Especial De Halloween

Era veintinueve de octubre, las viviendas ya estaban decoradas con adornos correspondientes a la víspera de Halloween, donde niños, adolescentes y algunos adultos ocultarían sus identidades detrás de disfraces característicos dos días después, donde nadie te juzga…

Aria y Alex caminaban por las calles de la ciudad, viendo las grandes ornamentaciones de algunas de las casas con muñecos de la muerte, calabazas como lámparas, arañas gigantes, entre muchas cosas más. Inclusive se detenían a admirar algunos disfraces. Fue entonces cuando se les ocurrió una idea.


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La mañana del treinta y uno de octubre, las tortugas se sentaron a desayunar en compañía de la de cabello púrpura, pues la otra humana se había quedado dormida.

—Entonces, ¿se apuntan para una fiesta de Halloween?

Preguntó la mujer, dando un bocado a sus fideos, pues le había dado flojera cocinar algo y lo único que los salvaría de la comida del pecoso, aunque le diera algo de pena admitirlo, eran los envases de fideos instantáneos.

—Eso me suena a que habrá alcohol —habló el de banda azul, frunciendo ligeramente el ceño.

—Ah, no, no, no, no —se negó rotundamente el más alto, sacudiendo la cabeza junto con sus manos—, la última vez eso resultó fatal.

—Lo dices como si se hubieran emborrachado más de una vez —Lexi rodó los ojos en respuesta al comentario de la tortuga.

—Con esa vez tuve suficiente… —murmuró el de banda azul, sosteniendo su cabeza con la palma de su mano, recargando el codo sobre la mesa— ni siquiera puedo recordar algo.

—Ya somos dos, Leo —lo secundó el temperamental, recargando ambos codos en la mesa y sosteniendo su barbilla entre sus manos—. Cada vez que intento hacer memoria, me duele la cabeza.

Mientras charlaban, nadie se percató de la presencia de la pelirroja, quien se había despertado hacía unos minutos atrás, para jugarle una pequeña broma a uno de los hermanos.

Con sigilo, se colocó detrás del de ojos esmeralda sin tocarlo, mientras los demás hablaban y él prestaba atención a la conversación. Aria inclinó la cabeza ligeramente hacia un costado, siendo detectada por todos los demás, quienes sólo la vieron fijamente. Rapha finalmente sensó su ligero movimiento y volteó hacia ella, sin darle tiempo de percatarse antes de que traía puesta una máscara de Scream.

—¡Boo!

—¡AHHH-! Ah, *cofcof* —trató de ocultar su grito tosiendo, sin embargo, ya todos estaban riendo por su reacción. Raphael frunció el sueño y gruñó— ¡Ya dejen de reírse!

—Debiste ver tu cara, Rapha, me alegra haber grabado el momento~ —respondió la pelirroja tras retirarse la máscara y mostrar su T-Phone, el cual repetía el momento en bucle.

—Donnie, ¿puedes hacernos una camiseta con su cara? —preguntó el menor señalando la pequeña pantalla con el rostro asustado de su hermano mayor, quien no tardó en golpear su nuca con su palma, obteniendo un quejido por parte del de banda naranja.

—Cambiando de tema, ¿de qué estaban hablando? —preguntó Aria tomando su lugar en la mesa tras haberse servido su desayuno.

—Sobre la fiesta de hoy, pero los aburridos ya no quieren tomar —los miró Alex con indignación y un poco de ofensa, mientras que Aria rodó los ojos de manera divertida.

—Ni aguantan nada.

—Otra opción podría ser salir a pedir dulces… —murmuró la menor con una mano en su barbilla.

—¡Esa es una gran idea! Así podrían convivir con más gente, al menos por un rato. Menos tú, Rapha, tú eres un apático de mierda —replicó Aria con un tono burlesco y una sonrisa socarrona en el rostro.

—Lenguaje —regañó Leonardo como siempre.

