Capitulos 08: Ven, Perra, Vamos A Trabajar.

—Disculpe, ¿ha visto a estás chicas? —preguntaban ambas mujeres adultas a cualquier persona que se les cruzaba en la calle, mostrando una hoja con una foto de ambas féminas, sus características físicas anotadas en lista a un costado de la imagen, y en la parte media superior la palabra "Desaparecidas".

Llevaban semanas buscándolas. Cuando se cumplieron las setenta y dos horas desde su desaparición, presionaron a la fiscalía y fue así como consiguieron que les iniciaran una carpeta de investigación, mientras ellas se encargaban de salir e investigar por su cuenta. Sin embargo, siempre recibían una respuesta negativa.

Después de recorrer casi todo el centro de la Ciudad de México, se sentaron en una banca frente a un pequeño parque donde veían a los niños jugar. Ambas exhalaron profundamente.

—Ya han pasado dos semanas, Georgia… —murmuró la de cabello lacio y corto mirando hacia el suelo.

—Ya lo sé, Jess… —respondió la contraria de cabello rizado, sosteniendo el papel entre sus manos— no perdamos la esperanza.

Recargó la cabeza en el hombro ajeno, y la otra adulta recargó la mejilla en la coronilla de su cabeza. Ambas se estaban acompañando en su dolor, aparentemente solas en ese parque, rodeadas del sonido de las risas y voces de los infantes, corriendo, brincando…

Pero no muy lejos de ellas, en uno de los callejones, se encontraba un hombre alto, de cara larga, cabello oscuro al igual que sus ojos y traje negro con camisa blanca y una corbata color morado a rayas. Su mirada era neutra y apática. Sus ojos estaban clavados en ambas mujeres, como si las estuviera vigilando…


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Gracias, Abril. ¿Podrías anotar la dirección en las notas de mi teléfono, por favor? —solicitó Aria levantándose del sillón y dándole su dispositivo móvil.

—Claro, con gusto —respondió tomando el celular tecleando la dirección, y se lo devolvió en breve.

—Oye, pero… estamos castigadas —habló la menor acercándose a las dos pelirrojas.

—Verga, sí es cierto —respondió la mayor guardando su teléfono en su bolsillo, agachando la cabeza.

—¡Lenguaje! —gritó Leo seriamente inclinando un poco su cabeza hacia su dirección, pero sin apartar la vista de la pantalla. Aria simplemente rodó los ojos, pasándose por el Arco del Triunfo el comentario del líder.

—¿Castigadas? —preguntó la joven de ojos azules— ¿Por qué?

—Por ir a salvar a estos lelos del Kraang y del Clan del Pie evitando su secuestro, o peor, su muerte.

—¡Oye! ¿¡A quiénes les dices “lelos”, enana tonta!? —reclamó Rafael levantando la vista del cómic que estaba leyendo, y poniéndose de pie para hacerle frente a la mujer.

—¿¡A quién llamas "enana", pinche rana!?

Mientras la mexicana y la tortuga temperamental iniciaban una discusión, Abril no pudo evitar preguntar hacia Alex, quien se encontraba ajena a la pelea.

—No entiendo… ¿por qué están castigadas si lo que hicieron fue algo bueno?

—Porque Splinter nos había prohibido salir ya que aún no estamos listas para enfrentarnos a tales peligros. Es decir, tiene razón, pero de no haberlo desobedecido, las consecuencias hubieran sido mucho peores.

Justificó, cruzada de brazos, hasta que Miguel Ángel la abrazó de repente. Dicha acción la tomó por sorpresa, más correspondió el abrazo tan pronto vió de quién se trataba. Pudo verse cierto enojo en la cara de Donnie al ver a su hermano menor tan cerca de la chica, más se limitó a teclear más fuerte en su laptop sin decir nada, pero sin dejar de mirarlos de reojo.

—¡Debiste verlas en acción, Abril! Patearon los traseros de esos robots sin problema alguno, y cuando me tomaron por la espalda, ¡me rescataron de una forma tan heróica que ni siquiera el capitán Ryan pudiera haber imitado!

—¡Oww! Eres muy dulce, Mikey~

Respondió Alex a su halago apretando suavemente su mejilla y sosteniendo su nuca como protegiéndolo, ya que sentía cierta necesidad de cuidarlo por lo inocente que era. Donnie apretó más sus labios formando una línea al ver el acto juguetón y afectuoso que tuvo la latina con su hermanito. Estaba rojo de toda la cara y una vena brincaba en su sien.

