[Quédate a mi lado]
La frente de aquella rubia estaba en su mayoría perlada por sudor frió. Jugaba con sus dedos por tan nerviosa que estaba. El ruido de las llamadas entrantes en el teléfono de aquella recepcionista la estresaban, el silencio causado por los demás pacientes estaba matándole. Quería irse de ahí, quería salir corriendo hacia un lugar donde nadie pudiese encontrarla, escapar simplemente de todo aquel problema en el que se encontraba envuelta, pero ya era demasiado tarde.
—Ey, tranquila—le susurró aquel castaño posando su mano sobre las suyas—Todo va a estar bien.
Chaeyoung lo miró acompañada por una media sonrisa y asintió lentamente.
—Sólo...no vayas a dejarme sola, por favor—respondió apretando fuertemente la mano del contrario—Quédate a mi lado.
—Chae, no me iré a ninguna parte, me quedaré aquí, contigo—respondió Park brindándole la sonrisa más grande y brillante que pudo para poder reconfortarla.
—Señorita Jeon Chaeyoung y Park Jimin—interrumpió una señora de la mediana edad leyendo un informe en sus manos.
—Aquí, somos nosotros—respondió el castaño levantándose de su silla abruptamente.
—La Psicoterapeuta los recibirá—finalizó regresando a la pequeña oficina de donde había salido.
Ambos jóvenes tomaron su mochila, y caminaron de igual manera hasta adentrarse a ese gran consultorio, en su mayoría adornado con cosas en color amarillo.
—Bienvenidos, tomen asiento por favor—mencionó una pelirroja al otro lado del escritorio una vez los observó en la entrada—Mi nombre es Go MiU, soy Especialista en Enfermedades Crónico Degenerativas y...¡Mochi!—exclamó al reconocerle por completo.
—Hola doctora Mi—respondió sonriente, acompañado de una leve reverencia—Creí que se había olvidado de mi.
—¡Tonterías! cuánto tiempo sin verte ¿Cómo está tú madre? Hace mucho no platico con ella—comentó divertida—¿A qué se debe el motivo de tu visita?
—Bueno, ella es Jeon Chaeyoung, es mi amiga y...
—Necesito su ayuda—interrumpió la rubia armándose de valor para atreverse a hablar.
—Bueno, me considero capacitada y preparada para proporcionar tratamiento psicológico a pacientes adultos con enfermedades crónicas, con problemáticas clínicas como ansiedad, depresión y estrés, trastornos alimenticios y trastornos de personalidad—explicó rápidamente—Pero jamás había tratado con adolescentes.
—Por favor, no sé qué hacer, cada día...estoy peor—suplico la chica—Usted es mi única opción.
La doctora la miró unos minutos, unos largos y eternos minutos, luego, un largo suspiro la abandonó, tomó sus lentes y se los colocó para finalmente levantarse de su asiento.
—Pasa por aquí querida, necesito pesarte—habló causando un gran alivio en ambos adolescentes.
—Por supuesto—exclamó la rubia quitándose los zapatos, y luego se subió en aquella báscula.
Su más grande pesadilla.
—¿Cuánto mides?—cuestionó tomando nota en su pequeña libreta color guinda.
—Mido un metro con cincuenta y nueve centímetros—respondió sin atreverse a mirar su peso.
—Vaya, cuarenta kilos—exclamó sorprendida—Estas muy abajo del peso que deberías tener. Deberías estar entre los cuarenta y nueve a cincuenta y tres kilos. Toma asiento.
La chica hizo nuevamente lo que aquella psiquíatra pidió.
—Háblame un poco de esto, ¿Cuándo comenzó? ¿Qué lo ocasionó? Siéntete libre de hablarlo, será todo completamente confidencial.
La chica miró a Jimin, necesitaba que alguien le dijera que estaba haciendo lo correcto, así que él, acompañado de una sonrisa, asintió levemente.
—Bueno, cuando era pequeña, no me preocupaba por muchas cosas—comenzó—Era libre, la comida simplemente era comida y no algo a lo que le tuviese miedo alguno. No me preocupaba por mi peso, o en medir mi cintura, la vida era más sencilla cuando no veía...números en cada alimento.
Aquella chica tomó una bocanada de aire, y luego continuó.
—Sin embargo...un día simplemente, todo cambio—susurró con un nudo formándose en su garganta—Cuando me sentía ansiosa o, deprimida, la comida era mi escape. Cuando me daba cuenta, ya había ingerido tres bolsas de papas fritas, o un bote de helado...por supuesto comencé a subir de peso.
—¿Y luego? ¿Qué fue lo que hiciste al respecto?
—Sabemos que, los estándares que las personas han marcado son estrictos, las burlas no se hicieron esperar y...cuando me di cuenta, ya me encontraba metiendo uno de mis dedos en mi garganta para obligarme a devolver todo aquello que hacía a mi cuerpo engordar. La primera vez que lo hice, me dije que sería la única pero...
—No pudiste detenerte—le interrumpió la doctora.
—Así es—afirmó bajando la cabeza, una lágrima recorrió su mejilla hasta detenerse en su barbilla—Esos pensamientos comenzaron a rondar mi cabeza día y noche, t-todo el tiempo. Jamás se detienen.
Por supuesto el llanto no pudo ser retenido por más tiempo, y simplemente la chica comenzó a sollozar. Jimin al observarla en ese estado, la tomó de ambas manos para intentar calmarla, hacerla sentir protegida. Necesitaba hacerle saber que él estaba ahí para apoyarla.
