Capítulo 21


Es como sí el aire de pronto hubiera dejado de existir para mí. Como sí el cielo azul se hubiera escapado para siempre y en su lugar hubiera dejado grises nubes cargadas de lluvia y de nostalgia. Todo parecía haber perdido el sentido, y las mariposas que antes sentía a cada momento habían sido fumigadas por las palabras de él. Me levantaba y la desesperación por verle seguía allí pero las fuerzas para expresarla se habían escapado y yo no quería hacer nada por recuperarlas.

—Quizás es mejor así —comentó Matt un mes después, durante el desayuno. Después de intentar reanimarme, después de darme noticias del Quidditch y los artefactos del momento, de traerme mis libros favoritos. Y de intentar hacerme reír. A veces me preguntaba ¿Tan mal me veo?

—Quizás —respondí. También pensaba que a veces dramatizaba en exceso, muchas mañanas me levanté con la mentalidad de intentar sonreír, pero al ir al gran comedor mi sonrisa se esfumaba porque él estaba sentado ahí. Desayunando tranquilamente, como sí nada, como sí una estudiante del séptimo grado no lo estuviera acosando. Y yo ahí, aunque no quisiera admitirlo, sólo iba a desayunar, comer y cenar para que él me viese, para que me notara. Suena patético, pero necesitaba que él me consolara de sus propias palabras. Quería abrazarlo aunque él no quisiera, y quería hacer muchas cosas

Pero por supuesto, qué él jamás iba a querer.

—Charlie... ¿Sabes qué día es hoy, cierto? —Me preguntó Matt. Yo lo miré con cara de "¿Es en serio?" No podía recordar mi nombre, ¿Quería que recordara el día y el mes en el que estamos? Matthew sí que esperaba mucho de mí aún.

—No... —Contesté de todas formas. No sabía que día era, y no me importaba. Sólo sabía que era el día número treinta y cuatro después del mejor y peor día de mí vida. Já.

— ¿Lo dices en serio? —Preguntó incrédulo alzando una ceja.

—Sí, Matthew. ¡Lo digo en serio! —Respondí algo desesperada. Otra cosa que había perdido: La paciencia. Él me tenía mucha aún, así que como buen amigo me respondió tranquilo.

—Es tú cumpleaños número... ¿Dieciocho? —Era cierto. Era mí cumpleaños. Cielos, hasta eso se me había olvidado. Asentí ¿Qué más podía hacer? — ¿Feliz cumpleaños? —Me preguntó algo dudoso.

—Gracias. Aunque ni tan feliz —Suspiré y piqué una vez más mí tocino. No me lo podía llevar a la boca sin sentir repulsión. Hasta el apetito había perdido. Y es por eso que siempre prometí no enamorarme. Charlie, niña mala que no cumple sus promesas.

—Charlotte... Esto se está saliendo de control ¿Sabes? —dijo serio. Y muy serio, porque sólo me llamaba por mi nombre cuando de verdad estaba enfadado, molesto, o triste. Lo conocía a la perfección.

—No, Mattie, no se está saliendo de control —Él frunció el ceño sin entender— Se salió de control desde hace mucho tiempo —Me apresuré a aclarar.

— ¿Cuándo?

—Cuándo él puso su sonrisa perfecta y dijo "Soy el profesor Remus J. Lupin" —respondí y bufé mordiéndome un labio sin poder evitar dirigir mí vista hacía la mesa del profesorado, hacía él. Acababa de volver de algún lugar, desapareció como siempre lo hacía por unos días y luego volvía como sí nada. Aunque más cansado después de cada salida.

Ya había sacado yo mi teoría de porque se iba.

"Va a ver a su familia" Pensaba, en serio. Sé que él decía que era soltero, y parecía que era soltero, pero quizás sólo era una fachada en Hogwarts. No había otra explicación posible.

Y quería que la hubiera, porque el sólo hecho de pensar de que él se iba a ver con su esposa. Esposa. E.S.P.O.S.A. Me ponía mal.

Mejor dicho, me enfurecía bastante. El hecho de que la besara, como me gustaría que me besara a mí. Que la abrazara, como me gustaría que lo hiciera conmigo. Que le hablara bonito...