—Entonces… ¿ustedes dos los salvaron? —preguntó con cierto tono de incredulidad y vagando sus ojos de la fémina frente a ella a la otra joven que estaba unos pasos más atrás, quien seguía gritando con Raphael.

—Sí, en resumen  —respondió la menor, finalmente soltando al de bandana naranja.

—Eso es raro —murmuró Abril tomándose de la barbilla—. A mí nunca me ha castigado, y eso que lo he desobedecido un par de ocasiones —se encogió de hombros restándole importancia a su comentario. Al escuchar esas palabras, Aria giró la cabeza en su dirección, ignorando por completo a la tortuga de banda roja como si nada hubiera pasado entre ellos.

—¿Un "par" de ocasiones? —preguntó uniéndose a la conversación. El de ojos esmeralda simplemente gruñó molesto, se cruzó de brazos y les dió la espalda, muy enojado como para reanudar su lectura.

—Bueno, pero en esas veces, Abril termina siendo secuestrada —habló el pecoso recargando el codo en el hombro de la de rizos morados—. Nosotros siempre terminamos salvándola.

—¿Y en ninguna de esas veces Splinter te ha castigado o golpeado? —cuestionó la de ojos grises, aún sin creer aquello que decía la chica pecosa.

—Para nada. No puedo creer que a ustedes sí.

La mexicana de cabello rojo parecía que echaba humo de las orejas del coraje que estaba surgiendo en su interior mientras miraba a la otra pelirroja de arriba abajo de manera despectiva sin que ella pudiera darse cuenta; de hecho nadie pareció notarlo a excepción de Leonardo, quien se acercó a ella por detrás, poniendo una mano sobre su hombro. Aria giró un poco su cabeza para encontrarse con esos ojos azules que la miraban severamente intentando calmarla, así que se resignó y suspiró.

—Tenemos que pedirle permiso a Splinter —dijo ya calmada, acomodando sus gafas arriba de su cabeza. Aún no quitaba la mano del líder de sobre ella.

—Pierden su tiempo —habló Rapha como si quisiera hacer enojar más a la chica—, no las dejará ir.

—No perdemos nada con intentarlo —respondió Alex encogiéndose de hombros—. Vamos, Aria.

—Me mandan mensaje, chicas, por favor —dijo Abril —. Los veo luego, chicos.

Las tortugas y las otras dos humanas se despidieron de ella, y una vez desapareció de su vista, las dos mexicanas se dirigieron al dojo tras compartir miradas, acordando que ya era tiempo de obtener de vuelta un poco de su libertad.

Splinter se encontraba hincado en el centro de la sala, con los ojos cerrados y respiración calma, seguramente meditando como solía hacer. Ninguna quería interrumpir al gigantesco roedor mutante, así que estuvieron peleando y susurrando por escasos segundos tratando de decidir quién hablaría primero, hasta que la voz del susodicho las interrumpió.

—Chicas, ¿qué hacen aquí? ¿Acaso ya están listas para continuar con el entrenamiento? —preguntó con algo de burla en su voz, aún sin dirigirles la mirada. Aria no tardó en responder.

—No, gracias, así estamos bien.

—Sensei —intervino Alex de inmediato, antes de que su amiga hiciera algún comentario que pudiera hacer enojar al japonés—, queríamos hablar de algo importante con usted, así que iré directo al grano. Abril acaba de venir a decirnos que nos consiguió un empleo en el restaurante de Murakami, y queríamos pedirle permiso para ir y comenzar a ganar algo de dinero para pagar la deuda que tenemos con el señor O’Neil.

—Hmmm… supongo que un poco más de disciplina no les vendría mal. Bien, pueden ir, pero tienen prohibido ir a algún otro lado después de su turno, deben regresar directamente a las alcantarillas después del trabajo.

—Bueno, supongo que es algo —dijo la de ojos marrones antes de recibir un codazo en las costillas por parte de su amiga, junto a una mirada recriminatoria—. ¿Qué? —preguntó confundida por la acción de Alex, quien sólo negó con la cabeza y habló con calma.

—Muchas gracias, sensei, prometemos que estaremos aquí tan pronto como nos sea posible.

