Capítulo 06: Un Rescate No Planeado

Después de horas planeando la emboscada perfecta, el momento finalmente había llegado. Cuando la luna brillaba en todo su esplendor, los cuatro hermanos se prepararon para salir a la superficie, pero fueron detenidos por la voz de una de las mexicanas.

—¡Ya estamos listas! —gritó entusiasta la pelirroja de cabello rizado. Las tortugas voltearon en su dirección.

Los ojos de Donnie se abrieron de par en par y sus pupilas se dilataron un poco cuando vió el vestuario de la joven de cabello morado: llevaba puesto un mallón negro, un top con mangas de red del mismo color, su cabello estaba amarrado en una coleta alta con algunos mechones saliendo de arriba de sus sienes. Sentía que su corazón se aceleraba, su respiración se volvió irregular y todo su cuerpo comenzaba a temblar. Ella notó la manera en cómo la miraba y se ruborizó un poco girando la cabeza, evitando encontrarse con sus ojos rojos.

Por otro lado, Raphael también estaba un poco impresionado y una media sonrisa un poco boba se formó en sus labios al ver a la chica de ojos avellana, pero lo supo disimular. Vestía un short negro, medias de red de igualmente oscuras y un top sin mangas de cuello largo. Su cabello estaba recogido en una trenza con algunos rizos saliendo de su frente y patillas. Aria sintió su mirada y simplemente mantuvo el contacto visual con una media sonrisa en sus labios.

—Se ven preciosas —dijo Mikey al verlas poniendo ojos de venado. Antes de que ellas pudieran agradecerle el halago, Leo negó con la cabeza.

—De ninguna manera.

—¿¡Por qué!? —se quejaron ambas.

—No llevan ni una semana de entrenamiento, es muy pronto como para que puedan acompañarnos a una misión.

—Además —complementó el de banda púrpura—, sería arriesgarse estúpidamente. No podemos permitir eso.

—Sólo nos estorbarán y harán que nos maten.

Concluyó el de sais mirándolas con superioridad y condescendencia, recibiendo un codazo por parte del líder. La pelirroja apretó sus puños con fuerza y caminó con largas y pesadas zancadas hasta quedar frente a él. Su cara estaba roja de lo enojada que aquel comentario la hizo sentir.

—¿Crees que no tenemos las suficientes agallas para acompañarlos? —preguntó.

—Sí, eso creo —respondió con una sonrisa burlona en su rostro y su entrecejo fruncido—. De haberlas tenido, no estarían aquí en primer lugar, ¿no crees?

—Hijo de-

—Ya basta, ustedes dos —el insulto de la joven fue interrumpido por la voz firme y escalofriante de Splinter detrás de ellos, cerca de la entrada al dojo, acompañado por un golpe de su bastón contra el piso. Ambos voltearon en su dirección, tensaron todo su cuerpo y pusieron sus brazos a sus costados—. Leonardo tiene razón, aún no están listas.

—Pero sensei, no podemos quedarnos aquí sin hacer nada —se apresuró a decir Alex acercándose a él.

—Por ahora, es lo único que pueden hacer. Es peligroso, ya lo vieron; Aria apenas se acaba de recuperar de una herida grave que casi termina con su vida —ambas se miraron por unos segundos y agacharon la cabeza—. Aún les falta mucho por aprender, chicas, así que por ahora no se arriesguen.

—Hai, sensei… —dijeron ambas con una reverencia sin ganas. Splinter asintió y ahora les dedicó una mirada a sus hijos con una sonrisa.

—Tengan cuidado, hijos míos.

—¡Hai, sensei! —respondieron determinados antes de salir.

—Suerte para la próxima —le susurró Raphael a la pelirroja junto a un guiño burlón. Ella se limitó a gruñir y le dedicó una mirada llena de odio antes de verlo desaparecer.


🐢🐢🐢🐢


Leo estaba observando mediante su telescopio un edificio unas cuantas casas más adelante. Era un hotel llamado Hotel Wolf. El Kraang estaba transportando mutágeno dentro de una camioneta oscura, de la cual salían los alienígenas con sus disfraces de humano. Donnie también estaba al tanto de cada uno de sus movimientos.

