》Díez《
Bufé irritado. Comenzaba a perder la paciencia.
¿Cómo es que de ser sólo _________ y yo los que viajaríamos, terminamos siendo nosotros, Alonso, Ethan e incluso Fernanda, mi hermana?
Ya estábamos en el Aeropuerto. Y nadie parecía notar o importarle que faltaran diez minutos para que nuestro avión despegara, puesto que estaban esparcidos por todo el lugar.
La única que seguía conmigo, era ________.
Afortunadamente, el verla beber de su pequeño jugo cuál niña pequeña, hacía que mis nervios se calmaran.
Miré con ambas cejas alzadas a la castaña frente a mi.
Ella lo notó, y frunció el ceño, aún sin dejar de beber por la pajilla de su jugo de durazno.
— ¿Se te ofrece algo, tonto? —contestó alzando también las cejas y una pequeña sonrisa se escapó de mi boca.
Enseguida le quite la caja de jugo de las manos y la lleve directo a mi boca, bebiendo un poco. Ella abrió la boca y de inmediato se lanzó sobre mí para recuperar su bebida.
— Consíguete el tuyo. —se quejó.
— Prefiero tomar del mismo jugo donde pusiste tus labios. —le guiñe un ojo y ella rodó los ojos.
Ambos estábamos de pie en los pasillos del Aeropuerto, aburridos a un lado de nuestras maletas. Esperando a que Alonso y Fernanda terminara de comprar sus emparedados y a que Ethan saliera del baño.
________ se sentó con pereza en los asientos metálicos detrás de nosotros y sin pensarlo hice lo mismo. Quedando cerca de su cuerpo.
Se miraba cansada, y la verdad no la culpo. Había dormido al menos unas tres horas, y era muy temprano aún.
La miré por un momento, y comencé a jugar con su cabello. Era realmente suave, y juro que olía delicioso.
— ¿Terminaste? —preguntó ella sin mirarme, aún bebiendo de su jugo.
— Amargada. —dije jocoso.
Entonces soltó un gran bostezo y talló sus ojos con el dorso de su mano. Me derretí de ternura cuando lo hizo.
— ¿Porqué no te duermes un rato?
— ¿Ahora? No, no tardarán en llegar los demás.
— Al diablo con eso, no me gusta ver como mueres de sueño. —dije de inmediato.
Sin pensarlo, pase mi brazo por su espalda baja y con la mano la atraje hasta mi, su cabeza quedó recargada en mi pecho, y mi mano aferrándose a su torso.
— Jos...
— Duerme. —le ordene antes de que pudiera seguir hablando.
Lo pensó un poco pero sus ganas de dormir fueron más grandes. Y se recostó en mi pecho y cuello. Yo recargue mi cabeza sobre la suya, disfrutando del momento como si fuera a ser la última vez.
Acariciaba la piel de su brazo con mi pulgar, mientras me concentraba en lo calmados que eran sus latidos.
Pronto, se aferró más a mi, pasando su pierna sobre mi regazo y la otra enredándola con las mías. Aspiró fuerte y se acurrucó en mi.
Sonreí como bobo. Prácticamente parecía un koala.
Cerré mis ojos disfrutando de la situación, y juro que ambos nos dormimos por unos momentos.
Todas las preocupaciones se fueron.
Pero una luz brillante me hizo abrir los ojos. Alonso y Fernanda estaban frente a nosotros, y el rubio sonreía a la foto que nos acababa de hacer.
— ¿Ya van a pararse o prefieren dejar lo de Australia para otro día? —cuestionó Alonso.
— Déjalos son hermosos juntos. —sonrió en grande mi hermana.— No sé porque aún no se casan. —confesó y luego me miró con "mala cara"— Ah, si... mi hermano está retrasado.
— Siempre tan linda. —dije sonriendo falsamente. Ella me guiño un ojo divertida.
Ambos fueron a tomar sus cosas.
— Cisne, sé que no quieres oír esto, pero...debes despertar sólo un segundo más y luego podrás volver a dormir. —le susurre al oído y ella se quejó, escondiendo más su cabeza.
— No quiero... —la escuché decir con un tono apenas audible.
— Yo tampoco, pero debemos hacerlo, ¿Qué no quieres ir a Australia? —volví a susurrarle.
Ella bufó.
Sin ganas, comenzó a alejarse de mi, hasta volver a sentarse en su lugar.
— Odio con todo mi ser madrugar. —informó de mala cara.
Me puse de pie, riendo un poco.
Se incorporó y me siguió, arrastrando su maleta con mala gana. Yo más que nadie sabía cuánto odiaba despertar temprano, para ella, era lo peor que podía haber.