Como me gustaría que lo hiciera...Conmigo, claro.

Matt dijo que quizás sólo iba a Londres por algunas cosas que necesitaba Hogwarts y se devolvía pronto. Reí, y reí sin parar con esa teoría. Porque estaba claro, que yo no era la única que podía fijarme seriamente en él. Porque ya no abundaban los hombres sensibles, educados, locos por el chocolate, bonitos y diestros con la varita.

Definitivamente, no.

No sólo por eso, sino porque me había estado fijando y después de cada clase de D.C.A.O. Con los de Séptimo, las de quinto se escurrían a él pues siempre tenía hora libre después de nosotros. Siempre.

Y ahí estaba yo, fijándome en los bonitos grilletes y moldes de la puerta de su salón. Mejor dicho en la chapa mágica antigua que se cernía en ella, sólo me fijaba en los adornos, pero era imposible no mirar dentro de la cerradura y ver a ese grupo de chicas alrededor de su escritorio, coqueteándole.

Descaradas.

Y cuando le conté a Matthew de mi loco acoso, enloqueció.

—Deberías ir con el psicólogo.

—No quiero.

—Madame Pomfrey...

—Tampoco.

— ¿Entonces?

— ¿Entonces? —Repetí mirando fijamente el techo de la sala común.

— ¿Qué vas a hacer con ellas? ¿Las vas a quemar? —Preguntó aun mirándome. Yo me encogí de hombros.

—No. Simplemente... Dejaré de pensar en él. He llegado a mis límites y ya no puedo —Él sonrió ante mi determinación.

—Eso es.

Pero nunca fue.

Creo que pueden pedirme lo que sea. Que me enfrente a un dementor, qué me manden a buscar a Sirius Black o que me quemen viva. Lo que sea. Pero olvidarlo, jamás.

Pero podía fingir que ya no me interesaba. Decidí darme por vencida, y dar por hecho que el único EXTASIS Qué no iba a pasar, era el de él. Creo que desde que empezó el ciclo podía deducir eso. Más que por no poner atención (a su clase, no a él) Supongo que es porque es una materia que simplemente no se me da, ni se me iba a dar.

Gracias a Merlín, la Medimagia no necesita tanta defensa contra las artes oscuras. Simplemente buenas notas en todo lo demás.

Así que desde aquel incidente en el baile, no volví a pisar el salón. Jamás.

No importaba sí lo notaba, o no.

Sí preguntaba por mí, o no.

Sí regañaba a Matt por mí, o no.

(Bueno, sí, si importaba)

Pero intentaba ocultarlo. Más que por mí, por Matty que se preocupada tanto por mí. Era un buen chico, y todo, no se lo merecía.

—Charlie... ¿No ibas a hacer una gran fiesta por tú cumpleaños? —Me recordó el rubio mientras atravesábamos un pasillo hacía encantamientos. Matthew sí que estaba gracioso hoy.

—Claro, Matt. En mí habitación ésta noche, no te olvides de llevar a tus amigos —respondí con sarcasmo. Él sonrió, era lo bueno, que jamás se ofendía con mi sarcasmo débil.

—En serio.

—Pues ya no hablé con mamá sobre el asunto, y no tengo muchas ganas —contesté mientras me pasaba una mano por el cabello. Él compuso una mueca.

—Charlie, venías preparando tú fiesta de dieciocho desde que cumpliste quince —Me recordó. Sí que era cruel conmigo. Me encogí de hombros.

—Matt, no quiero nada más. ¿Sí? Las ganas se me fueron y yo... Pues estoy aquí y no pienso irme sólo por una estúpida fiesta, además Lizzie era la que organizaba, se fue y se desorganizó todo, ahora entra o McGonagall nos dará con un libro a ambos —Respondí. Él simplemente asintió y la puerta se cerró tras de nosotros. A tiempo para la clase.

Ese era otro asunto inconcluso: Lizzie

Y gracias a Matt me perdí una hora de encantamientos porque mi mente no paraba de pensar.