Detrás de ellos, Rapha estaba sentado recargado sobre un tragaluz, con los ojos cerrados y brazos cruzados, esperando el momento para entrar en acción. Mikey también ya se estaba aburriendo, así que comenzó a molestar a su hermano mayor haciéndole cosquillas en su cráneo, cosa que no le gustó para nada. El de banda carmín agarró su dedo sin mirarlo y lo dobló un poco, provocando que su hermanito se quejase en voz alta.

—¡Chicos, cállense!

Les regañó el de banda azul, viéndolos con molestia. Rafael volvió a cerrar los ojos, pero más tardó en hacerlo que en sentir el dedo de Miguel Ángel nuevamente, y sin previo aviso, el de orbes jade tiró al pecoso de su dígito haciéndolo caer de espaldas frente a él, agarrándolo del cuello con su brazo casi ahorcándolo

—¡Ya basta, nos pueden descubrir! —intervino esta vez Donatello.

—No hasta que lo diga. Dilo.

—¡Está bien, está bien! ¡Lo siento! —se disculpó desesperadamente el de cinta naranja.

—¿Y? —apretó más su agarre, aplastándolo contra el suelo al ponerse sobre él.

—¡Raphael es mejor que yo en todo y para todo! —el de ojos esmeralda lamió su dedo y lo apuntó a su oído.

—¿Y?

—¡Y yo sólo soy un gusano estorboso a su lado!

—¡Ya basta! Somos ninjas, debemos estar en silencio —volvió a regañar el líder. El temperamental se quitó de encima, y en cuanto su hermano se levantó, le dió un manotazo en su cabeza.

—Oigan —llamó el más alto—, acaba de llegar otra camioneta.

Las tres tortugas se asomaron para observar lo que les decía el más alto. Una camioneta más había aparecido en la entrada del hotel, y de la parte trasera bajó un perro negro gigante de aspecto famélico con picos en todo su cuerpo, seguido de un tigre con ropa oscura con un parche en el ojo izquierdo, y un pez rojo con patas robóticas.

—¿Rahzar, Garra de Tigre y Cara de Pez? —preguntó el pecoso.

—Eso sólo significa una cosa- —hubo un silencio demasiado tenso. Leo les dedicó una mirada rápida a sus hermanos, el miedo era palpable entre ellos, sin embargo, Mikey interrumpió con alegría.

—¡Hay una fiesta entre el Kraang y el Clan del Pie! —todos golpearon su frente contra la palma de su mano tridigital.

—No, Mikey, significa que Destructor está detrás de esto —explicó Donatello con un toque de hartazgo en la voz, a lo cual el menor bajó la cabeza.

—¿Qué hacemos ahora? —el líder se quedó pensando unos minutos para después dedicarles una mirada decidida.

—Vamos a entrar.


🐢🐢🐢🐢


El cuarteto de tortugas se puso en posición. Rapha y Leo interceptaron a algunos robots que estaban vigilando la entrada, entrando Mikey y Donnie primero seguidos de los otros dos. Ingresaron por la parte de atrás correspondiente al estacionamiento y siguieron a unos Kraang que pasaban por ahí, viendo que subían por un elevador hasta el octavo piso. Los hermanos se miraron y sonrieron, tocando el botón para que el ascensor bajara de nuevo y ellos pudieran subir.

Cuando el elevador llegó y las puertas se abrieron, se toparon con más androides que se encontraban dentro. Se quedaron quietos por unos segundos por la sorpresa de verlos ahí hasta que se dispusieron a atacar. Una vez despejado el camino, subieron al ascensor y ascendieron al piso ocho. Para intentar liberar la tensión, Mikey comenzó a hacer un ritmo golpeando sus nunchakus y moviendo su cabeza, pero el de ojos verdes le dió un golpe con el puño cerrado, causando una caída aparatosa al suelo.

Llegaron al lugar de destino. Cuando el elevador se abrió, se encontraban justo en medio del laboratorio a donde estaban llevando todos los cilindros de mutágeno. Los robots pasaban de un lado a otro con sus armas de plasma cargadas, más se detuvieron en seco cuando los vieron. Sin previo aviso, las tortugas se lanzaron en su dirección recibiendo en respuesta disparos de plasma. Lograron derrotarlos a todos, pero comenzaron a llegar más.