—Muy bien. Recuerden estar en contacto con los chicos en caso de que surja alguna emergencia, o si logran reunir información valiosa con respecto al Clan del Pie o del Kraang.

—¿Pero cómo haremos eso? Nuestros teléfonos no sirven aquí.

—No se preocupen —interrumpió Donatello de repente en la conversación, entrando al dojo con dos aparatos con forma de caparazón de tortuga, uno en cada mano—. A pesar de que aún no puedo hacer que sus teléfonos originales funcionen bien, les construí un par de T-Phones para que al menos puedan comunicarse con nosotros. Nuestros números, el de Abril y el de Casey ya están agendados, y el que dice “Quesófono” es sólo para emergencias. Ustedes podrán personalizar los nombres y las fotos de los contactos en su momento.

Ambas chicas dejaron salir un sonoro "wooow" al momento de tomar los aparatos. Eran simplemente impresionantes, incluso tenían una pantalla táctil, no podían creer que una tortuga mutante pudiera crear un pedazo de tecnología tan avanzada sólo con partes que encontraba en basureros.

—Gracias, Donnie —dijeron al mismo tiempo mientras encendían sus dispositivos. Tenía la mayoría de las aplicaciones que utilizaban cotidianamente, incluidas Spotify, WhatsApp, Facebook y Tiktok.

—¿Tú los hiciste? —preguntó con genuino asombro y admiración la de cabello púrpura.

—Sí, jeje… —se rió torpemente rascando su nuca un poco apenado, desviando ligeramente la mirada.

—Eres increíble —suspiró la fémina de mayor estatura sonriendo estúpidamente, suspirando y jorobando su espalda un poco. La pelirroja la miró y se aguantó una carcajada, tapando su boca y mirando hacia el lado contrario.

Por su parte, el macho sintió su corazón acelerarse como si su pecho fuera a explotar y sus mejillas se tornaron de un intenso color rojizo, a la vez que separaba un poco sus labios intentando decir algo, dejando ver el espacio vacío entre sus dientes superiores.

No se le ocurría qué decir. Por primera vez en toda su vida, su cerebro estaba en blanco a causa de esta chica de ojos tormenta que lo miraban con un brillo intenso en sus ojos, con esa sonrisa que lo estaba volviendo loco. Al final, sólo sonrió mostrando sus incompletas perlas blancas, para decir en un tono algo bobo.

—Gracias…

Splinter sacudió la cabeza y cerró sus ojos. Se aclaró la garganta, atrayendo la atención de la tortuga y la chica, y en ese momento, Mikey sorprendió a Donnie al entrar al dojo y tomándolo de los hombros, causando que diera un brinquito en su lugar.

—¿Ya vamos a comer? —preguntó el menor asomando su cabeza por encima del hombro ajeno. Ambas chicas soltaron una risita.

—En un minuto, Mikey, primero tenemos que hacer la comida —respondió Alex.

—¡Yo les ayudo! —exclamó el pecoso levantando los brazos con entusiasmo. La de ojos tormenta asintió con una sonrisa y volvió a pellizcar delicadamente la mejilla de la tortuga menor.

—Está bien, vamos.

Aria iba a seguirlos, pero miró por el rabillo del ojo a Splinter y supo que debía de ofrecerle una disculpa por su actitud de hace una semana atrás.

—Yo ahora voy —dijo sin moverse de su lugar. Los tres se encogieron de hombros y salieron del dojo para dirigirse a la cocina. La pelirroja paró frente al roedor.

—Sensei… —comenzó a decir nerviosa, con la cabeza agachada— estuve pensando y, bueno, yo le debo una disculpa —los ojos del peludo se abrieron lentamente mirando a la chica, quien justo levantó la mirada para hacer contacto visual—. Fui demasiado inmadura, irrespetuosa y grosera. Pero aún así, tengo algunas cosas que reclamarle porque Abril nos dijo que ella, en las veces que lo ha desobedecido, ha resultado secuestrada. Al menos nosotras fuimos capaces de defendernos, y no- —se tragó sus palabras al ver la mirada tan dura y escalofriante que le estaba dando la rata oriental, quién tenía el ceño un poco fruncido. Ella carraspeó y lo miró apenada— Lo siento…

Yoshi negó con la cabeza mientras soltaba un suspiro cansado. Luego, le sonrió dulcemente y asintió.