No sabía cómo actuar cada que la veía. Era muy incómodo, pasar de hermanas a completas "enemigas" y digo eso porque yo no tengo nada contra ella. ¿Y qué sí esparció un rumor? No duró nada, tan pronto como lo dijeron fue olvidado, cosa que agradezco demasiado.

Dolía tanto o más como lo del profesor Lupin.

Recibimos nuestras cartas, juntas.

Compramos nuestras cosas, juntas.

Cada cosa, cada momento, cada palabra, siempre juntas.

Tenía un nuevo novio. Cuando se lo vi por primera vez, intenté acercarme a ella y hacer la acostumbrada broma sobre los novios. Pero cuando me acerqué, me alejé con rapidez. No podía hablarle, porque sabía que me respondería mal. Cortante. Y no quería pasar por esa experiencia, porque terminaría molesta o peor, más deprimida.

De ahora en adelante, cada vez que alguien dijera "Enero" Yo sólo pensaría en depresión, tristeza, amargura, y mucho dolor. Porque fue el mes en que me di cuenta de que yo para él sólo era una alumna más. Y también porque fue el mes en que nací. Porque fue el mes en que conocí el desamor. Y supe lo que era estar sin mejor amiga a tu lado para consolarte. Pero gracias le doy a Dios por Matt.

Quiero que Enero sea recordado como la fecha en que mi corazón se rompió. El mes en el que terminé rota.

La campana sonó y me sacudió por completo. Era hora de otra clase. Bueno, para los demás, porque era D.C.A.O. Y eso sólo podía significar una cosa: Hora de irse al lago a leer. O pasear. O hacer cualquier otra cosa.

—Vámonos, Charlie —Me dijo Matt. Yo lo miré con una ceja alzada. ¿A dónde íbamos?

— ¿A dónde?

—A clase.

—Tú sabes que yo no entro a D.C.A.O. —Le repliqué tranquilamente. Él sonrió asintiendo.

—Eso lo sé, pero ¿Te molesta encaminarme? Sólo hasta el pasillo. Es qué... —Y se acercó a mí un poco apenado— Desde ayer, Zack y sus amigos sólo gustan de molestarme. Creo que porque no le hiciste caso... —Bufé. No, no estaba molesta por acompañar a Mattie, sino qué me molestaba que le molestaran a él.

Inmaduros.

—Claro, vamos. Y sí lo veo, le daré la reprimenda de su vida —Claro que se la daría y con mucho gusto, así podría desahogar todos estos sentimientos con justa causa.

Me levanté y caminamos por los pasillos aún abarrotados de alumnos. Poco a poco comenzaron a vaciarse, justo cuando dábamos vuelta para el pasillo donde estaba el salón de él, el último alumno de nuestra casa entraba al salón. Suspiré aliviada, no molestarían a mí amigo.

—Creo que hoy no hizo falta, pero sí te molesta a la salida, corre conmigo. —Le aconsejé. Él asintió sonrojado y apenado. Lo entendía aunque no pareciera.

—Gracias, Charlie —susurró y salió volando hacía el salón. Le devolví la sonrisa, un poco forzada. Como la mayoría de aquel día. Lo vi entrar al salón, y después me di media vuelta para alejarme. Tenía que escapar de muchas cosas.

Mis pensamientos, Filch, y claro, Peeves. Sin contar a los miles de profesores con sus miles de horas libres. Era una osadía

Pero valía la pena, además era emocionante.

—Señorita Studdert —Escuché a mis espaldas y me detuve en seco.

No era Filch.

Ni Peeves

Creí que mis pensamientos, pero no.

Tampoco eran esos.

— ¿No me escucha, señorita Studdert? —Resonó de nuevo esa voz. Claro que le escuchaba, más que eso, le entendía e inclusive estaba por girarme para darle cara. Pero no podía. No tenía fuerzas para lo que fuera venir después.

No, definitivamente no las tendría.

—Le exijo que se de la vuelta de inmediato —Dijo Remus Lupin con voz autoritaria. Y entonces al oírlo hablarme así encontré algo que me daría más que fuerzas: Coraje.

¿Primero mi corazón y después mis tímpanos?

Ja, soñaba sí creía que era una estúpida que se dejaba lastimar tanto. Me di la vuelta y me enfrenté a él después de un mes sin verle la cara. Después de un mes de arduo sufrimiento y de insomnios con su nombre y huella.