—Repítelo, te reto —dijo Raphael frunciendo más el ceño, como si aquello fuera posible.

—Deja de fruncir, te vas a arrugar —intervino esta vez Alex, causando que el susodicho llevara un dedo a su entrecejo y lo estirara hacia arriba. Rió suavemente y prosiguió—. Bien, entonces debemos prepararnos para esta noche. Honestamente no creo que deban usar un disfraz, pero es su decisión.

—¡Genial! Es la oportunidad perfecta para volver a usar mi traje de Tortumosca, buzz buzz~ —dijo Miguel Ángel haciendo un bailecito de la victoria mientras sus hermanos se quejaban por tener que soportar el "buzz buzz" de nueva cuenta.

—Apuesto a que te verás excelente, Mikey. Entonces está decidido, en la noche iremos a divertirnos —dijo Alex con una sonrisa dulce y juntando sus manos.

—¿Pero cómo vamos a patrullar así? Seguramente, los villanos aprovecharán todo el alboroto de Halloween para hacer de las suyas si no estamos pendientes —dijo el líder con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Qué molestia son esos villanos, no nos dejan en paz ni un solo día —protestó Raphael, colocando sus manos detrás de su cabeza y reclinándose un poco hacia atrás.

—No vamos a patrullar hoy, Leo —se quejó la fémina al lado de la tortuga de ojos verdes—. Vamos a convivir con gente y a espantar niños.

—¿Estás bromeando? —intervino nuevamente la tortuga de la banda roja— Nunca hemos ido a la superficie a más que a patrullar.

—Y a comer con Murakami —agregó el menor.

—Si nos ven, las personas se volverán locas —Donnie apoyó su barbilla en la palma de su mano, tras haber recargado el codo en la mesa.

—No lo harán —dijo Lexi—. Es Halloween, nadie va a saber que son reales, pensarán que están disfrazados.

El líder pareció reflexionar sobre tal premisa. Compartió una mirada con sus hermanos hasta que sus ojos conectaron con los de Mikey, quien tenía una mirada adorable y suplicante, y sus manos juntas frente a él. Suspiro con pesadez y se frotó los párpados.

—Está bien, pero sólo por un rato.

—¡Sí! —festejaron las féminas y la tortuga más joven.

—Bueno, Mikey y nosotras ya tenemos nuestro disfraz, así que faltan ustedes —evidenció Aria.

—Podemos usar los disfraces que utilizamos para jugar a Calabozos y Mutantes —opinó el de ojos carmín levantando la mano.

—¿De qué eran? —preguntó con curiosidad la de cabello morado.

—Leo de caballero, Rapha era un enano bárbaro, Mikey fue un elfo ladrón y yo de mago.

—Qué creativos —se burló la pelirroja, dando un sorbo a su taza de café.

—Podemos reutilizar eso para hacerles un disfraz… —opinó la más joven— ¿qué dices, Aria?

—Yo jalo —respondió la mencionada, levantándose de la mesa y dejando su taza junto a su plato en el fregadero.

—Ustedes le piden permiso a Splinter y nosotras nos encargamos del disfraz.

Y dicho y hecho, después de hacer un par de cosas más cada quien por su lado, cuando ya eran casi las seis de la tarde y el cielo empezaba a oscurecerse, las tortugas fueron a pedir permiso a su padre, quien con alguno de duda terminó por ceder ante los ruegos de sus hijos.

Las chicas empezaron a rebuscar en algunas cajas que tenían guardadas los reptiles en sus habitaciones, los disfraces que reutilizarían, y además encontraron unas vendas para el disfraz que tenían planeado para Leonardo. Una vez tuvieron todo listo para los trajes, les llamaron para que fueran a la sala para arreglarlos.

El único que necesitaba ayuda con el disfraz era el de banda azul, y Mikey ya se había puesto su disfraz de tortumosca. Mientras los otros dos acomodaban sus ropas, Aria y Lexi empezaron a envolver al líder con vendas, desde el cuello hasta los pies, dejando algunas partes al descubierto, apretando lo suficiente para que pudiera moverse con libertad sin que el vendaje se cayera.

