U N O

Desde los inicios de la historia siempre ha existido la magia y se han conocido siete razas con poder mágico. Los Demonios y los Syfines que viven a su manera en el lado oscuro de este mundo y los magos, ángeles y hadas que viven en perfecta armonía.

Por encima de todos ellos están los brujos. Los reyes. Todos liderados por una misma familia de brujos, los Sallow.

Los Sallow se casaban entre primos para que no hubiera problemas entre la pareja gobernante, ya que quien ascendía como la reina era la primera hija mujer del matrimonio porque estaba comprobado que las mujeres tenían mayor poder mágico. El suficiente para sustentar de poder mágico a su mundo. Y en dado caso de que una mujer Sallow se casará con un brujo externo a su familia este hombre seguramente exigiría más de lo permitido. Así se mantenía la armonía.

Sherine era la segunda hija de los actuales reyes, contaba con un hermano mayor, Emmet, por cien años. Según Sherine Emmet era dos cosas, un tremendo dolor de cabeza y el mejor hermano mayor de todos.

Emmet tenía cien años y era el hijo mayor y el nunca la había visto con celos o resentimiento, y la trataba como princesa de ensueño. Era una princesa, pero lo normal era que le tuviera aunque sea un poco de rencor, ¿no? Después de todo ella era la segunda hija y aún así la próxima reina.

Sí, había cosas que Sherine aún no entendía, entre ellas la que Emmet le estaba explicando en ese momento, a Armand —el mejor amigo de su hermano— con las manos en la boca y sus hombros sacudiéndose y al niño que parecía un mini-Armand asomandose detrás de las piernas de Armand.

—¿Princesa me estás escuchando? —cuestionó Emmet.

Sherine supo que estaba molestó y tenía sus razones muy seguras. Ella no le estaba prestando atención a nada de lo que decía su hermano.

Para Sherine Emmet no hablaba. Él jugaba con ella, era divertido, pero cuando le hablaba en su cerebro sonaba “Bla, bla, bla” “Bla, bla, bla” y “Bla, bla, bla”. Lo sentía como un susurró molesto que entraba por un oído y salía por el otro.

Sherine camino hasta estar muy cerca de el niño que aparentemente tenía su edad. Tomó su mano y la junto con la suya. Se dió cuenta que en todo momento el niño miraba a Armand.

—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó.

El pequeño miro a Armand y antes de que esté asintiera Sherine agarró su otra mano para agarrar el mentón del niño y obligarlo a mirarla.

—Te estoy hablando. Por favor, responde.

—Ah, eh, yo... ¡Hermano!

Vale, Sherine tenía un dato. El mini-Armand era hermano de Armand.

La pequeña miró a su hermano propio.

—¿Quién es él, Emm?

Emmet la miro como si estuviera loca, se llevó las manos al rostro y suspiró con frustración.

—¿Esto es en serio? —susurró. Se quito las manos del rostro y la miro con dulzura —Princesa, ¿Oíste algo de lo que te dije?

—Sí.

—Ah, por lo menos. ¿Qué captaste de lo que te dije, bonita? —preguntó. Armand se giró mientras soltaba pequeñas risas casi audibles, aunque el peliblanco se doblaba en su estómago.

—Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla.

Armand no pudo soportarlo más. Sus rodillas cayeron al piso mientras reía en carcajadas. Emmet tenía un tip en el ojo izquierdo.

—Cielo, él será tu amigo a partir de ahora. Su nombre es Auritz y dicho de otra forma tú eres Emmet y él es Armand.

Sherine soltó rápidamente la mano del chico.

—¡No! —chilló —No quiero ser tú, Emmet. Tú hablas mucho y aburres.

La carcajada de Armand fue más ruidosa. Así como el tip en el ojo de Emmet aumento.

—Algo muy malo tuve que hacer para merecer esto —masculló —Conocelo, princesa. Él cuidara de ti.

Emmet salió de la habitación de su hermana con pasos pesados y Armand lo siguió como pudo.

—Si llega a tener un rasguñó tu vida estará en juego, Auritz —fue lo último que dijo Armand antes de abandonar por completo la habitación, haciendo que el pequeño se pusiera rígido.

—¿Auritz, verdad? —cuestionó Sherine lo que ya sabía, solo para hacerlo hablar. El peliblanco no respondió —¿Quieres morir, Auritz? —Auritz abrió los ojos más de lo normal —¿No, verdad? Entonces habla. Soy la princesa heredera, una sola palabra mía y... —la pequeña princesa se pasó el dedo índice por el cuello.

—¿Eh..? —el pequeño trago saliva —¿Qué quieres que hable?

Sherine sonrió.

—¡Todo! —exclamó como si hace segundos no estuviera amenazando la vida del niño —¿Cuantos años se llevan tu y Armand? ¿Cuales son tus gustos? ¿Qué espera de esta amistad? Espera, antes que nada, ¿Somos amigos, verdad?

Auritz reconoció el cambio de tono en la última pregunta y asintió efusivamente.

—¡Perfecto! ¡Vamos! —Sherine sin ningún tacto entrelazó su brazo con él de Auritz y corrió afuera de la habitación. Auritz se repitió las palabras de su hermano.

«Si llega a tener un rasguñó tu vida estará en juego.»

—¡Por la libertad y la comida! —chilló Sherine sin ser consciente del miedo que crecía en Auritz y empezaba a hacer doler su estómago.

Poco se sabía que ese sería el comienzo de una bonita amistad y por la cuál el primer imperio caería.

25 años después...