—¡Muévanse! —gritó Leo comenzando a correr hacia uno de los pasillos, seguido del trío faltante. Donnie vió una puerta y se asomó por el pequeño cristal que había en medio, encontrándose con el cuarto de computación del Kraang.

—¡Chicos, por aquí! —quitó el panel de escáner de retina dejando al descubierto unos cuantos cables. Jugó con ellos un poco hasta que la puerta se deslizó dándoles paso, cerrándose automáticamente una vez dentro.

Había una enorme columna en la cual se proyectaban pequeños cuadrados que simulaban letras, al parecer esa era la pantalla. El teclado de la enorme computadora era una mesa cristalina negra, redonda y oblicua con botones una “pantalla” táctil, en la cual estaban los mismos cuadrados moviéndose de un lado a otro.

—¿Puedes hacerlo, Donnie?

—Eso me ofende, Leo —dijo sonriéndole al mencionado.

—Bien, Rapha viene conmigo. Mikey, quédate con Donnie.

—¿Por qué me tengo que quedar con Mikey? —preguntó el de banda morada cruzándose de brazos.

—¡Oye! —se quejó el pecoso.

—Yo no lo quiero, y estoy a cargo.

—¡Oye!

—Que Rapha se quede con Mikey.

—¿Sí? Sobre mi cadáver.

—¡Oigan! —les llamó el menor enojado— Empiezo a creer que nadie quiere estar conmigo. ¡Bien! Me las arreglaré por mi cuenta —se dió la vuelta en dirección hacia la puerta, pero no sabía cómo abrirla. Se giró de nuevo a ellos apenado—. Bueno, creo que está bloqueada —llevó su mano a su nuca soltando una risa nerviosa.

—Diviértanse~

Dijo el mayor de ojos azules con una sonrisa dirigiéndose a la puerta, moviendo a su hermano menor del camino. Igualmente retiró el escáner de retina y juntó los cables que Donnie había unido del otro lado. La puerta se abrió y salieron corriendo hacia el exterior.

El de ojos carmín rodó los ojos y comenzó a presionar la pantalla que tenía las “teclas”, sin embargo, cada que ponía la mano en el teclado, los cuadradillos se dispersaban evitando que las tocara.

—¿Qué es eso? —preguntó Mikey acercándose al enorme teclado, casi encima de su hermano— ¿Y si presionamos este botón?

—No. Toques. Nada —amenazó el mayor apretando su mano, doblándola un poco para alejarlo.

—¡Está bien, está bien! —se quejó, apartando su mano y chupando su dedo. Luego se acercó sigilosamente moviéndose de un lado a otro viendo cómo se desesperaba la otra tortuga por no poder presionar ninguna tecla— ¿Para qué es éste?

—No lo sé.

—¿Para qué es éste?

—No lo sé.

—¿¡Para qué es ese!?

—¡Que no sé! —gritó ya un poco harto.

—¿¡Y este!?

—¡Ya cállate! —volvió a gritar, pero esta vez golpeando con furia el teclado, haciendo que la máquina hiciera un ruido y mostró una luz verde— ¡Ja! Ya entré —dijo emocionado y luego conectó una USB a una de las ranuras debajo de la máquina.

—De nada~ —respondió Mikey con una sonrisa de victoria en el rostro, a lo cual Donnie sólo suspiró tras nuevamente rodar los ojos.


🐢🐢🐢🐢


Rapha y Leo comenzaron a buscar a los mutantes que vieron entrar. Se metieron por una rendija de ventilación y viajaron dentro del sistema hasta dar con sus voces.

—Kraang sigue sin encontrar a las humanas que Kraang trajo a través de lo conocido como portal que Kraang…

—¡Ya entendimos! —gritó desesperado el pez enterrando una navaja en su cabeza, desactivando al robot de inmediato y causando que su huésped saliera con una expresión de enojo y miedo mientras emitía reclamos en su idioma— Son unos incompetentes.