Después de un mes de extrañarlo tanto.

Sus ojos azules me miraban fríamente. Parecía molesto, y bueno no había mucha causa para molestarse conmigo.

—Diga usted, profesor Lupin —Respondí cortésmente. Seguía siendo mí profesor y además, él bailó con Honey.

Él le rompió el corazón a Honey. No a Charlotte.

—Señorita Studdert... ¿Puede explicarme que significa su ausencia en mi salón, estando tan próximos a los exámenes? —Interrogó acercándose a mí. No, no quería que se acercara. Podría hacer muchas estupideces.

Como golpearlo. Pellizcarlo. O Abrazarlo.

Me encogí de hombros.

—Simplemente, me di por vencida. D.C.A.O. No es lo mío, profesor Lupin. Y nunca lo fue, y jamás lo será —Dije, intentando quedarme en mí sitio. No me iba a mover sólo porque se acercara con bonitos ojos y amenazadores labios. Ah, ah.

—Pero sí se veía muy interesada en la materia, señorita Studdert —Y de pronto me sonó como sí estuviéramos hablando sobre algo más que "La materia" Sonreí fríamente, él no merecía en éste momento una sonrisa bonita.

Sí, lo estaba castigando. (Cómo si le importara mucho)

—Sí, tiene razón. Se veía muy interesante... Pero conforme la fui conociendo, me di cuenta de que eran cosas demasiado... Sencillas.

— ¿Sencillas? —Preguntó con rapidez. Un tono ligeramente de ofensa detecté en él. A veces me preguntaba si Honey en realidad era del todo un misterio para Remus Lupin. Pero daba igual.

—Sí, sencillas.

—Sí son tan sencillas, ¿Entonces porque abandonó?

Por tú culpa.

—Porque... Son desesperantes, no lo voy a negar.

— ¿Desesperantes? —No pude evitar resoplar.

¿No se estaba escuchando?

—Sí, desesperantes. Me desespera que sean tan fáciles, pero que las personas las hagan ver difíciles. No necesito ir a su clase, de eso me di cuenta. Me va mejor sola.

Ups.

Sus ojos me miraban fijamente, y después de unos segundos asintió.

—Bien.

¿Eh?

— ¿Bien?

—Sí, está bien. Está usted ya grande, y sabe lo que hace... —Suspiró y luego se echó las manos a la bolsa. Como solía hacerlo— Espero que haya disfrutado un poco aunque sea su estadía en mi clase. Y una disculpa, sí no le gustó para nada. Buen día —Dijo y se fue.

Se fue. Y mi corazón con él.

Mi voz se atoró en mi garganta. Quería llamarle, que se devolviese, quería chantajearlo.

"Un abrazo y regreso a su clase, mi favorita" Y aún sin abrazo, era mi clase favorita.

—Remus... —Susurré, pero él ya se había ido.

-

Irse.

Odiaba esa palabra.

¿Lo había lastimado?

E inmediatamente, una risa mental se desató. ¿Cómo lo iba a herir sí ni siquiera le importaba? Supongo que sólo se sintió un poco mal de que alguien desertara, quizás sólo se decepcionó ligeramente (muy ligeramente) de qué no pudo mantener a una de sus alumnas en clase como tenía planeado. Era un excelente profesor, no era su culpa.

La culpa era mía, de mí inmadurez e incapacidad para superar las cosas.

Sí, eso. Pero no se lo iba a decir. Y tampoco lo iba a admitir, ¿Cree qué por venir y poner ojos de gatito lindo lo voy a perdonar? Já.

No fui al resto de mis clases. Y tampoco quería hacerlo, estaba demasiado mal para moverme. Por el contrario: Me quedé todo el día en mí cama. Quería irme, y no volver. Quería ser esencia. Y no sentir más éste estúpido dolor que se encajaba en el lado izquierdo de mí pecho. Yo pensé que "el dolor del corazón" era una estúpida metáfora. Pues no, porque dolía y dolía en serio. Dolía cada vez que una lágrima quería salir. Dolía cada vez que Remus Lupin o Lizzie asaltaban mí mente. Dolía a cada segundo. A cada momento. A cada instante.

