Capítulo 24.


Después de aquel encuentro con el profesor Lupin, me di cuenta de que sí tenía algo que no conocía era una paciencia muy, muy poca. Los días pasaban con ansiedad terrible a pesar de haber sido sólo cuatro los que tuve que aguantarme.  Sí no exploté era porque lo veía en clase todos los días, pero no volvimos a hablarnos. En el salón él era el profesor de D.C.A.O. Y yo el ex-cerebrito de la clase, Charlotte Studdert, y sí digo "ex" es porque desde que lo conocí dejé de lado casi por completo los estudios. Sí, eso era algo que me estaba carcomiendo el alma, pero ¡Era imposible concentrarse con él golpeando mi puta memoria todo el día a todas horas! Sumándole las ansias, la desesperación, joder...

Una noche antes del sábado, me dio un ataque de ansiedad leve, pero lo suficientemente fuerte como para asistir con Madame Pomfrey. Matty me acompañó, en realidad no creí que meritara el tener que visitar la enfermería, pero uno de los prefectos insistió.  Al llegar, me sentó en un camastro y me obligó a contarle que había ocurrido. Como no podía decirle que tenía una "cita" con el profesor lupin que era mi amor platónico, tuve que mentir y decir que los EXTASIS me tenían loca.  Sonriente, me dio una poción calmante. Dudé en tomarla, pero al final lo hice, no quería problemas a tan cercana nuestra cita.

No recordé nada después de eso. Pasé una noche en el olvido; al día siguiente desperté mareada y muy relajada, casi podría decir que estaba drogada. Me encontré en mi cama, bien arropada pero no recordaba como había llegado ahí. Solté un suspiro pequeño, dirigiendo mi vista a la ventana. Aunque estaba todavía un poco drogada, mi sistema nervioso no podía evitar explotar un poco cada vez que recordaba mi cita con él. Salir con el hombre de mis sueños a quien sabe donde, a hacer quien sabe qué era tan hermoso que de sólo imaginarlo podría desmayarme de nuevo. No obstante, en vez de eso me levanté de la cama con lentitud; mis compañeras no estaban. El día afuera estaba caluroso. Fruncí el ceño al ver el sol tan bajo, y observé el reloj en mi pulsera.

¡Las cuatro de la tarde! ¡Joder! ¿Cómo podía haber dormido tanto?

—Mierda, ¡Mierda! —Salí disparada a la ducha con la ropa de dormir puesta. Me metí al agua, y fui desvistiéndome en el proceso. ¡Eran las cuatro! Bien, no habíamos puesto hora para salir, y no creo que fuera necesario, aún así las cuatro era un poco tarde, ¿O no? Bueno, jamás había tenido una cita, así que esperaba se me perdonara el retraso. 

Salí de la ducha con el cabello goteando. Abrí mi cofre y saqué un vestido a flores primaveral que mamá me había empacado. No era la gran cosa, pero me vendría bien estar cómoda. Ser yo. Sí Remus Lupin se fijara en mí, me gustaría que fuese porque soy linda, peinada, despeinada, arreglada o hecha un desastre. No sabía como era él, sin embargo, esperaba que fuera como yo me lo imaginaba. Me cepillé el pelo, y descarté el maquillaje. Me vi en el espejo, solté un suspiro pesado al verme; no era como mi amiga Lizzie; sexy, atrevida, divertida, extrovertida. Sólo era... Yo. Y no sabía sí ser yo era suficiente para enamorarlo.

Tomé mi bolso y bajé a la sala común. Matt no estaba sentado como de costumbre, leyendo el periódico. Igual, no podría pasar el día con él. Vi alrededor, comprobando que nadie me viera, y salí a los pasillos. Estos estaban un poco más abarrotados;  los alumnos lucían sus ropas primaverales, y reían tan alto que quedé un poco más aturdida y con los oídos adoloridos. 

—Sólo, relájate...—me dije a mi misma, echando a andar por los pasillos.

Caminé con rapidez hasta las escaleras. La sonrisa temblaba en mi boca, y justo cuando me proponía a subir a otro piso más, un chico salió del fondo del pasillo; iba agachado, con las manos retorcidas hacia atrás. Fruncí el ceño, aminorando mi marcha, observándolo un poco mejor; iba vomitando un río color verde, con amarillo que olía asqueroso. Al instante mi estómago se revolvió y miré a otro lado. El chico siguió corriendo; detrás de él Fred y Geroge Weasley aparecieron con sonoras carcajadas.

—Bien, Gred, creo que hemos perfeccionado la técnica —se mofó uno de ellos.