—Esto no le va a gustar a Destructor —dijo con temor el can, recargando su espalda picuda contra una de las paredes.

—No le diremos nada aún —habló el tigre atrayendo la atención de los dos.

—Pero si no le decimos y se entera, nos va a…

—Esta es nuestra oportunidad para acabar con dos pájaros de un tiro —interrumpió al de piernas robóticas—. Está claro que las tortugas tienen a las humanas.

—¿Y?

—Ya les habrán contado que ellas no pertenecen a esta dimensión, así que si las encontramos a ellas…

—También a las tortugas y a Splinter —el felino sonrió y asintió.

—Vaya, Bradford, veo que tu pequeño cerebro si funciona —se burló recibiendo un gruñido por parte del mencionado.

—Pero si fallamos, él nos matará. No faltan muchos días para que quiera venir a ver un avance —dijo el pez—. En mi opinión, debemos decirle y proponerle tu plan, Takeshi.

El gran felino se quedó pensando un poco, reflexionando a detalle las palabras de su compañero. Era cierto que si fracasaban, Destructor iba a matarlos, o quizá no, pero sí los torturaría de formas horribles.

—No es mala idea, Xever. Mandaremos al Kraang Supremo a dar el aviso —los dos mutantes asintieron, comenzando a caminar hacia el ascensor.

—¿Ahora el Kraang y Destructor trabajan juntos? —preguntó Rapha en un susurro— ¿Cómo vamos a vencerlos así?

—No tengo idea, pero tenemos que estar preparados —respondió en el mismo tono el de ojos esmeralda—. Vayamos de regreso con Donnie —se movieron de nuevo dando la vuelta por los ductos de ventilación, pero el gran felino pudo escucharlos. Sacó su arma láser y disparó en su dirección, atravesando el "proyectil" el metal de los conductos—. ¡Apresúrate!

—No tan rápido —el perro se abalanzó y con sus enormes garras cortó el ducto de la parte de abajo, provocando que ambos cayeran uno encima del otro.

—Vaya, vaya. No tuvimos que ir a buscarlos, nos ahorraron el trabajo —se burló el pez jugando con sus navajas. Ambos hermanos se pusieron de pie y en guardia, desenvainando sus respectivas armas.

—Ya me estaba comenzando a aburrir de esas chatarras —dijo Raphael con aires de grandeza, sonriendo de lado y frunciendo el entrecejo.


🐢🐢🐢🐢


—Ahora sólo necesito guardar todo en esta memoria —dijo Donnie tecleando algunas cosas.

Cada que su dedo tocaba el teclado, un color blanco aparecía con su tacto. En el tubo que simulaba la pantalla, aparecían datos de las chicas y de sus familias. En el caso de Alex, estaba toda la información desde su nacimiento hasta la fecha en que las capturaron. Habían datos de sus padres, dónde trabajaban, lo que hacían las veinticuatro horas del día, a dónde iban.

Todo estaba minuciosamente calculado. Por otro lado, de Aria solo había información de su madre y sus abuelos, lo que hacían, a dónde iban. Además, estaban los datos del nacimiento de la joven pelirroja y de su departamento, cuándo comenzó a rentarlo y desde qué día estaba viviendo allí. Todo lo tenían ellos, inclusive la dimensión de la cual ellas venían, que era la número cuatro. Y entonces encontró algo más interesante: los planos del portal que hicieron, su investigación y cómo lo hicieron funcionar.

—Lo encontré.

—¿Qué cosa? —preguntó curioso el de ojos celestes sin entender ni una palabra que decía lo que estaba allí.

—Usaron la celda de energía para hacer funcionar el portal —respondió sin apartar la vista de la pantalla.

—Claro, eso tiene sentido —dijo fingiendo que lo entendía—. Pero… ¿cómo?

—No tengo idea, pero lo voy a averiguar —justo en ese preciso momento, las alarmas sonaron por todo el edificio y la computadora comenzó a bloquearse—. Oh, no, no lo harás —Donnie comenzó a teclear botones velozmente evitando que la máquina le impidiera descargar todo lo que necesitaba. Una vez lo consiguió, quitó su memoria y la guardó a un lado de su caparazón.