Caminamos unos minutos más, y dejamos las maletas con un hombre de seguridad, quién acomodaba todo en un carrito lleno de mochilas y demás.
________ iba tomada de la mano de Ethan, quien miraba a su alrededor con desinterés.
Si fuera yo quien tomara la mano de _________ no estaría cambiando sin importancia alguna sobre eso, más bien la abrazaría en todo momento.
— Jos se te van a salir los ojos si los sigues abriendo así. —me dijo Alonso en voz baja, mirando a ________ y a Ethan.
— Yo no estoy haciendo tal cosa. —mentí pobremente.
— Ajá, y yo soy feo. —dijo con su usual sarcasmo.
— Tú lo dijiste, no yo. —me encogí de hombros.
Puso los ojos en blanco.
— Tranquilo hermano, hace rato estaban muy pegados, y apuesto a que volverá a suceder. Deja que le tome la mano por ahora. —dijo finalmente.
— ¿De que hablan, guapas? —interrumpió Yaya, asomando su cabeza entre Alonso y yo.
— Metiche. —me quejé.
— Estúpida. —contraatacó.
— Istipidi. —la arremede con una cara graciosa y Alonso rió.
— Una que quiere ser buena hermana mayor, y tú con tus bobadas. —se quejó ella.
— Es que anda algo hormonal. —habló Alonso y lo miré mal, Yaya rió a carcajadas.
— ¿Qué pasó Jos, ya te visito Andrés? —comenzó Fernanda en tono jocoso.
— Idiota. —rodé los ojos.
Entonces hice a un lado el tema de conversación y mis ojos fueron directo a ________, quién se ponía de puntitas para darle un rápido beso en los labios a Ethan.
Mi nariz se arrugó.
— Qué exhibicionistas. —me quejé molesto.
Alonso y Fer se miraron con una sonrisa en el rostro, como si pudieran hablar con solo verse.
— Ya veo... —murmuró Yaya.
— ¿Ya ves? ¿Qué ves? Yo no veo nada, sólo un par de sucios exhibicionistas. —dije.
— Claro...
— ¿Claro? ¡Deberían hacerle una infracción a Ethan!
— ¿Enserio? ¿A Ethan?
— Si, por feo.
Ahora estaba más molesto. Quisiera poder ir y solo... tenerla junto a mi.
— Celoso llamando a la puerta. —anunció Yaya y Alonso rió.
— ¿Les parece divertido? Esto es serio.
— Si, claro hermanito. Tú y tus celos deben ser tratados con extremo cuidado.
— ¡No estoy celoso!
— Ajá y yo sigo siendo feo. —interrumpió Alonso con la misma mirada.
— Sólo déjenme en paz. —me quejé.
— No, tú irás con ella y le tomarás la mano.
Ambos miramos a Yaya con los ojos abiertos.
— ¿Ahora?
— Está con Ethan. Y Ethan es enorme. Eso sería suicida, hermano. —anunció el rubio con temor.
— Dejen de actuar como mariquitas asustadas. —nos ordenó y ambos intentamos calmarnos.— En este pequeño periodo de tiempo que he estado con el grandulón, he notado que es algo...
— ¿Estúpido? ¿Bobo? ¿Iluso, Incompetente, Tonto, Idiota, Descerebrado, Retrasado, Aburrido, Lento, Cabeza hueca, Raro...?
— Si, Jos, ya entendimos. —me interrumpió Yaya.— el punto es que no creo que le importe mucho que le tomes la mano a _________, él cree que son como hermanos.
— Entiendo... —murmuré entrecerrando los ojos.— Bien... lo haré.
— Loco suicida. —dijo Alonso con nervios.
— Tranquilo Alon, no pasará nada. —dijo Yaya y él la miró preocupado.
Ambos me miraron y apresuré el paso para llegar junto a _______.
— Hey, bro. —me saludo Ethan con una sonrisa.
— Hola, grandulón.
Sin más, le tome la mano a la chica y ella pareció ponerse nerviosa cuando lo hice.
________ parecía querer asesinarme, así que gesticuló un tierno: "¿eres imbécil o que?". Le sonreí sin importancia. Pero Ethan estaba concentrado en la barra de chocolate que tenía en su mano sobrante.
— ¿Estás cansada? —le murmuré al oído, agachando un poco mi cabeza para lograrlo. Antes de siquiera obtener una respuesta, miré a Ethan.— ¿Te importa si me la robó un momento? —interrogué, ________ susurró algo que no logré escuchar.
— ¿Robar un momento? Amm... What do that mea-... —No logró finalizar, Fer había aparecido junto a él con una gran sonrisa, y lo tomaba de la muñeca.