—¿Qué se supone que soy? —preguntó mientras seguía manteniendo los brazos extendidos, siguiendo los movimientos de las humanas con la mirada.

—¿Cómo que qué? ¿No es obvio? Eres una momia —respondió la mayor, envolviendo ahora parte de su cabeza sin quitarle el antifaz. Una vez que terminaron, ambas se pararon frente a él.

—Ya puedes bajar los brazos —dijo Alex riendo un poco. Él obedeció y se movió, no era tan incómodo como pensaba.

—¿Y esto cómo carajo me lo pongo?

La voz de Raphael irrumpió a ambas chicas, quienes dieron media vuelta para mirarlo. Sostenía unos colmillos falsos en sus manos, mientras que de su caparazón colgaba una capa de vampiro negra con rojo en la parte interna. La pelirroja se acercó y le quitó las cosas de las manos.

—Abre la boca —pidió, y antes de que él pudiera decir o hacer algo, ella llevó sus manos a su barbilla y nariz, abriéndole la boca a la fuerza. Le puso los colmillos falsos encima de los reales, y una vez terminó, hizo una mueca de asco por la saliva que había quedado en sus dedos—. Iugh, ya está —se limpió las manos en su blusa.

Eso no dijiste en su cumpleaños… —murmuró la de cabello púrpura con una sonrisa socarrona. Nadie se percató de su comentario, y en dado caso de que alguien lo hubiera escuchado, ninguno se acordaba ni sabría a qué se refería la menor.

—Faltan ustedes —les dijo Donnie, acercándose a ellas mostrando su disfraz del monstruo de Frankenstein.

—¡Sí! ¡Yo las quiero ver disfrazadas! —exclamó Mikey con emoción, abrazándolas a ambas por los hombros.

Ambas chicas fueron a su habitación para poder cambiarse. La pelirroja se puso un vestido negro que le llegaba dos manos arriba de la rodilla, se puso un short debajo junto a unas medias de red. De calzado se decidió por unos botines de tacón grueso y algo altos, y en las manos se colocó unos guantes descubiertos de los dedos. Se puso un cinturón negro donde colocó un cuchillo falso. Se maquilló un poco con algo de rímel y delineador, un poco de rubor y un labial rojo intenso y muy vivo.

Por su parte, Alex se colocó un traje pegado de cuerpo completo color negro con parte de la espalda descubierta, cadenas doradas que pendían de la cintura hasta los tobillos y de su espalda; de los hombros colgaban dos pedazos de tela negra brillante, y algunos cintos un poco gruesos adornaban las mangas. Se puso unos guantes blancos largos con las palmas rojas que llegaban hasta los hombros y unas pulseras doradas. De zapatos, al igual que su amiga, optó por unas botas cortas de tacón grueso, e igualmente se maquilló un poco.

Aria le ayudó a hacerse una coleta alta que decoró con un listón rojo, mientras que Alex le planchó el cabello y lo acomodó un poco para que se viera algo desordenado. La primera tomó su máscara de Ghostface y se la colocó sobre la parte superior de su cabeza, y la segunda tomó un par de pistolas falsas con una gran gema verde detrás de los cañones.

—Ya estamos listas~

Dijeron ambas saliendo del dojo, mientras que la de menor estatura se colocaba bien la máscara y sacaba su cuchillo falso, jugando con la punta de éste, y la más alta sacó sus pistolas apuntando hacia ningún lado en particular. Los ojos de Donnie parecían corazones y su miocardio palpitaba con rapidez cuando vió a Alex.

—Te ves increíble… —murmuró sin despegar la mirada de la joven, quien se sonrojó y desvió la mirada. La pelirroja se levantó la máscara y carraspeó, sintiéndose excluida. 