—Pobre inocente —negó con la cabeza el gemelo de enseguida. Yo seguí caminando, más sentí su mirada en mí y más tarde, sus voces.

— ¡Oye tú! —uno de ellos me tomó el brazo.

— ¿Yo? —dije, aterrada.

— ¡Sí, tú! —dijo el otro, tomando mi brazo restante.

— ¿Qué quieren? —me detuvieron y se pusieron frente a mí. No eran feos, e incluso su cabello pelirrojo me parecía bastante simpático y atractivo. Suspiré, cruzándome de brazos.

—Lo que viste no lo hicimos nosotros —dijo, quizá Fred.

— ¡Exacto! 

—Pero sí los escuché diciendo que habían perfeccionado no sé qué —Sonreí un poco, al ver sus caras de terror.

—Bien, tienes cara de pajarito de McGonagall —el gemelo de mi izquierda se cruzó de brazos—. Fred, hay que sobornar a la testigo.

Me desesperé; tenía poco tiempo, pero igual quería  ver como intentarían sobornarme.

— ¡Ya sé, mi querido George! —Fred se metió la mano al pantalón y sacó una caja, dándomela—. Escucha, debes considerarte suertuda...

—Mucho muy suertuda —dijo George.

—Ya que tú serás la primera en tener caramelos gratis de los que nuestra madre suele darnos —Fred colocó en mi mano la caja de color negro—. Y sí eso no es suficiente...

—Puedes tener una cita conmigo —siseó George.

—O conmigo, muñeca —Un guiño salió de sus ojos castaños.

No sabía si sentirme halagada, o algo por el estilo. Sonreí de lado, guardándome los dulces en la bolsa de mi vestido.

—No diré nada, chicos. No se preocupen —dije, con una sonrisa—. Me pensaré lo de la cita, pero llevo apuro hoy, así qué...

Ambos se hicieron a un lado para dejarme pasar, y al caminar hicieron una reverencia. Solté una risita, inevitable. Eran divertidos.

— ¡Hasta luego, noble dama! —Se despidió Fred, o quizá George.

Continué con mi camino a pasos más rápidos. No quería revisar mi reloj porque quizá me toparía con una desagradable sensación de que voy muy tarde, y él no me recibiría. Me toqué la caja de dulces, y sonreí; le había quitado a los gemelos Weasley una caja.  Ellos que amaban tanto sus dulces se habían desprendido de los más deliciosos para callarme. Negué con la cabeza, mientras doblaba una esquina en el pasillo final de mi recorrido. Al fondo, la puerta que mas ansiaba ver se entre abría. Sonreí y me lancé casi corriendo, más tuve que controlarme cuando estuve a pocos pasos de entrar. Respiré y conté mentalmente hasta diez.

Abrí la puerta, con el "Buenas tardes, profesor, disculpe la demora pero mi amigo me entretuvo. No se preocupe, ya estoy aquí así qué hablemos de lo nuestro" atorado en mi garganta, más al entrar, no vi a nadie. Ni detrás del escritorio, o en alguno de los pupitres. Mi sonrisa se borró, y mi ceño se frunció; ¿el profesor me había mentido? ¡O peor! Se había cansado de esperarme. Mi corazón se estrujo, pero cuando creí que iba a llorar, en el piso superior se escuchó una banda sonora. Reconocí la canción, ya que era de Frank Sinatra. Sonreí de lado, a lo mejor no me había escuchado tras tanto ruido. Me alisé el vestido y subí las escaleras. No podría tocar ya que no me escucharía, así que abrí la puerta dispuesta a pedir una disculpa; más, al abrirlo él no estaba ahí, pero el sonido provenía de ese lugar. Escudriñé con la mirada, y en poco tiempo encontré otra puerta. Supuse que era la de su dormitorio...El solo hecho de pensar que era su dormitorio un escalofrío recorrió mi espalda. Negué con la cabeza, y atravesé el despacho para abrir la otra puerta. 

Al abrir la música me golpeó con fuerza ¡Estaba alta! Pero no era molesta, porque la melodía estaba compuesta por violines y trompetas. Sonreí viendo el lugar; una mesa de noche con varios libros, una enorme ventana que daba a los jardines, una cama pequeña y de madera es lo que más sobresalía. No obstante, frente a la ventana había una pequeña mesa cuadrada cuya superficie soportaba una tetera, había dos sillas una frente a otra con la mesa en medio . Mi profesor estaba sentado en una de las sillas, con una taza de té o café en sus manos. Su mirada era melancólica, y veía a la pared que tenía frente con fijeza. Era un momento triste, y un hombre triste que sufría en silencio.

