspondí, pasando mis manos por su espalda desnuda, notando cada cicatriz al tacto. Poco a poco el beso fue cobrando fuerza, Remus lanzaba mordidas a mis labios, y desesperado me apretaba contra el raído colchón de la habitación. Nuestras lenguas se encontraron y danzaron juntas, lo que provocó cierto calor en mi entrepierna. Se separó un poco, agitado, y sonrojado.
—Eres mía —murmuró. Yo le sonreí, sintiéndome desfallecer.
Volvió a acercarse a mí. Nuestros labios se encontraron una vez más, como tanto ansiaba, y ebria de amor lo pegué a mí, halando el cabello castaño de su nuca. Sentía su cuerpo enorme sobre el mío, y me estremecía porque estaba frío. Dejó mi boca para pasar a besar mi cuello. Lancé mi cabeza hacía atrás un poco, con las terminales nerviosas vibrando. Pasó su lengua por mi cuello, y repartió pequeños y rápidos besos sobre éste. Gemí bajito, cerca de su oído, él se detuvo un instante, me vio con fijeza. Le devolví la mirada sintiendo mi piel arder por su humedad en mi cuello. Con mucha pena, bajé mi mano hasta su pantalón y rozando su dura entrepierna, le quité el cinturón, y desabotoné su pantalón. Se lo bajé, y sintiéndome atrevida, acaricié también su entrepierna. Él gruñó por lo bajo, entrecerrando los ojos. Me emocioné al sentirlo y verlo así. Jadee un poco por no poder contenerme, sin retirar mi mano del todo de ahí.
— ¿Te...te gusta? —tenía la garganta seca. Entre abrió la boca; su respiración comenzaba a tornarse agitada.
—Ujum —se limitó a decir. Mordí mi labio, y alentada por su cara, continué con mis caricias en esa parte. Cerramos los ojos, disfrutando del momento. De vez en cuando dejaba pequeños besos en sus labios. Le tocaba con fuerza, dejando de lado la vergüenza, parecía que iba su entrepierna iba a explotar. Lo movía como podía, era la primera vez que así algo así. Tras algunos segundos, donde podía jurar que nuestras respiraciones se oían por todo el lugar, le bajé la ropa interior. Pasé un dedo por su entrepierna, subiendo de forma lenta hasta su pecho lleno de cortes y rasguños. Me incorporé un poco, sólo para besar sus heridas. Su pecho era duro, y sus heridas sabían a sangre. Pasé mi lengua por cada una escuchando un gemido ronco por parte de él.
—Eres perfecto —murmuré volviendo a recostarme, quedando él encima mío. Remus respiraba agitado, parecía que el corazón se le iba a salir. Apretó los ojos, tuve miedo de que se hubiera agitado demás—. ¿Remus? —dije, asustada. De pronto abrió los ojos; azules, locos, excitados, y se lanzó a mi boca con desesperación, repartió mordidas con locura por mis labios. Dolía, pero a la vez me aceleraba más, y más... Me aferré a su espalda, él puso sus manos en mi abdomen, y noté como rasgaba mi blusa, la estiró hasta que se hizo añicos. Gemí alto cuando mordió mi labio, y se quedó prendido a él. Había despertado al lobo. No obstante, él no se conformó con deshacerse de mi blusa, en un movimiento rápido y torpe también se deshizo de mi sostén. Un calor inhumano inundó mis mejillas cuando me vi así, tan frágil y desnuda ante él. Se separó de mi, a la vez que yo me tapaba, fue inevitable.
—Déjame verte —rogó. Con mucha lentitud me deshice del agarre, y noté como su mirada se perdía ahí. En esa parte que nadie más conocía, y ahora era un secreto de sus ojos azules. Sonrió de lado—. Hermosa, como lo supuse.
Me sonrojé con violencia. Remus se inclinó y dejó un beso en cada uno de mis pezones. Solté un gritito agudo al sentir sus labios húmedos sobre esa parte tan sensible de mi piel. Bajó sus besos hasta mi abdomen, y al llegar a mi pantalón con su maravillosa boca, me lo bajó y también la ropa interior. Arquee con ligereza la espalda al sentir sus dientes y lengua rozar mi sexo.
—Algún día, tendrás a nuestros cachorros —murmuró, y dejó un beso húmedo en mi femineidad que me hizo apretar las sábanas de la cama. Remus Lupin era un chocolate en todo sentido de la palabra. Con la respiración trabajosa por las emociones, intenté hablar.