—Tú también te ves bien, Aria, pero Lexi se ve mejor- —dijo con nerviosismo— ¡N-no quiere decir que te veas mal!

Lo traes loco, amiga —le susurró a su mejor amiga, dándole un codazo en las costillas. Por otro lado, Rapha tenía sentimientos encontrados; no podía negar que la bajita se veía bien, al contrario, se veía bastante sexy y hermosa, sobre todo sin la máscara. Pero por otro lado, se sentía molesto.

—¿En serio vas a salir así? —preguntó señalando su vestido causando que ella frunciera el ceño.

—¿Por qué?

—¿No es muy corto?

—¿Qué eres? ¿Mi papá? Ya vámonos antes de que se haga más tarde y a Splinter se le ocurra poner un toque de queda —reclamó la pelirroja caminando hacia los torniquetes, mientras que Raphael sólo gruñó y la siguió de cerca con los brazos cruzados.


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Niños disfrazados de vampiros, calabazas, zombies y brujas era lo que se veía por doquier. Incluso algunos adolescentes y adultos iban acordes a la festividad en compañía de sus hijos, parejas o amigos. Los menores tocaban puertas diciendo la típica frase: "Dulce o truco", recibiendo golosinas que llenaban sus costales o canastas. Las tortugas se sentían extrañas. Sus corazones estaban latiendo demasiado rápido y un nudo en el estómago se les estaba formando.

—¿Qué tenemos que decir? —preguntó el menor volteando a ver a las chicas con ternura.

—“Dulce o truco” —respondió la chica de cabello morado.

—¿Y si nos descubren? —preguntó jugando con sus manos.

—No lo harán, se los prometo —apoyó la otra fémina. Se acercaron a una de las casas y Aria tocó el timbre. Un señor gordo con barba salió a recibirlos, frunciendo el ceño en cuanto los vio.

—¡Dulce o truco! —dijeron ambas féminas levantando sus bolsas.

—¿Qué no están grandes para eso? —preguntó el hombre mirándolas con desdén. Luego, su mirada se desvió hacia los reptiles detrás de ellas— ¿Y ustedes que se supone que son?

—Yo una momia.

—Un vampiro.

—Frankenstein 

—¡Y una tortumosca! —el hombre se rió, tocándose la panza. 

—El último está cool —felicitó una vez que dejó de reír—. Bien, les daré algunos dulces —entró a su casa dejando la puerta abierta, y a los pocos segundos regresó con mucha variedad de dulces en un tazón, dándoselos a cada uno en sus respectivas bolsas. Después de decir un sonoro "gracias", el hombre asintió y antes de regresar les dijo a los chicos—. Por cierto, son los mejores disfraces, nunca antes había visto a nadie de tortuga.

Después de que el señor cerrara su puerta, las chicas se miraron y gritaron emocionadas.

—¡Se los dijimos!

—¡Choquen tres!

Todos chocaron sus palmas al centro emocionados y con una sensación de alegría demasiado inmensa. Era la primera vez que salían y las personas parecían amables. Nadie los juzgaba, insultaba o criticaba. Los trataban como iguales, felicitándolos por su audaz y creativo disfraz. Fueron a pedir más dulces hasta que sus bolsas estaban a punto de reventar, se tomaron muchas fotos, espantaron niños, ellos se sentían como niños. Realmente se divirtieron.


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Dieron las doce y aún había gente afuera, pero ellos ya habían decidido volver a la alcantarilla, pues ya no cabían más dulces en sus bolsas.

—¿Se divirtieron? —preguntaron las chicas al unísono cruzando los torniquetes.

—¡Sí! —respondió el menor haciendo una pirueta— ¡Hay que repetirlo!

—Y aún no termina —Aria le dedicó una mirada cómplice a Lexi, quien asintió.

—Esperen aquí, falta que nosotras les demos su calaverita.

