[Un comienzo]
Y ahí se encontraba aquel chico de cabello castaño. Caminaba hacia su primera clase del día, la cual era "Geometría Analítica", y mientras lo hacía, Taehyung seguía su paso con su mochila en un sólo hombro, aún era temprano, muchos alumnos no habían llegado, por lo que los pasillos se hallaban algo solitarios, silenciosos.
—Odio los lunes—exclamó Jimin soltando un largo y pesado suspiro.
—Yo no sé porqué odian tanto los lunes—hablo con esa voz tan profunda que le caracterizaba y que nadie a excepción del rubio habían escuchado—La vida es así de miserable todos los días, no sólo los lunes—le respondió Tae burlón.
—Por eso...—continuó Park palmeando su hombro—Eres mi mejor amigo, porque me recuerdas qué hay miseria en el mundo.
—Lo sé, me amas—respondió con una mueca en su rostro.
De repente, unos chicos aparecieron por el pasillo, y al pasar por el lado de Park, tomaron su mochila haciendo que literalmente cayera sobre su trasero y salieron corriendo como alma que lleva el diablo.
—¡Maldición! ¡Oigan!—grito levantándose frustrado—Esos tontos niños de primero y sus tontas bromas, ¡Su hyung se va a enojar y les dará una lección!
—Es que les permites hacer lo que quieren contigo minnie—dijo Tae—Eres su juguete.
—Como sea, voy a buscar mi mochila, luego haré que se disculpen—espetó caminando con las manos dentro de sus bolsillos—Si llega la profesora, me cubres—le dijo a Tae y se dispuso a avanzar.
Paso por paso, levantaba la mirada por encima de sus hombros en busca de aquellos alumnos de un año menor. Park los había conocido meses atrás, cuando uno de sus compañeros los obligaba a comprar su almuerzo, hacer su tarea, o incluso cumplir con sus castigos. Jimin siempre había odiado ese tipo de abusos sólo por ser de un grado mayor, así que intervino, un grave error.
Pues ahora esos chicos lo miraban como si fuese su hermano mayor, su salvador, llegaron a tenerle confianza, tanta que ahora lo incluían en sus bromas para "reforzar su amistad".
—¿Enserio? ¿El baño de mujeres?—cuestiono al observar su mochila tirada sobre suelo dentro del sanitario del sexo opuesto—Qué maduros chicos, que maduros.
Revisando que no hubiera alguien que mirara como perdía la dignidad, entró. Sin embargo, antes de salir, un extraño ruido lo hizo frenarse en seco.
Alguien...¿Alguien estaba vomitando?
—¿Ho-hola?—soltó tocando con indecisión la puerta, puerta que no estaba cerrada con algún tipo de seguro, por ende, se abrió emitiendo un chirrido irritante—¿Todo bien ahí adentro?—cuestionó haciendo sobresaltar a la persona dentro del cubículo.
Pero aquello con lo que se topó lo dejó consternado, confundido, completamente paralizado.
El chico retrocedió cuando escuchó la cadena ser jalada, y luego, aquella persona dio media vuelta dejando ver el rostro de una joven de rubios cabellos, lo suficientemente familiar para el.
—¿Chae?—cuestiono sintiéndose verdaderamente preocupado y con una expresión de terror—¿Q-qué estabas haciendo?
—Jimin—susurró petrificada—Cre-creo que debemos hablar.
—¡¿Qué pasó con ustedes dos?!—les preguntó la chica observando a los dos hermanos—Ayer los busque, pero Chae me dijo que literalmente desaparecieron.
Aquel trío se encontraba en el jardín trasero de la escuela. Las clases comenzarían dentro de poco, la mañana transcurría normalmente, con calidez, y tranquilidad. Demasiada tranquilidad para ser una escuela.
—N-no lo sé, Hanse...¿Pu-puedes decirle qué pasó ayer?—dijo la castaña fulminándolo con la mirada.
MinA no tuvo que pensar demasiado, o ser tan inteligente como para darse cuenta que esos dos estaban peleados.
—¡Ya dije que lo sentía más de un millón de veces!
—¡Una di-disculpa no basta!
—Wow, wow, ¿De que rayos me perdí?—cuestionó perdida en toda esa situación.
—Pasa, que Hanse, literalmente me arrastró ha-hasta fuera de la fiesta, sólo porque me vio bailando con J-jeon Jungkook—le explico la castaña aún con enfado e incredulidad.
—Espera un minuto...¡¿Bailaste con Jungkook?!—solo se había perdido un segundo y ya tantas cosas inesperadas habían ocurrido.