—Acepto tus disculpas, Aria —la mencionada le devolvió la sonrisa inclinando un poco su cabeza hacia un costado.

—¿Eso significa que ya no estamos castigadas? —preguntó con algo de esperanza. El adulto la miró y su sonrisa se amplió.

—No —respondió tajante, directo, regresando su rostro a su seriedad habitual. Aria resopló resignada—, pero tendrán más oportunidad de descansar, eso es seguro.

Con una sonrisa, un asentamiento de cabeza y un agradecimiento finalmente se dió por terminada la conversación, él volvió a cerrar los ojos, intentando regresar a su estado de paz interior. La de ojos marrones se dirigió a la cocina encontrándose con Alex, Mikey y Donnie; la chica y Miguel Ángel se encontraban cocinando, mientras que Donatello estaba sentado en una silla de la mesa hablando con ellos mientras revisaba más cosas en su laptop.

Aria se unió a los dos cocineros, y los tres juntos terminaron de guisar muy velozmente, obviamente sin contar los tiempos de cocción que lamentablemente no podían acelerar.


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—¿Cómo vamos a ir vestidas? —preguntó la de rizos mientras sacaba una blusa de uno de los cajones.

—Pues… imagino que algo formal —respondió la contraria, sacando un pantalón de mezclilla color negro.

—Mejor le pregunto a Abril —sacó su teléfono en forma de caparazón de tortuga, lo desbloqueo y mandó mensaje directamente a la otra pelirroja.

[Aria]: Oye morra, ¿cómo tenemos que ir vestidas?
»Ah, sí, soy Aria 🙃

[O'Neil]: Mmm, no me dijo nada al respecto 🤔 supongo que pueden ir como quieran. Me avisan, para esperarlas e ir con ustedes.

—Dice que podemos ir como queramos —dijo una vez que terminó la conversación, apagando su teléfono y encogiéndose de hombros.

—Podemos ponernos algo no tan formal, pero tampoco tan informal —respondió la menor.

Al final, ambas se decidieron por un pantalón de mezclilla negro, Alex optó por una camisa blanca, sin mangas y con un moño que la amarraba de la parte inferior de la espalda, haciéndola ver un poco como ombliguera no tan exagerada, unos converse negros con blanco y una chamarra de mezclilla a juego con el pantalón. Por su parte, Aria se decidió por una blusa blanca de ombliguera, manga corta y algo escotada, junto a unos botines negros y una chaqueta de cuero.

Ambas mexicanas se maquillaron un poco; algo de delineador, rímel, labial y rubor. La de menor estatura se sujetó el cabello en una coleta alta dejando algunos chinos sueltos y rebeldes sobre su frente, mientras que la más alta se hizo un chongo medio alto, y al igual que su amiga, unos mechones escapaban del amarre de su liga.

Las dos salieron de su cuarto. Splinter se encontraba meditando con Leonardo, quien trataba de entrar en un trance tan profundo como el de su padre. Se veía bastante frustrado, ya que tenía el ceño fruncido.

—Sensei, ya nos vamos —habló la de ojos tormenta. El mencionado movió las orejas en su dirección y sólo asintió con la cabeza. Leonardo abrió los ojos y las miró sonriendo.

—Tengan cuidado.

—¡Hai, sensei! —respondieron ambas haciendo una reverencia.


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—Hola, Murakami-san —saludó la estadounidense, abriendo la puerta haciendo que sonara una campana colgada en la parte de arriba. Ella entró primero al local seguida por las mexicanas.

—Abril-chan~

Devolvió el saludo un hombre de aproximadamente sesenta años, usaba lentes oscuros ya que era ciego. Vestía una bata blanca y un mandil sujetado de la cintura, junto a un gorrito blanco que decoraba su cabeza. Ambas forasteras no parecían sorprendidas, pues en el trayecto, Abril les había contado acerca de él.

—Traje a mis amigas para el trabajo —continuó la pelirroja de ojos azules, rodeando a ambas chicas por los hombros con sus brazos.

—Es un placer conocerlas finalmente, Aria y Alex, Abril-chan me ha hablado mucho de ustedes. Les agradezco que hayan aceptado el empleo, desde que creé la pizza gyoza para las tortugas he tenido más clientes que nunca y necesito la ayuda.