—Listo, Mikey, vayamos con Leo y Rapha

Ordenó saliendo por la puerta con la misma maniobra con la que la abrió, pero fueron interceptados por varios robots que les apuntaron con sus pistolas de plasma. Ambos levantaron las manos y se miraron un poco asustados.

—¿Tienes alguna idea? —preguntó el menor en susurro.

—Son demasiados… —respondió el de ojos rubí, comenzando a ponerse nervioso y mirando hacia todas direcciones. Parecía que estaban perdidos.

—Kraang ordena a las conocidas como tortugas que suelten sus armas o Kraang procederá a disparar a las conocidas como tortugas —dijo uno de los robots levantando un poco su arma en señal de advertencia.

—Ok, ok, está bien. Nos rendimos —habló Donnie sacando con cuidado su bo de su espalda. Mikey lo miró y él asintió, dándole a entender que hiciera lo mismo. Sacó sus nunchakus con cuidado de los costados de su cinturón y ambos dejaron sus respectivas armas en el suelo.

—Ahora, dense la vuelta.

Ordenó de nuevo el mismo Kraang. Ambos asintieron y obedecieron. Pero entonces, las luces se apagaron y la alarma dejó de sonar, sorprendiendo a las tortugas y a los extraterrestres, quienes miraron a todas direcciones tratando de averiguar de qué se trataba tal falla en el sistema de seguridad.


🐢🐢🐢🐢


Tres contra dos, claramente no era justo, la balanza estaba inclinada a favor de los villanos. Rapha peleaba contra el pez y el perro a la vez. Sus movimientos eran agresivos y con hambre de matar. Leo peleaba contra el tigre, quien disparaba con su arma láser y la congelante, a la vez que lanzaba golpes con su sable.

En un mal movimiento, Rapha recibió un golpe directo al estómago por parte del pez, quien lanzó una patada lanzándolo contra una de las paredes e impactando su espalda y nuca, obligándolo a soltar sus armas. Luego, el can se acercó a él peligrosamente tomándolo del cuello y azotando su cuerpo contra el piso repetidas veces, provocando que el de banda azul se desconcentrase de su pelea.

—¡Rapha! —gritó volteando en su dirección, momento que el felino aprovechó para dar un golpe en su cara junto a una patada en el pecho. Ambos estaban malheridos en el suelo, recargados uno contra otro.

—Eso fue sencillo —dijo el tigre acercándose a los hermanos junto a sus otros dos compañeros.

—Antes de que acabemos con ustedes, van a decirnos dónde están las chicas que estamos buscando —ordenó Rhazar acercándose peligrosamente a Leonardo amenazándolo con sus garras. El reptil mutante abrió sus ojos con un poco de dolor.

—¡Jamás! —dijo intentando levantarse en un intento fútil, cayendo de rodillas.

—Entonces, los vamos a torturar hasta que hablen —Cara de Pez tomó a Rapha del cuello y lo amenazó con su navaja, pasándola por su rostro tras hacer algunos trucos.

—¡Suéltalo! —gritó Leo intentando moverse, pero fue detenido por el perro mutante, quien lo abrazó por atrás poniendo sus garras en su cuello. El tigre solamente se reía, como si la angustia de los adolescentes le resultara hilarante.

—Te daré una oportunidad, Raphael —apretó más su agarre—. ¿Dónde están?

Éste no respondió. El pez iba a patearlo para hacerlo hablar, pero en ese momento las luces se apagaron. El único que podía ver era el tigre, quien se puso en posición de pelea volteando hacia todas direcciones. El perro agudizó sus sentidos, soltando a la tortuga e imitando el pez su acción. Entonces, algo o alguien comenzó a hacer un ruido ensordecedor con algo filoso y metálico contra las paredes del mismo material, cosa que aturdió a los mamíferos, obligándolos a tapar sus orejas y soltar un grito. Aprovechando su distracción, se fue contra el pez que estaba más que asustado.

—¿¡Quién está ahí!?