—Profesor...—dije para atraer su atención. Él giró un poco su cabeza tras varios segundos, dedicándome una sonrisa de lado.

—Pasa, Charlotte —se levantó y acercó al tocadiscos bajándole un poco al volumen. Yo me acerqué con timidez hasta la mesa de madera simple, y tomé asiento en la silla que había frente a él.  Los nervios querían aflorar pero me calmé cuando él tomó asiento de nuevo. Colocó una taza frente a mí.

— ¿Chocolate? —Me preguntó, tomando la tetera. Fruncí el ceño, ¿De verdad tomaba chocolate? 

—Eh, sí, por favor —respondí con una sonrisa de lado. El profesor sirvió con cuidado el líquido humeante y de dulce aroma.  Por un instante me olvidé de que estaba con él, pues sólo tenía ojos para la taza. La tomé y me la llevé a los labios cerrando los ojos de placer. Di un buen trago y al bajar la taza, noté la mirada azul del profesor mirarme de forma insistente, tanto que logró incomodarme. Me pregunté que me miraba tan sonriente. Pasé el chocolate, y sonreí de forma torpe.

— ¿Hay algo en mi cara? —Pregunté, castigándome por esa estúpida pregunta.

—No —dijo con voz suave—. Es sólo que me sorprende verte aquí, tan linda —Se quedó serio un momento, tosió un poco y añadió—: Quiero decir, mira —señaló la ventana; el sol se ponía justo frente a nosotros, dejando poco a poco la habitación oscura—, ya casi oscurece, y creí que no vendrías. Te hubiera dado toda la razón de no haberlo hecho...

Mordí mi boca, sintiéndome levemente mal. Pero volando al oírlo decirme "Linda" 

—No, sí quería venir, pero —moví las manos, intentando darme a entender—. Pero me quedé dormida, y los Weasley me entretuvieron en el camino... Pero jamás le fallaría, profesor, se lo juro que jamás, jamás...

—Eso le dijo un mejor amigo a uno de mis amigos... Ahora él está muerto porque fue traicionado —objetó, tomando la taza entre sus manos. ¿Acaso me reprochaba mi llegada tarde? Fruncí con levedad la frente, intentando relajarme. No debía perder el juicio, no había porque arruinar nuestra cita...

— ¿Estoy perdonada, profesor Lupin? —Pregunté, tomando mi taza y sintiendo el calor de ésta en mis manos frías.

—Sí, Charlotte —sonrió de lado—. Ahora, te preguntarás que hacemos aquí.

Sí, me lo pregunto, pero me preguntaba más que haríamos más tarde.

— ¿Qué hacemos aquí, profesor?

—Hoy es nuestro día libre, Charlotte, así que te pido me llames por mi nombre —sonreí inevitablemente— ¡Pero! —elevó un dedo índice—, sólo hoy, ¿de acuerdo? 

—Como digas, Remus —Al oír su nombre, un leve rubor cubrió sus mejillas. Quería llevar mis manos y tocarlas, pero me contuve. Frank Sinatra seguía cantando al fondo, y Remus pareció perderse un momento en la letra de la música. No obstante, yo me perdía en su nombre. R.E.M.U.S. Era como un micropoema, una canción dulce y mía. Remus el nombre que se hizo para que yo idolatrara y adorara.

Mi profesor se puso en pie y se sentó en su vieja cama. Parecía perdido en la música, y yo no quería interrumpirle, más con un dedo me señaló que me sentara junto a él, y así lo hice. Me alisé el vestido y me senté muy cerca de él, mi rodilla rozaba la suya, y mi mano estaba a centímetros de las de él. Sin embargo, su mirada estaba lejos, en otro mundo, muy lejos de mí.

—Quiero hacer un trato contigo —Murmuró después de algunos segundos. ¿Un trato? Alcé la ceja, curiosa.

—Escucho —respondí, jugueteando con los dedos. Él cerró sus ojos un momento, para después fijar su mirada en mí.

—Charlotte, he estado pensando... Y siento que esta situación es dañina para ti, para mí... Sé que se siente lindo cuando una persona muestra interés por ti, yo lo padecí, y sabía que lo volvería a padecer, pero... No es sano —una de sus enormes manos tomó la mía, que era mucho más pequeña, acunándola con cariño—.  Sé que Bones es un buen amigo tuyo, y no sólo eso, sino que también es un excelente, excelente alumno... Por ello, y para no dañarnos más, estoy dispuesto a que él te de la clase de Defensa contra las artes oscuras, y yo... Por mi parte tendrás un Extraordinario o Supera las expectativas en tu EXTASIS, pero... No hay que volvernos a ver jamás.