— Ethan ¿ya viste? Están dando pizza gratis. —le dijo ella, y su mirada se iluminó repentinamente. También la de Alonso.
— ¡¿Qué estamos esperando, idiotas!? —vociferó el rubio, y los tres fueron detrás de Alonso, mientras Yaya negaba divertida con la cabeza.
Nuevamente estábamos ________ y yo.
— Si no fuera porque me muero de sueño, habría corrido junto a Alonso por la pizza. —comentó ella con los ojos casi cerrados.
La miré un momento mordiéndome la lengua. Sus mejillas estaban rosadas, su cabello estaba recogido en una coleta despeinada y la sudadera negra que portaba —que era claramente más grande que ella— la hacían verse extrañamente tierna frente a mis ojos.
— Tengo una idea... —farfulle apretando los labios.
— ¿En serio? —sonrió con un ánimo repentino.— No me interesa. —añadió volviendo a poner su cara de sueño.
Mi mirada se fijó en ella, mientras pensaba rápidamente en silencio.
— ¿Cuál es tu problema con eso de siempre mira-...?
Las palabras se perdieron en su boca. Sin que ella pudiese haberlo notado, me había movido ágilmente hasta ella, llevando mis manos a su espalda y sus piernas, para después elevarla en mis brazos.
Ahora la cargaba como a un bebé. Y ella se había aferrado a mi cuello con temor de caer.
— ¿¡Qué ocurre contigo y ese maldito problema tuyo de no avisar antes de hacer este tipo de cosas!? —voceó histérica con los ojos muy abiertos.
— Es más divertido así. —sonreí.
Apretó los labios y sólo bufó. Sus ojos se perdieron un segundo en mis labios pero al segundo apartó la mirada.
— Tranquila, bonita, no hay ningún problema en absoluto si quieres besarme o algo por el estilo. —le guiñé un ojo.
— Idiota. —farfulló.
— Pero soy tu idiota. —le sonreí enormemente.
Momentos después ya había caída rendida en mis brazos, incluso comenzaba a babear un poco sobre mi. Reí en silencio al notarlo.
Ya estábamos atravesando la pequeña entrada del avión. Busque rápidamente con la mirada nuestros respectivos lugares.
JÁ, me tocó junto a ________.
Sonreí victorioso. Pero entonces Ethan se dejó caer en el lugar libre que estaba a mi lado.
Más vale que este equivocado...
— ¿Te tocó aquí? —cuestioné alarmado.
— Yep (sip) —dijo alegre.
FA-BU-LO-SO... sólo espero que le de diarrea y tenga que estar en el baño durante todo el vuelo.
Deje a ______ en el asiento junto a la ventanilla, y se removió en éste cuando me aleje. Y sin más que hacer, me senté en medio, deseando que Ethan no intentará hablar conmigo.
Nos abrochamos los cinturones y cuando todo estuvo listo, el avión comenzó a despegar.
— Australia, here we go. (Australia, aquí vamos) —habló emocionado el castaño junto a mí.
— Ayúdenme... —musité entre dientes.
Ethan no había parado de hablar y decir incoherencias que nisiquiera me moleste en escuchar, comenzaba a dolerme la cabeza, ¿cómo es que _______ lo soportaba? ¿Cómo es que siquiera se ha fijado en él?
Pero cuando creí que estallaría y le daría un puñetazo en la cara, finalmente dijo algo con sentido:
— im gonna take a nap for a little while, man (voy a tomar una siesta por un rato, amigo)
Por fin iba a cerrar la boca, ¡Gracias Dios!
Se acomodó en su asiento y finalmente escuché el hermoso y pacifico sonido de el silencio.
Me relaje en mi asiento.
Cuando de pronto, otro sonido se presentó.
— psst... psst... PPSSST
Abrí los ojos con furia y asomé mi cabeza hacia los asientos traseros. Ahí estaba Alonso, junto a Fernanda —quién iba concentrada en su laptop—.
— ¿Qué mierdas quieres? —me quejé.
— ¿Con esa boquita le hablas a tu madre? —respondió ahora ofendido.
— No tienes ni idea... —murmuró Yaya mirando la pantalla del aparato.
La miré mal y luego miré a Alonso.
— ¿En qué puedo ayudarte queridísimo amigo, Alonso? —volví a preguntar, perdiendo la paciencia.
— Así está mucho mejor. —sonrió de nuevo. Y se acercó hasta mi.— ¿Cómo vas con la chica, Miguel?
— ¿Ya puedo comenzar a llamarla cuñada, Jos? —preguntó Yaya.
