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"Lo Lograste! Vas a matar al dragón!"
"Felicidades!"
"Sabía que lo lograrás!"
"Ese es mi hijo!"
Las palabras seguían taladrando sus oídos, todo había pasado tan rápido que incluso estando caminando en medio del bosque no podía terminar de procesar todo lo que había pasado hace apenas dos horas en la arena de entrenamiento, su plan era solo darle la victoria a Astrid, pero el Gronckle y el destino parecían haberse puesto de acuerdo para jugarle una mala pasada, y el dragón rechoncho se desplomó como un cachorro cuando le rascaban la barriga, si las cosas hubiesen salido bien talvez Astrid sería la que tuviese que matar a la Pesadilla Monstruosa, y el no tendría que estar tomando medidas desesperadas...
Una vez llegó a la entrada del claro, revisó una última vez las dos alforjas que traía con el, en una guardaba solo lo esencial, muda de ropa, un abrigo de piel de yak para protegerse de la lluvia o de las gélidas temperaturas que probablemente lo encontrarían en el camino, una copia del libro de dragones que había hecho en una de varias largas noches de lectura por si acaso, un mapa, su daga que había recuperado del lago que quedaba un poco mas abajo, medicinas que tomó de la cabaña de Gothi, algo de jabón y una esponja, su cuaderno de dibujos y bocetos, algo de carbón, y varias mudas de ropa interior, la mayoría de los consejos de Bocón eran ridículos o sonaban desagradables algunas veces, pero el siempre tenía razón algo, la ropa interior era algo esencial para cualquier viaje, mientras que en la otra alforja guardaba montones de pescados, eran tanto para él como para su... amigo.
El escuálido chico bajó por la pequeña cueva que daba hacia el claro, aquel lugar a donde iba siempre, todo el día, todos los días, solo para ver a su amigo, su único y escamoso amigo.
Chimuelooo! ---dijo bajando hasta el suelo del claro, el dragón negro como la noche levantó su cabeza tan pronto como escuchó la voz de su compañero humano de vuelta ahí--- Te traje el almuerzo! Espero que... tengas hambre!.
Sin romperse la espalda de milagro, y con algo de esfuerzo, el muchacho logró dejar las alforjas en el suelo, el dragón de ojos verde pálido se acercó a la que tenía el distintivo olor del mar, empezando a comer algunos pescados.
Trata de guardar algunos para el camino amigo, nos espera un largo viaje... a donde sea que vayamos...---dijo sentándose en la musgosa superficie, mientras recargaba su espalda en una roca y sacaba varias hojas de papel, llenas de explicaciones, algunas disculpas, y un poco de despecho---.
"A quien encuentre estas cartas, le pido por favor que se las entregue a mi padre, mi nombre es Hipo Horrendo Abadejo III, y como probablemente sabrán, soy el primogénito y único hijo del líder Estoico el Vasto de la tribu de Berk en el archipiélago Hébrido, y si quien sea que seas, estás leyendo esto, muy probablemente estaré muy lejos de aquí, porque me fui..."
"Ya no puedo ocultarlo, el simple pensamiento de lo que podría pasar mañana hace que me quiebre la cabeza buscando una solución que no lleve a un desastre absoluto que se que inevitablemente llegaría sin importar la opción que elija, y para que entiendan mi decisión es necesario que les diga la verdad a todos, no mas mentiras, muchos me odiarán cuando terminen de leer esta carta, pero realmente ya no importa, probablemente muchos ya lo hacían desde antes por los desastres que mis inventos provocaban, así que diré lo que ha pasado sin rodeos, entrené a un dragón"
"Desde hace aproximadamente 3 meses, desde la última redada que ocurrió antes de que mi padre se fuera con los demás vikingos a buscar el nido de los dragones de nuevo, me dediqué a entrenar al furia nocturna que les había dicho que derribé, a pesar de que ni mi papá o Bocón me creyeran fui a buscarlo por mi propia cuenta, ese día estuve toda la mañana buscando por todo Berk a ese dragón hasta que lo encontré, estaba inmovilizado, amarrado e inconsciente, me había acercado a el para comprobar que no se trataba de un sueño hasta que el despertó de repente, me tomó unos momentos el poder recomponerme de ese susto y me acerqué a el, el me estaba viendo a los ojos, pero sucedió algo muy extraño, era como verme en un espejo, me quedé inmóvil en ese momento, talvez por el miedo, talvez por el shock, pero por mas que quisiera no podía mover mi cuchillo para enterrarlo en su corazón, en sus ojos podía ver lo asustado que estaba, se sentía como yo, algo dio un vuelco dentro de mí cuando lo vi aceptar su destino, simplemente no podía hacer, y no quería hacerlo, no puedo matar dragones"
"Durante los siguientes meses, aprendía mas de el, y al mismo tiempo aprendía de mí mismo, comprendí en ese entonces, que todo lo que sabíamos sobre los dragones está mal, no tenemos porque matarlos! Ellos solo buscan sobrevivir al igual que nosotros, porque literalmente somos la única isla que tiene alimento disponible para ellos en todo el archipiélago, si tan solo pudiera hacerles ver que esa antigua visión que teníamos sobre ellos está mal, pero sabiendo mi reputación probablemente solo me tomarían como un loco, cada noche pensaba en un posible plan para que pudiéramos hacer las pases con los dragones, pero cada uno era igual de improbable que el anterior, como podía convencer a una tribu cuya mayoría de su población era tan testaruda como un carnero? Solo me quedé sin opciones, no piensen que vendré a vengarme de ustedes con los dragones, no soy alguien así, talvez nos veamos en algún futuro cercano, pero por ahora es simplemente poder cambiar el estigma que tienen hacia los dragones, adiós a todos, adiós a Patán, adiós a Brutacio y Brutilda, adiós a Patapez, adiós a Astrid, adiós a Bocón, y adiós papá... Nos veremos algún día, o si no, nos veremos en el Valhalla"
El dragón se acercó a su jinete al verlo decaído, acariciando su antebrazo con la punta de su hocico, soltando un leve gorgojeo.
Lo sé amigo, soné un poco rudo en esa última parte pero necesitaba desahogarme... creo que es hora de irnos--- dijo viendo que empezaba a atardecer, dejó las cartas en el lugar donde estaba sentado, aseguró las alforjas a los lados de la silla de montar de Chimuelo y su arnés, vio el lugar donde había pasado los mejores días de su vida hasta ese momento antes de decirle a Chimuelo que ascendiera hacia el cielo.
Poco a poco, Berk se veía mas y mas pequeño, hasta desaparecer en el horizonte...
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