II. Solo...Come
Soltando un pequeño jadeo, Aeron mira hacia abajo para ver a Squee en su regazo, antes de volver a su madre sujetando al mismo oso de peluche contra su cuerpo.
—Madre, por favor, no la alientes. —suplica su padre, viendo con ojos llorosos el pequeño peluche en manos de su mujer. —Nuestro hijo se ha ido, no lo han encontrado y lo sabes también.
—Ti...tienes razón, cariño, —la sonrisa incómoda vuelve al rostro de la mujer, las arrugas se empiezan a marcar en sus ojos mientras la sonrisa crece, —¿Porqué no comes tú la galleta de nuestro Aeron? Por favor.
Tomando la bandeja de galletas y llevándola a su esposo quien, con mano temblorosa, agarra una galleta idéntica a la que Aeron tenía en sus manos. Los presentes en la cena le observan y, con cierta inquietud, el niño ve como en los rostros de las mujeres una expresión casi tan extraña como la de su mamá se refleja.
—¿Te gusta, cariño? —pregunta ansiosa Marleny apartándose y dejando la bandeja en el centro de la mesa.
—Tan buena como siempre, Marleny.
Algo no está bien. Aeron se pone de pie de golpe, pegando al oso contra él. Lo que tiene su madre no es Squee, jamás se lo daría a ella; lo que su padre tiene no es su galleta, es una que se parece demasiado. El niño en la mesa que trituraron para agregar a la mezcla no era él, solo un niño tan parecido a él que quizá compartirían nombre.
Pero no es él. No puede ser él.
—¡No puedo trabajar así! —el grito de su padre le hace voltear de golpe, a una habitación que no es el comedor en casa de la abuela, es su casa. —¡Marleny, maldita sea!
—¿Qué... qué pasó, cariño? —ve a su madre entrar por la puerta que separa a la cocina de la sala.
—¡Es ese maldito niño! ¡No deja que me concentre con su escándalo!
—Pero, sabes que él no hace rui... —la voz de su madre tiembla, haciendo que Aeron deje de lado a Squee, deteniendo sus risitas de golpe. El niño había estado teniendo una conversación silenciosa con su osito en la misma habitación en la que su padre intenta terminar de escribir su relato.
—¡¿Acaso estás sorda?! ¡Solo llévatelo! No quiero volver a oírlo.
—Si, Víctor. —su madre camina hacia a él y lo toma del brazo, impidiéndole tomar a Squee con él. —Luego volvemos por tu oso.
Cierra los ojos, sabiendo lo que viene. Las palabras que su madre dijo aquella noche, aquella antes de Noche Buena, se repiten en su mente una vez más.
—La abuela Matilde siempre ha dicho que la única garantía de un matrimonio estable y feliz es hacerlo todo por el bien de tu marido. —comentaba en un murmullo, más para ella que para el niño que tenía con los ojos vendados en el auto. —Un día nos contó que lo que hacía más feliz a Levon Winter eran las galletas de chocolate y jengibre, pero nunca eran suficientemente buenas para él; siempre que las comía se quejaba de todo y de todos. Compañeros inútiles, mujerzuelas insatisfactorias y vecinos malagradecidos, todos eran un castigo para él.
Cuando doña Mati tuvo suficiente de eso, hizo lo que debía hacer. El coronel Winter odiaba a muerte a su vecino y compañero de ajedrez, que aquella noche le había vencido de forma que él consideró injusta, por lo qué, cuando le arrojó las galletas a su esposa, ella salió de casa con un cuchillo para carne, regresando una hora después con carne fresca que añadiría a su receta de galletas. Esa sería la primera vez que tu abuela escucharía un "Magnífico trabajo, Matilde" por su parte. Cada vez que su esposo tenía un problema, Mati haría galletas que borraría cualquier cosa que aquejara al amor de su vida.
Si la mujer debe permanecer en la cocina mientras el hombre labora, entonces el secreto no ha de saberse por nadie más que las mujeres de la familia Winter...
—Soy una buena esposa, —lloraba y gritaba a este punto de su relato la mujer de cabello castaño, —jamás quise que esto pasará, ¿Lo sabes, Ron? —le dio un beso en la frente, acariciando las mojadas mejillas de un niño que no para de llorar, anticipando el destino que tendrá. —Por él haré lo que sea, incluso si tengo que perderte a ti.
Un fuerte dolor en el vientre hace que Aeron caiga al suelo, desde donde ve a su padre disfrutando de la galleta que había agarrado.
—Espero que te guste Víctor, tu mujer fue quien las preparó con todo y el ingrediente secreto de la familia. —comenta tranquila su abuela, mientras toma una galleta para ella y otra más que coloca en las patitas afelpadas de Squee. —Tu hijo hubiera querido que su osito tenga una feliz Navidad.
—Magnífico trabajo, Marleny.
Aeron puede ver cómo es que la sonrisa de su madre, por primera vez es genuina. No puede soportarlo más, toma a su Squee del sitio en qué su abuela dejo al peluche, antes de salir corriendo hacia la sala.
Acostándose en la sala, de la misma manera en que había estado antes, el retrato que había estado mirando vuelve a captar su atención. Esta vez entendió lo que tanto le inquietaba antes de entrar a la cocina.
El majestuoso rostro de su abuelo y el orgullo con el que posaba ante la cámara, todo en el cuadro contrasta con las manos. Mientras una está extendida y los dedos juntos con el pulgar sobre la palma, la otra se encuentra en un puño apretando el pulgar. Una señal de auxilio.
Si el mensaje era para él o para alguien más, jamás lo sabría.
—¿Cómo llegaste aquí? —pregunta su papá, tomando a Squee del suelo. Aeron le mira con los ojos rojos por el llanto, viendo como aquel hombre tan duro e imponente, toma con ternura el peluche. —¿Qué es esto?
Un pequeño trozo de papel cae del interior de Squee, aquel que el pequeño había usado para hablar con su oso antes de su muerte. Palabras que ahora llenan los pensamientos de su padre, quién sin poder evitarlo corre al baño a vomitar.
Aeron solo mira desde lejos, a su madre ser felicitada por su cocina y al resto devorando lo último que queda de él en este mundo. Ahora la sensación que la casa le daba parece ser clara, no era paz lo que le invadía, no, era aquella última parte de los muertos que no puede irse al quedar atados a quien los comió. Él solo es uno más, uno que no abandonará a sus padres pues una parte de él ya estará siempre con ellos.
La risa de abuela Matilde permanece grabada en su mente, junto al murmullo de las palabras que decía al preparar su comida: —Bienvenido a casa, pequeño, a tu nuevo hogar. Ahora solo ...
<<COME>>
Two-shot escritos para el concurso de relatos Navideños de la EditorialHistorias
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