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Amanecía una vez más, dando el inicio de un nuevo y frío día, el invierno finalmente había llegado y con más ganas que nunca, eso si bien daba pie a que la gente se preocupara por los cultivos, diera cierto tiempo de paz hasta que los dragones volvieron a atacarlos. El cielo se veía gris, aunque fuese de día las nubes no dejaban pasar el más mínimo rayo de luz, dándole un aspecto deprimido a la isla, había pasado ya casi una semana desde que él se había ido, y todo había cambiado tanto que era difícil de creer.

En una pequeña colina, la casa del jefe de la tribu se veía tan apagada y sin vida, como lo había estado desde hace días, dentro de ella, un hombre corpulento veía con desánimo a la apagada chimenea, el pueblo se veía tan apagado desde que el se fue, nada parecía ser lo mismo, la fragua ya no se quedaba abierta hasta tarde gracias al ingenioso pero indirectamente destructivo chico que trabajaba ahí día y noche, los gemelos ya no recurrían a él cuando necesitaban de su “ayuda” para construir un artefacto destructiva o si lo necesitaban engañar para que los ayudara indirectamente en sus bromas, ya no se escuchaban las estridentes bromas y risas de él y Bocón, simplemente era como si todo el ruido y la vida se hubiesen ido junto a su hijo. En sus grandes y callosas manos, se encontraba lo único que le quedaba de él, y al mismo tiempo, una de las últimas cosas físicas que le recordaban a su esposa, el pequeño peluche en forma de dragón, que ella le había dado a su retoño cuando este cabía perfectamente en la palma de su mano, sentía cada pequeño cuatro de tela de distinto color al otro en la yema de sus dedos, recordando como antes su esposa, y como él en la infancia de su hijo, siempre ponían el objeto suave e inanimado entre los brazos de su retoño justo antes de arroparlo para dormir, qué fue lo que pasó… ¿Por qué desapareció así sin más? ¿Qué fue lo que él hizo mal? ¿Se fue por su culpa? Por qué se iría cuando estaba tan cerca de obtener el mayor honor que un Berkiano podría obtener en su vida? Cuando todo estaba listo para él, todo el pueblo estaba reunido alrededor del ruedo para finalmente verlo convertirse en un vikingo, pero no estaba ahí, pasaron los minutos y la preocupación e intriga empezaron a invadirlo, se levantó de su silla, “probablemente se quedó dormido”, “tal vez sigue nervioso y no ha salido de casa”, “tal vez se quedó dormido terminando algún proyecto en la herrería y sigue ahí”, eran las ideas de donde podría estar su hijo, pero cuando fue a revisar y no lo encontró en ninguno de esos lugares, la preocupación se transformó en algo que nunca quería volver a experimentar de nuevo…

El miedo…

Literalmente empezó a levantar rocas para saber dónde estaba, pero no había ningún rastro de él, inmediatamente todo el pueblo empezó a buscarlo, en la casa de Estoico, en la fragua, en el ruedo otra vez, incluso en los muelles, habían tantos lugares posibles para encontrar al joven muchacho.
Pero no encontraron nada, nada en los bosques, nada en el pueblo, ni siquiera en las cuevas, es como si Hipo hubiera desaparecido por completo de la isla, era imposible que él hubiese tomado un barco por sí solo, y más aún cuando al hacer el recuento de estos las embarcación es estaban completas, ni uno solo perdido,Tal vez se lo llevó un dragón” decían algunos, “Tal vez Alvin y sus marginados lo secuestraron” decían otros, cada una de esas teorías era tan improbable como la anterior, casi no habían tenido incursiones de dragones en esos últimos días, y Alvin y los marginados eran de todo menos silenciosos y cuidadosos, al primer intento de secuestro o ataque a Berk hubiera sido notado por ellos, entre todos movieron mar y tierra para encontrarlo, en los bosques, en las cuevas, incluso en las costas, pero no había nada, muchos habían tirado la toalla, sabiendo que aunque el chico fuese inteligente, no podía hacer frente a amenazas que lo superaran en fuerzas, un oso salvaje, un desastre natural, olas gigantes, en cualquiera de esos escenarios era francamente imposible que el delgado chico sobreviviera. Muchos habían perdido la esperanza de volver a ver al muchacho, y aunque le doliese, Estoico debía empezar a contemplar esa opción.