— Bueno, no lo sé, está dormida. —respondí.
— Pues despiértala. —habló Alonso.
— No, idiota.
— Si no lo haces tú, lo haré yo. —amenazo.
— Nisiquiera lo pienses. —lo miré fulminante.— Esta descansando, y si interrumpes eso, juro que voy a raparte el cabello.
Me miró ofendido y Fernanda intento ocultar una pequeña sonrisa burlona.
— Eres malo, Miguel. —dijo éste con mala cara y volvió a su asiento y yo al mío.
Suspire pesadamente.
_______ seguía durmiendo muy plácidamente.
La miré embobado. Ojalá pudiera decirle lo hermosa que se mira desde donde estoy yo.
Acaricié su mejilla con cuidado, y acomode unos cuantos cabello rebeldes que amenazaban con llegar a su rostro.
Permanecí en silencio unos minutos más, pensando en que debería estar soñando ahora mismo.
Quise pensar que soñaba conmigo, con nosotros juntos. Como siempre debió ser.
— ¿Te diviertes mirándome? —cuestionó de pronto, asustándome un poco. Ella abrió los ojos y rió brevemente al ver mi rostro asustado.
Carraspee.
— En realidad, si.
— Pues yo no, así que deja de hacerlo. —murmuró.
— ¿hacer que? —conteste "despistado", abriendo más mis ojos y acercándome a ella más y más.
— Basta, acosador. —habló riendo y apretándose de mi, hasta quedar con la cabeza pegada a la ventanilla.
Reí con ella.
— Parece que ya estás de buen humor, ¿eh?
— Dormir siempre me pone de buen humor. —contestó sonriente.— También la comida. —agregó.
— Pues ahora yo necesito dormir. —conteste.
— Duerme entonces. —dijo obvia y sonreí maliciosamente.
Desabroche mi cinturón y recosté mi cabeza en su regazo, dejándola a ella en total sorpresa.
— Mucho mejor... —sonreí cerrando mis ojos.
— ¿Acaso parezco almohada? —se quejó ella.
— No, tú eres mucho más sexy.
________ enrojeció pero intentó ocultarlo.
— Quédate en tu lugar, Canela.
— Ño... —murmuré cuál Niño pequeño con un puchero en la boca.
Abrace su cintura como si fuera una verdadera almohada y hundí mi cabeza en su vientre.
— Jos... no hagas eso. —susurró ella bastante roja.
— Ya lo hice.
Me aferré aún más y finalmente me acurruqué. La notaba nerviosa por mi cercanía.
— Hazme piojito. —dije sonriendo.
— Yo no...
— Por favor —hice un puchero y traté de poner mi mejor cara de perrito triste.
Ella rodó los ojos.
— Bien, pero sólo un momento. —suspiró rendida.
Puso su mano sobre mi cabeza con cuidado y comenzó a mover y enredar sus dedos en mi cabello, acariciando suavemente con las yemas de sus dedos.
Después de un rato, sus dos manos ya estaban en mi cabello, y una de ellas, jugueteaba con el arete de mi oreja.
— ¿Cuándo te lo hiciste? —curioseó concentrada en éste.
— Hace unos cuantos meses.
— ¿Te dolió? —pude notar la preocupación en su tono de voz.
— ¿Porqué? ¿Preocupada? —pregunté con una sonrisa jocosa y ella puso los ojos en blanco. Reí unos segundos.— Respondiendo a tu pregunta... no, no dolió.
Ella pareció relajarse enseguida, y siguió jugando con mis cabellos. Ahora también estaba peinando mis cejas con uno de sus dedos.
— ¿Te estás divirtiendo? —pregunté con los ojos cerrados, usando el mismo tono que ella usó hace rato.
— En realidad, si. —respondió de la misma forma y reímos en breve.
Me quede mirándola y ella lo notó pues pareció ponerse nerviosa.
— ¿Ocurre algo? —preguntó ella.
Sonreí de oreja.
— Si pudieras ver lo que mismo que yo cuando te veo, no te apartarías del espejo nunca.
Rió tiernamente.
— ¿Fue eso un piropo? —interrogó divertida.
— ¿Te gusto? —reí.
— Fue bueno.
— Fue bueno porque es cierto. —dije.— ¿Cómo es que puedes ser tan bella? Por eso... comencé a llamarte Cisne cuando éramos niños, y por eso ahora te llamo de la misma forma. —hice una pausa admirando lo grandes y brillantes que eran sus lindos ojos mieles.— Mi Cisne. —sonreí de lado.
Volvió a reír.
— Con el tiempo te vuelves más romántico, ¿no es así?
— Sólo si se trata de ti.
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