—Claro, Murakami-san, haremos lo mejor que podamos —sonrieron las tres chicas a pesar de que el adulto no pudiera verlo.

—Me alegra que ese invento tan inusual pero delicioso haya ayudado en el negocio —dijo la pelirroja en medio de ambas mexicanas—. Hace unos meses este lugar era más pequeño, pero lo ha remodelado.

—Es bastante elegante —respondió Alex mirando a su alrededor. Su amiga copió su acción e igualmente sonrió.

—Muchas gracias por los cumplidos. En cuanto a sus actividades, sólo se van a encargar de recibir a la gente, tomar su orden y meserear —comenzó a decir—. Por su vestimenta no se preocupen, pueden venir como quieran siempre y cuando se sientan cómodas, yo les proporcionaré un mandil para que no ensucien sus prendas, y el resto lo irán aprendiendo sobre la marcha.

—Sí, creo que podemos con eso, pero tengo una pregunta. Aria apenas se está recuperando de una pérdida de sangre muy fuerte por una herida que le hicieron los Robopies. Si se llega a sentir cansada, ¿puede tomar un descanso y dejarme el trabajo a mí? —cuestionó la mejor amiga de la susodicha con preocupación por su estado de salud.

—Alex, no es necesario, estaré bien —replicó con un deje de hartazgo pero igualmente conmovida por sus intenciones.

—Claro que sí, no habrá ningún problema con eso —dijo el señor amablemente, entendiendo de inmediato la situación en la que se encontraba la de ojos marrones.

—Muchas gracias, Murakami-san… —dijo Aria apenada por simplemente pensar en dejarle todo el trabajo a su amiga, estaba dispuesta a hacer su mejor esfuerzo.


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Ya había pasado una semana desde que las chicas comenzaron a trabajar en el restaurante del japonés y los estaba yendo de maravilla; ambas estaban muy felices porque las propinas que recibían eran más de lo que estaban acostumbradas a dejar en su dimensión. Los clientes se iban siempre contentos, y algunas veces, después de la larga jornada el dueño les obsequiaba unas cuantas órdenes de pizza gyoza para compartir con los mutantes.

Finalmente llegó el viernes, todos los clientes se habían ido y se encontraban limpiando el lugar para dejarlo listo para el fin de semana, que era cuando había más clientes. De repente, un fuerte estruendo proveniente de la puerta las sorprendió, entrando tres sujetos asiáticos, sólo un chaleco negro en el torso y pantalones del mismo color.

—Disculpen, ya está cerrado —dijo Alex amablemente, parando de trapear el piso por unos segundos para hacer contacto visual y seguir con su trabajo.

—Lo sentimos, princesa, pero creo que no nos iremos pronto. Dennos todo su dinero de propinas y de la caja registradora, y puede que conserven su belleza intacta —dijo el más bajito de los tres, acercándose a la de rizos púrpuras mientras hacía algunos trucos con su cuchillo mariposa.

Aria, quien también había dejado de limpiar una de las mesas que estaba a pocos metros de su amiga y de los matones, puso una de sus manos en su cintura y con la otra se recargó en la mesa.

—Sí, yo creo que no vamos a hacer eso —respondió negando con la cabeza y arrugando su nariz—. Espero que lo siguiente que hagan antes de que llamemos a la policía y presentemos cargos es largarse y no volver.

—¡Ja! Buen intento, lindura. Ahora, no intenten hacer nada estúpido y hagan lo que les ordenamos antes de que sea demasiado tarde.

—De acuerdo, ya fue suficiente —dijo Alex tras azotar su puño libre contra la mesa más cercana a ella—. Puede que pase por alto el hecho de que están tratando de robarnos, ¿pero decirnos “princesa” y “lindura”? Eso no lo voy a tolerar.

—¿Qué pasa, preciosa? ¿No estás acostumbrada a recibir cumplidos?

Dijo sarcásticamente el más alto de los tres aproximándose a ella de igual forma, pero él tuvo el atrevimiento de tomarla por la barbilla y levantarla para forzar el contacto visual mientras los otros dos se burlaban en voz alta. La mexicana tenía el rostro rojo por la ira y el asco que sentía por el acoso de los tres ladrones, y sin pensarlo, retiró bruscamente la extremidad ajena de un manotazo, alejándose con un gran paso hacia atrás para hacer distancia.