Lo siento Valka… No pude protegerlo como te lo prometí, si tan solo lo hubiera cuidado mejor y no lo hubiese perdido de vista tal vez él seguiría aquí… Te fallé, y le fallé a Hipo también… —dijo mientras trataba de contener sus lágrimas y veía el peluche entre sus manos, recordando las incontables veces que su hijo le pedía que jugaran algo juntos antes de ir a dormir, cosa que con el paso de los años fue perdiéndose poco a poco, conforme Hipo pasaba más tiempo en la fragua, y el tratando de arreglar uno de sus numerosos desastres y lo regañaba, apenas compartían palabras fuera de esos escenarios— Si tan solo hubiese sido un mejor padre para tí hijo… sea donde sea que estés, espero que puedas perdonarme.

Estoico se levantó de su silla, y con pasos pesados y lentos se dirigió al cuarto de su hijo, tan ordenado como siempre, con la mesa junto a la pared llena de bocetos y dibujos, probablemente de futuros inventos suyos, el arte y las estructuras ahí eran tan avanzados para alguien de su edad que a veces le costaba creer que el en verdad fuese su hijo debido a su inteligencia, pero en lugar de elogiarlo por ese intelecto y apoyarlo a seguir creando a partir de aprender de sus errores, lo único que hacía era regañarlo en frente de todo el pueblo, repitiendole una y otra vez que siempre terminaba provocando un desastre, dejándolo a su suerte cada vez que le daba la espalda para ir a arreglar lo que sea que él haya destruido, ¿se ponía furioso cada vez que eso pasaba? Claro! Cualquiera lo estaría, pero en serio era necesario humillarlo verbalmente en frente de toda la aldea cada vez que eso era necesario? En lugar de al menos regañarlo pero en casa como mínimo, o tan siquiera explicarle que la mayoría de sus proyectos eran peligrosos para probarlos en la aldea y que mejor buscara un lugar más apartado para probarlos de forma segura, él siempre escogía el camino duro con él, ahora ya no le sorprendía que él pasara más tiempo en la fragua que en casa, había cometido demasiados errores, y ahora tenía que pagar las consecuencias.

El jefe de Berk estaba tan sumido en sus pensamientos, que no escuchó los toques en la puerta hasta que finalmente se hicieron lo bastante fuertes como para que cualquiera de sus vecinos los escuchara, él realmente no tenía ganas de ver a nadie ese día, ni el siguiente, ni el siguiente, pero los toques seguían de forma incesante que no tuvo más remedio que ir a ver quien era, se sorprendió bastante al ver que era Astrid, la cual sostenía un pedazo de papel entre sus manos y trataba de recuperar el aliento.
E

stoico la miró confundido, qué era lo que tenía en sus manos, y porqué parecía que había corrido un maratón por todo el bosque, si esa era la razón explicaría las pequeñas ramas enredadas en su cabello rubio.


Astrid? ¿Qué sucede? ¿Es importante? —le cuestionó Estoico, ya que si bien él prefería no hablar o ver a nadie ese día, le causaba intriga que era lo que tenía la chica entre sus manos, y el porqué ella se veía tan agitada
Jefe… Yo… debe… leer —dijo entre jadeos, tratando de recuperar el aliento, mientras le mostraba el papel.

Estoico lo tomó entre sus grande manos, mientras la chica seguía tratando de recuperar algo de aire, le dió la espalda y prendió la chimenea para tener algo de luz para leer lo que había ahí, poco a poco, palabra por palabra, un torrente de emociones empezó a formarse dentro de él.

"A quien encuentre estas cartas, le pido por favor que se las entregue a mi padre, mi nombre es Hipo Horrendo Abadejo III, y como probablemente sabrán, soy el primogénito y único hijo del líder Estoico el Vasto de la tribu de Berk en el archipiélago Hébrido, y si quien sea que seas, estás leyendo esto, muy probablemente estaré muy lejos de aquí, porque me fui..."