Fue lo único que alcanzó a decir previo a que algo se clavara en sus piernas, provocando que hicieran un corto circuito y se desactivaran. Agarró la espada de Leo e hizo un corte justo en el brazo del perro, quien aún seguía algo aturdido y ensordecido, luego dió un golpe en su cabeza con el mango de la katana dejándolo inconsciente. Por último, se acercó al gato por detrás y le quitó una de sus armas y disparó, congelando sus pies contra el suelo. Éste gruñó enojado.

—¡Sal, cobarde! —dijo en un rugido. Entonces, algo se acercó hacia los reptiles que seguían el suelo, confundidos.

—¿Están bien? —dijo la voz de una chica que ambos reconocieron muy bien.

—¿Aria?

—Bueno, ¿tú eres tonta o qué? Splinter te dijo que no estabas lista, tu estúpida herida se puede abrir otra vez y harás trabajar más a Donnie —a pesar de sonar más como una queja, era claro que Raphael estaba algo preocupado por la pelirroja, quien le respondió con ironía.

—De no haber sido por mí, ese espantoso tigre tuerto los habría hecho ceviche de tortuga. Ahora síganme, hay que irnos de aquí.

—Gracias, Aria, lamentamos los inconvenientes.

Agradeció el líder la ayuda de la mexicana, quien sólo asintió con la cabeza en respuesta, mientras que Raphael se limitó a soltar un gruñido y se cruzarse de brazos. Los tres salieron hacia el pasillo siguiendo a Aria, parecía que sabía perfectamente a dónde iba.


🐢🐢🐢🐢


Algo se movía con velocidad entre los robots, quienes parecían no poderlo seguir con la mirada. Los disparos no se hicieron esperar, siendo aquello lo poco que alumbraba la parte del pasillo en la que estaban. Entre la luz de aquellos destellos rosados se podía ver una melena de un color familiar, cabello que Donnie reconoció a la perfección.

—¿Alex?

Preguntó en susurró hasta que sus ojos pudieron visualizarla bien. Sí, era ella. Tomó su bo del piso, haciendo Miguel Ángel lo mismo con sus armas, comenzando a pelear contra los robots que quedaban en pie. Una vez terminaron, las luces se encendieron de nuevo, mostrando a la chica frente a ellos.

—¿Están bien?

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Estás bien? ¿Te hirieron?

Preguntó el más alto con visible preocupación mientras se acercaba a ella, tomándola de los hombros y examinando que estuviera bien. La de ojos grises no pudo evitar sonrojarse ante su tacto. Donatello se percató e igualmente se sonrojó, más no se apartó esperando una respuesta. La chica tomó sus manos sin separarlas de su cuerpo y respondió con calma.

—Estoy bien, Donnie, gracias. No tenemos mucho tiempo antes de que vengan más Kraang, debemos reunirnos con Aria y los demás y salir de aquí antes de que pase algo más.

Los dos mutantes asintieron a su orden a pesar de la preocupación de ahora tener a ambas mujeres en la base del enemigo, y más a Aria, quien aún debía estar algo débil por la gran pérdida de sangre que su herida provocó. Sin embargo, siguieron a la de morados cabellos sin chistar.

Eventualmente los seis se encontraron y se dispusieron a salir del edificio. Claro que todo iba demasiado bien para ser cierto, no sería tan fácil su retirada, ya que fueron interceptados por más androides que les dispararon sin compasión alguna. Esquivaron ágilmente los tiros y derrotaron a los rivales como un gran equipo.

De repente, un par de Kraang tomaron a Miguel Ángel por sorpresa por la espalda, siendo las dos mexicanas las únicas que se percataron. Ambas se lanzaron hacia los robots, desactivando uno cada una y salvando al pecoso, quien las abrazó con un brillo singular en los ojos.

—¡Gracias, chicas!

—No hay de qué, Mikey~

Ambas se enternecieron y le devolvieron el abrazo bajando la guardia, ya que la pelea había terminado. El momento fue breve, debido a que tuvieron que separarse para salir del laboratorio extraterrestre antes de ser emboscados nuevamente por esos horribles colonizadores espaciales. Lograron llegar a la guarida sin problema y en silencio.









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Y estamos de vuelta, otra vez. Xd
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Los amo.

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