—¡Aleja tus sucias manos de mí! —giró el trapeador que aún tenía en su mano como había visto muchas veces hacer a Donatello con su bo, adoptando una pose de batalla. La pelirroja se acercó al lado de su amiga, teniendo el trapo todavía en sus manos, y agarrando el otro que tenía colgado en su mandil, uno en cada mano.

—Muy bien, trío de imbéciles, esto es lo que va a pasar —igualmente se puso en guardia—. Tienen tres segundos para salir por esa puerta por las buenas, o lo harán por las malas. Es su decisión.

—¿Y qué van a hacer si no nos vamos? ¿Limpiarnos con sus utensilios? —se mofó esta vez el de bigote. Esa fue la gota que derramó el vaso para las dos.

—Me temo que para su mala suerte, eso no es lo único que sabemos hacer. Observen.

Y tras esas palabras, Alex golpeó fuerte y de una sola intención el diafragma del más alto haciéndolo sacar el aire de sus pulmones y agacharse protegiendo dicha zona, aprovechando para hacer una patada giratoria justo en el oído que lo desequilibró por completo y lo hizo caer estrepitosamente al suelo. Los otros dos se sorprendieron por la velocidad y precisión de tal ataque, yendo de inmediato a atacar a la de hebras moradas.

Aria se interpuso entre el del bigote y su mejor amiga. El hombre intentó soltar un puñetazo, el cual esquivó con gran agilidad, causando que el atacante se enojara más. Él empezó a soltar una ráfaga más rápida de golpes, más lo único que consiguió fue que la pelirroja le atara las manos con uno de los trapos que tenía, y después se deslizó por el piso haciendo una barrida con el otro trapo, cayendo casi de bruces al piso, y rápidamente amarró sus pies de igual forma.

Ahora sólo quedaba el líder de la pandilla. Las mexicanas se encontraban enfrente y detrás de él, no tenía escapatoria, su única opción era pelear. Sostuvo su cuchillo mariposa con más fuerza. Las chicas lo miraron sin titubear, esperando a que él hiciera el primer movimiento. El matón se encontraba contra la espada y la pared, su frente sudaba y el agarre en su navaja comenzó a vacilar. Al final, bajó la guardia y levantó a sus secuaces, empujándolos hacia la salida.

—Acaban de cometer un error… —siseó mientras salía corriendo, empujando a sus compañeros.

La menor suspiró con alivio mientras que la mayor se acercaba hacia la puerta para cerrarla. Ambas se miraron a los ojos, y estos brillaron con emoción, provocando que gritaran de manera aguda y se abrazaran mientras daban pequeños saltitos.

—¿¡Viste la cara que puso!? —exclamó la de ojos tormenta.

—¡Ni siquiera se lo esperaban!

Iban a seguir celebrando hasta que la puerta volvió a abrirse con un estruendo, dejando ver a sus amigos reptiles en guardia, listos para pelear.

—¡Ya llegamos! ¿¡Dónde están esos ladrones de pacotilla!? —exclamó Raphael viendo hacia todos lados buscando al trío de ineptos para darles una paliza.

—Ya murieron, llegaron tan tarde que perecieron por el aburrimiento y se hicieron polvo —dijo Aria sarcásticamente cruzando los brazos.

—¿Cómo supieron que había problemas? —preguntó Lexi en un intento por evitar el inicio de una discusión entre el de banda roja y su amiga.

—Apreté el botón de pánico —respondió Murakami de la puerta trasera que daba a la bodega.

—¿Botón de pánico? —cuestionó la de menor estatura levantando una ceja con incredulidad.

Tras ver que no había peligro, Donatello empujó a la tortuga más bajita para correr hacia Alex, tomándola de los hombros y examinándola cautelosamente.

—¡Alex! ¿Estás bien? ¿No te hicieron daño? ¿Te hicieron algo? —la pelirroja carraspeó para llamar su atención, y la tortuga simplemente se sonrojó y agregó sin soltar a la chica— C-claro, tú también, Aria.

Una sonrisa tierna apareció en el rostro de Alex, mientras volvía a tomar de las manos ajenas sin separarlas de su cuerpo.

—Estamos bien, Donnie, muchas gracias por preocuparte. Sólo un poco de acoso, pero nada que no pudiéramos manejar.