—Linda, yo...aplicaré psicoterapia mediante el enfoque cognitivo conductual—mencionó la doctora quitando sus lentes—¿Qué quiere decir esto? Bueno, quiere decir que elaboraré para la próxima cita un plan de tratamiento. Trataremos el trastorno de alimentación y estableceremos los objetivos del tratamiento. También dejaré en claro qué debes hacer en caso de que no puedas cumplir con ese plan.
—Ella lo hará—interrumpió Jimin apretando su mano—Ella puede cumplir, yo lo sé.
—Bueno, primero normalizaremos tus patrones de alimentación para llegar a un peso saludable, para eso tendremos que ver a un dietista especializado en el tema. Reemplazáremos los hábitos poco saludables por hábitos saludables. Aprenderemos a controlar lo que comes y tus estados de ánimo. Checaremos tu capacidad para resolver problemas y formas saludables de afrontar situaciones estresantes.
—Es mucho por hacer—susurró aquella rubia.
—Esto tomará algo de tiempo cariño, sin embargo, va a minimizarse dependiendo la fuerza de voluntad que poseas, el primer paso lo completaste excelente al pedir ayuda, no muchas personas pueden hacer lo que tú—ánimo la doctora—Además, necesitaremos una terapia familiar.
—¿T-terapia familiar?—exclamó la chica con una expresión de espanto en su rostro.
—Bueno, es importante que a lo largo de esta terapia, los miembros de tu familia aprendan a ayudarte a recuperar los patrones de alimentación saludables y a lograr un peso saludable hasta que puedas hacerlo tú sola.
—Pero, mis padres no tienen tiempo para una terapia—espetó rápidamente—Viajan todo el tiempo.
—Bueno, ¿Alguien más además de ellos? ¿Algún tío, abuelo, o familiar cercano a ti? Aunque lo ideal sería que tus padres estén presentes. Necesitaré hablar con ellos.
—Tengo un hermano, pero...
—Perfecto, dile que venga a terapia contigo por ahora—interrumpió la doctora animadamente—Dejemos hasta aquí está primera sesión, te veré la próxima semana acompañada de tu hermano y este apuesto joven de aquí. ¿De acuerdo?
—¡No puedo hacerlo Jimin!—exclamó la chica afuera de su casa—¡Va a odiarme!
—Chae, ey—exclamó el castaño abrazándola automáticamente—Jungkook jamás sería capaz de odiarte, eres su adoración.
—Voy a decepcionarlo—espetó abrazándolo de igual manera—Temo decepcionarlo, el no querrá verme, ni saber nada de mi y...
—Chae, tienes un problema—mencionó el castaño separándose de ella para mirarla a los ojos—Pero no sólo es tu problema, necesitas saber que no estás sola. No vas a decepcionarlo, tampoco va a odiarte, lo único que querrá es ayudar a su hermanita.
—Tengo miedo—susurró la rubia.
—Lo sé—contesto el chico tomándole de las mejillas—Pero eres fuerte y sé que podrás con esto. Recuerda que estamos juntos. ¿De acuerdo?
—Está bien.
Aún con el corazón sintiéndose en la garganta, aún con una fuerte presión sintiéndose en su cabeza, aún cuando sus piernas flaqueaban y las inmensas ganas de vomitar la inundaban, abrió aquella puerta que daba paso al interior de su casa.
Entró quitándose los zapatos, y detrás de ella, un castaño hizo lo mismo.
—Oh, llegaste—exclamó Jeon saliendo de la cocina con un vaso de jugo en sus manos—¡No vas a creer lo que hice el día de h...¿Jimin? ¿Qué haces tú...
Sin embargo, al ver el rostro serio de ambos, decidió guardar silencio.
—Kook, Chae tiene algo importante que decirte—mencionó Park casi inaudible.
—¿Qué ocurre? ¿Te pasó algo malo? ¿Alguien te hizo daño? ¡Te juro que si alguien se atrevió voy a mata...
—Jungkook...—lo interrumpió la chica levantando la mirada cristalina—Lo si-siento—espetó entre sollozos.
Y no hicieron falta las palabras, Jeon Jungkook lo entendió todo.
Dejo caer el vaso de entre sus manos, provocando que cuando el cristal tocase el suelo, se estrellase en mil pedazos, y prácticamente corrió hacia aquella chica de rubios cabellos para envolverla entre sus brazos.
—No, no, no, no otra vez—decía repetidas veces, negando con la cabeza, haciendo todo lo posible para no llorar—Dime que no lo hiciste—mencionó tomándola de las mejillas para obligarle a mirarlo—Dime que no es cier...lo es—mencionó al mirar sus ojos.
—¡No me odies por favor!
—No, no, yo...¿Cómo podría odiarte?—exclamó el peli negro entre risas irónicas—Mierda, esto es mi culpa.
—¡¿Qué?! No, claro que no.
—Lo es, di por sentado todo. Debí, yo debí estar ahí para ti. Soy el único culpable.
—Jungkook...—susurró la rubia—No es culpa tuya, se trata de mi, hay algo dentro mío que me obliga a hacerlo y...
—Vamos a salir de esto Chae—le interrumpió—Lo hicimos antes, podemos hacerlo otra vez. Prometo que todo volverá a estar bien. Lo prometo Chae, pero...necesitamos decirle a papá y a mamá.
La vida siempre nos manda circunstancias sin resolver.
Es incierta.
Pues cuando menos lo esperamos, nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad...de cambio. Sin embargo, cuando te das cuenta de que la vida es una constante prueba, ya nada es insignificante.
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