Los cuatro se sentaron en el sofá de concreto, ellas fueron a su cuarto y cada una sacó dos canastas con forma de calabaza, cada una del color del antifaz de cada uno, las cuales contenían dulces mexicanos. Tenían alegrías, cocadas, mazapanes, dulces picantes, frituras, entre otras cosas. Regresaron a la sala y les entregaron las calabazas a cada uno.

—Fue difícil encontrarlos —se quejó la pelirroja.

—Ojalá les gusten y les duren —soltó una pequeña risita la de orbes tormenta.

—Y… —la pelirroja sacó de su espalda unas películas de terror, tanto en discos como en cassette— ¡vamos a ver pelis!


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A la mañana siguiente, después de haberse desvelado viendo películas de terror y comiendo los dulces que las latinas les habían obsequiado, los cuatro hermanos tardaron algo de tiempo en salir de su habitación con una cara demacrada y pálida.

—¿Qué les pasó? Parece que un demonio les chupó el alma o algo así —se burló Aria de su aspecto.

—Creo que comimos demasiados dulces anoche… ahora tenemos indigestión —explicó Donatello la causa de su apariencia mientras sostenía su barriga con ambas manos para evitar que le doliera.

—Ah, debimos advertirles eso. Ahora, tendrán que lidiar con la venganza de Moctezuma —dijo Alex con una voz tenebrosa y moviendo sus dedos para dar mayor efecto.

—¡Eso suena realmente aterrador! ¿Acaso vamos a morir? ¡O peor! ¿¡Qué tal si no podemos volver a comer pizza nunca más!? —exclamó Miguel Ángel con las manos sobre su cabeza, causando que las mexicanas se rieran. Alex acudió de inmediato a tranquilizar al pequeño.

—Lo siento, Mikey, no quería asustarte. Como dijo Donnie, es solamente una indigestión, pero en nuestro país le llamamos así ya que usualmente le sucede a extranjeros que no están acostumbrados a comer nuestra comida. No te preocupes, los cuidaremos bien y sanarán en un santiamén. Hora de poner los conocimientos de las abuelas en práctica.

Y tras esas palabras, las chicas empezaron a hacer té de manzanilla, caldo de pollo con verduras, manzanas hervidas con azúcar y canela, pechugas asadas para comer después, entre otras cosas típicas que se usaban para tratar esos casos. Una vez listo, Alex le dió una taza de té y de manzanas a Miguel Ángel, y posteriormente, le entregó otras a Donatello junto a un beso en la mejilla para ayudarlo a recuperarse más pronto.

Mientras tanto, Aria le dió las cosas a Leonardo, quien agradeció en silencio y de inmediato se puso a beber y comer aquellos cálidos y dulces alimentos que no podía creer fueran remedios típicos de su país. Al final, le dió su parte a Raphael y se sentó a su lado para ver si necesitaba algo más. El susodicho comió en silencio, y una vez terminó, le dió las tazas a Aria para que las llevara al fregadero. Justo cuando estaba a punto de ir a la cocina, Raphael tomó su muñeca y la detuvo para decir en un tono bajo, atípico en él.

—Oye… gracias por cuidar de mí- ¡es decir, nosotros! Gracias por cuidarnos, lo aprecio mucho.

La chica simplemente asintió ante la sorpresa de su acto, tratando de ocultar su sonrojo huyendo velozmente a la cocina. Después de eso, los chicos ni siquiera quisieron voltear a ver los dulces y tampoco pudieron entrenar. Se la pasaron encerrados en sus habitaciones, y de vez en cuando Aria y Alex entraban para asegurarse de que estuvieran bien.

Primer halloween de su historia, y primeros síntomas de indigestión. Ni siquiera se sentían tan mal las veces que Mikey hacía sus inventos en la cocina.







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Hola de nuevo, NamjoonOppa404 y yo agradecemos su apoyo. Este especial fue algo corto, pero no queríamos quedarnos de brazos cruzados sin hacer uno. Nuevamente gracias y feliz Halloween y Día de Muertos 💀 🎃 👻

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