Sherine seguía teniendo una mente curiosa a sus 30 años de edad. Era considerada una niña si se tenía en cuenta que todos en su mundo vivían más de cien años.

En la lista de curiosidades de Sherine encabezaba un tapiz hecho de piedra que se encontraba oculto en la biblioteca. Sherine miraba la piedra todos los días a la misma hora, una parte de ella sentía que un día esa piedra cambiaría y que tendría que ver con ella. Una imagen, una palabra, no sabía. Era un presentimiento solamente.

—Ojo de loca no se equívoca —susurró segundos antes de que la puerta sonará.

—Aquí estás —escuchó una voz conocida y sonrió.

Sherine no quito la vista de la piedra hasta que Auritz la hizo girar. El peliblanco, ahora copia exacta de Armand con algunas diferencias en su físico, la examinó de pies a cabeza. Movió su cuello, alzó sus brazos, tocó su rostro.

Suspiró con alivio al terminar su examinación y la abrazó.

—Auritz, quiero tener sexo por primera vez contigo.

Auritz se ahogo con su propia saliva.

—¿Qué?

—El consejo decidió que soy un problema y deben casarme y no voy a tener mi primera vez con un completo desconocido —informó.

—¿Qué? Es imposible. Armand no me ha dicho nada —Auritz quiso oponerse a la idea, pero la seriedad en el rostro de su mejor amiga y protegida fue todo lo que necesito para saber que ella no estaba jugando —No. Debe haber otra solución. No puedes casarte, no con alguien que no amas. Y no tendrás sexo conmigo, Sher, no me amas.

—Oh, pero sí lo hago —rebatió rápidamente la joven.

Auritz no se espero el siguiente movimiento de Sherine cuando llevo la mano a su espalda y deshizo su vestido, quedando solamente en bragas. Sherine decía que los brasieres maltrataban sus senos.

Auritz retrocedió, aunque sus ojos no se despegaron de los preciosos senos de Sherine.

—No...

Sherine fue perspicaz cuando tomo la camisa de Auritz y le robó un beso.

Sherine había soñado con Auritz desde que descubrió como eran concebidos los bebés. Decidió que de tener uno Auritz sería el padre, de follar con un hombre sería con Auritz y de casarse sería con Auritz. Soñó con sus labios, con su cuerpo, varias veces lo espió mientras se bañaba sin que él se diera cuenta e incluso tenía varios dibujos suyos.

Estaba enfermamente enamorada de Auritz.

Sherine mordió sus labios haciendo que Auritz abriera la boca y obligándolo a ceder. Uso sus manos en los hombros de Auritz para con poco esfuerzo subirse a su regazo y enrollar las piernas en su cintura.

—Sher, espera...

—No. No quiero. Debes ser mío. Sé mi primera vez.

Sherine empezó a moverse y nadie pudo detenerla.

—¡Sherine, Auritz hay que..!

Armand entró a la biblioteca quedando impresionado ante tal escena.

—¡¿Qué carajos ocurre aquí?! —gritó desconcertado.

Auritz actuó rápido e hizo fuerza para poder separar a Sherine y ponerla detrás de él.

—Hermano, no es lo que piensas —Auritz Intento salvar la situación a pesar de que los hechos hablaban por si mismos.

—Armand he decidido que si tengo que casarme lo haré con Auritz —como siempre, Sherine hablo con firmeza —Ahora mismo lo haré mío.

—No.

Sherine podía jurar que nunca había visto tan serio a Armand, mientras lo veía avanzar hasta ella.

—Tú no harás eso. El consejo ya decidió quien será tu esposo, será un primo tuyo como dicta la tradición y las normas espirituales —por primera vez Armand fue firme en algo que incluía a Sherine —O de lo contrario harás que maten a Auritz y por ende a mí porque no dejaré que maten a mi hermano e incluso a Emmet porque nunca permitiría que me matarán.

—¡Eso no importa! ¡Soy magia espiritual yo puedo..!

—¡SHERINE! ¡Hay reglas que ni una futura reina puede cambiar! Correrá la sangre de muchos si haces lo que tú corazón dicta empezando por la del hombre que tapa tu desnudez.

—Pero yo amo a Auritz, Armand —el hilo en su voz fue notable.

Auritz abrió los ojos ante tal confesión y asintió con suavidad.

—Yo también te amo, bonita —admitió en voz alta por primera vez.

Armand presiono los labios. Con un chasquido de dedos hizo que Sherine tuviera un vestido elegante.

—Los dos. Los reyes quieren hablar con ustedes —se centro en Sherine —Y si amas a mi hermano como dices no dirás ni una palabra de esto a tus padres.

Con otro chasquido Armand teletransporto a Auritz y Sherine a la ala que daba con la sala principal donde seguramente estarían los reyes.

—Auritz —un sollozo escapó de los labios de Sherine.

Auritz tomo sus manos entre las suyas.

—Vamos, respira. Inhala y exhala —Sherine hizo lo pedido mientras sentía la energía de Auritz a través de sus manos —Tendré tu primera vez si es lo que quieres, pero nunca debes de olvidar que esto no está permitido. Destruir siglos de tradición llevaría a la caída de todo lo que conocemos.

—Eso...

—Sí, sé que no te importa. Pero a veces debemos hacer cosas que no nos gustan. Yo te apoyaré siempre decidas lo que decidas.

Auritz le dió un beso en la frente y Sherine poco a poco sintió que ella se recomponía.

—¿Lista?

No, Sherine no estaba lista para lo que se venía. Su alma nunca lo olvidaría y Auritz tampoco, pero nunca lo diría, aunque dedicará todas sus vidas a protegerla a costa de la suya.

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