[No morir en el intento]
Ahí se encontraba aquel chico de cabello morado escuchando hablar a su grupo de amigos, cierto era que no les brindaba la atención suficiente. Mientras ellos platicaban de deportes, de chicas o alguna otra cosa en general, el se mantenía concentrado en su estudio acerca de las matemáticas, la siguiente clase era de esa materia, tendría un examen muy importante y no había podido hacerlo la noche anterior por haber trabajado horas extra.
Todos comían y disfrutaban de su descanso, el ruido no le dejaba concentrar así que luego de unos minutos, algo irritado cerró su libro y decididamente se levantó ignorando las preguntas de sus acompañantes, caminó por el pasillo tranquilamente dirigiéndose a los casilleros para sacar uno de sus cuadernos donde escribía notas aleatorias de clases importantes, pero confundido se detuvo al final del pasillo y observó curioso a una chica.
Lo que más llamó su atención no fue su común fisionomía, o la mancha de pasta que había derramado en su suéter, o su jogger negro dos tallas más grande abajo de su falda que hacía juego con sus convers del mismo color, sino, la carta que aquella alumna llevaba en manos y que estrujaba como si olvidara que estaba tratando con papel. Él se hallaba lo bastante retirado, pero aún a esa distancia, podía notar lo nerviosa e indecisa que se encontraba acerca de sobre si depositarla o no en aquella casilla, le hubiese encantando ver qué decidiría, pero en su lugar...
—¿Qué haces frente a mi casillero?—le interrumpió levantando una de sus cejas desconcertado.
No es como si todos los días encontrara a chicas depositando cartas en su casillero pese a ser el hombre más atractivo del planeta. (Si, aquí es donde todos ustedes notan que el tenía una autoestima bastante elevada).
Aquella muchacha se sobresaltó por tan repentina interrupción y giró su cabeza para mirarle.
—¿Tú casillero?—cuestionó algo, bueno no, demasiado confundida—No, creo que estas equivocado, esté es el casillero de Lim Se jun.
—La equivocada eres tú—contestó con cierta seriedad, seriedad que comúnmente lo caracterizaba—El casillero de Jun es este de aquí—corrigió señalando la casilla del lado derecho—El mío es donde ibas a depositar eso.
La peli negro quizo que en ese momento le tragara la tierra y la escupiera lejos, muy lejos. Se hallaba tan avergonzada en ese momento, que quería morir.
—¡Rayos!—maldijo la chica en voz baja, quería golpearse ahí mismo—Lo siento.
—Descuida—se limitó a responder acercándose y colocando el código—Aunque debo admitir que me sentí ilusionado.
Soltó tranquilamente esperando una divertida reacción mientras seguía guardando y sacando todo lo necesario.
—¿Eh?—exclamó la joven e inmediatamente un rojo carmesí adornó sus mejillas.
Si, una reacción divertida como esa.
—Creía que la carta era para mi—explicó fingiendo decepción, pero volvió a su postura anterior al notar que ella en definitiva no estaba riendo—Sólo bromeo—mencionó tratando de aligerar el ambiente que ya se hallaba algo tenso.
—Ah, claro, una broma—contestó tratando de reír.
—Y...¿Vas meterla?—cuestionó al notar que la chica seguía ahí parada.
—¿Cómo?—espeto frunciendo su entrecejo, a lo que él señaló aquel sobre para explicarse mejor—No, no, mejor no.
—Buena elección—soltó asintiendo repetidas veces.
"¿Qué estoy haciendo en este momento hablando con ella?" Fue ahí donde se cuestionó el chico su extraño actuar.
—¿Qué cosa?
—Qué tomaste una buena decisión al no hacerlo—¿porque seguía entrometiéndose en lo que prácticamente no debía importarle?
—¿Por qué?—cuestionó ella al no comprender del todo.
—¿Sabes cuantas cartas recibe esté chico al día?—prosiguió mirándola con atención.
—No.
—Pongámosle unas veinte—divago en números—¿Y sabes cuantas lee?—volvió a cuestionar.
—¿Las veinte?—respondió insegura encogiéndose de hombros.
—Ce-ro—contestó remarcando mucho aquel número—¿Por qué? Porqué las cartas están pasando de moda—continuó cerrando su casilla—A los jóvenes de hoy, se les hace más fácil mandar un mensaje de texto.
—Pero por un mensaje de texto es difícil expresar completamente lo que sientes y...no es absolutamente, para nada romántico.