Me quedé fría por varios segundos. Mi mente en blanco, todo mi mundo dio una vuelta que me dejó aturdida. Su mano enorme apretó la mía, y sentí calor, pero ese calor no me ayudó a calentar el frío que embargaba con bastante rapidez a mi corazón. ¿No volvernos a ver? ¿Nunca más? ¿Para siempre? Abrí la boca, pero no salió nada de ella. Él se mantenía impasible, como sí no sintiera el mismo dolor. Y claro que no lo sentía, porque para sufrir dolor, primero habría que pasar por amor y él... Él era claro que no lo tenía.

— ¿Estás bien? —Me preguntó después de un minuto en silencio. Yo asentí, obligando a mi mente trabajar con presteza; quizás... Quizás tenía una sola oportunidad, y esa era la que transcurría en ese mismo instante. Porque una cosa era decir, y otra querer... Quizás él tenía una pequeña chispa de querer hacia mí. Con ésta pequeña esperanza, comencé a urdir un plan, pequeño e inútil, pero un plan.

—Estoy de acuerdo, profesor —suspiré al fin, calmándome—. Pero, yo también quiero algo de éste trato —él frunció el ceño.

— ¿Algo de éste trato? 

—Sí... Sí lo que usted quiere es ya no verme más, está bien, lo entiendo. Obedeceré, pero yo quiero algo a cambio.

—Bueno....—dudó un momento—. Está bien, ¿Qué necesitas, Charlotte?

—Quiero abrazarte —Contesté, justo cuando el disco llegaba a su fin y la música se  apagaba; afuera el sol hacia mucho que se había puesto, y la habitación estaría en penumbras, de no haber sido por la veladora que él había tenido encendida al llegar yo—. Abrazarte y quererte por el resto del día.

La mano de Remus se aflojó. Sonreí internamente; eso no se lo había esperado. Aproveché su aparente confusión para apretarle la mano con algo de fuerza. Más, como él era dueño de sus sentimientos, no duró mucho tiempo sorprendido. De forma paulatina, su cabeza asintió.

—Hasta las nueve —dijo con voz ronca.

—Hasta las nueve —Aseguré, con una corta sonrisa en los labios. Sus ojos azules despedían destellos brillosos que la luz de la vela hacía notar más. Ahora, había que hacerlo lo más ameno posible—. Profesor Lupin, creo que el disco de Sinatra ya ha expirado —comenté con una risita, ridícula que me sentí. Él abrió los ojos, y asintió lentamente.

—Tienes razón —respondió, sonriendo—. Sí, pondré otro, tengo una colección muy vasta... ¿Alguien en especial? —Se levantó, y yo aproveché para acostarme en un costado de la cama. Era una invitación que debía aceptar, sí o sí, pero no para hacer cosas malas. 

—Hum... ¿Elvis Presley? —dije, recargando mi cabeza contra la almohada.

—Tienes suerte, tengo muchos del Rey —Se inclinó y tomó un enorme disco de vinilo, sustituyendo al gran Sinatra. A decir verdad, Frank tenía canciones geniales, no obstante, Elvis también, y esa noche tenía ganas de Rock suave y tierno. Mi profesor cambió los discos, entre tanto yo lo miraba; podría acostumbrarme a verlo así, desde una cama, todas mis mañanas y noches por el resto de mi vida. Sonreí sintiendo las mariposas renacer de las cenizas, y éstas comenzaron a revolotear cuando se sentó en la cama. Elvis comenzó a sonar un poco después; lento y pausado, reconocía la canción, Always on my mind.

—Profesor, ¿Por qué no me acompaña? —Sí Lizzie podía ser sexy, o por lo menos, atrevida, ¿Por qué yo no? Remus giró la cabeza, y me observó con una ceja alzada.

—Bien —accedió sin poner un sólo pero, lo que era genial. Remus Lupin se recostó a mi lado. Todo su cuerpo se colocó junto a mí. Al principio estaba un poco tenso, pero poco a poco se fue aflojando y relajando. Yo lo miraba; miraba su pecho subir y bajar al compás de su lenta respiración; su cabello castaño alborotado; su mirada perderse tras sus parpados, escuchando la canción y parecía disfrutar del momento. Sonreí, porque era como en mis sueños... 

  And i guess i never told you
I'm so happy that you're mine...

Elvis cantaba con su grave voz el final de la canción, lo que me dio fuerzas para acortar la distancias entre él y yo; me acerqué y lo abracé, recargando mi cabeza en su pecho. Pasé uno de mis brazos por su pectoral hasta tocar su cuello con mis manos donde acaricié una abandonada cicatriz con mis dedos. Formé un puchero cuando la canción terminó y sólo se oyeron nuestras respiraciones acompasadas en la misma sinfonía.