—¿¡Las acosaron!? ¡Esos malditos! Ya verán cuando me los encuentre de nuevo, los voy a- —no pudo continuar con su amenaza al aire, ya que sintió unas suaves y delicadas manos sobre sus brazos.

—Donnie, no te preocupes tanto, está bien —trató Alex de calmar la ira del reptil con su dulce y melodiosa voz, más el alto no podía ni quería pasar esto por alto.

—¿Cómo puedes decir que está bien? ¡Claro que no está bien! Es verdad que eres una chica muy hermosa, pero aún así, ni tú ni ninguna otra chica merece ser hostigada de ninguna manera.

La mexicana más alta se conmovió ante tales palabras tan dulces de la perspectiva de la tortuga, sin embargo, centró más su atención a cierto comentario inintencional del chico, el cual la hizo sonrojar y estremecer ligeramente, sintiendo aquellas mariposas en su estómago.

—¿Crees que soy hermosa?~ —cuestionó con los ojos brillantes y llenos de ilusión, provocando igualmente un sonrojo en el rostro ajeno. Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Donatello, causando que tartamudeara un poco al hablar.

—¿Hermosa, tú? ¡N-no, claro que no! ¡Es decir-! No eres fea, no creo que seas fea, en lo absoluto, pero-

La boca del reptil fue cubierta por la mano ajena del temperamental, mirándolo con algo de irritación. El más alto se quejó y frunció el entrecejo, mirándolo con desaprobación y emitiendo uno que otro monosílabo imposible de entender.

—Créeme, algún día me lo agradecerás —dijo con simpleza encogiendo un hombro y arrastrándolo lejos de la chica de cabello púrpura, quien solo se rió divertida con las mejillas algo sonrojadas.

—Lamento que hayan tenido que pasar por este inconveniente —se disculpó el anciano, agachando la cabeza mirando el suelo de su restaurante después de que se acomodó detrás de la barra.

—No se preocupe, no fue problema ni fue culpa suya —contestó la mayor con aire de suficiencia.

—Sólo esperemos que no vuelvan…

—Van a volver, siempre lo hacen —tras un suspiro, Murakami respondió al comentario de la menor.

—Descuide, nosotras nos encargaremos de patear sus traseros si vuelven a aparecer —respondió Aria señalándose con el pulgar y llevando su otra mano a su cintura.

—Pero qué molesta… —susurró la tortuga más bajita desviando la mirada hacia el otro extremo del restaurante.

—No dudo que puedan hacerlo, chicas —habló el líder—, pero no los subestimen. Aún no son expertas.

—No me sermonees, papá —la mexicana bajita rodó los ojos y se cruzó de brazos en respuesta al comentario del azulado, quien frunció el ceño y le dedicó una mirada molesta. Alex se aclaró la garganta para poder hablar

—Lo entendemos, Leo, no te preocupes por eso —dijo Alex con una sonrisa.

Éste solo asintió. Después de otro pequeño sermón por parte del de ojos azules, Murakami aprovechó para preparar el vicio de las tortugas y ahora de las féminas. No fue sólo una orden para cada quien, sino dos, así que no se iban a preocupar por el desayuno de mañana.  Finalmente, con una pequeña reverencia, los ahora seis integrantes se retiraron del restaurante para dirigirse a la alcantarilla más cercana.

En el camino bromearon un poco, Donnie y Alex estaban muy juntitos y casi se tomaban de las manos, pero ninguno de los dos se atrevió a dar el paso. Del lado contrario estaba Mikey, haciendo bromas para hacerla reír. Mientras tanto, Leo estaba a lado de Aria, dándole una plática sobre la importancia de escuchar y el control de su temperamento y ésta sólo lo escuchaba aburrida.

En el otro extremo estaba Raphael, quien sólo se limitó a escuchar la plática que tantas veces el líder le había dado, sin embargo, su atención estaba en otra cosa. Estaba concentrado admirando el perfil de ella, sus ojos vagaron desde sus ventanas del alma y la forma en que acomodaba sus lentes sobre su nariz, y finalmente a sus labios. Algunos rizos rojos caían por su frente, estorbando un poco su vista, pero no le importó. Su ceño que generalmente estaba un poco fruncido, se relajó momentáneamente, antes de regresar a su expresión estoica y neutra que era difícil de leer.









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NamjoonOppa404

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