—Re-remus... —él se puso frente a mí, y lo tomé de la nuca para acercarlo a mi rostro. Ambos desnudos, y me sentía en la gloria, con nervios, pero en la gloria—. Hazme el amor.
—Eres tan joven —susurró, plantando un beso en mis labios.
—Déjate de idioteces. Hazme tuya. Ya —murmuré en su oreja, mordiendo su lobulo. Él sonrió, y dejándose llevar se acomodó entre mis piernas.
—Te amo, Remus —dije, él me acarició la mejilla.
—Yo también te amo, Charlotte.
Como sí fuera un sueño. Así estaba. Remus Lupin desnudo frente a mí, diciéndome te amo y a punto de ser uno solo. Sonreí nerviosa, a la vez que un dolor agudo penetraba en mi interior. Era como si una navaja traspasara un pedazo de mi piel. Fruncí el ceño cerrando los ojos y abriendo la boca conforme él se abría paso. Remus se acercó a mi, y besó mis labios con suavidad, distrayéndome así del dolor que me acontecía entre las piernas. Continuó abriéndose paso en mi interior con lentitud y cuidado, hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados uno del otro. Solté un suspiro y lo abracé contra mí, mientras me acostumbraba a aquella nueva sensación, esperando a que el dolor terminara.
— ¿Estás...Estás bien? —su voz ronca denotaba excitación pura.
—Sí —respondí con la misma sonrisa nerviosa—. Sigue, por favor —supliqué cerrando los ojos.
Mi sudoroso ex profesor, suspiró de placer.
Comenzó a moverse de forma lenta, y por alguna razón mis caderas comenzaron a moverse al ritmo de él, deseosas. Remus se acercó a mi cuello donde besaba, yo cerré los ojos intentando dejarme llevar. Me relajé por completo, y poco a poco sentí como la pasión incrementaba. Remus aumentaba el ritmo y mis caderas respondían como locas. Sus dientes se clavaban con fiereza en mi cuello, y mis uñas en su espalda. Era inevitable. Con cada embestida más oleadas de placer llenaban cada terminal nerviosa de mi cuerpo. Clavé con más fuerza las uñas en su espalda, pero no fue suficiente para acallar mis gemidos de placer que me causaba ese lobito.
—Remus —dije entre gemidos—. Remus —clamaba su nombre como sí fuera el de un Dios.
El dolor había desaparecido por completo y sólo había deseo y placer. Quería más, mucho más, así que enredé mis piernas alrededor de su cintura, empujándolo más dentro de mí.
—Oh, Charlotte —murmuró y eso me puso a mil. La cama estaba siendo empapada con el sudor de ambos. Lo amaba, lo amaba demasiado y lo sentía en cada fibra de mi sensible cuerpo.
—Creo que... Moriré —dije con voz demasiado alta porque no sabía modularme en ese momento.
—Entonces... —Remus respiró hondo, y tragó saliva con dificultad—. Llévame contigo porque no sabría...Qué hacer sin ti —jadeó con fuerza, y con más fuerza que antes continuó el ritmo. Yo arquee mi espalda hacia atrás, y ladee mi cuello lo más atrás que tuve, aferré sus brazos con mis uñas, las palpitaciones se hacían más fuertes, todo crecía, el calor llenaba nuestros cuerpos...Más fuerte...Más rápido...Sólo él me hacía sentir tan mujer...Y de pronto, mis terminales nerviosas explotaron en un delicioso festín de satisfacción. Su nombre en forma de grito salió de mi boca al sentir una sensación de máximo placer, dejandonos ir por completo...Por culpa del amor.
Respiración agitada. Él se había dejado caer por completo encima mío. Apenas sí estaba consciente de lo que había ocurrido. Sólo se oía su boca y la mía, respirar, exigiendo aire. Su cabeza sudada, sobre mi pecho todavía más sudado. Pasé mi mano por su cabello castaño, viendo el techo. No dijimos nada, pero ambos pensábamos lo mismo.
¿Duraría para siempre?
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No tomatasos, plz.
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1. ¡El diez fue el cumpleaños de Remus! Feliz cumpleaños Lupin, estás como el vino cab 7w7
2. Japi birday a HillsSWS, te quiero mucho.
3. ¡Es mi primer limon! *corre como loca* Me siento sucia, kdcirles 7n7 espero les guste. Es creo el capítulo que más he tardado escribir de toda mi vida (Tengo jueves, viernes y sábado enteros intentando hacerlo zabrozo)
Y bueno, ya.
PD: Me voy a bañar, me siento sucia x 2. xD
Feliz cumpleaños Remus, x 2.
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