Elvis volvió a cantar. No sabía sí mi profesor seguía con los ojos cerrados, pero yo no; yo veía la pared perdiéndome en la letra de la canción. Mi oído escuchaba los latidos rápidos de su corazón, y me preguntaba sí el mío se escuchaba igual. Y después, me pregunté muchas más cosas, más al final ninguna tuvo respuesta. Con atrevimiento tomé de nuevo su mano, sabiendo que él no pondría de su parte en el asunto.

—Remus.

—¿Hm? —su voz hizo vibrar su pecho, lo que provocó un escalofrío en mi espalda.

— ¿Te has dado cuenta de que tienes una mano enorme, y yo una mano pequeña? —sonreí, ante las tonterías que decía embriagada de amor—. Pero encajan a la perfección... Es como sí estuvieran hechas sólo para entrelazarse, ¿No lo crees? —Alcé mi rostro para verlo; sonreía de lado, aún con los ojos cerrados.

  Never let me go.
You have made my life complete,
and I love you so...

— ¿De verdad me odias tanto como para no responderme? —Pregunté, sintiéndome un poco mal, aunque todavía decidida.

—La verdad, escuchaba a Elvis —Pasó sus brazos por encima de mi espalda, aplicando fuerza, pegándome contra él en un fuerte abrazo—. ¿Mejor?

—Un poco —admití, algo desolada.

Decidí quedarme callada, escuchando la música entre sus brazos. La verdad es que yo era tan tonta, ¿Cómo pude creer que algo pasaría entre nosotros? Necesitaba un golpe de realidad, y la realidad era de que él quizá ya estaba enamorado,  de que todo eso lo hacia por compasión y más nada... Una lágrima corrió por mi piel, mientras volvía a recargar mi cabeza en su pecho. Observé la ventana; la noche era estrellada, con mucha luz y hermosa...

  Love me tender,
love me dear,
tell me you are mine.
I'll be yours through all the years,
till the end of time.  
 


—Charlotte —dijo él de pronto.

— ¿Sí? —Alcé mi rostro, con lentitud. A lo mejor quería que me fuera ya, y eso haría sí me lo pedía.

—Te quiero pedir un favor —murmuró, apretando los ojos. Dispuesta a irme, solté un suspiro.

—Dime. 

—Quiéreme  tiernamente, hoy —suplicó, abrazándome con más fuerza—, hoy es nuestro día libre, el único quizás...Hazlo, por favor... Quiero un abrazo tierno, un beso tierno, y... Quiero que lo hagas —abrió sus ojos lentamente, topándose con los míos—, ¿Podrás? 

Por toda contestación, me acerqué a su rostro y rocé nuestros labios con timidez, pero él, algo desesperado, puso su mano en mi nuca y terminó por fundirnos a ambos en un solo beso. Cerré los ojos, solté un suspiro, y pasé mis manos a su nuca, enrollando mis dedos en su cabello canoso, sintiendo como la mano que tenía en mi espalda se movía de arriba hacía abajo, causándome leves espamos en todo mi cuerpo; su boca sabía a chocolate dulce, y todo él era chocolate. Sus labios se movían ansiosos contra los míos, desesperado por algo que desconocía. Me tomó y en un movimiento suave me volteó, quedando él encima mío; su cuerpo emanaba calor, y era tanta mi emoción que sólo acertaba a clavar mis dedos en su cuello, con la respiración ahogada por un beso tan violento pero dulce.

Sus labios se despegaron de los míos, y pasó a dejar leves besos en mi mejilla, y bajó un poco a mi cuello, haciéndome temblar. Más, sus labios se despegaron al llegar a esta parte de mi piel; Elvis se había callado hacía mucho y ahora sólo estaba nuestra respiración agitada. Abrí los ojos, con timidez, encontrándome con un Remus agitado y muy despeinado, ¡Merlín! Se veía más sexy que como había imaginado.

—Remus, yo...

Me calló con un beso corto. Se despegó y de mí y acercó sus labios en mi oído.

—Ya son las nueve —susurró en mi oído con su voz de terciopelo—. No quiero volver a verte después de esto.

Se levantó de encima mío, y caminó hasta la puerta de su alcoba, se volteó a verme como despidiéndose de mí, y se fue sin más. 

Sin saber siquiera que me había construido y rompido en un sólo instante.



---


Chiks, aquí esta su cap, disculpen la demora.

Y sí está poco romántico, disculpen también, yo jamás he escrito amor u.u Es mi primera vez, yas.


¿Les gustó? Espero y sí!

















Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top