"Ya no puedo ocultarlo, el simple pensamiento de lo que podría pasar mañana hace que me quiebre la cabeza buscando una solución que no lleve a un desastre absoluto que se que inevitablemente llegaría sin importar la opción que elija, y para que entiendan mi decisión es necesario que les diga la verdad a todos, no mas mentiras, muchos me odiarán cuando terminen de leer esta carta, pero realmente ya no importa, probablemente muchos ya lo hacían desde antes por los desastres que mis inventos provocaban, así que diré lo que ha pasado sin rodeos, entrené a un dragón"

"Desde hace aproximadamente 3 meses, desde la última redada que ocurrió antes de que mi padre se fuera con los demás vikingos a buscar el nido de los dragones de nuevo, me dediqué a entrenar al furia nocturna que les había dicho que derribé, a pesar de que ni mi papá o Bocón me creyeran fui a buscarlo por mi propia cuenta, ese día estuve toda la mañana buscando por todo Berk a ese dragón hasta que lo encontré, estaba inmovilizado, amarrado e inconsciente, me había acercado a el para comprobar que no se trataba de un sueño hasta que el despertó de repente, me tomó unos momentos el poder recomponerme de ese susto y me acerqué a el, el me estaba viendo a los ojos, pero sucedió algo muy extraño, era como verme en un espejo, me quedé inmóvil en ese momento, talvez por el miedo, talvez por el shock, pero por mas que quisiera no podía mover mi cuchillo para enterrarlo en su corazón, en sus ojos podía ver lo asustado que estaba, se sentía como yo, algo dio un vuelco dentro de mí cuando lo vi aceptar su destino, simplemente no podía hacer, y no quería hacerlo, no puedo matar dragones"

"Durante los siguientes meses, aprendía más de él, y al mismo tiempo aprendía de mí mismo, comprendí en ese entonces, que todo lo que sabíamos sobre los dragones está mal, ¡no tenemos por qué matarlos! Ellos solo buscan sobrevivir al igual que nosotros, porque literalmente somos la única isla que tiene alimento disponible para ellos en todo el archipiélago, si tan solo pudiera hacerles ver que esa antigua visión que teníamos sobre ellos está mal, pero sabiendo mi reputación probablemente solo me tomarían como un loco, cada noche pensaba en un posible plan para que pudiéramos hacer las paces con los dragones, pero cada uno era igual de improbable que el anterior, cómo podía convencer a una tribu cuya mayoría de su población era tan testaruda como un carnero? Solo me quedé sin opciones, no piensen que vendré a vengarme de ustedes con los dragones, no soy alguien así, tal vez nos veamos en algún futuro cercano, pero por ahora es simplemente poder cambiar el estigma que tienen hacia los dragones, adiós a todos, adiós a Patán, adiós a Brutacio y Brutilda, adiós a Patapez, adiós a Astrid, adiós a Bocón, y adiós papá... Nos veremos algún día, o si no, nos veremos en el Valhalla"

Confusión, enojo, furia, tristeza, y finalmente el arrepentimiento llenaron poco a poco el corazón de Estoico, su hijo se alió con las bestias que siempre aniquilaban a docenas de los suyos cada redada? ¿En verdad los abandonó un dragón? Estaba tan arrepentido, si tan solo le hubiese creído en cuanto él le dijo que había derribado a un furia nocturna y lo hubiese acompañado para matarlo nada de eso habría pasado…

Pese a que las intenciones del muchacho eran que su padre y su tribu recapacitaran sobre los dragones, debió ver venir que aquel hombre al que llamaba padre era tan necio como un carnero, algo se encendió dentro de Estoico, no solo esas malditas bestias aladas le arrebataron a su esposa hace tantos años, ahora también le habían arrebatado a su único hijo, su mente ahora solo tenía una meta, traer de vuelta su hijo, por las buenas o por las malas, y aniquilar a cada una de esas bestias destruyendo su nido de una vez por todas, empezando mañana en la mañana, con las del ruedo, no mas errores, ya no había cupo para eso.

Estoico miró con fuerza el fuego, sin saber lo que se avecinaba esa noche, con cuatro pequeños objetivos dirigiéndose a toda velocidad hacia Berk, con un solo propósito, una misión de rescate.

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