—¡¿Qué querías que hiciera?! ¡Estaba tremendamente celoso!—se quejó el chico—¡¿Viste donde tenía puestas sus manos?! ¡Maldito perver...
—¡No es un pervertido!—grito Hana llamando la atención de todos los alumnos que transitaban esa mañana por el pasillo.
—Eres mi hermanita, entiéndeme—susurro Hanse mirando sus manos, mientras mecía su cuerpo de un lado a otro—Es que...te han lastimado tantas veces que, yo, no podía dejar que...
—Ey, Doggi—susurró Hana tomándole de la mano—Bien, te perdono, pero sabes que no siempre podrás protegerme.
—Lo sé.
—Yo...enserio no los entiendo, son tan, bipolares—exclamó MinA después de tal escena—En fin, ¿Vamos a clases? Yo debo ir a clases, ustedes deben ir a clases, necesitamos ir a...
—A clases, si, ya entendimos—exclamó Hanse con fastidio para después prácticamente desaparecer al doblar por el pasillo directo a su salón.
—A veces es tan tierno...—espetó la peli negro—Y otras me da terror.
—D-dímelo a mi—río Hana—¿Y tú? ¿Co-cómo te fue con Se Jun?
Cuestionó casquivana ganándose un rubor por parte de su amiga.
—Adivina quien tiene una cita con unos de los chicos más guapos de la escuela—soltó orgullosa de si.
—¡No es cierto!—exclamó emocionada.
—Lo sé, ¡¿No te parece todo esto increíble?!
—Y...¿Jin ya lo sabe? Después de todo, él hizo esto posible.
—Yo...tengo un serio problema con la comida—hablo por fin la chica.
Ambos se encontraban en las gradas frente a la cancha de fútbol. Y desde que habían llegado, ninguno fue capaz de pronunciar palabra. El único sonido que se podía presenciar, era el del viento moviendo los árboles, el de algunos alumnos dentro de sus salones, el de sus aceleradas respiraciones.
Park se hallaba lo suficientemente sorprendido aún, pues no podía sacar esa terrible imagen de su cabeza, Chae Young estaba lo bastante avergonzada como para siquiera mirarle a la cara.
—Cuando aún vivíamos en Busán, pase año y medio en una casa que ayuda a personas con desordenes alimenticios—continuó con un nudo formándose en su garganta—Me dieron el alta cuando creyeron que estaba curada, pero Jimin...yo no, nunca me..
—Shhh—le tranquilizó el chico para que dejara de hablar—No tienes porque contarme absolutamente nada. No te sientas con esa presión u obligación.
Lo dudo un poco.
Pero finalmente decidió colocar su mano sobre la espalda de la rubia, y dio suaves palmaditas como consuelo.
—¡Siempre estoy enojada Jimin!—exclamo dejando caer aquellas gotas acumuladas debajo de sus ojos—Y, tengo ese impulso de comer todo el tiempo, no puedo parar, por eso soy asquerosa y...¡Dios! ¡Jungkook! Kookie no lo sabe, no sabe qué aún lo sigo haciendo, cree que lo he superado. Entonces...¡No debe saberlo! No debes decirle, por nada del mundo.
—No lo haré—dijo el chico.
—¡Prométemelo! ¡Promete Jimin que Kookie no lo sabrá!
—¡Lo prometo, Chae!
Un largo suspiro se le escapó de los labios.
El castaño siguió observándola atentamente.
—Soy un desastre...—soltó exhausta—Mis padres decidieron que lo mejor era mudarse, para que yo pudiera tener un nuevo comienzo, empezar de cero, pero...¿Crees que alguien como yo pueda tener un nuevo comienzo?—el castaño lo medito unos segundos—Yo no. No lo creo.
—Ey, ¡claro que puedes!—espeto sonriéndole—Yo, tú...Todos, siempre tenemos una segunda oportunidad, una oportunidad más para hacer las cosas bien, puedes comenzar de nuevo Chae, y si me lo permites, estaré ahí para ayudarte a dar el primer paso.
Y sólo esas palabras bastaron, para que la rubia se soltase a llorar. No estaba segura de si podría hacerlo, pero alguien estaba dispuesto a recorrer ese camino con ella, ayudarla a salir de ese círculo vicioso en el que había quedado atrapada años atrás.
Había alguien que podía mirarle con otros ojos aún sabiendo su secreto.
Volvería a ser la princesa que su grandioso hermano conocía. Estaba dispuesta a hacerlo, por el, por ella, por una mejor vida, por un nuevo comienzo.
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