Oscuridad

-Abrázame más fuerte

Entre gemido y gemido, nosotros nos perdíamos en aquel acto de amor, recordaba plenamente sus ojos, su boca, sus cabellos húmedos por lo que hacíamos, nos perdíamos entre los diferentes actos, movimientos y sensaciones que podíamos ofrecernos mutuamente.

Cuando por fin iba a darme un beso, como siempre, ese maldito ruido me despertaba, no sin antes escuchar de su boca un "Kazuya, despierta, te amo"...

"Big big" "Big big" "Big big"

El golpe que le daba al reloj despertador lo callaba y me colocaba los lentes, habían pasado casi dos años desde aquel día, donde dejé de vivir, donde se murió lo que más he amado en la vida, lo amé con locura, deseé que volviera a mi lado, ver sus ojos, pero la última vez que me sentí feliz, fue cuando se durmió entre mis brazos, cuando pude darle aquel beso y siempre que lo recuerdo, el sonido de su voz me atormenta, me vuelvo loco, grito y arrojo todo por la desesperación que me causa el no haber podido salvarlo.

La barba me ha crecido, me da igual cómo me veo o como me visto, no puedo dormir en la noche, así que a veces caigo dormido en el piso o en el baño, mi padre llega y me lleva a mi habitación, se ha hecho cargo de todo durante este tiempo, el corazón se me rompe y como siempre, escucho su voz solo en mis sueños, pongo aquel DVD y espero a que sea día de lluvia para recordar la primera vez que hicimos el amor.

Las gotas de lluvia golpean los vidrios de mi ventana cerrada por dentro y por fuera, los pequeños trozos de hielo provocan el único ruido que hay en mi habitación, donde las luces permanecen apagadas en todo momento, no quiero ni ver el sol, porque su luz, se compara sólo con el hermoso brillo de sus ojos, esos que no veré nunca más.

Quiero morirme y alcanzarlo, quiero ir a su lado, si sigo aquí, es porque la muerte no ha venido por mí, sin él, mi vida ya no vale nada, ni la mitad de lo que valió antes de conocerlo, porque en ese entonces vivía para poder conocerlo algún día, pero se fue sin mí, me abandono a mi suerte, me dejó con el alma destrozada después de su muerte, quiero gritarle a los cielos que me lo regresen, que me dejen amar, pero mi sueño no se cumplirá, jamás en mis brazos podrá volver a estar.

Estoy tan solo como cuando llegue y aun no le conocía, pero la vida me tortura obligándome a vivir, ni siquiera tengo el valor de suicidarme, porque me temo que lo que dicen esos cuentos sea cierto, que si me suicido, jamás podré ir al cielo y vagaré eternamente por este lugar, y me niego a no encontrármelo en la eternidad.

Camino despacio y me encuentro con el resplandor de la luna, que se burla de mí con su cálido color, recordándome que hasta ella tiene al sol, que el único que tiene esta soledad que le envenena, soy yo.

Las nubes y su sombra no se reflejan en el día, pero me recuerdan que en la muerte, las personas pierde el reflejo de su color, así fue cuando le vi en aquel ataúd, donde sus manos estaban juntas, sus ojos no brillaban, su piel tan pálida que me recordaba que la sangre ya no fluía a través de sus venas, me pesaban los ojos, mi cuerpo se sentía cansado, las lágrimas no se me escapaban, las palabras de los demás no me llegaban, quería gritarles que se fueran, que me dejaran solo con mi dolor, pero mi educación y mi poca conciencia no me lo permitieron, ni siquiera tenía la fuerza de hablar con los demás, le extrañaba, era consciente de que jamás volvería a tocar el calor de sus manos, y mucho menos a saborear sus dulces labios, jamás volvería a mí al aroma a sol que desprendía por todos lados, ni me vería reflejado en esos bellos ojos, jamás, volvería a tenerle, y mucho menos a sentir su amor.

El timbre de la puerta sonó, era curioso que me emocionara por ello, porque hace meses que sus padres y familia se fueron lejos, según para hacerme más fácil la resignación por su perdida, tenía la esperanza de que aparecieran frente a la puerta y me dijeran que había sido un error, una broma y sobre todo, que lo trajeran de vuelta conmigo, que me devolvieran su corazón, era la primera vez que salía a la puerta con ese triste emoción vacía.

En cuanto salí, mi decepción se hizo completa, porque no había nadie en la puerta, podía haber sido el destino, pero creí sentirlo, justo entonces, un carro se estacionó en mi puerta y un hombre vestido de traje, muy elegante se bajó del auto, se acercó a la puerta aunque creí que era un error y me dijo

-¿es usted Miyuki Kazuya?

-si... ¿Qué desea de mí?

-su padre me mandó a esta casa, va a ponerla en venta y necesito que me la muestre

-¿Quién es usted?

-Hyahahaha... olvidé decir mi nombre, soy Kuramochi Youichi un vendedor de bienes y raices

-no pregunté eso

-¿eh?

-pregunté ¿quién es usted que quiere arrebatarme su casa y su alma?

No podía creer lo que mi padre quería hacer con nuestra casa, venderla, llevarme lejos, separarme de su recuerdo, de mis sentimientos por él, alejarme del único lugar donde lo podía sentir, y entonces quise golpear al hombre, cuando me acerqué para hacerlo, recibí un golpe en la cara, que al no comer bien, me noqueó por completo.

Unas manos me recogieron y me llevaron a mi habitación o al menos me llevaron a un lugar donde pude descansar, porque pude verlo en mi sueño, ver su rostro y sus ojos, lo encontré en mi sueño, lloré, estoy seguro de que lloré, y alguien limpió mi rostro, después de un rato abrí los ojos y lo vi sentado en frente de mí, aquel vendedor permanecía a mi lado.

-ohh... ya despertó ¿Cómo se siente?

-váyase de mi casa, no está en venta

-su padre me dijo la razón por la que quiere venderla

-cállese

-¿no cree que ya está grande como para seguir dependiendo de un muerto?

Usted no sabe nada, no sabe ni sabrá nunca nada, quisiera decirle que se vaya, pero no se ira, volverá a decirme alguna de esas cosas y seguro que terminaremos discutiendo por esa razón, me volverá a pegar y nuestro ciclo se repetirá.

Eijun, quiero verte, quiero que vuelvas, quiero oír tu voz ¡me estoy volviendo loco en la ausencia de tu amor! Vivo en esta oscuridad, que me mata por dentro, y no hago más que llorar para mis adentros cuando los demás me ven y grito cuando nadie me oye.

Me di la vuelta y me fui a mi habitación, la cerré con fuerza y me recosté en mi cama hasta quedarme dormido, al menos, esta habitación, no está en venta.

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