—Pero es más sencillo y a los chicos de nuestra edad les gusta lo sencillo—respondió obvio—Mira, si te dejan en visto significa que no le interesas, si te responden probablemente haya una oportunidad, aunque eso depende de la respuesta, las cartas terminan en la basura o en el cajón de ropa interior, olvidadas y sin una respuesta, más si la carta es anónima, porque entonces al chico le importara menos.
—Pareces todo un experto en ello—exclamó la chica algo fastidiada y desilusionada, mientras escondía su carta detrás suyo.
—Soy demasiado observador, y da la casualidad de que...Jun, es mi amigo—soltó cerrando su casilla con fuerza.
—¿T-tu amigo?—preguntó incrédula y sorprendida
Eso no podía ser verdad, jamás había visto al chico parado frente a ella conviviendo con su amor platónico.
—Pero...Se Jun no es así—lo defendió dejando atrás el tema de la amistad.
¡Por favor! Cualquiera defendería al chico que te gusta.
—¿Sabes cuantas chicas gustan de Lee?
—Muchas—respondió bajando la mirada, sabía que el contrario tenía razón.
—¿Y sabes cuantas puede tener babeando por el?—pregunto entrecerrando los ojos.
—Bueno...
—¡Todas!—exclamo haciéndola sobresaltar—Todas las que él quiera, sin hacer más que sonreír y mostrar sus hoyuelos...y tú—se detuvo observándola de pies a cabeza con detenimiento—Bueno, tú estás aquí indecisa con una carta anónima, no hay oportunidad.
—¿Cómo sabes que mi carta es anónima?—espeto sorprendida.
—¿De verdad le atiné?—espeto sonriendo burlón, toda esta situación le parecía sumamente divertida—Wow, debo ser muy inteligente. Claro que, fue sencillo. No te atreviste a meter la carta al casillero, no te atreverías ni a ponerle tu nombre.
Finalizó con una sonrisa ladina que terminó de destruir cuan cristal las ilusiones de esa chica, luego el peli morado dio media vuelta dispuesto a irse por donde llegó.
—¡Oye!—se escuchó detrás suyo.
Y en ese momento deseo no haberse metido en los asuntos amorosos de otra persona.
—Ríndete, él está en las grandes ligas y tú sólo eres un luchador novato—continuo con su camino sin dirigirle la mirada.
Necesitaba llegar con prontitud a su salón de clases y librarse de esa chica lo antes posible.
—¿Entonces que debería hacer?—preguntó ella emparejándose a su paso—¿Qué hago para que me vea como algo más que su amiga?
—Primero—se detuvo a mirarla con fastidio—Debes hacerte su amiga para que te vea como una.
—Por favor—suplico la pequeña y el chico prácticamente no pudo resistirse.
—Luego debes dejar de actuar como su amiga, sino te seguirá viendo como tal. Además, a él le gustan las chicas lindas y femeninas y bueno...tú—se detuvo a examinarla—No importa.
—¿Entonces qué propones que haga? Eres el inteligente aquí, ¿No?
—Propongo, mi regla de los 5 pasos—soltó seguro de sí.
Pondría en práctica todo lo aprendido de sus amigos.
—¿Tú...qué?—lo miró con el entrecejo fruncido. Comenzaba a sentirse lo bastante curiosa y la situación le parecía confusa.
—Cinco pasos para conquistar a tu crush y no morir en el intento—comentó al tiempo en que plasmaba un título al aire con sus manos—Sería un gran experimento para mí y una buena oportunidad para ti.
—¡Eso es una tontería! No quiero formar parte de un experimento, ¡Ya habla enserio!
—Bueno, si no quieres...—giró con lentitud hasta que:
—No, no, si quiero, ayúdame—pidió aquella joven.
—Bien, te veré a la salida en la cafetería que está a dos cuadras de aquí para empezar con tu capacitación—fue lo último que mencionó antes de seguir con su camino.
—Espera, no me dijiste tú nombre—interrumpió la chica mirando como aquel se alejaba.
—Jin, Kim Seok Jin—respondió desinteresado.
—Soy MinA, ¡Kang MinA!—le gritó a sus espaldas causando gracia en aquel chico.
¿Por qué había hecho eso?
Bien pudo ignorar todo lo sucedido y dejar a aquella joven a su suerte. Pero, al recordar las veces en que la había atrapado observando a Jun, o tratando de acercarse sin armarse de valor, la compasión llegó a él.
Entonces supuso, que aveces, uno simplemente busca un poco de diversión.
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