Y era demasiado desesperante para mí, que jamás había sufrido por nada. Por nadie.

Mi habitación estaba oscura. Mis compañeras seguro seguían cenando en el gran comedor. Y cuando llegaran, me iría. Lejos, a la sala común (qué es lo más lejos que puedo llegar)

Cerré mis ojos e intenté quedarme quieta, a ver sí así dejaba de punzar el corazón. Pero no, ése maldito traidor seguía moviéndose por ojos azules y olor a chocolate. Lo odio. A pesar de ser mío. Bueno, literalmente. Porque técnicamente, era de Remus John Lupin.

De pronto las luces se encendieron y creí que mis tontas compañeras habían vuelto. Pero al abrir los ojos, vi a Matthew. Estaba serio y me miraba fijamente.

—Hola Charlie —Saludó. Sabía que no me gustaba que me tuvieran compasión en aquellos momentos. Y le agradecía ser tan perfecto conmigo.

— ¿Qué pasa, Matthew? —Pregunté sentándome en la cama y fingiendo la voz. Él se encogió de hombros.

—Nada... ¿Cómo estás? —Interrogó. Me encogí de hombros, no le iba a decir que echa pedazos porque, bueno, en realidad aún no lo estaba.

Aún.

—Bien, disfrutando de mi holgazanería —Respondí con una sonrisa. Él sonrió y asintió.

—Me gustaría probarlo alguna vez, dicen que es relajante —Asentí. Después nos quedamos en silencio algunos segundos. Seguro que pasaba algo. Conocía esas visitas repentinas de Matthew Bones.

— ¿Pasa algo? —pregunté de nuevo. Él negó.

—Nada importante... Sólo... te mandaron algo —Respondió. Fruncí el ceño. ¿Algo? ¿Quién? —Toma... Vuelvo más tarde... Debo de hacer los deberes —Dijo y me tendió un sobre. Reconocí la pulcra letra aún de lejos. Lo tomé sin decir nada, y esperé a que Matt se fuera para verlo fijamente.

No quería leerlo.

Bueno, sí quería, pero no podía. ¿Qué diría? ¿Me estaría regañando más?

No quería más regaños.

No podía con más regaños.

Suspiré y lo abrí, armándome de valor.

El valor que tuve que juntar durante un mes.

Y la pequeña carta (no tan pequeña) decía así:

"Querida Charlotte,

He dejado los seudónimos de lado hoy. Sólo hoy. Porque hoy es el último día que te escribo. Sí, el último como leíste.

No veo el caso escribirle a alguien que me odia. Y sé que lo haces, no por cómo me hables, o porque faltes a mis clases. Lo sé por cómo me miran tus ojos y con el desdén de tus movimientos, hacía a mí.

Charlotte. Siempre supe que eras tú. Y sólo por eso acepté toda ésta locura en mí vida. Por sí no lo sabes, me siento acabado. Viejo y un problema para ti. Y lo soy, y lo he sido todo éste mes.

Perdóname.

También hoy fue mí último día de clases durante una larga temporada, he pedido una licencia. Todos lo saben porque hoy lo anuncié, Amo dar clases. Levantarme temprano y animar a mis estudiantes, amo ser profesor a pesar de ser primerizo.

Dar clases es lo único que tengo en mi vida. Pero lo voy a dejar, por ti. Hoy me di cuenta de qué, sin ti, mi alumna más inteligente as clases no sirven de nada. No soy tan distraído, para darme cuenta de que tus ojos son los únicos que me miran con interés.

Te has ido de mis clases. No tengo más que hacer.

No te amo. No sé qué es amar. Sólo soy un viejo tras una niña, y lo siento bastante. Espero alguna vez me perdones y dejes de verme como los haces. Yo lo haré.

Adiós. Y feliz cumpleaños.

Remus J. Lupin."

Lo leí

Una vez

Dos veces

Tres veces

Y me desintegré.



---


¡Hola chicas!

Cambiamos de portada, ¿les gusta? 

Assdfdf pobre Charlie, sufre un madral, pero Remus también, o eso pienso yopo xd.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top