☕Prólogo : 𝐿𝑎𝑔𝑟𝑖𝑚𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑆𝑎𝑙

"Se dice que hay modos de hacer que los ojos no suelten lágrimas al cortar cebolla, pero pasa que a veces, las personas son muy sensibles a ella y es imposible que no te haga llorar".

En la Hacienda Las Palomas, justo en el día más soleado de aquel verano, la dueña del lugar, Jeon Soyeon, estaba a punto de dar a luz; se encontraba en la cocina de su hogar ayudando a preparar la comida del día, picando las cebollas que usarían para asarlas.

De un momento a otro, las contracciones dieron inicio al parto de Soyeon, con dolores agudos que iniciaban en el centro de su vientre y se esparcían por la espalda, la cadera, las piernas y la pelvis; ella no era una mujer de sentimientos, pero en esos momentos, no pudo hacer más que gritar y llorar, pidiendo ayuda.

—¡Hay que llamar a la partera!— gritó una segunda voz, totalmente preocupada, acercándose a Soyeon.

—Ya no hay tiempo de nada...— contestó a duras penas la peli negra, tratando de hilar las palabras entre sus gritos de dolor.

Su cocinero y niñero de toda la vida, Seokjin, se encontraba en la cocina con ella, y fue él quien tuvo que auxiliar a su patrona a falta del marido de ésta.

Seokjin gritó buscando el apoyo del señor Jeon, pero siendo que el mencionado estaba fuera de la enorme casa, no logró escuchar el llamado a tiempo.
Así que el chico de cabellos negros tuvo que intervenir, y hacer un papel nuevo dentro de sus ocupaciones: Él recibió al bebé, haciendo de partera.

Ayudó a Soyeon a recostarse sobre la mesa de madera, tirando varias cosas en el proceso, y sin pensarlo demasiado la acomodó en posición de parto.
Claro que era una situación bochornosa para Seokjin, pero no podía dejar que la señora a quien servía sufriera frente a sus ojos; así fue como juntó todas sus fuerzas de voluntad, y empezó a darle indicaciones a Soyeon.

"¡Puje, ya casi puedo verlo!", fue su instrucción por un par de minutos, hasta que finalmente, el bebé quiso dejar el vientre de su madre. Digamos que era un parto natural, y gracias a la diosa Luna, fue exitoso.

Sin embargo, cuentan que aquella situación fue más fantasiosa de lo que aparentan.
Seokjin platicaba la historia de una forma un poco distinta: Según sus palabras, el bebé salió expulsado al mundo en medio de un torrente impresionante de lágrimas, pues se dice que este pequeño era muy sensible a la cebolla desde antes de siquiera ver la luz, y su madre al estar cortando dicho vegetal, lo hizo llorar hasta que nació.

Esta cascada de lágrimas que trajo consigo el bebé se secó gracias al calor, creando montones de sal sobre la mesa y el suelo de la cocina.
Hubiera llenado un costal de al menos veinte kilos de haberla recogido, pero Seokjin pensó que aquello no sería lo mejor, así que solo quedó barrer toda la sal pura y tirarla a la basura, dejándola solo como un recuerdo sorprendente.

Así fue como aquel rincón de paredes marrones, aromas exquisitos y una calurosa cantidad de sol fue testigo del nacimiento del tercer hijo de los Jeon.

—¿Ya nació?, ¿todo está bien?— fueron las preguntas que soltó el señor Jeon justo al llegar, por supuesto, haciendo un acto de presencia bastante tardío.

—Sí todo salió bien, mire, es otro varón.— anunció Seokjin mientras sostenía en brazos al pequeño niño, y con una sonrisa tierna se lo entregó al padre.

Que fortuna tenía el patriarca de la familia Jeon al haber sido bendecido con tres hijos hombres y ni una sola mujer.
Aunque, quizá no todo era obra suya, ni de su esposa.

—Jeon Jungkook será su nombre.— decidió rápidamente Soyeon, sin dejar espacio para sugerencias.

Y es que no hacía falta, ella al tener un varón, se había ganado el derecho de nombrarlo como mejor le pareciera.
Jungkook, el menor de los Jeon.


Empezamos leve mi gente, se viene este fic al que le tengo demasiadas ganassss.
Les recomiendo mil ver la película y la serie de las cuales me estoy inspirando, neta es la pura cultura.

Los amo.☕

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